Fiesta J.O.M.

DSC05731El sábado 20 de marzo se organizó una fiesta para la J.O.M. (Juventud Ortodoxa Mexicana) en la casa del Sr. Alberto Saíd. Se reunieron más de 100 jóvenes en un ambiente alegre en el que todos los presentes expresaron su contento por el evento y su deseo de participar en las actividades próximas de la JOM.

El Padre Ignacio dijo unas palabras en las que agradeció a los que organizaron la fiesta y en especial a la familia Saíd que ofreció su casa; también animó a los jóvenes a mostrar iniciativa y dinamismo en su entorno y estar cerca, más y más, de su Iglesia y comunidad.

Boletín del 07/03/2010

3er. Domingo de  la Cuaresma

La Postración ante la vivificadora Cruz

 monje con cruz (limpia

Hoy, al ver puesta la preciosa Cruz de Cristo,
prosternémonos con fe y alegría y abracémosla con ansia,
implorando al Señor que fue crucificado sobre ella voluntariamente
para que nos haga dignos a to­dos de prosternarnos ante la preciosa Cruz
y de alcanzar el día de la Resurrección, li­bres de toda condenación.

 Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 6

Los poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro;
y los guardias quedaron como muertos;
María se plantó en el sepulcro buscando tu Cuerpo purísimo.
Sometiste al hades sin ser tentado por él;
y encontraste a la Virgen otorgándole la vida.
¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti!

Tropario de la Santa Cruz

Tono 1

Salva, oh Señor a Tu pueblo y bendice Tu heredad;
concede a los fieles la victoria sobre el enemigo,
y a los tuyos guarda por el poder de Tu Santa Cruz.

Condaquio de la Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡alégrate oh Novia y Virgen!

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (4: 14- 5: 6)

Hermanos: Teniendo tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos –Jesús, el Hijo de Dios– mantengamos firme la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de Gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar Gracia para una ayuda oportuna.

Porque todo Sumo Sacerdote tomado de entre los hombres está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; el cual puede sentir compasión hacia los que andan en la ignorancia y en el extravío, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por sus propios pecados igual que por los del pueblo.

Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdote, sino que la tuvo de quien le dijo: «Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.» Como también dice en otro lugar: «Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec.»

Evangelio según San Marcos (8: 34- 9: 1)

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gane el mundo entero y pierda su vida? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su vida? Porque quien se avergüence de Mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.» Les decía también: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

«Tome su cruz» y «sígame»

Nuestra Iglesia Ortodoxa dedicó el tercer domingo de la Cuaresma a la Postración ante la vivificadora Cruz. Los cantos del día son prolongación de los de la fiesta de la Exaltación de la santa Cruz (14 de septiembre), con la observación de que, en la presente ocasión, un énfasis especial se efectúa sobre la cruz personal de cada cristiano. Así que mientras en el 14 de septiembre la lectura evangélica es sobre la crucifixión del nuestro Señor, en el pasaje que leemos hoy, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»

 «Tome su cruz» no tiene sentido sin el «sígame». Pues todos –cristianos o no, comprometidos o no, queramos o no– nos enfrentamos con cruces que son parte de la naturaleza de esta vida corrupta: cansancio, enfermedades, muertes, etc., y la experiencia de perder a un ser querido es un ejemplo vivo de la cruz que todo hombre tiene en la vida. En este sentido la cruz es dolor y tristeza. Pero la cruz cristiana está acompañada con el imperativo «sígame»; ella ha de ser a la imagen y semejanza de la del Señor. Lo que implica dos particularidades:

Primera, Cristo, exento de todo pecado y culpa, fue crucificado por nosotros; y el amor del cristiano, a Dios y al prójimo, le hace asumir la cruz no por obligación sino por amor, no por realismo pasivo sino por iniciativa esperanzadora; sin esta comprensión, el sacrificio, la humildad y la propia negación se hubieran vuelto unos conceptos irrazonables, pero el ejemplo de Jesús los muestra como actitudes necesarias y congruentes con la vida del que «quiere venir en pos de Mí».

Y la segunda particularidad es que la Cruz de Cristo y su Resurrección forman dos caras de la misma moneda (la portada del Evangelio litúrgico que se coloca sobre el altar en el templo ortodoxo tiene de cada lado uno de estos dos iconos). Cruz sin resurrección es muerte; dolor sin esperanza es blasfemia; arrepentimiento sin frutos es melancolía; ayuno sin sed de Dios es una mera dieta. La alegría, entonces, es un elemento básico en nuestra postración ante la preciosa Cruz: «Cantemos jubilosos y engrandezcamos con alabanzas la preciosa Cruz…», dice un canto de los Maitines. En la lectura evangélica, la vocación del discípulo «tome su cruz y sígame» está acompañada con la alegría del objeto esperado: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

El fiel, cruzando el desierto de la Cuaresma, lleno de tentaciones y dificultades, se cansa, se aburre y quizás pierde el sentido; entonces, los Padres de la Iglesia plantan en medio de los días cuaresmales la Cruz, el Madero vivificador, reafirmándonos en el camino de la lucha. Unos peregrinos atraviesan un camino escabroso; al cansarse se sientan abajo de un árbol frondoso, para descansar y, fortalecidos, completar lo que les falta.

Abrasémosla con fe: «Ante tu Cruz, oh Señor, nos prosternamos; y tu santa Resurrección glorificamos. »

¿Cómo nos persignamos?

En la Iglesia Ortodoxa nos persignamos de la siguiente manera: juntamos los dedos pulgar, índice y medio de la mano derecha, lo que indica nuestra fe en un sólo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Doblamos el meñique y el anular hasta que toquen la palma de la mano, expresando con ello nuestra fe en que Cristo es Dios y hombre a la vez; tiene las dos naturalezas divina y humana.

Tocamos primero nuestra frente, luego el estomaga, después el hombro derecho y, por último, el hombro izquierdo, rogando que nuestra mente, cuerpo y corazón sean santificados y agradables a Dios.

