Posfiesta de la Presentación del Señor; Gran Mártir Teodoro el Jefe Militar

La fiesta de la Presentación del Señor se extiende desde el 2 al 9 de febrero

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

Santo y Gran Mártir Teodoro el Jefe Militar

 

San Teodoro era originario de la ciudad Eujarita (en Asia Menor, actualmente Turquía) y gobernaba la ciudad Heraclea, cerca del Mar Negro. Con su vida devota y bondadoso gobierno se ganó a los ciudadanos y muchos paganos, viendo su vida ejemplar, se convertían en cristianos. Cuando los rumores sobre su vida llegaron hasta el emperador Licinio (años 308-323), que era corregente de Constantino, él vino a Heraclea y trató de obligar a Teodoro a inclinarse ante los ídolos. Viendo que san Teodoro era muy firme en sus convicciones, ordenó someter al confesor de Cristo a crueles tormentos.
Primero lo estiraron en el suelo y lo golpearon con varas de hierro, cepillaban su cuerpo con hierro puntiagudo, lo quemaban con el fuego y finalmente lo crucificaron y le sacaron los ojos. Por la noche vino un ángel, lo desmontó de la cruz y sanó todas sus heridas. Cuando en la mañana llegaron los sirvientes de Licinio, para tirar el cuerpo de san Teodoro al mar y lo vieron totalmente sano, creyeron en Cristo. Ese día viendo este milagro de Dios, muchos paganos se hicieron cristianos. Cuando Licinio se enteró, ordenó decapitar a san Teodoro, quien murió en el año 319. Todos sus tormentos y martirio fueron escritos por su servidor y escriba Uar, quien fue el testigo ocular.

Tropario, tono 4

Te has mostrado cual soldado glorioso * de la milicia real, oh gran Teodoro, * obedeciendo firmemente al Rey celestial; * y el arma de la fe cuerdamente has llevado * extirpando a tropas de violentos demonios. * Así que, combatiente triunfador, * te bendecimos * con fe para siempre.

Posfiesta de la Presentación del Señor; San Partenio de Lampsaco; San Lucas, Justo

 

La fiesta de la Presentación del Señor se celebra del 2 al 9 de febrero

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

 

San Partenio, obispo de Lampsaco

 

San Partenio, nació en la ciudad de Melitópolis en Noroeste de Asia Menor (hoy Turquía) donde su padre llamado Cristóbal era diácono. El joven Partenio no fue formalmente educado, pero aprendió las Sagradas escrituras atendiendo los servicios de la Iglesia. Repleto con la Gracia de Dios, san Partenio desde la edad de dieciocho años era capaz de sanar a muchos enfermos en el nombre de Cristo, echaba demonios y obraba milagros. Al enterarse el obispo Filetos de Melitopolis de la vida virtuosa de este joven, lo educó y ordenó presbítero.

En el 325, durante el reinado de Constantino el Grande, el arzobispo Aquiles de Cícico lo hizo Obispo de la ciudad de Lampasco, donde muchos de sus habitantes eran paganos. El Santo comenzó a difundir la fe en Jesucristo fervientemente, confirmándola con muchos milagros y sanando a los enfermos.

Al presenciar las obras milagrosas de san Partenio, los paganos de Lampasco comenzaron a creer en Dios y dejar las costumbres paganas. Entonces el Santo acudió al emperador Constantino el Grande pidiéndole permiso para derribar el templo pagano y construir una Iglesia Cristiana en su lugar. El emperador recibió al santo con honores y le entregó un decreto de autorización para derrumbar el templo pagano y también proveyendo ayuda para construir la Iglesia. Al regresar a Lampasco, san Partenio ordenó el derrumbe del templo y en ese lugar de la ciudad se construyó una bella iglesia. En los escombros del templo derribado, san Partenio descubrió una bella plancha de mármol la cual decidió usar para construir el altar, pero en el proceso de llevar la piedra a la Iglesia, la maldad del enemigo se manifestó, volcando el coche donde la llevaban, causando la muerte del conductor Eutiquio. San Partenio le devolvió la vida por medio de sus oraciones, avergonzando al enemigo, que quería frustrar la obra de Dios.

