Santa Xenia de Roma y sus dos esclavas

Santa Xenia de Roma y sus dos esclavas

24 de Enero

Santa Xenia era la hija única del famoso senador de Roma, Eusebio. Siendo todavía muy joven, ella decidió quedarse virgen y para evitar el matrimonio partió rumbo a Alejandría, junto con dos esclavas. Una vez allí, convenció a sus acompañantes de llamarla Xenia, lo que en griego significa “peregrina,” para que sea más difícil encontrarla.
Cuando se encontró con el abad del convento del apóstol Andrés, quien estaba en la ciudad Mileto (en Caria) ella le pidió que la llevase junto con sus acompañantes a la ciudad de Milass. Allí ella compró un terreno y construyó una Iglesia consagrada a San Esteban y organizo un monasterio de mujeres. En poco tiempo, por su vida ejemplar, el obispo de Milass la elevó a la dignidad de diaconisa. Verdaderamente ella llevaba la vida de un ángel. Amaba a todos, prestaba ayuda a todos, lo que estaba a su alcance. Era la benefactora de los pobres, la consoladora para los doloridos y la preceptora para los pecadores. Por su profunda humildad, ella se consideraba a sí misma como la peor de todas y la más pecadora de todos. Santa Xenia salvó a muchas almas. Falleció en la segunda mitad del siglo V. Durante su fallecimiento ocurrieron milagrosos signos.

Tropario, tono 4
En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh Madre Xenia, pues tomando la cruz seguiste a Cristo; y practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, que es efímera, y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Hieromártir Clemente, Obispo de Ankara

Hieromártir Clemente, obispo de Ankara

23 de Enero

Clemente nació en el año 258 d. C. en la ciudad de Ankara de un padre pagano y una madre cristiana. Su piadosa madre Eufrosine profetizó que su hijo sufriría una muerte de mártir, y partió de este mundo cuando Clemente tenía doce años. Su amiga Sofía recibió a Clemente en su hogar como un hijo y ayudó a criarlo en el espíritu cristiano. Clemente era tan famoso a causa de su vida virtuosa que fue elegido obispo de Ankara a los veinte años. En su juventud alcanzó la sabiduría de un adulto maduro, y a través de grandes privaciones domesticó y conquistó su cuerpo. Se alimentaba sólo de pan y verduras, y no comía nada matado o ensangrentado. Durante el reinado de Diocleciano fue torturado horriblemente, «como nadie jamás, desde la fundación del mundo». Pasó veintiocho años en vicisitudes y en calabozos. Once diferentes verdugos lo atormentaron una y otra vez. Cierta vez que lo golpearon en la cara, lo escupieron, y le rompieron los dientes, Clemente dijo a Domenciano, su verdugo: «¡Me haces un gran honor, oh Domenciano, y no me torturas, pues he aquí que la boca misma de mi Señor Jesucristo fue también golpeada y golpeada su cara, y yo, el indigno, ahora soy hallado digno de sufrir esto!».
Cuando Clemente fue llevado a Roma para comparecer ante el emperador Diocleciano, este colocó varios instrumentos de tortura en un lado, y en el otro, premios tales como condecoraciones, ropas y dinero—todo cuanto el emperador podía otorgar. Entonces dijo a Clemente que escogiera. El mártir de Cristo miró con desprecio todos los dones del Emperador, y escogió los instrumentos de tortura. Clemente fue torturado de un modo inaudito: arrancaban pedazos de su cuerpo para que sus blancos huesos se viesen bajo su carne. Finalmente fue decapitado por un soldado en Ankara en el año 312 d. C. mientras celebraba la Divina Liturgia como obispo en la iglesia. Los milagros por intercesión de san Clemente son innumerables.

Tropario, tono 4
Floreciste para los fieles, oh san Clemente, como una rama de santidad, un bastón de lucha, una flor muy sagrada y un dulce fruto dado por Dios. Pero como compañero de mártires y prelado compañero de jerarcas, intercede ante Cristo nuestro Dios para que salve nuestras almas.

