Su Eminencia recibe las llaves de Soledad

El Sol de San Luis, periódico del Estado escribió el día 24 de abril:

Entraga de la llave de SoledadSoledad de Graciano Sánchez, San Luis Potosí.- Ustedes usaron esa llave y abrieron mi corazón, y ese corazón abierto aquí se queda, entre ustedes y para ustedes. Tienen mi palabra de que cuando pueda y donde pueda voy a hablar de este pueblo, y voy a luchar por su bienestar para que tengan siempre todo el apoyo donde sea.

Fueron éstas las palabras de agradecimiento del Arzobispo Metropolitano de la Iglesia Apostólica Ortodoxa de Antioquía, Antonio Chedraui Tannous, tras recibir en una ceremonia emotiva las llaves de la Ciudad de Soledad de manos del alcalde Ricardo Gallardo Juárez.

En el evento donde se declaró Visitante Distinguido al señor arzobispo de la iglesia Ortodoxa, el alcalde le expresó su admiración por su valioso trabajo y su entrega como hombre preocupado por su entorno, capaz de lograr coincidencias ideológicas dentro de las diferencias de formación de cuna, escuela o creencias. Y agradeció su intervención para hermanar el municipio de Soledad con la comunidad libanesa.

El reconocido líder religioso expresó con gran emoción que aunque no es político tiene amigos “que podrán ayudar a este bello municipio”.

El obispo Chedraui Tannous nació el 17 de enero de 1932, en Trípoli, Líbano. Expresó: “soy mexicano por mi voluntad, yo escogí la nacionalidad mexicana con todo el orgullo que puede tener un ser humano”.

Se habla de la colonia libanesa, “no hay colonia libanesa, hay comunidad libanesa. No somos colonialistas, odiamos al colonialismo, estamos los que nacieron aquí y los que venimos para luchar por este país tan maravilloso, por esta tierra bendita mexicana, por eso estamos aquí, y vamos a seguir luchando por el bienestar de este país para que vuelva el México que conocimos, el México pacífico, el México lleno de amor, el México limpio”.

En su mensaje a los soledenses el arzobispo Antonio Chedraui manifestó que cuando llegó a México, “a este país tan bendito, lo primero que le dije a mi feligresía fue que no me gusta que me digan “el obispo”, díganme “el amigo”. Por eso con esta llave que me regalan hoy quiero abrir corazones para que sepan que aquí en Soledad hay un pueblo vivo, hay un pueblo mexicano luchador, hay un pueblo que quiere el bienestar no nada más de la ciudad de Soledad, sino de todo el estado y de todo el país”.

El arzobispo Chedraui señaló que no se sentía digno de recibir las llaves de la Ciudad, “pero con ella quiero entrar a sus corazones. Créanme, en el momento en que me voy se queda mi corazón aquí”.

“Estamos para ayudar, estamos para defender, y estamos para querer, quien no quiere no sabe defender a sus queridos, por eso el Señor nos enseñó a dar hasta la vida por sus queridos, y nosotros debemos seguir ese paso dando todo para servir a nuestros hermanos que queremos”.

Al despedirse, el señor Arzobispo Antonio Chedraui se dirigió al alcalde solídense:

“Mi querido Ricardo, amigo, recibe de mi, junto con todo tu consejo municipal y la ciudad de Soledad mi más fuerte agradecimiento, recibe mi cariño, recibe mi corazón, te lo dejo entre ustedes”.

Asimismo agradeció al gobernador Fernando Toranzo Fernández “porque mandó en su representación a uno de mis hijos queridos, a Enrique Abud Dip, secretario de Turismo. Les agradezco esta recepción y les dejo mi cariño, les dejo mi paz, y toda la amistad y paternidad que puedan creer y puedan imaginar”.


Boletín del 25/04/2010

Dommingo del Paralítico

domingo del paralitico

El Señor misericordioso, Amante de la humanidad,
se detuvo en la Piscina de Betesda para curar las enfermedades,
y encontró a un hombre paralítico desde muchos años atrás,
y le dijo: “Levántate, carga tu camilla, y anda por rectos caminos.
Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 3

Que se alegren los celestiales
y que se regocijen los terrenales;
Porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte;
y, siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades
y concedió al mundo la gran misericordia.

Condaquio de la Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas:
«¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que  concedes a los caídos la resurrección.

Primera carta del Apóstol  San Pedro (1Pe 5: 6:14)

Hermanos: Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, los ensalce; confíenle todas sus preocupaciones, pues Él cuida de ustedes. Sean sobrios y velen. Su adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Resístanle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. El Dios de toda gracia, el que los ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, los restablecerá, afianzará, robustecerá y los consolidará. A Él el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, les he escrito brevemente, exhortándoles y atestiguándoles que ésta es la verdadera gracia de Dios; perseveren en ella.

Los saluda la (Iglesia) que está en Babilonia, elegida como ustedes, así como mi hijo Marcos.

Salúdense unos a otros con el ósculo de amor. Paz a todos los que están en Cristo.

Evangelio según San Juan (Jn 5: 1-12)

En aquel tiempo, subió Jesús a Jerusalén. Hay en Jerusalén una piscina, cerca de la puerta de las ovejas, llamada en hebreo Betesda, la cual tiene cinco pórticos. En ellos, yacía una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos aguardando el movimiento de las aguas, pues un ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina, y agitaba el agua; y el primero que después de movida el agua entraba en la piscina, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que se hallaba enfermo. Jesús, al verlo tendido y al enterarse de que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: «¿Quieres recobrar la salud?» El enfermo respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua, por lo cual mientras yo voy, ya se ha metido otro.» Le dijo Jesús: «Levántate, toma tu camilla y anda.» De repente se halló sano este hombre, tomó su camilla y se puso a andar.