Tras haber convertido a muchos a la verdadera fe; y sostenido a su pueblo con los milagros que incluían la expulsión de espíritus inmundos, finalmente descansó en el Señor.

Tropario tono 4, del común de varios Santos Justos

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

 

San Lucas de Hellas

 

San Lucas de Hellas era oriundo de la aldea griega de Kastorion. Hijo de campesinos pobres, el santo desde niño había trabajado mucho, trabajando en los campos y pastoreando las ovejas. Era muy obediente a sus padres y muy moderado en la comida. A menudo daba su propia comida y ropa a los pobres, por lo que sufrió reproches de sus padres. Una vez regaló casi toda la semilla que se necesitaba para sembrar en los campos. El Señor lo recompensó por su caridad y la cosecha recogida fue mayor que nunca antes.

De niño, oraba fervientemente y con frecuencia. Su madre lo vio más de una vez de pie, no en el suelo, sino en el aire mientras oraba.

Después de la muerte de su padre, dejó a su madre y se fue a Atenas, donde ingresó en un monasterio. Pero a través de las oraciones de su madre, que estaba muy preocupada por él, el Señor lo devolvió a su hogar paterno de manera milagrosa. Allí pasó cuatro meses y luego, con la bendición de su madre, se fue a un lugar solitario en una montaña llamada Ioannou (o Ioannitsa). Allí había una iglesia dedicada a los santos inmercenarios Cosme y Damián, donde vivió una vida ascética en constante oración y ayuno. Allí fue tonsurado por algunos ancianos que estaban en peregrinación. Después de esto, san Lucas redobló sus esfuerzos ascéticos, por lo que el Señor le concedió el don de la previsión.

Después de siete años en Ioannou, el santo se trasladó a Corinto debido a una invasión de los ejércitos búlgaros. Al enterarse de las hazañas de cierto estilita en Patras, fue a verlo y permaneció durante diez años para servir al asceta con humildad y obediencia. Después, el santo regresó de nuevo a su tierra natal y comenzó de nuevo a practicar el ascetismo en el monte Ioannou.

La multitud que se agolpaba allí perturbaba su tranquilidad, por lo que, con la bendición de su padre espiritual Teofilacto, san Lucas fue con su discípulo a un lugar aún más remoto en Kalamion. Después de tres años, se estableció en la desolada y árida isla de Ampelon debido a una invasión de los turcos fue otro lugar. Aquí los hermanos se reunieron con el monje, y creció un pequeño monasterio, cuya iglesia estaba dedicada a la Gran Mártir Bárbara. Viviendo en el monasterio, el santo realizó muchos milagros, curando enfermedades del alma y del cuerpo.

Previendo su fin, el santo se confinó en una celda y durante tres meses se preparó para su partida. Cuando le preguntaron dónde sería enterrado, el monje respondió: “Arrojad mi cuerpo a un barranco para que lo coman las fieras”. Cuando los hermanos le pidieron que cambiara estas instrucciones, les ordenó que enterraran su cuerpo en el lugar donde yacía , y, alzando los ojos al cielo, dijo: «¡En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu!»

San Lucas durmió en el Señor el 7 de febrero de 946. Más tarde, se construyó una iglesia sobre su tumba. De sus reliquias sagradas fluía mirra y se produjeron muchas curaciones.

Tropario tono 4, del común de varios Santos Justos

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

Posfiesta de la Presentación del Señor; San Elián de Homs; San Búcolo de Esmirna; San Focio, Patriarca de Constantinopla

La fiesta de la Presentación o del Encuentro del Señor en el Templo se celebra del 2 al 9 de febrero

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

 

Santo Mártir Elián de Homs

 

El santo mártir Elián o Julián  era oriundo de la ciudad fenicia de Emesa y sufrió en el año 312 bajo el emperador Maximiano. Era un médico experto, y curó enfermedades no sólo del cuerpo sino también del alma, y ​​convirtió a muchas personas a la fe en Cristo Salvador.

