Fotos de Semana Santa

Jueves Santo-Evangelios de la Pasión1

Fotos tomadas durante los Servicios del Jueves Santo y del Viernes Santo del 2010, en la Catedral Ortodoxa Antioquena de San Jorge, México D.F., Presididos por Su Eminencia, Monseñor Antonio Chedraoui.

Domingo de Ramos

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DSC05784El Domingo de Ramos se celebró la Divina Liturgia en la Catedral de San Jorge, presidida por su Eminencia Monseñor Antonio Chedraoui con la participación de todos los padres y de la amada feligresía; todos junto con los niños cantaron el tropario y celebraron la procesión solemnemente: “Nosotros como los niños llevamos los símbolos de la Victoria y del triumfo clamando: ¡Hosana en las lalturas! ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”.

Feliz Domingo del Ramos. SHANINE MBARKE.

Semana Santa

Cristo de la extrema obedienciaEs la semana de la profunda vigilia donde el alma anhela al Novio Jesús; “He aquí que el Novio viene a medianoche…” cantamos en los primeros días de la Semana. Viene y entra en la oscuridad de tu alma a fin de que ella pueda recibir la Luz Pascual.

Será conveniente que, además de los servicios, dediquemos tiempo, según se pueda, para leer en los Evangelios, para alimentar nuestra contrición, así que, ungidos el miércoles con el Santo Óleo “para la curación del cuerpo y del alma”, podamos participar en la Cena Mística del Jueves Santo (en la mañana). En la noche del mismo día y con las doce lecturas evangélicas que la Iglesia nos lee, penetramos en la Pasión de Cristo y nos suavizan el corazón las palabras del Señor sobre su voluntaria entrega, sobre la promesa del Paráclito, y sobre la Iglesia surgida de su Costado herido.

Programa de Semana Santa

Gran bendición nos otorga la participación de “las Horas Reales” de la mañana del Viernes: Salmos, profecías, lecturas evangélicas, epístolas y cantos que se refieren a la Pasión; comprendemos la Cruz como la fuerza de Dios y su sabiduría. Al terminar el Servicio ponemos el Epitafio (el icono del Entierro Divino) en medio de la Iglesia y lo veneramos, y regresamos en la tarde para alabar con los himnos fúnebres el misterio “¡Al Hades bajaste, y la muerte pisoteaste, con tu poder divino!”; y con la procesión del Epitafio contemplamos “la Providencia cumplida con la Muerte.”

El Sábado de la Gloria los catecúmenos recibían el Bautismo: muerte por el pecado y resurrección para una vida nueva en Cristo Jesús. En esta Liturgia, por ya no soportar más que el Señor permanezca en el sepulcro, le exclamamos: “Levántate, oh Señor, Juzga la tierra,” mientras el sacerdote arroja sobre los fieles el laurel anunciando que nuestro Salvador ha vencido y que, por su Cruz, ya somos vencedores.

La Semana no es santa por sí misma si no por consagrarla al Santo Acontecimiento; “venid, hermanos, acompañémoslo con conciencia pura, crucifiquémonos con Él por los deseos de la vida…” Para que, concluyéndose la Semana, podamos clamar desde el fondo del ser: “¡Cristo ha resucitado!”

Boletín del Domingo de Ramos

Domingo de Ramos

 Domingo de Ramos

“Hoy la Gracia del Espíritu Santo nos ha reunido.
Y todos, juntos, elevamos Tu Cruz diciendo:
“Hosanna en las Alturas,
Bendito Él que viene en el Nombre del Señor”.

Troparios de la Fiesta

Tono 1

Oh Cristo nuestro Dios:
cuando resucitaste a Lázaro de entre los muertos, antes de tu Pasión,
confirmaste la Resurrección universal.
Por lo tanto, nosotros, como los niños,
llevamos los símbolos de la victoria y del triunfo
clamando a Ti, oh Vencedor de la muerte:
«¡Hosanna en las alturas!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!»

Tono 4

Oh Cristo nuestro Dios:
a nosotros que fuimos sepultados contigo por medio del Bautismo,
por tu Resurrección nos hiciste dignos de la vida eterna;
por eso te alabamos diciendo:
«¡Hosanna en las alturas!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!»

Condaquio de la Fiesta

Tono 6

Oh Cristo Dios,
sentado en los cielos en el Trono
y en la tierra sobre un pollino:
acepta las alabanzas de los ángeles
y el cántico de los niños que exclaman:
«¡Bendito eres Tú, que vienes a renovar la vocación de Adán!»

Carta del Apóstol San PAblo a los filipenses  (4: 4-9)

Hermanos: Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito: ¡Estén alegres! Que su bondad sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo entendimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.

Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, en esto piensen. Todo cuanto han aprendido y recibido y oído y visto en mí, pónganlo por obra y el Dios de la paz estará con ustedes.

Evangelio según San Juan (12: 1-18)

En aquel tiempo, seis días antes de la Pascua,Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaba con Él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó de olor de perfume. Dijo Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa se llevaba lo que echaban en ella. Dijo Jesús: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendrán con ustedes, pero a Mí no siempre me tendrán.»

Gran número de judíos supo que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús.

Al día siguiente, al sentarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta, de que Jesús se dirigía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: «¡Hosanna!  ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, El Rey de Israel!» Jesús, habiendo encontrado un borriquillo, se montó en él, según está escrito: No temas hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un pollino de asna.

Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento; pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de que esto estaba escrito sobre Él, y que era lo que le habían hecho. La gente que estaba con Él cuando llamó a Lázaro de la tumba y lo resucitó de entre los muertos, daba testimonio. Por eso también salió la gente a su encuentro, porque había oído que Él había realizado aquella señal.

«¡Hosanna!» o «¡Crucifícalo!»

Un día, el pueblo exaltó con alabanzas a Cristo en su entrada a Jerusalén; pocos días después, lo crucificó.

Aquí exclaman: ¡Hosanna! (Sálvanos) ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!; allá gritan: ¡Crucifícalo!

Aquí es recibido como rey con ramos de olivo y palmas; allá es golpeado, azotado y herido con una lanza.

Aquí el pueblo tiende su ropa para que su asna pase sobre ella; allá le rasgan la túnica y le hacen cargar su cruz.

Aquí sale el pueblo a recibirlo y a entrar con Él a Jerusalén, allá lo saca de la Ciudad para crucificarlo.

Éste es un pueblo que vacila entre la admiración de la potestad del Señor y el menosprecio de la humildad de su Cruz. Nosotros, igualmente, solemos actuar y vivir en esta misma esquizofrenia: vacilamos entre la fe y la incredulidad, entre el amor y la tibieza. Unas veces nos presentamos como apóstoles suyos y otras nos negamos a la Gracia que brotó de su costado vivificador.

El Domingo de Ramos, como nuestra entrada a la Semana Santa, lanza un llamado a participar de la Pasión del Señor: «acompañémoslo con corazón purificado» (Maitines del Lunes Santo); es un día en el que aclamamos al Rey de la gloria que jamás nos ha ofrecido descanso u holgura sino lucha y sudor: «El Reino de los cielos se alcanza con esfuerzo, y son los esforzados los que lo arrebatan» (Mt 11:12).

Salgamos, entonces, de esta muchedumbre oscilante e incorporémonos al coro de María Magdalena, la que enjugó con su cabello (símbolo de su gloria) los pies del Señor y entregó todo lo que poseía para recibir a su vez la riqueza del Rey. Dura es la amonestación del Señor: «Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca» (Ap 3:16). Pero dulce es su llamamiento: «¡Entra en el gozo de tu Señor!», a todos los que han luchado con firmeza –cada quien según su fuerza y posibilidades– en la batalla de la Cuaresma, y que hoy llegan a levantar los ramos de la virtud y a exclamar con los niños de Jerusalén: «¡Bendito eres Tú que has venido en el Nombre del Señor!» Amén. 

Semana Santa

Es la semana de la profunda vigilia donde el alma anhela al Novio Jesús; “He aquí que el Novio viene a medianoche…” cantamos en los primeros días de la Semana. Viene y entra en la oscuridad de tu alma a fin de que ella pueda recibir la Luz Pascual.

Será conveniente que, además de los servicios, dediquemos tiempo, según se pueda, para leer en los Evangelios, para alimentar nuestra contrición, así que, ungidos el miércoles con el Santo Óleo “para la curación del cuerpo y del alma”, podamos participar en la Cena Mística del Jueves Santo (en la mañana). En la noche del mismo día y con las doce lecturas evangélicas que la Iglesia nos lee, penetramos en la Pasión de Cristo y nos suavizan el corazón las palabras del Señor sobre su voluntaria entrega, sobre la promesa del Paráclito, y sobre la Iglesia surgida de su Costado herido.

Gran bendición nos otorga la participación de “las Horas Reales” de la mañana del Viernes: Salmos, profecías, lecturas evangélicas, epístolas y cantos que se refieren a la Pasión; comprendemos la Cruz como la fuerza de Dios y su sabiduría. Al terminar el Servicio ponemos el Epitafio (el icono del Entierro Divino) en medio de la Iglesia y lo veneramos, y regresamos en la tarde para alabar con los himnos fúnebres el misterio “¡Al Hades bajaste, la muerte pisoteaste con tu poder divino!”; y con la procesión del Epitafio contemplamos “la Providencia cumplida con la Muerte.”

