San Jenofonte con su esposa María y sus dos hijos Arcadio y Juan de Constantinopla

“A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen” (1ª Epístola a Timoteo 6:17-18). Este pedido, san Xenofón lo cumplió hasta el final, acompañado de María, su mujer, Arcadio y Juan sus hijos. Pues, aunque, la familia era económicamente acomodada, el santo siempre tenía la puerta de su casa abierta para socorrer a los pobres, y también toda su familia ayudaba con un gran espíritu filantrópico. Se apresuraban a socorrer a los huérfanos, dedicaban importantes sumas de dinero a la liberación de esclavos.

Con la idea de que los hijos de Jenofonte estudiasen leyes, los envían a Beirut, pero en el camino corrieron peligro sus vidas, y luego de sortear este inconveniente, decidieron ir a Jerusalén donde fueron ordenados monjes. Al enterarse los padres de lo sucedido a sus hijos, agradecieron y glorificaron a Dios, repartiendo luego todos sus bienes y partieron de la ciudad de Constantinopla donde vivían.

A san Jenofonte lo ordenaron monje y se retiró a un monasterio en el desierto donde tuvo una vida acética. Su esposa Maria tomó el mismo camino monacal en un monasterio de mujeres. Los Santos vivieron muchos años en los monasterios y entregaron sus almas en paz a Cristo.

Tropario tono 4, del común de Varios Justos

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

San Gregorio el Teólogo, arzobispo de Constantinopla

Nació en el pueblo de Nacianzo, cerca de Cesarea de Capadocia, hoy dentro del territorio de Turquía. Su padre, san Gregorio el Anciano, era pagano pero, por la fe de su esposa y su moral cristiana, se convirtió, fue bautizado y anduvo en los caminos de la virtud a tal grado que fue elegido para la sede episcopal de Nacianzo.

En este ambiente creció el hijo Gregorio. La condición desahogada de su familia le permitió realizar bastantes estudios en Cesarea y Atenas: literatura, poesía y retórica. En esta etapa de su vida conoció a su amigo más íntimo, san Basilio.

Gregorio se ofreció a sí mismo como ofrenda ante Dios; su generosidad con los pobres lo dejó libre de cualquier riqueza mundana, y su anhelo más grande era ir hacia el retiro y el silencio. Se puso de acuerdo con su amigo Basilio para construir una ermita donde vivieron juntos en oración, ayuno, estudio de la Biblia y salmodia, y juntos pusieron las reglas de la vida monástica.

El Santo regresó a Nacianzo ya que su padre había alcanzado los 80 años y necesitaba quien le ayudara en los asuntos del rebaño. Los fieles, espontáneamente, tomaron a Gregorio y, en contra de su voluntad, lo llevaron hacia la iglesia a fin de que fuera ordenado sacerdote, él se sujetó a la realidad después de un conflicto interior que duró bastante tiempo: “uno tiene que purificarse a sí mismo antes de purificar a los demás; que hacerse sabio antes de llevar la sabiduría a los otros; volverse luz antes de dar la luz; ser santificado antes de santificar a los demás…”

Gregorio trabajaba en Nacianzo en silencio escribiendo y predicando sin dejar de ejercer su ascetismo a su manera.

Durante el combate entre los ortodoxos y los arrianos que negaban la divinidad de Cristo, san Gregorio fue elegido obispo de Constantinopla, -ciudad que en aquel entonces había pasado 40 años en el cautiverio arriano-, ni un templo se le ofreció a Gregorio donde pudiera reunirse con los fieles. Uno de sus parientes le brindó su casa, así, convirtió una de las salas en la iglesia “de la Resurrección”. Precisamente en este lugar, el Santo pronunció sus cinco homilías teológicas que le dieron el título de “Teólogo”, título que a nadie hasta entonces se le había dado excepto San Juan el Evangelista. Así, sus homilías devolvieron los corazones de los constantinopolitanos hacia la recta fe.

