Santo, Glorioso y Gran Mártir Demetrio el Derramador de Mirra

Este glorioso santo y obrador de milagros nació en la ciudad de Salónica de padres devotos y de noble linaje. Demetrio fue el único hijo de padres estériles que rogaron a Dios por su nacimiento, y por esto fue prudentemente querido y educado. Su padre era el comandante militar de Salónica, y después de su muerte el Emperador hizo a Demetrio comandante en su lugar. Al hacer esto, el emperador Maximiano, un oponente de Cristo, le recomendó particularmente perseguir y exterminar a los cristianos en Salónica. Demetrio no sólo desobedeció al Emperador, sino que abiertamente confesaba y predicaba a Cristo el Señor en la ciudad. Oyendo esto, el Emperador se enfureció con Demetrio, y cierta vez que volvía de una guerra, fue a Salónica específicamente para investigar el asunto.

El Emperador, por lo tanto, mandó a llamar a Demetrio y le interrogó acerca de su fe. Demetrio proclamó abiertamente ante el Emperador que era cristiano, e incluso condenó la idolatría del Emperador. El enfurecido Emperador le arrojó en prisión. Sabiendo lo que le esperaba, Demetrio entregó sus bienes a su fiel siervo Lupo para que los diera a los pobres, y fue llevado a la prisión, feliz de que sufrir por Cristo fuese el lote de su heredad.

En la prisión, un ángel del Señor se le apareció y le dijo: «¡Paz a ti, que sufres por Cristo; sé valiente y fuerte!» Después de varios días, el Emperador envió soldados a la prisión para que matasen a Demetrio. Estos encontraron al santo de Dios en oración, y le atravesaron con sus lanzas. Los cristianos tomaron secretamente su cuerpo y lo enterraron, y allí fluyó mirra del mismo, mediante la cual muchos de los enfermos fueron sanados. Una pequeña iglesia fue pronto construida sobre sus reliquias. Un noble de Iliria, Leoncio, se enfermó con un mal incurable. Este corrió a las reliquias de san Demetrio en oración, y fue sanado por completo. En gratitud, construyó una iglesia mucho más grande para reemplazar la anterior. El santo se le apareció en dos ocasiones. Cuando el emperador Justiniano quiso llevarse las reliquias del santo de Salónica a Constantinopla, una chispa de fuego salió de la tumba y se oyó una voz que decía: «¡Déjalas aquí y no las toques!» Así, pues, las reliquias de san Demetrio han permanecido para siempre en Salónica.

San Demetrio ha aparecido y salvado la ciudad de calamidades muchas veces, y sus milagros son innumerables.

Tropario tono 3

El universo te ha encontrado * cual gran protector en los peligros * y victorioso, oh luchador de Cristo; * pues como animaste a Néstor en el estadio * destruyendo la fuerza de Liyeo, * así intercede ante Cristo Dios, oh san Demetrio, * para que nos otorgue la gran misericordia.

Mártires Marciano y Martirio, Notarios de Constantinopla

Estos santos eran clérigos junto al patriarca Pablo de Constantinopla en tiempos del emperador Constancio.

Después de la muerte del gran emperador Constantino, la herejía arriana, que hasta entonces había sido contenida, surgió de nuevo y comenzó a difundirse, y el emperador Constancio mismo se inclinaba por ella. Había dos influyentes nobles en la corte, Eusebio y Felipe, que eran fervientes arrianos. Por la influencia de estos, el patriarca Pablo fue depuesto y expulsado a Armenia, donde los arrianos lo estrangularon, y el indigno Macedonio se apoderó del trono patriarcal. En aquel tiempo, cuando la Ortodoxia tenía dos feroces luchas a mano, contra los paganos y los herejes, Marciano y Martirio se alistaron decisivamente y con toda su fuerza del lado de la Ortodoxia. Marciano era lector y Martirio subdiácono en la Catedral, y habían sido secretarios del patriarca Pablo. Los arrianos al principio trataron de sobornarlos, mas, cuando los dos santos varones rechazaron esto con burlas, los herejes los condenaron a muerte. Al ser llevados al cadalso, levantaron sus manos en oración a Dios, dándole gracias por terminar sus vidas como mártires: «Oh Señor, nos regocijamos de que dejamos esto mundo por una muerte como esta. ¡Haznos dignos de ser partícipes de la vida eterna, oh Vida nuestra!». Entonces pusieron sus cabezas bajo la espada y fueron degollados en el 355 d. C. San Juan Crisóstomo luego construyó una iglesia dedicada a ellos sobre sus reliquias.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Mártir Aretas de Nayrán

El mártir Aretas y con él 4299 mártires sufrieron por nuestro Señor Jesucristo en el siglo VI.

