Domingo de las Mirróforas
Mujeres, escuchen la voz de la alegría, que dice: “¡Pisoteando al Hades tirano, he levantado de la corrupción al mundo!” Apresúrense y avisen a mis amados la Buena Nueva, pues deseo que mi creación sea iluminada con la alegría emanada de donde antes surgía la tristeza. Exapostelario
Himnos de la liturgia
Tropario de la Resurrección
Tono 2
Cuando descendiste a la muerte, oh Vida Inmortal, mataste al Hades con el rayo de tu divinidad, y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra, todos los poderes Celestiales clamaron: ¡Oh Dador de vida, Cristo Dios, gloria a Ti!Tropario de las Mujeres Mirróforas
Tono 2
El virtuoso José, al bajar tu Purísimo Cuerpo del Madero, lo envolvió en un sudario limpio, lo embalsamó con aromas y lo colocó en un sepulcro nuevo; pero tú resucitaste al tercer día, oh Señor, otorgando al mundo la gran misericordia.Condaquio de Pascua
Tono 8
Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal, destruiste el poder del hades; y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios, dijiste a las mujeres Mirróforas: “¡Regocíjense!” y a tus discípulos otorgaste la paz, ¡Oh Tú que concedes a los caídos la resurrección!Lecturas Bíblicas
Hechos de los Apóstoles (6: 1-7)
En aquellos días: al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, busquen de entre ustedes a siete hombres, de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.» Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.
La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y muchos de los sacerdotes iban sometiéndose a la fe.
Evangelio según San Marcos (15: 43 – 16:8)
En aquel tiempo, vino José de Arimatea, miembro respetable del Sanedrín que esperaba también el Reino de Dios, y entró audazmente donde Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Se extraño Pilato de que hubiese muerto tan pronto, e hizo llamar al centurión; le preguntó si había muerto hacía tiempo. Enterado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien compró una sábana, bajó a Jesús de la cruz, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca, e hizo rodar una gran piedra contra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, madre de José, observaban dónde quedaba puesto. Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé, compraron aromas para ir a embalsamarlo; y muy de madrugada el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol. Y se decían unas a otras: «¿Quién nos rodará la piedra de la entrada del sepulcro?» Y levantando los ojos ven que la piedra, que era muy grande, había sido retirada. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se sorprendieron. Él les dijo: «No se asusten; ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado: ha resucitado, no está aquí. Éste es el lugar donde lo pusieron. Pero vayan y digan a sus discípulos, y a Pedro, que va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como les dijo.» Ellas, saliendo del sepulcro, huyeron, pues el temblor y el asombro se habían apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
Mensaje Pastoral
La valentía: indicio de amor
Todos queremos a alguien; pero pocos nos atrevemos a amar al prójimo más que a nosotros mismos. De tal modo era el amor en Cristo de las mujeres mirróforas, que madrugaron el primer día de la semana, apenas «pasado el sábado», y emprendieron el camino hacia el Sepulcro para embalsamar al Señor a Quien sirvieron y quisieron, sin miedo a quienes lo juzgaron y pusieron sobre su Sepultura una piedra «muy grande», y a los guardias.
¿Quién muestra valor como el de las Mirróforas o como José de Arimatea, el cual «tuvo la valentía de entrar donde Pilatos y pedirle el cuerpo de Jesús»? ¿Quién, amando, se atreve a enfrentar a los poderosos de este siglo y a servir y acoger a los marginados? Es más común encontrar un cariño aparente y pasivo que abandona ante la cruz, que el amor verdadero y audaz que asiste al amado, más aún, en los momentos de la debilidad como la muerte y el sepulcro. Sin este amor valiente, jamás se podría cambiar cualquier realidad dolorosa del tiempo presente. ¿Cómo la cristiandad conquistó el mundo romano, pagano y subyugador, si no con la audacia de las mirróforas? El libro de los Hechos de los apóstoles nos habla de las multitudes que cada vez se incorporaban al Camino, no a través de la espada ni del poderío: pescadores echaron la red en la palabra del Señor, se abandonaron en las manos del Todopoderoso, y así transformaron el rostro de la humanidad.