En el año 381 se convocó el segundo Concilio Ecuménico en Constantinopla; el obispo Gregorio era el presidente de esta asamblea de obispos, pero su pobre y humilde aspecto no les pareció para nada a algunos de los presentes así que empezaron a atacarlo. Frente a esta dolorosa escena, el obispo caracterizado por su sensibilidad, pidió retirarse de su cargo episcopal y pronunció una palabra afectuosa defendiendo su labor pastoral en la ciudad de Constantinopla, y, otra vez regresó a su ciudad natal donde pasó el tiempo restante de su vida como siempre anhelaba: escribiendo poemas, aclarando la fe, con oración y ascetismo. Murió el año 389 con más de 60 años de edad.

Tropario, tono 1

Tu flauta teológica pastoral * ha vencido las trompetas de los oradores, * porque tú indagaste lo más profundo del Espíritu, * dotado, además, de elocuencia. * Intercede, pues, ante Cristo Dios, oh padre Gregorio, * para que salve nuestras almas.

Hieromártir Clemente, obispo de Ankara junto al mártir Agatángelo y compañeros

El Hieromártir Clemente nació en la ciudad gálata de Ancira en el año 258, de padre pagano y madre cristiana. Perdió a su padre cuando era un bebé, y a su madre cuando tenía doce años. Ella le predijo que moriría como mártir por su fe en Cristo.

Una mujer llamada Sofía lo adoptó y lo crió en el temor de Dios. Durante una terrible hambruna en Galacia, varios paganos echaron a la calle a sus propios hijos, al no tener medios para alimentarlos. Sofía acogió a estos desdichados, los alimentó y los vistió. San Clemente la ayudó en esto. Enseñó a los niños y los preparó para el bautismo. Muchos de ellos murieron como mártires por Cristo.

San Clemente fue nombrado lector y más tarde diácono. A los dieciocho años fue ordenado sacerdote y a los veinte fue consagrado obispo de Ancira. Poco después estalló la persecución contra los cristianos bajo Diocleciano (284-305).

El obispo Clemente fue denunciado como cristiano y arrestado. Domiciano, gobernador de Galacia, intentó obligar al santo a adorar a los dioses paganos, pero San Clemente confesó firmemente su fe y resistió valientemente todas las torturas.

Lo colgaron de un árbol y rastrillaron su cuerpo con afilados instrumentos de hierro para que se pudieran ver sus entrañas. Le aplastaron la boca con piedras y lo hicieron girar en una rueda y lo quemaron a fuego lento. El Señor salvó a su paciente y curó su cuerpo lacerado.

Luego Domiciano envió al santo a Roma al propio emperador Diocleciano, con un informe de que el obispo Clemente había sido ferozmente torturado, pero se había mostrado inflexible. Diocleciano, al ver al mártir completamente sano, no creyó la noticia y lo sometió a torturas aún más crueles, y luego lo encerró en prisión.

El 5 de noviembre, san Agatángelo fue decapitado a espada. Los cristianos de Ancira liberaron a san Clemente de la prisión y lo llevaron a una iglesia rupestre. Allí, después de celebrar la liturgia, el santo anunció a los fieles el inminente fin de la persecución y su propio martirio. El 23 de enero, el santo jerarca fue asesinado por soldados de la ciudad, que asaltaron la iglesia. El santo fue decapitado mientras se encontraba ante el altar y ofrecía el sacrificio incruento. Dos diáconos, Cristóbal y Caritón, fueron decapitados con él, pero nadie más resultó herido.

Tropario, tono 4

Vid de justicia y ramo de disciplina, * flor sagrada y fruto dulce, * así brotaste como un don de Dios a los fieles, oh santísimo. * Por ser partícipe de los mártires en su lucha * y de los jerarcas en la sede, * intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas.

