Ignorar las escrituras es ignorar a Cristo, San Jerónimo

Es urgente la llamada jeronimiana  que encontramos en el comentario al prólogo del Profeta Isaías (nos. 1 y 2): los destinatarios somos todas y todos nosotros: cristianas y cristianos  ortodoxos que aspiramos a tener a Nuestro Dios y Señor Jesucristo como paradigma, como modelo y patrón de nuestra vida diaria, como guía y motivo permanente en nuestras relaciones interpersonales con nuestras hermanas y hermanos de fe y con todas las mujeres y hombres de buena voluntad, aquellas y aquellos que, inexorablemente, encontramos y encontraremos en nuestro diario devenir: en nuestro pensar, decir y hacer en relación con el otro nos jugamos permanentemente, inevitablemente, la salvación o condenación eternas.

Es obvio que para estar de acuerdo con el párrafo anterior hace falta una profunda y real  aspiración cristiana de trascendencia: la postura meramente  inmanentista ,materialista-hedonista (identificada con la línea de los saduceos, denunciada y condenada por Nuestro Señor Jesucristo) no va ni mira más allá de “vivir el momento”; en este escenario superficial y vano la aspiración a lo eterno, a “los bienes más altos” no tiene cabida ni espacio posibles: todo se reduciría a dar cumplimiento a los caprichos instintivos y vegetativos que conviven con nuestro ser espiritual, cuando no combaten contra él.

De esto se ha percatado atinadamente San Jerónimo: la convivencia diaria con la Sagrada Escritura y la consecuente oración que se eleva “como incienso agradable a Dios” le ha abierto los ojos del corazón y del alma y le es imposible mantenerse callado y pasivo ante la veta de sublime riqueza que ha encontrado por pura misericordia de la Santísima Trinidad: le apremia que nosotros, sus hermanos y hermanas, entremos en contacto permanente con la Sagrada Escritura para que seamos iluminados por Ella, para que nuestros actos diarios no sean ya meramente humanos, sino, ante todo cristianos: permeados constantemente por la respuesta a las preguntas: ¿qué hubiera hecho Nuestro Señor Jesucristo en esta situación en específico?,¿cómo habría actuado Nuestro Señor Jesucristo con esta o aquella persona?,¿cuál es la Voluntad de Dios en este momento y cual mi mezquina y torpe voluntad?.

Quienes no escuchan las Sagradas Escrituras y no entran asiduamente, diariamente en contacto con Nuestro Señor Jesucristo (Logos Eterno) se dejarán fácilmente confundir por criterios meramente mundanos que extravían y despeñan a quienes los siguen ingenuamente por precipicios de desgracia: se dañan y dañan a los que viven a su alrededor o tienen la desgracia de ser encontrados por ellos en el caminar diario.

¿Leemos las Sagradas Escrituras los cristianos ortodoxos?, ¿estamos los cristianos ortodoxos en contacto con Nuestro Señor Jesucristo? Si asistimos a la Divina Liturgia y nuestra actitud es de atenta escucha durante la proclamación de la Divina Palabra y durante las homilías presbiterales que comentan Lo leído la respuesta es y debe ser afirmativa. En caso contrario… es urgente, al estilo de San Jerónimo, proclamarlo en todo momento, “a tiempo y a destiempo”: IGNORAR LAS ESCRITURAS ES IGNORAR A CRISTO” y esta situación es delicadísima, sobre todo si se trata de salvarse uno mismo y ayudarle a los demás a salvarse. El asunto sube de tono porque nos apremia la solidaridad cristiana con los otros: somos responsables de nosotros mismos pero somos corresponsables ante Dios de los demás: “¿dónde está tu hermano?” no es solamente la pregunta intencionada del Creador al fratricida Caín, es la interrogante actualísima de Nuestro Señor Jesucristo a cada uno de nosotros que, por pura Misericordia Divina, hemos descubierto cómo la Sagrada Escritura es guía y norte para llevar a buen puerto nuestra almas y cómo nuestras actitudes se han modificado para que Nuestro Señor Jesucristo sea por siempre Alabado y Reverenciado por nuestro pequeño testimonio.

Quiera la Providencia Divina suscitar pastorales iniciativas que permitan y alienten el estudio asiduo y sistemático de la Sagrada Escritura en nuestras amadas comunidades ortodoxas.

Quiera el Espíritu Santo quitarnos la venda de los ojos ,venda que nos ciega y nos ha hecho afirmar, erróneamente, que el contacto diario con la Sagrada Escritura es solamente cosa de los “hermanos”, término usado peyorativamente hacia las personas de fe protestante.

Quiera ,en fin, la solicitud paterna de nuestro Amado Metropolita Antonio, permitirnos la iniciativa de la Evangelización basada en la Sagrada Escritura.

 

Diácono Sergio Víctor Ramírez.

Catedral de San Pedro y San Pablo ,Huixquilucan

Sobre la interpretación de los Salmos 2a parte

CARTA DE NUESTRO SANTO PADRE ATANASIO, ARZOBISPO DE ALEJANDRÍA, A MARCELINO

SOBRE LA INTERPRETACIÓN DE LOS SALMO

En forma de narración tenemos los siguientes: Sal  18 Sal  43 Sal  48 Sal  49 Sal  72 Sal  76 Sal  88 Sal  89 Sal  106 Sal  113 Sal  126 y Sal  136.

En forma de oración tenemos: Sal  16 Sal  67 Sal  89 Sal  101 Sal  131 y Sal  141.  Los proferidos como suplica, y petición instante son: Sal  5 Sal  6 Sal  7 Sal  11 Sal  12 Sal  15 Sal  24 Sal  27 Sal  30 Sal  34 Sal  37 Sal  42 Sal  53 Sal  54 Sal  55 Sal  56 Sal  58 Sal  59 Sal  60 Sal  63 Sal  82 Sal  85 Sal  87 Sal  137 Sal  139 y Sal  142.

En forma de suplica junto con acción de gracias tenemos el Sal  138.

Entre los que solo suplican tenemos: Sal  3 Sal  25 Sal  68 Sal  69 Sal  70 Sal  73 Sal  78 Sal  79 Sal  108 Sal  122 Sal  129 y Sal  130.

Los Sal  9 Sal  74 Sal  91 Sal  104 Sal  105 Sal  106 Sal  107 Sal  110 Sal  117 Sal  135 y Sal  137 tienen forma de confesión.

Aquellos que entretejen narración con confesión son: Sal  9 Sal  74 Sal  105 Sal  106 Sal  117 Sal  135 y Sal  137.

Un salmo que combina confesión con narración y acción de gracias es el Sal  110.

El Sal  36 tiene forma de admonición.

Los que contienen profecía son: Sal  20 Sal  21 Sal  44 Sal  46 y Sal  75.

En el Sal  109 tenemos anuncio junto con profecía.

Los salmos que exhortan y prescriben y como que ordenan son: el Sal  28 Sal  32 Sal  80 Sal  94 Sal  95 Sal  96 Sal  97 Sal  102 Sal  103 y Sal  113.

El Sal  149 combina la exhortación con la alabanza.

Describen la vida hornada por la virtud los: Sal  104 Sal  114 Sal  118 Sal  124 y Sal  132. Aquellos que expresan alabanza son: Sal  90 Sal  112 Sal  116 Sal  134 Sal  144 Sal  145 Sal  146 Sal  148 y Sal  150.

Son acción de gracias: Sal  8 Sal  9 Sal  17 Sal  33 Sal  45 Sal  62 Sal  76 Sal  84 Sal  114 Sal  115 Sal  120 Sal  121 Sal  123 Sal  125 Sal  128 y Sal  143.

Aquellos que anuncian una promesa de bienaventuranza son: Sal  1 Sal  31 Sal  40 Sal  118 y Sal  127.

Demostrativo de alegre prontitud con (ribetes) de cantico el Sal  107.

Otro hay que exhorta a la fortaleza, el Sal  80.

Tenemos los que reprochan a impíos e inicuos, como el Sal  2 Sal  13 Sal  35 Sal  51 y Sal  52.

El Sal  4 es una invocación.

Están aquellos salmos que hablan (del cumplimiento) de votos, como el Sal  19 y el Sal  63.

Tienen palabras de glorificación al Señor: Sal  22 Sal  26 Sal  38 Sal  39 Sal  41 Sal  61 Sal  75 Sal  83 Sal  96 Sal  98 y Sal  151.

Acusaciones escritas para provocar vergüenza son: Sal  57 y Sal  81.

Se encuentran acentos hímnicos en Sal  47 y Sal  64.

El Sal  65 es un canto de júbilo y se refiere a la resurrección.

Otro, el Sal  99, es únicamente canto de júbilo.

5. Estando, entonces, los salmos dispuestos y ordenados de esta manera, les es posible a los lectores, – como ya lo dije antes -, descubrir en cada uno de ellos los movimientos y la constitución de su alma, del mismo modo que descubren el género y la enseñanza que cada uno les transmiten. Igualmente se puede aprender de ellos las palabras a decir para agradar al Señor, o con cuales palabras expresar el deseo de corregirse y arrepentirse o de darle gracias. Todo esto impide, al que recita literalmente estas expresiones, caer en la impiedad. Ya que no solo tendremos que dar razón de nuestras obras al Juez supremo, sino hasta de toda palabra inútil (Mt 12,36). Si quieres bendecir a alguno, aprendes como hacerlo y en nombre de quién, en los Salmos  1, 3, Sal  40 Sal  115 Sal  118 y Sal  127. Si deseas censurar las conjuras de los judíos contra el Salvador, ahí tienes al segundo de nuestros poemas. Si los tuyos te persiguen, y muchos se levantan contra ti, recita el tercero. Si estando afligido invocaste al Señor, y porque te escucho quieres darle gracias, entona el cuarto, o el Sal  74, o el Sal  114. Si atisbas que los malhechores te preparan trampas y quieres que muy de mañana tu oración llegue a sus oídos, recita el quinto. Si la amenaza de castigo del Señor te intranquiliza, puedes recitar el Sal  6 o el Sal  37. Si algunos se reúnen para tramar algo contra ti, como lo hizo Ajitofel contra David, y llega a tus oídos, canta el salmo 7 y confía en el Señor, él te defenderá.