Santo Apóstol Timoteo de los Setenta

Santo Apóstol Timoteo de los Setenta

22 de Enero

Timoteo era uno de los Setenta apóstoles (cfr. San Lucas 10:1-20). Nació en Listra de Licaonia de padre griego y madre hebrea. El apóstol Pablo alabó a su madre y a su abuela por su fe sincera (cfr. II Timoteo 1:4-5). Timoteo conoció al gran Apóstol por primera vez en Listra, y presenció cuando éste sanó al cojo de nacimiento (cfr. Hechos 14:8-10). Luego, Timoteo se convirtió en un compañero de viaje casi constante de Pablo, yendo con él a Acaya, Macedonia, Italia y España. De gran celo por la fe, un magnífico predicador, y de alma dulce, Timoteo contribuyó mucho a la difusión y el establecimiento de la fe cristiana. Pablo lo llamó «verdadero hijo en la fe» (cfr. I Timoteo 1:2). Después del martirio de Pablo, Timoteo tuvo a san Juan el Evangelista como maestro. Mas cuando el emperador Domiciano exilió a Juan de Éfeso a la isla de Patmos, Timoteo permaneció en Éfeso como obispo. Durante una fiesta idólatra llamada «Katagogia», los paganos, irritados contra los cristianos, atacaron traicioneramente y enmascarados a Timoteo y lo mataron; esto ocurrió alrededor del 93 d. C. Sus honorables reliquias luego fueron llevadas a Constantinopla y enterradas en la Iglesia de los Doce Apóstoles, junto a las tumbas de san Lucas el Evangelista y san Andrés el Primer-llamado.

Tropario, tono 4
Habiendo sido profundamente instruido en la rectitud, y estando vigilante en todas las cosas, has sido revestido con una buena conciencia como corresponde a un santo. Sacaste los misterios inefables del Vaso de Elección; y habiendo guardado la Fe, terminaste la carrera de forma similar, Oh Hieromártir y Apóstol Timoteo, intercede ante Cristo Dios para que salve nuestras almas.

San Máximo el Confesor

San Máximo el Confesor

21 de Enero

San Máximo nació en Constantinopla en una noble familia y recibió una muy buena educación. Él se encontraba entre los consejeros del emperador Heraclio (años 610-641). Ante la difusión de la herejía de los monofisitas que negaban la voluntad humana del Señor Jesucristo, con lo que disminuían el significado de sus sufrimientos en la Cruz, aun Él dejó su palacio e ingresó en el monasterio Cristopolsky, donde san Máximo fue el abad.
Siendo teólogo, profundo pensador y un riguroso defensor de la Ortodoxia, Máximo demostraba exitosamente lo erróneo de la herejía monofisita que aseguraba que la naturaleza humana de Jesús había sido absorbida y destruida por la naturaleza Divina. Por eso, Máximo, fue muchas veces objeto de persecuciones por parte de los enemigos de la Iglesia. Los argumentos de San Máximo a favor de la Ortodoxia fueron tan concluyentes que después de un debate público con el patriarca monofisita de Constantinopla, llamado Pirro, este último renunció a la herejía en el año 645.
Varias veces fue deportado y nuevamente llamado a Constantinopla. Muchas veces las exhortaciones y las promesas de los herejes se convertían en amenazas, vejaciones y golpizas a San Máximo. Pero él quedaba firme en sus convicciones religiosas. Por último, le cortaron el brazo derecho y la lengua para que ni con la palabra ni por escrito pudiera proclamar y defender la verdad. Luego lo enviaron en reclusión al Cáucaso en Lasov (una región en Mingrelia). Ahí San Máximo falleció el 13 de agosto del año 662, sabiendo de antemano el día de su muerte.
San Máximo escribió muchas obras teológicas en defensa de la Ortodoxia. Especialmente representan un gran valor sus prédicas sobre la vida espiritual y contemplativa, algunas de las cuales entraron en una colección de sermones de los Santos Padres sobre la vida de los ascetas. En estas devotas prédicas se revela la profundidad espiritual y la agudeza del pensamiento de San Máximo. También llegó a nosotros su explicación de la Liturgia, que tiene un gran significado teológico.