Era aquél un día sábado; por eso le decían los judíos al que había sido curado: «Es sábado y es ilícito llevar a cuestas la camilla.» Les respondió: «El que me ha devuelto la salud me ha dicho: “Toma tu camilla y anda”.» Le preguntaron entonces: «¿Quién es ese hombre que te ha dicho: “Toma tu camilla y anda”?» Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde, Jesús lo encontró en el templo y le dijo: «Mira que has quedado curado; no peques más, para que no te suceda algo peor.» El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús quien le había curado.

¿Quieres ser curado?

Así inicia nuestro Señor su diálogo amistoso con aquel hombre paralítico que yacía a un costado de la célebre piscina de Betesda —casa de la misericordia o de la piedad divina, en hebreo— y que llevaba treinta y ocho años soportando esa terrible enfermedad. Esperaba pacientemente que alguien se compadeciera y le ayudara a sumergirse en el estanque. Por eso respondió al Señor: No tengo a nadie que me ayude. De entre la multitud de enfermos, mancos, cojos, ciegos y paralíticos, aquel anciano sin fuerzas, imposibilitado de moverse por sí mismo para buscar la curación, era el más necesitado de ayuda. Dependía totalmente del auxilio de otro, de la caridad de alguien, más que ninguno. Su disposición de ánimo, a momentos, pudo ser quebrantada  por la falta de atención e interés que encontraban sus ruegos de auxilio, por la indiferencia de los demás, pero mantuvo la mansedumbre y  perseveró; no cayó en la desesperación ni en el abatimiento; confió en que algún día alguien le ayudara. Por eso el Señor prescinde de los otros hombres enfermos y se acerca a él: ¿Quieres ser curado? La respuesta no traduce queja, acusación, resentimiento, reclamación, ansiedad o angustia, solo sencillez,  humildad y espera: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina. Si tuviera a Alguien, parecería decir, me curaría de todos mis males porque tal es la fuerza de Dios  «que en todo tiempo, sana las dolencias y perfecciona las deficiencias». Esa paciencia, fortaleza y  esperanza que manifiesta el paralítico solo la Fe en el Señor las proporciona. Que era grande su fe lo prueba su larga espera de casi cuatro décadas. Fe verdadera en la Fuerza del Señor «que bajaba de tiempo en tiempo» y curaba cualquier mal que se tuviera. Esta disposición del alma atrajo la Gracia de Dios. Sin fe, nos dice el Apóstol, es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Él ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan (Heb11:6)

No sabemos por qué pecados pagaba precio aquél paralítico o si su padecimiento era consecuencia, en parte, de su debilidad física. En ambos casos, el sufrimiento corporal y anímico  fue para su edificación y fortalecimiento. Todos pecaron, dice el Apóstol, y están privados de la gloria de Dios (Rom 3:23). Y también: Sufren para corrección y provecho suyos (Heb12:5s) Toda corrección ciertamente es dolorosa y muy penosa, pero genera  fruto apacible y agradable a Dios. Así, si aún estamos siendo corregidos, aprendamos de aquél paralítico y mantengamos firme la esperanza en el Señor y cuando seamos liberados de nuestras dolencias y faltas, andemos en el camino recto manteniendo vivas y presentes aquellas palabras: Mira, estás curado; no peques más para que no te suceda algo peor.  

Rev. Padre Juan Peña
Catedral de San Jorge
México D.F.

La persignación

persignarsePara persignarnos o hacer la señal de la cruz debemos juntar los tres primeros dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio). y los otros dos (anular y meñique), se doblan hacia la palma.

Los tres primeros dedos nos demuestran nuestra fe en la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Los dos dedos doblados, significan que el Hijo de Dios bajó a la tierra siendo Dios y se hizo hombre, demostrándonos sus dos naturalezas, la divina y la humana.

Al iniciar la señal de la cruz ponemos los tres dedos juntos en: la frente, para santificar nuestra mente; en la cintura para santificar nuestros sentimientos interiores; al hombre derecho y después al izquierdo, para santificar nuestras fuerzas corporales.

La señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientes del acto que significa el persignarse.

En caso contrario estamos demostrando: falta de interés y negligencia al hacerlo, de esta manera sólo estamos logrando que los diablos se alegren por nuestra irreverencia, dice san Antonio el Grande.

Nos persignamos al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar los iconos; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena, en dolor y congoja; antes y después de las comidas.

¡Felicidades!

Felicitamos a toda la comunidad de la Catedral de San Jorge, en México D.F. y en Venezuela, Valencia, y a todos los que llevan  el nombre de San Jorge y a los que buscan su intercesión, pidiendo al Dios misericordioso que, por la intercesión del Santo, nos otorgue paz y anhelo para seguir su celo y pasos hacia la santidad.

 

1a. Asamblea Episcopal de Iglesias Ortodoxas en L.A.

DSC_0263Los días del 16 al 18 de abril marcarán la historia de la Iglesia Ortodoxa en Sudamérica, por la realización de la “Primera Asamblea Episcopal de las Iglesias Ortodoxas en Sudamérica” en la sede del Arzobispado Antioqueno de San Pablo (Brasil); anfitrión de la misma estuvo S.E.R. Monseñor Damaskinos. Participaron de dicha reunión los obispos de todas las Iglesias Ortodoxas (Patriarcado de Constantinopla, Patriarcado de Antioquía, Patriarcado de Moscú, Patriarcado de  Rumania), contando con la presencia de 10 jerarcas, faltando únicamente el obispo del Patriarcado de Serbia, por su participación en la reunión del Santo Sínodo Serbio.

