Santos Galación y su esposa Episteme mártires

Los padres de san Galación, Cleitofon y Leucipe, se convirtieron al cristianismo animados por las enseñanzas y ejemplo de cierto cristiano llamado Onofrio. Cuando Galación cumplió veinticuatro años, su padre decidió casarlo y le encontró una novia, una muchacha bonita e ilustre llamada Episteme. El hijo no se opuso a la decisión de su padre. Visitando a su novia, Galación le reveló su fe gradualmente. Pasado un tiempo, ella se convirtió a Cristo y él la bautizó en secreto. Después del casamiento se conservaron en virginidad. Además, él también bautizó a uno de los sirvientes de Episteme llamado Eutolmio. El recién bautizado decidió, como Galación, consagrarse a la vida monacal. Dejando la ciudad, ellos se escondieron lejos en la Montaña Publio dónde había dos monasterios uno para hombres y otro para mujeres. Los nuevos monásticos tenían que realizar todo el trabajo físico, puesto que los habitantes de ambos monasterios eran débiles ancianos.

Durante varios años los monjes se esforzaron en el trabajo, ayuno y oración. Una vez, Episteme tuvo una visión en sueño: ella y Galación estaban de pie en un palacio maravilloso ante un Rey radiante, y el Rey colocaba coronas sobre ellos. Esto fue un anuncio de su inminente martirio.

Los paganos se dieron cuenta de la existencia de los monasterios, y una división militar fue enviada para apresar a sus habitantes. Pero los monjes y las monjas consiguieron esconderse en los montes. Galación, sin embargo, no quiso huir y permaneció en su celda, leyendo las sagradas Escrituras. Cuando Episteme supo que los soldados aprehendieron a Galación, ella imploró a la Abadesa que le permitiera también ir, pues ella quería soportar el martirio por Cristo junto con su esposo y maestro. La Abadesa, llorando bendijo a Episteme para que hiciera lo que deseaba.

Los santos soportaron terribles tormentos, mientras oraban y glorificaban a Cristo. Sus manos y piernas fueron mutiladas, sus lenguas fueron cortadas, y luego los decapitaron.

Eutolmio, el anterior sirviente de Episteme, y quién se había convertido en su hermano en Cristo y compañero asceta en la vida monacal, en secreto enterró los cuerpos de los santos mártires y escribió el relato de su memorable vida y de su glorioso martirio, para sus contemporáneos y para la posteridad.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Juanicio el Grande/ Hieromártires Nicandro (obispo) y Hermes (sacerdote)

San Juanicio el Grande nació en Bitinia en el año 752 en el pueblo de Maricat. Sus padres eran pobres y no podían proporcionarle ni siquiera los medios esenciales para su educación. Desde la niñez tuvo que cuidar el ganado familiar, su única riqueza.

El amor a Dios y la oración dominaron el alma del niño completamente. A menudo, habiendo resguardado al ganado con la Señal de la Cruz, se iba a un lugar apartado y pasaba orando el día entero, y ni los ladrones ni las bestias salvajes se apoderaron jamás de su rebaño.

Por orden del emperador Leo IV (775-780), una multitud de oficiales recorrieron las ciudades y pueblos para alistar a los hombres jóvenes para el servicio militar. El joven Juanicio también se enroló en el ejército imperial. Y se ganó el respeto de sus compañeros soldados por su buena disposición, pero también era un soldado valiente que propinó miedo en los corazones de sus enemigos. San Juanicio sirvió en el ejército imperial durante seis años. Más de una vez él fue condecorado por sus comandantes y el emperador. Pero el servicio militar afectó pesadamente en él, su alma tenía sed de los hechos espirituales y la soledad.

San Juanicio, renunció entonces al mundo, ansiando entrar prontamente en el desierto. Sin embargo, por consejo de un anciano experimentado en la vida monacal, el santo permaneció dos años en el monasterio, instruyéndose en la obediencia monacal, las reglas monacales y sus prácticas. Él aprendió también a leer y escribir, y sabía treinta Salmos de David de memoria.

