San Ambrosio, obispo de Milán

Este gran Padre de la Iglesia era de linaje eminente. Su padre era el gobernador imperial de la Galia y España, y pagano, mientras que su madre era cristiana.

Al morir su padre, el Emperador le hizo gobernador de Ligorio, de cuya provincia Milán era la ciudad principal. Cuando murió el obispo de Milán, hubo gran discordia entre los cristianos ortodoxos y los herejes arrianos acerca de la elección de un nuevo obispo. Ambrosio fue a la Iglesia a guardar el orden, pues esta era su responsabilidad. Entonces, un infante que estaba en brazos de su madre exclamó: «¡Ambrosio obispo!». Todo el pueblo tomó esto como la voz de Dios, y eligieron unánimemente a Ambrosio como su obispo, aunque esto se hizo en contra de su voluntad. Ambrosio fue bautizado, promovido a través de todas las órdenes necesarias, y fue consagrado obispo. En esta capacidad fortaleció la fe de los ortodoxos, contuvo a los herejes, embelleció las iglesias, propagó la fe entre los paganos, escribió muchos libros instructivos, y fue un ejemplo de verdadero cristiano y de un verdadero pastor. También compuso el “Te Deum”, el gran himno de acción de gracias muy difundido en occidente.

Este famoso jerarca, que era visitado por gente de tierras lejanas a causa de su sabiduría y sus benévolas palabras, era muy austero en su vida personal, y no desconocía el esfuerzo, estando lleno de buenas obras. Dormía poco, trabajaba, y oraba constantemente, ayunando todos los días excepto sábados y domingos. Por esto Dios le concedió ser testigos de muchas de sus maravillas, especialmente aquellas realizadas a través de él mismo.

Ambrosio descubrió las reliquias de los santos Protasio, Gervasio, Nazario y Celso (cfr. 14).

Humilde ante los humildes, no temía a los poderosos. Acusó a la emperatriz Justina de herejía, maldijo a Máximo por tiranía y asesinato, y prohibió al emperador Teodosio entrar a cualquier iglesia hasta que se hubiese arrepentido de su pecado. Rehusó reunirse con el poderoso Eugenio, autoproclamado emperador.

Dios concedió a este hombre, tan grato a sus ojos, tal gracia que podía levantar a los muertos, expulsar demonios de los hombres, sanar a los enfermos de toda dolencia, y ver el futuro. Murió en paz al amanecer de la Pascua, el 4 de abril del 397.

Tropario tono 4, del común de santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo Padre Ambrocio, intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

San Nicolás el Milagroso, obispo de Mira en Licia

Este santo, afamado a través del mundo entero hoy, era el único hijo de sus padres, los ricos y eminentes Teófanes y Nona, ciudadanos de Pátara en Licia. Dedicaron a Dios el único hijo que Él les dio. San Nicolás fue instruido en la vida espiritual por su tío Nicolás, obispo de Pátara, y se convirtió en monje en «Nueva Sión», un monasterio fundado por su tío. Tras la muerte de sus padres, Nicolás distribuyó toda su herencia a los pobres, no guardando nada para sí. Como sacerdote en Pátara, era conocido por sus obras caritativas, cumpliendo las palabras del Señor: «No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha» (cfr. San Mateo 6:3). Cuando abrazó una vida de soledad y silencio, pensando vivir de esa manera hasta su muerte, una voz en del cielo le dijo: «Nicolás, dedícate a tu trabajo entre el pueblo si deseas recibir una corona de mí». Inmediatamente después de esto, en la providencia maravillosa de Dios, fue elegido arzobispo de la ciudad de Mira en Licia.

Misericordioso, sabio y audaz, Nicolás era un verdadero pastor con su rebaño. Fue encarcelado durante las persecuciones de Diocleciano y de Maximiano, pero aún allí continuaba instruyendo al pueblo en la Ley de Dios. Estuvo presente en el Primer Concilio Ecuménico en Nicea en el 325 d. C., y en su celo le dio una bofetada a Arrio. Por esto, fue removido del Concilio y de sus deberes episcopales, hasta que algunos de los principales jerarcas tuvieron una visión de Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre que demostraban su acuerdo con Nicolás.