La Cruz en el Nuevo Testamento

Por Cristo, la cruz pasó de ser un instrumento de muerte vergonzosa a símbolo de la victoria de nuestro Señor sobre la muerte: la señal de nuestra Salvación. Para aquellos desorientados que nos acusan de honrar «el arma que mató al Maestro», les aconsejamos que, con obediencia y lealtad, lean bien la fuente de nuestra fe, pues la Tradición de la Iglesia es un anciano sabio que renueva siempre su juventud alimentándose por la Verdad evangélica que es «ayer como hoy y para siempre.» (Heb 13: 8).

Que lean a san Pablo cuando dice:

«¡Dios me libre gloriarme si no es en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!» (Gal 6: 14)

«La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salven –para nosotros– es fuerza de Dios.» (1Cor 1: 18).

«Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles.» (1Cor 1: 23).

El mismo Señor advierte: «El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.» (Mt10: 38).

Tengamos confianza en nuestra auténtica fe: nosotros, que veneramos la Cruz de Cristo debidamente, seguimos los pasos de san Pablo y de los Santos de Dios que son los verdaderos testigos del Señor, que sellaron su testimonio no con falsedades e histerias sino con su sangre, imitando al Maestro: el verdadero Dios.

Aviso:

El Jueves 11 de marzo inicia el nuevo taller de S.O.F.I.A. “Seminario Ortodoxo de Formación para IberoAmérica” (institución virtual que las Arquidiócesis Ortodoxas en Latinoamérica  del Patriarcado de Antioquía lanzaron el año pasado). El taller presente tratará de una “Introducción a la Vida Espiritual de la Iglesia Ortodoxa” durante 12 clases, que serán impartidas en vivo vía Internet los jueves a las 17:30 (D.F.); el acceso a las clases necesita nada más conexión a Internet; las grabaciones de las mismas estarán a  disposición de los inscritos.

para más información comuníquese a la dirección: sofia@iglesiaortodoxa.org.mx

Nuevo taller de S.O.F.I.A.

Introducción a la Vida Espiritual de la Iglesia Ortodoxa

LOGO GIF“No hay dudas que la particular vida espiritual de la Iglesia Ortodoxa es lo que la distingue de toda otra confesión cristiana. Por eso es que el segundo curso que desarrollaremos en SOFIA es precisamente una introducción a los conceptos fundamentales que alimentan la viva tradición espiritual oriental y cristiana.

¿Qué es la oración de Jesús o tambien llamada “Oración del corazón”? ¿Qué es la vida monástica? ¿Qué es un Padre espiritual? ¿Los dogmas pueden ser considerados bases de la vida espiritual? Estas son algunas de las preguntas que intentaremos descifrar en este nuevo curso.

En una primera etapa analizaremos los distintos conceptos que hacen a la espiritualidad cristiana en general para poder después ingresar a las particularidades propias de nuestra Iglesia Ortodoxa.

El curso consta de 12 lecciones, una presentación y una evaluación final. Los alumnos deberán presentar dos trabajaos prácticos, uno a mediados del curso y otro al finalizar el mismo además de tener un 80 % de presencias en clases o haberlas presenciado y dar cuentas de ello.

Todo el material de estudio estará siempre situado dentro del contexto de la Tradición de la Iglesia Ortodoxa y sobre todo estudiaremos el rol que todas estas prácticas espirituales desempeñan en la liturgia y la vida del creyente ortodoxo.”

El curso será impartido por los Reverendos Padre Victor Villafañe y Diácono Gabriel Coronel, los días Jueves a las 17:30 (Honduras), 17:30 (México D.F.), 19: 00 (Venezuela), 19:30 (Santiago, Chile), 20:30 Buenos Aires, Argentina.

Para inscripción, comuníquese a la dirección electrónica  sofia@iglesiaortodoxa.org.mx 

Si usted participará por vez primera en las clases de S.O.F.I.A, avísenos para enviarle la guía de acceso.

Su participación nos dará mucha alegría
Administración de S.O.F.I.A.

Boletín del 28/02/2010

Domingo de San Gregorio Palamás

domingo se san Gregorio palamas

¡Alégrate, oh orgullo de los Padres, boca de los teólogos,
morada de paz interior, casa de sabiduría,
cumbre de los maestros y profundidad de la palabra!
¡Alégrate, instrumento de obra,
cima de contemplación, y sanador de las enfermedades!
¡Alégrate, oh padre Gregorio,
que has sido arca del Espíritu en tu vida y después de la muerte!
Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 5

Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte,
y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Tropario de San Gregorio Palamás

Tono 8

¡Oh Astro de la Ortodoxia, fir­meza de la Iglesia y maestro;
hermo­sura de los ascetas, irrefutable campeón de los teólogos,
Gregorio el mila­groso, orgu­llo de Tesalónica y predicador de la Gracia:
 intercede por la salvación de nuestras almas!

Condaquio de la Gran Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡alégrate oh Novia y Virgen!

 Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (1: 10– 2:3)

Las Santas Escrituras dicen del Hijo: «Tú, oh Señor, en el principio pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. Ellos perecerán, mas Tú permaneces; todos como un vestido envejecerán; como un manto los enrollarás y serán cambiados. Pero Tú eres el mismo y tus años no tendrán fin.» Y ¿a cuál de los ángeles dijo alguna vez: «Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies?» Es que, ¿no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?

Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos. Pues si la palabra promulgada por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza, y toda trasgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron.