Después de esto, el monje sintiendo el llamado de Dios para ir a cierta montaña, se retiró al desierto. Durante tres años él permaneció en la profunda soledad del desierto, y sólo una vez por mes un pastor le acercaba un poco de pan y agua. Pasaba el día y la noche en oración y salmodia. Luego de recitar cada verso de los Salmos, Juanicio repetía una oración que la iglesia ortodoxa guarda hasta este día: “El Padre es mi esperanza, el Hijo es mi refugio, el Espíritu Santo es mi protección.”

Sólo después de doce años de vida ascética lograron que el ermitaño aceptase la tonsura monacal. Y éste pasó tres años en el aislamiento, envuelto en cadenas, después de ser tonsurado. Luego el santo fue a un lugar llamado Chelidon para ver al gran asceta Jorge (21 de febrero). Los ascetas se pasaron tres años juntos. Durante este tiempo san Juanicio aprendió el Salterio entero de memoria. Al envejecer, se estableció en el monasterio de Antidiev y vivió en aislamiento hasta su muerte.

San Juanicio vivió setenta años como asceta y logró un alto grado de perfección espiritual. A través de la misericordia de Dios el santo adquirió el regalo de profecía, como ha relatado su discípulo Pacomio. El anciano también levitaba cuando oraba. Cierta vez, cruzó un río desbordado por una inundación. El santo obró también muchos otros milagros por la providencia de Dios.

San Juanicio durmió en el Señor el 4 de noviembre de 846, a la edad de noventa y cuatro años.

Tropario, tono 8 del común de santos Anacoretas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Juanicio, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas, eran discípulos del apóstol Tito de los setenta (25 de agosto), y fueron consagrados al sacerdocio por éste.

Llevando una vida austera en medio de los incesantes trabajos pastorales, los santos convirtieron a muchos paganos a Cristo. Por esto fueron arrestados y llevados ante el prefecto de la ciudad, Libanio. Ni elogios ni amenazas movieron a los santos mártires para renunciar a Cristo. Entonces Libanio ordenó que fueran torturados.

Los santos soportaron crueles e inhumanos tormentos: los ataron a caballos y arrastraron sobre piedras, sus cuerpos fueron rastrillados con ganchos de hierro, y lanzados en horno caliente. Sin embargo, el Señor los ayudó a soportar este martirio, que un hombre por su propia fuerza, no podría soportar. Por último, les martillaron uñas de hierro en sus cabezas y corazones, los tiraron en una fosa, y los enterraron.

Ahora después de soportar una muerte tan cruel, San Nicandro y San Hermas viven para siempre en la alegría del Señor.

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Nicandro, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Santos Acépsimo, José y Aetalas, mártires/Traslado de las reliquias del Gran Mártir Jorge

El Obispo Acépsimo, el Presbítero José y el Diácono Aetalas, mártires en Persia, eran líderes de la Iglesia cristiana en la ciudad pérsica de Naesón.

El emperador Sapor II (310-381) ordenó que sus hombres buscaran y mataran a todo clero cristiano que se encontrara a lo largo de todo el Imperio. San Acépsimo fue arrestado, aunque ya tenía ochenta años, en la ciudad de Arbela dónde lo llevaron ante el juez Ardarkh, sacerdote pagano del dios del sol. El santo Obispo se negó a ofrecer sacrificios a los dioses pérsicos. Enfurecido por esto lo hizo torturar y luego lo encerró en la prisión, dónde al día siguiente también recluyeron al sacerdote José, que tenía setenta años y al diácono Aetalas, a quien también habían torturado. Durante tres años los santos soportaron el encierro, la tortura, sufriendo hambre y sed.

Cierto día, el emperador Sapor vino al templo del dios del fuego, cerca de Arbela, y quiso ver a los tres santos. Débiles y cubiertos de supurantes heridas, fueron llevados ante el emperador. Entonces se les ordenó que rindieran culto a los dioses paganos, pero ellos se negaron firmemente, y confesaron su fe en Cristo. Entonces el santo obispo fue decapitado; el sacerdote y al diácono fueron llevados a la ciudad para ser apedreados. La ejecución del presbítero José se prolongó durante varias horas. Un guardia se ubicó cerca del lugar de ejecución, para que los cristianos no tomaran el cuerpo del santo mártir. En la cuarta noche una gran tormenta azotó la ciudad, un relámpago mató al guardia, el viento desparramó las piedras y por la providencia de Dios, el cuerpo de san José desapareció. El diácono Aetalas fue llevado a su pueblo donde fue apedreado. Unos cristianos enterraron su cuerpo en secreto. Se cuenta que un árbol de mirto creció en la tumba del santo que sanaba a quienes lo tocaban. Luego de cinco años, al enterarse los paganos de lo que sucedía, talaron el árbol.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus  intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Traslado de las reliquias del Gran Mártir Jorge

