San Anfiloquio, obispo de Iconio

San Anfiloquio, obispo de Iconio, nació en Cesarea de Capadocia hacia el 340, ciudad de la que salieron algunos de los más grandes Padres y maestros de la Iglesia Ortodoxa. Fue abogado en Constantinopla, pero más tarde se dedicó por completo al servicio de la Iglesia. No sólo fue amigo de san Basilio el Grande y pariente de san Gregorio el Teólogo, sino que también fue su discípulo.

Trabajó diligentemente en la viña de Cristo, viviendo en el desierto como un asceta estricto durante unos cuarenta años, hasta que el Señor lo eligió para servir como jerarca. Fue el primer metropolitano de la nueva provincia de Licaonia, y a menudo confiaba en san Basilio para pedirle consejo y ayuda en sus deberes pastorales.

El santo obispo luchó contra el arrianismo y otras herejías de la época, defendiendo la divinidad del Espíritu Santo contra la herejía de Macedonio. San Basilio dedicó su tratado “Sobre el Espíritu Santo” al obispo Anfiloquio. Además de demostrar la divinidad del Espíritu Santo y su igualdad con el Padre y el Hijo, el tratado de san Basilio defiende las antiguas tradiciones no escritas de la Iglesia, como hacer la Señal de la Cruz, mirar hacia el Este cuando rezamos, no arrodillarse el domingo, etc.

Durante muchos años san Anfiloquio atendió el rebaño de Iconio que el Señor le confió. Su oración era tan intensa que podía pedir al Señor que sanara las enfermedades físicas y espirituales de su rebaño. También fue escritor y predicador talentoso, guiando a su rebaño por el camino de la salvación. Como estricto teólogo ortodoxo, el Santo luchó sin descanso, como ya mencionamos, contra las herejías arrianas y eunomianas. Participó en el Segundo Concilio Ecuménico en el año 381 y lideró la lucha contra la herejía de Macedonio. Se han conservado pocos escritos del santo, pero existen ocho de sus homilías, incluida la homilía más antigua conocida sobre la fiesta del Encuentro con el Señor (2 de febrero).

El santo obispo Anfiloquio partió pacíficamente hacia el Señor en el año 394.

Tropario, tono 4

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

Apóstol Arquipo, Filemón, su esposa Apia y Apóstol Onésimo discípulo de san Pablo; Santos Mártires Cecilia, Valeriano Tiburcio y Máximo, de Roma.

Filemón, que era de Colosas, una ciudad de Frigia, era un hombre rico y noble, junto con Arquipo fueron Apóstoles de los Setenta; Apia era esposa de Filemón. Los tres fueron discípulos del apóstol Pablo. Onésimo, que antes era un incrédulo y esclavo de Filemón, robó algunos de sus vasos y huyó a Roma. Sin embargo, al encontrarlo allí, el apóstol Pablo lo guió por el camino de la virtud y el conocimiento de la verdad, y lo envió de regreso a su maestro Filemón, a quien escribió una epístola (esta es una de las catorce epístolas de San Pablo); en esta epístola, Pablo elogió a Onésimo a su maestro y los reconcilió. Onésimo fue hecho obispo más tarde. En Grecia es honrado como el santo patrono de los encarcelados. Todos estos santos recibieron su fin por el martirio, cuando los idólatras los mataron a pedradas.

San Onésimo también se conmemora el 15 de febrero.

Tropario, tono 3 del común de santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * interceded ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santos Mártires Cecilia, Valeriano Tiburcio y Máximo, de Roma.

 

