Santo Mártir Hesiquio

2 de marzo

El santo mártir Hesiquio vivió durante el reinado del rey Maximiano en 302. Fue el primero y el líder en el palacio real y el Senado, pues era magistrado.
Cuando Maximiano ordenó que todos los cristianos que eran soldados reales debían ser privados de sus cinturones (que eran un signo de su mérito real) y vivir como civiles y sin honor, muchos cristianos prefirieron vivir sin ningún honor externo debido a esta orden ilegal, que ser honrado y perder su alma.
San Hesiquio también fue contado con estos cristianos. Cuando el rey escuchó esto, ordenó que se despojara al santo de la ropa fina, que solía usar, y que se vistiera con un manto en mal estado sin mangas tejidas de cabello y que fuera deshonrado y despreciado en gran manera, viviendo entre los más pobres de la ciudad.

Cuando esto se llevó a cabo, el rey lo invitó y le preguntó: “¿No estás avergonzado, Hesiquio, de haber perdido el honor y el cargo de magistrado y haber sido degradado a este tipo de vida? ¿No sabes que los cristianos, cuyo estilo de vida preferiste, no tienen poder para devolverte tu gran honor y oficio anterior? ” El santo respondió: “Tu honor, oh rey, es temporal, pero el honor y la gloria que Cristo da es eterno y sin fin”. Debido a estas palabras, el rey se enojó y ordenó a sus hombres que ataran una gran piedra de molino alrededor del cuello del santo y luego lo arrojaran en medio del río Orontes, que se encuentra en Siria. Así, el santo recibió la corona del martirio por el Señor.

Tropario, tono 4
Tu mártir, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibió de ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribó a los tiranos y destruyó la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

Condaquio, tono 4
Cuando seguiste los pasos de los Mártires, ascendiste a la altura del amor divino, haciéndote agradable Dios, oh muy sabio Hesiquio; Cuando abandonaste la corte de un rey que era terrenal, fuiste honrado en las cortes del Rey de los Ángeles; y arrojado al río, encontraste el agua viva de la verdadera y eterna vida.

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Padre Juan R. Méndez ()

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