Santos Mártires Platón de Ancyra y Romano diácono de Cesarea

San Platón era de Ancyra, hoy Ankara, vivió a fines del siglo III, de alma virtuosa, realizo un importante trabajó en la transmisión de la fe cristiana. De posición económica holgada, ayudó a pobres y a enfermos con importantes aportes de dinero. Fue denunciado y conducido ante el gobernador Agripino, admitió el Santo, su fe en Cristo, agregando que trabajaba y vivía por la gracia de Cristo.

Agripino viendo que Platón era rico, trató con varios subterfugios de atraerlo y le presentó a su hermosa sobrina, diciéndole que, si abandonaba su fe, se casaría con ella. Pero el Santo se negó inmediatamente a la propuesta, y le expresó las palabras de la Escritura que dice: “Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna.” (Epístola a Judas 1:20-21). Agripino mando a azotar a Platón y luego de varios tormentos fue decapitado en el año 306.

San Romano diácono de Cesarea

San Romano nació en Palestina y sirvió como diácono en Cesarea. En la época de la persecución contra los cristianos, vivía en Antioquía. A través de su predicación, animó a los fieles a mantenerse firmes en su confesión de Cristo cuando el Eparca Asclipiades quiso arrasar la iglesia hasta sus cimientos. San Romano dijo al pueblo que debían luchar para evitar la destrucción de la casa de Dios, asegurándoles que incluso si morían en sus esfuerzos cantarían un himno de victoria en el cielo.

En ese momento se estaba celebrando una fiesta en honor de los ídolos, y san Romano fue al templo pagano para reprender al Eparca y a los incrédulos por su impiedad. Cuando Asclipiades estaba a punto de entrar en el templo, san Romano proclamó sin miedo que los ídolos no eran dioses y que solo Jesucristo era verdaderamente Dios. Asclipíades ordenó que el santo fuera golpeado, e incluso trató de persuadirlo para que negara a Cristo. Cuando esto fracasó, el Eparca ordenó que fuera torturado. Fue colgado y golpeado, y sus costados fueron raspados con cuchillas de metal. Soportando valientemente estos tormentos, San Romano confesó a Cristo, y castigó a Asclipíades por su obstinada negativa a ver la verdad.

Luego San Romano fue condenado a muerte en la hoguera. Sin embargo, tan pronto como se encendió el fuego, cayó una lluvia y lo apagó. Entonces el Eparca ordenó que le cortaran la lengua al santo, porque todavía confesaba a Cristo y vilipendiaba a los idólatras. Incluso después de que le cortaran la lengua, el santo continuó hablando como antes. Finalmente, fue clavado a un barril y fue estrangulado en su celda. Habiendo completado su lucha por Cristo, fue encontrado digno del Reino celestial, donde continuamente glorifica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por todos los siglos.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro.* Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Gregorio el Milagroso, obispo de Nueva Cesarea

Nació en Neocesarea de Capadocia de padres no creyentes. Estudió en Atenas, Alejandría, Beirut y finalmente en Cesarea, con Orígenes, quien también le instruyó en la fe de Cristo. Entonces, en el año 240, fue hecho obispo de su país natal, donde encontró sólo diecisiete cristianos; al morir alrededor del 265, había dejado apenas ese mismo número de no creyentes. Todo el tiempo de su episcopado fue una sucesión admirables milagros, por los cuales adquirió el nombre de «taumaturgo» (obrador de milagros), siendo llamado «un segundo Moisés» incluso por los enemigos de la verdad (cfr. San Basilio Magno, Del Espíritu Santo, capítulo XXIX).

Tropario, tono 4

Sobrio en las oraciones y perseverante en consumar los milagros, * has conseguido la dignidad de tu nombre, * san Gregorio milagroso: * intercede ante Cristo Dios, * para que ilumine nuestras almas, * no sea que durmamos en los pecados hasta la muerte.