Nacida en Roma de ricos y eminentes padres, Cecilia tenía una fe firme en Cristo el Señor y un gran celo por la fe. Haciendo voto de virginidad perpetua ante Dios, santa Cecilia vestía una prenda áspera bajo los ricos vestidos que sus padres le daban. Cuando estos la forzaron a casarse con un pagano llamado Valeriano, Cecilia pasó su noche de bodas urgiendo a su nuevo esposo a que fuese al obispo Urbano para ser bautizado, y para que entonces él también se dedicase a una vida en virginidad. Abrazando la fe cristiana, Valeriano también trajo a ella a su hermano Tiburcio. Ambos hermanos fueron pronto condenados a muerte por su fe, pero su celo no flaqueó ante la muerte. Llevados al cadalso, estos dos hermanos lograron traer a la fe a Máximo, capitán de la guardia, y los tres sufrieron juntos por Cristo el Señor. Santa Cecilia enterró sus cuerpos juntos y fue entonces llevada a juicio ella misma, habiendo traído muchos paganos a la fe cristiana incansablemente. En una noche, ganó más de cuatrocientas almas. Cuando el juez le preguntó de dónde venía su audacia, ella contestó: «De una conciencia pura y una fe sin dudas». Tras crueles torturas, fue condenada a ser degollada con espada. El verdugo dejó caer la espada tres veces sobre su cuello, pero no acertó matarla; sólo la hirió, y la sangre corría desde sus heridas, siendo recogida por los fieles con pañuelos y recipientes con el fin de usarla para sanidad. Tres días más tarde, la mártir de Cristo y virgen entregó su espíritu en manos de su Señor, para regocijarse con él por toda la eternidad. Santa Cecilia sufrió con los otros en el año 230 d. C. Sus reliquias son atesoradas en Roma, en la iglesia que lleva su nombre, y es considerada en occidente Patrona de la música eclesiástica

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro.* Al tener, pues, tu fuerza,* han vencido a tiranos* y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios,* salva nuestras almas.

Gran fiesta de la Entrada de la Madre de Dios en el Templo

Según la tradición, cuando la Santísima Virgen María cumplió tres años, sus padres, los santos Joaquín y Ana, la llevaron de Nazaret a Jerusalén para entregarla al servicio de Dios en cumplimiento de su promesa. El viaje a Jerusalén tomaba tres días, pero ya que estaban haciendo la voluntad de Dios, no encontraron el viaje difícil. Muchos de los familiares de Joaquín y Ana se les unieron para tomar parte en esta celebración, en la que los incorpóreos ángeles de Dios también participaron. Las doncellas encabezaban la comitiva llevando velas encendidas, seguidas por la Santísima. Había quince escalones que llevaban al Templo, y los padres de la Virgen la colocaron en el primer escalón; ella subió el resto corriendo, por su propia voluntad. Allí encontró al Sumo Sacerdote Zacarías, padre de san Juan el Precursor, quien tomándola de la mano, la llevó no sólo al Templo sino también al Lugar Santísimo—un lugar al que nadie podía entrar sino el Sumo Sacerdote, y esto una sola vez al año. San Teofilacto de Ohrid dice que Zacarías estaba «fuera de sí, y movido por Dios» cuando llevó a la Virgen al lugar principal de Templo, detrás del segundo velo; de otro modo, no habría explicación para su conducta. Los padres de la Virgen ofrecieron entonces sacrificios a Dios, de acuerdo con la Ley, y dejaron a la Virgen en el Templo. Ella habitó allí hasta que tuvo catorce o quince años, y mientras sus padres estuvieron vivos, la visitaban frecuentemente. Al partir ellos de este mundo y quedar la Virgen huérfana, esta anhelaba permanecer en el Templo hasta el fin de sus días, sin contraer matrimonio. Siendo esto contrario tanto a la Ley como a la costumbre israelita, fue confiada a san José, un pariente redentor suyo en Nazaret (cfr. Levítico 25; Rut), para que pudiese permanecer en virginidad bajo la protección de un compromiso, cumpliendo así tanto su deseo como las exigencias de la Ley.

Tropario, tono 4

Hoy es el preludio de la complacencia de Dios, * el anuncio de la Salvación para los hombres: * la Virgen se presenta * en el Templo de Dios * y  preanuncia a Cristo a todos. * Exclamémosle con gran voz diciendo: * ¡Alégrate, oh cumplimiento del plan salvífico del Creador!

Condaquio, tono 4

¡Sagrado Templo del Señor y purísimo!, * ¡preciosa cámara nupcial y santísima!, * ¡cofre venerable de la Gloria de Dios! * En la casa del Señor, * la Virgen hoy es presentada * y con ella la gracia del Espíritu divino. *Alábenle los ángeles de Dios * porque ella es * la tienda celestial.

Preparación de la Entrada de la Santísima Virgen al Templo/ San Gregorio de Decápolis

Hoy celebramos la prefiesta o preparación de la Entrada de la Santísima Madre de Dios y Siempre Virgen María en el templo

Tropario, tono 4

He aquí, Ana prepara a todos * gozo en vez de tristeza, * gestando cual fruto a la única Siempre Virgen santísima, * y hoy la presenta * en el templo de Señor * consumando los votos * en plena complacencia. * Ciertamente es ella el templo del Verbo Dios, * y Madre purísima.