El Sábado de la Gloria los catecúmenos recibían el Bautismo: muerte por el pecado y resurrección para una vida nueva en Cristo Jesús. En esta Liturgia, por ya no soportar más que el Señor permanezca en el sepulcro, le exclamamos: “Levántate, oh Señor, Juzga la tierra,” mientras el sacerdote arroja sobre los fieles el laurel anunciando que nuestro Salvador ha vencido y que, por su Cruz, ya somos vencedores.

 La Semana no es santa por sí misma si no por consagrarla al Santo Acontecimiento; “venid, hermanos, acompañémoslo con conciencia pura, crucifiquémonos con Él por los deseos de la vida…” Para que, concluyéndose la Semana, podamos clamar desde el fondo del ser: “¡Cristo ha resucitado!”

Himno de la resurrección de Lázaro

Escuchar
Regocíjate, Betania,  /   hacia ti hoy vino Dios,
Quien al muerto vivifica. /  ¡Cómo no, si la Vida es Él!
 
Marta Lo ha recibido  /   con lamentos y dolor:
«¡Ay de mí, Jesús amigo, /   me derriba un gran pesar!»
 
Exclamó: «¡Rabí, oh Cristo /  compasivo, ayúdame!
Al perder a mi hermano, /  se rompió mi corazón.»
 
«Cesa el llanto —Él le dijo—  /     y de lado  déjalo,
ten presente que el hermano /    a la vida va a volver.»
 
Se acercó, pues, al sepulcro   /    el Amigo Redentor
 y llamó al sepultado:  /    «¡Sal afuera, oh Lázaro!»
 
Marta y María, vengan  /   a mirar la gran acción:
Revivió hoy su hermano,  /    den las gracias a Jesús.
 
Ante Ti, Oh Dios de todo, /  nos postramos con fervor;
muertos somos del pecado, /  resurgimos en Ti, oh Jesús.

Fiesta J.O.M.

DSC05731El sábado 20 de marzo se organizó una fiesta para la J.O.M. (Juventud Ortodoxa Mexicana) en la casa del Sr. Alberto Saíd. Se reunieron más de 100 jóvenes en un ambiente alegre en el que todos los presentes expresaron su contento por el evento y su deseo de participar en las actividades próximas de la JOM.

El Padre Ignacio dijo unas palabras en las que agradeció a los que organizaron la fiesta y en especial a la familia Saíd que ofreció su casa; también animó a los jóvenes a mostrar iniciativa y dinamismo en su entorno y estar cerca, más y más, de su Iglesia y comunidad.

Boletín del 07/03/2010

3er. Domingo de  la Cuaresma

La Postración ante la vivificadora Cruz

 monje con cruz (limpia

Hoy, al ver puesta la preciosa Cruz de Cristo,
prosternémonos con fe y alegría y abracémosla con ansia,
implorando al Señor que fue crucificado sobre ella voluntariamente
para que nos haga dignos a to­dos de prosternarnos ante la preciosa Cruz
y de alcanzar el día de la Resurrección, li­bres de toda condenación.

 Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 6

Los poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro;
y los guardias quedaron como muertos;
María se plantó en el sepulcro buscando tu Cuerpo purísimo.
Sometiste al hades sin ser tentado por él;
y encontraste a la Virgen otorgándole la vida.
¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti!

Tropario de la Santa Cruz

Tono 1

Salva, oh Señor a Tu pueblo y bendice Tu heredad;
concede a los fieles la victoria sobre el enemigo,
y a los tuyos guarda por el poder de Tu Santa Cruz.

Condaquio de la Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡alégrate oh Novia y Virgen!

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (4: 14- 5: 6)

Hermanos: Teniendo tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos –Jesús, el Hijo de Dios– mantengamos firme la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de Gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar Gracia para una ayuda oportuna.

Porque todo Sumo Sacerdote tomado de entre los hombres está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; el cual puede sentir compasión hacia los que andan en la ignorancia y en el extravío, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por sus propios pecados igual que por los del pueblo.

Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdote, sino que la tuvo de quien le dijo: «Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.» Como también dice en otro lugar: «Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec.»