Tropario, tono 8
Oh guía de la recta fe, maestro de la devoción y dignidad, astro del universo, belleza de los anacoretas inspirada por Dios, san Máximo el Confesor, que has iluminado a todos con tus enseñanzas, oh lira del Espíritu: ¡Intercede ante Cristo Dios, para que salve nuestras almas!

San Eutimio el Grande

San Eutimio el Grande

20 de Enero

El nacimiento de este santo en el año 377, fue el fruto de las oraciones de sus padres, Pablo y Dionisia, y de la intercesión del mártir Polieucto. El padre de Eutimio era un rico ciudadano de Melitene de Armenia. Ahí se inició Eutimio en las ciencias sagradas, bajo la dirección del obispo, quien le ordenó sacerdote y le encargó la supervisión de los monasterios. Eutimio visitaba con frecuencia el monasterio de San Polyeucto, y pasaba noches enteras orando en el monte vecino. Asimismo, se retiraba a orar todos los años, desde la octava de la Epifanía hasta el fin de la Cuaresma. Como su deseo de soledad no se satisfacía con esto, Eutimio abandonó secretamente su ciudad natal, a los veintinueve años de edad. Después de orar en los santos lugares de Jerusalén, se refugió en una celda, a diez kilómetros de la ciudad, cerca de la lavra de Farán. Tejiendo canastas, ganaba lo suficiente para vivir y aun repartía algunas limosnas entre los pobres. Cinco años más tarde, se retiró con un tal Teoctisto a una cueva situada a unos quince kilómetros de su celda anterior, en el camino a Jericó; ahí empezó a reunir algunos discípulos hacia el año 411. Confiando a Teoctisto el cuidado de la comunidad, el santo volvió a retirarse a una remota ermita. Sólo los sábados y domingos recibía a quienes iban en busca de consejo. Eutimio exhortaba a sus monjes a no comer nunca más de lo necesario para satisfacer el hambre, y les prohibía toda especie de singularidad en el ayuno y otras austeridades, porque tales cosas favorecen la vanidad y desarrollan la voluntad propia. Siguiendo el ejemplo de su maestro, todos los monjes se retiraban a la soledad desde la Epifanía hasta el Domingo de Ramos, fecha en que se reunían en el monasterio para celebrar los oficios de la Semana Santa. Eutimio recomendaba el silencio y el trabajo manual, con suerte sus monjes ganaban para comer, y un poco más para ayudar a los pobres.
Con la señal de la cruz y una corta oración, San Eutimio curó de una parálisis de medio cuerpo a un joven árabe. El padre de éste, que había recurrido en vano a las famosas artes físicas y mágicas de los persas, se convirtió al cristianismo. Esto desató una oleada de conversiones entre los árabes, debido a esto el patriarca de Jerusalén, Juvenal, consagró obispo a Eutimio para que atendiese a las necesidades espirituales de los conversos. El santo estuvo presente en el Concilio de Efeso, en 431. Juvenal construyó a San Eutimio una lavra en el camino de Jerusalén a Jericó. No por ello abandonó el santo su regla de estricta soledad, sino que gobernó a sus monjes por medio de vicarios a quienes daba sus instrucciones los domingos. San Cirilo de Escitópolis relata muchos de los milagros obrados por el santo con sólo hacer la señal de la cruz. En un periodo de sequía, Eutimio exhortó al pueblo a la penitencia para apartar esa plaga, las multitudes acudían en procesión a su celda llevando cruces, cantando el Kyrie eléison, y suplicándole que ofreciere a Dios sus oraciones por ellos. Eutimio respondía: “Yo soy un pecador. ¿Cómo queréis que me presente ante Dios, que está airado por nuestras culpas? Postrémonos todos juntos en su presencia, y Él nos escuchará.” La multitud obedeció, y el santo, dirigiéndose a su capilla, se postró también en oración. El cielo se oscureció repentinamente, la lluvia cayó en abundancia, y las cosechas fueron notablemente buenas.
Uno de los últimos discípulos de San Eutimio fue el joven San Sabas (el Santificado). El 13 de enero del año 473, Martirio y Elías, a quienes el santo había predicho que llegarían a ser patriarcas de Jerusalén, fueron con algunos otros a acompañar a Eutimio a su retiro cuaresmal; pero éste les dijo que iba a quedarse con ellos toda la semana, hasta el sábado siguiente, dándoles a entender que su muerte estaba próxima. Tres días después, ordenó que se observase una vigilia general, la víspera de la fiesta de San Antonio, y en tal ocasión hizo a sus hijos espirituales una exhortación a la humildad y la caridad. Nombró a Elías por sucesor suyo y predijo a Domiciano, uno de sus discípulos predilectos, que le seguiría al sepulcro a los ocho días de su muerte como sucedió en efecto. Eutimio murió el sábado 20 de enero, a los noventa y cinco años, después de haber pasado sesenta y ocho en el desierto. Su nombre es conmemorado en la Preparación de la Divina Liturgia junto a los santos justos.
Tropario, tono 4
Alégrate, oh estéril, que no habías dado a luz; ten ánimo, tú que no conocías los trabajos del parto; porque el hijo de tus anhelos ha multiplicado a sus hijos espirituales, habiéndolos plantado en piedad y criándolos en continencia para la perfección de las virtudes. Por sus oraciones, oh Cristo nuestro Dios, guía nuestra vida en paz.