San Gregorio de Decápolis

San Gregorio que era de Irenópolis de la Decápolis de Asia Menor, era hijo de Sergio y María. Se convirtió en monje cuando era joven, y después de luchar durante muchos años en virtud y oración bajo la obediencia a un padre espiritual sabio, le fue revelado que era la voluntad de Dios que él viviera, como el Patriarca Abraham, con ninguna vivienda segura, moviéndose de un lugar a otro. Sus viajes lo llevaron a Éfeso, Constantinopla, Corinto, Roma, Sicilia, Tesalónica y nuevamente a Constantinopla, donde, después de muchas labores en defensa de la ortodoxia contra la iconoclasia, reposó en paz en la primera mitad del siglo IX. Tenía dos discípulos, san Juan (18 de abril) y san José el Himnógrafo (3 de abril), quien escribió el servicio de Mineon para San Gregorio, su padre en Cristo.

Tropario, tono 4

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

Santo Profeta Abdías/ Barlaam, mártir

El Santo profeta Abdías es el cuarto de los doce profetas menores. Vivió durante el siglo noveno antes de Cristo. Era originario de una aldea llamada Betharam, cerca de Siquem y sirvió como mayordomo de un rey israelita llamado Acab. En aquellos días todo Israel se había alejado del verdadero Dios y había comenzado a ofrecer sacrificios al dios Baal. Sin embargo, Abdías fielmente sirvió al Dios de Abraham, Isaac y Jacob en secreto.

Cuando la esposa del rey Acab, una mujer depravada llamada Jezabel, persiguió a todos los profetas del Señor, fue Abdías quien se encargó de alimentarlos y vestirlos (I Reyes 18:3). El sucesor del rey Acab, Ocozías decidió enviar tres destacamentos de soldados para arrestar al profeta Elías. Uno de estos destacamentos fue encabezado por el Profeta Abdías. Por las oraciones de san Elías, dos de esos destacamentos fueron consumidos por el fuego, pero el que dirigía Abdías fue separado por el Señor (II Reyes 1).

Desde ese momento Abdías abandonó el ejército y se convirtió en discípulo del Profeta Elías. Posteriormente recibió el don de la profecía. El libro inspirado por Dios del Profeta Abdías es el cuarto de los libros de los doce profetas menores de las Escrituras y contiene predicciones sobre la iglesia del Nuevo Testamento. San Abdías Profeta, fue enterrado en la ciudad de Samaria.

Tropario, tono 2 del común de santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Abdías,* por quien te suplicamos, Señor, *que salves nuestras almas.

Santo Mártir Barlaam

El santo mártir Barlaam vivió en Antioquía de Siria. Durante la persecución de Diocleciano contra los cristianos, el anciano Barlaam fue arrestado y llevado a juicio, donde se confesó cristiano.

El juez, queriendo obligar al santo a renunciar a Cristo, ordenó que fuera llevado al altar pagano. Le colocaron la mano derecha sobre él y le pusieron en la mano un incensario al rojo vivo que ardía con incienso. El torturador pensó que un anciano físicamente débil no podría soportar el dolor y lo dejaría caer sobre el altar. De esta manera estaría ofreciendo involuntariamente un sacrificio al ídolo. Sin embargo, el santo se aferró al incensario hasta que se le cayó la mano. Después de esto, el santo mártir Barlaam entregó su alma al Señor.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro.* Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santos Mártires Platón de Ancyra y Romano diácono de Cesarea

San Platón era de Ancyra, hoy Ankara, vivió a fines del siglo III, de alma virtuosa, realizo un importante trabajó en la transmisión de la fe cristiana. De posición económica holgada, ayudó a pobres y a enfermos con importantes aportes de dinero. Fue denunciado y conducido ante el gobernador Agripino, admitió el Santo, su fe en Cristo, agregando que trabajaba y vivía por la gracia de Cristo.

Agripino viendo que Platón era rico, trató con varios subterfugios de atraerlo y le presentó a su hermosa sobrina, diciéndole que, si abandonaba su fe, se casaría con ella. Pero el Santo se negó inmediatamente a la propuesta, y le expresó las palabras de la Escritura que dice: “Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna.” (Epístola a Judas 1:20-21). Agripino mando a azotar a Platón y luego de varios tormentos fue decapitado en el año 306.