Santo Apóstol y Evangelista Mateo

El santo apóstol y evangelista Mateo se llamaba Levi (Mc 2:14 y Lc 5:27). Fue uno de los Doce Apóstoles y hermano del apóstol Santiago hijo de Alfeo (Mc 2:14). Cumplía la función de publicano, recaudador de impuestos para Roma, en el tiempo en el que los judíos se encontraban bajo el dominio del Imperio Romano. Vivía en la ciudad galilea de Cafarnaum. Cuando Mateo escuchó la voz del Señor Jesucristo de “Ven y sígueme” (Mt 9:9) lo dejó todo y lo siguió. Tanto Cristo como sus discípulos no rechazaron la invitación de Mateo y visitaron su casa donde compartieron la mesa con otros publicanos. Este evento molestó severamente a los Fariseos y Escribas de aquel tiempo.

Los publicanos que recolectaban impuestos de sus mismos compatriotas conseguían grandes ganancias para sí mismos. Habitualmente eran considerados por los mismos judíos como traidores de la patria y de la religión. La palabra “publicano” para los judíos tenía esta connotación de “pecador público”. El simple hecho de conversar con un publicano era considerado un pecado y asociarse con él era la misma traición. Pese a todo esto, los judíos de aquel tiempo no podían comprender que el Señor había venido a “llamar a pecadores y no a justos” (Mt 9:13)

Mateo, reconociendo sus pecados, devolvió todo lo que había sacado a aquellos que había defraudado y distribuyó lo restante a los pobres y siguió a Cristo junto a los demás apóstoles.

Después de recibir el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, san Mateo predicó el Evangelio en Palestina por muchos años. Por el pedido de los judíos convertidos al cristianismo que vivían en Jerusalén, escribió su Evangelio describiendo la vida del Señor en esas tierras.

San Mateo predicó entre los pueblos que aguardaban la venida del Mesías. Su Evangelio aparece como una prueba viva de que Jesús es el Mesías anunciado por los Profetas y que después de Él no habría otro (Mt 11:3).

El santo apóstol y evangelista llevó el Evangelio de Cristo a Siria, a Persia y finalizó su obra en Etiopía donde murió como mártir. Estas tierras eran habitadas por aquel entonces por tribus caníbales con costumbres y creencias primitivas. San Mateo convirtió a algunos de ellos a la fe en Cristo. Allí fundó una Iglesia y construyó un templo en la ciudad de Mirmena, donde puso a su compañero Platón como Obispo.

La Iglesia Ortodoxa de Etiopía recuerda a San Mateo como su fundador.

Tropario, tono 3

Oh santo apóstol Mateo, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santo Apóstol Felipe/ San Gregorio Palamás, arzobispo de Tesalónica

Felipe es uno de los doce Apóstoles, mencionado por todos los evangelistas, pero de manera especial por san Juan que lo mencionó más que los otros, probablemente porque les unía una amistad. Los textos evangélicos muestran que Felipe tuvo contacto con san Juan Bautista; quizá era uno de sus dos discípulos quienes al escuchar a su maestro decir de Jesús: “He ahí el Cordero de Dios”, le siguieron. (Jn.1, 35). El otro discípulo era Andrés. Ambos, a menudo aparecen juntos como en los capítulos 6 y 12 del Evangelio según san Juan; lo más probable es que formaban parte de un grupo que estudiaba la Ley y los Profetas y discutía sobre el perfil del Mesía esperado. Natanael también pertenecía a este grupo, pues Felipe, al encontrar al Señor Jesucristo, le buscó para decirle: “Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José…”

El carácter de Felipe, como se manifiesta en el Evangelio según san Juan, se parece, hasta cierto sentido, al de Tomás: persona cálida, espontánea, práctica que pretende tener propia experiencia y ser convencido por lo tocado más que por lo dicho. Así que cuando Cristo hablaba a los discípulos sobre Dios Padre: “desde ahora lo conocéis y lo habéis visto”, Felipe dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Pero Jesús lo reprendió orientando su fe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14, 7-9).

Respecto a su prédica después de la ascensión del Señor y de Pentecostés, la Tradición nos informa que predicó en Asia Menor junto con Bartolomé. Allá tuvo tanto éxito que convirtió a la esposa del gobernador de Asia. Los paganos, furiosos por la nueva prédica, agarraron al Apóstol, lo arrastraron en las calles de la ciudad, y finalmente lo crucificaron cabeza para bajo. Su martirio fue en los ochentas del primer siglo cristiano.