El objetivo de la Asamblea fue implementar lo resuelto en la 4ª Conferencia Episcopal en Chambésy (Suiza) en 2009, de las Iglesias Ortodoxas en vista de crear en todo el mundo Asambleas de Obispos para un mayor testimonio de la Ortodoxia y para coordinar trabajo en conjunto en distintas áreas (educación, catequesis, traducciones de textos litúrgicos, relación con las autoridades públicas, etc.). En la reunión se trató de la adopción de una versión en español de los documentos aprobados en Chambésy, y se presentó la situación de cada Iglesia Ortodoxa en Sudamérica. La Asamblea estableció un Comité Ejecutivo, cuyos integrantes son S.E.R. Monseñores: Athenágoras de México (Presidente, Patriarcado de Constantinopla), Antonio de México (1er Vice-presidente, Patriarcado de Antioquía), Platón de Buenos Aires (2do Vice-presidente, Patriarcado de Moscú), Siluan de Buenos Aires (Secretario, Patriarcado de Antioquía), y Tarasios de Buenos Aires (Miembro, Patriarcado de Constantinopla). Al finalizar las deliberaciones, la Asamblea elevó una serie de recomendaciones a fin de ser tratadas a nivel inter-ortodoxo.

Sin lugar a dudas, la cima de la reunión fue la celebración de la divina liturgia dominical en la Catedral Antioquena de San Pablo que contó con la participación de todas las comunidades ortodoxas de San Pablo, y dignatarios representando a distintas autoridades tanto públicas, como religiosas y sociales.

La Asamblea saludó especialmente al Presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula Da Silva, por la diligencia y deferencia que ha tenido en expresar, a través de su comunicado dirigido a la Asamblea, las palabras por el éxito de esta primera reunión y los buenos deseos para los frutos a favor de las comunidades en toda Suramérica. También, la Asamblea agradeció a S.E.R. Monseñor Damaskinos por su fraternal acogida, hospitalidad y diligencia en la organización, y también a todas las entidades de la colectividad sirio-libanesa de San Pablo por el cariño y la atención para con los participantes de la Asamblea.

 

Boletín del 11/04/2010

Domingo de  Santo Tomás

Santo Tomas 3

La primavera exhala su perfume
y la nueva creación se regocija;
los cerrojos de las puertas, hoy,
se quitan junto con la desconfianza,
y el querido Tomás exclama:
“Tú eres Señor mío y Dios mío.”
Exapostelario

Tropario de la Fiesta

Tono 7

Oh Cristo nuestro Dios,
estando sellado el sepulcro,
de él saliste esplendoroso, oh Vida.
Y mientras las puertas estaban cerradas,
viniste a los discípulos,
oh Resurrección de todos. Y por ellos,
 nos renovaste a nosotros con Recto Espíritu
según tu gran misericordia.

Condaquio de la Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas:
«¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que  concedes a los caídos la resurrección.
 

Lectura de Hechos de los Apóstoles (Lc 5: 12-20) 

En primer aquellos días: por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo…

solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón, pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. Se aumentaba más y más el número de los que creían en el Señor, una multitud así de hombres como de mujeres.

…hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.

Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia, echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública. Pero el Ángel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo: «Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a esta Vida»

Evangelio según San Juan (Jn 20:19-31)

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor, el cual les repitió: «¡La paz sea con ustedes! Como el Padre me envió, así los envío también a ustedes.» Dichas estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes perdonen sus pecados, les serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»

Tomás, uno de los doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Le dijeron después los otros discípulos: «Hemos visto al Señor.» Mas él les respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y no meto mi dedo en el agujero de los clavos, y mi mano en la llaga de su costado, no lo creeré.»

Ocho días después, estaban otra vez los discípulos reunidos y Tomás con ellos; vino Jesús estando cerradas las puertas, y se puso en medio y dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y examina mis manos, luego trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente.» Tomás exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús replicó: «Porque me has visto has creído. Bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.»

Muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida en su Nombre.

¡Señor mío y Dios mío!

Qué  bofetada a la falta de fe! Qué evidencia de la resurrección ante los ojos de un discípulo que no obstante que ya le habían revelado sus condiscípulos que habían visto al Señor, él les respondiera con un “Si no viere en sus manos la señal de los clavos y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20: 25).  

La respuesta del Apóstol Santo Tomás, es el caso típico de nuestros tiempos, donde “la falta de fe”  es el común denominador en nuestra sociedad. Si en Europa están a la venta  algunos templos porque ya se han vaciado debido a la  escasa asistencia y a lo caro que resulta el darles el mantenimiento, esto es un signo de que el materialismo y el racionalismo están minando el don más grande que Dios nos ha dado: La fe. Ver esas multitudes que en los días más sagrados de la “Semana Santa” –en vez de guardar el debido respeto a tiempo tan sagrado, tan apropiado para la reflexión en la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Salvador– están en las playas como en los centros de recreo donde  lo sacro ya perdió su significado, nos lleva a reflexionar sobre la apremiante necesidad que tenemos todos los cristianos de hacer una pública profesión de fe. En efecto, Santo Tomás, con su “ver para creer”, ha sido el modelo de nuestras mayorías que reclaman una fe tan clara y precisa como las mismas matemáticas, llevándonos a un mundo donde prevalece la razón y se rechaza la fe.