Santo Apóstol Timoteo de los Setenta; San Anastasio el Persa

Apóstol Timoteo de los Setenta

Timoteo era uno de los Setenta apóstoles (cfr. San Lucas 10:1-20). Nació en Listra de Licaonia de padre griego y madre hebrea. El apóstol Pablo alabó a su madre y a su abuela por su fe sincera (cfr. II Timoteo 1:4-5). Timoteo conoció al gran Apóstol por primera vez en Listra, y presenció cuando éste sanó al cojo de nacimiento (cfr. Hechos 14:8-10). Luego, Timoteo se convirtió en un compañero de viaje casi constante de Pablo, yendo con él a Acaya, Macedonia, Italia y España. De gran celo por la fe, un magnífico predicador, y de alma dulce, Timoteo contribuyó mucho a la difusión y el establecimiento de la fe cristiana. Pablo lo llamó «verdadero hijo en la fe» (cfr. I Timoteo 1:2). Después del martirio de Pablo, Timoteo tuvo a san Juan el Evangelista como maestro. Mas cuando el emperador Domiciano exilió a Juan de Éfeso a la isla de Patmos, Timoteo permaneció en Éfeso como obispo. Durante una fiesta idólatra llamada «Katagogia», los paganos, irritados contra los cristianos, atacaron traicioneramente y enmascarados a Timoteo y lo mataron; esto ocurrió alrededor del 93 d. C. Sus honorables reliquias luego fueron llevadas a Constantinopla y enterradas en la Iglesia de los Doce Apóstoles, junto a las tumbas de san Lucas el Evangelista y san Andrés el Primer-llamado.

Tropario tono 4

Has aprendido la bondad * y conservado la sobriedad; * revestido de la buena conciencia debidamente, * has recibido de Pablo, vaso electo, lo indescriptible, * conservando la fe * y concluyendo, como él, la carrera. * Timoteo apóstol, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

 

 

San Anastasio el Persa

 

El monje mártir Anastasio el Persa era hijo de un hechicero persa llamado Bavi. Como pagano, tenía el nombre de Magundates y sirvió en los ejércitos del emperador persa Chozroes II, quien en el año 614 asoló la ciudad de Jerusalén y se llevó la Cruz vivificante del Señor a Persia.

Grandes milagros ocurrieron desde la Cruz del Señor, y los persas quedaron asombrados. El corazón del joven Magundates se inflamó con el deseo de aprender más sobre este objeto sagrado. Al preguntar a todos sobre la Santa Cruz, el joven se enteró de que en ella fue crucificado el mismo Señor por la salvación de la humanidad. Conoció las verdades de la fe cristiana en la ciudad de Calcedonia, donde estuvo durante algún tiempo el ejército de Chozroes. Fue bautizado con el nombre de Anastasio, y luego se hizo monje y pasó siete años en uno de los monasterios de Jerusalén, viviendo una vida ascética.

Leyendo las vidas de los santos mártires, San Anastasio sintió el deseo de imitarlos. Un misterioso sueño que tuvo el Sábado Santo, la víspera de la Resurrección de Cristo, lo impulsó a hacerlo.

Habiéndose quedado dormido después de sus tareas diarias, vio a un hombre radiante que le entregaba un cáliz de oro lleno de vino y le dijo: “Toma y bebe”. Al beber el cáliz, sintió un deleite inefable. San Anastasio comprendió entonces que esta visión era su llamada al martirio.

Se fue en secreto del monasterio a Cesarea de Palestina. Allí fue arrestado por ser cristiano y llevado a juicio. El gobernador intentó por todos los medios obligar a San Anastasio a renunciar a Cristo, amenazándolo con torturas y muerte, y prometiéndole honores y bendiciones terrenales. El santo, sin embargo, permaneció inflexible. Luego lo sometieron a torturas: lo golpearon con varas, le cortaron las rodillas, lo colgaron de las manos y le ataron una piedra pesada a los pies, lo agotaron con el encierro y luego lo desgastaron con trabajos pesados ​​en la cantera de piedra con otros prisioneros.

Finalmente, el gobernador llamó a san Anastasio y le prometió su libertad si tan solo decía: “No soy cristiano”. El santo mártir respondió: “Nunca negaré a mi Señor ante ti ni ante nadie, ni abiertamente ni siquiera mientras duermo. Nadie puede obligarme a hacer esto mientras esté en mi sano juicio”. Luego, por orden del emperador Chozroes, san Anastasio fue estrangulado y luego decapitado. Después de la muerte de Chozroes, las reliquias del monje mártir Anastasio fueron trasladadas a Palestina, al monasterio de Anastasio.

