San Juan de Kronstadt el Milagroso

19 de Octubre

Padre Juan, Taumaturgo de Kronstadt, nació el 19 de octubre de 1829, en el pueblo de Sur, en la provincia de Archangelsk (localizado al norte de Rusia), procedía de la familia de un pobre lector de iglesia rural, Elías Sergieff y su esposa Teodora. Se le puso el nombre de Juan en honor a San Juan de Ryla, puesto que nació el día en que se celebraba la festividad del santo.

Desde su infancia, su padre constantemente lo llevó a la iglesia, fomentando en él un especial amor por los Oficios Divinos.

Viviendo en circunstancias de extrema pobreza, el joven conoció la triste experiencia de la privación, aflicción, lágrimas y sufrimientos. Esto lo hizo serio, pensativo y reservado, además se desarrolló en él una gran simpatía y un compasivo amor por los pobres. Habiendo ingresado a la Academia, el joven estudiante no dejó a su madre en el desamparo; luego de salvar algunas dificultades, encontró un trabajo de oficina en la administración de la Academia y enviaba todas sus escasas ganancias a su madre. En 1855, cuando Juan terminó sus estudios en la Academia, recibió un ofrecimiento de matrimonio con la hija (de nombre Elizabet) del arcipreste de la Catedral de San Andrés de Kronstadt, C. Nesvitsky; también se le ofreció el puesto de sacerdote en la Catedral. El 12 de diciembre de 1855, fue ordenado sacerdote. El resto de la vida del Padre Juan y su actividad pastoral se centró en Kronstadt, de modo que muchos olvidaron su apellido “Sergieff” y lo llamaron “de Kronstadt”; incluso él mismo a menudo firmaba su nombre de este modo.

El matrimonio del padre Juan, que es el estado usualmente exigido por la Iglesia Ortodoxa respecto de los sacerdotes que sirven en el mundo, fue simulado, pero necesario como pantalla para sus abnegadas labores pastorales. De hecho, él y su esposa vivieron como hermano y hermana. “Lisa, hay muchas familias felices, aun sin nosotros. “Adelante, tú y yo, dediquémonos al servicio de Dios” – así le habló a su esposa el primer día de su vida de casado y hasta el fin de sus días permanecieron puros y vírgenes.

Aunque el Padre Juan una vez dijo que no llevaba una vida ascética, su maravilloso diario “Mi vida en Cristo,” testifica claramente su lucha ascética con los pensamientos pecaminosos, esta “lucha invisible” que los ancianos y grandes padres ascéticos aconsejan a los verdaderos cristianos. Naturalmente se exigió a sí mismo un ayuno estricto, tanto en cuerpo como en espíritu y se impuso como norma la celebración diaria de la Liturgia Divina.

Comenzó a ir a sus miserables hogares todos los días, charlaba con ellos, los consolaba, cuidaba a los enfermos y los ayudaba materialmente, distribuyendo todo lo que tenía, retornando con frecuencia a su hogar sin ropa e incluso sin sus botas. Estos “vagabundos” de Kronstadt, la escoria de la sociedad,” a quienes transformó en personas, restaurándoles la imagen humana que habían perdido, fueron los primeros en revelar la santidad del Padre Juan. Y esta “revelación” fue rápidamente percibida por todos los fieles rusos.

Tal inusual obra pastoral del joven sacerdote comenzó a generar una desfavorable crítica e incluso ataques en su contra desde todos lados. Pero pronto, se reveló en el Padre Juan el maravilloso don de obrar milagros por los cuales fue famoso a través de toda Rusia e incluso en el extranjero. Así, por las oraciones de San Juan, de hecho, una multitud de maravillosos milagros se llevaron a cabo e incluso ahora, largo tiempo después de su bendito descanso, continúan realizándose. Los enfermos más graves eran curados por las oraciones y quedaban en manos del Padre Juan, cuando la medicina había sido inútil. El padre Juan curó con el poder de sus oraciones no solamente a personas ortodoxas rusas, sino también a mahometanos, judíos y otros extranjeros que se dirigieron a él. Este gran don de obrar milagros fue naturalmente un regalo por el gran ascetismo espiritual del Padre Juan – sus labores en oración, ayunos y abnegados actos de amor por Dios y su prójimo.

Todos los días se levantaba a las 3 de la mañana para prepararse a ofrecer la Divina Liturgia. Aproximadamente a las 4, partía a los maitines en la catedral. Allí, se encontraba con multitudes de peregrinos que esperaban recibir, al menos, una bendición de él. Había también muchos mendigos a quienes el Padre Juan distribuía limosnas. Durante los maitines, el mismo Padre Juan leía el Canon (himnos a los santos), atribuyendo gran importancia a su lectura. La confesión tenía lugar antes del comienzo de la Liturgia. Por necesidad, el Padre Juan realizaba una confesión general, debido al inmenso número de personas que deseaban confesarse. Esta confesión general producía un tremendo impacto en todos los participantes y testigos oculares: muchos se confesaban en voz alta, gritando, sin vergüenza ni timidez, sus pecados. La Catedral de San Andrés, que tenía una capacidad para hasta 5.000 personas, siempre estaba llena y por esa razón la Comunión tomaba mucho tiempo y la Liturgia no terminaba antes del mediodía. Después del oficio, acompañado por miles de fieles, el Padre Juan dejaba la catedral y se iba a San Petersburgo a innumerables visitas a los enfermos. Rara vez regresaba a casa antes de la medianoche. Presumiblemente, en muchas noches no tuvo tiempo para dormir.

El pensamiento que sustentan todas las obras escritas del Padre Juan es la necesidad de la verdadera y ardiente fe en Dios y la necesidad de vivir según esa fe, en lucha incesante con las pasiones y placeres y la devoción a la Fe y a la Iglesia ortodoxa como el único medio de salvación.

En los últimos años de la vida del Padre Juan, una agonizante enfermedad física se agregó a la dura labor de servir a la humanidad – una enfermedad que soportó sumiso y pacientemente, sin quejarse nunca ante nadie. Resueltamente, rechazó las órdenes de los doctores que lo trataron – de mantener su fuerza con alimento, sin ayuno. Estas son sus palabras: “Agradezco a mi Señor por concederme el sufrimiento para la purificación de mi alma pecadora. La Sagrada Eucaristía vivifica.” Y recibió la Comunión todos los días, como en otro tiempo. El 10 de diciembre de 1908, habiendo reunido todas las fuerzas restantes que tenía, el padre Juan celebró la Liturgia Divina por última vez en la catedral de San Andrés en Kronstadt. El 20 de diciembre de 1908 a las 7:40 a.m. el Gran Hombre justo partió de este mundo para estar en presencia del Señor, habiendo pronosticado antes el día de su muerte. Diez mil personas tomaron parte y estuvieron presentes en el funeral del Padre Juan y aquellos que besaron la mano del difunto testifican que no se había vuelto fría ni rígida.

Su santa memoria también se celebra el 20 de diciembre fecha de su descanso en el Señor

Tropario, Tono 4

En Cristo vives eternamente, Oh Milagroso, apiádate con amor de los que están en peligro, oye a Tus hijos que claman con fe, sé compasivo con los que esperamos Tu ayuda, oh san Juan de Kronstadt, amadísimo Pastor nuestro.

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Padre Juan R. Méndez ()

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