Santa Pelagia la Penitente del Monte de los Olivos

Santa Pelagia nació en Antioquia, Siria y hasta su conversión a Cristo era una joven de actitudes ligeras y amorales. Siendo muy atractiva físicamente se engalanaba con suntuosas vestimentas, oro y piedras preciosas por lo cual sus admiradores la llamaban Margarita o Perla.

Cierta vez se reunieron en Antioquia los sacerdotes de los alrededores. Entre ellos se encontraba Nonn, obispo de Heliópolis, conocido por su sabiduría y su vida justa. Durante el descanso los obispos salieron del templo donde se reunían y de pronto ante ellos apareció un bullicioso grupo de jóvenes. Entre ellos sobresalía una joven — con los hombros al desnudo y vestida indecorosamente. Era Pelagia. Ella vociferaba y se reía fuertemente y sus admiradores rondaban en derredor de ella. Absortos los obispos inclinaron sus cabezas, pero san Nonn al contrario, comenzó a observar a Pelagia. Cuando la turba ruidosa de gente se alejó, Nonn preguntó a los obispos: ¿Es que no les agradó la belleza de la muchacha y la vestimenta?” Ellos callaban. Entonces Nonn continuó: “Sin embargo ella me enseñó mucho, ella puso su mira en gustarle a la gente, y ¿qué piensan? ¿cuántas horas dedicó para engalanarse, para preocuparse en ser más linda que otras mujeres a los ojos de sus admiradores? En el juicio final, por ella el Señor nos juzgará porque nosotros teniendo en el Cielo al inmortal Prometido, descuidamos el estado de nuestra alma. ¿Con qué hechos nos presentaremos ante Él?

Regresando a las habitaciones, san Nonn, comenzó a rezar por la salvación de Pelagia. Al domingo siguiente cuando Nonn celebraba la Divina Liturgia, Pelagia guiada por una fuerza invisible, por primera vez entró al templo. El servicio religioso y prédica de san Nonn acerca del juicio final le produjo tal efecto que quedó impresionada por su vida pecadora. Acercándose a Nonn, le relató su deseo de ser bautizada, pero no tenía seguridad de que Dios se apiadara de ella: “Mis pecados son más numerosos que las arenas del mar, y no alcanzará el agua del mar para lavar mis pecaminosos procederes.” El buen obispo la consoló con la esperanza de la benevolencia Divina, bautizándola.

Convertida al cristianismo Pelagia juntó sus bienes trayéndoselos a Nonn. El obispo mandó a repartirlos entre los pobres, diciendo: “Qué sea bien repartido lo que fue recogido malamente.” Luego de unos días, Pelagia vistiendo con ropas de hombre, se alejó de la ciudad. Fue a Jerusalén y allí tomó los hábitos de monje. La tomaron como un varón joven. Habitó en una celda en el monte de los Olivos, se enclaustró en él y comenzó una vida monacal estricta de penitencia y oración. Los habitantes de los alrededores la consideraban como el joven Pelagio. Después de varios años alcanzando grandes bondades espirituales, y en olor de santidad, la joven Pelagia falleció cerca del 457. En el sepelio se comprobó que el fallecido joven era mujer. Y su tumba en el monte de los olivos se convirtió en punto de peregrinaciones.

Esta venerable santa Pelagia, no debe confundirse con la Virgen Mártir Pelagia de Antioquía, que también se celebra en esta fecha discípula del Hieromártir Luciano.

Tropaio tono 8, del común de santas Justas

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justa Pelagia, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Santos Mártires Sergio y Baco de Siria

San Sergio y San Baco fueron importantes militares del emperador Maximiano a principios del siglo IV, Maximiano les tenía en gran estima por la valentía militar desempeñada en sus cargos: Sergio como primicerio (jefe-comandante de la escuela de los gentiles) y Baco como secundario. Probablemente debido al alto cargo desempeñado y a la confianza personal con el emperador, se desató una fuerte envidia entre sus subalternos, quienes informaron al Emperador de la fe en Jesucristo de los dos militares.