San Romano diácono de Cesarea

San Romano nació en Palestina y sirvió como diácono en Cesarea. En la época de la persecución contra los cristianos, vivía en Antioquía. A través de su predicación, animó a los fieles a mantenerse firmes en su confesión de Cristo cuando el Eparca Asclipiades quiso arrasar la iglesia hasta sus cimientos. San Romano dijo al pueblo que debían luchar para evitar la destrucción de la casa de Dios, asegurándoles que incluso si morían en sus esfuerzos cantarían un himno de victoria en el cielo.

En ese momento se estaba celebrando una fiesta en honor de los ídolos, y san Romano fue al templo pagano para reprender al Eparca y a los incrédulos por su impiedad. Cuando Asclipiades estaba a punto de entrar en el templo, san Romano proclamó sin miedo que los ídolos no eran dioses y que solo Jesucristo era verdaderamente Dios. Asclipíades ordenó que el santo fuera golpeado, e incluso trató de persuadirlo para que negara a Cristo. Cuando esto fracasó, el Eparca ordenó que fuera torturado. Fue colgado y golpeado, y sus costados fueron raspados con cuchillas de metal. Soportando valientemente estos tormentos, San Romano confesó a Cristo, y castigó a Asclipíades por su obstinada negativa a ver la verdad.

Luego San Romano fue condenado a muerte en la hoguera. Sin embargo, tan pronto como se encendió el fuego, cayó una lluvia y lo apagó. Entonces el Eparca ordenó que le cortaran la lengua al santo, porque todavía confesaba a Cristo y vilipendiaba a los idólatras. Incluso después de que le cortaran la lengua, el santo continuó hablando como antes. Finalmente, fue clavado a un barril y fue estrangulado en su celda. Habiendo completado su lucha por Cristo, fue encontrado digno del Reino celestial, donde continuamente glorifica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por todos los siglos.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro.* Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Gregorio el Milagroso, obispo de Nueva Cesarea

Nació en Neocesarea de Capadocia de padres no creyentes. Estudió en Atenas, Alejandría, Beirut y finalmente en Cesarea, con Orígenes, quien también le instruyó en la fe de Cristo. Entonces, en el año 240, fue hecho obispo de su país natal, donde encontró sólo diecisiete cristianos; al morir alrededor del 265, había dejado apenas ese mismo número de no creyentes. Todo el tiempo de su episcopado fue una sucesión admirables milagros, por los cuales adquirió el nombre de «taumaturgo» (obrador de milagros), siendo llamado «un segundo Moisés» incluso por los enemigos de la verdad (cfr. San Basilio Magno, Del Espíritu Santo, capítulo XXIX).

Tropario, tono 4

Sobrio en las oraciones y perseverante en consumar los milagros, * has conseguido la dignidad de tu nombre, * san Gregorio milagroso: * intercede ante Cristo Dios, * para que ilumine nuestras almas, * no sea que durmamos en los pecados hasta la muerte.

Santo Apóstol y Evangelista Mateo

El santo apóstol y evangelista Mateo se llamaba Levi (Mc 2:14 y Lc 5:27). Fue uno de los Doce Apóstoles y hermano del apóstol Santiago hijo de Alfeo (Mc 2:14). Cumplía la función de publicano, recaudador de impuestos para Roma, en el tiempo en el que los judíos se encontraban bajo el dominio del Imperio Romano. Vivía en la ciudad galilea de Cafarnaum. Cuando Mateo escuchó la voz del Señor Jesucristo de “Ven y sígueme” (Mt 9:9) lo dejó todo y lo siguió. Tanto Cristo como sus discípulos no rechazaron la invitación de Mateo y visitaron su casa donde compartieron la mesa con otros publicanos. Este evento molestó severamente a los Fariseos y Escribas de aquel tiempo.

Los publicanos que recolectaban impuestos de sus mismos compatriotas conseguían grandes ganancias para sí mismos. Habitualmente eran considerados por los mismos judíos como traidores de la patria y de la religión. La palabra “publicano” para los judíos tenía esta connotación de “pecador público”. El simple hecho de conversar con un publicano era considerado un pecado y asociarse con él era la misma traición. Pese a todo esto, los judíos de aquel tiempo no podían comprender que el Señor había venido a “llamar a pecadores y no a justos” (Mt 9:13)

Mateo, reconociendo sus pecados, devolvió todo lo que había sacado a aquellos que había defraudado y distribuyó lo restante a los pobres y siguió a Cristo junto a los demás apóstoles.