Evangelio según San Marcos (2:1-12)

En aquel tiempo, Jesús entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra. Y le vinieron a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: «¿Por qué piensan así en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dice al paralítico-: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.» Se levantó y, al instante, tomando la camilla salió a la vista de todos, de modo que todos quedaban asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

Contra el pecado

Cuando uno recuerda la terrible imagen del paralítico que es llevado ante el Señor como muerto, no es difícil advertir las desastrosas condiciones de vida que genera el pecado. Cualquiera en sus cinco sentidos rechazaría sin más la acción pecaminosa y se procuraría de inmediato, una vida menos disipada y, espiritualmente, más recta y justa. Extrañamente, no obstante, en lugar de romper con el pecado, lo adherimos a nosotros mismos y llegamos a concebirlo como formando parte de nuestra naturaleza. Esto es lo aceptamos y justificamos, lo vemos como normal y propio de nuestra vida y en general de la vida de las personas. Pero no es verdad tal cosa. El pecado es totalmente ajeno a nuestra naturaleza, es externo, nos viene de fuera de nosotros mismos. Voluntariamente, lo incorporamos a nuestro modo de vida seducidos por la imagen de placer y satisfacción sensorial con que se nos presenta. Por gracia de Dios, nuestra naturaleza fue hecha a imagen y semejanza del Creador de la vida y nada es más extraño a Dios que el pecado: el odio, la codicia, la envidia, la soberbia, en suma la maldad, destruyen la vida y exaltan la muerte, aniquilan la voluntad y la libertad haciendo de este mundo una tierra de lobos, de egoísmo rapaz, donde el hombre actúa contra sí mismo y contra el hombre.

Para alguien espiritualmente débil debido a sus fuertes ataduras a las cosas terrenales, la vida virtuosa  se le aparece como algo más allá de sus fuerzas, solo propia para los santos. Sin embargo, la dificultad para alcanzarla no radica en la naturaleza humana sino en la corrupción que hemos adquirido: Dios nos crea limpios de corazón, plenamente aptos para cumplir de manera natural y placentera la voluntad divina. Pero el pecado introduce en nuestro ser el desorden, la división, la rivalidad, destruye la armonía entre el alma y el cuerpo. Este último, cautivado y derrotado por la picardía del pecado somete, a su vez, al alma con sus desordenados y caprichosos deseos y bajas pasiones.

Es notable el gran esfuerzo que realiza la Iglesia, especialmente en el tiempo de la Gran Cuaresma, para despertar en nosotros el arrepentimiento. Los servicios litúrgicos, la más frecuente lectura del Antiguo Testamento, son medios de enseñanza que utiliza reiteradamente para que lleguemos a reconocer la peligrosidad del pecado y la necesidad interior de conversión y perdón. Pero entre muchos de nosotros hay dureza de corazón y resistencia a comprender las enseñanzas de Dios por nuestra ligadura con la maldad. La alegría de vivir, la felicidad verdadera, es imposible de alcanzar mediante el pecado. Sin la ayuda de Dios no estamos en condiciones de cambiar nuestra adquirida naturaleza pecadora.

Viendo la ruina a que hemos arribado en nuestra vida interior y exterior, llenos de insatisfacciones, frustraciones, malos pensamientos y deseos impuros, enfermedades, crisis nerviosas y ansiedades, paralizados y confundidos, imposibilitados de encontrar por nosotros mismos el camino, invoquemos la ayuda de Dios: ¡Señor ayúdame; ten piedad de mi que soy pecador! Amén.

San Gregorio Palamás  (1296-1359)

Creció en una familia cristiana piadosa, en un ambiente culto donde estudió la Retórica, pero desde pequeño anhelaba la vida monástica, así que, al llegar a la edad de 20 años, se marchó con su hermano hacia el monte Athos donde se dedicó a buscar la divina sabiduría con devoción, humildad y austeridad. Su nombre sobresalió entre los monjes, por tanto, unos años más, fue elegido abad  de un monasterio en Athos. Extrañando la vida de la soledad, no pudo quedarse en su posición más que un año, así que regresó a su ermita.

Desde su celda el monje Gregorio se enfrentó con una persona, llamada Barlaam, griego-italiano culto que estaba enamorado de la filosofía antigua griega, a tal grado que elevaba a los filósofos a la postura de los apóstoles en el conocimiento de Dios. Afectado por el dualismo de la filosofía griega, Barlaam despreció el cuerpo como obstáculo para el alma. San Gregorio le contestó con la experiencia de la Iglesia “vuestros cuerpos son santuarios del Espíritu Santo”, lo que piden los cristianos no es liberarse del cuerpo, sino de los deseos y pasiones carnales.

Gregorio y Barlaam intercambiaron escritos ofensivos durante tres años, hasta que se reunió el concilio (1341) en Constantinopla, donde se confirmó la recta fe de Gregorio y se condenó la enseñanza de Barlaam. 

Gregorio fue elegido metropolita de Tesalónica donde permaneció 12 años durante los que predicó con la palabra de Dios, educó las almas y conservó la recta fe, ni siquiera su enfermedad que concluiría con su muerte, sería un obstáculo serio en su ardua labor. En el transcurso de los últimos días de su vida, exclamaba con frecuencia, “lo celestial es para los celestiales” como si estuviera viendo abiertos los cielos. Su muerte era el bienaventurado final de una vida milagrosa en este mundo, e inicio de una eterna, cerca del divino trono.

Su lucha por la ortodoxia era conocida para todos sus contemporáneos, así como su santidad,  sus milagros durante la vida y después de muerte. Todo esto provocó el unánime reconocimiento del pueblo a su santidad la cual fue anunciada no más de 10 años después de su muerte, y determinándose el día de su recuerdo en el segundo domingo de la Cuaresma.

Retiro cuaresmal en el V Decanato

Saludos finales 3El día 25 de marzo el Rev. Archimandrita Ignacio Samaán fue invitado a dirigir un retiro en el V Decanato de la V Vicaría de la Iglesia Católico Romana con la presencia del Su Exelencia, Moseñor Fransisco Clavel, Obispo Auxiliar de la V Vicaría San Pedro Apóstol y del Rev. Padre Xavier Paredes.

El retiro empezó con el Oficio de Paráclesis, alabanzas a la Madre de Dios. Luego P. Ignacio impartió dos reflexiones obre:

  1. La renovación de la vocación sacerdotal
  2. La Cuaresma y el ayuno

Al final Moseñor Fransisco expresó su satisfacción por el evento y enfatiszó la herencia común que ambas Iglesia Ortodoxa y Católico Romana comparten tal como es la veneración de la Madre de Dios “lo que quedó manifiesto en las alabanzas que escuchamos en en la Paráclesis”; también dio las gracias al padre Ignacio por haber compartido la visión muy respetada de la Iglesia Ortodoxa sobre estos dos temas muy importantes en la vida del Cristiano y sobre todo, del clérigo. De la misma manera P. Ignacio agradeció a Su Exelencia y a los que organizaron el retiro por la atenta invitación.