Maximiano se negó a creerlo y los llamó para preguntárselo personalmente, puesto que el cristianismo era condenado a la tortura y la muerte. Entonces les ordenó a Sergio y a Baco que ofrecieran ofrendas a los ídolos. Ante la declaración de fe cristiana de Sergio y de Baco, el emperador les dio una última oportunidad: si hacían una ofrenda a los ídolos, no sólo serían perdonados sino además serían restituidos en sus cargos otorgándoles más privilegios. Sergio y Baco se negaron respondiéndole que la honra es solo para Dios y a Él únicamente rendirían culto. Maximiano ordenó que los mártires fueran despojados de las insignias de rango militar (sus cinturones, colgantes de oro, y anillos) y, a continuación, fueran disfrazados con ropa femenina. Fueron también exhibidos a través de la ciudad con unas cadenas de hierro alrededor de sus cuellos, para que el pueblo se burlara de ellos.

Cuando llegaron nuevamente al palacio, Maximiano les recriminó afablemente su decisión de permanecer firmes en su fe, tratando de disuadirlos. Pero los santos una vez más refutaron las palabras de Emperador y las creencias en los dioses paganos.

El Emperador ordenó entonces que se los lleven al gobernador de la parte oriental de Siria, Antíoco, quien odiaba implacablemente a los cristianos. Antíoco había recibido su posición con ayuda de Sergio y Baco. Cuando los vio les dijo: “Mis padres y benefactores, tengan piedad de vosotros y también de mí. No quiero condenarlos a tratos penosos y a crueles torturas.” Los santos mártires respondieron con las palabras del Apóstol: “Para nosotros la vida es Cristo y el morir es ganancia.” Eso enfureció al gobernador y ordenó que golpearan a Baco sin piedad hasta la muerte, y que Sergio corriera 18 millas con calzado de hierro que tenía clavos en su interior, los que atravesaron los pies al santo, fue enviado a otra ciudad donde fue decapitado con la espada (año 303).

Posteriormente fueron construidas iglesias en conmemoración a su memoria en Constantinopla, Acre y Roma.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo y Glorioso Apóstol Tomás

Era uno de los doce discípulos del Señor perteneciente a una familia de pescadores. Luego de la resurrección de Cristo, y en su primera aparición a los discípulos Tomas no estuvo presente y desconfiaba de que fuera verdad esta aparición; en él Evangelio de San Juan dice: “Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron: –¡Hemos visto al Señor! –Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré –repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. –¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: –Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y ponla en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.  ¡Señor mío y Dios mío! –exclamó Tomás. –Porque me has visto, has creído –le dijo Jesús–; dichosos los que no han visto y sin embargo creen” (Juan 20:24-29).

La tradición nos dice que Santo Tomás luego de la iluminación del Espíritu Santo fue a Persia e India, a enseñar el Evangelio, en esta última zona fue martirizado con unas lanzas. Parte de sus reliquias fueron trasladadas luego a Edesa en Siria.

Tropario tono 3 del común de los santos Apóstoles

Oh santo apóstol Tomás, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

 

Virgen Mártir Caritina de Amisus

Santa Mártir Caritina de Roma quedo huérfana a muy corta edad y fue criada como hija por un piadoso cristiano llamado Claudio. De joven era rica en virtudes de humildad y obediencia. Habiendo estudiado la Ley de Dios y prometido vivir su vida como novia pura del Señor Jesús, hablaba a los demás de su amor por Cristo, y por ello muchos abrazaron el camino de la salvación.

Durante el tiempo de la persecución bajo el emperador Diocleciano (284-305), fue llevada a juicio por su influencia sobre la gente. Con gran valentía defendió su fe ante las acusaciones del juez, por lo que la condenó a la tortura. Una y otra vez fue salvada por el Señor de la crueldad de los soldados. Por último, el juez envió algunos hombres jóvenes para que la violaran. Caritina rogó a Dios que protegiera su virginidad. Mientras oraba, su alma dejó su cuerpo y murió en gloriosa pureza en el año 304.

