Martirio del Glorioso Profeta y Precursor Juan el Bautista

Los evangelistas Mateo (Mt.14:1-12) y Marcos (Marcos 6:14-29) brindan relatos sobre el martirio de Juan Bautista.

Después del Bautismo del Señor, San Juan Bautista fue encerrado en prisión por Herodes Antipas, el tetrarca y gobernador de Galilea. El profeta de Dios Juan denunció abiertamente a Herodes por haber abandonado a su legítima esposa, la hija del rey árabe Aretas, y haber convivido con Herodías, la esposa de su hermano Felipe (Lucas 3:19-20). El día de su cumpleaños, Herodes hizo una fiesta para los dignatarios, los ancianos y mil ciudadanos principales. Salomé, la hija de Herodes, bailó ante los invitados y cautivó a Herodes. En agradecimiento a la niña, juró darle todo lo que ella le pidiera, hasta la mitad de su reino.

La vil muchacha, siguiendo el consejo de su malvada madre Herodías, pidió que le dieran en una bandeja la cabeza de Juan Bautista. Herodes se volvió aprensivo, porque temía la ira de Dios por el asesinato de un profeta, a quien antes había escuchado. También temía al pueblo que amaba al santo Precursor. Pero a causa de los invitados y de su juramento descuidado, dio orden de cortar la cabeza a san Juan y entregársela a Salomé.

Salomé tomó la fuente con la cabeza de San Juan y se la dio a su madre. L frenético Herodías apuñaló repetidamente la lengua del profeta con una aguja y enterró su santa cabeza en un lugar inmundo. Pero la piadosa Juana, esposa de Cuza, mayordomo de Herodes, enterró la cabeza de Juan el Bautista en una vasija de barro en el Monte de los Olivos, donde Herodes tenía una parcela de tierra. El santo cuerpo de Juan Bautista fue tomado esa noche por sus discípulos y sepultado en Sebastia, allí donde se había cometido el acto malvado.

El juicio de Dios cayó sobre Herodes, Herodías y Salomé, incluso durante su vida terrenal. Salomé, al cruzar el río Sikoris en invierno, cayó a través del hielo. El hielo cedió de tal manera que su cuerpo quedó en el agua, pero su cabeza quedó atrapada sobre el hielo. Era similar a cómo bailaba una vez con los pies en el suelo, pero ahora se agitaba impotente en el agua helada. Así quedó atrapada hasta el momento en que el hielo afilado le atravesó el cuello.

Su cadáver no fue encontrado, pero llevaron la cabeza a Herodes y Herodías, como una vez les habían traído la cabeza de San Juan Bautista. El rey árabe Aretas, en venganza por la falta de respeto mostrado a su hija, hizo la guerra a Herodes. El derrotado Herodes sufrió la ira del emperador romano Cayo Caligula (37-41) y fue exiliado con Herodías primero a la Galia y luego a España.

La Decapitación de San Juan Bautista, fiesta establecida por la Iglesia, es también un estricto día de ayuno debido al dolor de los cristianos por la muerte violenta del santo. En algunas culturas ortodoxas, las personas piadosas no comen alimentos en un plato plano, ni usan un cuchillo ni comen alimentos de forma redonda en este día.

Tropario, tono 2

La memoria del justo es con alabanzas, * pero a ti, oh Precursor, te basta el testimonio del Señor; * porque te volviste verdaderamente el más honrado de los profetas * al ser digno de bautizar en el Jordán al que fue anunciado; * y así como defendiste la verdad, con alegría * anunciaste, hasta a los que estaban en el Hades, * a Dios que se ha revelado en el cuerpo, * que quita el pecado del mundo y nos otorga la gran misericordia.

 

 

San Moisés el Etíope

San Moisés vivió en Egipto durante el siglo IV. Era etíope y, como era de piel negra, lo llamaban “Murin” (que significa “como un etíope”). En su juventud fue esclavo de un hombre importante, pero después de cometer un asesinato, su amo lo desterró y se unió a una banda de ladrones.

Por su mal carácter y gran fuerza física lo eligieron como su líder. Moisés y su banda de bandidos eran temidos por sus muchas hazañas malvadas, incluidos asesinatos y robos. La gente temblaba ante la mera mención de su nombre.