Boletín del 21/02/2010

Domingo de la Ortodoxia

La Restauración de los Santos Iconos

domingo de la ortodoxia (colores)

“Ahora las lanzas de la herejía adversaria han sido aniquiladas
y su memoria, desaparecida como el eco;
pues contemplando tu templo, oh Purísima,
adornado con esplendor por los venerables iconos,
todos nos llenamos de júbilo.”

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 4

Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel el alegre anuncio de la Resurrección,
la sentencia ancestral rechazaron
y se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo:
¡Fue aprisionada la muerte,
resucitó Cristo Dios
y concedió al mundo la gran misericordia!

Tropario del Domingo

Tono 2

Nos prosternamos ante tu purísima imagen, oh Bondadoso,
suplicándote el perdón de nuestras faltas, oh Cristo Dios,
porque, por tu propia voluntad, aceptaste ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
para rescatar de la esclavitud del adversario a los que Tú creaste.
Por lo tanto, agradecidos, exclamamos:
«Has llenado todo de alegría, oh Salvador,
al venir a salvar al mundo.»

Condaquio de la Gran Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡Alégrate oh Novia y Virgen!

 

 

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (11: 24-26 , 32-40)

Hermanos: Por la fe, Moisés, ya adulto, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar el efímero goce del pecado, estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo, porque tenía los ojos puestos en la recompensa.

Y, ¿a qué continuar? Pues me faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; las mujeres recobraron resucitados a sus muertos. Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de ovejas y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados, ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra. Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron la promesa. Dios tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección.

 

Evangelio según San Juan   (1: 43-51)

En aquel tiempo, Jesús determinó encaminarse a Galilea, y en el camino encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme.» Era Felipe de Betsaida, patria de Andrés y de Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: «Hemos encontrado a Aquél de quien escribió Moisés en la Ley y anunciaron los profetas: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.» Le respondió Natanael: «¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?» Le dijo Felipe: «Ven y verás.» Vio Jesús venir hacia sí a Natanael, y dijo de él: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.» Le dijo Natanael: «¿De dónde me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Al oír esto Natanael, le dijo: « Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel.» Le replicó Jesús: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás.» Y le añadió: «En verdad, en verdad les digo: verán abierto el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sirviendo al Hijo del hombre.»

El llamamiento de Dios

En los primero versículos del Evangelio de hoy, leemos que Cristo, al encontrarse con Felipe, le dijo “sígueme”. Este llamamiento que Cristo hace a Felipe, es la clave de las relaciones entre Dios y el hombre. Ningún hombre, por sus propias fuerzas o méritos, ya sea por su intelecto o sus meditaciones puede elevarse a Dios; es necesaria la revelación de Dios a la humanidad para que por medio de ésta y la gracia del supremo hacedor el hombre conozca a su Creador. Cierto es que han existido hombres como Sócrates, el filósofo griego, que han vislumbrado la existencia de un Ser Supremo, independiente al panteón de ídolos de su cultura. En nuestra patria también hubo un hombre justo y virtuoso que la historia le conoce como el rey poeta: se trata del rey Nezahualcóyotl, este rey también habló de un Ser Espiritual (Ipalnemohuani, “Aquél por quién vivimos”) diferente a los ídolos aztecas; pero estos pensadores solo han detectado la existencia de un Ser Supremo, sin poder profundizar más, y no lo pudieron hacer, porque les faltó la revelación de Dios.

Dios no necesita que alguien le dé testimonio del hombre; porque Él le conoce, y El Señor siempre ha buscado a la humanidad, aún desde la época de Adán (Gn 3:8-10). Pero como Adán, muchos se han ocultado al llamamiento del Altísimo, como consecuencia de su pecado. Sin embargo, nuestro Dios como un Padre amoroso, va tras de su imagen perdida y nos llama constantemente. Dios se reveló y llamó a Abraham, llamó a Samuel, llamó a Pablo, y no tenemos espacio para mencionar a muchos personajes. Nuestro Divino Redentor no únicamente llama a Felipe, también llamó al resto de sus apóstoles: pues les dice claramente en otra ocasión: “no me habéis elegido a mi, yo os elegí a vosotros” (Jn 15:16). En el caso de Natanael, es otra forma de llamamiento. Al decirle el Salvador que en él (Natanael) no hay engaño, y que lo vio debajo de la higuera antes que Felipe lo llamara, Cristo toca las fibras más íntimas de su ser y su fe para ingresarlo a sus filas.

Sin embargo no olvidemos que en todo llamamiento que el Señor nos hace, Él nunca violenta nuestra voluntad, pues habiéndonos creado con la capacidad de elegir, Dios siempre respeta la elección del hombre, si éste acepta o rechaza el llamamiento. En el hermoso y profundo sermón que Cristo dice sobre el pan de vida, cuando concluye, los judíos dicen: “Dura es esta palabra, ¿quién la puede oír?, y desde entonces muchos retrocedieron, entonces Cristo dice a los que quedaron: ¿vosotros también queréis iros?” (Jn 6:60-67). El Divino Redentor está dispuesto a perder aun a los que quedaron, pero no obliga a nadie a seguirle, porque Dios reina sobre un mundo de hombres libres, no de esclavos. De diversas maneras Dios nos llama, y no solamente para un servicio como al apóstol San Pablo, sino para ofrecernos la vida eterna a su lado, y para esto nos santifica y nos perfecciona, como dice San Nectario, Obispo de Pentápolis, “aceptemos el llamamiento para crecer en gracia y santidad.” “Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación”. (1 Tes 4:3)

La Restauración de los Santos Iconos

El 1er domingo de la Cuaresma, llamado el domingo de la ortodoxia, recordamos el triunfo de la recta fe cuando, en el año 843, la emperatriz Teodora salió con los fieles en una procesión levantando de nuevo los iconos en su postura de veneración después de una guerra tensa cuya objeto era destruir todos los iconos y prohibir que los fieles los usaran en su piedad.