Compasivo, digno de confianza y amante de lo justo, caminaba entre el pueblo como un ángel de Dios. La gente lo consideraba un santo aún durante su vida, e invocaban su ayuda en tormentos o aflicciones. Él aparecía en sueños y en persona a los que invocaban su ayuda, respondiéndoles rápidamente, aunque estuvieran cerca o lejos. Su rostro resplandecía como el de Moisés en la antigüedad, y su mera presencia entre la gente traía consuelo, paz y buena voluntad. En edad avanzada enfermó brevemente, yendo a su descanso en el Señor tras una vida repleta de trabajos y frutos. Ahora goza de felicidad eterna en el Reino de los Cielos, y continúa ayudando a los fieles en la tierra con sus milagros, y propagando la gloria de Dios. Entró en su descanso el 6 de diciembre del 343 d. C.

Tropario, tono 4

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo Padre Nicolás, intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

San Sabas el Santificado

Nuestro Venerable Padre entre los Santos, Sabas, nació en el año 439 en Mutalaska, una aldea del territorio de Cesárea de Capadocia (Turquía), de padres cristianos piadosos Juan y Sofía. A los 8 años de edad ingresó al monasterio de San Flaviano, bajo la regla de San Basilio el Grande, donde creció en la gracia y aprendió con fervor las Santas Escrituras.

Fue tonsurado monje a los 17 años, y un año después inició un peregrinaje a los Santos Lugares y a las celdas de los eremitas en el desierto de Palestina. Pasó un tiempo en el monasterio de San Eutimio quien lo mandó a vivir la obediencia en un monasterio cenobítico (comunidad de monjes) bajo la dirección espiritual de san Teoctisto. A los 30 años, su Padre Espiritual le dio la bendición de retirarse en una cueva, luchando contra las tentaciones, ayunando y rezando por cinco años.

En el año 478 y después de la muerte de San Teoctisto, san Saba se fue a una cueva del valle de Cedrón, no lejos de Jerusalén. Por la austeridad, su vida de oración y ascetismo fue la admiración de muchos y el santo Padre rápidamente tuvo muchos discípulos. El lugar se transformó en la célebre Lavra (Gran Monasterio) que lleva su nombre.

En el año 491, el Patriarca Salustio de Jerusalén lo ordenó Sacerdote, y en el año 494 lo designó Archimandrita (abad) de todos los Monasterios de Palestina. San Sabas fundó y dirigió muchos monasterios, escribió el primer Tipikón de la Iglesia (guía litúrgica) que se usa hasta el día de hoy. Luchó y rechazó las enseñanzas monofisitas (herejía que niega la doble naturaleza de Cristo), defendiendo la Fe Ortodoxa.

Descansó en paz en el año 532 a los 92 años de edad

Tropario, tono 8 del común de santos Anacoretas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Sabas, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Santo Profeta Sofonías

El Profeta Sofonías fue contemporáneo al Profeta Jeremías. Provenía de la tribu de Simeón, y es el noveno de los doce profetas menores del Antiguo Testamento. El profeta vivió en la corte real donde predicó el arrepentimiento y ayudó al Rey Josías a eliminar la idolatría.

Profetizó sobre las calamidades que vendrían al pueblo de Judea y las regiones de alrededores como Gaza, Escalón, Creta, y en contra de los Moabitas, los Amonita y los Ninivitas.

Tropario, tono 2

Celebramos la memoria del profeta Sofonías, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

Santo Profera Habacuc; Santo Padre Porfirio de Cafsocalivia

El santo profeta Habacuc, el octavo de los doce profetas menores era descendiente de la tribu de Simeón y profetizó entre la segunda mitad del siglo VII a.C. Anticipó la destrucción del templo de Jerusalén, la cautividad en Babilonia y el posterior retorno de los cautivos a su tierra nativa.

Durante la guerra con los babilonios, el profeta escapó a Arabia en donde un milagro ocurrió. Mientras traía la cena a quienes habían huido encontró un ángel del Señor e inmediatamente, por la fuerza del espíritu, fue transportado a Babilonia, donde en ese tiempo el profeta Daniel moría de hambre en prisión. La comida que había traído para sus compañeros en la huida sirvió para calmar el hambre del profeta Daniel (Dan 14:33-37).

Después del final de la guerra con los babilonios, el profeta Habacuc regresó a su tierra y murió ya siendo de edad avanzada. Sus reliquias fueron encontradas en los tiempos del emperador Teodosio el joven (408-450), junto a las reliquias del profeta Miqueas (14 de agosto).

La cuarta Oda del Salterio “Oh Señor, he escuchado tus palabras, y he temido…” se basa en Habacuc 3:2-19.