Moisés el bandido pasó varios años llevando una vida pecaminosa, pero por la gran misericordia de Dios se arrepintió, dejó su banda de ladrones y se fue a uno de los monasterios del desierto. Aquí lloró durante mucho tiempo, rogando ser admitido como uno de los hermanos. Los monjes no estaban convencidos de la sinceridad de su arrepentimiento, pero el ex ladrón no fue expulsado ni silenciado. Continuó implorando que lo aceptaran.

San Moisés fue completamente obediente al higumeno y a los hermanos, y derramó muchas lágrimas de dolor por su vida pecaminosa. Al cabo de un tiempo san Moisés se retiró a una celda solitaria, donde pasó su tiempo en oración y en el más estricto ayuno.

Una vez, cuatro de los ladrones de su antigua banda descendieron sobre la celda de san Moisés. No había perdido nada de su gran fuerza física, así que los ató a todos. Se los echó al hombro y los llevó al monasterio, donde preguntó a los ancianos qué hacer con ellos. Los ancianos ordenaron que los dejaran en libertad. Los ladrones, al enterarse de que se habían topado con su antiguo cabecilla y que éste los había tratado amablemente, siguieron su ejemplo: se arrepintieron y se hicieron monjes. Más tarde, cuando el resto de la banda de ladrones se enteró del arrepentimiento de san Moisés, ellos también abandonaron el robo y se convirtieron en fervientes monjes.

San Moisés se obligó a realizar trabajos adicionales. Haciendo la ronda nocturna por las celdas del desierto, llevaba agua del pozo a cada hermano. Hizo esto especialmente por los ancianos, que vivían lejos del pozo y que no podían transportar fácilmente su propia agua. Una vez, arrodillado junto al pozo, san Moisés sintió un fuerte golpe en la espalda y cayó al pozo como un muerto, permaneciendo allí en esa posición hasta el amanecer. Así los demonios se vengaron del monje por su victoria sobre ellos. Por la mañana, los hermanos lo llevaron a su celda, y allí permaneció lisiado durante todo un año. Después de recuperarse, el monje con firme resolución confesó al higumeno que continuaría con sus luchas ascéticas. Pero el Señor mismo puso límites a este trabajo que duró muchos años: Abba Isidoro bendijo a su discípulo y le dijo que las pasiones ya lo habían abandonado. El Anciano le ordenó recibir los Santos Misterios y regresar en paz a su celda. A partir de ese momento, san Moisés recibió del Señor poder sobre los demonios.

Después de muchos años de hazañas monásticas, San Moisés fue ordenado diácono. El obispo lo vistió con vestiduras blancas y le dijo: “¡Ahora abba Moisés es completamente blanco!”. El santo respondió: “Sólo exteriormente, porque Dios sabe que todavía estoy oscuro por dentro”.

Por humildad, el santo se creyó indigno del oficio de diácono. Una vez, el obispo decidió ponerlo a prueba y ordenó al clero que lo expulsaran del altar, calificándolo de etíope indigno. Con toda humildad, el monje aceptó el abuso. Tras ponerlo a prueba, el obispo ordenó sacerdote a san Moisés. San Moisés trabajó durante quince años en este rango y reunió a su alrededor 75 discípulos.

Cuando el santo cumplió 75 años, advirtió a sus monjes que pronto los bandidos descenderían sobre el skete y asesinarían a todos los que permanecieran allí. El santo bendijo a sus monjes para que se marcharan, a fin de evitar una muerte violenta. Sus discípulos rogaron al santo que se fuera con ellos, pero él respondió: “Desde hace muchos años espero el momento en que se cumplan las palabras pronunciadas por mi Maestro, el Señor Jesucristo: ‘Todos los que empuñan la espada, perecerá a espada’” (Mateo 26: 52). Después de esto, siete de los hermanos se quedaron con San Moisés, y uno de ellos se escondió cerca durante el ataque de los ladrones. Los ladrones mataron a San Moisés y a los seis monjes que se quedaron con él. Su muerte se produjo hacia el año 400.

Tropario, tono 5

Renunciaste a Egipto de las pasiones, * y escalaste, oh padre, con contrición y fervor * la montaña de virtudes ascéticas; * cual un modelo monacal, levantaste, Moisés, la cruz de Cristo sobre tus hombros. * Ruega, oh justo, por nuestras almas * para que hallen misericordia.