Tropario tono 4, del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Máximo el Confesor; Santo Mártir Neófito

San Máximo nació en Constantinopla en una noble familia y recibió una muy buena educación. Él se encontraba entre los consejeros del emperador Heraclio (años 610-641). Ante la difusión de la herejía de los monofisitas que negaban la voluntad humana del Señor Jesucristo, con lo que disminuían el significado de sus sufrimientos en la Cruz, aun Él dejó su palacio e ingresó en el monasterio Cristopolsky, donde san Máximo fue el abad.

Siendo teólogo, profundo pensador y un riguroso defensor de la Ortodoxia, Máximo demostraba exitosamente lo erróneo de la herejía monofisita que aseguraba que la naturaleza humana de Jesús había sido absorbida y destruida por la naturaleza Divina. Por eso, Máximo, fue muchas veces objeto de persecuciones por parte de los enemigos de la Iglesia. Los argumentos de San Máximo a favor de la Ortodoxia fueron tan concluyentes que después de un debate público con el patriarca monofisita de Constantinopla, llamado Pirro, este último renunció a la herejía en el año 645.

Varias veces fue deportado y nuevamente llamado a Constantinopla. Muchas veces las exhortaciones y las promesas de los herejes se convertían en amenazas, vejaciones y golpizas a san Máximo. Pero él quedaba firme en sus convicciones religiosas. Por último, le cortaron el brazo derecho y la lengua para que ni con la palabra ni por escrito pudiera proclamar y defender la verdad. Luego lo enviaron en reclusión al Cáucaso en Lasov (una región en Mingrelia) donde falleció el 13 de agosto del año 662, sabiendo de antemano el día de su muerte.

San Máximo escribió muchas obras teológicas en defensa de la Ortodoxia. Especialmente representan un gran valor sus prédicas sobre la vida espiritual y contemplativa, algunas de las cuales entraron en una colección de sermones de los Santos Padres sobre la vida de los ascetas. En estas devotas prédicas se revela la profundidad espiritual y la agudeza del pensamiento de san Máximo. También llegó a nosotros su explicación de la Liturgia, que tiene un gran significado teológico.

Tropario, tono 3

Dulce manantial por la Iglesia, * que en el Santo Espíritu abundas * con doctrinas insondables y trascendentes; * pues, admirado por el vaciamiento del Verbo, *resplandeciste en la batalla de tu confesión de fe. * Padre Máximo, suplícale a Cristo Dios * que nos otorgue la gran misericordia.

Santo Mártir Neófito

 

El santo mártir Neófito, oriundo de la ciudad de Nicea, en Bitinia, fue criado por sus padres en una estricta piedad cristiana. Por su virtud, templanza e incesante oración, agradó a Dios glorificar a San Neófito con el don de hacer milagros, ¡cuando el santo era todavía un niño!

Como Moisés, el santo joven hizo brotar agua de una piedra de la muralla de la ciudad y la dio a los sedientos. En respuesta a la oración de la madre de San Neófito, pidiendo que se le revelara la voluntad de Dios sobre su hijo, una paloma blanca apareció milagrosamente y le indicó el camino que debía seguir. El santo fue sacado de la casa de sus padres por esta paloma y llevado a una cueva en el monte Olimpo, que servía de guarida de leones. Se dice que expulsó al león de la cueva para poder vivir allí. El santo permaneció allí desde los nueve años hasta los quince, saliendo de allí solo una vez para enterrar a sus padres y distribuir sus bienes entre los pobres.

Durante la persecución de Diocleciano (284-305), fue a Nicea y comenzó a denunciar con valentía la impiedad de la fe pagana. Los perseguidores enfurecidos colgaron al santo de un árbol, lo azotaron con correas de buey y le rasparon el cuerpo con garras de hierro. Luego lo arrojaron a un horno al rojo vivo, pero el santo mártir salió ileso y pasó tres días y tres noches en él. Los torturadores, no sabiendo qué más hacer con él, decidieron matarlo. Uno de los paganos lo atravesó con una espada (algunos dicen que era una lanza), y el santo partió hacia el Señor a la edad de dieciséis años.