Tropario tono 2, del común de santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Habacuc, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

Santo Padre Porfirio, vidente de Cafsocalivia

 

El Santo Anciano Porfirio (en el mundo Evangelos Baϊraktaris) nació el 7 de febrero de 1906 en Eubea. La familia del Santo era numerosa y sus padres eran agricultores pobres que tenían dificultades para mantenerse. Por ello, su padre se vio obligado a partir hacia América, donde trabajó en la construcción del Canal de Panamá.

El joven Evangelos fue el cuarto hijo de la familia. Cuidaba ovejas en una montaña y asistió solo un año de escuela primaria, cuando se vio obligado a ir a Calcis a trabajar tenía solo siete años. Trabajó durante dos o tres años en una tienda, y luego se fue a El Pireo, donde trabajó durante dos años en la tienda de comestibles de un pariente.

A los doce años se fue a la Montaña Sagrada en secreto, deseando emular a San Juan el Quemador de Cabañas (15 de enero), a quien amaba mucho, después de haber leído su Vida. La gracia de Dios lo llevó a la ermita de San Jorge de Cafsocalivia, donde vivió en obediencia a dos ancianos, Panteleimon (que también era un Padre Espiritual) e Joanicio(su hermano según la carne), que era sacerdote. Evangelos se dedicó a estos dos ancianos con gran amor y absoluta obediencia, y tenían fama de ser inusualmente austeros.

Fue tonsurado como monje a la edad de catorce años y recibió el nombre de Nicetas. Después de dos años fue tonsurado en el Gran Esquema. Un poco más tarde, Dios le concedió el don de la clarividencia.

A los diecinueve años, el anciano enfermó gravemente, lo que le obligó a abandonar la Montaña Sagrada. Luego regresó a Eubea, donde vivió en el Monasterio de San Charalambos en Leuka. En 1926, a la edad de veinte años, fue ordenado sacerdote en San Charalampos de Kymi por Porfirio III, arzobispo del Sinaí, quien le dio el nombre de Porfirio. A la edad de veintidós años se convirtió en Padre Espiritual y Confesor. Poco después, fue elevado al rango de Archimandrita. Luego trabajó durante un tiempo como párroco en Tsakaioi, un pueblo de Eubea.

En vísperas de la entrada de Grecia en la Segunda Guerra Mundial, en 1940, el padre Porfirio fue enviado a Atenas, donde asumió sus funciones de sacerdote y padre espiritual en el Policlínico de Atenas. Según él mismo dijo, vivió allí treinta y tres años como si fuera un solo día, dedicándose por completo a su trabajo espiritual de aliviar el dolor y la enfermedad de sus pacientes.

En 1955 se instaló en Kallίsia, donde había arrendado al Santo Monasterio de Penteli el Monasterio de San Nicolás, junto con la zona rural que lo rodeaba, que cultivó con gran diligencia. Al mismo tiempo, disfrutaba de su fructífera labor espiritual.

En el verano de 1979 se instaló en Milesi con el sueño de construir un monasterio. Al principio vivió en una caravana en condiciones adversas, luego en una enorme celda de bloques de hormigón, donde soportó muchas pruebas a causa de su salud. En 1984 se trasladó a una habitación en un monasterio que se estaba construyendo. Aunque el anciano estaba muy enfermo y ciego, trabajó incansablemente para completar la obra. Cuando el 26 de febrero de 1990 se colocó la primera piedra del katholikon del Monasterio de la Transfiguración, pudo ver su sueño hecho realidad.

En los últimos años de su vida terrena comenzó a prepararse para su descanso. Quería retirarse a la Montaña Sagrada, a su amada Cafsocalivia, donde secretamente y en silencio, tal como había vivido, entregaría su alma a su Señor. Muchas veces la gente le oyó decir: “Ahora que he envejecido, quiero ir y morir allí arriba”.

De hecho, en junio de 1991, sintiendo su muerte y no queriendo ser enterrado con honores, se fue a la cabaña de San Jorge en Cafsocalivia, donde había sido tonsurado como monje 70 años antes. El 2 de diciembre de 1991, entregó su alma al Señor, a quien tanto había amado durante su vida.

La canonización del anciano Porfirio tuvo lugar durante la sesión del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico el 27 de noviembre de 2013.