Aretas era prefecto de la ciudad cristiana de Nayrán en Arabia. El rey árabe, Dunaan, que era judío, decidió eliminar el cristianismo de la tierra. Emitió un edicto que ordenaba la muerte de todos los seguidores de Cristo.

Como los habitantes de Nayrán permanecieron fieles al Señor, Dunaan llegó con un gran ejército para destruir la ciudad. En las murallas de la ciudad los heraldos del rey anunciaron que Dunaan solo perdonaría a quienes renunciaran a Cristo y se refirieron a su Cruz como un “signo de maldición”.

Al no atreverse a asaltar la ciudad cristiana por la fuerza, Dunaan recurrió a una artimaña: juró que no obligaría a los cristianos a convertirse al judaísmo, sino que simplemente cobraría un tributo. Los habitantes de la ciudad no hicieron caso al consejo de san Aretas y, confiando en Dunaan, abrieron las puertas de la ciudad.

Al día siguiente, Dunaan dio orden de encender un gran fuego y arrojar a todo el clero de la ciudad para asustar al resto de los cristianos. Quemaron a 427 hombres. También encarceló al prefecto Aretas y a los demás jefes. Luego, el opresor envió a sus mensajeros por la ciudad para convertir a los cristianos al judaísmo. El propio Dunaan conversó con aquellos habitantes sacados de las cárceles y les dijo: “No exijo que renunciéis al Dios del cielo y de la tierra, ni quiero que adoréis ídolos, solo quiero que no creáis en Jesucristo, ya que el Crucificado era un hombre y no Dios”.

Los santos mártires respondieron que Jesús es Verbo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que para la salvación de la humanidad se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen María. Los que sufrían decían: “No abjuraremos de Cristo, ya que Él es Vida para nosotros. Morir por Él es encontrar la Vida”.

Más de cuatro mil cristianos, hombres, mujeres, ancianos y niños, de la ciudad de Nayrán y de los pueblos de los alrededores sufrieron el martirio por Cristo.

Tropario tono 1, del común de varios Mártires

Oh Señor, * por los sufrimientos de los santos que han padecido por ti, * ten compasión de nosotros y sana las dolencias de los que te suplicamos, * oh Tú que amas a la humanidad

Santo Apóstol Santiago, el Hermano del Señor

El apóstol Pablo en las cartas a los Gálatas escribe que junto al apóstol Pedro era venerado como pilar de la iglesia, el apóstol Santiago.

Santiago, según la tradición, era hijo de José (el novio de la Madre de Dios) hijo de su primera esposa, y por ello en el Evangelio se le llama hermano del Señor. Los evangelistas llaman a este Santiago el Menor (Marcos 15:40) para distinguirlo de Santiago, el hijo de Zebedeo, que se llamaba el Mayor; y la Iglesia Ortodoxa hace todavía una distinción más al no identificarlo con Santiago el hijo de Alfeo (9 de octubre).

Se convirtió en el primer obispo de Jerusalén, elevado a este rango episcopal por los apóstoles, según Eusebio (Historia Eclesiástica, Libro II: 23), y fue llamado el justo, debido a su gran santidad y justicia.

Habiendo subido a la cima del Templo el día de la Pascua a instancias de todos, dio testimonio acerca de su fe en Jesús, y proclamó con gran voz que Jesús se sienta a la diestra del gran poder de Dios. y vendrá otra vez sobre las nubes del cielo. Al escuchar este testimonio, muchos de los presentes gritaron: “Hosanna al Hijo de David”. Pero los escribas y fariseos gritaron: “Entonces, incluso el justo ha sido desviado”, y por orden de Ananías el sumo sacerdote, el Apóstol fue arrojado de allí, y luego fue apedreado, y mientras oraba por sus asesinos, su cabeza fue aplastada por el palo de madera usado por cierto escriba.

La primera de las epístolas de las Sagradas Escrituras, llamadas católicas (generales) escritas a los judíos en la diáspora que creían en Cristo fue escrita por este Santiago, y la tradición de la iglesia le adjudica al apóstol Santiago la composición de la antiquísima Divina Liturgia que se conoce con su nombre.