Tropario tono 4, del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Eutimio el Grande

El nacimiento de este santo en el año 377, fue el fruto de las oraciones de sus padres, Pablo y Dionisia, y de la intercesión del mártir Polieucto. El padre de Eutimio era un rico ciudadano de Melitene de Armenia. Ahí se inició Eutimio en las ciencias sagradas, bajo la dirección del obispo, quien le ordenó sacerdote y le encargó la supervisión de los monasterios. Eutimio visitaba con frecuencia el monasterio de san Polyeucto, y pasaba noches enteras orando en el monte vecino. Asimismo, se retiraba a orar todos los años, desde la octava de la Epifanía hasta el fin de la Cuaresma. Como su deseo de soledad no se satisfacía con esto, Eutimio abandonó secretamente su ciudad natal, a los veintinueve años de edad. Después de orar en los santos lugares de Jerusalén, se refugió en una celda, a diez kilómetros de la ciudad, cerca de la lavra de Farán. Tejiendo canastas, ganaba lo suficiente para vivir y aun repartía algunas limosnas entre los pobres. Cinco años más tarde, se retiró con un tal Teoctisto a una cueva situada a unos quince kilómetros de su celda anterior, en el camino a Jericó; ahí empezó a reunir algunos discípulos hacia el año 411. Confiando a Teoctisto el cuidado de la comunidad, el santo volvió a retirarse a una remota ermita. Sólo los sábados y domingos recibía a quienes iban en busca de consejo. Eutimio exhortaba a sus monjes a no comer nunca más de lo necesario para satisfacer el hambre, y les prohibía toda especie de singularidad en el ayuno y otras austeridades, porque tales cosas favorecen la vanidad y desarrollan la voluntad propia. Siguiendo el ejemplo de su maestro, todos los monjes se retiraban a la soledad desde la Epifanía hasta el Domingo de Ramos, fecha en que se reunían en el monasterio para celebrar los oficios de la Semana Santa.

Eutimio recomendaba el silencio y el trabajo manual, con suerte sus monjes ganaban para comer, y un poco más para ayudar a los pobres.

Con la señal de la cruz y una corta oración, San Eutimio curó de una parálisis de medio cuerpo a un joven árabe. El padre de éste, que había recurrido en vano a las famosas artes físicas y mágicas de los persas, se convirtió al cristianismo. Esto desató una oleada de conversiones entre los árabes, debido a esto el patriarca de Jerusalén, Juvenal, consagró obispo a Eutimio para que atendiese a las necesidades espirituales de los conversos. El santo estuvo presente en el Concilio de Efeso, en 431. Juvenal construyó a san Eutimio una lavra en el camino de Jerusalén a Jericó. No por ello abandonó el santo su regla de estricta soledad, sino que gobernó a sus monjes por medio de vicarios a quienes daba sus instrucciones los domingos. San Cirilo de Escitópolis relata muchos de los milagros obrados por el santo con sólo hacer la señal de la cruz. En un periodo de sequía, Eutimio exhortó al pueblo a la penitencia para apartar esa plaga, las multitudes acudían en procesión a su celda llevando cruces, cantando el Kyrie eléison, y suplicándole que ofreciere a Dios sus oraciones por ellos. Eutimio respondía: “Yo soy un pecador. ¿Cómo queréis que me presente ante Dios, que está airado por nuestras culpas? Postrémonos todos juntos en su presencia, y Él nos escuchará.” La multitud obedeció, y el santo, dirigiéndose a su capilla, se postró también en oración. El cielo se oscureció repentinamente, la lluvia cayó en abundancia, y las cosechas fueron notablemente buenas.

Uno de los últimos discípulos de san Eutimio fue el joven san Sabas (el Santificado). El 13 de enero del año 473, Martirio y Elías, a quienes el santo había predicho que llegarían a ser patriarcas de Jerusalén, fueron con algunos otros a acompañar a Eutimio a su retiro cuaresmal; pero éste les dijo que iba a quedarse con ellos toda la semana, hasta el sábado siguiente, dándoles a entender que su muerte estaba próxima. Tres días después, ordenó que se observase una vigilia general, la víspera de la fiesta de san Antonio, y en tal ocasión hizo a sus hijos espirituales una exhortación a la humildad y la caridad. Nombró a Elías por sucesor suyo y predijo a Domiciano, uno de sus discípulos predilectos, que le seguiría al sepulcro a los ocho días de su muerte como sucedió en efecto. Eutimio murió el sábado 20 de enero, a los noventa y cinco años, después de haber pasado sesenta y ocho en el desierto. Su nombre es conmemorado en la Preparación de la Divina Liturgia junto a los santos justos.