Si la fe es “la plena certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb 11:1), ante  un mundo tan globalizado, donde una élite con poder económico y político, que tenga en sus manos el destino y el bienestar o decadencia de la humanidad, nos mueve a  levantar nuestra mirada al cielo para implorar sabiduría, bondad, amor y, sobretodo, una fe  tan grande que nos lleve al rico océano del mismo cielo para salir al encuentro de nuestros hermanos, apoyándolos, contagiándolos en la esperanza y el entusiasmo que produce la fe; ofreciéndoles un mundo mejor y más justo. Para ello es necesario que con el coraje propio de la grandeza y generosidad del corazón, nos unamos para hacer un acto de fe, donde el soplo divino, signo del Espíritu santo, nos impulse a reactivar nuestra fe.

“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Jn 20: 29). Nosotros, hemos creído en  que Cristo ha resucitado, pisoteando la muerte con su muertes. Esta verdad nos  lanza a las  alturas y hace seguro nuestro caminar a la Casa del Padre. Nuestra constante alegría es la Plena certeza de nuestra fe en Cristo que nos  hace  caer de rodillas y vibrar de emoción, exclamando: ¡Señor, mío y Dios mío!  Solo  reconociendo el Señorío de Cristo en nuestras vidas, la Iglesia recuperará esos momentos tan bellos del tiempo de los  bienaventurados Apóstoles, donde el Espíritu Santo los  convirtió en oración de fuego que los llevó a estar convencidos de que “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5:29). 

Rev. Archimandrita Cosme Andrade
Iglesia de la Dormición de la Madre de Dios
Mérida, México

Domingos después de pascua

 Después de la Resurrección, Jesús se presentó entre sus discípulos “dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoles durante cuarenta días” (Hechos 1: 3).

Por lo que la santa Iglesia recuerda la Resurrección a lo largo de los cuarenta días posteriores al Domingo de Pascua hasta el día de la divina Ascensión. Durante la temporada pascual es cantado, en todos los Servicios, el Tropario de la Resurrección “Cristo resucitó de entre los muertos…”, himno que todos deberíamos aprender de memoria, y meditarlo constantemente durante estos cuarenta días.

Las lecturas evangélicas dominicales, también, se refieren directa o indirectamente a la realidad de la Resurrección, y son tomadas del evangelio según San Juan:

  1. Domingo de Santo Tomás: La duda de Tomás se transformó en una prueba irrefutable de la realidad de la Resurrección.
  2. Domingo de las Mirroforas: ¡El sepulcro vacío!, y las mujeres mirroforas, por su valentía, se hicieron dignas de ser las primeras en anunciar la Buena Nueva: ¡Cristo ha resucitado!
  3. Domingo del Paralítico: la Piscina de Betesda es figura de la pila bautismal. Mientras el ángel del Señor “bajaba, de tiempo en tiempo, a la piscina y agitaba el agua”, volviéndola fuente de curación, el Espíritu Santo desciende sobre el agua bautismal, convirtiéndola en fuente de salvación.
  4. Domingo de la Samaritana: a quien Jesús dijo: “El que beba del agua que Yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente que brota para vida eterna.”
  5. Domingo del Ciego: tal como Cristo dio vida a los ojos que jamás habían conocido la luz, así también hace surgir la vida de donde antes moraba la muerte.

Domingo de Pascua

¡Cristo ha resucitado!

DSC03939Con este saludo el ángel recibió a las Mujeres Mirróforas, cuando fueron al Sepulcro para embalsamar al Señor,  y les pidió que transmitieran  la asombrosa verdad: “No está aquí: ha resucitado, decid a sus discípulos”. Después de tantos sufrimientos del Señor, en la Pasión, la crucifixión y la sepultura nos regaló la Resurrección venciendo la muerte y otorgando al mundo paz, amor y salvación. Este Día nos hace recordar, queridos hijos, la victoria sobre el demonio, el amor de Dios Padre que ha enviado a su Hijo Unigénito para salvar al ser humano y la grandeza de Dios venciendo al mal.

Recordando todo eso suplicamos al Resucitado de entre los muertos, nuestro Dios y Salvador, que su Luz ilumine al mundo entero otorgando tranquilidad, amor, paz y prosperidad, dejando atrás todas las maldades humanas que ha limpiado con su divina Sangre.

Con todo amor, cariño y bendiciones

Arzobispo Antonio Chedraoui

 

Pascuales

Tropario de Pascua
(Tono 5)

Cristo Resucitó de entre los muertos,
pisoteando la muerte con su muerte,
y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros. 

Condaquio de Pascua
Tono 8

Cuando descendiste al sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas: “¡Regocíjense!”
y a tus discípulos otorgaste la paz,
¡Tú que concedes a los caídos la resurrección

 Felicitación pascual

¡Cristo ha resucitado!

Con el saludo del Ángel que anunció a las Mujeres Mirróforas la Resurrección de Cristo diciendo: “No está aquí, ha resucitado. Id pues y anunciad a los apóstoles y a Pedro…”, les saludamos, hijos amados, deseando paz, amor y justicia a nuestra sociedad y al mundo entero que tanta falta nos hace.

Queridos hijos:

La Resurrección que festejamos cada año nos hace recordar el sacrificio del Salvador, cuya fuente es el amor “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” y también, el triunfo y la victoria sobre las fuerzas del mal y sobre el poder del demonio.