Cuando se llevaron a los santos mártires, el obispo Silvano, el diácono Lucas y el lector Mocio (29 de febrero) para que los devoraran las fieras, Elián los animó y les instó a no temer la muerte por el Señor. También fue arrestado y condenado a muerte. Le perforaron la cabeza, las manos y los pies con largos clavos.

Tropario, tono 3

Tu amor a Cristo ha superado * toda traba y toda elocuen­cia, * oh sanador que gratis cura los sufrimientos; * sopor­taste las torturas con los clavos, * mientras cantabas salmos y alabanzas, * pues sánanos, Elián, y pídele a Cristo, nuestro Dios, * que nos otorgue la gran misericordia.

San Búcolo de Esmirna

 

 

San Búcolo es recordado como el primer obispo de Esmirna, que fue fundada por San Juan el Teólogo quien por mandato de la iglesia tenía toda Asia Menor bajo su dirección.

Ejerció esta obligación con celo y sirvió a la iglesia con abnegación, afrontando heroicamente su martirio. Realmente fue un Padre Espiritual para todos los cristianos, enseñando el Evangelio en épocas de persecución y peligros para los cristianos. Ante la muchedumbre idólatra, se comportaba con prudencia y con maravilloso amor, teniendo cuidado de no irritar a las personas y si era posible atraerlas a la fe cristiana.

Los himnos litúrgicos que recuerdan la memoria de este santo resaltan, su fe sincera su pureza de espíritu y su gran humildad.

Tropario tono 4 del común de Santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo padre Búcolo, intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

San Focio, patriarca de Constantinopla

 

 Era hijo de padres piadosos, Sergio e Irene, que sufrieron por la fe bajo el emperador iconoclasta Teófilo; También era sobrino de San Tarasio, Patriarca de Constantinopla (25 de febrero). Nació en Constantinopla, donde se destacó en los principales ministerios imperiales, mientras practicaba una vida virtuosa y piadosa. Un hombre honrado y de singular aprendizaje y erudición, fue elevado al trono apostólico, ecuménico y patriarcal de Constantinopla en el año 857.

Las muchas luchas que emprendió por la fe ortodoxa contra los maniqueos, los iconoclastas y otros herejes, y los ataques y asaltos que soportó de Nicolás I, Papa de Roma, y ​​las grandes persecuciones y angustias que sufrió, son más que innumerables.

Contra el error latino del filioque, es decir, la errónea doctrina de que el Espíritu Santo procede tanto del Padre como del Hijo, sostenida hasta el presente por católicos romanos y protestantes; demostró claramente con su sana doctrina sobre el Espíritu Santo que el filioque destruye la unidad y la igualdad de la Trinidad.

Nos ha dejado muchos escritos teológicos, homilías panegíricas y epístolas, incluida una para Boris, el Soberano de Bulgaria, en la que le presentó la historia y las enseñanzas de los Siete Concilios Ecuménicos. Habiendo atendido a la Iglesia de Cristo en santidad y de manera evangélica, y con ferviente celo por haber desarraigado todas las taras de toda enseñanza extraña, descansó en el Señor en el Monasterio de los Armenios el 6 de febrero de 891.

Tropario, tono 4

Como partícipe de la vida apostólica * y maestro del universo, suplica, oh Focio, al Señor de todo * que otorgue la paz al mundo * y a nuestras almas la gran misericordia.

 

Posfiesta de la Presentación del Señor; Santa Ágata de Palermo

La fiesta del Encuentro del Señor se celebra de el 2 al 9 de febrero.

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

 

Santa Ágata (Águeda) de Palermo

 

Santa Ágata, nació en Palermo, Sicilia en época de Decio (251). De una buena posición económica, sus padres eran cristianos, la niña creció y la educaron con piedad en su corazón. Desde niña, consciente de su belleza física, tomó la resolución de hacer voto de virginidad y de no tener otro esposo más que Nuestro Señor Jesucristo.

Pretendieron su mano unos cuantos caballeros nobles que se admiraron de su hermosura. Encontrándose Ágata en Catania, cuando Quinciano, gobernador de Sicilia, oyó hablar de su gran mérito y de las raras prendas que adoraban a la tierna sierva de Cristo. Quiso verla y resolvió tomarla por esposa, al punto que envió por ella.