San Macario el Grande

San Macario el Grande

19 de Enero

Macario significa: un hombre feliz.
La historia de este hombre que vivió en Egipto hacia el año 400, la narra el historiador Paladio.
Hasta los 40 años fue fabricante de dulces y vendedor de frutas. A los 40 años se fue al desierto a rezar y hacer penitencia y allí estuvo casi 60 años santificándose. Vivió del 310 al 408, probablemente.
Deseoso de conseguir la santidad, Macario se fue a un desierto de Egipto y por un tiempo se puso bajo la dirección de un antiguo monje para que lo instruyera en el modo de progresar en la santificación. Algunos aseguran que estuvo en uno de los grupos de monjes dirigidos por San Antonio Abad y luego se fue a vivir a otro sitio del desierto, con un grupo de monjes que hacían grandes penitencias. Toda la semana estaban en silencio, rezando y trabajando (tejiendo esteras y canastos). Solamente se reunían el domingo para asistir a la celebración de la Santa Misa. Aquellos hombres solamente comían raíces de árboles y ayunaban casi todo el año. Pero vivían alegremente pues su único deseo era agradar a Dios a quien se habían consagrado por completo.
Dios le había dado a Macario un cuerpo muy resistente y entre todos los monjes, era él quien más fuertes mortificaciones hacía y el que más ayunaba y más rezaba. Durante los ardientes calores del sol a 40 grados, no protestaba por el bochorno ni tomaba agua, y durante los más espantosos fríos de la noche, con varios grados bajo cero, no buscaba cobijarse.
Disfrazado de campesino se fue al monasterio de San Pacomio para que este santo tan famoso le enseñara a ser santo. San Pacomio le dijo que no creía que fuera capaz de soportar las penitencias de su convento. Y le dejó afuera. Allí estuvo siete días ayunando y rezando, hasta que le abrieron las puertas del convento y lo dejaron entrar. Entonces le dijeron que intentara ayunar, para ver cuántos días era capaz de permanecer ayunando. Los monjes ayunaban unos tres días seguidos, otros cuatro días, pero Macario estuvo los 40 días de la cuaresma ayunando, y sólo se alimentaba con unas pocas hojas de col y un poquito de agua al anochecer. Todos se admiraron, pero los monjes le pidieron al abad que no lo dejara allí porque su ejemplo podría llevar a los más jóvenes a ser exagerados en la mortificación. San Pacomio oró a Dios y supo por revelación que aquel era el célebre Macario. Le dio gracias por el buen ejemplo que había dado a todos y le pidió que rezara mucho por todos ellos, y él se fue.
Una vez le vino la tentación de dejar el encierro de su celda de monje e irse a viajar por el mundo. Y era tanto lo que le molestaba esta tentación que entonces se echó a las espaldas un pesado bulto de tierra y se fue a andar por el desierto. Cuando ya muy fatigado, un viajero lo encontró y le preguntó qué estaba haciendo, le respondió: “Estoy dominando a mi cuerpo que quiere esclavizar a mi alma”. Y al fin el cuerpo se fatigó tanto de andar por esos caminos con semejante peso a las espaldas, que ya la tentación de irse a andar por el mundo no le llegó más.
Un día viajando en barca por el Nilo, con cara muy alegre, se encontró con unos militares muy serios que le preguntaron: ¿Cómo se llama? – Me llamo Macario, que significa el hombre feliz. Y el jefe de los militares al verlo tan contento le dijo: ¡En verdad que usted parece muy feliz! Y él le respondió: ¡Si, sirviendo a Dios me siento verdaderamente feliz, mientras otros sirviendo al mundo si sienten tan infelices! Estas palabras impresionaron tanto al comandante, que dejó su vida militar y se fue de monje al desierto a servir a Dios.
Se presentó ante Macario un sacerdote con la cara manchada y el santo no lo quiso ni siquiera saludar. Le preguntaron por qué lo despreciaba por tener la cara manchada, y él respondió: Es que lo que tiene manchada es el alma. El sacerdote comprendió lo que le quería decir. Confesó un pecado que tenía sin perdonar, y fue perdonado, y al írsele la mancha del alma se le desapareció también la mancha de la cara y entonces sí Macario lo aceptó como amigo.