El antiguo nombre griego de Jaritini o Caritina significa “gracia” o “bondad”.

Tropario, Tono 4

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Caritina, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

Hieromartir Hieroteo, obispo de Atenas

San Hieroteo era amigo de san Dionisio el Areopagita, y recibió la fe cristiana del Apóstol Pablo. El Apóstol luego lo hizo obispo de Atenas, y él en cambio instruyó en los más profundos misterios a san Dionisio.

Al ocurrir la Dormición de la Madre de Dios, también fue trasladado de manera milagrosa a Jerusalén y participó en su funeral. Con sus himnos, trajo profundo gozo a muchos y mostró estar grandemente inspirado por Dios.  El mismo san Dionisio en su obra “De los nombres divinos” (3:2) escribe al referirse a san Hieroteo: “Estaba completamente transportado, completamente fuera de sí mismo y estaba tan absorto en la comunión con las cosas sagradas que celebraba en la himnología, que a todos los que lo escucharon y lo vieron y lo conocieron, y aun a los que no lo conocieron, les parecía que Dios mismo lo revelaba como un himnógrafo divino”.

Trabajó incansablemente por el Evangelio, trajo a muchos paganos a la verdad, gobernó bien a su rebaño, y finalmente terminó siendo un mártir por Cristo, quien le dio una doble corona: de jerarca, y de mártir.

Tropario, tono 4

Has aprendido la bondad * y conservado la sobriedad; * revestido de la buena conciencia debidamente, * has recibido de Pablo, vaso electo, lo indescriptible, * conservando la fe * y concluyendo, como él, la carrera. * Hieróteo, obispo mártir, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Hieromártir Dionicio Aeropagita, obispo de Atenas

Dionisio es contado entre los otros Setenta apóstoles (cfr. San Lucas 10:1-12). Este maravilloso hombre era de una noble familia pagana en Atenas. Terminando su educación en aquel lugar, se marchó a Egipto para aprender más. Estando él allí el día que el Señor Jesucristo expiró en la Cruz, el sol se oscureció en Egipto por tres horas. Entonces Dionisio exclamó: «O bien está sufriendo Dios, el Creador del mundo, o se está acabando el mundo».

Al regresar a Atenas, se casó con una mujer llamada Damaris y tuvo hijos con ella. Era miembro de la más alta corte en Grecia, llamada el Areópago, y desde entonces fue siempre conocido como el Areopagita. Cuando el apóstol Pablo predicó el Evangelio en Atenas, Dionisio fue bautizado con toda su casa (cfr. Hechos 17:34). Pablo lo consagró obispo de Atenas, muy probablemente como sucesor de san Hieroteo a quien él mismo llama su amigo y maestro después de Pablo. Viajó extensamente con Pablo, llegando a conocer a todos los otros Apóstoles. Especialmente fue a Jerusalén para conocer a la Santísima Madre de Dios, y escribió acerca de este encuentro en una de sus obras; además, estuvo según la tradición junto a san Hieroteo en el entierro de la Purísima Virgen, junto a los otros Apóstoles. Sufrió en tiempos de Domiciano, en el año 96 d. C. Escribió varias obras famosas: «De los nombres divinos»; «De las jerarquías celestiales»; «De las jerarquías eclesiásticas»; «De la teología mística»; y «De la Madre de Dios».

