San Tito el Milagroso

Poco se sabe de la vida de este santo, excepto que abrazó la vida monástica desde muy joven, llegando a ser abad de un monasterio.

Desde su juventud, mostró celo por la vida monástica. Trabajó en el ascetismo en el siglo IX en el Monasterio de Studion, cerca de Constantinopla. Por su ayuno y su disposición mansa, se ganó el amor de los hermanos, y a petición de ellos fue ordenado como Hieromonje.

Su alma estaba llena de un ferviente amor por Dios y por su prójimo, y debido a la pureza de su alma y su vida virtuosa, Dios lo recompensó con el don de hacer milagros. Así, se convirtió en el Padre Espiritual de muchos laicos y monjes que se beneficiaron de sus consejos.

San Tito defendió la veneración ortodoxa de los Santos Iconos durante la persecución iconoclasta, permaneciendo firme en la Fe hasta el final de su vida, luego partió hacia el Señor.

Tropario, tono 8 del común de Santos Justos

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justo Padre Tito, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Santa María de Egipto

Según san Sofronio Patriarca de Jerusalén que escribió la vida de la santa, María nació en Egipto, en el siglo IV. A los doce años se escapó de su casa paterna, movida por un desmedido deseo de libertad, estableciéndose en Alejandría. Durante los diecisiete años siguientes, vivió con desenfreno, llevándola a escandalizar y corromper a numerosas personas.

Por su afán de aventuras, se unió a un grupo de peregrinos que iban de Egipto a Jerusalén para Adorar la Santa Cruz. Consiguió el dinero para su viaje ofreciendo su cuerpo a otros peregrinos y, por un corto período de tiempo, continuó su habitual estilo de vida en Jerusalén.

El día de la Exaltación de la Cruz, quiso entrar en la iglesia del Santo Sepulcro, pero una mano invisible se lo impidió. Por tres veces intentó acceder, pero esa fuerza la detenía en el pórtico del templo. Entonces una voz le dijo: “Tú no eres digna de entrar en ese sitio sagrado, porque vives esclavizada por el pecado”. Santa María comenzó a llorar, lamentarse y a suspirar desde las profundidades de su corazón; y entonces se produjo el gran milagro que le hizo arrepentirse de sus faltas. Levantando los ojos vio cerda de la entrada la imagen de la Madre de Dios que parecía mirarla con gran bondad, compasión y amor que siempre había buscado; llena de una inmensa emoción, se arrodilló y le dijo: “Madre, si me es permitido entrar en el templo santo, yo te prometo que dejaré esta vida de pecado y me dedicaré a una vida de oración y penitencia”. Intentó entrar de nuevo en la iglesia, y esta vez le fue permitido. Después de venerar la reliquia de la Cruz, lloró amargamente por sus pecados durante muchas horas. Regresó para dar las gracias a la Virgen Santísima y escuchó una voz que le dijo: “Si cruzas el Jordán, encontrarás en el desierto el descanso más glorioso”

Sin pensarlo acudió a la ribera del río Jordán y en el monasterio de san Juan Bautista, recibió la comunión. Con tres monedas que antes había recibido, compró tres panes y a la mañana siguiente cruzó el Jordán y se retiró al desierto para vivir en el desierto rezando, meditando y haciendo penitencia, sin relacionarse con ningún ser humano durante cuarenta y siete años.

Un santo Sacerdote llamado Zósimo, después de haber pasado muchos años de monje en Palestina, vino al desierto junto al Jordán. Un día vio una figura humana; se le acercó y al pedirle que se identificara le dijo: “Soy una mujer que he venido al desierto a hacer penitencia por mis pecados”. Después de relatarle su historia, pidió al Padre que le trajera la santa Eucaristía. Después de recibir la Comunión el Jueves Santo, la penitente le pidió que el año siguiente regresara al mismo lugar donde se habían encontrado trayéndole el Cuerpo del Señor.

