Santa Eufemia

11/07

El día 11 de julio, recordamos el milagro por el cual la santa Eufemia confirmó la auténtica y ortodoxa fe determinada en el 4° Concilio Ecuménico sobre las dos naturalezas de Cristo.

Santa Eufemia era hija de un matrimonio cristiano devoto de la ciudad de Calcedonia. Su ambiente familiar le permitió, desde muy joven, tomar la decisión de dedicar su vida al Novio de su alma, a nuestro Señor Jesucristo. Unos años después, se emprendió la persecución del emperador Diocleciano; la joven, comprometida con su Señor, rechazó definitivamente negar a Cristo; ni los azotes ni la cárcel la pudieron cambiar. Así que el jefe de la ciudad mandó quemarla en vida. Fue martirizada el año 304, y la Iglesia recuerda el martirio de santa Eufemia el día 16 de septiembre.

Unos años después, cuando el emperador Constantino llegó a Macedonia, y viendo la veneración que los macedonios tenían hacia la Santa, construyó una iglesia dedicada a su nombre; desde entonces Macedonia recibía muchos peregrinos que procuraban besar sus reliquias.

El año 451, fue convocado el 4° Concilio Ecuménico en la misma Calcedonia: obispos de todo el orbe cristiano se reunieron en la ciudad para discutir la nueva corriente que había surgido últimamente; unos obispos defendían la recta fe en que “Cristo es perfecto Dios y perfecto hombre” es decir, que tiene dos naturalezas que están juntas en una sola Persona. En tanto que el otro grupo decía que Cristo tiene nada más una naturaleza divina.

Mientras estaban en plena discusión, se propuso exponer la causa a la intercesión de la Patrona de la ciudad. Entonces ambos equipos editaron sus enseñanzas y las pusieron junto a las reliquias de santa Eufemia; durante tres días todos oraban constantemente para que Dios por su intercesión revelara la verdad. Cuando abrieron el sepulcro encontraron el libro de los herejes ante las pies de la Santa mientras el de recta fe estaba en sus manos. Los Ortodoxos glorificaron a Dios ofreciendo agradecimientos a su Santa, y muchos de los que antes eran defensores del Monofisismo (una naturaleza), aclamaron de nuevo la recta fe. Esto es lo que la Iglesia hoy, 10 de julio, festeja pidiendo la intercesión de la gran Mártir Eufemia.

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San José Damasceno

10/07

San José DamascenoEl Padre José, “el sacerdote Yosef El- Hadad, originario de Beirut, damasceno por patria y ortodoxo por religión”, como se presentaba a si mismo, nació en Damasco en el año 1793 de una familia pobre y piadosa. Desde su infancia gustó del conocimiento y, no obstante las grandes dificultades económicas, aprovechaba toda oportunidad para estudiar, y así continuó durante su juventud. En esta época la enseñanza general se impartía en estrecha relación con el conocimiento de lo divino, de allí que para el joven Yosef, la Biblia era su libro de mayor interés. Mas sus padres carnales, temerosos de su futuro, decidieron casarlo a la edad de 19 años. Sin embargo, este acontecimiento no lo alejó del estudio ni de su vocación por el conocimiento.

La comunidad ortodoxa de Damasco, al tanto de sus virtudes y capacidades, acudieron ante el patriarca para pedirle la ordenación de José como su pastor. De esta manera, en el año 1817, fue ordenado sacerdote mostrando desde un principio fuerza y sabiduría en su predicación, particularmente en las homilías que dió en la iglesia dedicada a Santa María (Al- Mariamíah). Muchos lo consideraban como el segundo Crisóstomo. Otros más dicen de él: “los ancianos (presbíteros) musulmanes, hasta cuarenta años después de su muerte, todavía repiten partes y dichos de sus homilías”.

El padre José fue pobre piadoso y paciente, tranquilo y humilde. Podía platicar sobre si mismo y aborrecer la soberbia y la vanidad: hasta le daba pena cuando lo alababan. Decía siempre: “ahora yo siembro en la viña verdadera de Cristo en Damasco y espero la cosecha.”