Tropario tono 4

Como discípulo del Señor, * recibiste la buena noticia, oh justo; * como mártir irrechazable es tu petición, * como hermano tienes la confianza * y como jerarca, la intercesión. * Suplícale a Cristo Dios, * para que salve nuestras almas.

Santo Igual a los Apóstoles Albercio, obispo de Hierápolis; Los siete jóvenes de Éfeso (mártires).

San Abercio, obispo de Hierápolis en Frigia en tiempos de Marco Aurelio, fue bendecido con la gracia de hacer milagros y del celo apostólico.

En una celebración en honor de Apolo, san Abercio fue instruido por revelación divina a destruir los ídolos. Durante la noche ingresó al templo de Apolo y dio vueltas todas las estatuas de ídolos que se encontraban allí. Al iniciarse el bullicio la mañana siguiente, Abercio desafió a la multitud diciendo que los dioses tal vez se emborracharon durante la noche después de haber recibido las ofrendas de sus fieles. Una multitud de enfurecidos hombres se abalanzó sobre él pero san Abercio, orando, expulsó los demonios de tres de los jóvenes que incitaban a la multitud. Así, el pueblo al ver el milagro aceptó a Cristo y se convirtieron todos.

San Abercio durmió en paz en el año 167 (o de acuerdo a otros en el 186) luego de trabajar incansablemente por el rebaño que le había sido confiado.

Tropario tono 4, del común de santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo Padre Abercio, intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

Los siete jóvenes durmientes de Éfeso

Los siete jóvenes de Éfeso: Maximiliano, Jámblico, Martiniano, Juan, Dionisio, Exacustodiano (Constantino) y Antonino, vivieron en el siglo III. San Maximiliano era hijo del administrador de la ciudad de Éfeso, y los otros seis jóvenes eran hijos de ilustres ciudadanos de Éfeso. Los jóvenes eran amigos desde la infancia y todos estaban en el servicio militar juntos.

Cuando el emperador Decio (249-251) llegó a Éfeso, ordenó a todos los ciudadanos que ofrecieran sacrificios a los dioses paganos. La tortura y la muerte esperaban a quien desobedeciera. Los siete jóvenes fueron denunciados por informantes y convocados para responder a las acusaciones. Al presentarse ante el emperador, los jóvenes confesaron su fe en Cristo.

Sus cinturones militares y sus insignias les fueron rápidamente quitados. Sin embargo, Decio les permitió irse en libertad, con la esperanza de que cambiaran de opinión mientras él estaba en una campaña militar. Los jóvenes huyeron de la ciudad y se escondieron en una cueva en el monte Oclon, donde pasaron el tiempo en oración, preparándose para el martirio.

El más joven de ellos, ,san Jámblico, se vistió de mendigo y fue a la ciudad a comprar pan. En una de sus excursiones a la ciudad, se enteró de que el emperador había regresado y los estaba buscando. San Maximiliano instó a sus compañeros a salir de la cueva y presentarse a juicio.

Al enterarse de dónde estaban escondidos los jóvenes, el emperador ordenó que la entrada de la cueva se sellara con piedras para que los santos perecieran de hambre y sed. Dos de los dignatarios que estaban en la entrada bloqueada de la cueva eran cristianos secretos. Deseando preservar la memoria de los santos, colocaron en la cueva un recipiente sellado que contenía dos placas de metal. En ellas estaban inscritos los nombres de los siete jóvenes y los detalles de su sufrimiento y muerte.

El Señor hizo que los jóvenes cayeran en un sueño milagroso que duró casi dos siglos. Mientras tanto, las persecuciones contra los cristianos cesaron.

Durante el reinado del santo emperador Teodosio el Joven (408-450) hubo herejes que negaban que habría una resurrección general de los muertos en la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Algunos de ellos decían: “¿Cómo puede haber una resurrección de los muertos cuando no habrá ni alma ni cuerpo, ya que están desintegrados?” Otros afirmaban: “Sólo las almas tendrán una restauración, ya que sería imposible que los cuerpos se levantaran y vivieran después de mil años, cuando ni siquiera su polvo permanecería”. Por eso, el Señor reveló el misterio de la Resurrección de los Muertos y de la vida futura a través de Sus siete santos.