Al año siguiente, Zósimo fue nuevamente a la cita, pero encontró muerta a María envuelta en una manta. Zósimo tomó el cuerpo de la santa y se dispuso a darle sepultura, pero no teniendo ningún utensilio para cavar, se llevó una sorpresa al ver que llegaba un león, y con sus garras abría una sepultura en la arena. El monje cubrió con tierra el cuerpo de María y regresó a su monasterio donde contó la historia a los otros monjes. Y muy pronto junto a aquella tumba, empezaron a obrarse milagros y prodigios extendiendo la fama de la santa Penitente.

Su memoria se celebra este día 1 de abril y el quinto domingo de la Gran Cuaresma.

Tropario, tono 8

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justa María, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

San Hipacio el Milagroso, obispo de Gangra; san Inocencio metropolita de Moscú e iluminador de los aleutianos.

San Hipacio, que era de Cilicia de Asia Menor, se convirtió en obispo de Gangra, la capital de la Paflagonia. Estuvo presente en el Primer Concilio Ecuménico. Debido a su confesión de la fe ortodoxa, fue asesinado por los novacianos, una secta que negaba que los pecados cometidos después del bautismo pudieran ser perdonados.

Tropario tono 4, del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Hipacio, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

 

San Inocencio de Alaska

 

San Inocencio (Veniaminov), metropolitano de Moscú y Kolómensk (26 de agosto de 1797 – 31 de marzo de 1879). Nació en el pueblo de Anginsk, en la diócesis de Irkutsk. El Apóstol de América y Siberia proclamó el Evangelio “hasta los confines de la tierra”: en las islas Aleutianas desde 1823; en los seis dialectos de las tribus locales de la isla de Sitka desde 1834, entre los kolosh (tlingit); en los asentamientos más remotos de la extensa diócesis de Kamchatka desde 1853; entre los koryaks, chukcheos y tungus en la región de Yakutsk desde 1853 y en América del Norte en 1857; en la región de Amur y Usuriisk desde 1860.

Habiendo pasado gran parte de su vida en viajes, San Inocencio tradujo un Catecismo y el Evangelio al idioma aleutiano. En 1833 escribió en este idioma una de las mejores obras de la actividad misionera ortodoxa: Indicación del camino hacia el Reino de los Cielos.

En 1859, los yakutos escucharon por primera vez la Palabra de Dios y los servicios divinos en su lengua materna. Dos veces (en 1860 y 1861) an Inocencio se encontró con san Nicolás el Apóstol en Japón (3 de febrero), compartiendo con él su experiencia espiritual.

Habiendo comenzado su trabajo apostólico como párroco, San Inocencio lo completó como Metropolitano de Moscú (5 de enero de 1868 – 31 de marzo de 1879). Durante toda su vida obedeció la voluntad de Dios y dejó como lema del sermón que se predicaría en su funeral: “Por el Señor están ordenados los pasos del hombre” (Sal 36/37,23).

San Inocencio también es conmemorado el 5 de octubre (Sinaxis de los Jerarcas de Moscú) y el 6 de octubre (su glorificación).

Tropario, Tono 4

Has obedecido la voluntad del Señor, * te has sometido a peligros terribles por Dios, * jerarca Inocencio, * pre­dicando a los pueblos * la sapiencia divina * y mostrando el camino * a tu grey en Alaska. * Ahora, por tus plegarias, * condúcenos al Reino.

San Juan Climaco

En este día que es el Cuarto Domingo de la Cuaresma, celebramos la conmemoración de nuestro Piadoso Padre Juan, el autor de la Escala de las Virtudes y cuya vida presentamos a continuación al coincidir además con la fecha de su memoria anual.

San Juan Climaco, vino de Siria al Monte Sinaí como joven de dieciséis años y allí quedó, primero como novicio, después como ermitaño y finalmente como el abad de Sinaí hasta sus ochenta años, cuando murió alrededor del año 563. Su biógrafo, el monje Daniel, dijo sobre él: “Se levantó con el cuerpo al Monte Sinaí y con el espíritu al Monte del Cielo”.