6. Si, observando la extensión universal de la gracia del Salvador y la salvación del género humano, quieres conversar con Dios, canta el Sal  8. ¿Quieres entonar el cantico de la vendimia, para dar gracias al Señor? Tienes nuevamente a tu disposición el 8 y también el Sal  83. En honor a la victoria sobre los enemigos y la liberación de la criatura, sin gloriarte tu, sino reconociendo que estos hechos magníficos son obra del Hijo de Dios, recita el ya mencionado Sal  9. Si alguien quiere confundirte o asustarte, ten confianza en el Señor y repite el salmo 10. Al observar la soberbia de tantos y como el mal crece, al punto que ya no hay acciones santas entre los hombres, busca refugio en el Señor y di el Sal  11. ¿Prolongan los enemigos sus ataques? No desesperes como si Dios te olvidará, sino invócalo cantando el salmo 12. No te asocies en modo alguno con los que blasfeman impíamente contra la Providencia, más bien suplica al Señor recitando los Sal  13 y Sal  52. El que quiera aprender quién es el ciudadano del reino de los cielos debe decir el Sal  14.

7. Necesitas orar porque tus adversarios asedian tu alma, canta los Sal  16 Sal  85 Sal  87 y Sal  140. Si quieres saber como rezaba Moisés, ahí tienes el Sal  89. ¿Fuiste liberado de tus enemigos y perseguidores? Canta el Sal  17. ¿Te maravillan el orden de la creación y la providente gracia que en ella resplandece, como también los preceptos santos de la Ley? Canta entonces el Sal  18 y el Sal  23. Viendo sufrir a los atribulados, consuélalos orando y recitándoles las palabras del salmo 19. Ves que el Señor te conduce y pastorea, guiándote por el camino recto, ¡alégrate de ello y salmodia el Sal  22! ¿Te sumergen los enemigos? Eleva tu alma hasta Dios salmodiando el Sal  24 y veras que los inicuos quedan malogrados. ¿Te asechan los enemigos, teniendo sus manos totalmente manchadas de sangre, y no buscan más que perderte y confundirte? Entonces, no confíes tu justicia a un hombre, -¡toda justicia humana es sospechosa! -, pídele al Señor que te haga justicia, ya que él es el único Juez, recitando el Sal  25 Sal  34 o Sal  42. Cuando te asaltan violentamente los enemigos y se congregan como un ejército y te desprecian como si aun no estuvieras ungido, y por eso te hacen la guerra, no tiembles, canta más bien el Sal  26. La naturaleza humana es débil, y si (a pesar de ello) los perseguidores se hacen tan desvergonzados e insisten, no les hagas caso, suplica en cambio al Señor con el Sal  27. Si quieres aprender como ofrecer sacrificios al Señor con acción de gracias, recita entonces con inteligencia Espiritual el Sal  28. Si dedicas y consagras tu casa, esto es, tu alma que hospeda al Señor, como también la casa corpórea en la que moras físicamente, recita con acción de gracias el Sal  29 y entre los salmos graduales el Sal  126.

8. Si ves que eres despreciado y perseguido por amigos y conocidos a causa de la verdad, no pierdas el ánimo por eso, ni temas a los que se te oponen, sino apártate de ellos y contemplando el futuro, salmodia el trigésimo. Si al ver a los bautizados y rescatados de su vida corruptible, ponderas y admiras la misericordia de Dios, canta en favor suyo tus alabanzas con el Sal  31. Si deseas salmodiar en compañía de muchos, reúne a los hombres justos y probos, y recita el Sal  32. Si caíste víctima de tus enemigos y sagazmente pudiste evitar sus asechanzas, reúne a los hombres mansos y recita en su presencia el Sal  33. Si ves el celo para cometer el mal que impera entre los transgresores a la Ley, no pienses que la maldad es algo natural en ellos, como lo afirman los herejes, sino recita el Sal  35 y te convencerás de que a ellos les corresponde la responsabilidad por el pecado. Si ves a los malvados cometer muchas iniquidades, y envalentonarse contra los humildes, y quieres exhortar a alguien que ni se junte con los inicuos ni les tenga envidia, pues su porvenir quedará truncado, entonces di para ti mismo y para los otros el Sal  36.

9. Si, por otra parte, queriendo prestar atención a tu propia persona, y viendo que el enemigo se dispone a atacarte, – pues le agrada provocar a este tipo de personas -, quisieras fortalecerte contra él, canta el Sal  38. Si teniendo que soportar ataques de los perseguidores quieres aprender las ventajas de la paciencia, recita entonces el Sal  39. Cuando viendo multitud de pobres y mendigos, quieres mostrarte misericordioso con ellos, serás capaz de serlo gracias a la recitación del Sal  40, ya que con él alabaras a los que ya actuaron compasivamente, y exhortaras a los demás a que obren de igual manera. Si ansiando buscar a Dios, escuchas las burlas de los adversarios, no te turbes, sino que considerando la recompensa eterna de tal nostalgia, consuela tu alma con la esperanza en Dios, y, superados los pesares que te acongojan en esta vida, entona el salmo 41. Si no quieres dejar de recordar los innumerables beneficios que el Señor otorgo a tus padres, como el éxodo de Egipto y la estancia en el desierto, y qué bueno es Dios y cuan ingratos los hombres, tienes al Sal  43 Sal  77 Sal  88 Sal  104 Sal  105 Sal  106 y Sal  113. Si habiéndote refugiado en Dios, poderoso defensor en el peligro, quieres darle gracias y narrar sus misericordias para contigo, tienes el 45.

10. ¡Pecaste, sientes vergüenza, buscas hacer penitencia y alcanzar misericordia! Encontraras palabras de arrepentimiento y confesión en el Sal  50. Aun si debes soportar calumnias por parte de un rey inicuo, y ves como se envalentona el calumniador, aléjate de allí y usa las expresiones que encuentras en el Sal  51. Si te atacan, te acosan y quieren traicionarte, entregándote a la justicia, como lo hicieron zifeos y filisteos con David, no pierdas el valor, ten ánimo, confía en el Señor y alábalo con las palabras de los Sal  53 y Sal  55. La persecución te sobreviene, cae sobre ti y sin saberlo penetra inesperadamente en la cueva en la que te escondías, ni entonces temas, pues aun en ese aprieto encontraras palabras de consuelo y de memorial indeleble en los Sal  56 y Sal  141. Si quien te persigue da la orden de vigilar tu casa, y tú, a pesar de todo, logras escapar, da gracias a Dios, e inscribe el agradecimiento en tu corazón, como sobre una estela indeleble, en memorial de que no pereciste y entona el Sal  58. Si los enemigos que te afligen profieren insultos, y los que aparentaban ser amigos lanzan acusaciones en contra tuya, y esto perturba tu oración por un breve tiempo, reconfórtate alabando a Dios y recitando las palabras del Sal  54. Contra los hipócritas y los que se glorían desfachatadamente, recita, – para vergüenza suya -, el Sal  57. Contra los que arremeten salvajemente contra ti y quieren arrebatarte el alma, contrapón tu confianza y adhesión al Señor; cuanto más se envalentonen ellos, tanto más descansa en él, recitando el Sal  61. Si perseguido, huyes al desierto, nada temas por estar allí solo, pues tienes a Dios junto a ti, a quien, muy de madrugada, puedes cantarle el Sal  62. Si te aterran los enemigos y no cesan en su conjura contra ti, buscándote sin descanso, aunque sean muchos no te aflijas, ya que sus ataques serán como heridas causadas por flechas arrojadas por niños, entona, entonces (confiado), los Sal  63 Sal  64 Sal  69 y Sal  70.

11. Si deseas alabar a Dios recita el Sal  64, y cuando quieras catequizar a alguno acerca de la resurrección, entona el 65. ¡Imploras la misericordia del Señor!, alábalo salmodiando el Sal  66. Si ves que los malvados prosperan gozando de paz y los justos, en cambio, viven en aflicción, para no tropezar ni escandalizarte recita también tú el Sal  72. Cuando la ira de Dios se inflama contra el pueblo, tienes palabras sabias para su consuelo en el 73. Si andas necesitado de confesión, salmodia el Sal  9 Sal  74 Sal  91 Sal  104 Sal  105 Sal  106 Sal  107 Sal  110 Sal  117 Sal  125 y Sal  137. Quieres confundir y avergonzar a paganos y herejes, demostrando que ni uno solo de ellos posee el conocimiento de Dios, sino únicamente la Iglesia católica, puedes, si así lo piensas, cantar y recitar inteligentemente las palabras del Sal  75. Si tus enemigos te persiguen y te cortan toda posibilidad de huida, aunque estés muy afligido y grandemente confundido, no desesperes, sino clama, y si tu grito es escuchado, da gracias a Dios recitando el Sal  76. Pero si los enemigos persisten e invaden y profanan el templo de Dios, matando a los santos y arrojando sus cadáveres a las aves del cielo, no te dejes intimidar ni temas su crueldad, sino compadece con los que padecen y ora a Dios con el Sal  78.

12. Si deseas alabar al Señor en día de fiesta, convoca los siervos de Dios y recita los Sal  80 y Sal  94. Y si nuevamente los enemigos todos, se reúnen, asaltándote por todas partes, profiriendo amenazas hacia la casa de Dios y aliándose contra la piedad, no te amilane su multitud o su poder, ya que tienes un ancla de esperanza en las palabras del salmo 82. Si viendo la casa del Señor y sus tabernáculos eternos, sientes nostalgia por ellos como la tenía el Apóstol, recita el Sal  83. Cuando habiendo cesado la ira y terminada la cautividad, quisieras dar gracias a Dios, tienes al Sal  84 y al Sal  125. Si quieres saber la diferencia que media entre la Iglesia católica y los cismáticos, y avergonzar a estos últimos, puedes pronunciar las palabras del Sal  86. Si quieres exhortarte a ti y a otros, a rendir culto verdadero a Dios, demostrando que la esperanza en Dios no queda confundida, sino que, todo lo contrario, el alma queda fortalecida, alaba a Dios recitando el Sal  90. ¿Deseas salmodiar el Sábado? Tienes el Sal  91.