Aunque los iconoclastas eran apoyados por los emperadores, no obstante los fieles, clero y pueblo, monjes y casados, conservaron la veneración a los iconos como un tesoro precioso, defendiéndolos, algunos con palabras y explicaciones, y otros, con  su sangre y vida.

Así los fieles, en el primer domingo de la Cuaresma del año 843 elevaron los iconos anunciando la fe ortodoxa, determinada por el Concilio Séptimo (787): no adoramos al icono, sino lo veneramos, y nuestra veneración y respeto se refiere a quien representa, al Señor, a  la Virgen o a los santos. Pues, por el icono nuestros ojos comprenden y alientan con su presencia la profundidad del alma que ora.

Si alguien nos pregunta que cómo sobrepasamos el orden del segundo mandamiento del Antiguo Testamento que prohíbe presentar imágenes de Dios, contestémosle con las palabras de san Juan Damasceno:

“Esta prohibición no pertenece a la Iglesia del Nuevo Testamento, ya que Dios ha asumido la naturaleza humana y ha vivido en la tierra como hombre […] Ya que el Invisible se hizo visible por su encarnación, pueden pintar a quien se ha visto: pueden pintar a mi Salvador, su Nacimiento, Pasión, Crucifixión, Resurrección […] exprésenlo todo con colores como lo han expresado con palabras, no tengan miedo, yo sé la diferencia entre los ídolos y los iconos.”

 Así pues, al oponerse a presentar al Señor en iconos, se rechaza la realidad de su Encarnación.

Que queramos a los no ortodoxos no significa que compartamos sus desviaciones; soy ortodoxo, entonces me incorporo, con mis hermanos en la fe, cada domingo en la iglesia donde creceré en Gracia y fe y al encontrarme con el rostro del Señor, diré a los que están afuera lo que Felipe ha dicho a Natanael en el Evangelio de hoy: “ven y verás.”

Reunión del clero de la Arquidiócesis

Fotos

Su Eminencia, Monseñor Antonio, convocó a todo el clero Foto oficial del Clero 1de nuestra Arquidiócesis a una reunión en el monasterio de San Antonio el Grande en Jilotepec, Edo. Mex., durante los días 8 a 12 de febrero. Asistieron a la reunión presidida por Su Eminencia, los Reverendos Padres: José Dib (Venezuela), Ignacio Samaán (México), Cosme Andrade (Mérida), Andrés Marcos (México), Juan Peña (México), Jorge El-Dahr (Puerto Rico), Jorge Farah (Honduras), Antonio Martínez (México) y los Diáconos Ignacio Miranda (Honduras), Jesús Munilla (México) y Elías Carrillo (México).

En la primera sesión, Su Eminencia habló de la importancia de la vida La mesa de la reunión 1pastoral del sacerdote y de las virtudes que tienen que acompañar su ministerio. Cada uno de los Padres presentó el trabajo en su parroquia, con fotos, videos y material interactivo, a fin de conseguir un aprovecho máximo a través de la discusión y del intercambio de experiencias; además se presentaron los proyectos comunes que unirán de una manera interesante las parroquias de la Arquidiócesis.

El miércoles 10 fue un día turístico en el cual los Padres visitaron las pirámides de Teotihuacan y gozaron de la belleza de esta zona arqueológica. También visitaron la Catedral de la ciudad de México y el Centro Histórico.

El jueves 11 en la mañana los Padres, alrededor de Su Eminencia, celebraron la Divina Liturgia. En el mismo día la reunión se concluyó bajo laLa Divina Liturgia 2 confirmación unánime de todos los Padres de que estas reuniones deben ser celebradas con más frecuencia. Y se acordó que tentativamente  la siguiente fecha para la reunión clerical será en abril del 2012.

Como suele suceder, la despedida tuvo cierto sabor amargo pero también un recuerdo dulcísimo y una experiencia edificante que acompañarán a cada uno de los Padres de la Arquidiócesis en su misión y labor pastoral.

 

Boletín del 14/02/2010

Domingo de la Abstinencia del queso 

“Domingo del perdón”

domingo_del_queso

 “Ay de mí, yo miserable, que transgredí tu mandamiento, oh Señor;
pues, fui despojado de tu gloria,
marcado por la vergüenza y exiliado de la felicidad del Paraíso.
Ten piedad de mí, quien justamente fui privado de tu bondad, oh Misericordioso.”

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 3

Que se alegren los celestiales, y que se regocijen los terrenales,
porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte;
y siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades
y concedió al mundo la gran misericordia.

Condaquio del Domingo del Perdón

Tono 6

¡Oh Guía hacia la sabiduría, Dador de la inteligencia,
Instructor de los ignorantes y Protector de los pobres!:
fortalece, oh Señor, mi corazón y dale comprensión,
y concédeme la palabra, oh Palabra del Padre.
Pues heme aquí y mis labios no vacilan en exclamarte:
“Oh Misericordioso, ten piedad de mí, el caído.

Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos (13:11 – 14:4)

Hermanos: La salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro; nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revístanse más bien del Señor Jesucristo y no se interesen en la carne para satisfacer su concupiscencia.

Acojan bien al que es débil en la fe, sin discutir opiniones. Uno cree poder comer de todo, mientras el débil no come más que verduras. El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, tampoco juzgue al que come, pues Dios le ha acogido. ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Que se mantenga en pie o caiga sólo interesa a su amo; pero quedará en pie, pues poderoso es el Señor para sostenerlo.

 

Evangelio según San Mateo (6:14-21)

Dijo el Señor: «Si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, les perdonará también a ustedes su Padre celestial; pero si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco su Padre perdonará las de ustedes.

Cuando ayunen, no pongan cara triste como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo, que ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

No acumulen tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Acumulen más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde está tu tesoro, ahí está también tu corazón.»

La Expulsión de Adán

En el domingo presente, último antes de iniciar la Cuaresma, la Iglesia recuerda la expulsión de Adán del paraíso.