Sin duda, el Padre José fue el primer gran hombre del renacimiento de la Iglesia antioquena en el siglo XIX, período en extremo difícil en todos los órdenes: los melquitas recién habían abandonado la Iglesia, dejando una estela de problemas; los emisarios protestantes se mostraban muy activos en su proselitismo; la pobreza e ignorancia golpeaban a toda la Iglesia. Los patriarcas de Antioquia, desde 1724, eran extranjeros y ajenos al sufrimiento del pueblo. Era la imagen viva de un barco a la deriva, abandonado a la fuerza de los vientos.

En estas circunstancias, el trabajo pastoral del padre José: homilías, traducciones, enseñanza y moral, contribuyó a favorecer una ambiente de resurgimiento, a agitar las almas y a reanimar el espíritu. Comenzó así a brotar una nueva generación.

Dentro de los personajes de gran importancia en la Iglesia revitalizada, más de medio centenar habían estudiado con él, aprendiendo de su celo cristiano: el patriarca Melatio Al- Dumani, primer patriarca árabe desde 1724, fue su discípulo; también el metropolita de Beirut, Gabriel Shatila, quien decía de nuestro Padre: “las estrellas de Damasco son tres: el apóstol Pablo, san Juan Damasceno, y José El- Hadad.”

Coronaría este siervo de Dios su vida con un final (o principio) digno de su gran celo y amor al Señor y a sus semejantes: su martirio.

En Damasco, a mediados del año 1860, tuvo lugar una matanza de cristianos por los turcos musulmanes. En aquel día muchos fieles se refugiaron en la iglesia Al- Mariamíah. El Padre José conservaba en su casa el Viático (del cual da la comunión el sacerdote a los enfermos), después de protegerlo lo colocó sobre su pecho y salió rumbo a la iglesia, corriendo y saltando sobre las azoteas de las casas. Ya en Al- Mariamíah pasó todo el día y la noche animando a los fieles y confortándolos para no temer, pues, los que matan el cuerpo no pueden matar el alma.

Durante la mañana del día siguiente, martes 10 de julio, los atacantes invadieron las instalaciones de la iglesia, golpearon y mataron a numerosos fieles, saquearon, ensuciaron y quemaron parte del templo. Uno de los musulmanes reconoció al padre José y exclamó: “Ese es el presbítero de los nazarenos, matándolo matamos a todos los nazarenos.” Al sentir que su hora había llegado, el padre José tomó el Viático y lo tragó, al tiempo que violentamente era atacado con armas de fuego y hachas por unos, que más que verdugos, parecían leñadores furiosos despedazando un tronco. Le colocaron grilletes en sus tobillos y lo exhibieron por toda la ciudad.

Así, el Padre José, mártir de Cristo, dando testimonio, tanto con sus fatigas y desvelos, como con sus sufrimientos y sangre se hizo ejemplo digno de imitación e intercesor ferviente ante nuestro Señor Jesucristo a quien sea la gloria por los siglos.

El santo sínodo Antioqueno, que se realizó en Damasco en octubre de 1993, proclamó la canonización del sacerdote José El- Hadad como santo, determinando el día 10 de julio, día de su martirio, para su recuerdo.

Por las oraciones del sacerdote mártir José Damasceino y sus compañeros, que el Señor Jesucristo tenga piedad de nosotros y nos salve. Amén.

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San Jorge gran Mártir

23/04

san_jorgeLa Iglesia Ortodoxa ha enfatizado siempre que el reconocimiento de un santo, antes de ser confirmado como tal por las Autoridades Eclesiásticas, surge de la conciencia del pueblo de Dios que venera, aún en vida, a una persona por su santidad, y aun más después de su muerte.

En este sentido el pueblo ortodoxo, a lo largo de la historia, ha venerado a San Jorge y agradecido su eficaz intercesión, a tal grado que es impresionante el número de iglesias construidas, desde el siglo IV hasta la fecha, dedicadas a este Gran Mártir de Cristo y puestas bajo su patrocino; y todavía más, que casi no haya familia en la que alguno de sus miembros no lleve su nombre.

