El profeta Daniel pertenecía a una noble estirpe. Cuando fue conquistada Jerusalén por Nabucodonosor, en el año 606 a. C. el joven Daniel, junto con otros judíos cayeron en cautiverio en Babilonia, ahí, los más jóvenes más dotados eran educados en la corte.
Con Daniel estudiaban tres amigos, Ananías, Azarías y Misael. Durante varios años aprendieron la lengua local y diferentes estudios caldeos. Al comenzar sus estudiar les cambiaron los nombres: a Daniel: Baltasar; a Ananías: Sidrac; a Misael: Misac y a Azarías: Abednego. A pesar de tener nombres paganos los jóvenes no traicionaron la fe de sus antepasados. No queriendo comer comida pagana, ellos pidieron a su instructor que no les diera la comida de la mesa imperial, que se rociaba con la sangre de las ofrendas, sino vegetales. El instructor estaba de acuerdo, pero puso la condición: pasados los 10 días con el régimen vegetal el verificaría el estado de su salud física y anímica. Cuando terminó el tiempo de prueba, estos jóvenes fueron más saludables que los otros que comían carne de la mesa imperial. Y el instructor les permitió seguir comiendo lo que querían. Por la devoción a la fe verdadera, el Señor los premió en sus estudios. El rey de Babilonia, presente en los exámenes, encontró que ellos eran más inteligentes que sus sabios babilónicos.
Después de terminar los estudios, Daniel con sus tres amigos, empezaron a trabajar en la corte. Daniel trabajó como alto funcionario durante el reinado de Nabucodonosor y sus cinco sucesores. Después de la calda de Babilonia, él fue consejero de los reyes Darío I (rey de los Medos) y Ciro de Persia. Dios le había dado a Daniel el don de comprender el significado de las visiones y sueños.
En su libro el profeta Daniel narra sobre la hazaña de sus tres amigos, quienes se negaron a adorar al ídolo de oro (Marduk) y fueron tirados al horno encendido por orden de Nabucodonosor. Pero el ángel del Señor les protegió y quedaron intactos, de la misma manera que él fue librado en el foso de los leones.
En su libro el profeta Daniel anotó algunas visiones proféticas que tratan sobre el fin del mundo y sobre la segunda venida de Cristo. Su libro tiene mucho en común con las Revelaciones (Apocalipsis) del evangelista Juan El Teólogo, que está al final de la Biblia; y sus profecías sobre las persecuciones por la fe se refieren al mismo tiempo a las persecuciones de Antíoco Epifanes y al anticristo.
Sobre el destino posterior del profeta Daniel no se sabe nada, solamente que el murió siendo un anciano, posiblemente en la ciudad de Susa (Ecbatana). Su libro profético tiene 14 capítulos. El Señor Jesucristo, en sus discuciones con los judíos, se refirió dos veces a las profecías de Daniel.
Tropario, tono 2
Grandes son las obras de la fe; * pues los tres santos jóvenes se regocijaron en la fuente de las llamas * como si estuvieran en las aguas del descanso; * y el profeta Daniel apacentaba a los leones * como si fueran corderos: * Por sus imploraciones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.
San Dionisio de Egina
San Dionisio, obispo de Egina, nació en 1547 en la isla de Zante. Aunque nació en una familia noble, estaba decidido a huir del mundo y a concentrarse en las cosas celestiales. Ingresó en el monasterio de Strophada y, después del tiempo prescrito, el abad lo revistió con el esquema angelical. Aunque joven en años, superó a muchos de sus mayores en virtud y fue considerado digno de la ordenación al santo sacerdocio.
A pesar de que protestó por su indignidad, San Dionisio fue consagrado obispo de Egina. En ese cargo nunca dejó de enseñar y amonestar a su rebaño, y muchos se acercaron a él para beneficiarse de su sabiduría. Temía la alabanza de los hombres, por temor a caer en el pecado de la vanagloria, por lo que renunció a su sede y regresó a Zante.
En 1579 la diócesis de Zakynthos enviudó (cuando un obispo muere, su diócesis se describe como “viuda”), y Dionisio aceptó cuidarla hasta que se pudiera elegir un nuevo obispo. Entonces huyó de la vida mundana que no le daba paz, y se fue al Monasterio de la Santísima Theotokos Anaphonitria, a veinte millas del pueblo principal.
Un desconocido asesinó al hermano del santo, Constantino, un noble ilustre. Temiendo a los parientes de su víctima, el desconocido, por casualidad o por voluntad de Dios, buscó refugio en el monasterio donde san Dionisio era abad. Cuando el santo le preguntó al fugitivo por qué estaba tan asustado, confesó su pecado y reveló el nombre del hombre que había asesinado, pidiendo ser protegido de la venganza de la familia. San Dionisio lloró por su único hermano, como era natural. Luego consoló al asesino y lo escondió, mostrándole gran compasión y amor.
Poco después, los parientes del santo llegaron al monasterio con un grupo de hombres armados y le contaron lo sucedido. Él fingió no saber nada al respecto. Después de llorar con ellos y tratar de consolarlos, los envió en la dirección equivocada. Luego le dijo al asesino que era el hermano del hombre al que había matado. Lo amonestó como un padre y lo llevó al arrepentimiento. Después de perdonarlo, San Dionisio lo llevó a la orilla y lo ayudó a escapar a otro lugar para salvar su vida. Debido a la virtud cristiana del santo, se le concedió el don de hacer milagros.
Habiendo pasado su vida en santidad, San Dionisio llegó a una edad avanzada, luego partió hacia el Señor el 17 de diciembre de 1624.
Tropario tono 1
Honremos, oh fieles, en armonía * a Dionisio, fruto de Zacinto, * protector del monasterio de las Estrófades * y gran jerarca de Egina, * exclamando con claridad: * Con tus ruegos salva a todos los que celebran * tu memoria y te cantan: * ¡Gloria a Cristo que te ha glorificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que te nos ha otorgado * intercesor incansable!