El dueño del terreno en el que se encontraba el Monte Oclon descubrió la construcción de piedra y sus trabajadores abrieron la entrada de la cueva. El Señor había mantenido con vida a los jóvenes, y ellos despertaron de su sueño, sin saber que habían pasado casi doscientos años. Sus cuerpos y ropas estaban completamente intactos.

Los jóvenes, dispuestos a aceptar la tortura, pidieron de nuevo a san Jámblico que les comprase pan en la ciudad. Al dirigirse a la ciudad, el joven se asombró al ver una cruz en las puertas. Al oír pronunciar libremente el nombre del Señor Jesucristo, empezó a dudar de que se estuviera acercando a su propia ciudad.

Cuando pagó el pan, Jámblico le dio al mercader monedas con la imagen del emperador Decio. Lo detuvieron como alguien que podría estar ocultando un montón de dinero antiguo. Llevaron a san Jámblico ante el administrador de la ciudad, que también era el obispo de Éfeso. Al oír las desconcertantes respuestas del joven, el obispo percibió que Dios estaba revelando algún tipo de misterio a través de él y fue con otras personas a la cueva.

A la entrada de la cueva, el obispo encontró el recipiente sellado y lo abrió. Leyó en las placas de metal los nombres de los siete jóvenes y los detalles del sellado de la cueva por orden del emperador Decio. Al entrar en la cueva y ver a los santos vivos, todos se alegraron y percibieron que el Señor, al despertarlos de su largo sueño, estaba demostrando a la Iglesia el misterio de la Resurrección de los Muertos.

Pronto el propio emperador llegó a Éfeso y habló con los jóvenes en la cueva. Entonces los santos jóvenes, a la vista de todos, pusieron sus cabezas en el suelo y se durmieron nuevamente, esta vez hasta la Resurrección General.

El emperador quería colocar a cada uno de los jóvenes en un ataúd adornado con joyas, pero se le aparecieron en un sueño y le dijeron que sus cuerpos debían quedar en el suelo de la cueva.

Estos santos mártires son conmemorados el 4 de agosto, en que según el typikon griego se durmieron la primera vez y se despertaron en esta fecha 22 de octubre.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Hilario el Grande

San Hilario nació en Tabatha, cerca de Gaza en Palestina, de padres paganos. Enviado de joven a Alejandría para ser educado, aprendió la fe cristiana y fue bautizado. Mientras estaba en Egipto escuchó la fama de san Antonio el Grande, y al encontrarse con ese hombre verdaderamente grandioso, el Padre de los monjes, decidió dedicarse también a la vida ascética.

Regresó a Gaza, donde se entregó al ayuno extremo y la oración incesante. Debido a los milagros que pronto comenzó a obrar, se vio obligado por su creciente renombre a abandonar Gaza, a escapar de las multitudes de personas que venían a pedir sus oraciones. En sus viajes visitó Egipto y volvió con nostalgia al lugar donde había vivido san Antonio; pero no pudo permanecer en ningún lugar por mucho tiempo, ya que, a pesar de todos sus intentos de ocultarse, la luz de la gracia que había en él no podía ocultarse.

Después de pasar por Egipto y Libia, y navegar hacia Sicilia, llegó por fin a Chipre, donde terminó el curso de su vida a la edad de ochenta años, en el año 372. San Hilarión fue sepultado en las cercanías de Pafos, pero san Hesiquio se apoderó secretamente de los restos de su maestro y los trasladó a su ciudad natal.

Tropario tono 8, del común de Ascetas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, *volviéndote un astro del universo, brillante con los milagros. * ¡Oh nuestro justo padre Hilario, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Santo Profeta Joel; Mártir Varo

El profeta Joel (800 a.C.) predijo la desolación de Jerusalén y que el Espíritu Santo sería derramado sobre todos los hombres, por medio del Salvador del mundo (Joel 2:28-32).

El himnógrafo Anatolio relaciona la profecía de Joel con la Natividad del Señor. En las Alabanzas de Maitines del domingo siguiente a la Natividad, cita Joel 2:30, diciendo que la sangre se refiere a la Encarnación, el fuego a la Divinidad y las columnas de humo al Espíritu Santo.