 

El santo gran mártir Jorge fue un soldado romano que sufrió en Nicomedia bajo el emperador Diocleciano a principios del siglo IV. Sus reliquias fueron trasladadas por los cristianos a su patria, la ciudad de Lidda, y allí fue enterrado.

Sobre su tumba se construyó una iglesia ortodoxa dedicada al gran mártir Jorge. En el propio templo hay un trozo de las reliquias de San Jorge, así como la cadena con la que estaba atado el gran mártir.

La primera iglesia se construyó aquí en el siglo VI. El templo fue destruido varias veces y fue restaurado en su forma actual solo en 1872. La consagración del templo restaurado tuvo lugar el 3 de noviembre de 1872, aniversario del día en que se consagró por primera vez.

Además de la tumba del Gran Mártir Jorge, esta ciudad también es famosa, pues fue acá en Lidda donde el apóstol Pedro curó a Enéas, que llevaba ocho años paralítico (Hechos 9:32-35).

Tropario, tono 4

Como de los cautivos libertador, * de los necesitados protector, * de los enfermos médico * y defensor de la Iglesia, * oh victorioso y gran mártir Jorge, * intercede ante Cristo Dios * por la salvación de nuestras almas.

 

Santos Acíndino, Pegaso, Aftonio, Elfidóforo y Anempodisto mártires

San Acindino sufrió el martirio en Persia juntamente con los Santos Pegaso, Aftonio, Elpidóforo, Anempodisto, y  otros  siete mil cristianos en tiempos del Rey Sapor II (310-381).

Estos santos pertenecían a la corte de Sapor, y secretamente cristianos. Cuando el rey inició la persecución contra los cristianos, los paganos envidiosos los denunciaron. Convocados a la presencia de Sapor para el interrogatorio, los santos mártires confesaron su fe en la Santísima Trinidad valientemente. Entonces el rey ordenó que fueran castigados con latigazos. Sapor decretó que fueran decapitados, y que no se les permitiera a los cristianos enterrar sus cuerpos.

Una notable muchedumbre, glorificando a Cristo, acompañó a estos santos cuando eran conducidos a las afueras de la ciudad para la ejecución. Entonces por orden de Sapor, los soldados masacraron a todos los cristianos en la procesión (aproximadamente siete mil).

Los cuerpos de Acindino, Pegaso, y Anempodisto fueron quemados al día siguiente con la madre del emperador. Unos cristianos, fueron de noche secretamente al lugar de la ejecución, y encontraron los cuerpos de los santos mártires indemnes, y los sepultaron dignamente.

Tropario, tono 2

Dichosa, la tierra fertilizada * con su sangre, oh luchadores del Señor, * y sagradas las tiendas que recibieron sus espíritus, * pues ustedes han sometido * en el estadio al enemigo * y han predicado a Cristo con valentía: * les rogamos suplicarle al Bondadoso * que salve nuestras almas.

Santos Anárgiros y Milagrosos Cosme y Damián de Asia, y su madre santa Teodota

Estos santos anárgiros (despreciadores del dinero) y taumaturgos eran hermanos tanto en la carne como en el espíritu, nacidos en algún lugar de Asia Menor de padres cristianos. Después de la muerte de su padre, su madre Teodota dedicó todo su tiempo y energía a la crianza de sus hijos como verdaderos cristianos. Dios la ayudó, y sus hijos maduraron como dos frutos selectos y como dos santas lámparas. Eran diestros en la medicina y servían a los enfermos sin recibir pago, cumpliendo así el mandamiento de Cristo: «Gratuitamente han recibido; den ustedes también gratuitamente» (cfr. San Mateo 10:8). Eran tan estrictos en su ministerio sin paga que Cosme se enfureció grandemente contra su hermano Damián cuando este aceptó tres huevos de una mujer llamada Paladia; pero san Damián no había recibido los huevos como pago por sanar la enfermedad de Paladia, sino porque esta había jurado por la Santísima Trinidad que se los daría.