Quinciano sintiéndose despreciado, ordenó que se la entregaran a Afrodisia, una mujer perversa que con sus seis hijas tenía una casa de mala fama. En este lugar espantoso sufrió Ágata asaltos y asechanzas contra su honra, más terribles para ella que el tormento o la muerte, pero se mantuvo firme. Después de un mes, Quiniciano trató de asustarla con amenazas, pero ella permaneció inconmovible y declaró que ser sierva de Cristo era ser en verdad libre. El juez disgustado con sus firmes respuestas, mandó que fuera azotada y llevada a la prisión. Al día siguiente, le hicieron otro interrogatorio. “¿Cómo,” replicó Quinciano,” habiendo nacido libre y de casa tan ilustre, te has querido abajar a la miserable condición de los esclavos?” “Si el ser sierva de Dios es ser esclava,” respondió la santa doncella, “desde luego hago gloriosa vanidad esta noble esclavitud, porque no conozco ni mayor, ni aún verdadera nobleza, sino la de servir a este Señor.” Entonces insistió el gobernador a que sacrificase a los dioses del imperio, amenazándola que, si no la hacía espontáneamente, sabría obligarla con el rigor de los tormentos; pero nada logró ni con promesas ni con amenazas, pues le manifestó ella la nada de esos dioses.

Entonces Quinciano ordenó que la estiraran en el potro, tormento que generalmente iba acompañados de azotes, desgarramientos de los costados con gancho de fierro, y aplicación de antorchas ardiendo. El gobernador, enfurecido que sufría todo esto con alegría, ordenó que le oprimieran brutalmente los pechos y que después se los cortaran. Luego ordenó que la mandaran de nuevo a la prisión y que no le dieran alimento, ni atención médica. Pero Dios la conforto; se le apareció san Pedro en una visión que llenó su calabozo de una luz celestial, la consoló y la curó. Cuatro días después, Quinciano hizo que la rodaran desnuda sobre brasas ardiendo.

Fue Ágata devuelta a la cárcel, y apenas entró en ella cuando hizo al Señor la oración siguiente”: Dios Poderoso, Dios Eterno, que por tu puro efecto de tu misericordia infinita quisiste tomar bajo tu protección a esta tu humilde sierva desde que se hallaba en la cuna, preservándola del amor del mundo, para que mi corazón ardiese únicamente en tu amor: Salvador mío Jesucristo, que has querido conservarme en medio de tantos tormentos para mayor gloria de tu nombre, y para la confusión del poder de las tinieblas; dígnate recibir mi alma en la eterna morada de los bienaventurados; ésta es la última gracia que pido, y que espero de tu infinita bondad. Sucedió su preciosa muerte el día 5 de febrero de 251, y le dieron sepultura en la ciudad de Catania con toda la veneración que correspondía a tan ilustre mártir.

Tropario tono 4, del común de Vírgenes Mártires

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti». * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Ágata, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

Posfiesta del Encuentro del Señor en el Templo;

La fiesta del Encuentro del Señor se celebra de el 2 al 9 de febrero.

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

San Isidoro de Pelusio

 

Era originario de Egipto, hijo de una familia prominente y pariente de los Patriarcas de Alejandría, Teófilo y Cirilo. Después de haber estudiado todas las ciencias seculares, renunció a la riqueza y a la gloria que el mundo le ofrecía y se dedicó a la vida espiritual por amor a Cristo. Era un gran y ardiente defensor e intérprete de la fe ortodoxa. Según la afirmación del historiador Nicéforo, san Isidoro escribió más de diez mil cartas a diferentes personas, en las que, reprendía a unos, aconsejaba, consolaba y enseñaba a otros. En una de sus cartas, escribió: “Es más importante enseñar mediante una vida de buenos actos que con palabras elocuentes”. Y escribió en otra carta: “Si alguien quiere que sus virtudes se vean grandes, ha de considerarlas como pequeñas, entonces, seguramente ellas se manifestarán como grandes de verdad”. La primera y fundamental regla para Isidoro, era la siguiente: “Primero hacer; y luego enseñar de acuerdo con el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo”.