Después de recibir el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, san Mateo predicó el Evangelio en Palestina por muchos años. Por el pedido de los judíos convertidos al cristianismo que vivían en Jerusalén, escribió su Evangelio describiendo la vida del Señor en esas tierras.

San Mateo predicó entre los pueblos que aguardaban la venida del Mesías. Su Evangelio aparece como una prueba viva de que Jesús es el Mesías anunciado por los Profetas y que después de Él no habría otro (Mt 11:3).

El santo apóstol y evangelista llevó el Evangelio de Cristo a Siria, a Persia y finalizó su obra en Etiopía donde murió como mártir. Estas tierras eran habitadas por aquel entonces por tribus caníbales con costumbres y creencias primitivas. San Mateo convirtió a algunos de ellos a la fe en Cristo. Allí fundó una Iglesia y construyó un templo en la ciudad de Mirmena, donde puso a su compañero Platón como Obispo.

La Iglesia Ortodoxa de Etiopía recuerda a San Mateo como su fundador.

Tropario, tono 3

Oh santo apóstol Mateo, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Comienzo del Ayuno de Navidad; Santos mártires Gurias, Samón y Habib de Edesa

El ayuno de la natividad es uno de los cuatro períodos principales de ayuno a lo largo del año eclesiástico. A partir de hoy 15 de noviembre y concluyendo el 24 de diciembre, el Ayuno de la Natividad brinda a las personas la oportunidad de prepararse para la Fiesta de la Natividad de Nuestro Señor y Salvador en la Carne el 25 de diciembre.

Al abstenerse de ciertos alimentos y bebidas, particularmente de carne, pescado, productos lácteos, aceite de oliva y vino, además de centrarnos más profundamente en la oración y la limosna, podemos encontrar que el objetivo principal del ayuno es hacernos conscientes de nuestra dependencia de Dios.

Catabasia I

¡Cristo nace, glorificadlo! ¡Cristo viene de los cielos, recibidlo! ¡Cristo sobre la tierra, exaltadlo! Cantad al Señor toda la tierra y, con alegría alabadle, oh pueblos, porque ha sido glorificado.

Santos mártires Gurias, Samón y Habib (Abibo) de Edesa:

Gurias y Samón eran ciudadanos eminentes de Edesa. Durante una persecución de cristianos, se escondieron fuera de la ciudad, viviendo en ayuno y oración, y dando consejo a los fieles que venían por consejo a ellos. Fueron capturados y llevados ante el juez, quien los amenazó con la muerte si rehusaban observar el decreto imperial sobre la adoración de ídolos. Los santos mártires de Cristo contestaron: «Si observamos el decreto imperial, estaremos perdidos aún si tú no nos matas». Fueron arrojados en prisión tras crueles torturas, y estuvieron confinados allí desde el 10 de agosto hasta el 10 de noviembre, soportando hambre, oscuridad y grandes sufrimientos. Fueron entonces sacados de la cárcel y torturados de nuevo, y como permanecieron firmes en la fe cristiana, fueron condenados a muerte y degollados con espada en el año 322, bajo el inicuo emperador Licinio, que gobernó la parte oriental del Imperio hasta el 324.

Más tarde Habib, un diácono en Edesa, fue torturado por causa de Cristo su Señor y, en medio de las llamas, entregó su espíritu en manos de Dios. Su madre tomó su cuerpo incorrupto del fuego y lo enterró junto a los de Gurias y Samón. Cuando terminó la persecución, los cristianos construyeron una iglesia en honor de estos tres mártires y colocaron sus reliquias, que obraban milagros, en un solo catafalco. De entre los muchos milagros de estos maravillosos santos de Dios, este es especialmente recordado: una viuda de Edesa llamada Sofía, quien había sido convencida de dar en matrimonio a su joven hija Eufemia con un godo que servía en el ejército griego. Como a Sofía le preocupaba enviar a su hija a un lugar lejano, el godo juró sobre la tumba de los mártires que no haría daño a la joven, sino que la trataría como a la niña de sus ojos. Sin embargo, cuando llevó a la joven a su país le reveló que ya estaba casado; la trató no como esposa sino como esclava hasta que su verdadera esposa murió. Entonces acordó con un pariente enterrar a su esclava viva junto a su esposa muerta. La esclava imploró con lágrimas a los santos mártires que la salvaran, y estos se le aparecieron en la tumba, la tomaron, y en un instante la trasladaron de la tierra de los godos a Edesa, a la iglesia dedicada a ellos. Al día siguiente, cuando se abrió la iglesia, la joven fue hallada junto a la tumba de los santos, y se reveló la historia de su milagrosa liberación.