Después de su muerte en Teremán, fueron enterrados juntos, y así como habían obrado grandes milagros durante su vida, también continuaron haciéndolo después de su muerte. Así el Señor glorifica para siempre con milagros a los que le glorificaron aquí en la tierra con su fe, pureza y misericordia.

Tropario tono 8 del común de Santos Sanadores

Oh santos milagrosos Cosme y Damián, anárgiros, * asistan nuestras  dolencias: * gratis lo han recibido, dénnoslo gratis.

Santo Apóstol Andrés

Santo Apóstol Andrés, el Primer Llamado

30 de Noviembre

El Apóstol Santo Andrés fue el primero de los Apóstoles que siguió a Cristo, y llevó a su propio hermano, el Apóstol Pedro, a Cristo (Juan 1:35-42). Era de Betsaida, y desde su juventud él se entregó con toda su alma a Dios. No contrajo matrimonio, y trabajó con su hermano como pescador. Cuando el santo Profeta, Precursor Juan bautista empezó a predicar, San Andrés se convirtió su discípulo más inseparable. El propio San Juan Bautista envió a seguir al Señor Jesucristo a sus propios dos discípulos, los futuros Apóstoles Andrés y Juan el Teólogo, declarando que Cristo era el Cordero de Dios.
Luego de Pentecostés, San Andrés recorrió las regiones Orientales para predicar la Palabra de Dios. Pasó por Asia Menor, Tracia, Macedonia, y llegó hasta el Río Danubio, recorrió la costa del Mar Negro, Crimea, la región del Mar Negro y a lo largo del Río Dniéper, llegando hasta la región donde está emplazada la actual ciudad de Kiev.
En sus recorridos el Apóstol soportó muchos sufrimientos y torturas de paganos: fue expulsado de ciudades y maltratado. En Sinope lo apedrearon, pero resultó ileso, el perseverante discípulo de Cristo continuó predicando a la gente sobre el Salvador. A través de las oraciones del santo, el Señor obró milagros. Por su obra misionera se establecieron Iglesias cristianas para las que el Apóstol preparó obispos y clero. La última ciudad a la que llegó San Andrés fue la ciudad de Patras, dónde sufrió el martirio.
Entre los pocos paganos que permanecían en Patras, estaba el Prefecto de la ciudad. El Apóstol que Andrés repetidamente se presentó ante éste para hablarle del Evangelio. Pero ni siquiera los milagros del Apóstol convencieron al Prefecto. El santo con amor y humildad, se esforzó por revelar a éste el misterio cristiano de la vida eterna, a través del poder del vivificadora Santa Cruz del Señor. El Prefecto enfurecido dio órdenes para crucificar al apóstol.
San Andrés aceptó la decisión del prefecto con alegría y, orando al Señor, fue de buena gana al lugar de ejecución. Para prolongar el sufrimiento del santo, el Prefecto dio órdenes para no clavar las manos y pies del santo, sino atarlos a la cruz en forma de X. Durante dos días el apóstol enseñó a los ciudadanos que se congregaron. Las personas, escuchándolo, se compungieron de alma e intentaron bajar a Andrés de la cruz. Temiendo un alboroto del pueblo, el Prefecto dio órdenes para detener la ejecución. Pero el santo apóstol empezó a orar al Señor para que le conceda la muerte en la cruz. El apóstol crucificado, dando gloria a Dios, dijo: “Señor Jesucristo, recibe mi espíritu.” Entonces un tenue rayo de luz divina iluminó la cruz y al mártir crucificado en ésta. Cuando la luz desapareció, el Apóstol Andrés ya había entregado su santa alma al Señor. Maximilla, la esposa del procónsul, bajó el cuerpo del santo y lo enterró con dignidad.
Unos siglos después, en tiempos del emperador Constantino el Grande, las reliquias del santo Apóstol Andrés se trasladaron solemnemente a Constantinopla y se colocaron en la iglesia de los Santos Apóstoles, juntamente con las reliquias del Evangelista San Lucas y San Timoteo, el discípulo de San Pablo.