El engaño que Satanás planteó ante los ojos de Adán –y no ha dejado de hacerlo– es que el hombre es capaz de vivir sin Dios y de lograr su propia satisfacción. Y mientras la trampa, figurada en el relato bíblico en el fruto, es tan sólo un atractivo externo –«la mujer vio que el árbol era bueno para comer y apetecible a la vista» (Gn 3:6)–, el resultado del acceso a su seducción concluirá sin lugar a duda en amargura: es la amargura de la expatriación del hombre lejos de Dios y su propia excomunión.

El ayuno es una marcha de regreso que implica apartarse del egoísmo soberbio y dirigirse hacia Dios y los demás. El ayuno no es una condición requerida para obtener cierta justificación –error común que la parábola del fariseo y el publicano advirtió claramente– sino una invitación para un cambio: cambiar el amor propio (el yo) por el amor a quienes están fuera de mis limitaciones (Dios y los demás). Esto es lo que hace que el ayuno sea hoy más importante que nunca, ya que vivimos en la era del individualismo.

Cuando ayunamos, nos abrimos a los demás y a sus necesidades; cuando ayunamos, sentimos lo que es el hambre y comprendemos que «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4:4). La esencia del ayuno es obtener esta hambre, no de comidas, sino de Dios; dejar a un lado el interés mundano –siempre justificado y natural– para disponer más espacio a la acción del Espíritu. La Cuaresma es un ambiente espiritual en el que vamos creyendo, más y más, y asimilando  que  «la  necesidad  es  de  uno  solo» (Lc 10:42): de Dios, Quien nos alimenta con su Gracia. Y cuando llega la Pascua, meta de toda la peregrinación cuaresmal, advertimos que, en Él, ya lo tenemos Todo.

El ayuno es más que una obligación, es una necesidad, un ejercicio espiritual que procura sensibilizarnos  y transformar la regla que suele regir nuestra vida «comer, consumir y recibir lo más que se pueda» en «ayunar y dar amor lo más que pueda yo».

Adán que atraído por lo «apetecible a la vista» ha perdido la dulzura del Paraíso, regresa con la vigilia de los sentidos y los deseos a ver la Luz, y su vida vuelve a ser el jardín donde «Dios se paseaba a la hora de la brisa» (Gn3:8) y a toda hora. Amén.

Dichos de los Santos Padres sobre el ayuno

  • El hambre es una óptima manera para instruir los sentidos.
  • En un estómago lleno de comida no habrá lugar para conocer los misterios de Dios.
  • Apenas el hombre inicia el ayuno, la mente anhela convivir con Dios.
  • Se dice de los mártires que, cuando eran enterados del día de su martirio, en la noche anterior a éste, no probaban nada; más bien, se mantenían de pie desde el atardecer hasta el amanecer observando la vigilia con oración, y dando gracias a Dios con alabanzas espirituales y dulces cánticos, alegres y excitados, con el ansia de recibir este momento, tal como anhela el novio la cámara nupcial.  Pues con abstinencia, ellos anhelan el filo de la espada que realizará su coronación con el martirio. También nosotros, hermanos, debemos vigilar atentos, buscando el martirio oculto: eso es la corona de la pureza.
San Isaac el Sirio

Vísperas del Perdón:  

Hoy, 14 de febrero, a las 6:00 P.M. celebramos las Vísperas del perdón, para que adecuadamente iniciemos la Gran Cuaresma (15 de febrero). Que sean días de bendición y de cambio verdadero hacia Dios, el Resucitado.

Boletín del 07/02/2010

Domingo de la Abstinencia de la Carne

memoria del juicio final

Pantocrator del Monasterio de Sinaí

Al acordarme del terrible día del juicio y de tu inefable gloria,
tiemblo enteramente, oh Señor, y con temor te ex­clamo:
“Oh Cristo Dios, cuando vengas a la Tierra con gloria a juzgar todo el universo,
libérame a mí, miserable, de todo castigo,
y hazme digno de estar a tu diestra, oh Maestro.

Exapostelario

Tropario de Resurrección

Tono 2

Cuando descendiste a la muerte, oh Vida inmortal,
mataste al Hades con el rayo de tu Divinidad,
y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra,
todos los poderes celestiales clamaron:
¡Oh Dador de vida, Cristo Dios, gloria a Ti!

Condaquio del Domingo

Tono 1

Cuando vengas con gloria a la Tierra, oh Dios, temblará toda la creación:
el río de fuego fluirá  ante el Estrado,
los libros serán abiertos y lo secreto revelado.
Entonces, libérame del fuego inextin­guible
y hazme digno de estar a tu Diestra, oh justo Juez.

Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (8:8- 9:2)

Hermanos: No es la comida lo que nos acercará a Dios: ni somos menos porque no comamos, ni somos más porque comamos. Pero tengan cuidado que esa su libertad no sirva de tropiezo a los débiles. En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el hermano débil, por quien Cristo murió. Y pecando así contra los hermanos, hiriendo su conciencia, que es débil, pecan contra Cristo. Por tanto, si un alimento causa tropiezo a mi hermano, nunca comeré carne para no escandalizar a mi hermano.

¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No son ustedes mi obra en el Señor? Si para otros no soy yo apóstol, para ustedes sí que lo soy; pues, ¡el sello de mi apostolado son ustedes en el Señor!

 Evangelio según San Mateo (25:31-46)

Dijo el Señor: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá a los de su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme.” Entonces los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad les digo, que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron.”

Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me acogieron, estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron.” Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y Él entonces les responderá: “En verdad les digo, que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo.” E irán éstos al castigo eterno, de acción, y nosotros seremos separados entre ovejas y cabritos según nuestras obras de amor.

La báscula del juicio

Estando a las puertas de la Cuaresma, nuestra Iglesia conmemora el Día del Juicio, es decir, la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. La lectura del Evangelio enfatiza el criterio del Juicio Final, y lo que leemos está claro: seremos juzgados según la medida de nuestra misericordia, es decir, la medida de nuestro amor.