Tropario, tono 1
Has demostrado ser un ciudadano del desierto, un ángel en la carne y un obrador de maravillas, Oh Macario, nuestro Padre Portador de Dios. Al ayunar, vigilar y orar, obtuviste dones celestiales, y sanas a los enfermos y las almas de los que recurren a ti con fe. Gloria al que te ha dado la fuerza. Gloria al que te ha coronado. Gloria al que hace sanaciones para todos a través de ti.

San Atanasio el Grande y San Cirilo, Arzobispos de Alejandría

San Atanasio el Grande y San Cirilo, Arzobispos de Alejandría

18 de Enero

San Atanasio nació entre los años 295 o 296, en el seno de una familia humilde de Alejandría. Dios le otorgó al santo muchas virtudes como la fe profunda y un gran intelecto que quedo de manifiesto al terminar sus estudios básicos. A los 25 años fue ordenado Diácono por el Patriarca de Alejandría Alejandro, y junto a él participaron del primer Concilio Ecuménico de Nicea, donde es trató la herejía de Arrio. En el año 328 fallece el Patriarca Alejandro y para Atanasio se acerca un gran momento, es elegido Patriarca de Alejandría a los 33 años, por el clero y por todo el pueblo. De ahora en más el Santo comienza un fuerte combate contra la herejía de Arrio y por esta causa fue enviado al exilio cinco veces por el emperador arriano Constantino, sufriendo innumerables penurias. Sin embargo, con fe, valor y su inagotable paciencia, sale vencedor y destroza a los “lobos” de nuestra ortodoxia. Como nos dice las sagradas Escrituras: “Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos.” (1° Timoteo 6:12) estas palabras se hacen realidad en la vida de San Atanasio quien el 2 de mayo del 373 entre los 75 y 77 años de edad fallece. Se debe recordar también que el Santo fue reconocido como uno de los más grandes escritores y Padre de Nuestra Santa Iglesia.