En tiempos de la persecución contra san Juan Crisóstomo, cuando todo el mundo estaba dividido en dos bandos, uno a favor y otro en contra de esta grande columna de la Ortodoxia, san Isidoro se puso del lado de san Juan Crisóstomo, y escribió al patriarca Teófilo destacando la gran luz de la Iglesia que era Crisóstomo, y le pedía que dejara de odiarlo.

Vivió muchos años y realizó muchas cosas, glorificando a Cristo Dios con su vida y su pluma. Marchó a la morada celestial de Cristo alrededor del año 436 d. C.

Por las oraciones de san Isidoro de Pelusio, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro. Ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén

Tropario tono 8, del común de Santos Justos

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh jus­to Isidoro, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Pos fiesta del Entrada del Señor en el Templo; Santos Simeón que recibió a Dios y Profetisa Ana

Según el Evangelista Lucas, Simeón recibió la promesa del Espíritu Santo que no se iba a morir hasta que no vea a Cristo. Y según la tradición, él recibió esta promesa 270 años antes del nacimiento del Cristo. En aquellos tiempos él fue uno de los 70 traductores que traducían los libros de la Santa Biblia del hebreo al griego para la biblioteca del rey de Egipto Ptolomeo Filadelfo. Cuando Simeón estaba traduciendo las profecías de Isaías sobre el Emmanuel y su nacimiento de una Virgen, él dudó sobre la exactitud de la profecía y quiso cambiar la palabra “virgen” por “mujer.” En este momento tuvo una revelación del Espíritu Santo, que le dijo que no debía cambiar la profecía y que él no moriría hasta ver el cumplimiento de la profecía.

Cuando el Divino Niño nació y fue traído al Templo, Simeón recibió la revelación del Espíritu Santo de que su esperanza se había hecho realidad y que en el Templo de Jerusalén él finalmente vería al Salvador.

Al llegar al Templo el santo anciano no solamente vio al Niño prometido y a su Purísima Madre Virgen, sino además fue digno de levantar a Cristo en sus brazos. Aquí, san Simeón pronunció aquellas inmortales palabras que diariamente se escuchan durante los oficios religiosos de las vísperas: “Ahora, Señor, a tu siervo deja irse en paz, Señor, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación, la cual tenías destinada ante la faz de los pueblos, luz que ilumina a las naciones y la gloria de tu pueblo Israel.”

Aquí Simeón hace el papel de representante de la humanidad del Antiguo Testamento que esperaba al Salvador y simultáneamente se convierte en el predicador de la Gracia del Nuevo Testamento.

El evangelista Lucas no aclara a que se dedicaba san Simeón, pero en las canciones de la iglesia es llamado el sacerdote y el santo. Es muy posible que él fuera uno de los sacerdotes que oficiaban en el Templo (Lucas 2:23-37).

Junto a Simeón fue digna de encontrar al Señor en el Templo de Jerusalén santa Ana la profetisa. El Evangelio dice que ella provenía de la tribu de Aser y fue la hija de Fanuel. Después de estar casada durante 7 años ella se quedó viuda y a partir de este tiempo no se apartaba del Templo sirviendo a Dios de día y de noche con ayunos y oraciones (Lucas 2:37). Por eso ella tenía el don de profecía. Para nosotros santa Ana es el ejemplo de una viuda justa y digna de respeto. Según el Apóstol Pablo, estas viudas representan un gran valor para la Iglesia y sirven como ejemplo y enseñanza para la juventud (Tim 5:3-5).

Ella ya había llegado a una edad avanzada e igual que san Simeón estaba esperando al Salvador. Ella estaba atenta a todos los hechos espirituales y añadió su voz de anciana a la glorificación que manifestó san Simeón durante el encuentro con el Niño Divino en el Templo. En las oraciones de la Iglesia, santa Ana es venerada como una casta viuda, muy respetada por todos, una santa anciana y la profetisa del Nuevo testamento.