Tropario, tono 1

Retoño de Eubea y orgullo ecuménico, * verdadero amigo de Cristo * e iniciado de la Trinidad: * honremos, oh fieles, a Porfirio, * repleto de carismas desde niño. * Él libera al poseído y da salud * al enfermo que exclama con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que santo te ha mostrado! * ¡Gloria, que, por tu medio, * ha obrado curación a todos!

Santo Profeta Nahum

El santo profeta Nahum, cuyo nombre significa “Dios consuela” era de la aldea de Elkosh, Galilea, vivó durante el siglo VII a.C. Es él quien profetiza la ruina de la ciudad Asiria de Nínive debido a su iniquidad, la destrucción del reino israelita y la blasfemia del rey Senaquerib contra Dios. El rey asirio Asurbanipal murió en 632 a.C. y durante las siguientes décadas, su imperio comenzó a caer paulatinamente. Nínive cayó en 612 a.C.

Nahum se diferencia de la mayoría de los profetas en que no hace ningún llamado al arrepentimiento ni denuncia a Israel de su infidelidad a Dios, sino centra su mensaje en la necesidad de la reconstrucción del Templo en Jerusalén como signo de la necesidad de reconstruir el culto digno a Dios como base de la reconstrucción de la nación, además de señalar al templo mismo como el signo palpable de la presencia de Dios en medio de su pueblo.

Los detalles de la vida del santo profeta no son conocidos. Murió a los 45 años y fue enterrado por los de su región. Es el séptimo de los doce profetas menores. En la Iglesia, el profeta Nahum es invocado para la sanidad de aquellos con desórdenes mentales.

Tropario tono 2, del común de santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Nahúm, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

Santo Apóstol Andrés, el Primer Llamado

El Santo Apóstol Andrés fue el primero de los Apóstoles que siguió a Cristo, y llevó a su propio hermano, el Apóstol Pedro, a Cristo (Juan 1:35-42). Era de Betsaida, y desde su juventud él se entregó con toda su alma a Dios. No contrajo matrimonio, y trabajó con su hermano como pescador. Cuando el santo Profeta, Precursor Juan bautista empezó a predicar, Andrés se convirtió su discípulo más inseparable. El propio san Juan Bautista envió a seguir al Señor Jesucristo a sus propios dos discípulos, los futuros Apóstoles Andrés y Juan el Teólogo, declarando que Cristo era el Cordero de Dios.

Luego de Pentecostés, san Andrés recorrió las regiones Orientales para predicar la Palabra de Dios. Pasó por Asia Menor, Tracia, Macedonia, y llegó hasta el Río Danubio, recorrió la costa del Mar Negro, Crimea, y a lo largo del Río Dniéper, llegando hasta la región donde está emplazada la actual ciudad de Kiev.

En sus recorridos el Apóstol soportó muchos sufrimientos y torturas de paganos: fue expulsado de ciudades y maltratado. En Sinope lo apedrearon, pero resultó ileso, el perseverante discípulo de Cristo continuó predicando a la gente sobre el Salvador. A través de las oraciones del santo, el Señor obró milagros. Por su obra misionera se establecieron Iglesias cristianas para las que el Apóstol preparó obispos y clero. La última ciudad a la que llegó san Andrés fue la ciudad de Patras, dónde sufrió el martirio.

Entre los pocos paganos que permanecían en Patras, estaba el Prefecto de la ciudad. El Apóstol Andrés repetidamente se presentó ante éste para hablarle del Evangelio. Pero ni siquiera los milagros del Apóstol convencieron al Prefecto. El santo con amor y humildad, se esforzó por revelar a éste el misterio cristiano de la vida eterna, a través del poder del vivificadora Santa Cruz del Señor. El Prefecto enfurecido dio órdenes para crucificar al apóstol.

San Andrés aceptó la decisión del prefecto con alegría y, orando al Señor, fue de buena gana al lugar de ejecución. Para prolongar el sufrimiento del santo, el Prefecto dio órdenes para no clavar las manos y pies del santo, sino atarlos a la cruz en forma de X. Durante dos días el apóstol enseñó a los ciudadanos que se congregaron. Las personas, escuchándolo, se compungieron de alma e intentaron bajar a Andrés de la cruz. Temiendo un alboroto del pueblo, el Prefecto dio órdenes para detener la ejecución. Pero el santo apóstol empezó a orar al Señor para que le conceda la muerte en la cruz. El apóstol crucificado, dando gloria a Dios, dijo: “Señor Jesucristo, recibe mi espíritu.” Entonces un tenue rayo de luz divina iluminó la cruz y al mártir crucificado en ésta. Cuando la luz desapareció, el Apóstol Andrés ya había entregado su santa alma al Señor. Maximilla, la esposa del procónsul, bajó el cuerpo del santo y lo enterró con dignidad.