SAN CIRILO, también era de Alejandría, nacido alrededor del año 376. Era sobrino de Teófilo, Patriarca de Alejandría, quien instruyó al santo en su juventud. Después de pasar mucho tiempo con los monjes en Nitria, más tarde se convirtió en el sucesor del trono de su tío en 412. En 429, cuando Cirilo escuchó noticias de las enseñanzas del nuevo Patriarca de Constantinopla, Nestorio, comenzó a intentar a través de cartas privadas hacer que Nestorio renunciase a sus enseñanzas herética sobre la Encarnación. Cuando el heresiarca no se arrepintió, San Cirilo, junto con el Papa Celestino de Roma, encabezó la oposición ortodoxa a su error. San Cirilo presidió el Tercer Concilio Ecuménico de los 200 Santos Padres en el año 431, que se reunió en Éfeso bajo San Teodosio el Joven. En este Concilio, con palabras sabias, avergonzó y condenó la impía doctrina de Nestorio, quien, aunque estaba en la ciudad, se negó a comparecer ante Cirilo. San Cirilo, además de derrocar el error de Nestorio, ha dejado a la Iglesia comentarios completos sobre los Evangelios de Lucas y Juan. Después de pastorear la Iglesia de Cristo durante treinta y dos años, descansó en el Señor en el 444.

Tropario a San Atanasio y San Cirilo, tono 3
Brillando por las obras de la Ortodoxia; apagaban toda falsa creencia y enseñanza, convirtiéndose así en portadores de la victoria. Y como han enriquecido a todos con verdadera piedad, adornaron a la Iglesia con magnificencia. Oh Atanasio y sabio Cirilo, han encontrado dignamente a Cristo Dios, quien otorga a todos, por sus oraciones, la gran misericordia.

San Antonio el Grande

San Antonio el Grande

17 de Enero

Antonio fue egipcio de nacimiento. Creció como cristiano por ser sus padres cristianos. Su único deseo desde niño era llevar una vida simple de hogar. Estaba satisfecho con lo que se le ponía delante y nunca importunó a sus padres y no pedía más.
Después de la muerte de sus padres que eran acomodados y de buen linaje, quedó solo con su única hermana, mucho más joven. Tenía entonces unos dieciocho años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana. Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba meditando y reflexionaba cómo los apóstoles dejaron todo y siguieron al Salvador. Pensando estas cosas, entró en la iglesia. Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el Evangelio, y escuchó el pasaje en que el Señor dice al joven rico: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres; luego ven, y sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo” (Mt 19:21).
Como si Dios le hubiera puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasados. No quiso que ni él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando solo un poco para su hermana.
Hacía trabajo manual, pues había oído que “el que no quiere trabajar, tampoco tiene derecho a comer” (2Tes 3:10). De sus entradas algo guardaba para su manutención y el resto lo daba a los pobres. Oraba constantemente, habiendo aprendido que debemos orar en privado sin cesar. Además, estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se le escapaba. Así vivía Antonio y era amado por todos. Él, a su vez, se sometía con toda sinceridad a los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno lo aventajaba en celo y práctica ascética. Así pasó más de veinte años practicando solo la vida ascética, no saliendo nunca y siendo raramente visto por otros.
Por él, el Señor sanó a muchos que tenían enfermedades corporales y liberó a otros de espíritus impuros. Concedió también a Antonio el encanto en el hablar; y así confortó a muchos en sus penas y reconcilió a otros que se peleaban. Y cuando en sus discursos exhortaba a recordar los bienes venideros y la bondad mostrada a nosotros por Dios, “que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros” (Rm 8:32), trajo a muchos a abrazar la vida monástica. Y así aparecieron celdas monacales en la montaña, y, el desierto se pobló de monjes que abandonaban el mundo y se inscribían para ser ciudadanos del cielo. Es por eso que a San Antonio se le considera el Padre de los monjes.

Tropario tono 4
Imitando con tu vida al celoso Elías y siguiendo los rectos caminos del Bautista, has poblado el desierto oh Padre Antonio, y has fortalecido al mundo con tu oración. Intercede ante Cristo nuestro Dios, para que salve nuestras almas