San Pimen el Grande

San Pimen el Grande nació hacia el año 340 en Egipto. Fue a uno de los monasterios egipcios con sus dos hermanos, Anoub y Paisio, y los tres recibieron la tonsura monástica. Los hermanos eran ascetas tan estrictos que cuando su madre vino al monasterio a ver a sus hijos, no salieron de sus celdas. La madre se quedó allí un buen rato y lloró. Entonces San Pimen le dijo a través de la puerta cerrada de la celda: “¿Quieres vernos ahora o en la vida futura?” San Pimen le prometió que si soportaba el dolor de no ver a sus hijos en esta vida, seguramente los vería en la próxima. La madre se sintió humillada y regresó a casa.

La fama de las hazañas y virtudes de San Pimen se extendió por todo el país. Una vez, el gobernador del distrito quiso verlo. San Pimen, evitando la fama, pensó para sí: “Si los dignatarios empiezan a venir a mí y a mostrarme respeto, entonces muchas otras personas también empezarán a venir a mí y perturbarán mi tranquilidad, y seré privado de la gracia de la humildad, que he adquirido sólo con la ayuda de Dios”. Entonces se negó a ver al gobernador y le pidió que no viniera.

Para muchos de los monjes, San Pimen fue un guía e instructor espiritual. Escribieron sus respuestas para que sirvieran para la edificación de otros además de ellos mismos. Cierto monje preguntó: “Si veo a mi hermano pecar, ¿debo ocultar su falta?” El anciano respondió: “Si reprochamos los pecados de los hermanos, entonces Dios reprochará nuestros pecados. Si ves a un hermano pecar, no creas lo que ves. Sepan que su propio pecado es como una viga de madera, pero el pecado de su hermano es como una astilla (Mt. 7:3-5), y entonces no entrarán en angustia ni en tentación”.

San Pimen era estricto en su ayuno y, a veces, no comía durante una semana o más. Aconsejó a los demás que comieran todos los días, pero sin saciarse. Abba Pimen escuchó de cierto monje que pasó una semana sin comer, pero había perdido los estribos. El santo lamentó que el monje pudiera ayunar durante una semana entera, pero no pudiera abstenerse de enojarse ni siquiera un solo día.

San Pimen murió a los 110 años, aproximadamente en el año 450. Poco después de su muerte, fue reconocido como un santo agradable a Dios. Fue llamado “el Grande” como signo de su gran humildad, rectitud, luchas ascéticas y servicio abnegado a Dios.

Tropario tono 8, del común de santos anacoretas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Pimen, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Santos Adrián, Natalia y 23 Compañeros Mártires

Los mártires Adrián y Natalia se casaron en su juventud durante un año antes de su martirio y vivieron en Nicomedia durante la época del emperador Maximiano (305-311). El emperador prometió una recompensa a quien delatara a los cristianos para llevarlos a juicio. Entonces comenzaron las denuncias y veintitrés cristianos fueron capturados en una cueva cerca de Nicomedia.

Fueron torturados, instados a adorar ídolos y luego llevados ante el pretor para registrar sus nombres y respuestas. Adrián, el jefe del pretorio, observó cómo estas personas sufrían con tanto coraje por su fe. Al ver con qué firmeza y valentía confesaban a Cristo, preguntó: “¿Qué recompensa esperáis de vuestro Dios por vuestro sufrimiento?” Los mártires respondieron: “Recompensas que no podemos describir ni vuestra mente puede comprender”. San Adrián dijo a los escribas: “Escribid también mi nombre, porque soy cristiano y muero gozosamente por Cristo Dios”.

Los escribas informaron de esto al emperador, quien llamó a san Adrián y le preguntó: “¿De verdad te has vuelto loco, que quieres morir? Ven, tacha tu nombre de las listas y ofrece sacrificios a los dioses, pidiéndoles perdón.

San Adrián respondió: “No he perdido la cabeza, sino que la he encontrado”. Maximiano ordenó entonces que encarcelaran a Adrián. Su esposa, santa Natalia, sabiendo que su marido iba a sufrir por Cristo, se alegró, ya que ella misma era cristiana en secreto.