Jorge nació en la ciudad de Al-Led, Palestina, de una familia distinguida por su posición social, en el año 280. Al cumplir los 17 años, se incorporó al ejército; su notable entrega y valor impresionó de tal manera al emperador Diocleciano que rápidamente lo ingresó a su guardia real.

Poco después, Diocleciano emprendió su encarnizada persecución en contra de los cristianos, y los ríos de sangre desbordaron como nunca antes. Sin embargo, la fe de Jorge, antes que nada, soldado de Cristo, ni siquiera se tambaleó, sino que fortalecida, se enfrentó con toda valentía al emperador, proclamó su cristianismo y defendió su fe, la fe en Jesucristo, Dios verdadero.

Diocleciano, encolerizado, ordenó torturar a Jorge, pero todos los dolores no pudieron vencer la Gracia de Dios que apoyó al Mártir en su testimonio. Entonces, el emperador, frustrado por su impotencia de hacer vacilar la sólida fe de Jorge, mandó decapitarlo. El soldado de Cristo lleno de alegría, con esa valentía que lo caracterizaba y con la luz de la Gracia Divina resplandeciendo en su rostro, inclinó la cabeza ante el verdugo. Su cabeza cayó, su alma se elevó al Cielo, su fama se difundió por todo el imperio, y su amor conquistó los corazones de los fieles que han gozado y gozan de su intercesión, manifestada en milagros, curaciones, consuelos y fortalecimiento de su fe hasta el día de hoy.

Este cariño del pueblo de Dios hacia San Jorge le hizo aplicar al Soldado de Cristo, un antiguo mito referente a un guerrero que, defendiendo a su pueblo, mata al dragón que quiere devorar a la bellísima princesa. La Iglesia aceptó esta asimilación y pintó a San Jorge como el soldado que con la lanza de su intercesión ha vencido al demonio y rescatado a la Iglesia, la Novia Inmaculada de Cristo, de cuantiosos peligros que la han rodeado. Que sus intercesiones sean para con todos nosotros. Amén.

Cual liberador de los cautivos
y protector de los necesitados,
sanador de los enfermos
y defensor de los creyentes:
oh victorioso y gran mártir Jorge,
intercede a Cristo Dios
por la salvación de nuestras almas.
 
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Santa María Egipciaca

01/04

santa_maria_ejipciacaApenas tenía doce años cuando huyó a Alejandría, donde vivió en prostitución y pecado durante 17 años. Fue entonces, en plena madurez, cuando vino a su mente la idea de viajar a Jerusalén para asistir, con otros visitantes, a la fiesta de la Elevación de la Santa Cruz; ciertamente no por motivos religiosos sino por mera curiosidad. Estando allí, participó en toda forma de corrupción arrastrando a muchos a los abismos del pecado.

En el día de la festividad quiso entrar a la Iglesia pero en las tres o cuatro veces que lo intentó, una fuerza invisible se lo impedía, en tanto que toda la gente entraba sin ningún obstáculo. Ella sintió entonces dolor y tristeza en su corazón y, atrayendo la compasión de Dios por el arrepentimiento, logró cambiar el curso de su vida. Así, habiendo tomado esta decisión, entró a la iglesia fácilmente y se postró ante el honorable madero de la Cruz.

Poco después, el mismo día, se dirigió a Jerusalén y atravesando el río Jordán se adentró en las profundidades del desierto. Aquí pasó aproximadamente 47 años, en una vida dura e insoportable. Oraba en soledad absoluta al Único Dios.

Hacia el final de su vida se encontró en el desierto con un asceta sacerdote de nombre Zócimo a quien le confesó toda su historia, desde el principio hasta ese momento, pidiéndole que le trajera los santos dones para comulgar. El día de su comunión fue el Gran Jueves Santo. Un Año mas tarde al volver nuevamente Zocimo, la encontró tendida en el suelo, muerta, y cerca de ella estas palabras grabadas en la arena:

“Padre Zocimo, entierra el cuerpo de María miserable aquí. Morí el mismo día en que comulgué los dones místicos. Ora por mí.”

Su muerte se ubica hacia finales del cuarto siglo.