13. ¿Quieres dar gracias en el día del Señor? Tienes el Sal  23; o, ¿deseas hacerlo en el segundo día de la semana?: recita el Sal  47. ¿Quieres glorificar a Dios en el día de preparación?: tienes la alabanza del Sal  92. Porque entonces, cuando ocurrió la crucifixión, fue edificada la casa aunque los enemigos trataron de rodearla, es conveniente cantar como cantico triunfal lo que se enuncia en el Sal  92. Si te sobrevino la cautividad, y la casa fue derribada y vuelta a edificar, canta lo que se contiene en el Sal  95. La tierra se ha librado de los guerreros y ha aparecido la paz: reina el Señor y t quieres hacerlo objeto de tus alabanzas, ahí tienes el Sal  96. ¿Quieres salmodiar el cuarto día de la semana?. Hazlo con el Sal  93; pues en un día como ese fue el Señor entregado y comenzó a asumir y ejecutar el juicio contrario a la muerte, triunfando confiadamente sobre ella. Si lees el Evangelio, veras que en el cuarto día de la semana los judíos se reunieron en Consejo contra el Señor, y también veras que con todo valor comenzó a procurarnos justicia contra el diablo: salmodia, respecto a todo esto, con las palabras del Sal  93. Si, además, observas la providencia y el poder universal del Señor, y quieres instruir a algunos en la obediencia y en la fe, exhórtalos ante todo a confesar laudativamente: salmodia el Sal  99. Si has reconocido el poder de su juicio, es decir que Dios juzga atemperando la justicia con su misericordia, y quieres acercártele, tienes para este propósito las palabras del centésimo entre los salmos.

14. Nuestra naturaleza es débil, si las angustias de la vida te han asimilado a un mendigo, y sintiéndote exhausto buscas consuelo, entona el 101. Es conveniente que siempre y en todo lugar demos gracias a Dios; si deseas bendecirlo, espuela tu alma recitando el Sal  102 y el Sal  103. ¿Quieres alabar a Dios y saber, como, por qué motivos, y con qué palabras hacerlo? Tienes el Sal  104 Sal  106 Sal  134 Sal  145 Sal  146 Sal  147 Sal  148 y Sal  150. ¿Prestas fe a lo que ha dicho el Señor y tienes fe en las palabras que tú mismo dices cuando rezas? Profiere el Sal  115. ¿Sientes que vas progresando gradualmente en tus obras, de modo que puedes hacer tuyas las palabras: olvidando lo que queda detrás mío, me lanzo hacia lo que está delante (Ph 3,13)?: puedes entonces entonar para cada uno de los peldaños de tu adelanto uno de los quince salmos graduales.

15. ¿Has sido conducido al cautiverio por pensamientos extraños y te hallas nostálgicamente tironeado por ellos? ¿Te embarga el arrepentimiento, deseas no caer en el futuro y, sin embargo, sigues cautivo de ellos? ¡Siéntate, llora, y, como lo hizo antaño el pueblo, pronuncia las palabras del Sal  136! ¿Eres tentado y así sondeado y probado? Si superada la tentación quieres dar gracias, utiliza el salmo Sal  138. ¿Te hallas nuevamente acosado por los enemigos y quieres ser liberado? Pronuncia las palabras del 139. ¿Deseas suplicar y orar? Salmodia el Sal  5 y el Sal  142. Si se ha alzado el tiránico enemigo contra el pueblo y contra ti, al modo de Goliat contra David, no tiembles, ten fe, y como David, salmodia el Sal  143. Si maravillado por los beneficios que Dios otorgo a todos y también a ti, quieres bendecirlo, repite las palabras que David dijo en el Sal  144. ¿Quieres cantar y alabar al Señor? Lo que debas entonar está en los Sal  92 y Sal  97. ¿Aun siendo pequeño, has sido preferido a tus hermanos y colocado sobre ellos? No te gloríes ni te envalentones contra ellos, sino que atribuyendo la gloria a Dios que te eligió, salmodia el 151, que es un poema genuinamente davídico. Supongamos que deseas entonar los salmos en los que resuena la alabanza a Dios, es decir que van encabezados por el Aleluya, puedes usar: el Sal  104 Sal  105 Sal  106 Sal  111 Sal  112 Sal  113 Sal  114 Sal  115 Sal  116 Sal  117 Sal  118 Sal  134 Sal  135 Sal  145 Sal  146 Sal  147 Sal  148 Sal  149 y el Sal  150.

16. Si al salmodiar quieres destacar lo que se refiere al Salvador, encontraras referencias prácticamente en cada salmo: así, por ejemplo, tienes el Sal  44 y el Sal  100, que proclaman tanto su generación eterna del Padre como su venida en la carne; el Sal  21 y el Sal  68 que preanuncian la cruz divina, como también todos los padecimientos y persecuciones que soporto por nosotros; el Sal  2 y el Sal  108 que pregonan la maldad y las persecuciones de los judíos y la traición de Judas Iscariote; el Sal  20 Sal  49 y Sal  71 proclaman su reinado y su potestad de juzgar, como también su manifestación a nosotros en la carne y la vocación de los paganos. El Sal  15 anuncia su resurrección de entre los muertos; el Sal  23 y Sal  46 anuncian su ascensión a los cielos. Al leer el Sal  92 Sal  95 Sal  97 o Sal  98, caes en la cuenta y contemplas los beneficios que el Salvador nos otorgo gracias a sus padecimientos.

17. Esta es la característica que posee el libro de los salmos, para utilidad de los hombres: una parte de los salmos han sido escritos para purificación de los movimientos del alma; otra parte para anunciarnos proféticamente la venida en la carne de nuestro Señor Jesucristo, como arriba dijimos. Pero en modo alguno debemos pasar por alto la razón por la que los salmos se modulan armoniosamente y con canto. Algunos simplotes entre nosotros, si bien creen en la inspiración divina de las palabras, sostienen que los salmos se cantan por lo agradable de los sonidos y para placer del oído. Esto no es exacto. La Escritura para nada busco el encanto o la seducción, sino la utilidad del alma; esta forma fue elegida sobre todo por dos razones. En primer lugar, convenía que la Escritura no alabara a Dios únicamente en una secuencia de palabras rápida y continua, sino también con voz lenta y pausada. En secuencia ininterrumpida se leen la Ley, los Profetas, los libros históricos y el Nuevo Testamento; la voz pausada es empleada para los Salmos, odas y canticos. Así se obtiene que los hombres expresen su amor a Dios con todas sus fuerzas y con todas sus posibilidades. La segunda razón estriba en que, al igual que una buena flauta unifica y armoniza perfectamente todos los sonidos, del mismo modo requiere la razón que los diversos movimientos del alma, como pensamiento, deseo, cólera, sean el origen de los distintas actividades del cuerpo, de modo que el obrar del hombre no sea desarmónico, conflictuado consigo mismo, pensando muy bien y obrando muy mal. Por ejemplo, Pilato que dijo: ningún delito encuentro yo en él para condenarlo a muerte (Jn 18,38), pero obro según el querer de los judíos; o, que deseando obrar mal, estén imposibilitados de realizarlo, como los ancianos con Susana; o que aun absteniéndose de adulterar sea ladrón, o, sin ser ladrón sea homicida, o, sin ser asesino sea blasfemo.

18. Para impedir que surja esa desarmonía interior, la razón requiere que el alma, que posee el pensamiento de Cristo (1Co 2,16), como dice el Apóstol, haga que éste le sirva de director, que domine en él sus pasiones, ordenando los miembros del cuerpo para que obedezcan la razón. Como plectro para la armonía, en ese salterio que es el hombre, el Espíritu debe ser fielmente obedecido, los miembros y sus movimientos deben ser dóciles obedeciendo la voluntad de Dios. Esta tranquilidad perfecta, esta calma interior, tienen su imagen y modelo en la lectura modulada de los Salmos. Nosotros damos a conocer los movimientos del alma a través de nuestras palabras; por eso el Señor, deseando que la melodía de las palabras fuera el símbolo de la armonía Espiritual en el alma, ha hecho cantar los Salmos melodiosa, modulada y musicalmente. Precisamente este es el anhelo del alma, vibrar en armonía, como está escrito: alguno de ustedes es feliz, ¡que cante! (Jc 5,13). Así, salmodiando, se aplaca lo que en ella haya de confuso, áspero o desordenado y el canto cura hasta la tristeza: ¿por qué estas triste alma mía, por qué te me turbas? (Sal  41,6 y Sal  42,5); reconocer su error confesando: casi resbalaron mis pisadas (Sal  72,2); y en el temor fortalecer la esperanza: el Señor está conmigo: no temo; ¿qué podrá hacerme el hombre? (Sal  117,6).

19. Los que no leen de esta manera los canticos divinos, no salmodian sabiamente, sino que buscando su deleite, merecen reproche, ya que la alabanza no es hermosa en boca del pecador (Si 15,9). Pero cuando se cantan de la manera que arriba mencionamos, de modo que las palabras se vayan profiriendo al ritmo del alma y en armonía con el Espíritu, entonces cantan al unísono la boca y la mente; al cantar así son útiles a sí mismos y a los oyentes bien dispuestos. El bienaventurado David, por ejemplo, cantando para Saúl, complacía a Dios y alejaba de Saúl la turbación y la locura, devolviéndole tranquilidad a su alma. De idéntica manera los sacerdotes al salmodiar, aportaban la calma al alma de las multitudes, induciéndolas a cantar unánimes con los coros celestiales. El hecho de que los Salmos se reciten melodiosamente, no es en absoluto indicio de buscar sonidos placenteros, sino reflejo de la armoniosa composición del alma. La lectura mesurada es símbolo de la índole ordenada y tranquila del Espíritu. Alabar a Dios con platillos sonoros, con la citara y el salterio de diez cuerdas, es, a su vez, símbolo e indicación de que los miembros del cuerpo están armoniosamente unidos al modo que lo están las cuerdas; de que los pensamientos del alma actúan cual címbalos, recibiendo todo el conjunto movimiento y vida a impulsos del Espíritu, ya que vivirán, como está escrito, si con el Espíritu hacen morir las obras del cuerpo (Rm 8,13). Quien salmodia de esta manera armoniza su alma llevándola del desacuerdo al acorde, de modo que hallándose en natural acuerdo nada la turbe, al contrario con la imaginación pacificada desea ardientemente los bienes futuros. Bien dispuesta por la armonía de las palabras, olvida sus pasiones, para centrada gozosa y armoniosamente en Cristo concebir los mejores pensamientos.