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

Gran fiesta del Encuentro del Señor en el Templo

Esta fiesta, conocida en Occidente como la Presentación de Cristo en Templo o la Purificación de la Bienaventurada Virgen María, lleva en Oriente el título de «Encuentro» (griego, Hypapantē; eslavo, Srétenie) – esto es, el encuentro de Cristo con su pueblo.

Es una de las doce grandes fiestas del año y celebra como nuestro Señor, traído al Templo por su Madre Santísima y por el justo José, cuarenta días después de su nacimiento, ahora encuentra a su pueblo escogido representado en las personas del anciano Simeón y la profetisa Ana.

Con esta fiesta concluye la secuencia de la Natividad, que comenzó unos ochenta días antes con el inicio del ayuno de la Natividad.

En el Encuentro, como en la Natividad y en la Teofanía, la Iglesia medita sobre la kenosis, el completo vaciarse a sí mismo del Verbo encarnado.  «Aquel que una vez dio la Ley se somete hoy a las ordenanzas de la Ley, en su compasión haciéndose como nosotros por nuestra causa» (Lytia de las Vísperas). Los textos para este día están basados en parte en el cántico de Simeón, Ahora Señor puedes dejar a tu siervo… (cfr. San Lucas 2:29-32): hablan de la salvación que Cristo ha venido a otorgar; de la gloria y luz de la revelación que han sido concedidas mediante su Encarnación.

La fiesta se extiende hasta el 9 de febrero inclusive

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

 

Preparación para la fiesta del Encuentro en el Templo de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo/ Mártir Trifón de Campsada en Siria

Como todas las grandes fiestas en la Iglesia, que van precedidas de una preparación o prefiesta, hoy nos preparamos para la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo a los 40 días de su nacimiento, fiesta que en Oriente es conocida como del Encuentro de nuestro Señor en el Templo.

Tropario de la Prefiesta, tono 1

El coro celestial se inclinó desde el cielo * hacia la tierra, y contempló * al primogénito de todo * llevado al altar cual un lactante * cuya madre no conoce varón, * y admirado cantó con temor junto a nosotros * la preparación de la fiesta.

Santo Mártir Trifón

 

Este santo era natural de Lampsaco Frigias (antigua región de Asia Menor), y vivió en los años de los reyes Gordiano (238-244), Filipos y Decio.

Era muy pobre y de niño se dedicaba a cuidar animales en el campo para poder vivir, y mientras realizaba su humilde trabajo, reflexionaba sobre las Sagradas Escrituras y con mucho celo realizaba sus deberes religiosos.

Realmente el humilde y piadoso Trifón con perseverancia, no solo llego a conocer muy bien las Sagradas Escrituras, sino que pudo también enseñarla; tan bendecido estaba por la gracia divina el santo, que realizaba milagrosas curaciones.

La fama del Trifón llegó a oídos del rey Gordiano, quien envió a llamarlo porque su hija estaba enferma; de hecho, fue curada por las oraciones de Trifón. El padre agradecido intentó pagarle, pero el santo se negó a aceptar pago alguno y se retiró con el agradecimiento del rey. Si embargo en la época de Decio (249-251), Trifón fue arrestado, confiesa su fe en Cristo valerosamente, y sin miedo expresa fervientemente su oposición a la idolatría. Entonces el prefecto oriental Aquilino, ordena que lo golpeen duramente, luego es atado a un caballo y arrastrado; es desnudado, arrojado sobre clavos y quemado con antorchas encendidas, finalmente es decapitado, pero ya había entregado su espíritu en las manos de Dios.

Por las oraciones del santo Mártir Trifón, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén

Tropario tono 4, del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santos Inmercenarios y Milagrosos Ciro y Juan

Ciro era un médico de Alejandría a quien el ejercicio de su profesión había dado múltiples ocasiones de atraer a los paganos a la fe de Jesucristo. Juan, que era árabe y al saber que una dama llamada Anastasia y sus tres hijas eran torturadas en Canopo de Egipto, por el nombre de Cristo, fue a dicha ciudad para animarlas a sufrir, acompañado de Ciro. Ambos fueron aprehendidos y cruelmente golpeados; los verdugos les quemaron los costados con antorchas encendidas y echaron sal sobre sus heridas, en presencia de Anastasia y sus hijas, quienes fueron también torturadas. Finalmente, las cuatro mujeres fueron decapitadas, mientras que a Ciro y Juan se les cortó la cabeza, algunos días más tarde, el 31 de enero. Las Iglesias siria, egipcia, griega y latina veneran la memoria de los mártires.