La palabra «amor» a menudo es manipulada o malentendida. El pasaje bíblico destaca las palabras de nuestro Señor Jesús cuando dice: «cuanto hicieron a uno de estos hermanos…» Entonces no se trata de un término abstracto ni de emociones y sentimientos sino de acción. Nosotros, pues, seremos separados entre ovejas y cabritos –como lo ilustra la imagen de la parábola– según nuestras obras de amor.

Erróneamente, el amor es limitado a tan sólo un afecto pasivo. Quizás podamos tener sentimientos de antipatía y rechazo hacia cierta persona, pero si nos comportamos con ella con delicadeza y amor, transformamos, a través de la lucha, nuestro odio en caridad y clemencia. Por otro lado, podemos tener en nuestro interior el sentimiento más delicado hacia alguien y sentirnos emocionalmente dependientes de él, pero a la vez tratarlo con hostilidad.

El amor significa, sin duda alguna, ceder a los demás el primer lugar, y el egoísmo es exactamente lo contrario, es decir, tomar para mí la primacía y dejar al prójimo lo último. Que yo ame a alguien equivale a que quiera y desee darle a él el primer lugar, amarle más de lo que me quiero a mí mismo y desearle el bien a él antes que a mí.

La Cuaresma, cuando va de la mano con las obras de la misericordia, constituye un gesto de abstinencia que nos lleva a abandonar nuestro egoísmo y nos estimula a despojarnos del hombre viejo y a proclamar al nuevo. En ella, dejamos atrás todos nuestros malos deseos, nos abstenemos de los intereses que nos llevan a la perdición, y aprendemos a ver y considerar a «los hermanos más pequeños» del Señor y apreciar en ellos su Presencia. Y así se inclina la balanza favorablemente: «Conviene que Él crezca, y que yo mengüe» (Jn 3:30).

Penitencia y Cuaresma: ¿tristeza o alegría?

[…] En realidad, ¿qué significa para nosotros la “penitencia”? Quizás esta palabra inspira, generalmente, un sentimiento de culpabilidad, de dolor y temor ante las heridas que podríamos haber provocado al prójimo o a nosotros mismos. Si bien aceptamos que dichos dolor y temor son unos elementos esenciales, sin embargo, no son la penitencia en sí, tampoco su más importante dimensión. Para entender mejor el profundo sentido de la palabra regresamos al origen griego μετανοία (metanoia) que significa “cambiar la mente”, es decir, no nadamás lamentar el pasado, sino un cambio esencial de nuestra visión hacia Dios, los demás y hacia nosotros mismos. Entonces, como dice Hermas el pastor (siglo II), la penitencia es una “acción de gran sabiduría” y no necesariamente una crisis emocional […]

[…] Arrepentirse no significa que miremos abajo hacia nuestros defectos, sino arriba hacia el amor de Dios; no atrás con todo el reproche, sino adelante con confianza; en la penitencia no observamos lo que no pudimos cumplir, sino lo que podremos realizar por la Gracia de Cristo […]

[…] Nada puede expresar mejor lo que es la penitencia, que la temporada en que la Gran Cuaresma cae; pues no ha sido plantada en el otoño, ni en tiempo de neblina en medio de hojas caídas, ni en el invierno cuando muere la tierra y se congela, sino en la primavera, en la cual la escarcha termina ya, el día es más largo y la naturaleza se abre a la vida. Por eso, en las vísperas del miércoles anterior a la Cuaresma, la Iglesia canta: “se está iniciando la primavera de la Cuaresma y con ella se abre la flor de la penitencia; purifiquémonos pues, oh hermanos, de los pecados, y cantemos al Dador de la Luz: ¡Oh Amante de la humanidad, gloria a Ti!” El tiempo de la Cuaresma es, entonces, de alegría y no de tristeza: el ayuno es una primavera espiritual, la penitencia, una flor abierta, y Cristo se nos manifiesta en la Cuaresma como el “Dador de Luz”. Por todo ello, el dolor que sentimos en este ciclo cuaresmal es “tristeza que provoca alegría” como bien dice san Juan Clímaco.

(Fragmentos del  artículo de su Excelencia, obispo Kalistos Ware, sobre el camino a la Penitencia.)

Sobre la memoria del Juicio Final

No pensemos, hermanos, que lo que actuamos termina con esta presente vida; tengamos fe en que el juicio es una realidad y que cada persona se juzgará según sus obras.

¡Los justos, que soportan muchas tribulaciones y pruebas, mueren sin ningún premio, y en cambio otros, que su vida rebosa con la corrupción, agrediendo al prójimo, ofendiendo a viudas y huérfanos, exagerando en la riqueza, lujo y adorno, pasan sin ninguna molestia!

Pero al terminar su vida, mientras los primeros logran el premio por su virtud, a los últimos les toca la retribución de su corrupción. Pues, Dios existe y es el Justo que juzgará a cada quien según merezca.

San Juan Crisóstomo

Boletín del 31/01/2010

Domingo del “Hijo pródigo”

 

domingo del hijo prodigo

La riqueza de la gracia que me has dado, oh Salvador,
la he derrochado vanamente, yo miserable, en mi pésima partida.
Pues, viviendo en el despilfarro con los demonios, la dilapidé en la malicia.
Por eso a Ti regreso, oh Padre compasivo:
acéptame como al hijo pródigo y sálvame. 

Exapostelario

Tropario de Resurrección

Tono 1

Cuando la piedra fue sellada por los judíos
y tu purísimo cuerpo fue custodiado por los guardias,
resucitaste al tercer día, oh Salvador,
concediendo al mundo la vida.
Por lo tanto, los poderes celestiales clamaron a Ti, oh Dador de Vida:
Gloria a tu Resurrección, oh Cristo,
gloria a tu Reino,
gloria a tu plan de salvación,
oh único Amante de la humanidad.

Condaquio de la Presentación del Señor  en el Templo

Tono 1

Por Tu nacimiento, oh Cristo Dios,
santificaste las entrañas de la Virgen,
las manos de Simeón bendijiste debidamente
y a nosotros, hoy, nos rescataste y salvaste. 
Protege a Tus fieles con la paz en las guerras
y ayuda a aquellos que amas,
porque Tú eres el único Amante de la humanidad.