20. Es por tanto necesario, hijo mío, que todo el que lee este libro lo haga con pureza de corazón, aceptando que se debe a la divina inspiración, y, beneficiándose por eso mismo de él, como de los frutos del jardín del paraíso, empleándolos según las circunstancias y la utilidad de cada uno de ellos. Estimo, en efecto, que en las palabras de este libro se contienen y describen todas las disposiciones, todos los afectos y todos los pensamientos de la vida humana y que fuera de estos no hay otros. ¿Hay necesidad de arrepentimiento o confesión; les han sorprendido la aflicción o la tentación; se es perseguido o se ha escapado a emboscadas; está uno triste, en dificultades o tiene alguno de los sentimientos arriba mencionados; o vive prósperamente, habiendo triunfado sobre tus enemigos, deseando alabar, dar gracias o bendecir al Señor? Para cualquiera de estas circunstancias hallara la enseñanza adecuada en los Salmos divinos. Que elija aquellos relacionados con cada uno de esos argumentos, recitándolos como si él los profiriera, y adecuando los propios sentimientos a los en ellos expresados.

21. En modo alguno se busque adornarlos con palabras seductoras, modificar sus expresiones o cambiarlas totalmente; lea y cántese lo que está escrito, sin artificios, para que los santos varones que nos los legaron, reconozcan el tesoro de su propiedad, recen con nosotros, o más bien, lo haga el Espíritu Santo que hablo a través de ellos, y al constatar que nuestros discursos son eco perfecto del suyo, venga en nuestra ayuda. Pues en tanto en cuanto la vida de los santos es mejor que la del resto, por tanto mejores y más poderosas se tendrán, con toda verdad, sus palabras que las que agreguemos nosotros. Pues con esas palabras agradaron a Dios y al proferirlas ellos lograron, como lo dice el Apóstol, conquistar reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros, las mujeres recobraron resucitados a sus muertos (He 11,33-35).

22. Todo el que ahora lee esas mismas palabras (de los Salmos), tenga confianza, que por ellas Dios vendrá instantáneamente en nuestra ayuda. Si está afligido, su lectura procurara un gran consuelo; si es tentado o perseguido, al cantarlas saldrá fortalecido y como más protegido por el Señor, que ya había protegido antes al autor, y hará que huyan el diablo y sus demonios. Si ha pecado volverá en sí y dejara de hacerlo; si no ha pecado, se estimara dichoso al saber que corre en procura de los verdaderos bienes; en la lucha, los Salmos darán las fuerzas para no apartarse jamás de la verdad; al contrario, convencerá a los impostores que trataban de inducirle al error. No es un mero hombre la garantía de todo esto, sino la misma Escritura divina. Dios ordeno a Moisés escribir el gran Cantico ensenándoselo al pueblo; al que él constituyera como jefe le ordeno transcribir el Deuteronomio, guardándolo entre sus manos y meditando continuamente sus palabras, pues sus discursos son suficientes para traer a la memoria el recuerdo de la virtud y aportar ayuda a los que los meditan sinceramente. Cuando Josué, hijo de Nuna penetro en la tierra prometida, viendo los campamentos enemigos y a los reyes amorreos reunidos todos en son de guerra, en lugar de armas o espadas, empuño el libro del Deuteronomio, lo leyó ante todo el pueblo, recordando las palabras de la Ley, y habiendo armado al pueblo salió vencedor sobre los enemigos. El rey Josías, después del descubrimiento del libro y su lectura pública, no albergaba ya temor alguno de sus enemigos. Cuando el pueblo salía a la guerra, el arca con las tablas de la Ley iba delante del ejército, siendo protección más que suficiente, siempre que entre los portadores o en el seno del pueblo no prevaleciera el pecado o la hipocresía. Pues se necesita que la fe vaya acompañada por la sinceridad para que la Ley dé respuesta a la oración.

23. Al menos yo, dijo el anciano, escuché de boca de hombres sabios, que antiguamente, en tiempos de Israel, bastaba con la lectura de la Escritura para poner en fuga los demonios y destruir las trampas tendidas por ellos a los hombres. Por eso, decía, son del todo condenables aquellos que abandonando estos libros componen otros con expresiones elegantes, haciéndose llamar exorcistas, ¡como les ocurrió a los hijos del judío Esceva, cuando intentaron exorcizar de esa manera! Los demonios se divierten y burlan cuando los escuchan; por el contrario tiemblan ante las palabras de los santos y ni oírlas pueden. Pues en las palabras de la Escritura está el Señor y al no poder soportarlo gritan: ¡Te ruego que no me atormentes antes de tiempo! (Lc 8,28). Con sola la presencia del Señor se consumían. Del mismo modo Pablo daba órdenes a los Espíritus impuros y los demonios se sometían a los discípulos. Y la mano del Señor cayó sobre Eliseo el profeta, de modo que profetizo a los tres reyes acerca del agua, cuando por orden suya el salmista cantaba al son del salterio. Incluso ahora, si uno está preocupado por los que sufren, lea los Salmos y les ayudará muchísimo, demostrando igualmente que su fe es firme y veraz; al verla Dios concede la completa salud a los necesitados. Sabiéndolo el santo dijo en el salmo 118: meditaré sobre tus decretos, no olvidaré tus palabras; y también: tus decretos eran mis cantos, en el lugar de mi peregrinación. En ellas encontraron salvación al decir: si tu ley no fuese mi meditación, ya habría perecido en mi humillación. También Pablo buscaba confirmar a su discípulo, al decir: medita estas cosas; vive entregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos (1Tm 4,15). Practícalo igualmente tú, lee con sabiduría los Salmos y podrás, bajo la guía del Espíritu, comprender el significado de cada uno. Imitarás la vida que llevaron los santos varones, quienes dijeron esto entusiasmados por el Espíritu de Dios.

