Domingo de la Ortodoxia

La Restauración de los Santos Iconos

domingo de la ortodoxia (colores)

“Ahora las lanzas de la herejía adversaria han sido aniquiladas
y su memoria, desaparecida como el eco;
pues contemplando tu templo, oh Purísima,
adornado con esplendor por los venerables iconos,
todos nos llenamos de júbilo.”

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 4

Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel el alegre anuncio de la Resurrección,
la sentencia ancestral rechazaron
y se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo:
¡Fue aprisionada la muerte,
resucitó Cristo Dios
y concedió al mundo la gran misericordia!

Tropario del Domingo

Tono 2

Nos prosternamos ante tu purísima imagen, oh Bondadoso,
suplicándote el perdón de nuestras faltas, oh Cristo Dios,
porque, por tu propia voluntad, aceptaste ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
para rescatar de la esclavitud del adversario a los que Tú creaste.
Por lo tanto, agradecidos, exclamamos:
«Has llenado todo de alegría, oh Salvador,
al venir a salvar al mundo.»

Condaquio de la Gran Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡Alégrate oh Novia y Virgen!

 

 

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (11: 24-26 , 32-40)

Hermanos: Por la fe, Moisés, ya adulto, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar el efímero goce del pecado, estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo, porque tenía los ojos puestos en la recompensa.

Y, ¿a qué continuar? Pues me faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron valientes en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros; las mujeres recobraron resucitados a sus muertos. Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de ovejas y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados, ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra. Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron la promesa. Dios tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección.

 

Evangelio según San Juan   (1: 43-51)

En aquel tiempo, Jesús determinó encaminarse a Galilea, y en el camino encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme.» Era Felipe de Betsaida, patria de Andrés y de Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: «Hemos encontrado a Aquél de quien escribió Moisés en la Ley y anunciaron los profetas: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.» Le respondió Natanael: «¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?» Le dijo Felipe: «Ven y verás.» Vio Jesús venir hacia sí a Natanael, y dijo de él: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.» Le dijo Natanael: «¿De dónde me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Al oír esto Natanael, le dijo: « Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel.» Le replicó Jesús: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás.» Y le añadió: «En verdad, en verdad les digo: verán abierto el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sirviendo al Hijo del hombre.»

El llamamiento de Dios

En los primero versículos del Evangelio de hoy, leemos que Cristo, al encontrarse con Felipe, le dijo “sígueme”. Este llamamiento que Cristo hace a Felipe, es la clave de las relaciones entre Dios y el hombre. Ningún hombre, por sus propias fuerzas o méritos, ya sea por su intelecto o sus meditaciones puede elevarse a Dios; es necesaria la revelación de Dios a la humanidad para que por medio de ésta y la gracia del supremo hacedor el hombre conozca a su Creador. Cierto es que han existido hombres como Sócrates, el filósofo griego, que han vislumbrado la existencia de un Ser Supremo, independiente al panteón de ídolos de su cultura. En nuestra patria también hubo un hombre justo y virtuoso que la historia le conoce como el rey poeta: se trata del rey Nezahualcóyotl, este rey también habló de un Ser Espiritual (Ipalnemohuani, “Aquél por quién vivimos”) diferente a los ídolos aztecas; pero estos pensadores solo han detectado la existencia de un Ser Supremo, sin poder profundizar más, y no lo pudieron hacer, porque les faltó la revelación de Dios.

Dios no necesita que alguien le dé testimonio del hombre; porque Él le conoce, y El Señor siempre ha buscado a la humanidad, aún desde la época de Adán (Gn 3:8-10). Pero como Adán, muchos se han ocultado al llamamiento del Altísimo, como consecuencia de su pecado. Sin embargo, nuestro Dios como un Padre amoroso, va tras de su imagen perdida y nos llama constantemente. Dios se reveló y llamó a Abraham, llamó a Samuel, llamó a Pablo, y no tenemos espacio para mencionar a muchos personajes. Nuestro Divino Redentor no únicamente llama a Felipe, también llamó al resto de sus apóstoles: pues les dice claramente en otra ocasión: “no me habéis elegido a mi, yo os elegí a vosotros” (Jn 15:16). En el caso de Natanael, es otra forma de llamamiento. Al decirle el Salvador que en él (Natanael) no hay engaño, y que lo vio debajo de la higuera antes que Felipe lo llamara, Cristo toca las fibras más íntimas de su ser y su fe para ingresarlo a sus filas.