Que bueno si tratamos de vivir estos momentos con espiritualidad para recordar la grandeza de aquel Sacrificio y la admiración de aquel triunfo y victoria, y así podemos ser seguidores de Cristo, el resucitado, sacrificando todo para llegar a compartir con el Señor esta Resurrección gloriosa.

No todo el que diga: “Señor, Señor” entra el Reino de los cielos, sino el que hace su voluntad. Con esta reflexión los llamamos, queridos hijos, a recordar la Pasión de Cristo con sacrificios y dones, y la Resurrección con amor al prójimo, paz y justicia.

Reciban el cariño de su pastor y padre con los mejores deseos y felicitaciones, y que la bendición del resucitado sea para siempre en sus hogares y en el mundo entero. Amén.

Con nuestra bendición episcopal
Arzobispo Antonio
Pascua 2010

Costumbres Pascuales

El rito de bendecir los huevos es una de las costumbres muy cercanas al corazón del pueblo ortodoxo; quizás, la salida del pollito del huevo es una imagen que simboliza la salida esplendorosa de la Vida, desde las oscuras profundidades del sepulcro “la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.” (Jn.1,5). Así como el mismo pollito con su pico rompe la cáscara cuando se cumplen sus días para salir a la existencia, así Cristo, salió resplandeciente al tercer día por su propio Divino Poder. Respecto a la coloración de los huevos, inicialmente se usaba el color rojo que simboliza la sangre derramada de Cristo. Posteriormente se difundió el uso de muchos colores, primero por expresar la alegría y segundo porque la Pascua cae en la primavera donde las flores brillan con sus colores.

Después de la Resurrección el Señor se presentó con dos de los discípulos que iban a Emaús (Lc. 24, 13-32), y cuando lo reconocieron “en la fracción del pan”, regresaron a Jerusalén para anunciar que “Cristo ha resucitado”, los doce apóstoles los recibieron diciéndoles: “En verdad ha resucitado el Señor y se ha manifestado a Simón.” Este anuncio y certeza son el corazón del Evangelio y el eje central de la predicación. Esta comprensión, que la Tradición eclesiástica ha guardado, es la que lleva a los fieles a saludarse durante la temporada pascual (hasta la ascensión del Señor) con el saludo propio “Cristo ha resucitado”, al que se contesta “en verdad ha resucitado.” Así que nada les impone expresar su alegría, ni pena ni preocupación por las críticas de los demás. En los años veintes del siglo pasado, en la Unión Soviética luego de que el régimen Bolchevique fundara el Comité “los que no tienen dios”, uno de sus miembros fue a dar una conferencia ateísta y después de exponer sus pruebas definitivas de que Dios no existe, pidió a la audiencia plantear sus comentarios o dudas. Un sacerdote, vestido de civil, se puso de pie y dijo: “Cristo ha resucitado”, y una voz unánime del auditorio le contestó: “En verdad ha resucitado.”

Los ornamentos de los sacerdotes y las cubiertas del altar son blancos; algunos de los fieles también, suelen vestirse de blanco, símbolo de la iluminación que la Iglesia nos otorga por el bautismo que es participación en la muerte del Señor y en su Resurrección.

El Epitafio (el icono de la sepultura del Señor, con el cual hicimos la procesión funeraria en el Viernes Santo) se coloca en el altar toda la temporada pascual y sobre él se celebra la Divina Liturgia, pues del sepulcro ha surgido la vida.

Toda la temporada pascual, en la iglesia y en la casa, leemos el Libro Hechos de los Apóstoles. Pues, al leerlo nos introducimos en las alegres atmósferas pascuales que dominaban en la primera Iglesia donde los Apóstoles, con mucho valor y confianza, predicaban la muerte del Señor y su Resurrección al tercer día.

El Desenso al Hades

San Epifanio el Chipriota (315-403)

…Adán, entre los presos en el Hades, escuchó los pasos del Señor que se acercaba. Inmediatamente lo reconoció; entonces se volteó hacia los que le rodeaban desde los siglos y les dijo: “Amigos, estoy escuchando que se acerca a nosotros una persona que si fuéramos dignos de que viniera aquí estaríamos librados; si lo viéramos entre nosotros, estaríamos rescatados del Hades.

Mientras Adán hablaba a los condenados que estaban con él, el Señor entró cargando el arma triunfal de la Cruz. Al verlo, Adán grita con júbilo a todos los difuntos: “¡El Señor está con todos ustedes!, Cristo le contestó: “También con tu espíritu.”

Luego lo toma de la mano, y lo eleva diciéndole: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo (Ef. 5, 14). Yo soy Dios que por ti me hice hijo tuyo. Ahora estás conmigo tú y toda tu descendencia; con mi Poder Divino les otorgo la libertad. Digo a los encadenados: ‘salgan’, a los que están en la oscuridad: ‘revélense’, y a los que están bajo la tierra: ‘resuciten’.

A ti, oh Adán, te digo: despierta de tu eterno sueño. No te hice para ser encadenado en el Hades. Levántate de entre los muertos pues Yo soy la vida de los difuntos: elévate, tú a quien hice según mi imagen. Partamos de aquí, pues estás en mí y yo en ti; por ti tomé la imagen de siervo; por ti bajé a la tierra y a las partes más bajas, Yo, que soy más Alto que los cielos. Por ti me hice un hombre que no tiene auxilio, relegado entre los muertos. Por ti, que saliste del jardín del paraíso, en un jardín fui entregado a los judíos y en un huerto, crucificado…

De la homilía de San Epifanio, obispo de Chipre, sobre el descenso triunfador de Cristo al hades, que se lee en los monasterios en el Sábado de Luz.