Tropario tono 2, del común de Profetas

Celebramos la memoria del profeta Joel, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

Santo Mártir Varo

El mártir Varo vivió en Egipto durante el período de varias persecuciones contra los cristianos (finales del siglo III y principios del IV). Varo (Ouaros) era un comandante militar y cristiano en secreto. Brindó asistencia a muchos de los cristianos perseguidos y encarcelados, y visitaba a los prisioneros por la noche. También les llevaba comida, les curaba las heridas y les daba ánimos.

Una vez, Varo pasó una noche entera hablando con siete monjes encarcelados. Estos hombres eran maestros cristianos que habían sido golpeados y privados de comida. Varo marchó con los maestros cuando fueron llevados a su ejecución. El juez, al ver la fuerte fe de Varo, lo hizo golpear ferozmente. Varo murió durante la paliza. Después de su muerte, los monjes fueron decapitados.

Tropario tono 4, del común de mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo Apóstol y Evangelista Lucas

Nacido en Antioquía, se dedicó en su juventud al estudio de la filosofía, medicina, y artes griegos. Mientras el Señor Jesús ministraba en la tierra, Lucas vino a Jerusalén, donde vio al Salvador cara a cara, escuchó su enseñanza salvífica, y fue testigo de sus maravillosas obras. Viniendo a creer en el Señor, san Lucas fue incluido entre los Setenta enviados a predicar el Evangelio (cfr. San Lucas 10:1-20). Junto a Cleofás, vio al Señor resucitado en el camino de Emaús (cfr. San Lucas 24:13-35). Después del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, Lucas regresó a Antioquía y allí se convirtió en colaborador del apóstol Pablo, con quien viajó a Roma, trayendo tanto a judíos como a paganos a la fe.

San Pablo escribe a los colosenses: «Les saluda Lucas, el médico amado» (cfr. Colosenses 4:14). A petición de los cristianos, escribió su Evangelio alrededor del año 60 d. C. Tras el martirio del gran Apóstol Pablo, Lucas predicó el Evangelio por toda Italia, Dalmacia, Macedonia, y otros lugares. Pintó, según la tradición, tres íconos de la Santísima Madre de Dios, y también íconos de los Apóstoles Pedro y Pablo, y es considerado el fundador de la iconografía cristiana. En su ancianidad visitó Libia y Egipto, regresando desde allí a Grecia, donde se dedicó con gran celo a predicar el Evangelio y atraer gente a Cristo, sin considerar su avanzada edad. San Lucas escribió, según la tradición, tanto el Evangelio que lleva su nombre, como el libro de los Hechos de los Apóstoles dedicándolos a Teófilo, gobernador de Acaya.

Tenía ochenta y cuatro años cuando unos malvados idólatras lo sometieron a la tortura por causa de Cristo, y lo colgaron de un olivo en el pueblo de Tebes en Beocia. Las reliquias de este maravilloso santo, que obran milagros, fueron trasladadas a Constantinopla en tiempos del Emperador Constancio, hijo de san Constantino.

Tropario tono 3, del común de los Apóstoles

Oh santo apóstol Lucas, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santo Profeta Oseas; Mártir Andrés de Creta

El profeta Oseas, hijo de Berí de la tribu de Isacar, vivió y predicó en el reino de Israel en el tiempo cercano a su destrucción. El comienzo de su servicio profético corresponde al final del reinado de Jeroboam II (782-752), aproximadamente en el 740 750 a.C. y continúa hasta la caída de Samaría en 722. Eran tiempos de decaimiento espiritual del pueblo de Israel, de aumento de la idolatría y de disolución moral. La presión de la Asiria guerrera provocaba la inestabilidad política de Israel y frecuentes golpes palaciegos.

Acusaba enérgicamente a sus contemporáneos por sus vicios, y en particular, por las repelentes costumbres paganas copiadas de los pueblos vecinos. Oseas profetizaba los desastres futuros. De su vida personal se sabe que se casó con Gomer, que le era abiertamente infiel. El profeta tuvo que divorciarse formalmente de ella, pero continuó amándola y sentía pena por ella. Este drama personal le mostró al profeta cuán pesada era la traición espiritual del pueblo de Israel a Dios.. Los hebreos constantemente quebrantaron la Alianza, la profanaron y cayeron en libertinaje espiritual. Por eso el Señor predijo a través de Su profeta que los hebreos serían rechazados y los paganos llamados al Reino de Dios.