Tropario, tono 3 del común de santos Apóstoles

Oh santo apóstol Felipe, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

San Gregorio Palamás, arzobispo de Tesalónica

 El padre de Gregorio era un eminente oficial de la corte del emperador Andrónico II Paleólogo. Sin embargo, el talentoso Gregorio, tras completar sus estudios seculares, no quiso entrar al servicio imperial en la corte, sino que se retiró a la Santa Montaña de Athos y se hizo monje, viviendo en ascetismo en los monasterios de Vatopedi y la Gran Lavra.

Estuvo presente en Constantinopla en el Concilio que se convocó en 1341 contra Barlaam de Calabria, y en el Concilio de 1347 contra Acíndino, que era de la misma opinión que Barlaam; ambos herejes afirmaban que la gracia de Dios es creada. En ambos Concilios, el Santo contendió valientemente por los verdaderos dogmas de la Iglesia de Cristo, enseñando en particular que la gracia divina no se crea, sino que son las energías no creadas de Dios las que se derraman a lo largo de la creación: de lo contrario, si la gracia fuera creada sería imposible para el hombre tener una comunión genuina con el Dios no creado.

Fue consagrado Metropolitano de Tesalónica en 1347, siendo glorificado tanto como asceta y como teólogo; como jerarca y como obrador de milagros.

Gobernó la Iglesia en Tesalónica por doce años, uno de los cuales lo pasó como esclavo de los sarracenos en Asia. Entró en paz a su descanso en el 1359, alcanzando el Reino de Cristo. Sus reliquias se conservan en Tesalónica, donde hay una hermosa iglesia dedicada a él.

Tropario, tono 8

¡Oh astro de la Ortodoxia, firmeza de la Iglesia y maestro; * hermosura de los ascetas, * irrefutable campeón de los teólogos, Gregorio el milagroso, * orgullo de Salónica y predicador de la Gracia: * intercede por la salvación de nuestras almas!

San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla

Juan nació en Antioquía en el 347 d. C. Su padre Segundo era comandante imperial, y su madre se llamaba Antusa. Estudiando filosofía griega, Juan se asqueó del paganismo helénico y se tornó a la fe cristiana como la única y completa verdad. Fue bautizado por Melecio, patriarca de Antioquía, y luego sus padres también fueron bautizados. Después de la muerte de estos, Juan se hizo monje y comenzó a vivir en estricto ascetismo. Después de terminar de escribir un libro, «Sobre el sacerdocio», se le aparecieron los apóstoles Pedro y Juan, profetizándole que tendría una vida de gran servicio, abundante gracia, y gran sufrimiento.

Famoso por su sabiduría, su ascetismo y el poder de sus palabras, Juan fue elegido Arzobispo de Constantinopla por voluntad del emperador Arcadio. Gobernó aquella Iglesia por seis años con celo y sabiduría inigualables. Envió misioneros a los paganos celtas y escitas, y limpió a la Iglesia de la simonía, deponiendo a muchos obispos que estaban entregados a este vicio. Multiplicó las obras de caridad de la Iglesia, compuso un rito para la Santa Liturgia, avergonzó a los herejes, denunció a la emperatriz Eudoxia, interpretó las Escrituras con su mente de oro, y dejó a la Iglesia muchos libros y sermones preciosos. El pueblo lo glorificaba, los celosos lo aborrecían, y la Emperatriz lo envió al exilio dos veces. Pasó tres años en el exilio, y murió el día de la Santa Cruz, 14 de septiembre del 407, en un lugar llamado Comana en Armenia. Los santos apóstoles Pedro y Juan se le aparecieron de nuevo en la hora de su muerte, y también el mártir Basilisco, en cuya iglesia recibió la Comunión por última vez. «¡Gloria a Dios por todas las cosas!» fueron sus últimas palabras, y con ellas el alma del Crisóstomo [«boca de oro»] entró al Paraíso.

Tropario, tono 8

La Gracia, que por tu boca como fuego resplandeció, * ha iluminado el universo, * ha revelado al mundo los tesoros de la pobreza * y ha mostrado la excelsitud de la humildad. * ¡Oh padre Juan Crisóstomo, * cuyas palabras nos han educado, * intercede ante el Verbo, Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría; San Nilo el sinaíta

San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría, nació en Chipre en el siglo séptimo dentro de la familia de un dignatario importante llamado Epifanio. Por el deseo de sus padres, decidió casarse y tener hijos. Cuando su esposa e hijos fallecieron, decidió convertirse en monje. Era estricto en sus ayunos y oraciones y sentía un gran amor por aquellos que lo rodeaban.