 

El Sepulcro Vacío

Los primeros testigos de la realidad del sepulcro vacío –según los cuatro evangelios– son María Magdalena y las otras mujeres; Juan menciona solamente a Magdalena, pero esto no descarta la posibilidad de que las otras mujeres se hallaran con ella; y ratifica a esta posibilidad el uso de plural en las palabras de Magdalena: “No sabemos donde lo pusieron” (Jn 20: 2). Aunque los evangelios eran redactados en un contexto que no validaba el testimonio de la mujer, sin embargo, los cuatro evangelistas registraron los nombres de estas mujeres y documentaron su testimonio, a tal grado que su importancia superó la de la llegada de Pedro y Juan al sepulcro vacío. Pues si su testimonio no hubiera sido sincero y auténtico, los evangelistas no lo hubieran subrayado de tal manera.

En el evangelio según san Marcos, el Ángel anuncia a las mujeres que el hecho de la Resurrección se ha consumado: “Ha resucitado”; pero no hay, absolutamente ninguna referencia al momento de la Resurrección. En el evangelio según san Mateo, el Ángel baja del cielo y retira la piedra, no para que ayude a Cristo a salir de su sepulcro, sino para que facilite a las mujeres el acceso al sepulcro vacío ya, a fin de que ellas verifiquen que el Salvador “ha resucitado” (Mt 28: 2). Esto es lo que el icono bizantino ilustra: jamás expone el acontecimiento de la salida de Cristo del sepulcro –como sí ha prevalecido en el Occidente–, sino que conserva dos ilustraciones tradicionales de la Resurrección:

  • El icono del descenso al Hades como un testimonio teológico de lo sucedido.
  • El icono del Sepulcro vacío como un testimonio histórico de lo sucedido.

 

   El Domingo Nuevo

  • Al Domingo de santo Tomás se le llama también el Domingo nuevo, porque es el primero después del de Pascua. Y la semana anterior a éste, llamada “de Renovaciones”, es considerada como un solo día pascual, en el que todo ha sido renovado. “No hay nada nuevo bajo el sol”, dice la Escritura. Lo único nuevo a nuestro mundo es que Cristo ha resucitado, y el domingo de hoy anuncia esta novedad que debería sellar nuestra vida entera: “Cristo ha resucitado.”

  • “Estando cerradas las puertas […], se presentó Jesús…” Y habiendo resucitado en el cuerpo dijo: “palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo” (Lc.24, 39). Sin embargo, el cuerpo del Resucitado, como incorruptible que es, no está sometido a las leyes y limitaciones del mundo corrupto. Por eso entró estando serradas las puertas, y también había salido del sepulcro sellado con una piedra grande. San Pablo así describe la resurrección: “Se siembra un cuerpo natural, y resucita un cuerpo espiritual.” Entonces Cristo, con su resurrección, llevó nuestra naturaleza corrupta al campo de la incorruptibilidad, de la eternidad.
  • “Qué graciosa es la duda de Tomás…”, dice uno de los cantos del Domingo Nuevo; pues Tomás con su incredulidad hizo confirmar a Jesús, el presente entre los discípulos, que es el mismo que fue crucificado, y que no era un espíritu o fantasma; lo que dispuso que fuese la prueba más firme de la resurrección del Salvador. La duda de Tomás se transformó en fuerza y fe inmovible para todas las generaciones venideras.
  • “¡Señor mío y Dios mío!” Éste fue el Credo que Tomás anunció al tocar el Costado puro. La novedad de dicha confesión se encuentra en llamar a Cristo “Dios”; pues si bien es común escuchar a los apóstoles llamarle “Señor”, aquí Tomás descarta cualquier tibieza respeto a la divinidad de Cristo, llamándolo: “Dios mío”. Cabe mencionar que en el texto griego original, la expresión es acompañada con el artículo, “el Dios mío”, lo que confirma el propósito de Tomás: Tú eres el único Dios que antiguamente te llamaron Yahvé, el Creador y Redentor, por Quien hemos sido renovados.

Las Mirróforas : valentía de fe

Todos amamos, pero pocos se atreven a amar a los otros más que a sí mismos; que amemos es algo natural, pero el amor que expone el Evangelio necesita mucha valentía. Con dicha valentía, las mujeres Mirróforas se dirigieron hacia el sepulcro del crucificado sin temor alguno ni de las críticas de los jerarcas, ni de la crueldad de los soldados que vigilaban el sepulcro; pues, “pasado el Sábado” -en el cual no se les permitía ejercer ninguna acción- madrugaron ante el sepulcro para embalsamar a quien amaron verdaderamente.

Esta valentía tiene como criterio la sabiduría de la fe que, según el mundo, es locura, ya que requiere de mucho riesgo “la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción en cosas que no se ven” (Heb. 11, 1). Pero si la fe es el criterio de la valentía, esta última es el índice de la primera “quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su Gloria…” (Lc.9, 26).

La valentía y la iniciativa amorosa hizo de la Mirróforas las primeras que atestiguaron la Resurrección de Cristo. Arriesguemos como ellas para obtener la alegría que han tenido y para anunciarla.

Fotos de Semana Santa

Jueves Santo-Evangelios de la Pasión1

Fotos tomadas durante los Servicios del Jueves Santo y del Viernes Santo del 2010, en la Catedral Ortodoxa Antioquena de San Jorge, México D.F., Presididos por Su Eminencia, Monseñor Antonio Chedraoui.

