En el periodo post-iconoclasta, la “sinfonía” ente las autoridades eclesiásticas y mundanas de Bizancio llegó a su apogeo. Ahora el patriarca podía ser reemplazado mediante un simple decreto del emperador. Y con frecuencia se nombraban familiares del emperador para ocupar la sede patriarcal. Alexander Schmeman describe este periodo de la historia de la iglesia en Constantinopla como sigue:

…la naturaleza completamente arbitraria de la autoridad estatal fue siempre  una llaga abierta en la vida de la iglesia. Aún peor fue la forma casi igualmente completa en que la jerarquía eclesiástica aceptó esta arbitrariedad. Era como si habiendo resguardado su doctrina dogmática en un inviolable Santo de los Santos, protegida por juramentos y teniendo al mismo imperio sometido a ella, la iglesia ya no viera ninguna necesidad de poner límites a la autoridad imperial. Era como si, habiéndose vuelto totalmente ortodoxo, ahora el emperador pudiera hacer lo que quisiera dentro de la iglesia.[1]

En el año 847, luego de la muerte de San Metodio, Ignacio (†877), hijo del emperador Miguel I (811-813) fue elevado al trono patriarcal de Constantinopla. Ignacio gozó de gran popularidad entre los monjes y recibió el apoyo de los monjes del monasterio de Studios. En ese momento, el emperador era el menor de edad Miguel III (842-867); pero el imperio estaba  regido en realidad por la emperatriz Teodora. En 856 Miguel III retiró a Teodora de su puesto y tomó el poder. El Patriarca Ignacio fue depuesto y en 858 ocuparía su lugar Focio, quien había desempeñado el cargo de secretario imperial en jefe. Focio tenía una gran formación académica y fue uno de los más grandes patriarcas en la historia  del patriarcado de Constantinopla. Sin embargo, el influyente partido monástico no reconoció la deposición de Ignacio. En 863, el papa romano Nicolás I (†867) depuso al Patriarca Focio, un acto considerado en Constantinopla como una intromisión en los asuntos internos de la iglesia constantinopolitana. Esto causó una nueva división entre Roma y Constantinopla, la segunda de su tipo después del cisma acaciano del siglo V. En 867 Focio convocó un concilio en Constantinopla, que a su vez depuso a Nicolás I.

Focio fue el primer patriarca de Constantinopla en elevar acusaciones doctrinales contra la iglesia romana. La víspera del concilio de 867 envió una encíclica a los otros patriarcados orientales en la cual señalaba la doctrina del filioque de la iglesia romana, esto es, la enseñanza de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Además de las serias acusaciones teológicas, la encíclica contiene numerosos ataques contra los latinos por ciertos detalles rituales. El ayuno sabatino se describe como una “pequeña desviación”, que puede sin embargo “llevar a una completa desconsideración por el dogma”. La práctica occidental de comenzar la gran cuaresma una semana después que en oriente se describe como “ una tentación de beber leche, comer queso y actos similares de glotonería” que lleva a los latinos por el “camino del pecado” y “los aleja” del recto camino real.[2]

En 867es asesinado el emperador Miguel III, ocupando el trono Basilio el Macedonio (†886) quien al día siguiente a su coronación depuso a Focio y restableció a Ignacio. De 869 a 870 se llevó a cabo en Constantinopla un concilio en el que participaron legados del Papa Adriano II (867-872), que  confirmaron la deposición de Focio y la restauración de Ignacio. La iglesia romana reconoció este concilio como el octavo concilio ecuménico. No obstante, en Constantinopla siguieron desarrollándose los eventos, y en 877, a la muerte de Ignacio se elevó por segunda vez a la sede patriarcal a Focio. En 879 se convocó a otro concilio en Constantinopla y se confirmó la restauración de Focio. El tempestuoso mandato de Focio llegó a su fin el 887, cuando el nuevo emperador León VI el Sabio (†912) lo retiró de la sede para nombrar  patriarca a su hermano Esteban de dieciséis años. La iglesia de Constantinopla canonizaría luego tanto a Ignacio como a Focio.