Primera Carta del Apóstol San Pablo a los corintios (6:12-20)

Hermanos: Todo me es lícito, mas no todo me conviene. Todo me es lícito, mas no me dejaré dominar por nada. La comida para el vientre y el vientre para la comida, mas Dios destruirá aquél y ésta. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder.

¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no saben que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con Él.

¡Huyan de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo.

¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes y han recibido de Dios, y que no se pertenecen, pues han sido comprados? Glorifiquen, por tanto, a Dios en su cuerpo y en su espíritu que pertenecen a Dios.

Evangelio según San Lucas (15:11-32)

Dijo el Señor esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y volviendo en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.”

Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: “Padre pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta.

Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; llamó a uno de los criados y le preguntó qué era aquello. Él le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.” Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le suplicaba. Pero él replicó: “Hace tantos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!” Pero él le dijo: “Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”.»

Ejemplo de penitencia

«Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.»

¡Cómo se parece la mentalidad del hijo menor a la nuestra! Pues, ¡cuántas veces nos expresamos rebeldemente –«Es mi vida, la paso a mi modo; haré lo que yo quiera y cuando quiera», etc.– y rechazamos ser obedientes en cualquier cosa como si la obediencia limitara y lastimara nuestro ser! También, respecto a la ética y la doctrina cristianas, a menudo se escuchan objeciones insubordinadas: «Y, ¿quiénes son los Santos Padres para que me expliquen la Biblia? Yo también tengo el Espíritu Santo que me enseña directamente.» Es la «libertad» que el joven de la parábola pide y que Dios nunca se niega a dar: porque el amor paterno es incapaz de forzarnos y de impedirnos la partida a un «país lejano»; se queda siempre a la espera de nuestra permanencia y regreso a la sombra del cuidado paterno.

La Iglesia, estando a los umbrales de  la Cuaresma, nos plantea esta parábola como un ejemplo de arrepentimiento de tal rebeldía. Pues el arrepentimiento no consiste en contar pocas o muchas faltas que se han cometido –aunque éste es un ejercicio necesario en nuestra vida espiritual– sino en cambiar el criterio o la filosofía de vivir, y obtener lo que san Pablo denomina «el pensamiento de Cristo» (1Cor 2:16). De hecho, la palabra griega «μετανοία» Metania –traducida como arrepentimiento o penitencia– significa literalmente cambiar la mente y la vida.

Este cambio lo podemos observar, en la parábola del Hijo Pródigo, en la transformación de la filosofía de quien «se marchó a un país lejano» en una actitud penitencial: «me levantaré, iré a mi padre».

«Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió…» Pues aunque el hijo se marchó, estaba «todavía lejos»: el encuentro se hizo porque el padre «corrió»; si el arrepentimiento es algo que comienza con una reacción nuestra «volviendo en sí mismo», no obstante es una Gracia de Dios, un rayo de luz que penetra en nuestro corazón deleitándolo con gozo infinito, siempre y cuando lo busquemos.

Los tres Santos Jerarcas (30 de enero)

La historia de esta fiesta se remonta a los tiempos del Emperador Alexio I Comnino (1081-1118) en Constantinopla. En aquel tiempo se manifestó en los medios eclesiásticos una disputa entre los teólogos de la ciudad sobre los santos Padres Basilio Magno, Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo, respecto a quién de los tres santos  era el más sobresaliente.

El primer grupo optó por san Basilio ya que, para ellos, él era el mejor entre los oradores, superior en palabra y obra, un hombre que por poco alcanzaba a los ángeles, moderado, no perdonaba la negligencia, y ajeno a todo lo terreno; organizador del monaquismo y columna de la Iglesia en su lucha ante la herejía de Arrio; pastor ideal y asceta diligente.

El segundo grupo elevó la posición de San Crisóstomo considerando que él era el mas cariñoso, por su comprensión de la debilidad de la naturaleza humana; con sus homilías inspiradas por Dios dirigió a la grey hacia el arrepentimiento; explicó la palabra divina aplicándola hábilmente a la vida cotidiana como ninguno de los otros dos Santos; además su nombre da testimonio de su habilidad retórica y teológica “boca de oro”.

El tercer grupo engrandeció a San Gregorio el Teólogo por la profundidad y la pureza de sus palabras; él obtuvo la sabiduría y la retórica de los griegos bautizándolas y dirigiéndolas a la contemplación de Dios; así ninguno expresó el dogma de la Santísima Trinidad tal como él lo hizo.

Esta diferencia no se excluyó a los maestros e intelectuales sino que se divulgó entre el pueblo: éste era basilista, aquél juanista y el otro gregorianista, y día tras día la discusión se agrandaba. Pero los Santos no permitirían esta discordia. En un sueño, los tres santos se le aparecieron al obispo Juan Morobo y le dijeron: “Como ves: somos iguales ante Dios; ni división ni contradicción. Cada uno de nosotros aprendió, en su tiempo, del Espíritu Santo, y escribió y habló lo que convenía por la salvación de los hombres. Entre nosotros no hay ni primero ni segundo; si citas a uno, los otros estarán de acuerdo con él. Así que ordena a los que están exagerando en la discusión detener las deferencias entre sí; como estábamos en la vida terranal así seguimos después de la muerte, interesados en realizar la paz y la armonía en toda la Iglesia. Por eso celébrennos en un día común… y enseña a los fieles que nsotros somos iguales ante Dios.” Al decirlo, los tres padres se pusieron a subir al cielo brillando con una luz inefable y llamándose el uno al otro por su propio nombre.

Inmediatamente, el obispo Juan reunió a los que discutían para detener la deferencia, y fijó a los tres Santos, como se lo habían pedido, el  30 de enero como día del recuerdo común, día antes del cual habremos celebrado a los tres individualmente (1enero, a San Basilio; 25 enero, a San Gregorio; y 27, a San Crisóstomo).

Dios no permitió que la santidad de los tres Jerarcas formara causa de división en la Iglesia. Pidamos que las intercesiones de los tres santos Jerarcas y Maestros del universo sean con nosotros. Amén.

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