Tropario, tono 4

Has aprendido la bondad * y conservado la sobriedad; * revestido de la buena conciencia debidamente, * has recibido de Pablo, vaso electo, lo indescriptible, * conservando la fe * y concluyendo, como él, la carrera. * Dionisio, obispo mártir, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Hieromártir Cipriano y la Justa Mártir Justina

San Cipriano era pagano y oriundo de Antioquía. Desde su más temprana infancia, sus padres, descarriados, lo consagraron al servicio de los dioses paganos. Desde los siete años hasta los treinta, Cipriano estudió en los principales centros del paganismo: en el monte Olimpo, en las ciudades de Argos y Tauropolis, en la ciudad egipcia de Menfis y en Babilonia. Una vez que alcanzó una eminente sabiduría en la filosofía pagana y en el arte de la hechicería, fue iniciado en el sacerdocio pagano en el monte Olimpo. Habiendo descubierto un gran poder al invocar espíritus inmundos, contempló al propio Príncipe de las Tinieblas, hablando con él y recibiendo de él una multitud de demonios para que lo sirvieran.

Después de regresar a Antioquía, Cipriano fue venerado por los paganos como un destacado sacerdote pagano, asombrando a la gente con su habilidad para lanzar hechizos, invocar pestes y plagas y conjurar a los muertos. Llevó a muchas personas a la ruina, enseñándoles a servir a los demonios y a lanzar hechizos mágicos.

Por aquel mismo tiempo, vivía en Antioquía una piadosa joven llamada Justina quien después de haber apartado a su padre y a su madre del error del paganismo y de haberlos llevado a la fe en Cristo, se dedicó al Esposo Celestial y pasó su tiempo en ayuno y oración. Cuando el joven Aglaidas le propuso matrimonio, la santa se negó, pues deseaba permanecer virgen. Aglaidas buscó la ayuda de Cipriano, quien dijo que se encargaría de que el corazón de Justina se llenara de lujuria por el joven. Por más que Cipriano intentó, por medio de conjuros y hechizos y enviándole un espíritu inmundo, no logró nada, ya que la santa venció todas las artimañas del diablo mediante la oración y el ayuno.

Cipriano, en su ira, envió pestilencia y plagas sobre la familia de Justina y sobre toda la ciudad, pero esto fue frustrado por la oración de ella. Se difundieron rumores de que la ciudad estaba siendo castigada porque Justina no se casaría con Aglaias. Varias personas fueron a verla y le exigieron que se casara para que Cipriano no los castigara con más aflicciones. Justina los calmó y les aseguró que pronto terminarían las desgracias que Cipriano causó con la ayuda de los demonios. Santa Justina oró a Dios, el poder de los demonios fue destruido y todos fueron sanados de sus enfermedades y aflicciones.

La gente comenzó a alabar a Cristo y a burlarse de Cipriano y su brujería. Convencido de que el diablo era impotente ante la Señal de la Cruz y temblando ante el nombre de Cristo, Cipriano recobró el sentido y se dio cuenta de que se había corrompido al convertirse en brujo y participar en toda clase de maldades, Ya era partícipe de la porción de los demonios y, si hubiera muerto en ese momento, habría sido arrojado a las profundidades del Infierno. Sin embargo, el Señor, en Su infinita compasión, lo salvó del abismo.

Cipriano vio que el diablo al que servía tenía miedo de Cristo. El Maligno admitió que no pudo conquistar a la doncella porque temía “cierta señal” que se manifestaba en ella.

“Si te asustas incluso con la simple sombra de la Cruz y si el solo nombre de Cristo te hace temblar”, dijo Cipriano, “entonces ¿qué harás cuando Cristo mismo esté ante ti?” El diablo se abalanzó sobre el sacerdote pagano e intentó golpearlo y estrangularlo. Por primera vez, Cipriano puso a prueba el poder de la Señal de la Cruz y el nombre de Cristo, protegiéndose de la furia del Enemigo. Después, fue al obispo local Anthimos en profundo arrepentimiento y arrojó todos sus libros a las llamas. Al día siguiente, entró en la iglesia y no quería salir de ella, a pesar de que aún no había sido bautizado.

Por sus esfuerzos por seguir la rectitud, Cipriano comprendió el gran poder de la fe en Cristo, compensando más de treinta años de servicio a Satanás. Siete días después de su bautismo fue tonsurado como lector, el duodécimo día, subdiácono, el trigésimo, diácono. Después de un año, fue ordenado sacerdote. Poco después de esto, San Cipriano fue elevado al rango de obispo.