Su celo espiritual le hicieron ganar honor entre los hombres, y hasta el emperador lo admiraba. Cuando el trono patriarcal de Alejandría quedó vacante, el Emperador Heraclio y todos los clérigos suplicaron a San Juan que ocupara el mismo.

San Juan dignamente asumió su servicio episcopal, dedicándose al cuidado moral y dogmático de su rebaño. Como Patriarca denunció cada herejía y consiguió que se retirara de Alejandría un monofisita llegado de Antioquia llamado Filonio. Consideró la caridad y el ayudar a aquellos en necesidad como su principal tarea. En los comienzos de su servicio patriarcal ordenó a sus colaboradores elaborar una lista con todos los pobres y necesitados de Alejandría, los cuales llegaban a casi siete mil personas. San Juan ordenó que todos aquellos que se encontrasen en infortunios recibieran cada día algo de comer y que fuera la iglesia quien los alimentara.

Juan nunca rechazó a los que venían a pedirle. Un día, cuando visitaba a un enfermo, encontró en su camino a un hombre pobre a quien le entregó seis monedas de plata. El hombre pobre se cambió de ropas, corrió hasta el Patriarca nuevamente y le volvió a pedir limosnas. El santo le entregó nuevamente seis monedas de plata. Cuando el suplicante volvió a pedir por tercera vez limosnas, y quienes ayudaban al Patriarca lo quisieron alejar, San Juan solo dijo: “dadle doce monedas de plata, talvez es Cristo poniéndome a prueba”.

San Juan, fue un hombre estricto en sus oraciones y un asceta constante, no dejaba de preocuparse por su alma y su muerte. Ordenó le prepararan un féretro para sí mismo, pero le pidió a quien lo hacía que no lo terminara. Finalmente fue llevado a acompañar al gobernador Nicetas en su visita al emperador de Constantinopla. En su camino para visitar al rey, soñó que un hombre vestido con ornamentos resplandecientes le decía: “el Rey de reyes te llama”. Viajó entonces a Chipre, su tierra natal, y durmió en el Señor en una ciudad llamada Amanthos entre los años 616 y 620.

Tropario, tono 8

En tu paciencia has logrado tu recompensa, oh padre justísimo, * perseverando asiduamente en la oración, * amando a los pobres y atendiendo sus necesidades. * Intercede ante Cristo Dios, dichoso Juan misericordioso, * para que salve nuestras almas.

 

San Nilo el Sinaíta

Entre los discípulos de San Juan Crisóstomo había uno llamado Nilo, quien ocupaba un alto cargo en Constantinopla. Nilo estaba casado y tenía dos hijos. Cuando éstos crecieron, Nilo, se sintió llamado a la vida eremítica y acordó con su esposa que ambos abandonarían el mundo. Su hijo Teódulo partió con él a establecerse entre los monjes del Monte Sinaí. Desde ahí Nilo escribió dos cartas de protesta al emperador Arcadio cuando éste desterró a San Juan Crisóstomo de Constantinopla. Algunos años más tarde, los árabes saquearon el monasterio, asesinaron a muchos monjes y se llevaron preso a Teódulo. Nilo los siguió con la esperanza de rescatar a su hijo. Por fin, lo encontró en Eleusa, al sur de Beersheba, ya que el obispo de esa ciudad, compadecido de la suerte de Teódulo, lo había comprado a los árabes y le había dado trabajo en la iglesia. El obispo de Eleusa confirió la ordenación sacerdotal a Nilo y a su hijo antes de que partiesen al Sinaí.