Evangelio según San Marcos (8: 34- 9: 1)

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gane el mundo entero y pierda su vida? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su vida? Porque quien se avergüence de Mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.» Les decía también: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

«Tome su cruz» y «sígame»

Nuestra Iglesia Ortodoxa dedicó el tercer domingo de la Cuaresma a la Postración ante la vivificadora Cruz. Los cantos del día son prolongación de los de la fiesta de la Exaltación de la santa Cruz (14 de septiembre), con la observación de que, en la presente ocasión, un énfasis especial se efectúa sobre la cruz personal de cada cristiano. Así que mientras en el 14 de septiembre la lectura evangélica es sobre la crucifixión del nuestro Señor, en el pasaje que leemos hoy, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»

 «Tome su cruz» no tiene sentido sin el «sígame». Pues todos –cristianos o no, comprometidos o no, queramos o no– nos enfrentamos con cruces que son parte de la naturaleza de esta vida corrupta: cansancio, enfermedades, muertes, etc., y la experiencia de perder a un ser querido es un ejemplo vivo de la cruz que todo hombre tiene en la vida. En este sentido la cruz es dolor y tristeza. Pero la cruz cristiana está acompañada con el imperativo «sígame»; ella ha de ser a la imagen y semejanza de la del Señor. Lo que implica dos particularidades:

Primera, Cristo, exento de todo pecado y culpa, fue crucificado por nosotros; y el amor del cristiano, a Dios y al prójimo, le hace asumir la cruz no por obligación sino por amor, no por realismo pasivo sino por iniciativa esperanzadora; sin esta comprensión, el sacrificio, la humildad y la propia negación se hubieran vuelto unos conceptos irrazonables, pero el ejemplo de Jesús los muestra como actitudes necesarias y congruentes con la vida del que «quiere venir en pos de Mí».

Y la segunda particularidad es que la Cruz de Cristo y su Resurrección forman dos caras de la misma moneda (la portada del Evangelio litúrgico que se coloca sobre el altar en el templo ortodoxo tiene de cada lado uno de estos dos iconos). Cruz sin resurrección es muerte; dolor sin esperanza es blasfemia; arrepentimiento sin frutos es melancolía; ayuno sin sed de Dios es una mera dieta. La alegría, entonces, es un elemento básico en nuestra postración ante la preciosa Cruz: «Cantemos jubilosos y engrandezcamos con alabanzas la preciosa Cruz…», dice un canto de los Maitines. En la lectura evangélica, la vocación del discípulo «tome su cruz y sígame» está acompañada con la alegría del objeto esperado: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

El fiel, cruzando el desierto de la Cuaresma, lleno de tentaciones y dificultades, se cansa, se aburre y quizás pierde el sentido; entonces, los Padres de la Iglesia plantan en medio de los días cuaresmales la Cruz, el Madero vivificador, reafirmándonos en el camino de la lucha. Unos peregrinos atraviesan un camino escabroso; al cansarse se sientan abajo de un árbol frondoso, para descansar y, fortalecidos, completar lo que les falta.

Abrasémosla con fe: «Ante tu Cruz, oh Señor, nos prosternamos; y tu santa Resurrección glorificamos. »

¿Cómo nos persignamos?

En la Iglesia Ortodoxa nos persignamos de la siguiente manera: juntamos los dedos pulgar, índice y medio de la mano derecha, lo que indica nuestra fe en un sólo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Doblamos el meñique y el anular hasta que toquen la palma de la mano, expresando con ello nuestra fe en que Cristo es Dios y hombre a la vez; tiene las dos naturalezas divina y humana.

Tocamos primero nuestra frente, luego el estomaga, después el hombro derecho y, por último, el hombro izquierdo, rogando que nuestra mente, cuerpo y corazón sean santificados y agradables a Dios.

La Cruz en el Nuevo Testamento

Por Cristo, la cruz pasó de ser un instrumento de muerte vergonzosa a símbolo de la victoria de nuestro Señor sobre la muerte: la señal de nuestra Salvación. Para aquellos desorientados que nos acusan de honrar «el arma que mató al Maestro», les aconsejamos que, con obediencia y lealtad, lean bien la fuente de nuestra fe, pues la Tradición de la Iglesia es un anciano sabio que renueva siempre su juventud alimentándose por la Verdad evangélica que es «ayer como hoy y para siempre.» (Heb 13: 8).

Que lean a san Pablo cuando dice:

«¡Dios me libre gloriarme si no es en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!» (Gal 6: 14)

«La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salven –para nosotros– es fuerza de Dios.» (1Cor 1: 18).

«Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles.» (1Cor 1: 23).

El mismo Señor advierte: «El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.» (Mt10: 38).

Tengamos confianza en nuestra auténtica fe: nosotros, que veneramos la Cruz de Cristo debidamente, seguimos los pasos de san Pablo y de los Santos de Dios que son los verdaderos testigos del Señor, que sellaron su testimonio no con falsedades e histerias sino con su sangre, imitando al Maestro: el verdadero Dios.