La Iglesia recuerda, en el quinto domingo de la Gran Cuaresma, a la Santa, precisamente cuando se acerca el fin de la Cuaresma, para alentar a los pecadores y negligentes al arrepentimiento, para que sea la Santa festejada un ejemplo a seguir.

“En ti fue conserada la imagen de Dios fielmente, oh Justa María,
pues tomando la cruz seguiste a Cristo
y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, que es efímera
y a cuidar, en cambio, el alma inmortal.
Por eso hoy tu espíritu se alegra junto con los ángeles”
 

San Juan Clímaco

30/03

san_juan_climacoA partir del siglo VI, el célebre monasterio de Santa Catalina, fundado por Justiniano en el monte Sinaí, se convierte en el más importante centro de difusión e irradiación de espiritualidad.

Uno de los hombres más notables entre los grandes doctores sinaítas fue indudablemente Juan, Abad del monasterio de Santa Catalina entre los años 580 y 650, de cuya vida, a pesar de haber sido uno de los ascetas orientales de mayor renombre, no se tiene mayores datos, a no ser un corto escrito del monje Daniel de Raitu, algunos fragmentos de los “Relatos” del monje Anastasio y algunos indicios que el mismo Juan desliza en su obra. En cuanto a sus primeros años, la carencia de noticias es total, sólo podemos deducir que recibió una sólida formación intelectual.

A los dieciséis años ingresa al Monasterio de Santa Catalina y se somete a la dirección de un cierto abad Martyrius, quien le conferirá la tonsura monástica a la edad de veinte años.

Tras la muerte de su padre espiritual, Juan, que en aquel entonces tendría alrededor de treinta y cinco años, decide entregarse a la vida solitaria en un sitio llamado Thola (Wadi el Tlah), donde se establece en una gruta algo alejada del grupo de anacoretas que vivía en los alrededores. Pasado un tiempo se le acercaría su primer discípulo, un monje llamado Moisés, y más tarde, atraídos por la aureola que había comenzado a desarrollarse a su alrededor, acuden los monjes en gran cantidad procurando su consejo.

Con el tiempo, Juan se transformaría en un eminente padre espiritual.

Finalmente es elegido abad del Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí. Se supone que durante esta época fue redactada, a petición del abad Juan de Raitu, su Santa Escala, a la que le debe su nombre de “Clímaco”.

Llegado a una edad muy avanzada, abdica a favor de su hermano carnal Jorge y retorna a la vida solitaria hasta su muerte, que se cree ocurrida entre los años 650 y 680.

San Juan Clímaco nos ha dejado una “Escala” compuesta por treinta escalones, número de la edad de Cristo cuando comenzó su predicación, ya que el objeto de “la Escala”, como dice el mismo Clímaco, es “llegar a la madurez de la plenitud de Cristo.” Son escalones de virtudes que cada cristiano tiene que subir mirando siempre al escalón treinta, donde mora el Amor que es el mismo Cristo quien bendice nuestro ascenso.

“Con la efusión de tus lágrimas,
regaste el desierto estéril;
y por los profundos suspiros,
tus fatigas dieron frutos cien veces más,
volviéndote un astro del universo,
brillante con los milagros.
¡Oh nuestro justo padre Juan,
suplícale a Cristo Dios que salve nuestras almas!”
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San Juan Casiano (Confesor)

29/02

febrero29-Juan_CasianoSan Juan  Casiano el Romano nació alrededor del 360. Sus padres, piadosos cristianos le dieron una excelente educación clásica. Lo introdujeron e instruyeron  en las Sagradas Escrituras y en la vida espiritual.

San Juan entró en un monasterio en la diócesis de Tomis, donde su amigo y pariente  san Germán, trabajó como un asceta. Después de cinco años, en el 380, Juan viajó para  venerar  los Santos Lugares de Jerusalén con su hermana y su amigo san Germán. Los dos monjes se quedaron  en un monasterio de Belén, no lejos de donde nació el Salvador. La experiencia fue tan enriquecedora que siguió viajando durante siete años más basándose en la experiencia espiritual de los ascetas incontables. Los monjes egipcios le enseñaron muchas cosas útiles sobre las luchas espirituales, la oración y la humildad.