San Nilo llegó a ser muy conocido por los escritos teológicos, bíblicos y sobre todo ascéticos que se le atribuyen. En su tratado sobre la oración recomienda que pidamos ante todo a Dios el don de oración y que supliquemos al Espíritu Santo que haga brotar en nuestros corazones los deseos que le son irresistibles; también recomienda que pidamos a Dios que se haga su voluntad en la forma más perfecta posible. A las personas que viven en el mundo predica la templanza, la meditación sobre la muerte y la obligación de la limosna. San Nilo estaba siempre pronto a comunicar a otros sus conocimientos ascéticos. Las cartas suyas que se conservan, muestran cuan lejos había llegado en la vida interior y en el estudio de la Sagrada Escritura y cuan frecuentemente acudían a consultarle personas de todas las clases sociales. Una de dichas cartas constituye la respuesta de San Nilo al prefecto Olimpiodoro, quien había construido una iglesia y quería saber si podía adornarla con mosaicos de tema profano, como escenas de cacería, imágenes de pájaros, animales y cosas por el estilo. San Nilo reprobó la idea y aconsejó a Olimpiodoro que pusiera escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento “para instruir a los que no saben leer.” Agregó que sólo debe haber una cruz, situada en el punto principal de la iglesia. San Nilo escribió todo un tratado para demostrar que la vida eremítica es mejor que la de los monjes que viven en comunidad en las ciudades, pero hace notar que también los ermitaños tienen sus dificultades y pruebas particulares. El santo tenía experiencia en eso, pues sufrió violentas tentaciones, turbaciones y asaltos de los malos espíritus.

Descansó en el Señor el año 451.

Tropario tono 8, del común de santos Anacoretas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Nilo, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Santos Menas, Víctor, Estefanía y Vicente mártires/ Teodoro el Estudita (justo) (†826).

En esta fecha se celebra a estos grandes santos que en diversas ciudades aunque quizá coincidiendo en el tiempo, dieron fiel testimonio de Cristo

San Menas de Egipto

El Gran Mártir Menas, era egipcio de nacimiento, funcionario militar y sirvió en la región de Konya de Frigia bajo el centurión Firmiliano durante el reinado de los emperadores Diocleciano (284-305) y Maximiano (305-311). Cuando los emperadores empezaron la persecución más atroz contra los cristianos en la historia, el santo se negó a servir a estos perseguidores. Menas se quitó el cinturón del uniforme y se retiró a una montaña dónde vivió una vida ascética de ayuno y oración.

Cierta vez él bajo a la ciudad durante una fiesta pagana. En medio del auge de los juegos el santo levantó su voz, predicando la fe en Cristo, el Salvador del mundo. Fu llevado entonces ante el prefecto Pirrus, ante quien el santo valientemente confesó su fe, diciendo que él había venido a denunciar la impiedad. El prefecto se llenó de ira, y Menas fue arrestado.

Pirrus ofreció devolverle el rango que tenía en el ejército si Menas ofrecía el sacrificio a los dioses paganos. Cuando éste se negó, lo sometió a crueles torturas, y luego fue decapitado. Esto ocurrió en el año 304.

El santo recibió la gracia de Dios de realizar milagros, y ayudar a quienes padecen necesidad: Sanar enfermedades, librar a las personas poseídas por demonios. Y es solicitado como protector, sobre todo durante tiempos de guerra.

Santos Víctor y Estefanía

 El Santo mártir Víctor era un soldado que servía en Damasco, durante el reinado del emperador Marco Aurelio (161-180). Cuando el emperador empezó a perseguir a los cristianos y a obligarlos a adorar a los dioses paganos, Víctor se negó a ofrecer los sacrificios, que eran una prueba de la lealtad de un soldado hacia los dioses, el emperador y el estado. El santo soldado de Cristo se entregó a la tortura, sin embargo, a pesar de todos los tormentos a los que fue sometido permaneció ileso. Por el poder de la oración, venció a un mago hechicero de tal manera que éste se convirtió al cristianismo.  Por las oraciones de san Víctor ciertos soldados que estaban ciegos, recobraron milagrosamente la vista. Siendo testigo ocultar del milagro obrado por el Señor a través de san Víctor, Estefanía, la joven esposa cristiana de uno de los verdugos, glorificó abiertamente a Cristo, por lo cual fue condenada a muerte, aunque apenas tenía 15 años, fue atada de pies y manos a dos palmeras dobladas a tierra, de tal manera que cuando se soltaron, la despedazaron.

El verdugo pidió que el santo mártir Víctor fuera decapitado. Oyendo la orden del comandante, san Víctor les dijo a sus ejecutores que morirían en doce días, y que el comandante sería capturado por el enemigo en veinticuatro días. Todo cuanto predijo, sucedió.