San Atanasio de Alejandría

R. P. Emiliano Díaz, Catedral de San Pedro y San Pablo México

Sobre la interpretación de los Salmos 1a parte

CARTA DE NUESTRO SANTO PADRE ATANASIO, ARZOBISPO DE ALEJANDRÍA, A MARCELINO

SOBRE LA INTERPRETACIÓN DE LOS SALMOS

Querido Marcelino, admiro tu fervor cristiano. Sobrellevas perfectamente tu actual situación, y, aunque mucho te haga sufrir, no descuidas en absoluto la ascesis. Pregunté al portador de tu carta por el género de vida que llevas ahora que estás enfermo; me ha informado que si bien dedicas tu tiempo a toda la Escritura santa, tienes, sin embargo, con mayor frecuencia el libro de los Salmos entre las manos, tratando de comprender el sentido que cada uno esconde. Te felicito, pues tengo idéntica pasión por los Salmos, como la tengo por la Escritura entera. Hallándome en una ocasión invadido por semejantes sentimientos, tuve un encuentro con un anciano estudioso y quiero transcribirte la conversación que sobre los Salmos, – ¡Salterio en mano! – sostuvo conmigo. Lo que aquel viejo maestro me transmitió es agradable y, al mismo tiempo instructivo. He aquí lo que me dijo:
Toda nuestra Escritura hijo mío, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, está, tal como está escrito, inspirada por Dios y es útil para enseñar (2Tm 3,16). Pero el libro de los Salmos, si se reflexiona atentamente, posee algo que merece una especial atención.
Cada uno de los libros, en efecto, nos ofrece y nos entrega su propia enseñanza: El Pentateuco, por ejemplo, relata el comienzo del mundo y la vida de los Patriarcas, la salida de Israel de Egipto como también la entrega de la legislación. El Triteuco relata la distribución de la tierra, las hazañas de los jueces, como también la genealogía de David. Los libros de los Reyes y de las Crónicas relatan los hechos de los reyes. Esdras describe la liberación del cautiverio, el retorno del pueblo, la reconstrucción del templo y de la ciudad. Los libros de los profetas predicen la venida del Salvador, recuerdan los mandamientos, advierten y exhortan a los pecadores, como también profetizan acerca de las naciones. El libro de los Salmos, es como un jardín en el que no solo crecen todas estas plantas, -¡y además melodiosamente cantadas!-, sino que nos muestra lo que le es privativo, ya que el cantar de los salmos añade lo suyo propio.
Canta los acontecimientos del Génesis en el salmo 18: Los cielos pregonan la gloria de Dios, y el firmamento proclama la obra de sus manos (Sal 18,1), y en el salmo 23: La tierra y todo lo que contiene es del Señor; el mundo y todo lo que lo habita Él lo fundo sobre los mares (Sal 23,1-2). Los temas del Éxodo, Números y Deuteronomio los canta hermosamente en los salmos 77 y 113: Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob, de un pueblo bárbaro, Judá fue su santuario e Israel su dominio (Sal 113,1-2). Similares temas canta en el salmo 104: Envió a Moisés su siervo, y a Aarón, su elegido. Les confió sus palabras y sus maravillas en la tierra de Cam. Envió la oscuridad y oscureció; pero se rebelaron contra sus palabras. Transformo sus aguas en sangre, y dio muerte a sus peces. Su tierra produjo ranas, hasta en las habitaciones del rey. Habló y se llenó de tábanos y de mosquitos todo su territorio (Sal 104,26-31). Es fácil descubrir que todo este salmo como también el 105 fue escrito en referencia a todos estos acontecimientos. Las cosas que se refieren al sacerdocio y al tabernáculo las proclama en aquello del salmo 28: al salir del tabernáculo, diciendo: Ofrezcan al Señor, hijos de Dios, ofrézcanle gloria y honor (Sal 28,1).
Los hechos concernientes a Josué y a los jueces los refiere brevemente el salmo 106 con las palabras: Fundaron ciudades para habitar en ellas, sembraron campos y plantaron vinas (Sal 106,36-37). Pues fue bajo Josué que se les entrego la tierra prometida. Al repetir reiteradamente en el mismo salmo, Entonces gritaron al Señor en su tribulación, y él los libro de todas sus angustias (Sal 106,6), se está indicando el libro de los Jueces. Ya que cuando ellos gritaban les suscitaba jueces a su debido tiempo para librar a su pueblo de aquellos que lo afligían. Lo referente a los reyes se canta en el salmo 19 al decir: Algunos se glorían en carros, otros en caballos, pero nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios. Ellos fueron detenidos y cayeron; pero nosotros nos levantamos y mantenemos en pie. ¡Señor, salva al Rey y escúchanos cuando te invocamos! (Sal 19,8-10). Y lo que se refiere a Esdras lo canta en el salmo 125 (uno de los salmos graduales): Cuando el Señor cambio la cautividad de Sion, quedamos consolados (Sal 125,1); y nuevamente en el 121: Me alegré cuando me dijeron, vayamos a la casa del Señor. Nuestros pies recorrieron tus palacios, Jerusalén; Jerusalén está edificada cual ciudad completamente poblada. Pues allí suben las tribus, las tribus del Señor, como testimonio para Israel (Sal 121,1-4).
Prácticamente cada salmo remite a los profetas. Sobre la venida del Salvador, y de que aquel que debía venir, seria Dios, así se expresa el salmo 49: El Señor nuestro Dios vendrá manifiestamente, y no se callara (Sal 49,2-3); y el salmo 117: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Nosotros los hemos bendecido desde la casa del Señor; el Señor (es) Dios y él se nos manifestó (Sal 117,26-27). Él es el Verbo del Padre, como lo canta el 106: Él envió su Verbo y los curo, los salvo de sus corrupciones (Sal 106,20). El Dios que viene es él mismo el Verbo enviado. Sabiendo que este Verbo es el Hijo de Dios, hace decir al Padre en el salmo 44: Mi corazón ha proferido un Verbo bueno (Sal 44,1), y también en el salmo 109: De mi seno antes de la aurora yo te he engendrado (Sal 109,3). ¿Quién puede decirse engendrado por el Padre, sino su Verbo y su Sabiduría?. Sabiendo que es a él al que el Padre decía: Que sea la luz, y el firmamento y todas las cosas, el libro de los Salmos también contiene palabras similares: El Verbo del Señor afianzo los cielos y por el Espíritu de su boca toda su potencia (Sal 32,6).
El salmista no ignoraba que el que debía venir fuese también el Ungido, ya que propiamente de él habla como sujeto principal el salmo 44: Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos; es cetro de rectitud el cetro de tu Reino. Has amado la justicia y odiado la iniquidad: por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con el oleo de la alegría en preferencia a tus compañeros (Sal 44,7-8). Para que nadie se imagine que él viene solo en apariencia, aclara que es este mismo el que se hará hombre y que es por él por quien todo fue creado, y por ello afirma en el salmo 86: La madre Sion dirá : un hombre, un hombre fue engendrado en ella, el Altísimo en persona la ha fundado (Sal 86,5). Lo que equivale a afirmar: El Verbo era Dios, todo fue hecho por él, y, El Verbo se hizo carne. Conociendo, igualmente, el nacimiento virginal, el Salmista no se calló, sino que lo expreso claramente en el salmo 44, al decir: Escucha, hija mía, y mira, inclina tu oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, porque el rey está prendado de tu belleza (Sal 44,11-12). Nuevamente, esto equivale a lo dicho por Gabriel, ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo! (Lc 1,28). Después de haber afirmado que él es el Ungido, muestra a renglón seguido su nacimiento humano de la Virgen, al decir: Escucha, hija mía. Gabriel la llama por su nombre, María, porque es un extraño, – en cuanto a parentesco se refiere -; pero David, el salmista, ya que ella es de su familia, la llama con toda razón su hija.
Habiendo afirmado que se haría hombre, los salmos muestran lógicamente que él es pasible según la carne. El salmo 2 prevé la conjura de los judíos: ¿Por qué se rebelaron los paganos? ¿Por qué concibieron vanos proyectos? Los reyes de la tierra se prepararon, los jefes se conjuraron contra el Señor y contra su Ungido (Sal 2,1-2). En el salmo 21 el Salvador mismo da a conocer su género de muerte: …me aprisionas en el polvo de la muerte, me rodea un tropel de mastines; la asamblea de los perversos me circunda. Taladraron mis manos y mis pies. Han contado todos mis huesos. Ellos me miraron vigilantes, se dividieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica (Sal 21,17-19). Taladrar sus manos y sus pies, ¿qué otra cosa es, sino indicar su crucifixión? Después de enseñar todo esto, añade que el Señor padeció por causa nuestra, y no, por la suya. Y, con sus propios labios, afirma nuevamente en el salmo 87: Pesadamente reposa sobre mí tu ira (Sal 87,17), y en el salmo 68: He devuelto lo que no había arrebatado (Sal 68,5). Pues si bien no debía pagar las cuentas de crimen alguno, él murió, – pero sufriendo por causa nuestra, tomando sobre si la cólera que nos estaba destinada, por nuestros pecados, como lo dice en Isaías, Él cargo nuestras flaquezas; lo que se hace evidente cuando afirmamos en el salmo 137: El Señor los recompensara por mi causa, y el Espíritu dice en el salmo 71, que él salvara a los hijos del pobre, y quebrantara a los que acusan en falso… pues él rescatara al pobre del opresor, y redimirá al indigente que no tiene protector (Sal 71,4).
Por eso predice también su ascensión a los cielos, diciendo en el salmo 23: Príncipes, levanten sus portones y abran sus puertas eternas y entrara el rey de la gloria (Sal 23,7). En el 46: Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al sonido de trompetas (Sal 46,6). También su sentarse a la derecha de Dios lo anuncia en el salmo 109: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como tarima para tus pies (Sal 109,1). Hasta la destrucción del diablo se anuncia a voces en el salmo 9: Te sientas en tu trono cual juez que juzga justamente. Reprendiste a los pueblos y pereció el impío (Sal 9,5-6). Tampoco callo que recibiría plena potestad de juzgar, de parte del Padre, y que vendría con autoridad sobre todo, al afirmar en el 71: ¡Oh Dios, concede tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey, para que juzgue a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con rectitud (Sal 71,1-2). Y en el salmo 49 dice: Convocara al cielo en lo alto, y a la tierra, para juzgar a su pueblo…Y los cielos proclamaran su justicia, pues Dios es juez (Sal 49,4). Y en el 81 leemos: Dios está en pie en la asamblea de los dioses, y rodeado de dioses, los juzga (Sal 81,1). Sobre la vocación de los paganos mucho se habla en nuestro libro, pero sobre todo en el salmo 46: Pueblos todos, aplaudan, aclamen a Dios con voces jubilosas (Sal 46,2). De manera similar en el 71: Delante Él se postran los etíopes, y sus enemigos lamerán el polvo; los reyes de Tarsis, y las islas, ofrecen sus dones. Los reyes de Arabia y de Saba le ofrecerán regalos. Y lo adoraran todos los reyes de la tierra; todos los pueblos le servirán (Sal 71,9-11). Todo esto lo cantan los Salmos y se anuncia en cada uno de los otros Libros.
No siendo un ignorante, el anciano agregaba: en cada libro de la Escritura se significan realidades idénticas, sobre todo en relación con el Salvador, pues todos están íntimamente relacionados y sinfónicamente concordes en el Espíritu. Por eso, del mismo modo que es posible descubrir en el Salterio el contenido de los otros Libros, también se encuentra con frecuencia el contenido del primero en los restantes. Así, por ejemplo, Moisés compuso un himno e Isaías canta y Habacuc suplica con un cantico. Más aun, en todos los libros es posible hallar profecías, leyes y relatos. El mismo Espíritu lo abarca todo, y de acuerdo al don asignado a cada cual, proclama la gracia peculiar, repartiéndola en plenitud, sea como capacidad de profetizar, o de legislar, o de relatar lo sucedido, o el don de los Salmos. Si bien el Espíritu es uno e indivisible, de él provienen todos los dones particulares y en cada don está totalmente presente, aunque cada uno lo percibe según las revelaciones y dones recibidos y en la medida y forma de las necesidades, de modo que en la medida en que cada uno se deja guiar por el Espíritu se hace servidor del Verbo. Es por eso, como lo dije más arriba, que cuando Moisés está legislando, algunas veces también profetiza y otras canta; y los Profetas al profetizar algunas veces proclaman mandatos, como aquel: Lávense, purifíquense. Limpia tu corazón de toda inmundicia, Oh Jerusalén (Is 1,16 Jr 4,14), y otras veces relatan historias como lo hace Daniel con los acontecimientos concernientes a Susana, o Isaías cuando relata lo de Rabsaces y Senaquerib. El rasgo característico del libro de los Salmos, como ya dijimos, es el del canto, y por ello modula melodiosamente lo que en otros libros se narra con detalle. Pero algunas veces hasta legisla: Abandona la ira y deja la cólera (Sal 36,8), y Apártate del mal, obra el bien; anhela la paz y corre tras ella (Sal 33,15). Y otras veces relata el camino de Israel y profetiza acerca del Salvador, como lo dijimos más arriba.
La gracia del Espíritu es común a todos los libros, estando la misma acorde a la tarea encomendada y según el Espíritu la concede. Los más y los menos no provocan distinción alguna siempre que cada cual efectúe y lleve a cabo su propia misión. Pero aun siendo así, el libro de los Salmos tiene, en este mismo terreno, un don y gracia peculiares, una propiedad de particular relieve. Pues junto a las cualidades, que le son comunes y similares con los restantes Libros, tiene además una maravillosa peculiaridad: contiene exactamente descritos y representados todos los movimientos del alma, sus cambios y mudanzas. De modo que una persona sin experiencia, al irlos estudiando y ponderando puede irse modelando a su imagen. Pues los otros libros solo exponen la ley y como ella estipula lo que se deba, o no, cumplir. Escuchando las profecías solo se sabe de la venida del Salvador. Prestando atención a las descripciones históricas solo se llega a averiguar los hechos de los reyes y de los santos. El libro de los Salmos, además de dichas enseñanzas, permite reconocer al lector las mociones de su propia alma y se las enseña, por el modo como algo lo afecta o lo turba; de acuerdo a este libro puede uno tener una idea aproximada de lo que debe decir. Por eso no se contenta con escuchar simplemente, sino que sabe cómo hablar y como actuar para curar su mal. Es cierto que también los otros libros tienen palabras que prohíben el mal, pero este también describe como apartarse de él. Por ejemplo, hacer penitencia es un precepto, hacer penitencia significa dejar de pecar; aquí se indica no solo como hacer penitencia y lo que es necesario decir para arrepentirse. Así mismo Pablo dijo: La tribulación produce en el alma la constancia, la constancia la virtud probada, la virtud probada la esperanza, y la esperanza no queda defraudada (Rm 5,3-5). Los Salmos describen y muestran, además, como soportar las tribulaciones, lo que debe hacer el afligido, lo que debe decir una vez pasada la tribulación, como cada uno es puesto a prueba, cuales son los pensamientos del que espera en el Señor. Lo de dar gracias en toda circunstancia es también un precepto. Los Salmos indican lo que debe decir aquel que da gracias. Sabiendo, por otra parte, que los que pretenden vivir piadosamente serán perseguidos, aprendemos de los Salmos como clamar cuando huimos en medio de la persecución, y qué palabras dirigir a Dios una vez escapados de ella. Somos invitados a bendecir al Señor, encontramos las expresiones adecuadas para manifestarle nuestra confesión. Los Salmos expresan como debemos alabar al Señor, qué palabras le rinden homenaje de modo adecuado. Para toda ocasión y sobre todo argumento encontraremos entonces poemas divinos adecuados a nuestras emociones y sensibilidad.
1. Todavía esto de asombroso y maravilloso tienen los Salmos: al leer los demás libros, aquello que dicen los santos y el objeto de sus discursos, los lectores lo relacionan con el argumento del libro, los oyentes se sienten extraños al relato, de modo que las acciones recordadas suscitan mera admiración o el simple deseo de emularlas. El que en cambio abre el libro de los Salmos recorre, con la admiración y el asombro acostumbrados, las profecías sobre el Salvador contenidas ya en los restantes libros, pero lee los salmos como si fueran personales. El auditor, igual que el autor, entran en clima de compunción, apropiándose las palabras de los canticos como si fueran suyas. Para ser más claro, no vacilaría, al igual que el bienaventurado Apóstol, en retomar lo dicho. Los discursos pronunciados en nombre de los patriarcas, son numerosos; Moisés hablaba y Dios respondía; Elías y Eliseo, establecidos sobre la montana del Carmelo, invocaban sin cesar al Señor, diciendo: ¡Vive el Señor, en cuya presencia estoy hoy! (1R 17,1 2R 3,4). Las palabras de los restantes santos profetas tienen por objeto al Salvador, y un cierto número se refieren a los paganos y a Israel. Sin embargo, ninguna persona pronunciaría las palabras de los patriarcas como si fueran suyas, ni osaría imitar y pronunciar las mismas palabras que Moisés, ni las de Abrahán acerca de su esclava e Ismael o las referentes al gran Isaac; por necesario o útil que fuera, nadie se animaría a decirlas como propias. Aunque uno se compadeciera de los que sufren y deseara lo mejor, jamás diría con Moisés: ¡Muéstrate a mí! (Ex 33,13), o tampoco: Si les perdonas su pecado, perdónaselo; si no se lo perdonas, bórrame del libro que tú has escrito (Ex 33,12). Aun en el caso de los profetas, nadie emplearía personalmente sus oráculos para alabar o reprender a aquellos que se asemejan por sus acciones a los que ellos reprendían o alababan; nadie diría: ¡Vive el Señor, en cuya presencia estoy hoy! Quien toma en sus manos esos libros, ve claramente que dichas palabras deben leerse no como personales, sino como pertenecientes a los santos y a los objetos de los cuales hablan. Los Salmos, ¡cosa extraña!, salvo lo que concierne al Salvador y las profecías sobre los paganos, son para el lector palabras personales, cada uno las canta como escritas para él y no las toma ni las recorre como escritas por otro ni tampoco referentes a otro. Sus disposiciones de ánimo son las de alguien que habla de sí mismo. Lo que dicen, el orante lo eleva hacia Dios como si fuera él quien hablara y actuara. No experimenta temor alguno ante estas palabras, como ante las de los patriarcas, de Moisés o de los otros profetas, sino que más bien, considerándolas como personales y escritas referidas a él, encuentra el coraje para proferirlas y cantarlas. Sea que uno cumpla o quebrante los mandamientos, los Salmos se aplican a ambos. Es necesario, en cualquier caso, sea como transgresor, sea como cumplidor, verse como obligado a pronunciar las palabras escritas sobre cada cual.
2.Me parece que las palabras de los Salmos son para quien las canta como un espejo en el que se reflejan las emociones de su alma para que así, bajo su efecto, pueda recitarlos. Hasta quien solo los escucha, percibe el canto como referido a él: o bien, convencido por su conciencia y compungido se arrepiente; o bien, oyendo hablar de la esperanza en Dios y del auxilio concedido a los creyentes, se alegra de que le haya sido otorgado y prorrumpir en acciones de gracias a Dios. Así, por ejemplo, ¿canta alguno el salmo tercero? Reflexionando sobre sus propias tribulaciones, se apropiara de las palabras del salmo. Así mismo, leerá al Sal 11 y al Sal 16 de acuerdo a su confianza y oración; el recitado del será expresión de su propia penitencia; el Sal 50 Sal 53 Sal 55 Sal 100 y el Sal 41 expresan sus sentimientos sobre la persecución de la que él es objeto; son sus palabras las que le cantan al Señor. Así pues, cada salmo sin entrar en mayores detalles, podemos decir que está compuesto y es proferido por el Espíritu, de modo que en esas mismas palabras, como ya lo dije antes, podamos captar los movimientos de nuestra alma y nos las hace decir como provenientes de nosotros, como palabras nuestras, para que trayendo a la memoria nuestras emociones pasadas, reformemos nuestra vida Espiritual. Lo que los salmos dicen puede servirnos de ejemplo y de patrón de medida.
3. Esto también es don del Salvador: hecho hombre por nosotros, ofreció por nosotros su cuerpo a la muerte, para librarnos a todos de la muerte. Queriendo mostrarnos su manera celestial y perfecta de vivir la plasmo en sí mismo para que no seamos ya fácilmente engañados por el enemigo, ya que tenemos una prenda segura en la victoria que en favor nuestro obtuvo sobre el diablo. Es por esta razón que no solo enseno, sino que practico su enseñanza, de modo que cada uno lo escuche cuando habla y mirándolo, como se observa un modelo, acepte de él el ejemplo, como cuando dice: Aprendan de mi, que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29). No podrá hallarse enseñanza más perfecta de la virtud que la realizada por el Salvador en su propia persona: paciencia, amor a la humanidad, bondad, fortaleza, misericordia, justicia, todo lo encontraremos en él y nada tienes ya que esperar, en cuanto a virtudes, al mirar detenidamente su vida. Pablo lo decía claramente: Sean imitadores míos, como yo lo soy de Cristo (1Co 11,1). Los legisladores, entre los griegos, tienen gracia únicamente para legislar; el Señor, cual verdadero Señor del universo, preocupado por su obra, no solamente legisla, sino que se da como modelo para que aquellos que lo desean, sepan cómo actuar. Aun antes de su venida entre nosotros, lo puso de manifiesto en los Salmos, de manera que al igual que nos proveyó de la imagen acabada del hombre terrenal y del celestial en su propia persona, también en los Salmos, aquel que lo desea, puede aprender y conocer las disposiciones del alma, encontrando como curarlas y rectificarlas.
4. Hablando con mayor precisión, puntualicemos entonces que si bien toda la Escritura divina es maestra de virtud y de fe auténtica, el libro de los Salmos ofrece, además un perfecto modelo de vida Espiritual. Al igual que quien se presenta ante un rey asume las correctas actitudes corporales y verbales, no sea que apenas abra la boca, sea arrojado fuera por su falta de compostura, también a aquel que corre hacia la meta de las virtudes y desea conocer la conducta del Salvador durante su vida mortal, el sagrado Libro lo conduce primero, a través de la lectura, a la consideración de los movimientos del alma, y a partir de allí va representando sucesivamente el resto, enseñando a los lectores gracias a dichas expresiones. En este libro llama la atención que algunos salmos contengan narraciones históricas, otros admoniciones morales, otros profecías, otros suplicas y otros, todavía, confesión.