Domingo de Ramos

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DSC05784El Domingo de Ramos se celebró la Divina Liturgia en la Catedral de San Jorge, presidida por su Eminencia Monseñor Antonio Chedraoui con la participación de todos los padres y de la amada feligresía; todos junto con los niños cantaron el tropario y celebraron la procesión solemnemente: “Nosotros como los niños llevamos los símbolos de la Victoria y del triumfo clamando: ¡Hosana en las lalturas! ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”.

Feliz Domingo del Ramos. SHANINE MBARKE.

Semana Santa

Cristo de la extrema obedienciaEs la semana de la profunda vigilia donde el alma anhela al Novio Jesús; “He aquí que el Novio viene a medianoche…” cantamos en los primeros días de la Semana. Viene y entra en la oscuridad de tu alma a fin de que ella pueda recibir la Luz Pascual.

Será conveniente que, además de los servicios, dediquemos tiempo, según se pueda, para leer en los Evangelios, para alimentar nuestra contrición, así que, ungidos el miércoles con el Santo Óleo “para la curación del cuerpo y del alma”, podamos participar en la Cena Mística del Jueves Santo (en la mañana). En la noche del mismo día y con las doce lecturas evangélicas que la Iglesia nos lee, penetramos en la Pasión de Cristo y nos suavizan el corazón las palabras del Señor sobre su voluntaria entrega, sobre la promesa del Paráclito, y sobre la Iglesia surgida de su Costado herido.

Programa de Semana Santa

Gran bendición nos otorga la participación de “las Horas Reales” de la mañana del Viernes: Salmos, profecías, lecturas evangélicas, epístolas y cantos que se refieren a la Pasión; comprendemos la Cruz como la fuerza de Dios y su sabiduría. Al terminar el Servicio ponemos el Epitafio (el icono del Entierro Divino) en medio de la Iglesia y lo veneramos, y regresamos en la tarde para alabar con los himnos fúnebres el misterio “¡Al Hades bajaste, y la muerte pisoteaste, con tu poder divino!”; y con la procesión del Epitafio contemplamos “la Providencia cumplida con la Muerte.”

El Sábado de la Gloria los catecúmenos recibían el Bautismo: muerte por el pecado y resurrección para una vida nueva en Cristo Jesús. En esta Liturgia, por ya no soportar más que el Señor permanezca en el sepulcro, le exclamamos: “Levántate, oh Señor, Juzga la tierra,” mientras el sacerdote arroja sobre los fieles el laurel anunciando que nuestro Salvador ha vencido y que, por su Cruz, ya somos vencedores.

La Semana no es santa por sí misma si no por consagrarla al Santo Acontecimiento; “venid, hermanos, acompañémoslo con conciencia pura, crucifiquémonos con Él por los deseos de la vida…” Para que, concluyéndose la Semana, podamos clamar desde el fondo del ser: “¡Cristo ha resucitado!”

Boletín del Domingo de Ramos

Domingo de Ramos

 Domingo de Ramos

“Hoy la Gracia del Espíritu Santo nos ha reunido.
Y todos, juntos, elevamos Tu Cruz diciendo:
“Hosanna en las Alturas,
Bendito Él que viene en el Nombre del Señor”.

Troparios de la Fiesta

Tono 1

Oh Cristo nuestro Dios:
cuando resucitaste a Lázaro de entre los muertos, antes de tu Pasión,
confirmaste la Resurrección universal.
Por lo tanto, nosotros, como los niños,
llevamos los símbolos de la victoria y del triunfo
clamando a Ti, oh Vencedor de la muerte:
«¡Hosanna en las alturas!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!»

Tono 4

Oh Cristo nuestro Dios:
a nosotros que fuimos sepultados contigo por medio del Bautismo,
por tu Resurrección nos hiciste dignos de la vida eterna;
por eso te alabamos diciendo:
«¡Hosanna en las alturas!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!»

Condaquio de la Fiesta

Tono 6

Oh Cristo Dios,
sentado en los cielos en el Trono
y en la tierra sobre un pollino:
acepta las alabanzas de los ángeles
y el cántico de los niños que exclaman:
«¡Bendito eres Tú, que vienes a renovar la vocación de Adán!»

Carta del Apóstol San PAblo a los filipenses  (4: 4-9)

Hermanos: Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito: ¡Estén alegres! Que su bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo entendimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, en esto piensen. Todo cuanto han aprendido y recibido y oído y visto en mí, pónganlo por obra y el Dios de la paz estará con ustedes.

Evangelio según San Juan (12: 1-18)

En aquel tiempo, seis días antes de la Pascua,Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaba con Él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de olor de perfume. Dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa se llevaba lo que echaban en ella. Dijo Jesús: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendrán con ustedes, pero a Mí no siempre me tendrán.»

Gran número de judíos supo que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

Al día siguiente, al sentarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta, de que Jesús se dirigía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: «¡Hosanna!  ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, El Rey de Israel!» Jesús, habiendo encontrado un borriquillo, se montó en él, según está escrito: No temas hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna.

Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de que esto estaba escrito sobre Él, y que era lo que le habían hecho. La gente que estaba con Él cuando llamó a Lázaro de la tumba y lo resucitó de entre los muertos, daba testimonio. Por eso también salió la gente a su encuentro, porque había oído que Él había realizado aquella señal.

«¡Hosanna!» o «¡Crucifícalo!»