Tropario, tono 4
Como el primero de los Apóstoles en ser llamado, y hermano de su líder, oh san Andrés, suplica al Maestro de todos que otorgue al mundo la paz y a nuestras almas la gran misericordia.

San Paramón y 370 compañeros mártires en Bitinia

San Paramón y 370 compañeros mártires en Bitinia

29 de Noviembre

El Santo Mártir Paramón y los 370 mártires que con él sufrieron por defender su fe en Cristo en el año 250 durante los tiempos del Emperador Decio (249-251). El gobernador de las regiones Orientales, Aquiano, había encerrado en prisión a 370 cristianos, instándoles que abjuraran a Cristo y que ofrecieran sacrificios a los ídolos.
Aquiano ordenó la tortura para todos los cautivos, y los amenazaba de muerte para persuadirlos a renunciar a Cristo y rendir culto a los dioses paganos. Uno de los habitantes locales, de nombre Paramón, enfrentó al cruel gobernador abiertamente y reconoció su fe en el Verdadero Dios, el Señor Jesucristo. Por esto fue decapitado después de ser torturado cruelmente, junto con los otros 370 mártires.

Tropario, tono 4
Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibió de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

Santo Mártir Esteban el Nuevo, del Monte San Auxencio

Santo Mártir Esteban el Nuevo, del Monte San Auxencio

28 de Noviembre

San Esteban el Joven, uno de los más famosos mártires de la persecución iconoclasta, nació en Constantinopla.
Cuando tenía quince años, sus padres, lo confiaron a los monjes del antiguo monasterio de San Auxencio, no lejos de Calcedonia. El oficio del joven consistía en comprar las provisiones. Con motivo de la muerte de su padre, Esteban tuvo que ir a Constantinopla. Aprovechó la ocasión para vender sus posesiones y repartir el producto entre los pobres. Una de sus dos hermanas era ya religiosa; la otra partió a Bitinia con su madre, y ambas se retiraron también a un monasterio. Cuando murió el abad Juan, Esteban fue elegido para sucederle, a pesar de que sólo tenía treinta años. El monasterio consistía en una serie de celdas aisladas, desperdigadas en la montaña. El nuevo abad se estableció en una cueva de la cumbre. Ahí unió el trabajo a la oración: se ocupaba en copiar libros y en fabricar redes. Algunos años más tarde, Esteban renunció al cargo y en un sitio más retirado aún se construyó una celda tan estrecha, que el santo no podía estar de pie ni recostarse, sin chocar con los muros. En esa especie de sepulcro se encerró a los cuarenta y dos años de edad.
El emperador Constantino Coprónimo continuó la guerra que su padre, Leo, había declarado a las imágenes. Como era de esperar, encontró entre los monjes la oposición más fuerte y contra ellos tomó las medidas más rigurosas, Como estaba al tanto de la gran influencia de Esteban, el emperador se esforzaba para que suscribiese el decreto promulgado por los obispos iconoclastas en el sínodo del año 754. El patricio Calixto hizo el intento de convencer al santo para que lo firmase, pero fracasó en la empresa. Constantino, furioso al no ver la firma de San Esteban, envió a Calixto con un grupo de soldados para que sacasen a rastras al santo de su celda. Esteban se hallaba ya tan extenuado, que los soldados tuvieron que llevarle cargado hasta la cumbre de la montaña. Algunos falsos testigos acusaron a San Esteban de haber convivido con su hija espiritual, la santa viuda Ana. Esta protestó de su inocencia y, al negarse a dar testimonio contra el santo, como exigía el emperador, fue encarcelada en un monasterio donde murió poco después, a consecuencia de los malos tratos.
El emperador, que buscaba un nuevo pretexto para condenar a muerte a Esteban, le sorprendió cuando confería el hábito a un novicio, cosa que estaba prohibida. Inmediatamente, los soldados dispersaron a los monjes e incendiaron el monasterio y la iglesia. Esteban fue llevado preso en un navío a un monasterio de Crisópolis, donde se reunieron para juzgarle Calixto y algunos obispos. Al principio, le trataron cortésmente, pero después empezaron a maltratarle con brutalidad. El santo les preguntó cómo se atrevían a calificar de ecuménico un concilio que no había sido aprobado por los otros patriarcas, y defendió tenazmente la veneración de las sagradas imágenes. Por ello, fue desterrado a la isla de Proconeso de Propóntide. Dos años más tarde, Constantino Coprónimo mandó que fuese trasladado a una prisión de Constantinopla. Unos cuantos días después, el santo compareció ante el emperador. Este le preguntó si creía que pisotear una imagen era lo mismo que pisotear a Cristo. Esteban replicó: “Ciertamente que no.” Pero en seguida, tomando una moneda, preguntó qué castigo merecía el que pisoteara la imagen del emperador que había en ella. La sola idea de ese crimen provocó gran indignación. Entonces Esteban preguntó: “¿De modo que es un crimen enorme insultar la imagen del rey de la tierra y no lo es arrojar al fuego las imágenes del Rey del cielo?” El emperador le mandó azotar, cosa que los verdugos hicieron con extremada violencia. Cuando Constantino se enteró de que el santo no había muerto en el suplicio, exclamó: “¿No hay nadie capaz de librarme de ese monje?” Inmediatamente, uno de los presentes corrió a la cárcel y arrastró al mártir por las calles de la ciudad, donde la multitud le golpeó con piedras y palos, hasta que un hombre le destrozó la cabeza con un mazo.