Las notas que San Juan fue escribiendo, formaron la base de su libro llamado conferencias con los padres en veinticuatro capítulos.

Tiempo después de escribir su libro, volvió a  Belén por un breve tiempo, y posteriormente se fue a Egipto y vivió allí hasta el 399. Debido a los disturbios causados por el arzobispo Teófilo de Alejandría dentro de los monasterios a lo largo del Nilo, decidió ir a Constantinopla. Allí conoció a San Juan Crisóstomo y se quedó con él por cinco años, aprendiendo muchas cosas provechosas.

Cuando Crisóstomo fue exiliado de Constantinopla en 404, el  santo Juan Casiano se fue a Roma para defender su caso ante Inocencio I. Casiano fue ordenado al sacerdocio santo en Roma. Después de la muerte de Crisóstomo en 407, San Juan Casiano se fue a Marsella en la Galia (actual Francia) y fundó dos monasterios. Uno para hombres y otro para mujeres.

A  petición del obispo Castor de Aptia Julia (en el sur de la Galia), Casiano escribió los institutos de vida cenobítica en doce libros, que describen la vida de los monjes de Palestina y Egipto, el volumen incluye cuatro  libros que describen la vestimenta de los monjes de Palestina y Egipto, sus horarios de oración y de servicios. Los siete libros tienen como tema base los pecados capitales y cómo superarlos.

San Juan Casiano escribió también 24 libros en forma de conversaciones con los padres acerca de la perfección del amor, de la pureza, de la ayuda de Dios; sobre la importancia de la  comprensión de las Escrituras. Acerca de los dones de Dios, sobre la amistad, sobre el uso del lenguaje, sobre los cuatro niveles de la vida monástica, sobre la vida solitaria y la vida cenobítica, sobre el arrepentimiento, sobre el ayuno, meditaciones sobre todas las noches, y sobre la mortificación espiritual. Esta última tiene el título  “Yo hago lo que no quiero hacer”.

En 431 San Juan Casiano escribió su trabajo final sobre la encarnación del Señor, escrita en siete libros que se oponen a la herejía, citando a muchos maestros de Oriente y del Occidente para apoyar sus argumentos.

Sus intercesiones sean por nosotros. Amén.

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San Basilio Confesor

28/02

San Basilio el Confesor fue un monje que sufrió durante el reinado del emperador iconoclasta León Isauro (717-741).

Cuando comenzó una persecución contra los que veneran los santos iconos, san Basilio y su compañero de san Procopio de Decápolis (27 de febrero) fueron sometidos brutalmente a diversas  torturas y encerrados en la cárcel popr mucho tiempo, sin embargo su fe nunca desfalleció.

Cuando los santos confesores Basilio y Procopio fueron puestos en libertad junto con otros veneradores de los iconos sagrados, siguieron su lucha monástica, instruyendo a muchos en la fe ortodoxa y la vida virtuosa. San Basilio murió en paz en el año 750.

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San Procopio de Decápolis (Confesor)

27/02

febrero27-San_ProcopioVivió en el siglo VIII, en la época del emperador León III (717-741). Se caracterizó por su nobleza y valentía para defender la fe.

El Santo no se aisló en la soledad de su celda sino lo contrario: inspirado por las frases  “Sé fuerte y ten buen ánimo! ¡No temas ni desmayes!” (1 Crónicas 22:13)  vivía motivado y avanzaba con mucha determinación y valentía luchando en pro de la fe ortodoxa.

Procopio sobresalió en su posición contra los heréticos monofisistas y también apoyó la veneración de los iconos. El emperador León era un salvaje iconoclasta que persiguió y torturó a muchos que tenían la posición del Santo. Procopio vivió siempre perseguido luchando para extender la fe ortodoxa hasta el final de sus días.

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San Porfirio (Obispo de Gaza)

26/02

febrero26-San_Porfirio_de_GazaSan Porfirio, Arzobispo de Gaza, nació alrededor del año 346 en Tesalónica. Sus padres eran de familia noble  y esto permitió a San Porfirio recibir una buena educación.