San Cipriano convirtió a tantos paganos a Cristo que en su diócesis no quedó nadie que ofreciera sacrificios a los ídolos y los templos paganos cayeron en desuso. Santa Justina se retiró a un monasterio y fue elegida superiora.

Durante la persecución contra los cristianos bajo el emperador Diocleciano, el obispo Cipriano y Santa Justina fueron arrestados y llevados a Nicomedia, donde después de horribles torturas fueron decapitados a espada.

Después de ver los tormentos de Santa Justina, un soldado llamado Teoctisto cayó a los pies de Cipriano y se declaró cristiano, y fue decapitado con ellos.

El hieromártir Cipriano, la virgen mártir Justina y el mártir Teoctisto sufrieron por Cristo en Nicomedia en el año 304.

Tropario tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Cipriano, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Tropario tono 4, del común de Vírgenes Mártires

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Justina, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

Apóstol Ananías de los Setenta; Romano el Melodista

El Santo Apóstol Ananías de los Setenta, fue el primer obispo de Damasco. El Señor le ordenó que devolviera la vista a Saulo, el antiguo perseguidor de los cristianos, y luego lo bautizara (Hechos 9:10-19, 22:12). Saulo se convirtió en el gran predicador y apóstol Pablo. San Ananías confesó valiente y abiertamente el cristianismo ante los judíos y los paganos, a pesar del peligro.

Desde Damasco fue a predicar a Eleuterópolis, donde curó a muchos de sus enfermos. Luciano, el prefecto de la ciudad, intentó persuadir al santo para que ofreciera sacrificios a los ídolos. Debido a la firme y sólida confesión de Cristo de Ananías, Luciano ordenó que lo torturaran. Los duros tormentos no influyeron en el testimonio de la Verdad. Luego los torturadores lo llevaron fuera de la ciudad, donde lo apedrearon. El santo oró por quienes lo condenaron a muerte. Sus reliquias fueron trasladadas más tarde a Constantinopla.

Tropario tono 3, del común de los Apóstoles

Oh santo apóstol Ananías, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

San Romano el Melodista

Nacido en el poblado sirio de Emesa, sirvió como sacristán primero en Beirut y luego en la iglesia catedral de Constantinopla, en tiempos del patriarca Eufemio (490-496 d. C.) Analfabeta y sin entrenamiento musical, era despreciado por ciertos clérigos educados. San Romano oró con lágrimas a la Madre de Dios, y esta se le apareció en un sueño; entregándole un pedazo de papel, le ordenó que se lo comiera. El día siguiente era día de Navidad, y Román, subiendo al ambón, entonó con voz angelical el himno «Hoy la Virgen» [hoy en día el condaquio de la fiesta]. Todos se maravillaron por el contenido del himno y por la voz del cantor. Recibiendo así de la Madre de Dios el don poético, Romano compuso más de mil condaquios. Entró a su descanso siendo diácono de la Gran Iglesia de Constantinopla [Hagia Sophia] y se unió al coro de los ángeles en el 510 d. C.

Tropario tono 4

Oh santa trompeta solemne afinada en Dios, * cuyas melodías celestes han regocijado la Iglesia de Cristo: * el fulgor de la Virgen, * al haberte inspirado, * te ha mostrado al mundo * cual himnógrafo digno. * Así que te honramos con afecto, * oh justo Romano.

