San Juanicio el Grande Hieromártires Nicandro (obispo) y Hermes (sacerdote)

San Juanicio el Grande/ Hieromártires Nicandro (obispo) y Hermes (sacerdote)
4 de Noviembre

San Juanicio el Grande nació en Bitinia en el año 752 en el pueblo de Maricat. Sus padres eran pobres y no podían proporcionarle ni siquiera los medios esenciales para su educación. Desde la niñez tuvo que cuidar el ganado familiar, su única riqueza.

El amor a Dios y la oración dominaron el alma del niño completamente. A menudo, habiendo resguardado al ganado con la Señal de la Cruz, se iba a un lugar apartado y pasaba orando el día entero, y ni los ladrones ni las bestias salvajes se apoderaron jamás de su rebaño.

Por orden del emperador Leo IV (775-780), una multitud de oficiales recorrieron las ciudades y pueblos para alistar a los hombres jóvenes para el servicio militar. El joven Juanicio también se enroló en el ejército imperial. Y se ganó el respeto de sus compañeros soldados por su buena disposición, pero también era un soldado valiente que propinó miedo en los corazones de sus enemigos. San Juanicio sirvió en el ejército imperial durante seis años. Más de una vez él fue condecorado por sus comandantes y el emperador. Pero el servicio militar afectó pesadamente en él, su alma tenía sed de los hechos espirituales y la soledad.

San Juanicio, renunció entonces al mundo, ansiando entrar prontamente en el desierto. Sin embargo, por consejo de un anciano experimentado en la vida monacal, el santo permaneció dos años en el monasterio, instruyéndose en la obediencia monacal, las reglas monacales y sus prácticas. Él aprendió también a leer y escribir, y sabía treinta Salmos de David de memoria.

Después de esto, el monje sintiendo el llamado de Dios para ir a cierta montaña, se retiró al desierto. Durante tres años él permaneció en la profunda soledad del desierto, y sólo una vez por mes un pastor le acercaba un poco de pan y agua. Pasaba el día y la noche en oración y salmodia. Luego de recitar cada verso de los Salmos, Juanicio repetía una oración que la iglesia ortodoxa guarda hasta este día: “El Padre es mi esperanza, el Hijo es mi refugio, el Espíritu Santo es mi protección.”

Sólo después de doce años de vida ascética lograron que el ermitaño aceptase la tonsura monacal. Y éste pasó tres años en el aislamiento, envuelto en cadenas, después de ser tonsurado. Luego el santo fue a un lugar llamado Chelidon para ver al gran asceta Jorge (21 de febrero). Los ascetas se pasaron tres años juntos. Durante este tiempo san Juanicio aprendió el Salterio entero de memoria. Al envejecer, se estableció en el monasterio de Antidiev y vivió en aislamiento hasta su muerte.

San Juanicio vivió setenta años como asceta y logró un alto grado de perfección espiritual. A través de la misericordia de Dios el santo adquirió el regalo de profecía, como ha relatado su discípulo Pacomio. El anciano también levitaba cuando oraba. Cierta vez, cruzó un río desbordado por una inundación. El santo obró también muchos otros milagros por la providencia de Dios.

San Juanicio durmió en el Señor el 4 de noviembre de 846, a la edad de noventa y cuatro años.

Tropario, tono 8

Con la efusión de tus lágrimas, regaste el desierto estéril; y por los suspiros profundos, tus fatigas dieron frutos cien veces más, volviéndote un astro del universo, brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Juanicio, suplícale a Cristo Dios que salve nuestras almas!

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas, eran discípulos del apóstol Tito de los setenta (25 de agosto), y fueron consagrados al sacerdocio por éste. Llevando una vida austera en medio de los incesantes trabajos pastorales, los santos convirtieron a muchos paganos a Cristo. Por esto fueron arrestados y llevados ante el prefecto de la ciudad, Libanio. Ni elogios ni amenazas movieron a los santos mártires para renunciar a Cristo. Entonces Libanio ordenó que fueran torturados.

Los santos soportaron crueles e inhumanos tormentos: los ataron a caballos y arrastraron sobre piedras, sus cuerpos fueron rastrillados con ganchos de hierro, y lanzados en horno caliente. Sin embargo, el Señor los ayudó a soportar este martirio, que un hombre por su propia fuerza, no podría soportar. Por último, les martillaron uñas de hierro en sus cabezas y corazones, los tiraron en una fosa, y los enterraron.

Ahora después de soportar una muerte tan cruel, San Nicandro y San Hermas viven para siempre en la alegría del Señor.

Tropario, tono 4

Como partícipe de los caminos y sucesor del trono de los Apóstoles, oh inspirado por Dios, encontraste que la disciplina era un medio de ascenso a la visión divina. Por lo tanto, repartiendo rectamente la palabra de la verdad, sufriste hasta la sangre, Oh Hieromártir Nicandro. Intercede ante Cristo nuestro Dios para que salve nuestras almas.

 

Santos Acépsimo, José y Aetalas, mártires

Santos Acépsimo, José y Aetalas, mártires
3 de Noviembre

El Obispo Acepsimo, el Presbítero José y el Diácono Aetalas, mártires en Persia, eran líderes de la Iglesia cristiana en la ciudad pérsica de Naesón.