Las relaciones entre Constantinopla y Roma empeoraban con la expansión de la actividad misionera en los territorios eslavos. Luego de que los príncipes kievitas Askoldo y Dir atacaran Constantinopla en 860 (evento descrito en las Narraciones de los Años Idos), Bizancio hizo esfuerzos diplomáticos para normalizar las relaciones con sus vecinos  del norte. En 861 se envió a Khazaria una misión consistente en dos hermanos, Constantino y Metodio, que hablaban eslavo y tradujeron a la escritura a esa lengua. En 863 el príncipe moravio Rostislav les escribió a Miguel III y al Patriarca Focio pidiéndoles  que enviaran misioneros a Moravia.  Una vez más se eligió a Constantino y Metodio para la empresa, así que continuaron su trabajo de traducción en tierras moravias. Alrededor de 864, Metodio bautizaba al príncipe checo Biorivoy y a su esposa Ludmila. Ya que los hermanos realizaban sus labores misioneras en tierras que estaban dentro del área de influencia de la iglesia romana, Constantino y Metodio viajaron a Roma en 868 para arreglar su situación eclesial (por entonces el Patriarca Focio estaba depuesto).  En Roma fueron recibidos solemnemente por el Papa Adriano II. Poco después Constantino cayó enfermo, y luego de tomar los hábitos monásticos y recibir el nombre de Cirilo, murió en febrero de 869. Enviado por el papa, Metodio viajó a Moravia a mediados de ese año, y a su regreso a fin de año fue consagrado arzobispo de Pannonia.  De camino a Moravia, Metodio fue tomado prisionero por los bávaros, que consideraban sus actividades infringían los derechos jerárquicos del arzobispo de Salzburgo (antes del nombramiento de Metodio a la sede de Pannonia, esta provincia se hallaba bajo la jurisdicción de la diócesis de Salzburgo). Fue sin embargo liberado por la insistencia de Roma. En 881-882 viajó a Constantinopla donde se reunió con  el emperador Basilio I y el Patriarca Focio. Metodio falleció en 885. Tras su muerte se abandonó la misión entre los eslavos de Moravia y sus discípulos se dispersaron. A pesar de todo, la misión siguió adelante con otros pueblos, entre los que estaban los búlgaros, los serbios y los rusos.

En los 860’s se bautizó el rey Boris I de Bulgaria (852-889). Después de recibir el cristianismo de Bizancio, Boris trató de crear una iglesia autocéfala* en su país. Habiendo fracasado en su intento de obtener la autocefalía de Constantinopla, pidió a Roma que mandara obispos a Bulgaria. Se envió a los obispos, provocando la desaprobación del Patriarca Focio, misma que se refleja en su encíclica. En el concilio de Constantinopla de 868 a 870, no obstante las protestas de los legados papales, se resolvió el asunto de la jurisdicción eclesiástica de los búlgaros a favor de Constantinopla. El primer arzobispo búlgaro fue San José, que fue consagrado por el Patriarca Ignacio. Los santos Clemente, Nahúm y Gorazd, discípulos de San Metodio, contribuyeron de forma fundamental en la cristianización del pueblo búlgaro.

A mediados de los 860’s se envió a Rus’ un obispo griego, hecho que se menciona en la encíclica de Focio:

¡Porque no sólo este pueblo [los búlgaros] cambió su antigua impiedad por la fe en Cristo, sino también los llamados ros, bien conocidos por muchos, más feroces y sanguinarios que todos, esos que subyugaron a todos sus vecinos, y volviéndose por ello orgullosos en extremo, se alzaron en armas contra el mismísimo imperio romano! Ahora también ellos han cambiado las creencias paganas y ateas que antes tenían por la sincera y pura religión de los cristianos, habiéndose sometido amorosamente y dándonos hospitalidad en vez del expolio y el gran descaro demostrado hace poco. Y se han encendido de tal forma su apasionada lucha y su celo por la fe, que han aceptado un obispo y pastor, y participan  de los ritos cristianos con gran celo y diligencia.[3]

Aún no está claro cuánto tiempo existió la primera sede episcopal de Rus’. Los frutos de este “primer bautismo de Rus’” descrito por Focio fueron claramente destruidos en la época del príncipe Oleg (†después de 911). No obstante, al concluir un tratado entre Bizancio y Rus’ bajo el reinado del príncipe Igor (c.945) en 944, había cristianos entre los mercaderes rusos y la milicia del príncipe, y había una “catedral” del Profeta Elías en Kiev.[4] A mediados del siglo décimo, la viuda del príncipe Igor, la princesa Olga (c. 945- 960) se hizo cristiana en Constantinopla durante el reinado del emperador Constantino VII Porfirogénito (†959). Como el rey búlgaro Boris casi un siglo antes, Olga envió una petición, solicitando obispos y sacerdotes, no a Constantinopla, sino a Roma. En 961, el obispo alemán Adalberto llegó a Kiev pero fracasó en su misión. Era imposible que misioneros alemanes pasaran tiempo en Kiev durante el reinado de Yaropolk (972-978).[5]