Hieromártir Gregorio, Iluminador de Armenia

Gregorio era de familia noble, y estaba emparentado con las casas imperiales de Persia (Rey Artabán) y de Armenia (Rey Crosov). Cuando estas se declararon la guerra, Gregorio se retiró a Cesarea en Capadocia, donde tuvo su primer contacto con la fe cristiana, recibió el bautismo y se casó. Tuvo dos hijos de este matrimonio, Rostanes y Arístanes, a quienes dedicó al servicio de la Iglesia. Después de la muerte de su esposa, regresó a Armenia al servicio del Rey Tirídates. Gregorio sirvió a su rey fielmente y su rey le amaba, pero al descubrir que Gregorio era cristiano, el rey se enfureció grandemente y comenzó a presionarlo para que rechazara la fe cristiana y adorara los ídolos. No teniendo éxito en esto, Tirídates sometió a Gregorio a crueles torturas, lanzándolo luego a un profundo foso lleno de toda clase de reptiles venenosos con el objetivo de matarle. Pero Dios, que ve todas las cosas, preservó a Gregorio con vida en aquel lugar por 14 años. Tirídates continuó la persecución de cristianos en su reino, incluso atacando un monasterio de 37 monjas con su abadesa. Después de haberlas masacrado con terribles torturas, Tirídates perdió la razón y se volvió como un monstruoso jabalí salvaje. Un hombre apareció a la hermana del rey en un sueño, diciéndole que el rey no sería sanado de su locura hasta que Gregorio fuera sacado del foso. Una vez se hizo esto, Gregorio sanó y bautizó a Tirídates. Entonces Gregorio, de acuerdo con los deseos del rey, se convirtió en el obispo de Armenia; y con la ayuda del rey, pero sobre todo con la ayuda de Dios, iluminó con la fe cristiana a toda Armenia y sus áreas circundantes. San Gregorio llegó al final de su vida de esfuerzos en edad avanzada, alrededor del año 335 d. C.

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Gregorio, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

San Ciriaco el Ermitaño de Palestina

Nació en Corinto, hijo del sacerdote Juan y de Eudoxia, y era pariente del obispo local, Pedro. Fue hecho lector por el obispo en la catedral cuando aún era muy joven. Leyendo las Sagradas Escrituras, el joven Ciriaco se maravillaba de cómo la providencia de Dios glorificaba a todo siervo verdadero del Dios vivo y ordenaba la salvación de la raza humana. A la edad de dieciocho años, su deseo por la vida espiritual le llevó a Jerusalén. Allí entro al monasterio de un piadoso hombre llamado Eustorgio, quien le cimentó en la vida monástica. Luego fue a san Eutimio, quien discernió su futura grandeza espiritual, le vistió con el Gran Hábito, y le envió al Jordán con san Gerásimo, donde Ciriaco permaneció nueve años. Después de la muerte de Gerásimo, regresó al monasterio de san Eutimio, donde permaneció en silencio por diez años. Después de esto iba de lugar en lugar, huyendo de la alabanza de los hombres. También vivió su labor ascética en la comunidad de san Caritón, donde terminó su curso terrenal, habiendo vivido ciento nueve años. Un glorioso asceta y obrador milagros, san Ciriaco tenía un cuerpo inmenso y fuerte, y permaneció así aún en edad avanzadísima, a pesar de sus estrictos ayunos y vigilias. En el desierto, a veces vivía por años comiendo sólo vegetales crudos. Tenía gran celo de la fe ortodoxa y denunciaba herejías, especialmente la herejía de Orígenes. De sí mismo decía que, mientras fue monje, el sol nunca lo vio comer ni estar airado con ningún hombre. (De acuerdo con la regla de san Caritón, los monjes comían sólo una vez al día, después de la puesta del sol.) Ciriaco fue una gran lumbrera, un pilar de la ortodoxia, la gloria de los monjes, un poderoso sanador de los enfermos, y un bondadoso consolador de los afligidos. Habiendo vivido por largo tiempo en al ascetismo y ayudando a muchos, entró en el gozo eterno de su Señor en el 557 d. C.

Tropario, tono 1 del común de santos Ascetas

Al morar en desierto cual un ángel en cuerpo, * has realizado milagros, Ciriaco, padre teóforo. * Con ayuno, pues, vigilia y oración, * has tomado celestes dádivas, * ya que curas lοs malestares de las almas * que a ti acuden con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que, por tu medio, * ha brindado curación a todos!

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