Se apresuró a ir a la prisión y animó a su marido diciéndole: “Bienaventurado eres, señor mío, porque has creído en Cristo. Has obtenido un gran tesoro. No te arrepientas de nada terrenal, ni de la belleza, ni de la juventud (Adrián tenía entonces 28 años), ni de las riquezas. Todo lo mundano es polvo y ceniza. Sólo la fe y las buenas obras agradan a Dios”.

Torturaron cruelmente a San Adrián. El emperador aconsejó al santo que tuviera piedad de sí mismo e invocara a los dioses, pero el mártir respondió: “Que tus dioses digan qué bendiciones me prometen, y luego los adoraré, pero si no pueden hacer esto, ¿por qué debería hacerlo?” Santa Natalia no dejó de animar a su marido. Le pidió también que orara a Dios por ella, para que no la obligaran a casarse con un pagano después de su muerte.

El verdugo ordenó quebrar sobre el yunque las manos y las piernas de los santos. Santa Natalia, temiendo que su marido dudara al ver los sufrimientos de los demás mártires, pidió al verdugo que comenzara por él y le permitiera poner ella misma las manos y las piernas sobre el yunque.

Quisieron quemar los cuerpos de los santos, pero se levantó una tormenta y el fuego se apagó. Muchos de los verdugos incluso fueron alcanzados por un rayo. Santa Natalia tomó la mano de su marido y la guardó en casa. Pronto, un comandante del ejército pidió la aprobación del emperador para casarse con Santa Natalia, que era joven y rica. Pero ella se escondió en Bizancio. San Adrián se le apareció en sueños y le dijo que pronto descansaría en el Señor. De hecho, la mártir, agotada por los sufrimientos anteriores, pronto se durmió en el Señor.

Los santos Adrián y Natalia son patronos de los matrimonios, al igual que los santos Timoteo y Maura (3 de mayo).

Tropario, tono 4 del común de Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Traslado de las reliquias del Apóstol san Bartolomé; Santo Apóstol Tito de los Setenta

El traslado de las reliquias del apóstol Bartolomé tuvo lugar a finales del siglo VI. Su actividad apostólica y su fin como mártir son recordados por la Iglesia el 11 de junio. El apóstol Bartolomé sufrió por Cristo en el armenio Albanus (actual Bakú) en el año 71, donde se encontraban sus santas reliquias. Numerosos milagros ocurrieron de las reliquias del santo Apóstol, y muchos de los incrédulos se convirtieron a Cristo. Bajo el emperador Anastasio (491-518) las reliquias del apóstol Bartolomé fueron trasladadas a la recién construida ciudad de Anastasiopolis (o Dura) y permanecieron allí hasta finales del siglo VI.

Cuando la ciudad fue capturada por el emperador persa Chozroes, los cristianos tomaron el cofre con las reliquias del apóstol Bartolomé y huyeron con él a las orillas del Mar Negro. Al alcanzarlos, los sacerdotes paganos arrojaron al mar el cofre con las reliquias del apóstol Bartolomé. También fueron arrojados al mar otros cuatro cofres que contenían las reliquias de los santos mártires Papiano, Luciano, Gregorio y Acacio.

Por el poder de Dios, los cofres no se hundieron en las profundidades del mar, sino que flotaron milagrosamente sobre las olas y llegaron a Italia. El cofre con las reliquias del apóstol Bartolomé aterrizó en la isla de Lipari, y los cofres restantes continuaron su viaje y desembarcaron en varios lugares de Italia.

La llegada de las reliquias del santo apóstol Bartolomé fue revelada al obispo Agatón de la isla de Lípari, quien fue con el clero a la orilla del mar, sacó el cofre de las aguas y lo trasladó solemnemente a la iglesia.

De las reliquias del apóstol Bartolomé fluía mirra, curando a personas de diversas enfermedades. Las santas reliquias permanecieron en la iglesia de la isla de Lipari hasta mediados del siglo IX, cuando la isla fue capturada por los paganos. Los comerciantes cristianos tomaron las santas reliquias del apóstol Bartolomé y las trasladaron a la ciudad de Benevento, cerca de Nápoles, donde fueron recibidas con gran veneración y colocadas en la iglesia principal de la ciudad.