Sin embargo no olvidemos que en todo llamamiento que el Señor nos hace, Él nunca violenta nuestra voluntad, pues habiéndonos creado con la capacidad de elegir, Dios siempre respeta la elección del hombre, si éste acepta o rechaza el llamamiento. En el hermoso y profundo sermón que Cristo dice sobre el pan de vida, cuando concluye, los judíos dicen: “Dura es esta palabra, ¿quién la puede oír?, y desde entonces muchos retrocedieron, entonces Cristo dice a los que quedaron: ¿vosotros también queréis iros?” (Jn 6:60-67). El Divino Redentor está dispuesto a perder aun a los que quedaron, pero no obliga a nadie a seguirle, porque Dios reina sobre un mundo de hombres libres, no de esclavos. De diversas maneras Dios nos llama, y no solamente para un servicio como al apóstol San Pablo, sino para ofrecernos la vida eterna a su lado, y para esto nos santifica y nos perfecciona, como dice San Nectario, Obispo de Pentápolis, “aceptemos el llamamiento para crecer en gracia y santidad.” “Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación”. (1 Tes 4:3)

La Restauración de los Santos Iconos

El 1er domingo de la Cuaresma, llamado el domingo de la ortodoxia, recordamos el triunfo de la recta fe cuando, en el año 843, la emperatriz Teodora salió con los fieles en una procesión levantando de nuevo los iconos en su postura de veneración después de una guerra tensa cuya objeto era destruir todos los iconos y prohibir que los fieles los usaran en su piedad.

Aunque los iconoclastas eran apoyados por los emperadores, no obstante los fieles, clero y pueblo, monjes y casados, conservaron la veneración a los iconos como un tesoro precioso, defendiéndolos, algunos con palabras y explicaciones, y otros, con  su sangre y vida.

Así los fieles, en el primer domingo de la Cuaresma del año 843 elevaron los iconos anunciando la fe ortodoxa, determinada por el Concilio Séptimo (787): no adoramos al icono, sino lo veneramos, y nuestra veneración y respeto se refiere a quien representa, al Señor, a  la Virgen o a los santos. Pues, por el icono nuestros ojos comprenden y alientan con su presencia la profundidad del alma que ora.

Si alguien nos pregunta que cómo sobrepasamos el orden del segundo mandamiento del Antiguo Testamento que prohíbe presentar imágenes de Dios, contestémosle con las palabras de san Juan Damasceno:

“Esta prohibición no pertenece a la Iglesia del Nuevo Testamento, ya que Dios ha asumido la naturaleza humana y ha vivido en la tierra como hombre […] Ya que el Invisible se hizo visible por su encarnación, pueden pintar a quien se ha visto: pueden pintar a mi Salvador, su Nacimiento, Pasión, Crucifixión, Resurrección […] exprésenlo todo con colores como lo han expresado con palabras, no tengan miedo, yo sé la diferencia entre los ídolos y los iconos.”

 Así pues, al oponerse a presentar al Señor en iconos, se rechaza la realidad de su Encarnación.

Que queramos a los no ortodoxos no significa que compartamos sus desviaciones; soy ortodoxo, entonces me incorporo, con mis hermanos en la fe, cada domingo en la iglesia donde creceré en Gracia y fe y al encontrarme con el rostro del Señor, diré a los que están afuera lo que Felipe ha dicho a Natanael en el Evangelio de hoy: “ven y verás.”

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Padre Juan R. Méndez ()

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