Tropario, tono 4

Alégrate, desierto, que jamás has dado a luz; * disfruta tú, que nunca has parido: * he aquí que abundas en hijos * por el hombre de deseos espirituales: * con devoción los ha sembrado, * con abstinencia, criado * hacia la perfección de las virtudes. * Por sus plegarias, oh Cristo Dios, * pacifica nuestra vida.

San Macario el Grande; San Marcos de Éfeso

San Macario el Grande

Macario significa: un hombre feliz.

La historia de este hombre que vivió en Egipto hacia el año 400, la narra el historiador Paladio.

Hasta los 40 años fue fabricante de dulces y vendedor de frutas. A los 40 años se fue al desierto a rezar y hacer penitencia y allí estuvo casi 60 años santificándose. Vivió del 310 al 408, probablemente.

Deseoso de conseguir la santidad, Macario se fue a un desierto de Egipto y por un tiempo se puso bajo la dirección de un antiguo monje para que lo instruyera en el modo de progresar en la santificación. Algunos aseguran que estuvo en uno de los grupos de monjes dirigidos por san Antonio Abad y luego se fue a vivir a otro sitio del desierto, con un grupo de monjes que hacían grandes penitencias. Toda la semana estaban en silencio, rezando y trabajando (tejiendo esteras y canastos). Solamente se reunían el domingo para asistir a la celebración de la Liturgia. Aquellos hombres solamente comían raíces de árboles y ayunaban casi todo el año. Pero vivían alegremente pues su único deseo era agradar a Dios a quien se habían consagrado por completo.

Dios le había dado a Macario un cuerpo muy resistente y entre todos los monjes, era él quien más fuertes mortificaciones hacía y el que más ayunaba y más rezaba. Durante los ardientes calores del sol a 40 grados, no protestaba por el bochorno ni tomaba agua, y durante los más espantosos fríos de la noche, con varios grados bajo cero, no buscaba cobijarse.

Disfrazado de campesino se fue al monasterio de san Pacomio para que este santo tan famoso le enseñara a ser santo. San Pacomio le dijo que no creía que fuera capaz de soportar las penitencias de su convento. Y le dejó afuera. Allí estuvo siete días ayunando y rezando, hasta que le abrieron las puertas del convento y lo dejaron entrar. Entonces le dijeron que intentara ayunar, para ver cuántos días era capaz de permanecer ayunando. Los monjes ayunaban unos tres días seguidos, otros cuatro días, pero Macario estuvo los 40 días de la cuaresma ayunando, y sólo se alimentaba con unas pocas hojas de col y un poquito de agua al anochecer. Todos se admiraron, pero los monjes le pidieron al abad que no lo dejara allí porque su ejemplo podría llevar a los más jóvenes a ser exagerados en la mortificación. San Pacomio oró a Dios y supo por revelación que aquel era el célebre Macario. Le dio gracias por el buen ejemplo que había dado a todos y le pidió que rezara mucho por todos ellos, y él se fue.

Una vez le vino la tentación de dejar el encierro de su celda de monje e irse a viajar por el mundo. Y era tanto lo que le molestaba esta tentación que entonces se echó a las espaldas un pesado bulto de tierra y se fue a andar por el desierto. Cuando ya muy fatigado, un viajero lo encontró y le preguntó qué estaba haciendo, le respondió: “Estoy dominando a mi cuerpo que quiere esclavizar a mi alma”. Y al fin el cuerpo se fatigó tanto de andar por esos caminos con semejante peso a las espaldas, que ya la tentación de irse a andar por el mundo no le llegó más.

Un día viajando en barca por el Nilo, con cara muy alegre, se encontró con unos militares muy serios que le preguntaron: ¿Cómo se llama? – Me llamo Macario, que significa el hombre feliz. Y el jefe de los militares al verlo tan contento le dijo: ¡En verdad que usted parece muy feliz! Y él le respondió: ¡Si, sirviendo a Dios me siento verdaderamente feliz, mientras otros sirviendo al mundo si sienten tan infelices! Estas palabras impresionaron tanto al comandante, que dejó su vida militar y se fue de monje al desierto a servir a Dios.