Junto a su padre espiritual Martirio, pasó en la obediencia diecinueve años. Anastasio de Sinaí, viendo una vez al joven Juan, profetizó sobre él, que sería el abad de Sinaí. Tras la muerte de su padre espiritual, Juan se retiró a una cueva donde pasó veinte años en la difícil vida ascética. Una vez, su discípulo Moisés dormía bajo la sombra de una gran piedra, Juan estando en oración en su celda, vio que su discípulo estaba en peligro, y comenzó a rezar a Dios por él. Cuando más tarde vino Moisés, cayó de rodillas y le agradeció a su padre espiritual, porque lo salvó de la muerte segura. Y contó como en el sueño oyó que Juan le gritaba y él saltó, y en ese momento aquella piedra cayó. Si no se hubiera apartado de la piedra lo habría matado.

Por la insistencia de los hermanos, Juan llegó a ser el abad y dirigió las almas de la gente hacia la salvación, con celo y amor. Oyó una vez la crítica de algunos, de que él hablaba mucho; sin enfadarse ni un poco, Juan calló y todo el año no habló ni una palabra, hasta que los hermanos le rogaron que hablara y siguiera enseñándoles con la sabiduría que Dios le había dado.

Mientras practicaba el silencio en la cueva, Juan escribió muchos libros útiles, de los cuales el más famoso, y hoy en día el más leído, es “La Escala de las Virtudes”, en el que describe el método de la elevación del alma a Dios como el subir por una escalera.

Antes de su muerte, Juan, designó como abad a su hermano de sangre, Jorge; pero viendo que este lloraba mucho por su separación, le dijo que. si se hacía digno de la cercanía de Dios en el otro mundo, rogaría que él, Jorge, ese mismo año fuera tomado del mundo al cielo. Así sucedió, y solo diez meses después Jorge también reposó y habitó entre los ciudadanos del cielo como su gran y santo hermano Juan.

Por las oraciones de san Juan Climaco, oh Cristo Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén

Tropario, tono 8

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Juan Clímaco, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

San Marcos el Confesor, obispo de Aretusa en Siria; Cirilo el Diácono, Jonás y Baraquesio (mártires).

Sobre su sufrimiento informan san Gregorio el Teólogo y el bienaventurado Teodoreto.  Según estos informes, Marcos, en tiempos del emperador Constantino, destruyó un templo pagano y convirtió a muchos a la fe cristiana. Pero cuando el emperador Juliano llegó al trono y pronto se convirtió en apóstata de la fe cristiana, algunos ciudadanos de Aretusa rechazaron a Cristo y se volvieron al paganismo. Y entonces ellos se levantaron contra Marcos porque les destruyó el templo, exigiéndole que construyera un nuevo templo o que pague una gran suma de dinero. Como el anciano Marcos se negó a cumplir con cualquiera de estas dos pretensiones, fue azotado, burlado y arrastrado por las calles.  Entonces le cortaron las orejas con delgados y fuertes hilos, lo desnudaron y lo untaron con miel dejándolo bajo el calor del verano, para que las avispas, mosquitos y abejones lo mordieran. Pero el mártir de Cristo resistió todo sin lamentos. Era muy anciano, pero su rostro era brillante como un ángel de Dios. Los paganos bajaban cada vez más el precio de su templo, pidiendo, al final, de Marcos una insignificante suma, que él podía dar fácilmente. Pero él se rehusó a dar una sola moneda para ese objetivo. Su paciencia impresionó enormemente a los ciudadanos, que comenzaron a admirarle y a quejarse para que bajaran el precio del templo hasta casi nada, solo para que él permaneciera con vida. Finalmente lo dejaron en libertad y otra vez todos, uno por uno, recibieron de él la instrucción y regresaron a la fe de Cristo.

San Cirilo el Diácono

 

El diácono Cirilo de la ciudad de Heliópolis, al pie del monte Líbano, sufrió en esos tiempos por causas semejantes. Él había destruido unos ídolos en tiempos de la libertad del cristianismo, y por eso bajo Juliano fue torturado horriblemente. Tan enfadados estaban con él los paganos, que cuando lo mataron, con sus dientes lo rasgaron y abrieron su interior. El mismo día, además de san Cirilo, sufrieron también muchos otros.

