Venerable mártir Eudocia

1 de Marzo

Vivía en Heliópolis, ciudad de Fenicia (Baalbek hoy Líbano) durante el reinado de Trajano.
Al comienzo de su vida la encontramos como una famosa prostituta, llegando a acumular una gran fortuna, fruto de su vida disoluta.
El cambio de su vida vino de acuerdo a la Providencia Divina, por medio de un anciano monje llamado Germano. Viniendo por trabajo a la ciudad, el monje se hospedó en la casa de una cristiana, adyacente a la de Eudocia. Cuando él, según la costumbre de vida de los monjes, empezó a leer durante la noche el libro de los Salmos y un libro sobre el Juicio Final, Eudocia lo escuchó y atentamente empezó a oír sus palabras hasta el final. El miedo se apoderó de ella y así quedó despierta hasta el amanecer. Apenas amaneció, envió a sus criados para que le rogaran al monje que viniese a donde ella. Germano vino, y entre ellos se inició una larga conversación sobre lo que el anciano monje estaba leyendo en la noche anterior, especialmente sobre la fe y la salvación. El resultado de esta conversación fue que Eudocia le rogó al obispo local, Teodoto, ser bautizada. Después del bautismo, ella donó todos sus bienes para ser repartidos entre los pobres, liberó a sus criados y esclavos; y se retiró a un monasterio, donde se dedicó decididamente a la obediencia, la paciencia, la vigilancia, la oración y el ayuno.
Fue hecha abadesa del monasterio solo trece meses después; y vivió en el monasterio por cincuenta y seis años, habiendo recibido de Dios aun el don de resucitar a los muertos.
Cuando surgió la persecución de los cristianos por el conde Vicente fue muerta a espada.
La vida de santa Eudocia es un espléndido ejemplo, de como un vaso impuro, puede purificarse, santificarse y colmarse con precioso y celestial perfume, por la gracia del Espíritu Santo.

Tropario, tono 8
En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh Madre Eudocia, pues tomando la cruz seguiste a Cristo y practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, que es efímera y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles
Condaquio, tono 4
Cuando fuiste sacadas del fango de las transgresiones, como la piedra más preciosa cuyo brillo se había oscurecido, el arrepentimiento te hizo brillar de nuevo con la piedad; y cuando llegaste a la altura de los esfuerzos ascéticos, Cristo te hizo ilustre con la gloria de las batallas, y te ha otorgado Su gracia para sanar, Oh sabia Eudocia, imitadora de los ángeles.

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Padre Juan R. Méndez ()

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