Ante la proximidad de la destrucción de Israel el profeta usó todas sus fuerzas para despertar el sentimiento de arrepentimiento. Pero él vio también lo que vendría después de los desastres y lo referido al final de los tiempos, cuando se va a producir la renovación completa del pueblo de Dios, cuando todos los desastres y la misma muerte sean aniquilados, anunciando la promesa de salvación para los justos.

Tropario tono 2, del común de los Profetas

Celebramos la memoria del profeta Oseas, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

 

Santo Mártir Andrés de Creta

 

El mártir Andrés era originario de Creta. Vivió durante el reinado del emperador iconoclasta Constantino Coprón (741-775), que ordenó a los cristianos, bajo pena de muerte, retirar los iconos sagrados de sus iglesias y hogares. Los creyentes, que resistieron sin miedo al impío iconoclasta y se adhirieron firmemente a las tradiciones de los santos Padres, fueron encerrados en prisión. Cuando el venerable Andrés se enteró de que el emperador estaba arrojando a la cárcel a los cristianos virtuosos y piadosos en lugar de a los ladrones y salteadores, fue a la iglesia del Gran Mártir Mamas en Constantinopla y, delante de todos, denunció al hereje por perseguir la verdadera fe.

En un intento de justificarse, el emperador dijo que era una locura otorgar veneración a la madera y la pintura. A esto el monje respondió que quien sufre por los iconos sagrados sufre por Cristo, pero quien insulta el icono en el que está representado Cristo, ofrece un insulto a Cristo mismo. El iconoclasta enfurecido dio órdenes de torturar a san Andrés sin piedad.

Mientras lo arrastraban por las calles hacia el lugar de la ejecución, alguien le cortó los pies. Como resultado, san Andrés se libró de sus tormentos con la muerte.

Cien años después, san José el Himnógrafo escribió un Canon en honor del santo a quien se recurre para pedir por quienes sufren convulsiones.

Tropario tono 4

En la montaña te entrenaste en la lucha, * y así a ejército espiritual sujetaste * con la armadura de la cruz, * luego te entregaste a luchar con valentía * contra el emperador iconoclasta con la espada de la fe. * En ambos casos, fuiste coronado por Dios, * siempre recordado Andrés mártir.

Santo Mártir Longino el Centurión

El santo evangelista Mateo, describiendo la Pasión del Señor Jesucristo, dice: «El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios» (cfr. San Mateo 27:54). El bienaventurado Longino era aquel centurión, que con dos de sus soldados creyó en Jesús, el Hijo de Dios, y fue también comandante de la guardia ante la tumba. Cuando los principales de los judíos escucharon de la resurrección de Cristo, sobornaron a soldados para que regaran el falso rumor de que Cristo no había resucitado, sino que algunos de sus discípulos habían robado su cuerpo. Los judíos también intentaron a sobornar Longino, pero este no se los permitió. Entonces los judíos recurrieron a su usual estrategia: decidieron matar a Longino. Al escuchar Longino de sus intenciones, se quitó su cinturón militar, fue bautizado con sus dos compañeros por uno de los Apóstoles, y se marchó secretamente de Jerusalén a Capadocia con sus compañeros. Allí se dedicó al ayuno y la oración, y como testigo vivo de la resurrección de Cristo, convirtió a muchos paganos a la fe verdadera por su testimonio. Después de esto, se retiró a una villa en los terrenos de su padre. Pero, incluso allí, la maldad de los judíos no le dejó en paz. Debido a las calumnias de estos, Pilato envió soldados para decapitarlo. San Longino previó en el Espíritu que se acercaban sus verdugos y salió a recibirlos. Sin decirles quién era, los trajo a su hogar, fue un buen anfitrión para los soldados, y pronto estos se acostaron a dormir. Pero san Longino permaneció de pie orando toda la noche, preparándose para la muerte. En la mañana, llamó a sus dos compañeros, se revistió de blancas ropas funerales, y encargó a los otros miembros de su casa que lo enterraran en una pequeña colina que les especificó. Entonces fue a donde los soldados y les dijo que él era el Longino al que buscaban. Los soldados quedaron perplejos y avergonzados, y no podían tan siquiera imaginar decapitarlo; este, empero, insistió en que cumpliesen la orden de su superior. Así, pues, decapitaron a Longino y a sus dos compañeros. Los soldados llevaron la cabeza de Longino a Pilato, y este se la entregó a los judíos, los cuales la arrojaron en un estercolero fuera de la ciudad.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

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