En nuestra era, se han puesto sellos de autenticidad sobre principios corruptos e ideales falsos, a tal grado que se ha considerado natural lo que ninguna conciencia sincera acepta: aborto, familias destrozadas, decadencia moral (y todo en el nombre de la libertad)… Pero, ¿quién tiene el amor que se atreve a «rodar la piedra» para saltar hacia la vida sin advertir estos sellos irreales?
Nuestras comunidades, inclusive las cristianas, admiten la fe superficial: ciertas apariencias confesionales o sociales que se agrupan alrededor de fiestas y tradiciones, y reducen la religión a estas prácticas; para ellas, todo lo que esté más allá de estas fronteras es exageración, pérdida de tiempo e ignorancia. ¿Quién tiene el amor que se atreve a enfrentar, en su interior y ambiente, el dominio de lo social vacío y el terrorismo de la vida light para pedir el cuerpo de Jesús, que aparenta estar muerto pero, en realidad, es la Vida?
La valentía examina la credibilidad del amor y de la fe: valentía de iniciativa, valentía de sacrificio, de paciencia y de perdón. Hay amor que busca el propio interés y otro que accede a la aventura del sacrificio. El primero se conforma con lo disponible que satisface, mientras el segundo no retrocede ante una realidad impuesta y muestra viable lo que parecería imposible: «Todo lo puedo en Aquél que me conforta» (Flp 4:13).
Un cariño apático jamás buscará vida en el Sepulcro y, en consecuencia, nunca le será anunciada la Resurrección como a las discípulas; porque el amor con valentía es digno de recibir la Buena Noticia de la Resurrección, y gustará del gozo del Día del Señor que no conoce ocaso.
Nuestra Fe y Tradición
El Nuevo Testamento
El corazón del Nuevo Testamento está conformado por los cuatro Evangelios: el de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, quienes se llaman los Evangelistas, que quiere decir los que escribieron los Evangelios. La palabra Evangelio proviene del Griego, -Evangelion- y, como ya hemos visto, significa “Buena Nueva”.
El Nuevo Testamento contiene también el Libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por San Lucas. Además encontramos catorce Epístolas (que simplemente significa “cartas”) atribuidas al Apóstol San Pablo. No obstante, es posible que algunas, como la Epístola a los Hebreos, no fueran escritas directamente por él. También se encuentran en el Nuevo Testamento tres epístolas escritas por el Apóstol Juan; dos por el Apóstol Pedro; una atribuida al Apóstol Santiago y otra al Apóstol Tadeo (Judas). Finalmente se encuentra el Libros de la Revelación, que también se conoce como el Apocalipsis, atribuido a San Juan.
Para el Cristiano Ortodoxo, la Biblia es la principal fuente escrita de la Doctrina Divina, ya que Dios Mismo inspiró su escritura por su Santo Espíritu. (Véase II Timoteo 3, 16 y II Pedro 1, 20.) Esta es la doctrina de la inspiración de la Biblia; es decir, que hombres inspirados por Dios escribieron las palabras que son verdaderamente sus propios palabras humanas (¡toda palabra es humana!), pero que sin embargo se puedan llamar, en su conjunto, la Palabra de Dios. Así la Biblia es la Palabra de Dios en forma escrita pues contiene no solamente los pensamientos y experiencias de los hombres, sino la Revelación de Dios Mismo.
El corazón de la Biblia, Palabra de Dios escrita a la manera de los hombres, es la persona del Verbo Viviente de Dios bajo el aspecto de hombre, Jesucristo. Todas las partes de la Biblia se interpretan en la Iglesia Ortodoxa a la luz de Cristo, pues todo lo que está en la Biblia conduce a Cristo y habla acerca de Él. (Lucas 24, 44) Se simboliza esto en la Iglesia Ortodoxa por el hecho de que es solamente el Libro de los Cuatro Evangelios el que se encuentra entronizado en el Altar, y no la Biblia entera. Esto es así porque todo lo que está en la Biblia se cumple en Cristo.
Sentencias de los Padres del Desierto
- Dijo un anciano: «No empieces a hacer nada sin que antes hayas examinado tu conciencia, para saber si lo que vas a hacer es según Dios».
- Decía un anciano: «De todas las virtudes la más excelente es la discreción».
- Dijo un anciano: «No te dejes enredar por las preocupaciones».