Despedida de la Dormición
de la Santísima Madre de Dios
Apóstoles reúnanse, de los confines todos, en el pueblo de Getsemaní, y acuesten mi cuerpo; y tu, Dios mío e Hijo, recibe mi espíritu.Exapostelario
Tropario de la Resurrección
Tono 4
Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel el alegre anuncio de la Resurrección, la sentencia ancestral rechazaron y se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo: ¡Fue aprisionada la muerte, resucitó Cristo Dios y concedió al mundo la gran misericordia!Tono 1
En el parto conservaste la virginidad y en la Dormición no descuidaste al mundo, oh Madre de Dios; porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la Vida. Por tus intercesiones, salva de la muerte nuestras almas.Condaquio de la Dormición
Tono 2
A la Madre de Dios, que no descuida su intercesión, la esperanza indesairable de quienes piden su protección, no pudieron retenerla ni el sepulcro ni la muerte; porque siendo la Madre de la Vida fue trasladada a la vida por Quien habitó en su seno conservándola siempre Virgen.Primera Carta del Apóstol San pablo a los Corintios (16:13-24)
Hermanos: Velen, manténganse firmes en la fe, pórtense virilmente, sean fuertes. Todas sus cosas háganlas con amor.
Les pido otra cosa, hermanos: conocen a la familia de Estéfanas y saben que ellos han sido las primicias de Acaya y que se han dedicado al servicio de los santos; les pido, pues, que ustedes también se pongan a su disposición y a la de todo el que colabore y trabaje en la misma tarea.
Estoy lleno de alegría por la visita de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, que han suplido su ausencia. Ellos han dado descanso a mi espíritu y al de ustedes. Sepan apreciar, pues, a tales personas.
Las Iglesias de Asia los saludan. Aquila y Priscila, junto con la Iglesia que se reúne en su casa les envían muchos saludos en el Señor. Los saludan todos los hermanos. Salúdense los unos a los otros con el ósculo santo.
El saludo va de mi mano, Pablo. Si alguno no ama al Señor, ¡sea anatema! ¡Marán athá! ¡Que la gracia del Señor Jesucristo sea con ustedes! Los amo a todos en Cristo Jesús. Amén.
Evangelio según San Mateo (21: 33-42)
Dijo el Señor esta parábola: «Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus servidores a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon. De nuevo, envió otros siervos en mayor número que los primeros pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “A mi hijo lo respetarán.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: “Éste es el heredero. Vamos, matémoslo y quedémonos con su herencia.” Y agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Ahora bien, cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Le dijeron: «A esos miserables les dará una muerte miserable, y arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo.» Y Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»
¡Maránatha!
En la lectura de la Epístola de hoy, san Pablo concluye sus recomendaciones pastorales a los corintios con unas palabras de fuego. Instruyó a sus hijos en Cristo en dicha ciudad sobre varios aspectos morales, espirituales y eclesiásticos, y he aquí que se despide de ellos con un saludo ferviente: ¡Maranathá!
Hay expresiones del arameo o del hebreo que los Evangelistas y la Iglesia primitiva no tradujeron al griego sino que las transcribían tal como eran, como las palabras Amén, Aleluya y Maranathá. Esta última podría haber sido utilizada como un saludo y contraseña entre los primeros cristianos y, posiblemente, es de esta manera que fue utilizada por el Apóstol en la Carta. También el Didaqué (un texto litúrgico cristiano que se remonta al Siglo II) señala que la misma plegaria «¡Maranathá!» concluía la Eucaristía. Sin lugar a dura, tenía un impacto dulce y exhortativo al oído de los feligreses y un sentido no apto para ser traducido a otro idioma.
La expresión de origen arameo se puede traducir conforme a la división de las sílabas:
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«Marán / Athá» Quiere decir «El Señor ha venido» y se entiende como un credo de fe: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.» (Jn 1: 14)
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«Marana / Tha» Quiere decir «¡Ven, Señor!» como una plegaria por el pronto regreso de Cristo. Esta interpretación encuentra argumento en Apocalípsis 22, 20: «Dice el que da testimonio de todo esto: “Sí, vengo pronto.” ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!»
Quizás la importancia de este vocablo —la cual impidió que fuera traducido— es que su sonido reúne en sí dos afirmaciones axiomáticas de nuestra fe: primero que Cristo ha venido y que, a partir de ello, los fieles conforme a su empeño gozan del Reino por medio de la Gracia vivificadora que emana de la vida en Cristo; y segundo, que la vista del cristiano, de la comunidad cristiana y de la Iglesia universal está clavada en el que «vendrá así tal como lo han visto subir», según las palabras del ángel a los discípulos que miraban la Ascensión del Señor (Hch 1:11).
Desafortunadamente, con el paso de los siglos, «¡el Reino está cerca!» de los primeros cristianos dio su lugar a una comprensión que considera el Reino como algo lejano que pertenece al mundo posmuerte. Sin embargo, la prédica de la Iglesia y la participación de la Divina Liturgia no cesan de reavivar en nosotros el saludo ¡Maranathá!: ¡Dios el Señor se nos ha manifestado y de nuevo ha de venir en Gloria! Amén.
Rev. Archimandrita Ignacio Samaán Catedral de San Jorge México D.F.
La salud y la alegría
Por el Anciano Porfirio (+1991)
Cuando amamos a Cristo, todo se vuelve fácil. (Yo todavía no lo he logrado, pero permanezco en mi intento de amarlo). En Cristo está todo lo que es bueno y beneficioso. El alma saludable vive los dones del Espíritu Santo «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí». El hombre de Dios experimenta lo que describe san Pablo en el Himno del Amor: «El amor aguarda con paciencia y obra el bien; […] no guarda rencor […] Todo lo cree. […] Todo lo soporta: ¡El amor nunca caducará!» (1Cor 13: 4-8).
Si lleguen a tener una vida tal, obtendrán la felicidad porque obtendrán a Cristo y el Paraíso; entonces hasta el sistema del cuerpo funciona maravillosamente sin fallas. La Gracia de Dios cambia al hombre: se transfigura en alma y cuerpo, y hasta se desaparecen las enfermedades, ni glándula ni vesícula ni estómago: todo funciona en orden. Es bonito que camines, trabajes y te muevas en plena salud, pero obtenga primero la salud espiritual como base, y la corporal vendrá. El origen de la mayoría de las enfermedades es la falta de la confianza en Dios; la falta de la sensibilidad religiosa causa ansiedad. Si no anhelan a Cristo y no se preocupan por los objetos santos, es seguro que la melancolía y las maldades llenarán el espacio.
Elévense en todo y así vivirán en alegría por la Gracia de Dios.