Tropario, tono 1

Los divinos mártires * Gurias, Abibo y Samón, * iguales en número * a la trinitaria deidad, * estando a una, * confesaron en Ella * frente a los impíos * y, luchando, cruzaron * la tormenta sin daño; * ahora no dejan de guiarnos * hacia el puerto seguro.

Santo Apóstol Felipe/ San Gregorio Palamás, arzobispo de Tesalónica

Felipe es uno de los doce Apóstoles, mencionado por todos los evangelistas, pero de manera especial por san Juan que lo mencionó más que los otros, probablemente porque les unía una amistad. Los textos evangélicos muestran que Felipe tuvo contacto con san Juan Bautista; quizá era uno de sus dos discípulos quienes al escuchar a su maestro decir de Jesús: “He ahí el Cordero de Dios”, le siguieron. (Jn.1, 35). El otro discípulo era Andrés. Ambos, a menudo aparecen juntos como en los capítulos 6 y 12 del Evangelio según san Juan; lo más probable es que formaban parte de un grupo que estudiaba la Ley y los Profetas y discutía sobre el perfil del Mesía esperado. Natanael también pertenecía a este grupo, pues Felipe, al encontrar al Señor Jesucristo, le buscó para decirle: “Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José…”

El carácter de Felipe, como se manifiesta en el Evangelio según san Juan, se parece, hasta cierto sentido, al de Tomás: persona cálida, espontánea, práctica que pretende tener propia experiencia y ser convencido por lo tocado más que por lo dicho. Así que cuando Cristo hablaba a los discípulos sobre Dios Padre: “desde ahora lo conocéis y lo habéis visto”, Felipe dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Pero Jesús lo reprendió orientando su fe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14, 7-9).

Respecto a su prédica después de la ascensión del Señor y de Pentecostés, la Tradición nos informa que predicó en Asia Menor junto con Bartolomé. Allá tuvo tanto éxito que convirtió a la esposa del gobernador de Asia. Los paganos, furiosos por la nueva prédica, agarraron al Apóstol, lo arrastraron en las calles de la ciudad, y finalmente lo crucificaron cabeza para bajo. Su martirio fue en los ochentas del primer siglo cristiano.

Tropario, tono 3 del común de santos Apóstoles

Oh santo apóstol Felipe, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

San Gregorio Palamás, arzobispo de Tesalónica

 El padre de Gregorio era un eminente oficial de la corte del emperador Andrónico II Paleólogo. Sin embargo, el talentoso Gregorio, tras completar sus estudios seculares, no quiso entrar al servicio imperial en la corte, sino que se retiró a la Santa Montaña de Athos y se hizo monje, viviendo en ascetismo en los monasterios de Vatopedi y la Gran Lavra.

Estuvo presente en Constantinopla en el Concilio que se convocó en 1341 contra Barlaam de Calabria, y en el Concilio de 1347 contra Acíndino, que era de la misma opinión que Barlaam; ambos herejes afirmaban que la gracia de Dios es creada. En ambos Concilios, el Santo contendió valientemente por los verdaderos dogmas de la Iglesia de Cristo, enseñando en particular que la gracia divina no se crea, sino que son las energías no creadas de Dios las que se derraman a lo largo de la creación: de lo contrario, si la gracia fuera creada sería imposible para el hombre tener una comunión genuina con el Dios no creado.

Fue consagrado Metropolitano de Tesalónica en 1347, siendo glorificado tanto como asceta y como teólogo; como jerarca y como obrador de milagros.

Gobernó la Iglesia en Tesalónica por doce años, uno de los cuales lo pasó como esclavo de los sarracenos en Asia. Entró en paz a su descanso en el 1359, alcanzando el Reino de Cristo. Sus reliquias se conservan en Tesalónica, donde hay una hermosa iglesia dedicada a él.

Tropario, tono 8

¡Oh astro de la Ortodoxia, firmeza de la Iglesia y maestro; * hermosura de los ascetas, * irrefutable campeón de los teólogos, Gregorio el milagroso, * orgullo de Salónica y predicador de la Gracia: * intercede por la salvación de nuestras almas!

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