Un día, el pueblo exaltó con alabanzas a Cristo en su entrada a Jerusalén; pocos días después, lo crucificó.

Aquí exclaman: ¡Hosanna! (Sálvanos) ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!; allá gritan: ¡Crucifícalo!

Aquí es recibido como rey con ramos de olivo y palmas; allá es golpeado, azotado y herido con una lanza.

Aquí el pueblo tiende su ropa para que su asna pase sobre ella; allá le rasgan la túnica y le hacen cargar su cruz.

Aquí sale el pueblo a recibirlo y a entrar con Él a Jerusalén, allá lo saca de la Ciudad para crucificarlo.

Éste es un pueblo que vacila entre la admiración de la potestad del Señor y el menosprecio de la humildad de su Cruz. Nosotros, igualmente, solemos actuar y vivir en esta misma esquizofrenia: vacilamos entre la fe y la incredulidad, entre el amor y la tibieza. Unas veces nos presentamos como apóstoles suyos y otras nos negamos a la Gracia que brotó de su costado vivificador.

El Domingo de Ramos, como nuestra entrada a la Semana Santa, lanza un llamado a participar de la Pasión del Señor: «acompañémoslo con corazón purificado» (Maitines del Lunes Santo); es un día en el que aclamamos al Rey de la gloria que jamás nos ha ofrecido descanso u holgura sino lucha y sudor: «El Reino de los cielos se alcanza con esfuerzo, y son los esforzados los que lo arrebatan» (Mt 11:12).

Salgamos, entonces, de esta muchedumbre oscilante e incorporémonos al coro de María Magdalena, la que enjugó con su cabello (símbolo de su gloria) los pies del Señor y entregó todo lo que poseía para recibir a su vez la riqueza del Rey. Dura es la amonestación del Señor: «Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca» (Ap 3:16). Pero dulce es su llamamiento: «¡Entra en el gozo de tu Señor!», a todos los que han luchado con firmeza –cada quien según su fuerza y posibilidades– en la batalla de la Cuaresma, y que hoy llegan a levantar los ramos de la virtud y a exclamar con los niños de Jerusalén: «¡Bendito eres Tú que has venido en el Nombre del Señor!» Amén. 

Semana Santa

Es la semana de la profunda vigilia donde el alma anhela al Novio Jesús; “He aquí que el Novio viene a medianoche…” cantamos en los primeros días de la Semana. Viene y entra en la oscuridad de tu alma a fin de que ella pueda recibir la Luz Pascual.

Será conveniente que, además de los servicios, dediquemos tiempo, según se pueda, para leer en los Evangelios, para alimentar nuestra contrición, así que, ungidos el miércoles con el Santo Óleo “para la curación del cuerpo y del alma”, podamos participar en la Cena Mística del Jueves Santo (en la mañana). En la noche del mismo día y con las doce lecturas evangélicas que la Iglesia nos lee, penetramos en la Pasión de Cristo y nos suavizan el corazón las palabras del Señor sobre su voluntaria entrega, sobre la promesa del Paráclito, y sobre la Iglesia surgida de su Costado herido.

Gran bendición nos otorga la participación de “las Horas Reales” de la mañana del Viernes: Salmos, profecías, lecturas evangélicas, epístolas y cantos que se refieren a la Pasión; comprendemos la Cruz como la fuerza de Dios y su sabiduría. Al terminar el Servicio ponemos el Epitafio (el icono del Entierro Divino) en medio de la Iglesia y lo veneramos, y regresamos en la tarde para alabar con los himnos fúnebres el misterio “¡Al Hades bajaste, la muerte pisoteaste con tu poder divino!”; y con la procesión del Epitafio contemplamos “la Providencia cumplida con la Muerte.”

El Sábado de la Gloria los catecúmenos recibían el Bautismo: muerte por el pecado y resurrección para una vida nueva en Cristo Jesús. En esta Liturgia, por ya no soportar más que el Señor permanezca en el sepulcro, le exclamamos: “Levántate, oh Señor, Juzga la tierra,” mientras el sacerdote arroja sobre los fieles el laurel anunciando que nuestro Salvador ha vencido y que, por su Cruz, ya somos vencedores.

 La Semana no es santa por sí misma si no por consagrarla al Santo Acontecimiento; “venid, hermanos, acompañémoslo con conciencia pura, crucifiquémonos con Él por los deseos de la vida…” Para que, concluyéndose la Semana, podamos clamar desde el fondo del ser: “¡Cristo ha resucitado!”

Himno de la resurrección de Lázaro

Escuchar
Regocíjate, Betania,  /   hacia ti hoy vino Dios,
Quien al muerto vivifica. /  ¡Cómo no, si la Vida es Él!
 
Marta Lo ha recibido  /   con lamentos y dolor:
«¡Ay de mí, Jesús amigo, /   me derriba un gran pesar!»
 
Exclamó: «¡Rabí, oh Cristo /  compasivo, ayúdame!
Al perder a mi hermano, /  se rompió mi corazón.»
 
«Cesa el llanto —Él le dijo—  /     y de lado  déjalo,
ten presente que el hermano /    a la vida va a volver.»
 
Se acercó, pues, al sepulcro   /    el Amigo Redentor
 y llamó al sepultado:  /    «¡Sal afuera, oh Lázaro!»
 
Marta y María, vengan  /   a mirar la gran acción:
Revivió hoy su hermano,  /    den las gracias a Jesús.
 
Ante Ti, Oh Dios de todo, /  nos postramos con fervor;
muertos somos del pecado, /  resurgimos en Ti, oh Jesús.
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