Santo Apóstol Tito de los Setenta

Era natural de la isla de Creta, hijo de un ilustre pagano. En su juventud estudió filosofía helenística y los poetas antiguos. Preocupado por las ciencias, Tito llevó una vida virtuosa, sin entregarse a los vicios y pasiones característicos de la mayoría de los paganos. Conservó su virginidad, como atestigua de él el Hieromártir Ignacio el Portador de Dios (20 de diciembre).

Por tal manera de vivir el Señor no lo dejó sin su ayuda. A los veinte años, San Tito escuchó una voz en un sueño que le sugería que abandonara la sabiduría helenística, que no podía proporcionar la salvación a su alma, sino que buscara aquello que lo salvaría. Después de este sueño, San Tito esperó un año más, ya que en realidad no era un mandamiento, pero sí lo guió a familiarizarse con las enseñanzas de los profetas de Dios. El primero que leyó fue el Libro del Profeta Isaías. Al abrirlo en el capítulo 47, quedó impresionado por las palabras que hablaban, por así decirlo, de su propia condición espiritual.

Cuando llegaron a Creta noticias sobre la aparición de un Gran Profeta en Palestina y sobre los grandes milagros que obró, el gobernador de la isla de Creta (un tío de Tito) lo envió allí. Este Profeta fue el propio Señor Jesucristo, encarnado de la Santísima Virgen María, quien vino al mundo para la redención de la raza humana de la opresión del pecado ancestral.

En Jerusalén, San Tito vio al Señor. Escuchó su predicación y creyó en él. Fue testigo del sufrimiento y muerte del Salvador en la Cruz, de Su gloriosa Resurrección y Ascensión al Cielo. El día de Pentecostés el futuro apóstol escuchó cómo los Doce Apóstoles, después de la venida del Espíritu Santo, hablaban en varios idiomas, entre los que se encontraba el idioma cretense (Hechos 2:11).

San Tito aceptó el bautismo del apóstol Pablo y se convirtió en su discípulo más cercano. Acompañó a San Pablo en sus viajes misioneros, cumpliendo las tareas que le fueron encomendadas. Estuvo involucrado en el establecimiento de nuevas iglesias y estuvo con Pablo en Jerusalén.

San Tito fue contado entre los Setenta Apóstoles y el apóstol Pablo lo nombró obispo de Creta. Hacia el año 65, poco antes de su segundo encarcelamiento, el apóstol Pablo envió una epístola pastoral a su hijo en la fe (Tit. 1: 4).

Cuando el apóstol Pablo fue llevado como un criminal a Roma para ser juzgado ante el César, San Tito dejó por un tiempo su rebaño en Creta y se dirigió a Roma para estar al servicio de su Padre espiritual. Después de la muerte por martirio de San Pablo, Tito regresó a Gortina, la ciudad principal de Creta, llevó a muchos a la fe en Cristo. Después de llevar la luz de la fe a las regiones circundantes, San Tito murió pacíficamente a la edad de 97 años.

Tropario, tono 3 del común de los Apóstoles

Santos apóstoles, Bartolomeo y Tito, * interceded ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Hieromártir Eutiques, discípulo de San Juan el Teólogo; Cosme de Etolia (nuevo mártir) .

El Hieromártir Eutiques, discípulo de los santos apóstoles Juan el Teólogo y Pablo, vivió desde el siglo I hasta principios del siglo II, y era natural de la ciudad palestina de Sebastea.

Aunque san Eutiques no es uno de los 70 Apóstoles, se le llama Apóstol por sus labores con los Apóstoles mayores, quienes lo nombraron obispo. Después de oír hablar de Cristo Salvador, san Eutiques se convirtió por primera vez en discípulo del apóstol Juan el Teólogo. Más tarde conoció al apóstol Pablo y predicó con él en sus primeros viajes.

San Eutiques sufrió muchos tormentos: lo mataron de hambre, lo golpearon con varas de hierro, lo arrojaron al fuego y finalmente completó sus labores en su ciudad natal, donde fue decapitado con una espada a principios del siglo II.

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Eutiques, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Nuevo Mártir Cosme de Etolia

El nuevo mártir Cosme, igual a los Apóstoles, en el mundo de Constas, era natural de Etolia. Estudió al principio bajo la dirección del archidiácono Ananias Dervisanos, y luego continuó su educación en el Monte Athos, en la escuela de Vatopedi.