Experto en ascetismo y ciencia divina, descansó en el Señor a los sesenta años en el año 391.

Tropario, tono 1

Al morar en desierto cual un ángel en cuerpo, * has realizado milagros, Macario, padre teóforo. * Con ayuno, pues, vigilia y oración, * has tomado celestes dádivas, * ya que curas los malestares de las almas, * que a ti acuden con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que, por tu medio, * ha brindado curación a todos!

 

San Marcos de Éfeso

San Marcos Eugenio, arzobispo de Éfeso, fue un defensor incondicional de la ortodoxia en el Concilio de Florencia. No estaba dispuesto a aceptar una unión con Roma basada en compromisos teológicos y conveniencias políticas (el emperador bizantino buscaba ayuda militar de Occidente contra los musulmanes que se acercaban cada vez más a Constantinopla). San Marcos refutó los argumentos de sus oponentes, recurriendo a la teología pura y a las enseñanzas de los santos Padres. Cuando los miembros de su propia delegación intentaron presionarlo para que aceptara la Unión, respondió: “No puede haber ningún compromiso en materia de fe ortodoxa”.

Aunque los miembros de la delegación ortodoxa firmaron el Tomos de Unión, san Marcos fue el único que se negó a hacerlo. Cuando regresó de Florencia, san Marcos instó a los habitantes de Constantinopla a repudiar el deshonroso documento de unión.

Murió en 1457 a la edad de cincuenta y dos años, admirado y honrado por todos.

Tropario, tono 3

Firme confesor de la Iglesia, * gran celoso de la ortodoxia, * te mostraste así, san Marcos de Éfeso, * defendiendo el pensamiento patrístico * y depurando de tinieblas las excelencias, * Intercede ante Cristo Dios, que nos otorgue * perdón a todos los que te celebramos.

Santos Atanasio el Grande y Cirilo, Patriarcas de Alejandría

San Atanasio

San Atanasio nació entre los años 295 o 296, en el seno de una familia humilde de Alejandría. Dios le otorgó al santo muchas virtudes como la fe profunda y un gran intelecto que quedo de manifiesto al terminar sus estudios básicos. A los 25 años fue ordenado Diácono por el Patriarca de Alejandría Alejandro, y junto a él participaron del primer Concilio Ecuménico de Nicea, donde se trató la herejía de Arrio.

En el año 328 fallece el Patriarca Alejandro y para Atanasio se acerca un gran momento, es elegido Patriarca de Alejandría a los 33 años, por el clero y por todo el pueblo. De ahora en más el Santo comienza un fuerte combate contra la herejía de Arrio y por esta causa fue enviado al exilio cinco veces por el emperador arriano Constantino, sufriendo innumerables penurias. Sin embargo, con fe, valor y su inagotable paciencia, sale vencedor y destroza a los “lobos” que amenazaban a la ortodoxia. Como nos dice las sagradas Escrituras: “Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos.” (1° Timoteo 6:12) estas palabras se hacen realidad en la vida de an Atanasio quien el 2 de mayo del 373 entre los 75 y 77 años de edad entregó su  alma al Señor. Se debe recordar también que el Santo es reconocido como uno de los más grandes escritores y Padre de Nuestra Santa Iglesia.

San Cirilo

también era de Alejandría, nacido alrededor del año 376. Era sobrino de Teófilo, Patriarca de Alejandría, quien instruyó al santo en su juventud. Después de pasar mucho tiempo con los monjes en Nitria, más tarde se convirtió en el sucesor del trono de su tío en 412. En 429, cuando Cirilo escuchó noticias de las enseñanzas del nuevo Patriarca de Constantinopla, Nestorio, comenzó a intentar a través de cartas privadas hacer que Nestorio renunciase a sus enseñanzas herética sobre la Encarnación. Cuando el heresiarca no se arrepintió, San Cirilo, junto con el Papa Celestino de Roma, encabezó la oposición ortodoxa a su error. San Cirilo presidió el Tercer Concilio Ecuménico de los 200 Santos Padres en el año 431, que se reunió en Éfeso bajo san Teodosio el Joven. En este Concilio, con palabras sabias, avergonzó y condenó la impía doctrina de Nestorio, quien, aunque estaba en la ciudad, se negó a comparecer ante Cirilo.