Tropario, tono 4
Entrenado en la montaña en labores ascéticas, con toda la armadura de la Cruz venciste las órdenes espirituales de los enemigos invisibles; y cuando te despojaste de ti mismo, con gran coraje para la batalla, venciste a Coprónimo con la espada de la Verdadera Fe. Por ambas cosas has sido coronado por Dios, oh justo mártir, san Esteban de gran renombre.

Santo y Gran Mártir Jacobo el Persa

Santo y Gran Mártir Jacobo el Persa

27 de Noviembre

El gran mártir Jacobo el Persa (conocido como “el amputado”) nació en el siglo IV en el seno de una piadosa familia cristiana, conocida por su riqueza y su honorabilidad. Su esposa era cristiana, ellos juntos formaron a sus niños en la piedad, inspirándolos en el amor por la oración y por la lectura de las Sagradas Escrituras. Jacobo ocupó una muy importante posición en la corte del emperador persa Izdegerd (399-420) y en la de su sucesor Barakhranes (420-438). Pero en una de las campañas militares, Jacobo, seducido por la beneficencia del emperador, tuvo miedo de negar su fe en Cristo y de tener que ofrecer sacrificios a los ídolos y al emperador.
Sabiendo sobre esto, la madre y la esposa de Jacobo le escribieron una carta, en la que lo llaman a arrepentirse. Cuando recibió la carta, Jacobo se dio cuenta de la gravedad de su pecado. Y enfrentando el horror de ser separado de su familia y de Dios mismo, comenzó a llorar, pidiendo a Dios el perdón.
Los soldados que lo acompañaban, escuchándolo orar al Señor Jesús, contaron esto al emperador. Y habiendo sido interrogado, San Jacobo confesó su fe en el Verdadero Dios. Ninguna cantidad de dinero pudo hacerle cambiar su fe, entonces el Emperador ordenó que fuera asesinado.
Comenzaron amputando sus dedos uno por uno, luego sus manos y sus pies, sus brazos y sus piernas. Durante esta prolongada tortura, San Jacobo ofrecía oraciones de agradecimiento al Señor, quien le había permitido la posibilidad de la redención por sus pecados soportando esas torturas. Por último, el mártir fue decapitado. Los cristianos se unieron alrededor de las piezas de su cuerpo y las enterraron con gran reverencia.
En Líbano se edificó un monasterio bajo el amparo de San Jacobo. El mismo se encuentra en la aldea de Dedeh, cerca de Trípoli, donde las monjas que allí viven, protegen sus reliquias.

Tropario, tono 1
Sé propicio oh Señor, y por los sufrimientos soportados por tus santos mártires, te suplicamos que sanes nuestro dolor.