Aviso:

El Jueves 11 de marzo inicia el nuevo taller de S.O.F.I.A. “Seminario Ortodoxo de Formación para IberoAmérica” (institución virtual que las Arquidiócesis Ortodoxas en Latinoamérica  del Patriarcado de Antioquía lanzaron el año pasado). El taller presente tratará de una “Introducción a la Vida Espiritual de la Iglesia Ortodoxa” durante 12 clases, que serán impartidas en vivo vía Internet los jueves a las 17:30 (D.F.); el acceso a las clases necesita nada más conexión a Internet; las grabaciones de las mismas estarán a  disposición de los inscritos.

para más información comuníquese a la dirección: sofia@iglesiaortodoxa.org.mx

Nuevo taller de S.O.F.I.A.

Introducción a la Vida Espiritual de la Iglesia Ortodoxa

LOGO GIF“No hay dudas que la particular vida espiritual de la Iglesia Ortodoxa es lo que la distingue de toda otra confesión cristiana. Por eso es que el segundo curso que desarrollaremos en SOFIA es precisamente una introducción a los conceptos fundamentales que alimentan la viva tradición espiritual oriental y cristiana.

¿Qué es la oración de Jesús o tambien llamada “Oración del corazón”? ¿Qué es la vida monástica? ¿Qué es un Padre espiritual? ¿Los dogmas pueden ser considerados bases de la vida espiritual? Estas son algunas de las preguntas que intentaremos descifrar en este nuevo curso.

En una primera etapa analizaremos los distintos conceptos que hacen a la espiritualidad cristiana en general para poder después ingresar a las particularidades propias de nuestra Iglesia Ortodoxa.

El curso consta de 12 lecciones, una presentación y una evaluación final. Los alumnos deberán presentar dos trabajaos prácticos, uno a mediados del curso y otro al finalizar el mismo además de tener un 80 % de presencias en clases o haberlas presenciado y dar cuentas de ello.

Todo el material de estudio estará siempre situado dentro del contexto de la Tradición de la Iglesia Ortodoxa y sobre todo estudiaremos el rol que todas estas prácticas espirituales desempeñan en la liturgia y la vida del creyente ortodoxo.”

El curso será impartido por los Reverendos Padre Victor Villafañe y Diácono Gabriel Coronel, los días Jueves a las 17:30 (Honduras), 17:30 (México D.F.), 19: 00 (Venezuela), 19:30 (Santiago, Chile), 20:30 Buenos Aires, Argentina.

Para inscripción, comuníquese a la dirección electrónica  sofia@iglesiaortodoxa.org.mx 

Si usted participará por vez primera en las clases de S.O.F.I.A, avísenos para enviarle la guía de acceso.

Su participación nos dará mucha alegría
Administración de S.O.F.I.A.

Boletín del 28/02/2010

Domingo de San Gregorio Palamás

domingo se san Gregorio palamas

¡Alégrate, oh orgullo de los Padres, boca de los teólogos,
morada de paz interior, casa de sabiduría,
cumbre de los maestros y profundidad de la palabra!
¡Alégrate, instrumento de obra,
cima de contemplación, y sanador de las enfermedades!
¡Alégrate, oh padre Gregorio,
que has sido arca del Espíritu en tu vida y después de la muerte!
Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 5

Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte,
y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Tropario de San Gregorio Palamás

Tono 8

¡Oh Astro de la Ortodoxia, fir­meza de la Iglesia y maestro;
hermo­sura de los ascetas, irrefutable campeón de los teólogos,
Gregorio el mila­groso, orgu­llo de Tesalónica y predicador de la Gracia:
 intercede por la salvación de nuestras almas!

Condaquio de la Gran Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡alégrate oh Novia y Virgen!

 Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (1: 10– 2:3)

Las Santas Escrituras dicen del Hijo: «Tú, oh Señor, en el principio pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. Ellos perecerán, mas Tú permaneces; todos como un vestido envejecerán; como un manto los enrollarás y serán cambiados. Pero Tú eres el mismo y tus años no tendrán fin.» Y ¿a cuál de los ángeles dijo alguna vez: «Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies?» Es que, ¿no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?

Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos. Pues si la palabra promulgada por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza, y toda trasgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron.

Evangelio según San Marcos (2:1-12)

En aquel tiempo, Jesús entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra. Y le vinieron a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: «¿Por qué piensan así en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dice al paralítico-: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.» Se levantó y, al instante, tomando la camilla salió a la vista de todos, de modo que todos quedaban asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