San Vicente de España

San Vicente es el más ilustre de los mártires de España. Debido a su virtud, fue ordenado diácono por Valerio, obispo de Zaragoza, quien, debido a su avanzada edad y un impedimento en su discurso, le encargó a Vicente que predicara el Evangelio. En 303, los impíos emperadores Diocleciano y Maximiano enviaron a Daciano a España como gobernador, con un edicto para perseguir al clero.

San Vicente fue traído con el obispo Valerio a Valencia; Cuando sometieron al obispo a la primera interrogación. El anciano permaneció callado, turbado y perplejo. Entonces San Vicente avanzó y dio el discurso más elocuente de su vida ante los jueces y se congregó mucha gente para oírlo. Después de enviar al obispo otra vez a la prisión, el perseguidor ordenó torturar al santo diácono.  El obispo fue enviado al exilio, pero el santo diácono fue cruelmente torturado: Primero fue colocado en una cruz en aspa y después en la catasta, donde le rompieron los huesos, lo azotaron y le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Pero, no pudiendo minar su resistencia, mandó entonces Daciano que fuese desollado y colocado en una parrilla en ascuas.

Después de torturarlo metieron a Vicente nuevamente, en la prisión. Esa noche el guardia sorprendido le oyó cantar Salmos, y vio una luz radiante no terrenal en la prisión, al ver esto se convirtió. La mañana siguiente el santo mártir fue condenado para ser quemado, entregando su alma a Dios el 22 de enero del año 304.

Su cuerpo también se arrojó al mar con una piedra de molino, pero fue devuelto a la orilla. Un cristiano tomó el cuerpo del santo y lo enterró a las afueras de Valencia.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Apóstoles Olimpo, Herodión, Erasto, Sosípatro, Cuarto y Tercio de los Setenta; Venerable Arsenio de Capadocia (justo)

Los santos apóstoles Erasto, Sosípatro (28 de abril), Olimpo (4 de enero), Herodión (8 de abril), Cuarto y Tercio (30 de octubre) fueron discípulos de San Pablo. Todos ellos vivieron durante el primer siglo.

El Apóstol de los gentiles habla de ellos en la Epístola a los Romanos: “Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano” (Rm 16, 23).

San Sosípatro, natural de Acaya, fue obispo de Iconio, donde también murió. San Pablo lo menciona en Romanos 16, 21.

San Olimpo fue mencionado por el santo apóstol Pablo (Rm 16, 15). También fue compañero del apóstol Pedro. San Herodión, era pariente del apóstol Pablo (Romanos 16:11), y dejó el trono episcopal en Patras para ir a Roma con el apóstol Pedro. Los santos Rodión y Olimpo fueron decapitados el mismo día y hora en que fue crucificado San Pedro.

San Cuarto soportó mucho sufrimiento por su piedad y convirtió a muchos paganos a Cristo, muriendo pacíficamente como obispo en la ciudad de Beirut.

San Tercio es mencionado en la Epístola a los Romanos: “Yo, Tercio, que escribí esta epístola, os saludo en el Señor” (Romanos 16:22). Entendemos entonces que san Tercio, es a quien San Pablo dictó la Epístola a los Romanos, y fue el segundo obispo de Iconio, donde también murió.

Tropario, tono 3 del común de santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * intercedan ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Sinaxis de los Arcángeles Miguel y Gabriel con todos los coros de los Poderes Incorpóreos Celestiales

Los ángeles de Dios han sido conmemorados por la humanidad desde tiempo inmemorial, pero esta conmemoración frecuentemente se degenera en la divinización de los ángeles (cfr. II Reyes 23:5.

Los herejes siempre tejían fantasías alrededor de los ángeles. Algunos de ellos los consideraban dioses, y otros, si no creían que lo eran, los consideraban los creadores de todo el mundo visible. El concilio local de Laodicea, celebrado en el siglo IV, rechazó la adoración de los ángeles como dioses, estableciendo su adecuada veneración. En el mismo siglo IV, en tiempos del Papa Silvestre de Roma y del Patriarca Alejandro de Alejandría, se instituyó la celebración de esta fiesta del Arcángel Miguel y el resto de las potestades celestiales en el mes de noviembre. ¿Pero por qué en noviembre? Porque noviembre es el noveno mes después de marzo, y se cree que el universo fue creado en marzo. El noveno mes después de marzo fue escogido a causa de las nueve órdenes de ángeles, que fueron los primeros seres creados. San Dionisio el Areopagita, discípulo del apóstol Pablo, escribe acerca de estos nueve órdenes en su libro «Las jerarquías celestiales».