El emperador Sapor II (310-381) ordenó que sus hombres buscaran y mataran a todo clero cristiano que se encontrara a lo largo de todo el Imperio. San Acépsimo fue arrestado, aunque ya tenía ochenta años, en la ciudad de Arbela dónde lo llevaron ante el juez Ardarkh, sacerdote pagano del dios del sol. El santo Obispo se negó a ofrecer sacrificios a los dioses pérsicos. Enfurecido por esto lo hizo torturar y luego lo encerró en la prisión, dónde al día siguiente también recluyeron al sacerdote José, que tenía setenta años y al diácono Aetalas, a quien también habían torturado. Durante tres años los santos soportaron el encierro, la tortura, sufriendo hambre y sed.

Cierto día, el emperador Sapor vino al templo del dios del fuego, cerca de Arbela, y quiso ver a los tres santos. Débiles y cubiertos de supurantes heridas, fueron llevados ante el emperador. Entonces se les ordenó que rindieran culto a los dioses paganos, pero ellos se negaron firmemente, y confesaron su fe en Cristo. Entonces el santo obispo fue decapitado; el sacerdote y al diácono fueron llevados a la ciudad para ser apedreados. La ejecución del presbítero José se prolongó durante varias horas. Un guardia se ubicó cerca del lugar de ejecución, para que los cristianos no tomaran el cuerpo del santo mártir. En la cuarta noche una gran tormenta azotó la ciudad, un relámpago mató al guardia, el viento desparramó las piedras y por la providencia de Dios, el cuerpo de san José desapareció. El diácono Aetalas fue llevado a su pueblo donde fue apedreado. Unos cristianos enterraron su cuerpo en secreto. Se cuenta que un árbol de mirto creció en la tumba del santo que sanaba a quienes lo tocaban. Luego de cinco años, al enterarse los paganos de lo que sucedía, talaron el árbol.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibieron de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

Santos Acíndino, Pegaso, Aftonio, Elfidéforo y Anempodisto mártires

Santos Acíndino, Pegaso, Aftonio, Elfidéforo y Anempodisto mártires
2 de Noviembre

San Acindino sufrió el martirio en Persia juntamente con los Santos Pegaso, Aftonio, Elpidéforo, Anempodisto, y  otros  siete mil cristianos en tiempos del Rey Sapor II (310-381). Estos santos pertenecían a la corte de Sapor, y secretamente cristianos. Cuando el rey inició la persecución contra los cristianos, los paganos envidiosos los denunciaron. Convocados a la presencia de Sapor para el interrogatorio, los santos mártires confesaron su fe en la Santísima Trinidad valientemente. Entonces el rey ordenó que fueran castigados con latigazos. Sapor decretó que fueran decapitados, y que no se les permitiera a los cristianos enterrar sus cuerpos.

Una notable muchedumbre, glorificando a Cristo, acompañó a estos santos cuando eran conducidos a las afueras de la ciudad para la ejecución. Entonces por orden de Sapor, los soldados masacraron a todos los cristianos en la procesión (aproximadamente siete mil.

Los cuerpos de Acindino, Pegaso, y Anempodisto fueron quemados al día siguiente con la madre del emperador. Unos cristianos, fueron de noche secretamente al lugar de la ejecución, y encontraron los cuerpos de los santos mártires indemnes, y los sepultaron dignamente.

Tropario, tono 2

Bienaventurada la tierra que bebió su sangre, oh galardonados del Señor, y santos los tabernáculos que recibieron su espíritu; porque en el estadio triunfaron sobre el enemigo, y proclamaron a Cristo con valentía. Suplíquenle a Él que es Bueno, que salve nuestras almas.

Santos Inmercesarios y Milagrosos Cosme y Damián de Asia, y su madre santa Teodota

Santos Inmercesarios y Milagrosos Cosme y Damián de Asia, y su madre santa Teodota
1 de Noviembre

Estos anárgiros y taumaturgos eran hermanos tanto en la carne como en el espíritu, nacidos en algún lugar de Asia Menor de padres cristianos. Después de la muerte de su padre, su madre Teodota dedicó todo su tiempo y energía a la crianza de sus hijos como verdaderos cristianos. Dios la ayudó, y sus hijos maduraron como dos frutos selectos y como dos santas lámparas. Eran diestros en la medicina y servían a los enfermos sin recibir pago, cumpliendo así el mandamiento de Cristo: «Gratuitamente han recibido; den ustedes también gratuitamente» (cfr. San Mateo 10:8). Eran tan estrictos en su ministerio sin paga que Cosme se enfureció grandemente contra su hermano Damián cuando este aceptó tres huevos de una mujer llamada Paladia; pero san Damián no había recibido los huevos como pago por sanar la enfermedad de Paladia, sino porque esta había jurado por la Santísima Trinidad que se los daría.

Después de su muerte en Teremán, fueron enterrados juntos, y así como habían obrado grandes milagros durante su vida, también continuaron haciéndolo después de su muerte. Así el Señor glorifica para siempre con milagros a los que le glorificaron aquí en la tierra con su fe, pureza y misericordia.

Tropario, tono 3

Santos inmercenarios y milagrosos Cosme y Damián, atiendan nuestras enfermedades; y ya que de gratis han recibido, de gratis dénnoslo.

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