Veneración de las Cadenas del Santo y Glorioso Apóstol Pedro

Veneración de las Cadenas del Santo y Glorioso Apóstol Pedro

16 de Enero

San Pedro es conmemorado en este día a causa de las cadenas con las que fue atado por el inicuo Herodes, y que durante la aparición del ángel en la prisión cayeron de sus manos (cfr. Hechos 12:7). Estas cadenas fueron preservadas por los cristianos tanto en memoria de este gran Apóstol como por su poder de sanidad, pues muchos enfermos eran sanados al tocarlas, tal como ocurría con los pañuelos del Apóstol Pablo (cfr. Hechos 19:12). De esto, la Iglesia de Cristo ha aprendido a mostrar reverencia y piedad no solo a las reliquias de los cuerpos, sino también a las vestimentas de los santos de Dios.
San Juvenal, patriarca de Jerusalén, dio estas cadenas como regalo a la Emperatriz Eudoxia, la esposa del Emperador Teodosio el Joven, que había sido exiliada. Esta las dividió en dos partes, enviando una a la iglesia del santo Apóstol en Constantinopla, y la otra a su hija, la Emperatriz Eudoxia, esposa de Valentiniano en Roma. Eudoxia construyó allí la Iglesia de san Pedro y depositó allí estas cadenas, junto con aquellas con las cuales Pedro fue atado antes de su ejecución bajo el Emperador Nerón.

Tropario, tono 2
Sin salir de Roma, viniste a nosotros por las preciosas cadenas que llevabas puestas. ¡Oh, Príncipe de los apóstoles! Y venerándolas con fe, rogamos: Por tus intercesiones ante Dios, concédenos la gran misericordia.

Santos Monjes Pablo de Tebas y Juan Calabita de Constantinopla

Santos Monjes Pablo de Tebas

15 de Enero

Nacido de padres ricos en el bajo Tebas en Egipto durante el reino del Emperador Decio, Pablo y una hermana suya heredaron todas las riquezas de sus padres. Mas su cuñado, que era un idólatra, planeaba quedarse con la parte de la herencia que pertenecía a Pablo, así que lo amenazó con denunciarlo como cristiano ante las autoridades si no le entregaba su parte de la herencia. Este infortunio, unido a los ejemplos de sacrificio propio de los mártires cristianos que Pablo había contemplado con sus propios ojos, lo movieron a dar su mitad de la herencia a su hermana y a retirarse al desierto, donde vivió en ascetismo hasta su muerte. Las alturas espirituales a las que llegó este gigante del monacato son atestiguadas nada menos que por san Antonio el Grande, quien visitó a Pablo en una ocasión y vio como las bestias salvajes y las aves de cielo le servían. Al regresar de esta visita, Antonio dijo a sus monjes: «Ay de mí, hijos míos, pues soy un monje falso y pecador, un monje sólo en nombre. He visto a Elías, a Juan en el desierto, a Pablo en el Paraíso!». San Pablo vivió ciento trece años, y entró en paz a su descanso en el Señor en el año 342 d. C.

Tropario, tono 8
Con la efusión de tus lágrimas, regaste el desierto estéril; y por los suspiros profundos, tus fatigas dieron frutos cien veces más, volviéndote un astro del universo, brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Pablo, suplícale a Cristo Dios que salve nuestras almas!

San Juan Calabita

Abandonando a sus padres y su cuantiosa fortuna, San Juan se retiró del mundo a Gomón del Bósforo, entre los monjes “vigilantes,” fundados por San Alejandro Akimetes. A los dieciséis años retornó a su casa disfrazado de mendigo y vivió de la caridad de sus padres, sin ser reconocido por ellos, en una choza próxima a su casa. El nombre de Calabita se deriva de la palabra griega “Kaliba,” que significa “choza.” Juan se santificó ahí por la paciencia, la mansedumbre y la oración. Se cuenta que, hallándose ya en el lecho de su muerte, reveló su identidad a su madre, aduciendo como prueba el libro de los Evangelios empastado en oro que había usado de niño. El santo pidió que le sepultaran en la choza donde había vivido. Así se hizo, en efecto; pero sobre la choza se construyó una iglesia.

Tropario, tono 4
Ya que con fervor anhelaste al Señor desde tu juventud, dejaste el mundo con sus delicias y luchaste noblemente en valientes actos ascéticos. Pusiste tu cabaña ante las puertas de tus padres; rompiste las trampas de los demonios, oh bendito Padre. Y, por lo tanto, encontrando a Cristo Dios has sido glorificado, oh Juan.

Compartir
Compartir