La familia de Porfirio era originaria de Tesalónica. Volviendo las espaldas al mundo, abandonó a sus amigos y a su país a los veinticinco años. Se dirigió a Egipto, donde se consagró a Dios en un monasterio del desierto de Esquela.

Cinco años más tarde, pasó a Palestina y estableció su morada en una cueva cerca del Río Jordán; pero pasados  cinco años, las enfermedades le obligaron a volver a Jerusalén. Ahí visitaba diariamente los Santos Lugares, apoyándose en un bastón, pues estaba sumamente débil. Por aquella época, llegó a Jerusalén un peregrino llamado Marcos (que un día sería el biógrafo de San Porfirio). Marcos, admirado por la devoción con que Porfirio visitaba el sitio de la Resurrección del Señor y otras estaciones le ofreció compañía y apoyo, pues Porfirio casi no podía caminar por tanto dolor que sentía en sus piernas (y sin embargo nunca faltaba a la iglesia a recibir la comunión).

Estaba esperando recibir una herencia de sus padres que no llegaba y que de hecho ya había tardado. La quería para ayudar a los pobres por lo que Marcos se ofreció a partir por ella  y se fue con rumbo a Tesalónica para regresar tres meses después, cargado de dinero y objetos de gran valor.

Marcos apenas pudo reconocer a Porfirio, porque, entretanto, se había mejorado prodigiosamente. Su rostro, antes pálido estaba ahora fresco y rosado. Al ver el asombro de su amigo, Porfirio le dijo: “No te sorprendas de verme en perfecto estado de salud, pero admira en cambio la inefable bondad de Cristo, quien cura las enfermedades que los hombres no pueden aliviar.” Marcos le preguntó cómo se había efectuado la curación, a lo que Porfirio replicó: “Hace cuarenta días, en un momento de grandes dolores, me desmayé al subir al Calvario. Me parecía ver al Señor, crucificado junto al buen ladrón. Entonces dije a Jesucristo: “Señor, acuérdate de mi cuando vengas en tu Reino. En respuesta, el Señor ordenó al buen ladrón que viniese en mi ayuda. El buen ladrón me ayudó a levantarme y me ordenó ir a Cristo. Yo corrí hacia Él, y el Señor descendió de la cruz y me dijo: “Encárgate de cuidar mi cruz”. “Obedeciendo a sus órdenes, a lo que me parece, me eché la cruz sobre los hombros y la transporté algo más lejos. Poco después me desperté; el dolor había desaparecido, y desde entonces no he vuelto a sufrir de ninguna de mis antiguas enfermedades”.

Porfirio continuó su vida de trabajo y penitencia hasta los cuarenta años de edad. Entonces el obispo de Jerusalén lo ordenó sacerdote y confió a su cuidado la reliquia de la cruz. Años más tarde, fue relevado del cargo y nombrado obispo de Gaza. El siervo de Dios sufrió mucho al verse elevado a una dignidad a la que no se sentía llamado. Los ciudadanos de Gaza le consolaron y le pidieron su apoyo para poder formar una ciudad digna, pues Gaza era una ciudad llena de idólatras paganos.

En Gaza, sólo habían tres iglesias cristianas, y muchos templos paganos e ídolos. Durante este tiempo había habido una larga temporada sin lluvia causando una grave sequía. Los sacerdotes paganos llevaban ofrendas a sus ídolos, pero los problemas no cesaban. San Porfirio pidió al Señor que lloviera y cumplió una vigilia que duró toda la noche seguida de una procesión a la iglesia de la ciudad. Inmediatamente comenzó a llover.

Al ver este milagro, muchos paganos gritaron: “Cristo es ciertamente el único Dios verdadero!”  Como resultado de esto, 127 hombres, treinta y cinco mujeres y catorce niños se unieron a la Iglesia por el Santo Bautismo, y otros 110 hombres poco después de esto.

El trabajo básico de San Porfirio fue terminar con la idolatría y en sustitución de los lugares paganos construir iglesias para los cristianos.

Durante su vida  distribuyó grandes limosnas a los pobres, cosa en la que se mostraba siempre muy generoso.

