Santo mártir Sebastián de Roma y compañeros mártires
18 de Diciembre
Este glorioso mártir de Cristo nació en Italia, y se crio en la ciudad de Milán. Fue destinado en su juventud a ser soldado, y como varón educado, bien parecido y valiente, ganó la simpatía del emperador Diocleciano. Este lo hizo capitán de la guardia imperial. Confesaba secretamente la fe cristiana, y oraba al Dios vivo. Siempre que le era posible salvaba a los cristianos de la tortura y la muerte, y cuando esto no era posible, los fortalecía para morir por Cristo, el Dios viviente, sin mirar atrás. Dos hermanos, Marcos y Marcelino, que estaban en la prisión por Cristo, pero a punto de negarle y adorar ídolos, fueron confirmados en la fe y fortalecidos en su martirio por Sebastián. Mientras hablaba con ellos, exhortándoles a no temer el morir por Cristo, su rostro resplandecía como el de un ángel de Dios. Sebastián probaba sus palabras con milagros: sanó a Zoé, esposa del carcelero Nicóstrato, que había estado muda por seis años, y trajo al bautismo a Nicóstrato junto a toda su casa; sanó a los dos hijos del comandante Claudio, y también lo trajo al bautismo junto a toda su casa; sanó a Tranquiliano, padre de Marcos y Marcelino, de gota y dolores en sus piernas que le habían atormentado por once años, y lo trajo al bautismo junto a toda su casa; y sanó al eparca romano Cromacio de la misma enfermedad y lo trajo al bautismo junto a su hijo Tiburcio. De todos estos santos, que más adelante confesarían con su vida su fe en Cristo con diversos sufrimientos, Zoé fue la primera en sufrir por Cristo, siendo aprehendida mientras oraba junto a la tumba del apóstol Pedro. Después de ser torturada, fue arrojada al río Tíber.
Entonces Sebastián fue llevado ante el emperador Diocleciano. El Emperador le reprendió por su traición, pero Sebastián dijo: «Siempre oro a mi Cristo por tu salud, y por la paz del Imperio romano». El Emperador ordenó que fuese desnudado y que le dispararan flechas. Los soldados entonces le dispararon flechas, hasta que todo el cuerpo del mártir estaba tan cubierto de flechas que no podía verse bajo ellas. Cuando pensaron que había muerto, Sebastián mostró estar vivo y todas sus heridas fueron sanadas. Los paganos le golpearon con duelas hasta matarle. Sufrió gloriosamente por Cristo, su Señor, y entró al Reino celestial en el 287, siendo Cayo obispo de Roma.
Tropario, tono 4
Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibieron de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.