Sobre estos santos que, al igual que Cosme y Damián, fueron venerados en Grecia como médicos que no cobraban honorarios (inmercenarios o anárgiros) existe abundante literatura. Entre ella, sobresalen tres breves discursos de san Cirilo de Alejandría y un panegírico de san Sofronio, patriarca de Jerusalén (638). En dicho panegírico, se encuentran algunos datos sobre una práctica semejante a la incubación, tan común en los templos de Esculapio. La autoridad de los escritos de san Sofronio, que había sido curado en el santuario de los mártires Ciro y Juan, descansa en parte sobre las citas que se hallan en los documentos del segundo Concilio de Nicea, en 787. San Cirilo narra un hecho interesante: para acabar con los ritos supersticiosos de Isis que sobrevivían todavía en Menuthi de Egipto a principios del siglo V, el mejor medio que encontró san Cirilo fue trasladar a dicha ciudad las reliquias de los santos Ciro y Juan. El gran santuario que fue construido en Menuthi se convirtió en un famoso sitio de peregrinación. El nombre actual de la ciudad es Abukir, es un nombre derivado de Ciro, el primero de nuestros mártires.

Tropario, tono 5

Nos has dado los milagros de tus santos mártires * cual muro inamovible, oh Cristo Dios: * por sus plegarias, disipa las tramas de los adversarios * y resguarda las defensas de la Iglesia, * pues eres bondadoso y amas a la humanidad.

Sinaxis de nuestros Padres entre los Santos, los Tres Grandes Jerarcas y Maestros Ecuménicos: Basilio Magno, Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo

Cada uno de estos tres grandes santos tiene su propio día de fiesta: san Basilio Magno, el 1° de enero; san Gregorio el Teólogo, el 25 de enero; y san Juan Crisóstomo, el 13 de noviembre y el 27 de enero. Esta fiesta común del 30 de enero fue instituida en el siglo XI, durante el reinado del emperador Alejo Comneno. Cierta vez hubo un desacuerdo entre el pueblo acerca de cuál de estos tres era el más grande. Unos exaltaban a Basilio por su pureza y valentía; otros a Gregorio por la profundidad y altura insondables de su genio teológico; y aún otros a Crisóstomo por su elocuencia y claridad en la exposición de la Fe. De este modo, algunos eran llamados basilianos, otros gregorianos, y aún otros juanistas. Esta disputa fue resulta por la providencia divina para el bien de la Iglesia, y la mayor gloria de los tres santos. El obispo Juan de Eucaita (cfr. 14 de junio) tuvo una visión en sueños: primero, cada uno de los tres santos se le apareció por separado en gran gloria, y después de esto los tres se le aparecieron juntos. Estos le dijeron: «Como ves, somos uno en Dios y no hay desacuerdo entre nosotros, así como tampoco hay primero ni segundo entre nosotros». Los santos también indicaron al obispo Juan que escribiese un servicio común para ellos y ordenara un día para la conmemoración común. Tras esta maravillosa visión, la disputa se resolvió designando el 30 de enero como fiesta común de los tres jerarcas. Los griegos consideran esta fiesta no sólo como una celebración eclesiástica, sino también como su más importante fiesta nacional de la educación.

Tropario, tono 1

Venid, honremos con himnos * a los tres grandes astros de la divinidad de triple luz, * quienes han alumbrado el universo * con los rayos de las santas doctrinas; * dulcísimos ríos de sabiduría, * que han regado todo el universo con ciencia divina: * Basilio Magno, Gregorio el Teólogo * y el glorioso Juan Crisóstomo. * Ellos interceden siempre ante la Trinidad * por los que amamos sus palabras

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