Tropario, tono 8

Oh primados de los poderes celestiales, * os rogamos, nosotros indignos, * que, por vuestras súplicas, nos cubráis* con la sombra de las alas de vuestra gloria inmaterial * y protejáis a quienes os veneramos y exclamamos con tesón: * libradnos de los peligros, porque sois los arcángeles.

Los 33 mártires de Melitina/Lázaro Milagroso (justo).

Los santos Hierón, Nicandro, Esiquio, Barajio, Maximiliano, Calínico, Canticos, Atanasio Teodoro, Duquicio, Eugenio, Teófilo, Valterio, Teodocio, Calimaco, Hilario, Gicancio, Longuino, Temelio, Estigio, Diodoto, Castricio, Teagenio, Mamas, Teodulo, Bostricio, Victor, Doroteo, Claudiano, Epifanio, Aniceto, Matroniano y Antonio, fueron martirizados durante el reinado de Diocleciano y Maximiano en el año 290. El primero de ellos, era Hierón de Tiana de Capadocia su padre murió joven, su madre Estratónica se hizo cargo de su educación y la de sus hermanos, Matroniano y Antonio. Aunque el Santo adquirió una buena educación, se ocupó de la profesión agrícola. Los idólatras consideraban tales ocupaciones como denigrantes, pero los cristianos sabían que a Cristo no lo avergonzaba el sudor del trabajador humilde. Cuando Diocleciano comenzó la persecución a los cristianos, el prefecto Agrícolas arrestó a Hierón. Lo detuvo acusándolo que los domingos y otros días festivos enseñaba la palabra de Cristo a los trabajadores, acercando a muchos a la fe cristiana. Con él fueron arrestados sus dos hermanos y treinta colaboradores en la enseñanza del Evangelio. Después de ser encarcelados fueron torturados duramente, muriendo todos decapitados por su fe, en la ciudad de Melitina.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibieron de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

San Lázaro el Milagroso

 

San Lázaro, el Taumaturgo del Monte Galesio, cerca de Éfeso, nació en Lidia, en la ciudad de Magnesio. Siendo un joven culto y amante de Dios, se hizo monje en el monasterio de San Sava, en Palestina. Pasó diez años dentro de los muros del monasterio, ganándose el amor y el respeto de los hermanos por sus intensas luchas monásticas.

Ordenado sacerdote por el Patriarca de Jerusalén, san Lázaro regresó a su país natal y se estableció cerca de Éfeso, en el desolado Monte Galesio. Allí tuvo una visión maravillosa: una columna de fuego que se elevaba hasta los cielos estaba rodeada de ángeles que cantaban: “Levántate Dios y dispersa a sus enemigos”.

En el lugar donde el santo contempló esta visión, construyó una iglesia en honor a la Resurrección de Cristo y asumió la hazaña de vivir en la columna. Pronto los monjes comenzaron a acudir en masa a este gran asceta, sedientos de alimento espiritual por las palabras divinamente inspiradas y el bendito ejemplo del santo, y se estableció allí un monasterio.

Habiendo recibido una revelación sobre el día de su muerte, el santo se lo dijo a los hermanos. A través de las oraciones entre lágrimas de todos los monjes, el Señor prolongó la vida terrenal de San Lázaro por otros quince años.

San Lázaro murió a los 72 años de edad, en el año 1053. Los hermanos enterraron el cuerpo del santo en el pilar sobre el que había luchado en el ascetismo. Fue glorificado por muchos milagros después de su muerte.

Su memoria también es conmemorado el 17 de julio.

Tropario, tono 8

Con oraciones de vigilia, la efusión de tus lágrimas * inundó la columna; * por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más; * y al volverte pastor, * repartías el perdón a los que acudían a ti. * ¡Oh nuestro justo padre Lázaro, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

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