 Los malvados paganos cortaron sus cuerpos en pequeñas partes, las mezclaron con la cebada y se los dieron como comida a los cerdos. Pero les llegó el castigo muy pronto, a todos se les cayeron los dientes y un insoportable hedor salía de sus bocas.

Los Mártires Baraquisio y su hermano Jonás

San Baraquisio era hermano de san Jonás. Eran cristianos que vivían en el pueblo de Yasa en Persia durante la época del emperador Sapor (310-331), un feroz perseguidor de los cristianos.

Al enterarse de que los cristianos estaban siendo torturados en la ciudad de Baravokh, fueron a la prisión donde estaban detenidos los santos Zanithas, Lázaro, Maruthas, Narsés, Elías, Marinus, Habib, Sembeeth (Sivsithina) y Sava. Los santos hermanos fueron arrestados y llevados a juicio ante los príncipes persas Masdrath, Siroth y Marmis, quienes los instaron a adorar al sol, al fuego y al agua. Los santos mártires confesaron firmemente su fe en Cristo y no aceptaron las demandas de los paganos. Por lo tanto, fueron sometidos a feroces tormentos y a la muerte.

San Jonás sufrió primero. Ataron al santo mártir a un árbol y lo golpearon durante mucho tiempo, luego lo arrastraron sobre el hielo de un lago helado. También le cortaron los dedos de las manos y los pies, y le cortaron la lengua. Luego le desollaron la cabeza y, finalmente, cortaron su cuerpo por la mitad y lo arrojaron a una zanja.

Colocaron grilletes al rojo vivo en las muñecas de san Baraquisio, vertieron estaño fundido en su nariz, orejas y boca, y lo rastrillaron con instrumentos afilados, después de atarlo a una rueda giratoria. El santo mártir entregó su alma a Dios después de que le vertieron alquitrán hirviendo en la boca.

Los cuerpos de los santos mártires Jonás, Baraquisio y los otros mártires fueron enterrados por un piadoso cristiano llamado Habdisotes.

Tropario tono 4, del común de Santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Hilarión el Nuevo, abad de Pelecete; Madre Gabriela Papayiani, monja

San Hilarión adoptó la vida monástica desde su juventud y vivió en reclusión. Más tarde, como abad del Monasterio de Pelecete en Asia Menor (que se cree que está en Bitinia, no lejos de Triglia), sufrió mucho de los iconoclastas, y reposó en el año 754.San Hilarión adoptó la vida monástica desde su juventud y vivió en reclusión. Más tarde, como abad del Monasterio de Pelecete en Asia Menor (que se cree que está en Bitinia, no lejos de Triglia), sufrió mucho a causa de los iconoclastas, y reposó en el año 754.

Tropario tono 8, del común de los Justos

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justo Hilarión, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Madre Gabriela Papayiani

 

 

 La Madre Gabriela Papagianni nació el 2 de octubre de 1897 en Turquia y le pusieron  por nombre Aurelia. Su padre era un rico comerciante de madera y vivía en un ambiente con muchas comodidades en la ciudad, en el Fanar.

Era la cuarta y última hija de la familia. De sus hermanos, Vasiliki, la mayor, fue la primera que le habló de Dios. Junto con las historias que le leía, le contaba historias del Evangelio y del Antiguo Testamento.

Pasaron los años y la pequeña Aurelia amaba a todo el mundo y todo el mundo la amaba a ella. Después del bachillerato, se fue a continuar sus estudios en Suiza en la Escuela de Agricultura de Estavayer-Le-Lace. Amaba especialmente las plantas y hasta el final de su vida “habló” con ellas, como si pudiera ver su reacción cada vez.

En 1923 se encontraba con su familia en Tesalónica. Allí ingresó en la Facultad de Filosofía de la Universidad Aristóteles.