Porfirio se presentó a la emperatriz Eudoxia, que estaba esperando un hijo en ese momento y le dijo: “El Señor te  enviará un hijo, que reinará durante su vida”. Eudoxia deseaba un hijo pues solo tenía hijas. A través de la oración de los santos nació un heredero para la familia imperial. Como resultado de esto, el emperador emitió un edicto en el año 401 en el que ordenó la destrucción de templos paganos en Gaza y la restauración de los privilegios a los cristianos. Por otra parte, el emperador le dio dinero al santo para la construcción de una nueva iglesia.

El santo obispo pasó el resto de su vida en el celoso cumplimiento de sus deberes pastorales  y, a su muerte, la idolatría había desaparecido casi completamente de la ciudad.

Sus intercesiones sean por nosotros. Amén.

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San Tarasio Confesor (Patriarca de Constantinoplo)

25/02

febrero25-San_Tarasio_patriarca_ConstantinoplaSan Tarasio ejercía el cargo de secretario del joven emperador Constantino IV y de su madre Irene. A pesar de ser laico, Paulo IV, patriarca de Constantinopla, le propuso a Tarasio ser su sucesor, cuando llegara  el momento de retirarse a un monasterio.

La corte, el clero y el pueblo confirmaron la elección de Tarasio. El santo había recibido una educación esmerada. Vivía entre lujos por el puesto que desempeñaba en la corte y sin embargo, su vida personal de desenvolvía en un ambiente de sencillez. Había sabido llevar una vida casi monacal. Se resistió mucho a aceptar el nombramiento de patriarca, en parte porque no era sacerdote y en parte también, por la difícil situación que había creado la política de los emperadores contra la veneración de las imágenes sagradas a partir de León III, en 726.

Cuando Tarasio  fue elegido patriarca, la emperatriz Irene ejercía la regencia, pues su hijo, Constantino IV, sólo tenía diez años. Irene era una mujer ambiciosa y a veces  cruel, pero a pesar de eso, no se oponía a la veneración de las imágenes. Esto facilitó la reunión del séptimo Concilio Ecuménico que se reunió en Nicea el año 787. Presidido por los legados del Papa Adriano I, las discusiones llevaron a la conclusión de que la Iglesia podía permitir que se tributara a las imágenes un culto relativo, no el culto de adoración que sólo se debe a Dios como lo hizo notar el Concilio: “ quien reverencia a una imagen, reverencia a la persona que ésta representa”.

Obedeciendo a las decisiones conciliares, Tarasio restituyó en su patriarcado el culto de las imágenes e igualmente trabajó por desarraigar la simonía. Su vida fue un modelo de perfecto desinterés para el clero y el pueblo. En su casa y en su mesa no había nada ostentoso. Vivía consagrado al servicio del prójimo, Tarasio apenas permitía que sus criados le sirviesen. Dormía muy poco y en sus ratos de ocio se entregaba a la oración y a la lectura espiritual. Prohibió al clero el uso de vestidos preciosos.  Con frecuencia repartía personalmente alimentos a los pobres para que nadie se sintiera abandonado. Visitaba todos los hospitales y hacía obras de beneficencia en Constantinopla.

Algunos años más tarde, el emperador se enamoró de una de las sirvientas de su esposa (con quien había sido obligado a contraer matrimonio) así que decidió acusar a su esposa de tratar de envenenarlo para poder divorciarse y volverse a casar. Pero el patriarca no se dejó engañar y replicó que estaba cierto de que Constantino quería divorciarse de la emperatriz porque estaba enamorado de la sirvienta; además le manifestó que, “aun en el caso de que la emperatriz María fuese realmente culpable, el nuevo matrimonio constituiría un adulterio. El emperador, enojado echó a la emperatriz María fuera del palacio y la obligó a tomar el velo. Como Tarasio se negó a casarlo con Teódota, (la servienta) el matrimonio se llevó a cabo ante el abad José. En adelante Tarasio tuvo que soportar el resentimiento de Constantino, quien le persiguió durante el resto de su reinado. San Tarasio entregó su alma a Dios en medio de una gran paz, después de haber gobernado al patriarcado durante veintiún años. Sus Santas reliquias se encuentran en el monasterio del Bósforo que él había construido.

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