En 978 estalló en Bizancio una rebelión encabezada por dos comandantes – Bardas Focas y Bardas Skleros – que esperaban repartirse el imperio luego de apoderarse del trono. El emperador Basilio II (976-1025) Carecía de los medios para aplastar la rebelión, y envió una delegación al príncipe Vladimir de Kiev para solicitar su ayuda. Vladimir accedió con la condición de que se le concediese la mano de Anna, la hermana del emperador. En 988partieron seis mil efectivos rusos hacia Bizancio y permitieron a Basilio II someter la rebelión un año después. No obstante, el emperador tardaba en enviar a su hermana a Rus’, así que Vladimir tomó Jersón, a donde Anna fue luego enviada para desposarlo.

Hay dos crónicas del bautismo del príncipe Vladimir. Según la primera, sucedió en 989 o 990 en Korsun inmediatamente antes de la boda; la segunda dice que ocurrió en 987 o 988, durante la firma del tratado con Basilio II. La iglesia ortodoxa rusa data oficialmente el bautismo de Rus’ en 988. Luego del bautismo del príncipe y de su ejército, en Kiev y en otras ciudades de Rus’ se administraron bautismos masivos entre la población y se llevó a cabo la destrucción de los templos paganos.

Es indudable que para el bautismo de Rus’ el príncipe Vladimir tuvo motivos políticos: primero, le prometía una alianza con Bizancio, y segundo, el sabio príncipe veía que el cristianismo era una fuerza espiritual que podía ayudarle a unir al pueblo ruso. Por otra parte, hacerse cristiano era un acto de valor del príncipe, ya que se expuso a grandes riesgos al romper con la religión de sus ancestros. Además, aceptar el  cristianismo era un acto de piedad personal de Vladimir, ya que exigía de él un cambio en su forma de vida y el rechazo  de la poligamia y otras costumbres paganas. La iglesia rusa le concedió gran valor al esfuerzo moral del príncipe y lo canonizó con el título de “igual a los apóstoles”.

Las Narraciones de los Años Idos contienen una vívida recreación de cómo Vladimir, durante los años anteriores a su bautismo, se reunió con unos musulmanes de Bulgaria,  con unos cristianos germanos, con unos judíos de Khazar, así como con cierto filósofo griego. Rechazó el Islam porque exigía la circuncisión y prohibía comer cerdo y beber alcohol. “Para los rusos beber es una dicha y no podemos vivir sin eso”, dijo el príncipe a los musulmanes. A los germanos, que declaraban que no era necesario observar los ayunos, Vladimir les dijo: “regresen por donde vinieron, porque nuestros padres no aceptan esto”. Los judíos de Khazar le dijeron a Vladimir que su hogar estaba en Jerusalén, pero que por causa de sus pecados, Dios los había castigado entregándoles su tierra a los cristianos y los había dispersado por diferentes países. Habiendo oído esto, dijo Vladimir: “¿Cómo pueden ustedes enseñarle a otros cuando ustedes mismos han sido abandonados por Dios y han sido dispersados? Si Dios los amara y si amara su ley no habrían sido desterrados ni dispersados en tierras extranjeras. ¿o acaso desean que nos suceda lo mismo?”[6]

De todos los predicadores, a Vladimir sólo le agradó el filósofo griego, pero los ancianos y los boyardos le recomendaron que enviara una delegación a distintas tierras antes de tomar una decisión:

Sus palabras complacieron al príncipe y a todo el pueblo. Y eligieron hombres magníficos y brillantes, en número de diez, y les dijeron: “Id primero donde los búlgaros y probad su fe”. Partieron, y a su llegada vieron sus viles obras y su adoración en la mezquita, y se volvieron a su tierra. Y Vladimir les dijo: “Id ahora con los germanos, examinadlo todo, y de allí partid a las tierras griegas.” Fueron con los germanos, vieron su servicio en la iglesia y luego fueron a Constantinopla y se presentaron al emperador. El emperador les preguntó porqué habían venido, por lo que la delegación le contó todo. Habiendo escuchado su historia, el emperador se alegró y ese día les rindió grandes honores. Al día siguiente le envió un mensaje al patriarca diciéndole: “han venido los rusos para probar nuestra fe. ¡Prepara la iglesia y al clero, y ponte tus ornamentos episcopales para que puedan contemplar la gloria de nuestro Dios!” Habiendo escuchado, el patriarca ordenó que se reuniera el clero y celebró el servicio de la fiesta como de costumbre; se encendieron los incensarios y cantó el coro. Y entró con los rusos a la iglesia, los condujo hasta el mejor lugar, y les mostró la belleza de la iglesia, el canto, el servicio pontifical y la presencia de los diáconos, y luego habló con ellos sobre servir a su Dios. Estaban encantados y sorprendidos y elogiaban el servicio. Los emperadores Basilio y Constantino los llamaron y les dijeron: “Volved a vuestra tierra” y los despidieron con grandes obsequios y honores.[7]

Según las Narraciones de los Tiempos Idos, luego de que la delegación regresara a Kiev,  Vladimir llamó a los boyardos y le dijo a la delegación: “Hablad frente a la druzhina”. Los delegados se dirigieron a Vladimir y a los boyardos en los siguientes términos:

Fuimos donde los búlgaros, vimos cómo oran en su iglesia, es decir, en la mezquita, y cómo se quedaban allí parados sin usar cinturón. Después de hacer una postración se sientan y miran para atrás y para adelante como locos, entre ellos no hay alegría – sólo  hay tristeza y pestilencia. Su ley no es buena.

Luego fuimos con los germanos, y vimos el servicio de la fiesta en sus iglesias, pero no vimos belleza alguna. Y luego fuimos a la tierra de los griegos y fuimos llevados al lugar donde sirven a su Dios, y no sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra, pues no hay una vista ni una belleza así en esta tierra y no sabemos cómo describírosla. Lo único que sabemos es que Dios está allí con su pueblo y que sus servicios son mejores que en todas las otras tierras; no podemos olvidar su belleza. Y así como nadie acepta la amargura después de haber probado la dulzura, nosotros ya no podemos seguir siendo paganos.

Entonces, dijeron los boyardos: “Si la ley griega hubiera sido mala, tu abuela Olga no la habría aceptado, y fue la más sabia de todo el pueblo”. Entonces preguntó Vladimir: “¿Dónde debemos ser bautizados?” Contestaron: “Donde gustéis”.[8]

Sin importar la autenticidad de esta historia, es evidente que en esa época los rusos eran un “apetitoso bocado” para los misioneros de los países extranjeros. Y mientras las historias de las misiones de los judíos y los musulmanes parecen poco probables, la narración de la misión de los obispos germanos es bastante creíble. También es un hecho indiscutible que en la segunda mitad del siglo IX y en el siglo X, todas las tierras eslavas, incluyendo Moravia, Panonia, Bulgaria, Serbia y Rus, fueron testigos de misiones paralelas de las iglesias bizantina y latina, que llevaron a cabo sus actividades, no tanto con un espíritu de cooperación, sino con un espíritu de rivalidad.

[1] Schmemann, Camino Histórico, 220-21.

[2] Focio de Constantinopla Encíclicas 5.

* La autocefalía es la condición de una iglesia ortodoxa canónica en la que su obispo primado no depende a ningún otro obispo de mayor rango. Cuando una iglesia adquiere la autocefalía se vuelve independiente en su administración y legislación (autónoma) y tiene la facultad de designar a su propio jerarca primado (autocéfala). Las iglesias que sólo son autónomas tienen un jerarca primado designado por su iglesia madre. (N.T.)

[3] Focio de Constantinopla Encíclicas 35.

[4] Narraciones de los Años Idos, año 6452 (944) en VP Adrianova-Perets, ed., Narraciones de los Años idos (Povest’ Vremennykh Let), trans. D.S. Likhachev y B. A. Romanov (Moscú y Leningrado, 1950).

[5] A.V. Nazarenko, “La Iglesia Rusa del Siglo X al Primer Tercio del siglo XV,” en Enciclopedia Ortodoxa (Moscú, 1997), 39.

[6]Narraciones de los Años Idos, año 6494 (986), 258.

[7] Narraciones de los Años Idos, año 6495 (987), 273.

[8] Narraciones de los Años Idos, año 6495 (987), 273-74.

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Padre Juan R. Méndez ()

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