Al finalizar sus estudios llegó a Atenas y su primera preocupación fue conseguir un trabajo. Así que consiguió un empleo en una clínica psiquiátrica donde permaneció solo un año. Luego llegó a Inglaterra, sola con su única posesión: una libra de papel de Inglaterra. Allí encontró diversos trabajos mientras ayudaba a muchos necesitados y desempleados, y cuidaba gratuitamente a muchos pobres.

En 1954, habiendo fallecido su madre, fue a la India donde permaneció durante 5 años. Allí ayudó incesantemente a una multitud de leprosos y enfermos y les mostró un amor sin límites.

Todos la querían y la llamaban Hermana Leela. En su apretada agenda diaria, dos horas de lectura de la Biblia y muchas horas de oración eran esenciales. Tenía plena confianza en Dios y por eso nunca llevaba dinero encima.

Todo le había sido dado por Él, decía. Todo lo que hacía era ponerse en Sus manos. Los billetes de avión, la comida, el alojamiento y todo lo que necesitaba le fueron dados por Dios. Ayudó a multitud de personas y fue la causa de que muchas personas se bautizaran en la Iglesia Ortodoxa. Nunca habló de Cristo a nadie, a menos que se lo pidieran.

Hizo contactos importantes (Madre Teresa de Calcuta, Sivananda, Baba Amte). Fue invitada a varios países para hablar sobre el cristianismo ortodoxo y realmente dejó a la multitud sin palabras.

Después de la India, estuvo un año en el Himalaya con una dieta pobre, sola “a solas con Dios”, en horas de oración interminable. Más tarde diría que durante ese año experimentó el monacato contemplativo sin siquiera saberlo.

Ahora creía que estaba haciendo la voluntad de Dios cuando de repente le llegó el mensaje de los ángeles que le decía: “Ahora puedes ir a ser monja”. Entonces comprendió que el monacato es una forma de vida especial y superior. Dejó el asunto abierto y creyó que Dios la guiaría una vez más.

Entonces conoció a un caballero que le pidió que la acompañara a Betania, a un monasterio. Milagrosamente, volvió a encontrar el pasaje y se fue a Betania, a los 62 años, donde se destacó por su amor y paciencia.

Y justo cuando pensaba que esa sería su vida, comenzó a viajar de nuevo para ayudar, para hablar de Cristo y para ser amada por todo el mundo.

Después, Atenas, donde fue operada para curar la ceguera total de su ojo izquierdo. Permaneció en Atenas en el Santo Monasterio de Evangelistria, la Nueva Jerusalén, como solía decir. A través del monasterio, mantuvo correspondencia y ayudó a muchas personas.

Después vino África, Atenas, donde permaneció en la casa de los ángeles, como la llamaban sus hijos espirituales, donde recibía y ayudaba a diario a las personas que sufrían de Egina y Leros, donde falleció a los 95 años, el 28 de marzo de 1992, levantando las manos al cielo. En ese momento sus hijos espirituales oyeron claramente una voz joven que cantaba una melodía desconocida, alegre, angelical. Esto duró sólo unos segundos y luego un silencio llenó su celda.

Todas las campanas de Leros sonaron tristemente. Se cantó el funeral y mientras las monjas la escoltaban hasta la tumba, el obispo quiso ver su rostro por última vez. Quienes lo vieron se persignaron y dijeron que no hay palabras para describir el rostro divino de la persona que vieron.

Madre Gabriela era una persona poco común con un amor sin límites por el prójimo. También merecía adquirir el don de la intuición. Ella dijo que los ángeles una vez le dijeron que lo que más importa es la cantidad y calidad del amor que das a los demás sin discriminación.

Todos le preguntaban cómo era posible que ella amara tanto incluso a extraños y cómo era posible que ella fuera obediente al mundo entero y viajara constantemente para ayudar incluso a una persona. ¡Así que su vida es descrita correctamente como la vida ascética del amor!