R. P. Emiliano Díaz, Catedral de San Pedro y San Pablo México

Biblia y Biblias

Muchos de nosotros tienen miedo, o sea, desatienden lo que está ligado al Antiguo Testamento, aunque muchos textos del Antiguo Testamento están integrados en nuestra Liturgia.

Desde hace  mucho tiempo, el Antiguo Testamento me ha llamado la atención, porque para mí  es la preparación necesaria al pueblo escogido a través de los siglos, para que pudiera aceptar por su propia experiencia, el misterio de la Encarnación y de la Resurrección del Verbo.

Es decir, que la misma persona de Cristo es el centro de la Santa Escritura.  Se trata, entonces, de una persona oculta en el Antiguo Testamento, pero revelada obviamente en el Nuevo Testamento.

Dos puntos me parecen necesarios para entender el tema: En primer lugar, explicaré lo que es la Biblia Septuaginta o de los setenta (LXX)  (§1),  y en segundo lugar, me referiré sobre el Canon Ortodoxo de la Biblia (§2).

§1: La Biblia Septuaginta como herencia Cristiana

Nuestra Iglesia ha recibido en herencia lo que se llama  la Biblia Septuaginta (o de los LXX). Se trata de la Biblia traducida al griego de los libros hebreos, ciertamente proto-masorética, que fue realizada por 70 a 72 traductores judíos en Alejandría en la isla de Pharos, a principios del tercer siglo, antes de Cristo.

Según Filón[1] de Alejandría, esta Biblia fue “inspirada por Dios“, como lo citó el gran teólogo Eusebio, Obispo de Cesarea[2].

Al inicio de la era cristiana otros textos judíos, directamente escritos en griego, fueron añadidos a esta Biblia Septuaginta, la cual fue adoptada por los primeros cristianos, especialmente por los Padres Apostólicos; sin embargo, fue rechazada por el judaísmo palestino que procedió a fijar el canon de su propia Biblia, o Tanaj, probablemente en el tercer siglo d.C. Este canon, conocido por Tanaj, consiste en la retención de los libros existentes exclusivamente en hebreo. En esto radica la controversia entre la Sinagoga y la Iglesia.

Sin embargo, los rollos de Qumran (descubiertos en 1947) muestran que la Septuaginta fue aceptada como texto bíblico junto a los textos hebreos y apoyan la teoría de los textos proto-masoréticos.

Para el cristiano, la Septuaginta parece de suma importancia, ya que de ella deriva todo el léxico teológico y litúrgico de la Iglesia, en donde los salmos se rezan tal cual.