Contra el pecado

Cuando uno recuerda la terrible imagen del paralítico que es llevado ante el Señor como muerto, no es difícil advertir las desastrosas condiciones de vida que genera el pecado. Cualquiera en sus cinco sentidos rechazaría sin más la acción pecaminosa y se procuraría de inmediato, una vida menos disipada y, espiritualmente, más recta y justa. Extrañamente, no obstante, en lugar de romper con el pecado, lo adherimos a nosotros mismos y llegamos a concebirlo como formando parte de nuestra naturaleza. Esto es lo aceptamos y justificamos, lo vemos como normal y propio de nuestra vida y en general de la vida de las personas. Pero no es verdad tal cosa. El pecado es totalmente ajeno a nuestra naturaleza, es externo, nos viene de fuera de nosotros mismos. Voluntariamente, lo incorporamos a nuestro modo de vida seducidos por la imagen de placer y satisfacción sensorial con que se nos presenta. Por gracia de Dios, nuestra naturaleza fue hecha a imagen y semejanza del Creador de la vida y nada es más extraño a Dios que el pecado: el odio, la codicia, la envidia, la soberbia, en suma la maldad, destruyen la vida y exaltan la muerte, aniquilan la voluntad y la libertad haciendo de este mundo una tierra de lobos, de egoísmo rapaz, donde el hombre actúa contra sí mismo y contra el hombre.

Para alguien espiritualmente débil debido a sus fuertes ataduras a las cosas terrenales, la vida virtuosa  se le aparece como algo más allá de sus fuerzas, solo propia para los santos. Sin embargo, la dificultad para alcanzarla no radica en la naturaleza humana sino en la corrupción que hemos adquirido: Dios nos crea limpios de corazón, plenamente aptos para cumplir de manera natural y placentera la voluntad divina. Pero el pecado introduce en nuestro ser el desorden, la división, la rivalidad, destruye la armonía entre el alma y el cuerpo. Este último, cautivado y derrotado por la picardía del pecado somete, a su vez, al alma con sus desordenados y caprichosos deseos y bajas pasiones.

Es notable el gran esfuerzo que realiza la Iglesia, especialmente en el tiempo de la Gran Cuaresma, para despertar en nosotros el arrepentimiento. Los servicios litúrgicos, la más frecuente lectura del Antiguo Testamento, son medios de enseñanza que utiliza reiteradamente para que lleguemos a reconocer la peligrosidad del pecado y la necesidad interior de conversión y perdón. Pero entre muchos de nosotros hay dureza de corazón y resistencia a comprender las enseñanzas de Dios por nuestra ligadura con la maldad. La alegría de vivir, la felicidad verdadera, es imposible de alcanzar mediante el pecado. Sin la ayuda de Dios no estamos en condiciones de cambiar nuestra adquirida naturaleza pecadora.

Viendo la ruina a que hemos arribado en nuestra vida interior y exterior, llenos de insatisfacciones, frustraciones, malos pensamientos y deseos impuros, enfermedades, crisis nerviosas y ansiedades, paralizados y confundidos, imposibilitados de encontrar por nosotros mismos el camino, invoquemos la ayuda de Dios: ¡Señor ayúdame; ten piedad de mi que soy pecador! Amén.

San Gregorio Palamás  (1296-1359)

Creció en una familia cristiana piadosa, en un ambiente culto donde estudió la Retórica, pero desde pequeño anhelaba la vida monástica, así que, al llegar a la edad de 20 años, se marchó con su hermano hacia el monte Athos donde se dedicó a buscar la divina sabiduría con devoción, humildad y austeridad. Su nombre sobresalió entre los monjes, por tanto, unos años más, fue elegido abad  de un monasterio en Athos. Extrañando la vida de la soledad, no pudo quedarse en su posición más que un año, así que regresó a su ermita.

Desde su celda el monje Gregorio se enfrentó con una persona, llamada Barlaam, griego-italiano culto que estaba enamorado de la filosofía antigua griega, a tal grado que elevaba a los filósofos a la postura de los apóstoles en el conocimiento de Dios. Afectado por el dualismo de la filosofía griega, Barlaam despreció el cuerpo como obstáculo para el alma. San Gregorio le contestó con la experiencia de la Iglesia “vuestros cuerpos son santuarios del Espíritu Santo”, lo que piden los cristianos no es liberarse del cuerpo, sino de los deseos y pasiones carnales.

Gregorio y Barlaam intercambiaron escritos ofensivos durante tres años, hasta que se reunió el concilio (1341) en Constantinopla, donde se confirmó la recta fe de Gregorio y se condenó la enseñanza de Barlaam. 

Gregorio fue elegido metropolita de Tesalónica donde permaneció 12 años durante los que predicó con la palabra de Dios, educó las almas y conservó la recta fe, ni siquiera su enfermedad que concluiría con su muerte, sería un obstáculo serio en su ardua labor. En el transcurso de los últimos días de su vida, exclamaba con frecuencia, “lo celestial es para los celestiales” como si estuviera viendo abiertos los cielos. Su muerte era el bienaventurado final de una vida milagrosa en este mundo, e inicio de una eterna, cerca del divino trono.