San Alipio el Estilita / San Estiliano de Paflagonia

San Alipio el Estilita

26 de Noviembre

San Alípio nació en la ciudad de Adrianópolis. Su cristiana madre enviudó muy joven y envió a su hijo a ser educado por el obispo Teodoro; entregó sus pertenencias a los pobres y comenzó a vivir como asceta y diaconisa cerca de la iglesia donde había enviado a su hijo.
Desde muy temprana edad San Alípio sintió el llamado a servir a Dios y a tener una vida solitaria pese a que el obispo Teodoro no se lo permitía. Una vez, acompañando al obispo en un viaje a Constantinopla, San Alípio tuvo una visión de Santa Eufemia (16 de septiembre) quien le pedía que fundara una iglesia en su nombre en Adrianópolis.
Con las contribuciones de los fieles de Adrianópolis, San Alípio construyó una iglesia bajo la protección de Santa Eufemia, en un antiguo templo pagano. Al lado del templo, donde existía un altar pagano, San Alípio construyó una columna donde subía a rezar y enseñar a los fieles y por cincuenta y tres años San Alípio luchó contra Satanás en ese lugar, rezando y aconsejando a los cristianos que venían buscando su ayuda.
Se cuenta que una noche, los demonios comenzaron a arrojarle piedras mientras él oraba de pie en ese pilar. San Alípio quería luchar contra los espíritus de la oscuridad y tomando lo que le servía como humilde techo se protegió de ellos. Por su perseverancia, los demonios abandonaron para siempre aquel lugar.
Catorce años antes de su muerte, San Alipio perdió la posibilidad de ponerse de pie. Tuvo que pasar ese tiempo recostado sobre uno de sus costados por la debilidad de sus piernas y soportó muy difíciles enfermedades con humilde gratitud. Dos monasterios se levantaron alrededor de la columna levantada por el santo: uno para hombres y otro para mujeres. San Alípio es recordado por haber introducido reglas monacales para ambos monasterios y los dirigió hasta su muerte. Durmió en el Señor el año 640, a la edad de 118 años. El cuerpo de este venerable santo fue depositado en la iglesia que había fundado en honor de Santa Eufemia. Sus reliquias sanan a aquellos que las veneran con fe.

Tropario, tono 1
Te convertiste en un pilar de paciencia y emulaste a los antepasados, oh justo: a Job en sus sufrimientos, a José en las tentaciones, y la vida de los incorpóreos, aunque permanecías en el cuerpo. Oh Alipio, nuestro justo Padre, intercede ante Cristo Dios para que salve nuestras almas.

San Estiliano de Paflagonia

San Estiliano nació en Paflagonia, una ciudad de Asia Menor, entre los siglos IV y VI. Heredó una gran fortuna de sus padres cuando fallecieron, pero no quiso conservarla sino entregarla a los pobres de acuerdo a las necesidades de estos, deseando ayudar a aquellos que habían tenido menos fortuna.
Decidió dejar la ciudad e instalarse en un monasterio, donde dedicó su vida a Dios. Y siendo más celoso y devoto que los demás monjes, provocó en ellos celos y tuvo que dejar el monasterio. Decidió vivir en una cueva solo, en las selvas, donde dedicó su vida a la oración y el ayuno.
La bondad y la amabilidad del santo pronto lo convirtieron en famoso entre los habitantes de Paflagonia y lo pidieron para que les enseñara o los curara de sus males. Muchos fueron sanados de enfermedades mentales o físicas por sus oraciones.
Estiliano era conocido por su amor a los niños, a quienes curaba.
Aun después de su muerte, los ciudadanos de Paflagonia creían que San estiliano podía sanar a sus hijos. Cuando un niño enfermaba, un ícono de Estiliano llevando en brazos a un niño era pintado y colgado sobre la cama del niño. Y todavía hoy los fieles piadosos piden su intercesión por los niños enfermos, los huérfanos y las parejas que no pueden hijos.

Tropario, tono 3
Fuiste una torre de abstinencia y un pilar inquebrantable de la Iglesia; Dedicado a Dios desde tu juventud, te convertiste en una morada del Espíritu. Oh nuestro Justo Padre Estiliano intercede ante Cristo nuestro Dios que nos conceda su gran misericordia.

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