Una vez un misionero extranjero la describió como una “mala cristiana” porque a diferencia de los otros misioneros en la India de otras religiones que conocían muchos dialectos nativos, ella no sabía ninguno y solo hablaba inglés. Respondió que conocía cinco idiomas: el primero es la sonrisa, el segundo son las lágrimas, el tercero es el tacto, el cuarto es la oración y el quinto es el amor. Con estos cinco idiomas, viajó alrededor del mundo.

Tropario tono 5

Decorosa asceta de amor enérgico, * terapeuta piadosa y amparo digno sagaz * de los oprimidos, faltos y huérfanos, * madre Gabriela, gran modelo del amor en el Señor * y sobria misionera, * que atrae de Dios clemencia * para los que la honran con fe.

Santa Matrona de Tesalónica, Mártir.

La gloriosa Santa Matrona era de una familia griega, nacida en Tesalónica, ciudad importante de Macedonia. Cuando ella era todavía muy pequeña, murieron sus padres, y fue adoptada por su tío muy rico y poderoso. Éste enterado de los gloriosos triunfos que los cristianos alcanzaban en aquellos lugares contra los infieles, tomó todas sus posesiones, y se fue con su sobrina Matrona a Roma. En esa ciudad, aunque en aquel entonces estaba toda llena de paganos, había muchos cristianos escondidos, que vivían en diferentes cuevas aisladas, por el temor a los infieles, donde alababan el Santísimo Nombre de Cristo Nuestro Señor. Inspirada la santa doncella por el Espíritu Santo y enterada de aquellos santos cristianos, sin temer las amenazas de su tío visitaba dichas cuevas, y se consolaba con ellos.

Aquellos siervos de Dios la instruyeron en la fe, explicándole las santas Escrituras y la gloriosa pasión y muerte que padeció por nosotros en la Cruz nuestro Señor Jesucristo.

Habiendo regresado a la ciudad de Tesalónica, entró a trabajar de sirvienta a la casa de una señora viuda muy rica, llamada Plantilla, que era judía que odiaba profundamente a los cristianos. La santa doncella, cuando se le presentaba la oportunidad, iba a la iglesia, donde bendecía y alababa a Cristo Nuestro Señor. Enterada de esto la viuda, ordenó traerla a su casa, y atada a un banco, la azotó cruelmente, dejándola así todo un día y una noche sin desatarla. Pero vino un ángel que la desató y llevó a la iglesia sin abrir puerta alguna, por lo que Matrona dio infinitas gracias a Dios.

Cuando se enteró de esto su señora, la volvió a su casa, otra vez la ató al mismo banco y le dio muchos latigazos con inaudita crueldad, dejándola atada por tres días sin comer. Vino por segunda vez el mismo ángel y librándola la llevó a la iglesia por las puertas cerradas como la vez anterior. Viendo esto Plantilla, la volvió a traer a su casa con una furia infernal, y repitió los latigazos con tal fuerza, que le quitó la vida, entregando de esta manera, la santa doncella, su espíritu a su Creador, cuando gobernaban Diocleciano y Maximiano.

Los tesalonicenses sepultaron el santo cuerpo de santa Matrona con mucha veneración.

Tropario tono 4, del común de Vírgenes Mártires

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Matrona, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

Sinaxis del Arcángel Gabriel

En este día celebramos con alegría la memoria del glorioso Arcángel Gabriel, encargado de transmitir las maravillosas Buenas Nuevas de la Encarnación del Hijo de Dios y su amor y dispensación por la humanidad.

El arcángel Gabriel es uno de los siete Arcángeles o Ángeles principales, quienes según el libro de Tobías “están en pie delante de Dios” (Tob. 12:15). Su nombre significa en hebreo “Fortaleza de Dios” y es mencionado varias veces en las Escrituras como mensajero celestial, enviado por Dios para anunciar Sus planes sobre la salvación de la humanidad.

Así el arcángel Gabriel apareció varias veces al profeta Daniel para revelarle el misterio de la llegada del Mesías, las persecuciones del anticristo y el fin del mundo (Dan 8:16, 9:21). Antes de la venida del Hijo de Dios al mundo, el arcángel Gabriel se presentó en el templo al sacerdote Zacarías y le comunicó la milagrosa concepción del Precursor de Jesús, Juan el Bautista.