Unos siglos después, en tiempos del emperador Constantino el Grande, las reliquias del santo Apóstol Andrés se trasladaron solemnemente a Constantinopla y se colocaron en la iglesia de los Santos Apóstoles, juntamente con las reliquias del Evangelista San Lucas y San Timoteo, el discípulo de San Pablo.

Tropario, tono 4

Como el apóstol primer llamado * y hermano del primado, * suplica, oh Andrés, al Señor de todo * que otorgue la paz al mundo * y a nuestras almas la gran misericordia.

San Paramón y 370 Compañeros Mártires

El Santo Mártir Paramón y los 370 mártires que con él sufrieron por defender su fe en Cristo en el año 250 durante los tiempos del Emperador Decio (249-251). El gobernador de las regiones Orientales, Aquiano, había encerrado en prisión a 370 cristianos, instándoles que abjuraran a Cristo y que ofrecieran sacrificios a los ídolos.

Aquiano ordenó la tortura para todos los cautivos, y los amenazaba de muerte para persuadirlos a renunciar a Cristo y rendir culto a los dioses paganos. Uno de los habitantes locales, de nombre Paramón, enfrentó al cruel gobernador abiertamente y reconoció su fe en el Verdadero Dios, el Señor Jesucristo. Por esto fue decapitado después de ser torturado cruelmente, junto con los otros 370 mártires.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo Mártir Esteban el Nuevo, del Monte San Auxencio/San Irenarco (mártir)

San Esteban el Joven, uno de los más famosos mártires de la persecución iconoclasta, nació en Constantinopla.

Cuando tenía quince años, sus padres, lo confiaron a los monjes del antiguo monasterio de san Auxencio, no lejos de Calcedonia.

Con motivo de la muerte de su padre, Esteban tuvo que ir a Constantinopla. Aprovechó la ocasión para vender sus posesiones y repartir el producto entre los pobres. Una de sus dos hermanas era ya religiosa; la otra partió a Bitinia con su madre, y ambas se retiraron también a un monasterio. Cuando murió el abad Juan, Esteban fue elegido para sucederle, a pesar de que sólo tenía treinta años. El monasterio consistía en una serie de celdas aisladas, desperdigadas en la montaña. El nuevo abad se estableció en una cueva de la cumbre. Ahí unió el trabajo a la oración: se ocupaba en copiar libros y en fabricar redes. Algunos años más tarde, Esteban renunció al cargo y en un sitio más retirado aún se construyó una celda tan estrecha, que el santo no podía estar de pie ni recostarse, sin chocar con los muros. En esa especie de sepulcro se encerró a los cuarenta y dos años de edad.

El emperador Constantino Coprónimo continuó la guerra que su padre, Leo, había declarado a las imágenes. Como era de esperar, encontró entre los monjes la oposición más fuerte y contra ellos tomó las medidas más rigurosas, Como estaba al tanto de la gran influencia de Esteban, el emperador se esforzaba para que suscribiese el decreto promulgado por los obispos iconoclastas en el sínodo del año 754. El patricio Calixto hizo el intento de convencer al santo para que lo firmase, pero fracasó en la empresa. Constantino, furioso al no ver la firma de san Esteban, envió a Calixto con un grupo de soldados para que sacasen a rastras al santo de su celda. Esteban se hallaba ya tan extenuado, que los soldados tuvieron que llevarle cargado hasta la cumbre de la montaña. Algunos falsos testigos acusaron a san Esteban de haber convivido con su hija espiritual, la santa viuda Ana. Esta protestó de su inocencia y, al negarse a dar testimonio contra el santo, como exigía el emperador, fue encarcelada en un monasterio donde murió poco después, a consecuencia de los malos tratos.