Permaneciendo en Athos en el monasterio de Philotheou para dedicarse a trabajos espirituales, fue tonsurado monje con el nombre de Cosme y más tarde fue ordenado sacerdote. El deseo de beneficiar a sus hermanos cristianos, de guiarlos por el camino de la salvación y fortalecer su fe, impulsó a San Cosme a buscar la bendición de sus padres espirituales para ir a Constantinopla. Allí dominó el arte de la retórica y, recibió un permiso por escrito del Patriarca Serafín II (y más tarde de su sucesor Sofronio), para predicar el Santo Evangelio.

Así, el santo comenzó a proclamar el Evangelio primero en las iglesias de Constantinopla y en los pueblos circundantes, luego en las regiones del Danubio, en Tesalónica, en Verroia, en Macedonia, Quimera, Akarnania, Etolia, en las islas de Santa Maura, Cefalonia y otros lugares.

Su predicación, llena de la gracia del Espíritu Santo, fue sencilla, tranquila y gentil. Trajo a los cristianos un gran beneficio espiritual. El Señor mismo lo ayudó y confirmó sus palabras con señales y milagros, así como había confirmado la predicación de los Apóstoles.

Predicando en las zonas remotas de Albania, donde la piedad cristiana casi había desaparecido entre la gente ruda y tosca arraigada en el pecado, san Cosme los condujo al arrepentimiento sincero y a la mejora con la Palabra de Dios.

El servicio apostólico de san Cosme concluyó con su muerte mártir en el año 1779. A los 65 años de edad, fue apresado por los turcos y estrangulado. Su cuerpo fue arrojado al río y, después de tres días, fue encontrado por el sacerdote Marcos y enterrado cerca del pueblo de Kolikontasi, en el monasterio de la Entrada al Templo de la Santísima Theotokos.

Tropario, tono 3

La divina fe has enseñado * adornando así la santa Iglesia, * y has mostrado un celo apostólico * propagando las enseñanzas divinas * y en martirio has concluido el curso de lucha. * Intercede ante Cristo Dios, Cosme glorioso, * para que nos otorgue la gran misericordia.

Santo Mártir Lupo; Hieromártir Ireneo de Lyon; Apódosis de la fiesta de la Dormición.

El Mártir Lupo vivió a finales del siglo III y principios del IV, y fue fiel servidor del santo Gran Mártir Demetrio de Tesalónica (26 de octubre). Estando presente en la muerte de su amo, empapó su propia ropa con su sangre y tomó un anillo de su mano. Con esta vestimenta, y con el anillo y el nombre del gran mártir Demetrio, san Lupo obró muchos milagros en Tesalónica. Destruyó los ídolos paganos, por lo que fue objeto de persecución por parte de los paganos, pero el poder de Dios lo conservó ileso.

San Lupo se entregó voluntariamente en manos de los torturadores, y por orden del emperador Maximiano Galerio, fue decapitado a espada.

Tropario, tono 4 del común de Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

 

Hieromártir Ireneo de Lyon

El Hieromártir Ireneo, obispo de Lyon, nació en el año 130 en la ciudad de Esmirna (Asia Menor). Allí recibió la mejor educación, estudiando poética, filosofía, retórica y el resto de las ciencias clásicas consideradas necesarias para un joven de mundo.

Su guía en las verdades de la fe cristiana fue un discípulo del apóstol Juan el Teólogo, San Policarpo de Esmirna (23 de febrero). San Policarpo bautizó al joven y luego lo ordenó presbítero y lo envió a una ciudad de la Galia entonces llamada Lugdunum [la actual Lyon en Francia] al obispo moribundo Potino.

Pronto se encomendó una comisión a San Ireneo. Debía entregar una carta de los confesores de Lugdunum al santo obispo Eleuterio de Roma (177-190). Mientras él estaba fuera, todos los cristianos conocidos fueron encarcelados. Después del martirio del obispo Potino, San Ireneo fue elegido un año después (en 178) obispo de Lugdunum. “Durante este tiempo”, escribe sobre él San Gregorio de Tours (17 de noviembre), “con su predicación transformó toda Lugdunum en una ciudad cristiana”.