Su lucha por la ortodoxia era conocida para todos sus contemporáneos, así como su santidad,  sus milagros durante la vida y después de muerte. Todo esto provocó el unánime reconocimiento del pueblo a su santidad la cual fue anunciada no más de 10 años después de su muerte, y determinándose el día de su recuerdo en el segundo domingo de la Cuaresma.

Retiro cuaresmal en el V Decanato

Saludos finales 3El día 25 de marzo el Rev. Archimandrita Ignacio Samaán fue invitado a dirigir un retiro en el V Decanato de la V Vicaría de la Iglesia Católico Romana con la presencia del Su Exelencia, Moseñor Fransisco Clavel, Obispo Auxiliar de la V Vicaría San Pedro Apóstol y del Rev. Padre Xavier Paredes.

El retiro empezó con el Oficio de Paráclesis, alabanzas a la Madre de Dios. Luego P. Ignacio impartió dos reflexiones obre:

  1. La renovación de la vocación sacerdotal
  2. La Cuaresma y el ayuno

Al final Moseñor Fransisco expresó su satisfacción por el evento y enfatiszó la herencia común que ambas Iglesia Ortodoxa y Católico Romana comparten tal como es la veneración de la Madre de Dios “lo que quedó manifiesto en las alabanzas que escuchamos en en la Paráclesis”; también dio las gracias al padre Ignacio por haber compartido la visión muy respetada de la Iglesia Ortodoxa sobre estos dos temas muy importantes en la vida del Cristiano y sobre todo, del clérigo. De la misma manera P. Ignacio agradeció a Su Exelencia y a los que organizaron el retiro por la atenta invitación.

Boletín del 21/02/2010

Domingo de la Ortodoxia

La Restauración de los Santos Iconos

domingo de la ortodoxia (colores)

“Ahora las lanzas de la herejía adversaria han sido aniquiladas
y su memoria, desaparecida como el eco;
pues contemplando tu templo, oh Purísima,
adornado con esplendor por los venerables iconos,
todos nos llenamos de júbilo.”

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 4

Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel el alegre anuncio de la Resurrección,
la sentencia ancestral rechazaron
y se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo:
¡Fue aprisionada la muerte,
resucitó Cristo Dios
y concedió al mundo la gran misericordia!

Tropario del Domingo

Tono 2

Nos prosternamos ante tu purísima imagen, oh Bondadoso,
suplicándote el perdón de nuestras faltas, oh Cristo Dios,
porque, por tu propia voluntad, aceptaste ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
para rescatar de la esclavitud del adversario a los que Tú creaste.
Por lo tanto, agradecidos, exclamamos:
«Has llenado todo de alegría, oh Salvador,
al venir a salvar al mundo.»

Condaquio de la Gran Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡Alégrate oh Novia y Virgen!

 

 

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (11: 24-26 , 32-40)

Hermanos: Por la fe, Moisés, ya adulto, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar el efímero goce del pecado, estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo, porque tenía los ojos puestos en la recompensa.

Y, ¿a qué continuar? Pues me faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; las mujeres recobraron resucitados a sus muertos. Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de ovejas y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados, ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra. Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron la promesa. Dios tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección.

 

Evangelio según San Juan   (1: 43-51)

En aquel tiempo, Jesús determinó encaminarse a Galilea, y en el camino encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme.» Era Felipe de Betsaida, patria de Andrés y de Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: «Hemos encontrado a Aquél de quien escribió Moisés en la Ley y anunciaron los profetas: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.» Le respondió Natanael: «¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?» Le dijo Felipe: «Ven y verás.» Vio Jesús venir hacia sí a Natanael, y dijo de él: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.» Le dijo Natanael: «¿De dónde me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Al oír esto Natanael, le dijo: « Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel.» Le replicó Jesús: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás.» Y le añadió: «En verdad, en verdad les digo: verán abierto el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sirviendo al Hijo del hombre.»

El llamamiento de Dios

En los primero versículos del Evangelio de hoy, leemos que Cristo, al encontrarse con Felipe, le dijo “sígueme”. Este llamamiento que Cristo hace a Felipe, es la clave de las relaciones entre Dios y el hombre. Ningún hombre, por sus propias fuerzas o méritos, ya sea por su intelecto o sus meditaciones puede elevarse a Dios; es necesaria la revelación de Dios a la humanidad para que por medio de ésta y la gracia del supremo hacedor el hombre conozca a su Creador. Cierto es que han existido hombres como Sócrates, el filósofo griego, que han vislumbrado la existencia de un Ser Supremo, independiente al panteón de ídolos de su cultura. En nuestra patria también hubo un hombre justo y virtuoso que la historia le conoce como el rey poeta: se trata del rey Nezahualcóyotl, este rey también habló de un Ser Espiritual (Ipalnemohuani, “Aquél por quién vivimos”) diferente a los ídolos aztecas; pero estos pensadores solo han detectado la existencia de un Ser Supremo, sin poder profundizar más, y no lo pudieron hacer, porque les faltó la revelación de Dios.