El emperador, que buscaba un nuevo pretexto para condenar a muerte a Esteban, le sorprendió cuando confería el hábito a un novicio, cosa que estaba prohibida. Inmediatamente, los soldados dispersaron a los monjes e incendiaron el monasterio y la iglesia. Esteban fue llevado preso en un navío a un monasterio de Crisópolis, donde se reunieron para juzgarle Calixto y algunos obispos. Al principio, le trataron cortésmente, pero después empezaron a maltratarle con brutalidad. El santo les preguntó cómo se atrevían a calificar de ecuménico un concilio que no había sido aprobado por los otros patriarcas, y defendió tenazmente la veneración de las sagradas imágenes. Por ello, fue desterrado a la isla de Proconeso de Propóntide. Dos años más tarde, Constantino Coprónimo mandó que fuese trasladado a una prisión de Constantinopla. Unos cuantos días después, el santo compareció ante el emperador. Este le preguntó si creía que pisotear una imagen era lo mismo que pisotear a Cristo. Esteban replicó: “Ciertamente que no.” Pero en seguida, tomando una moneda, preguntó qué castigo merecía el que pisoteara la imagen del emperador que había en ella. La sola idea de ese crimen provocó gran indignación. Entonces Esteban preguntó: “¿De modo que es un crimen enorme insultar la imagen del rey de la tierra y no lo es arrojar al fuego las imágenes del Rey del cielo?” El emperador le mandó azotar, cosa que los verdugos hicieron con extremada violencia. Cuando Constantino se enteró de que el santo no había muerto en el suplicio, exclamó: “¿No hay nadie capaz de librarme de ese monje?” Inmediatamente, uno de los presentes corrió a la cárcel y arrastró al mártir por las calles de la ciudad, donde la multitud le golpeó con piedras y palos, hasta que un hombre le destrozó la cabeza con un mazo.

Tropario, tono 4

En la montaña te entrenaste en la lucha, * y así a ejército espiritual sujetaste * con la armadura de la cruz, * luego te entregaste a luchar con valentía * contra el emperador iconoclasta con la espada de la fe. * En ambos casos, fuiste coronado por Dios, * siempre recordado Esteban mártir.

Santo Mártir Irenarco

El Santo Mártir Irenarco era de Sebaste, Armenia, y vivió durante el reinado de Diocleciano (284-305). Cuando era joven, atendía a los mártires en prisión después de que eran torturados.

Una vez vio a siete mujeres siendo torturadas por Cristo, quienes soportaron valientemente sus tormentos. San Irenarco se maravilló de esto porque mostraron un gran coraje al enfrentarse al tirano, a pesar de que eran débiles por naturaleza.

Iluminado por la gracia divina, San Irenarco confesó a Cristo. Primero soportó las pruebas del fuego y el agua, luego fue decapitado junto con las siete santas mujeres en el año 303

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo y Gran Mártir Jacobo el Persa

El gran mártir Jacobo el Persa (conocido como “el amputado”) nació en el siglo IV en el seno de una piadosa familia cristiana, conocida por su riqueza y su honorabilidad. Su esposa era cristiana, ellos juntos formaron a sus niños en la piedad, inspirándolos en el amor por la oración y por la lectura de las Sagradas Escrituras. Ocupó una muy importante posición en la corte del emperador persa Izdegerd (399-420) y en la de su sucesor Barakhranes (420-438). Pero en una de las campañas militares, Jacobo, seducido por la beneficencia del emperador, tuvo miedo de negar su fe en Cristo y de tener que ofrecer sacrificios a los ídolos y al emperador.

Sabiendo sobre esto, la madre y la esposa de Jacobo le escribieron una carta, en la que lo llaman a arrepentirse. Cuando recibió la carta, se dio cuenta de la gravedad de su pecado. Y enfrentando el horror de ser separado de su familia y de Dios mismo, comenzó a llorar, pidiendo a Dios el perdón.

Los soldados que lo acompañaban, escuchándolo orar al Señor Jesús, contaron esto al emperador. Y habiendo sido interrogado, san Jacobo confesó su fe en el Verdadero Dios. Ninguna cantidad de dinero pudo hacerle cambiar su fe, entonces el Emperador ordenó que fuera asesinado.

Comenzaron amputando sus dedos uno por uno, luego sus manos y sus pies, sus brazos y sus piernas. Durante esta prolongada tortura, san Jacobo ofrecía oraciones de agradecimiento al Señor, quien le había permitido la posibilidad de la redención por sus pecados soportando esas torturas. Por último, el mártir fue decapitado. Los cristianos se unieron alrededor de las piezas de su cuerpo y las enterraron con gran reverencia.

En Líbano se edificó un monasterio bajo el amparo de san Jacobo. El mismo se encuentra en la aldea de Dedeh, cerca de Trípoli, donde las monjas que allí viven, protegen sus reliquias.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

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