La Dormición de la Santísima Madre de Dios

Dormition 

Apóstoles reúnanse,                 
de los confines todos,               
en el pueblo de Getsemaní,         
y acuesten mi cuerpo;                  
y tu, Dios mío e Hijo,             
recibe mi espíritu.

Exapostelario

 

Tropario de la Resurrección

Tono 3

Que se alegren los celestiales,
y que se regocijen los terrenales,
porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte;
y siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades
y concedió al mundo la gran misericordia.

 Tropario de la Dormición

Tono 1

En el parto conservaste la virginidad
y en la Dormición no descuidaste al mundo, oh Madre de Dios;
porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la Vida. 
Por tus intercesiones, salva de la muerte nuestras almas.

Condaquio de la Dormición

Tono 2

A la Madre de Dios, que no descuida su intercesión,
la esperanza indesairable de quienes piden su protección,
no pudieron retenerla ni el sepulcro ni la muerte;
porque siendo la Madre de la Vida fue trasladada a la vida
por Quien habitó en su seno conservándola siempre Virgen.

Carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses (2: 5-11)

Hermanos: Haya en ustedes este mismo pensar que en el Cristo Jesús; el cual, teniendo la condición de Dios, no consideró como usurpación el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y apareciendo en su porte como hombre, se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo que Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.

Evangelio según San Lucas (10: 38-42¸11: 27-28)

En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.» Jesús le respondió y dijo: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas, mientras que una sola es la necesaria. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»

Y sucedió que, cuando Él decía estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»

¡Siempre Bienaventurada!

Alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»

Algunos de los que leen apresurada y seleccionadamente este pasaje evangélico tienden a criticarnos en nuestra fe poniendo en duda la veneración a la Virgen María, como si Jesús regañara a la mujer que veneraba a su Madre. La Iglesia lee precisamente este texto bíblico en las Fiestas de la Madre de Dios —Nacimiento, Presentación en el Templo y Dormición— para alumbrar la lectura correcta del mismo. ¿Es lógico que el Evangelista Lucas, quien menciona el saludo del Ángel a María «Bendita eres entre las mujeres», y recita la oración de la Virgen «desde ahora todas la generaciones me llamarán bienaventurada», y la reverencia de Elizabeth «de donde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí», pregunto, es lógico que Lucas muestre que Jesús rechace la veneración a la Virgen? Desde luego que no: Cristo en su respuesta a la mujer atribuye la bienaventuranza de su Madre, antes que todo, al hecho de que ella es de «los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.» La selección de la Virgen por Dios para que fuera el instrumento de la encarnación divina no fue accidental, sino porque ella por la oración y vida consagrada «oyó» la palabra de Dios y por la pureza «la guardó», de una manera que sus entrañas volvieron un lugar amplio para recibir al Autor de la creación, y que sus seños dieron de mamar al Alimentador de mundo entero. Entonces la respuesta de Jesús es, más bien, confirmación de la santidad de su Madre, quien «lo guardaba todo en su corazón».

«Se presentó la Reina a tu diestra, adornada y envuelta en vestido entretejido de oro.» Al contemplar la belleza de su virtud, se enciende en nosotros el celo hacia su pureza de tal modo que le pedimos fervorosamente: «Inunda de alegría mi corazón, oh Virgen, que recibiste la plena alegría». Amén.

 Rev. Archimandrita Ignacio Samaán
Catedral de San Jorge
México D.F.

 

La Dormición de la Santísima Madre de Dios

Apóstoles reúnanse, de los confines todos, en el pueblo de Getsemaní, y acuesten mi cuerpo; y tu, Dios mío e Hijo, recibe mi espíritu.

Si la muerte de un santo es el día óptima para su conmemoración, entonces la Dormición de la santísima Madre de Dios es la fiesta más resplandeciente de ella. La Iglesia se prepara para la fecha del 15 de agosto con vigilia de 15 días, durante los cuales cantamos según nuestra fuerza el canon de Paráclesis (súplicas a la Madre de Dios) implorando la intercesión de la Venerabilísima: «Aquieta el huracán de mis pasiones y la tempestad de mis pecados.»

La celebración es la invocación de la presencia de la Madre de Dios cuya Dormición no ha sido sino un traslado «de la muerte a la vida». Los cantos de la Fiesta resumen dos acontecimientos: el primero es la muerte de la Virgen y la reunión de la Iglesia —los apóstoles, los obispos y los fieles junto con los ángeles— alrededor de su féretro con una tristeza resplandeciente parecida a la del Viernes Santo. (En la tradición de la Iglesia Griega, el día 15 de agosto se cantan a la Virgen Lamentaciones paralelas a las de la Sepultura del Señor). El segundo evento es el traslado de la Virgen en cuerpo a los Cielos. El Condaquio de la Fiesta dice: «A la Madre de Dios […] no pudieron retenerla ni el sepulcro ni la muerte.» y el Tropario: «[…] porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la Vida.» Si bien los cuatro Evangelistas —concentrados totalmente en la prédica del Señor, su Pasión y  su Resurrección— no mencionaron nada sobre la Dormición de la Virgen y su Asunción, la Tradición de la Iglesia, desde los primeros siglos, tomó de los evangelios apócrifos los elementos y los detalles de la Fiesta.

Nuestra Iglesia Ortodoxa jamás ha considerado el Traslado de la Virgen al Cielo en el cuerpo como un dogma, pero sí, una devoción eclesiástica indudable. Con otras palabras, la Asunción de la Madre de Dios no fue una necesidad salvífica en la Economía Divina, sino un fruto de su culminación en Pentecostés: el Espíritu Santo descendió sobre la Iglesia y se presentó en ella para elevarla al Cielo, y la Asunción de la Virgen no es sino la primicia y la imagen de esta ascensión humana. Por eso la presente Fiesta viene como sierre del año litúrgico que termina en agosto.

Felicitación:

Saludamos a la parroquia de la Dormición de la Madre de Dios en Mérida y al Rev. Archimandrita Cosme Andrade que celebran de un modo especial la Fiesta presente; también a todas quienes llevan el nombre de María, deseando que las intercesiones de la Santísima llenen su vida de paz, diligencia y alegría en el Señor.

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Padre Juan R. Méndez ()

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