Cuando amainó la persecución contra los cristianos, el santo expuso las enseñanzas de la fe ortodoxa en una de sus obras fundamentales bajo el título: Detección y refutación de la pretendida pero falsa gnosis. Se le suele llamar Cinco Libros contra la Herejía (Adversus Haereses).

San Ireneo también ejerció una influencia beneficiosa en una disputa sobre la celebración de la Pascua. En la Iglesia de Asia Menor, existía una antigua tradición de celebrar la Santa Pascua el día catorce del mes de Nisán, independientemente del día de la semana que fuera. El obispo romano Víctor (190-202) exigió enérgicamente uniformidad, y sus duras exigencias fomentaron un cisma. En nombre de los cristianos de la Galia, San Ireneo escribió al obispo Víctor y a otros, instándolos a hacer las paces.

Después de este incidente, San Ireneo desaparece de la vista y ni siquiera sabemos el año exacto de su muerte. San Gregorio de Tours, en su Historia Francorum, sugiere que San Ireneo fue decapitado a espada por su confesión de fe en el año 202, durante el reinado de Severo.

l apóstol y evangelista Juan el Teólogo, san Policarpo de Esmirna y san Ireneo de Lyon son tres eslabones de una cadena ininterrumpida de la gracia de la sucesión, que se remonta al Pastor Original, nuestro Señor Jesucristo mismo.

En su vejez, San Ireneo escribió a su viejo amigo el sacerdote Florino: “Cuando yo era aún niño, te conocí… en casa de Policarpo… Recuerdo lo que pasó en aquellos días con más claridad que lo que sucede ahora. …. Puedo describiros el lugar donde solía sentarse y conversar el bienaventurado Policarpo, el carácter de su vida, el aspecto de su cuerpo y los discursos que hablaba al pueblo, cómo hablaba de las conversaciones que tenía. con Juan y otros que habían visto al Señor, cómo recordaba sus palabras y lo que había oído de ellos acerca del Señor… Escuché atentamente estas cosas, por la misericordia de Dios, y las escribí, no en papel, sino en mi corazón.”

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Ireneo, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

San Agatónico y Compañeros Mártires

Los mártires Agatónico, Zotico, Teoprepio, Acindino, Severiano, Zenón y otros aceptaron la muerte por Cristo durante el reinado del emperador Maximiano (284-305).

El mártir Agatónico descendía del ilustre linaje de los hipasianos y vivió en Nicomedia. Muy versado en las Sagradas Escrituras, convirtió a muchos paganos a Cristo, incluidos miembros eminentes del Senado.

Comito Eutolmio fue enviado a la región del Ponto (bajo Mar Negro), donde crucificó a los seguidores del cristiano Zotico, que se habían negado a ofrecer sacrificios a los ídolos, aunque se llevó a Zotico con él.

En Nicomedia, Eutolmio arrestó al mártir Agatónico, y también a Teoprepio, Acindino y Severiano. Después de las torturas, Eutolmio ordenó que los mártires fueran llevados a Tracia para ser juzgados por el emperador.

Pero en el camino, en las cercanías de Potama, los mártires Zotico, Teoprepio y Acindino no pudieron seguir más detrás del carro del gobernador debido a las heridas recibidas durante las torturas, por lo que fueron ejecutados. El mártir Severiano fue ejecutado en Calcedonia, y el mártir Agatónico, junto con otros, fue decapitado con la espada por orden del emperador en Selimbria.

Tropario, tono 4 del común de mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo Apóstol Tadeo de los Setenta.

San Tadeo, apóstol de los Setenta, era de ascendencia hebrea y nació en la ciudad siria de Edesa. Hay que distinguir al santo Apóstol Tadeo de los Setenta de San Judas, también llamado Tadeo o Leví (19 de junio), quien fue uno de los Doce Apóstoles.

Cuando llegó a Jerusalén para una fiesta, escuchó la predicación de Juan el Precursor. Después de ser bautizado por él en el Jordán, permaneció en Palestina. Vio al Salvador y se convirtió en su seguidor. Fue elegido por el Señor para ser uno de los Setenta Discípulos, a quienes envió de dos en dos a predicar en las ciudades y lugares donde pretendía visitar (Lucas 10: 1).