En el Nuevo Testamento, se encuentran implícita o explícitamente alrededor de 350 menciones del Antiguo Testamento. Entre ellas, 300 se refieren a la Septuaginta, y  el resto se refiere a los textos hebreos. Por tanto, la versión de los LXX, es esencial para entender el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo Testamento.

Hoy en día podemos distinguir entre cuatro códices de la Septuaginta que son diferentes:

También llegamos a muchas otras versiones parciales. Pero lo cierto es que, parece muy  difícil reconstruir el texto original de la Septuaginta.

§2: El Canon ortodoxo de la Biblia

La Biblia Septuaginta es cuatripartita[3], ya que incluye los libros del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), los libros históricos, los libros de poesía y sabiduría y finalmente, los libros proféticos.

En Occidente los libros de la Septuaginta, excepto el salterio, fueron sustituidos en el siglo octavo por la versión latina de Jerónimo quién la había traducido del hebreo (siglos IV- V), la cual es conocida hoy en día como la Vulgata.

En lo que se refiere al Canon, ortodoxos, católicos y protestantes se pusieron de acuerdo sobre una lista de 39 libros, los cuales, para el Antiguo Testamento, corresponden a todos los libros del Tanaj.

Pero los ortodoxos y los católicos han añadidos varios escritos, llamados libros deuterocanónicos, que fueron transmitidos en griego, a la Septuaginta. Seis de estos textos presentes sólo en las Biblias ortodoxas se han añadido en la traducción de la TOB: 2010: 3Esdras, 3Maccabées, Salmo 151, Oración Manasés, 4Maccabées, 4Esdras.

La Iglesia Católica se ha pronunciado definitivamente sobre el canon del Antiguo Testamento (desde el Concilio de Trento 1545-1563), mientras la Iglesia Ortodoxa no ha determinado firmemente el Canon de su Biblia, pero sigue fiel a la enseñanza de los Padres de la Iglesia y a las decisiones de los siete primeros concilios ecuménicos al respecto.

Sin embargo, las listas hechas por los Padres y las de los siete concilios ecuménicos, tienen diversificaciones que se reflejan en las Biblias en uso dentro de las diferentes Iglesias ortodoxas.

Por ejemplo, la Iglesia de Grecia ha tomado in extenso todos los libros deuterocanónicos contenidos en la Septuaginta.

Los libros deuterocanónicos que pueden estar presentes, incluidos entre los libros canónicos, o agrupados al final del Antiguo Testamento, en las diferentes Biblias ortodoxas son:

  • Tobías;
  • Judith;
  • Salmo 151;
  • Salmos 152-155;
  • Salmos de Salomón;
  • Libro de Baruch;
  • Carta de Jeremías;
  • 3 Esdras (Correspondiente a 2 Esdras en las Biblias rusas);
  • La Sabiduría de Salomón;
  • Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sirá);
  • Las adiciones griegas de Esther;
  • Susana, según Teodoción (o Daniel 13);
  • Bel y el Dragón, según Teodoción (o Daniel 14);
  • 1, 2 y 3 Macabeos;
  • Oración de Manasés;
  • 4 Macabeos;
  • 4 Esdras (Correspondiente a 3 Esdras en las Biblias rusas).

Es de notar que el libro de Enoc y Jubileos, que no están en la Septuaginta, son específicas del Canon de Etiopía.

Para concluir, la Biblia protestante es diferente de la católica. Mirando el índice de libros que contiene la Biblia contamos 66 libros, mientras que la Biblia católica y la Biblia ortodoxa contienen siete libros más.

En su canon del Antiguo Testamento, tanto las Biblias protestantes como las ortodoxas difieren de las católicas. Las protestantes tienen menos libros, y las ortodoxas más libros, que las católicas.

Además de los libros del Antiguo Testamento que se encuentran en la Biblia Protestante, la Biblia católica incluye:

Adiciones a Daniel;
Adiciones a Esther;
Baruc;
Carta de Jeremías;
Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sirá);
Sabiduría;
Judit;
Tobías;
1 Macabeos;
2 Macabeos.

Las Biblias ortodoxas griega y eslava incluyen, además del canon católico del Antiguo Testamento, los siguientes libros:

1 Esdras (= 2 Esdras en eslavo = 3 Esdras en el apéndice a laVulgata);
Oración de Manasés (en el Apéndice a la Vulgata);
El Salmo 151, que sigue al 150 en la Biblia griega;
3 Macabeos;
En la Biblia eslava (y en el apéndice a la Vulgata);
2 Esdras (= 3 Esdras en la eslava = 4 Esdras en el Apéndice a la Vulgata).
(Nota: en la Vulgata latina, Esdras y Nehemías = 1 y 2 Esdras).

En un apéndice a la Biblia griega:

4 Macabeos.

De modo que es erróneo afirmar que nuestras Biblias ortodoxas reconozcan el mismo canon del Antiguo Testamento que las católicas.  Y si el criterio de ser “completa” fuese tener la mayor cantidad de libros, entonces nuestras Biblias ortodoxas serían más completas que la Biblia católica.

Pero lamentablemente, ni en español ni en francés existe una Biblia ortodoxa propiamente editada y publicada. Sin embargo, en francés, hay una traducción valiosa de la Septuaginta realizada por Pierre Giguet [4].

Hoy en día, una traducción francesa parcial de la Septuaginta se está publicando – diecisiete volúmenes ya fueron publicados – Se trata de una obra de varios académicos, que han trabajado,  para sacarla bajo el título “La Biblia de Alejandría”, Edición  “Cerf”.

Ojalá que alguien se anime y traduzca oficialmente nuestra Biblia al español, ya que en el proceso de evangelización de los países hispanohablantes, la Biblia es de suma importancia.

Archimandrita Dr.  Fadi Rabbat


[1] Alrededor del siglo, 12 a.C – y 54 d.C.

[2] III º – IVº siglo.

[3] Mientras que la Biblia judía es tripartita.

[4] 1794-1883

A cerca del “Evangelio de Judas”

A CERCA DEL “EVANGELIO DE JUDAS”
EL ABUSO DE LAS VERDADES DEL EVANGELIO PARA CREAR UN EVENTO MEDIÁTICO

Por Dr. Daniel Ayuch
Profesor Asociado de Sagradas Escrituras
Instituto de Teología San Juan Damasceno
Universidad del Balamand
www.danielayuch.com

 

Traicion_de_JudasDurante el mes de Abril de 2006 el canal de televisión National Geographic emite asiduamente (dos veces por semana) un documental titulado “El evangelio de Judas.” El tema de este programa ha sido ampliamente difundido en las revistas y diarios nacionales e internacionales y pone en tela de juicio la historicidad del Nuevo Testamento y la credibilidad de la doctrina de la Iglesia. En el período en que los cristianos del Oriente y Occidente festejan la fiesta más importante del año, la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, una vez más los medios de comunicación se interponen para distraer la atención hacia temas que intentan poner en duda el valor de los tesoros tradicionales del Cristianismo. Esta vez, a diferencia del best seller de Dan Brown o del taquillero film de Mel Gibson, la atención recae sobre la persona de Judas y lo que se dio a llamar como “El evangelio de Judas.” Cuál es el origen de este documento, cuándo y dónde fue escrito, qué contiene y qué relevancia tiene para el Cristianismo y para la comunidad científica, son algunas de las preguntas que trataremos en este artículo. Por otra parte discutiremos algunas de las especulaciones más defendidas por el programa televisivo.

La única copia del “evangelio de Judas” que conocemos hasta ahora fue encontrada en una gruta cercana a la ciudad de Minia (Egipto) en los años setenta del siglo pasado. Un anticuario de Zurich la compró en el año 2000. El manuscrito se compone de 31 páginas escritas en copto, que es una lengua egipcia antigua del tiempo del imperio romano y con grandes influencias del griego clásico. Un equipo de investigadores bajo la dirección del profesor Rudolf Kasser, profesor de copto y emérito de la Universidad de Ginebra, trabajaron en la restauración y traducción del mismo. A través de la prueba del Carbono 14 pudieron ubicar el manuscrito en el período que va de la segunda mitad del siglo tres hasta la primera mitad del siglo cuatro después de Cristo. Existe un número importante de manuscritos descubiertos en Egipto, tales como el evangelio de Tomás, el evangelio de los egipcios, el evangelio de Felipe, el evangelio de María Magdalena, el evangelio de la verdad. Estos documentos que se dieron a llamar “evangelios” forman parte de la famosa biblioteca de Nag Hammadi que fue descubierta en 1945 y cuyos textos fueron publicados en traducciones completas por primera vez a partir de 1978.

Todos estos escritos coptos descubiertos en la modernidad pertenecen a las comunidades gnósticas que eran particularmente importantes en Egipto antiguo. El término gnóstico proviene del griego gnosis que significa conocimiento. Los gnósticos creían en la existencia de una fuente superior de la bondad llamada la Mente Divina. Cada ser humano lleva consigo una chispa de esta mente divina pero el mundo material le imposibilita reconocerla. Para los gnósticos no era suficiente afirmar que el mundo material es inferior, tal como enseñaban la mayoría de los sistemas filosóficos griegos, sino que iban mas allá y señalaban que este mundo material es malo, sea cual fuera la causa de su existencia: Satanás, un dios creador, un demiurgo o un dios malo. Todas las cosas en relación con la materia, tales como el cuerpo, el matrimonio y las relaciones sexuales, son intrínsicamente malas.

Una de las mayores diferencias entre el Cristianismo y el gnosticismo radica en la doctrina del origen del mal en el mundo. Los cristianos creen que Dios es bueno y que creó un mundo bueno. El hombre ha abusado de la libertad otorgada y ha introducido el pecado y la corrupción al mundo; lo que causó el sufrimiento y el desorden. Los gnósticos, sin embargo, atribuían la existencia del mal al dios creador, quien tuvo la intención de establecer un mundo corrupto. Así, éstos entendían que algunos de los personajes del Antiguo Testamento eran realmente modelos a pesar de los malos actos que cometieron en sus vidas. Mencionemos por ejemplo a Caín que mató a su hermano Abel y a Esaú que cambio su primogenitura por un plato de lentejas y persiguió por años a Jacob. Por lo tanto, la persona de Judas y su rol desfavorable en contra de Jesús cuadra perfectamente en el pensamiento gnóstico que enseña el consentimiento divino a la existencia del mal en el mundo. Esto explica porqué la iglesia primitiva rechazó estas doctrinas que disienten por completo con la visión cristiana de la creación. Cualquier conclusión que intente explicar este rechazo de otra manera es muy probablemente una lectura ficticia y tendenciosa de los hechos.