Dios no necesita que alguien le dé testimonio del hombre; porque Él le conoce, y El Señor siempre ha buscado a la humanidad, aún desde la época de Adán (Gn 3:8-10). Pero como Adán, muchos se han ocultado al llamamiento del Altísimo, como consecuencia de su pecado. Sin embargo, nuestro Dios como un Padre amoroso, va tras de su imagen perdida y nos llama constantemente. Dios se reveló y llamó a Abraham, llamó a Samuel, llamó a Pablo, y no tenemos espacio para mencionar a muchos personajes. Nuestro Divino Redentor no únicamente llama a Felipe, también llamó al resto de sus apóstoles: pues les dice claramente en otra ocasión: “no me habéis elegido a mi, yo os elegí a vosotros” (Jn 15:16). En el caso de Natanael, es otra forma de llamamiento. Al decirle el Salvador que en él (Natanael) no hay engaño, y que lo vio debajo de la higuera antes que Felipe lo llamara, Cristo toca las fibras más íntimas de su ser y su fe para ingresarlo a sus filas.

Sin embargo no olvidemos que en todo llamamiento que el Señor nos hace, Él nunca violenta nuestra voluntad, pues habiéndonos creado con la capacidad de elegir, Dios siempre respeta la elección del hombre, si éste acepta o rechaza el llamamiento. En el hermoso y profundo sermón que Cristo dice sobre el pan de vida, cuando concluye, los judíos dicen: “Dura es esta palabra, ¿quién la puede oír?, y desde entonces muchos retrocedieron, entonces Cristo dice a los que quedaron: ¿vosotros también queréis iros?” (Jn 6:60-67). El Divino Redentor está dispuesto a perder aun a los que quedaron, pero no obliga a nadie a seguirle, porque Dios reina sobre un mundo de hombres libres, no de esclavos. De diversas maneras Dios nos llama, y no solamente para un servicio como al apóstol San Pablo, sino para ofrecernos la vida eterna a su lado, y para esto nos santifica y nos perfecciona, como dice San Nectario, Obispo de Pentápolis, “aceptemos el llamamiento para crecer en gracia y santidad.” “Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación”. (1 Tes 4:3)

La Restauración de los Santos Iconos

El 1er domingo de la Cuaresma, llamado el domingo de la ortodoxia, recordamos el triunfo de la recta fe cuando, en el año 843, la emperatriz Teodora salió con los fieles en una procesión levantando de nuevo los iconos en su postura de veneración después de una guerra tensa cuya objeto era destruir todos los iconos y prohibir que los fieles los usaran en su piedad.

Aunque los iconoclastas eran apoyados por los emperadores, no obstante los fieles, clero y pueblo, monjes y casados, conservaron la veneración a los iconos como un tesoro precioso, defendiéndolos, algunos con palabras y explicaciones, y otros, con  su sangre y vida.

Así los fieles, en el primer domingo de la Cuaresma del año 843 elevaron los iconos anunciando la fe ortodoxa, determinada por el Concilio Séptimo (787): no adoramos al icono, sino lo veneramos, y nuestra veneración y respeto se refiere a quien representa, al Señor, a  la Virgen o a los santos. Pues, por el icono nuestros ojos comprenden y alientan con su presencia la profundidad del alma que ora.

Si alguien nos pregunta que cómo sobrepasamos el orden del segundo mandamiento del Antiguo Testamento que prohíbe presentar imágenes de Dios, contestémosle con las palabras de san Juan Damasceno:

“Esta prohibición no pertenece a la Iglesia del Nuevo Testamento, ya que Dios ha asumido la naturaleza humana y ha vivido en la tierra como hombre […] Ya que el Invisible se hizo visible por su encarnación, pueden pintar a quien se ha visto: pueden pintar a mi Salvador, su Nacimiento, Pasión, Crucifixión, Resurrección […] exprésenlo todo con colores como lo han expresado con palabras, no tengan miedo, yo sé la diferencia entre los ídolos y los iconos.”

 Así pues, al oponerse a presentar al Señor en iconos, se rechaza la realidad de su Encarnación.

Que queramos a los no ortodoxos no significa que compartamos sus desviaciones; soy ortodoxo, entonces me incorporo, con mis hermanos en la fe, cada domingo en la iglesia donde creceré en Gracia y fe y al encontrarme con el rostro del Señor, diré a los que están afuera lo que Felipe ha dicho a Natanael en el Evangelio de hoy: “ven y verás.”

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