Seis meses después él vino a Nazaret con el mensaje a la Virgen María que había sido elegida para ser Madre de Cristo el Salvador (Lc. cap. 1).

Según la opinión de algunos padres de la Iglesia, el arcángel Gabriel fue enviado para apoyar al Salvador durante su oración en el huerto de Getsemani y después para anunciar a la Madre de Dios el día de su Dormición. Por esto, en los libros sagrados de la Iglesia, lo nombran como “el mensajero de los milagros.”

Tropario tono 8, del común de los Incorpóreos

Oh primado de los poderes celestiales, * te rogamos, nosotros indignos, * que, por tus súplicas, nos cubras * con la sombra de las alas de tu gloria inmaterial * y protejas a quienes te veneramos* y exclamamos con tesón: * líbranos de los peligros, * porque eres el arcángel.

Anunciación del Ángel a la Santísima Madre de Dios y Siempre Virgen María

Seis meses después de la concepción de Juan el Precursor, Dios envió al Arcángel Gabriel a Nazaret, una ciudad de Galilea, a María la Virgen. Según la tradición transmitida por los Padres, ella había estado comprometida con José cuatro meses. Al llegar a la casa de José, el Arcángel declaró: “Regocíjate, llena de gracia, el Señor está contigo: bendita eres entre las mujeres”. Después de cierta consideración, agitación del alma y temor debido a este saludo, la Virgen, cuando finalmente obtuvo la plena seguridad con respecto a la indescifrable condescendencia de Dios y la inefable dispensación que iba a tener lugar a través de ella, y creyendo que todo es posible el Altísimo respondió con humildad: “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y en esto, el Espíritu Santo vino sobre ella, y el poder del Altísimo fecundó su seno sin tacha, y el Hijo y Palabra del Padre, que existió antes de los siglos, fue concebido, y se hizo carne en su cuerpo inmaculado (Lucas 1: 26-38).

Llevando en su seno al Incontenible, la Virgen bendita fue de prisa desde Nazaret a la región montañosa de Judea, donde Zacarías tenía su morada; porque deseaba encontrar a Isabel como su pariente y alegrarse con ella, porque, como había sabido por el Arcángel, Isabel había concebido en su vejez. Además, deseaba contarle las grandes cosas que el Poderoso había tenido el placer de hacerle pasar. Cuando Isabel escuchó el saludo de María, sintió que su bebé de seis meses, san Juan Bautista, profetizaba el amanecer del sol espiritual. Inmediatamente, la anciana Isabel se llenó del Espíritu Santo y la reconoció como la Madre de su Señor, y con una gran voz la bendijo y al Fruto que tenía en su interior. La Virgen también, movida por un regocijo sobrenatural en el espíritu, glorificó a su Dios y Salvador, diciendo: “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”, y el resto, como lo ha registrado san Lucas. (1: 39-55)

Tropario, tono 1

Hoy es el principio de nuestra salvación, * la revelación del misterio sempiterno: * El Hijo de Dios se hace hijo de la Virgen, * y Gabriel anuncia la Gracia; * por lo que, nosotros también con él clamamos a la Madre de Dios: * «¡Alégrate, oh Llena de gracia, * el Señor está contigo!»

Preparación para la fiesta de la Anunciación a la Madre de Dios

La Gran fiesta de la Anunciación a la Santísima Virgen es una de las grandes fiestas en el año.

Hoy celebramos la preparación para la fiesta; y ya los himnos hacen alusión a la alegría que para el mundo significa el misterio del Hijo Eterno de Dios que encarnándose en el vientre virginal de la Madre de Dios, se hace hombre para nuestra salvación.

Tropario, tono 4

Hoy es el preludio de la alegría mundial; * celebremos la preparación, pues he aquí que Gabriel * viene a trasmitir la buena noticia a la Virgen, exclamándole: * «¡Alégrate, oh Llena de gracia, el Señor está contigo!»

 

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