Las agrupaciones gnósticas eran de carácter elitista, cerradas al mundo y sólo dispuestas a adoctrinar a sus iniciados. Se consideraban elegidos y diferentes de cualquier otro tipo de grupo religioso. Ésa es la razón principal por la que la literatura gnóstica permaneció secreta y oculta. Resultaría impreciso clasificar a los documentos gnósticos como escritos meramente “cristianos” puesto que el gnosticismo era un movimiento sincretista, es decir que combinaba las creencias de diferentes religiones y escuelas filosóficas tales como el Cristianismo, el Judaísmo, las religiones romanas y la filosofía griega. El “evangelio de Judas” pertenece a esta categoría de documentos y tiene un gran valor histórico para aquellos que investigan las creencias gnósticas pero no suponen ningún desafío para el cristianismo tal como lo enseña la iglesia.

Lo que el documental anteriormente mencionado afirma a cerca del “evangelio de Judas” es más que afín a las creencias del gnosticismo. En este escrito, Judas es el único que sabe y conoce. Por ello, es él quien recibe de Cristo la orden de “sacrificarás el hombre que me reviste.” Efectivamente, este texto gnóstico muestra un Jesús que está lejos de ser un verdadero hombre, sino que más bien se reviste de un cuerpo humano del cual Judas habrá de liberarlo. Además, Judas sabe que toda la humanidad lo rechazará para siempre, a excepción de los gnósticos que lo conocen y saben el contenido de su evangelio.

San Ireneo de Lyon (mártir en el 200 d.C.) mencionó la existencia de las agrupaciones gnósticas en su libro “contra las herejías.” Allí escribió a cerca de una secta llamada de los cainitas. En el libro 1, capítulo 31 San Ireneo menciona que los cainitas insistían en el conocimiento especial de Judas y que este último cumplió una misión secreta cuando entregó a Jesús a las autoridades judías y que todo esto estaría mencionado en un relato ficticio que ellos dieron el nombre de evangelio de Judas. Sin embargo, nosotros no podemos afirmar con certeza que “el evangelio de Judas” mencionado por Ireneo sea el mismo documento que tenemos ahora y que es estudiado por el documental de la National Geographic. Todavía se desconoce la fuente de este documento: ¿fue escrito en griego primeramente y luego traducido al copto o es que se trata de un texto copto auténtico?

¿Qué veracidad histórica tendría entonces “el evangelio de Judas”? Si consultamos los Evangelios canónicos veremos que los mismos están en desacuerdo respecto a la causa que llevó a Judas a entregar a Jesús. Mateo relata que Judas entregó a Cristo por dinero (Mt 26:14-15), mientras que Marcos no menciona la razón. Lucas y Juan afirman que Satanás entró en él y lo llevó a entregar a Cristo (Lc 22:3; Jn 13:27). Tampoco encontramos un relato unificado a cerca de la muerte de Judas. Según el Evangelio de Mateo, Judas se ahorcó (Mt 27:5). Por otra parte, Hechos de los Apóstoles menciona que Judas “adquirió un terreno, y cayendo de cabeza se reventó por el medio, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch 1:18). Las diferencias de detalle en estos relatos se deben sobre todo al hecho de que el Nuevo Testamento no se preocupa tanto por demostrar la veracidad histórica de lo que narra, sino que más bien le interesa remarcar su sentido teológico. En los relatos es común denominador que fue Judas quien lo entregó y que Judas después se separó del grupo de los 12 apóstoles. Estos dos puntos toman aún mayor veracidad histórica gracias al contenido de las divergencias del detalle porque confirman tradiciones diferentes que dan un testimonio común. Esto es lo que la historiografía moderna llama el principio del testimonio múltiple. Finalmente, los autores del Nuevo Testamento presentan en todos los casos una lectura “creyente” más que meramente histórica. Esta lectura creyente se completa en la totalidad del canon bíblico y no en una lectura tendenciosa de un solo pasaje.

Aquí llegamos a un punto delicado en las deducciones del documental publicado: el Nuevo Testamento y especialmente el Evangelio de San Juan serían responsables de las diferentes acciones antisemitas cometidas contra el pueblo judío a lo largo de la historia. Y se deduce que el Evangelio de Judas podría ahora aportar un cambio puesto que este personaje (cuyo nombre en hebreo es muy similar al de “judío”) rescataría su rol positivo entre los discípulos. Este tipo de análisis está completamente fuera de contexto y se entiende solamente si se aplica un método de interpretación literal a las Escrituras. Además, si aplicásemos el mismo método exegético literal en el Antiguo Testamento, se podría llegar a deducir que el Antiguo Testamento enseña el odio contra las naciones no judías, o que justifica matar para conseguir una tierra supuestamente otorgada por derecho divino. Es por ello que los textos de la Biblia no pueden ser leídos sino dentro de su contexto canónico según lo ha dispuesto la Tradición de la Iglesia y haciendo uso de la razón y el espíritu crítico. Ni el Nuevo Testamento ni ningún texto bíblico permiten el odio contra el ser humano, ni enseñan el racismo ni la discriminación. Basta con decir la síntesis de la interpretación de las Escrituras que Jesús nos presenta en Mateo:

Pero al oír los fariseos que Jesús había dejado callados a los saduceos, se agruparon; y uno de ellos, intérprete de la ley, para ponerle a prueba le preguntó: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Éste es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. (Mt 22:34-40)

Aquí vemos un Jesús que enseña que la relación del ser humano con Dios y con el prójimo está basada principalmente en el amor tal como lo entienden las Sagradas Escrituras. Sin duda, el Evangelio de Judas presenta una interpretación muy diferente de Jesús. Una interpretación que el evento mediático de hoy intenta llamar “auténtica”. Sobre todo el documental del que todo el mundo habla hoy, se vale de la polisemia de la palabra “auténtico” para confundir más y más al espectador. ¿Que significado tiene decir que el manuscrito sea auténtico? ¿Es que acaso se insinúa que fue Judas quien lo escribió? ¿O que el relato a cerca de quién es Jesús es auténtico? ¿O simplemente significa que el manuscrito es auténticamente un escrito gnóstico de la antigüedad, y mas precisamente de los siglos III o IV d.C.? Los especialistas saben que es éste el único grado de autenticidad que se le puede otorgar al manuscrito y que pensar en una autoría auténtica o en un relato auténtico de la persona de Jesucristo o de los apóstoles está muy lejos de ser probable.

Sin duda alguna, los resultados de la investigación a cera del “evangelio de Judas” contribuirán con su grano de arena para una mejor comprensión de los movimientos religiosos y filosóficos del imperio romano contemporáneos al Cristianismo antiguo. Por otra parte, el manuscrito difícilmente contribuirá al conocimiento que ya tenemos de Judas Iscariote, puesto que no se fundamenta en hechos históricos creíbles. Además, este documento no afecta en lo más mínimo la esencia de la fe cristiana a pesar de lo sostenido por la propaganda del programa televisivo.

La insistencia permanente de los productores del programa a cerca de una probable conspiración por parte de la Iglesia para impedir la revelación de algunos hechos privados de Jesús y sus discípulos y cuyo iniciador habría sido el mismo San Ireneo, carece por supuesto de todo fundamento científico e histórico; aún cuando las teorías de conspiración resulten tan atractivas para las casas editoriales y para los grandes productores cinematográficos. En realidad, cualquier ciudadano puede comprar una copia de los evangelios gnósticos en una buena librería.

Las teorías de conspiración han resultado ser muy remunerativas en los años noventa cuando el aparato mediático internacional insistió en revelar los “secretos” de los manuscritos de Qumrán, también llamados los manuscritos del Mar Muerto. También el libro de Dan Brown que pretendió revelar “los secretos” de Jesús y la Iglesia, resultó ser un suceso sin precedentes en el mercado. No es casualidad que la fecha elegida para revelar los textos del “evangelio de Judas” coincida con las celebraciones de Pascua y poco antes del lanzamiento mundial de la película “El código Da Vinci” programado para el 19 de Mayo de 2006. Esta estrategia de marketing conduce a la gente a la fiebre del consumo colectivo, lo cual trae consigo grandes ganancias para la industria mediática aún cuando todo esto sea a expensas del Evangelio y la Fe Cristiana.

Cabe agregar finalmente, que este tipo de teorías a cerca de Judas no son nuevas. Son muchas las variantes de Judas que han ido surgiendo en la modernidad ya cansada de la clásica idea de un Judas traidor que fue tan desgastada por las artes y la literatura. Así por ejemplo, tenemos el musical Jesucristo Superstar de 1973 en el que Judas está representado por un hombre negro que dice al entregar a Jesús: “En verdad, no he venido aquí por mi voluntad” insinuado su desacuerdo a la entrega. También se puede mencionar la novela de Nikos Kazantzakis “La última tentación de Cristo” de 1951 que fue llevada al cine por Martin Scorsese en 1988. En ambas obras, Judas es un poco la conciencia de Cristo y le insta a llevar a cabo su misión mesiánica, es decir, organizar una revuelta con el pueblo a partir de Jerusalén. En este contexto podemos mencionar también la famosa novela de Taylor Caldwell titulada “Yo, Judas” de 1977.

Desde hace mucho tiempo que las acusaciones en contra de la Biblia se han ido incrementando. Mas aún, desde fines del siglo pasado los textos que ponen en duda algunos aspectos de la persona de Jesucristo también se han multiplicado. Sin embargo, la Biblia permanecerá siempre inmutable frente a estos desafíos puesto que su mensaje es consistente y coherente en todos sus componentes. El objetivo principal de la Biblia es proclamar el amor divino y las obras que Dios hizo por el hombre a través de Jesucristo y el Espíritu Santo en la Iglesia. Quien haya estudiado científicamente la Biblia sabe muy bien que es imposible considerarla como un libro que falte a la verdad o que lleve a la confusión; muy por el contrario, la Biblia es un libro genuino y auténtico que se dirige a toda la humanidad y que llama a contemplar las buenas cosas que Dios puso en el corazón de los hombres y en toda la Creación.

Dr. Daniel Ayuch

18 Abril 2006

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