Después de la Ascensión del Salvador al cielo, San Tadeo predicó la buena nueva en Siria y Mesopotamia. Vino predicando el Evangelio a Edesa y convirtió al rey Abgar, al pueblo y a los sacerdotes paganos a Cristo. Respaldó su predicación con muchos milagros (sobre los cuales Abgar escribió al emperador asirio Nerses). Estableció sacerdotes allí y construyó la Iglesia de Edesa.

El príncipe Abgar quiso recompensar a San Tadeo con ricos obsequios, pero él se negó y fue a predicar a otras ciudades, convirtiendo a muchos paganos a la fe cristiana. Fue a la ciudad de Beirut a predicar y fundó allí una iglesia. Murió pacíficamente en el año 44 en su ciudad Edesa, aunque según una antigua tradición armenia, San Tadeo, después diversas torturas, fue decapitado a espada el 21 de diciembre en la región de Artaz del año 50).

Tropario, tono 3 del común de los santos Apóstoles

Oh santo apóstol Tadeo, * intercede ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santo Profeta Samuel

El Profeta Samuel fue el decimoquinto y último de los Jueces de Israel, viviendo. Era descendiente de la tribu de Leví e hijo de Elcana, de Ramataim-zofim del monte de Efraín. Nació habiendo sido suplicado al Señor a través de las oraciones de su madre Ana (por eso recibió el nombre de Samuel, que significa “suplicado a Dios”). Incluso antes de nacer, estaba dedicado a Dios. Su canción, “Mi corazón se regocija en el Señor”, es la tercera oda del Canon del Antiguo Testamento (1 Sam/1 Reyes 2:1-10).

Cuando el niño cumplió tres años, su madre fue con él a Silo y, de acuerdo con su voto, lo dedicó a la adoración de Dios. Ella lo entregó al cuidado del sumo sacerdote Elí, quien en ese momento era juez de Israel. El profeta creció en el temor de Dios, y a los doce años de edad tuvo una revelación de que Dios castigaría la casa del Sumo Sacerdote Elí, porque no reprimió la impiedad de sus hijos. Toda la familia de Elí fue exterminada en un solo día.

La profecía se cumplió cuando los filisteos, después de haber matado en batalla a 30.000 israelitas (entre ellos Ofni y Finees, hijos de Elí, el sumo sacerdote), obtuvieron la victoria y capturaron el Arca de la Alianza. Al oír esto, el sumo sacerdote Elí cayó hacia atrás de su asiento junto a la puerta y, rompiéndose la espalda, murió. La esposa de Finees, al enterarse de lo que había sucedido en esa misma hora, dio a luz a un hijo (Icabod) y murió con las palabras: “La gloria se ha apartado de Israel, porque el Arca de Dios ha sido quitada” (1 Sam/ 1 Reyes 4:22).

Tras la muerte de Elí, Samuel se convirtió en juez de la nación de Israel. Los filisteos devolvieron el Arca de Dios por iniciativa propia. Después de regresar a Dios, los israelitas regresaron a todas las ciudades que los filisteos habían tomado. En su vejez, el profeta Samuel nombró a sus hijos Joel y Abiah jueces de Israel, pero ellos no siguieron la integridad y el justo juicio de su padre, ya que estaban motivados por la codicia.

Entonces los ancianos de Israel, queriendo que la nación de Dios fuera “como las demás naciones” (1 Sam/1 Reyes 8:20), exigieron al profeta Samuel que tuvieran un rey. El profeta Samuel ungió a Saúl como rey, pero vio en ello la caída del pueblo, a quien Dios mismo había gobernado hasta ese momento, anunciando su voluntad a través de “jueces”, sus santos elegidos. Al renunciar a su cargo de juez, el profeta Samuel preguntó al pueblo si estaban de acuerdo con que continuara gobernando, pero nadie dio un paso al frente por él.

Después de denunciar al primer rey, Saúl, por su desobediencia a Dios, el profeta Samuel ungió a David como rey. Le ofreció asilo a David, salvándolo de la persecución del rey Saúl. El profeta Samuel murió en una edad muy avanzada. Su vida está registrada en la Biblia (1 Sam/1 Reyes; Eclesiástico 46:13-20).

Tropario, tono 2 del común de santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Samuel, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

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