San Cirilo, además de derrocar el error de Nestorio, ha dejado a la Iglesia comentarios completos sobre los Evangelios de Lucas y Juan. Después de pastorear la Iglesia de Cristo durante treinta y dos años, descansó en el Señor en el 444.

Tropario, tono 3

¡Esplendor real de la fe recta * apacigua el mal de la incierta! * Así lució vuestra victoria, Cirilo y Atanasio; * habiendo enriquecido al mundo con vuestra devoción, * y adornado la Iglesia sobremanera, * justamente encontrasteis a Cristo Dios * que, por vosotros, otorga gran misericordia.

San Antonio el Grande, Padre de los Monjes

Antonio fue egipcio de nacimiento.   Creció como cristiano por ser sus padres cristianos.  Su único deseo desde niño era llevar una vida simple de hogar.  Estaba satisfecho con lo que se le ponía delante y nunca importunó a sus padres y no pedía más.

Después de la muerte de sus padres que eran acomodados y de buen linaje,  quedó solo con su única hermana, mucho más joven.  Tenía entonces unos dieciocho años, y tomó cuidado de la casa y de su hermana.  Menos de seis meses después de la muerte de sus padres, iba meditando y reflexionaba cómo los apóstoles dejaron todo y siguieron al Salvador.  Pensando estas cosas, entró en la iglesia.  Sucedió que en ese momento se estaba leyendo el Evangelio, y escuchó el pasaje en que el Señor dice al joven rico: “Si quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres; luego ven, y sígueme, y tendrás un tesoro en el cielo” (Mt 19:21).

Como si Dios le hubiera puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura hubiera sido dirigida especialmente a él, Antonio salió inmediatamente de la iglesia y dio la propiedad que tenía de sus antepasados.  No quiso que ni él ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella.  Vendió todo lo demás, los bienes muebles que poseía, y entregó a los pobres la considerable suma recibida, dejando solo un poco para su hermana.

Hacía trabajo manual, pues había oído que “el que no quiere trabajar, tampoco tiene derecho a comer” (2Tes 3:10).  De sus entradas algo guardaba para su manutención y el resto lo daba a los pobres.  Oraba constantemente, habiendo aprendido que debemos orar en privado sin cesar.  Además, estaba tan atento a la lectura de la Escritura, que nada se le escapaba. Así vivía Antonio y era amado por todos.  Él, a su vez, se sometía con toda sinceridad a los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno lo aventajaba en celo y práctica ascética. Así pasó más de veinte años practicando solo la vida ascética, no saliendo nunca y siendo raramente visto por otros.

Por él, el Señor sanó a muchos que tenían enfermedades corporales y liberó a otros de espíritus impuros.  Concedió también a Antonio el encanto en el hablar; y así confortó a muchos en sus penas y reconcilió a otros que se peleaban.  Y cuando en sus discursos exhortaba a recordar los bienes venideros y la bondad mostrada a nosotros por Dios, “que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros” (Rm 8:32), trajo a muchos a abrazar la vida monástica.  Y así aparecieron celdas monacales en la montaña, y, el desierto se pobló de monjes que abandonaban el mundo y se inscribían para ser ciudadanos del cielo.  Es por eso que a San Antonio se le considera el Padre de los monjes.

Tropario tono 4

Imitando con tu vida al celoso Elías * y siguiendo los rectos caminos del Bautista, * has poblado el desierto, oh padre Antonio, * y has fortalecido al mundo con tu oración. * Intercede ante Cristo nuestro Dios, * para que salve nuestras almas.

Veneración de las Cadenas del Santo y Glorioso Apóstol Pedro

San Pedro es conmemorado en este día a causa de las cadenas con las que fue atado por el inicuo Herodes, y que durante la aparición del ángel en la prisión cayeron de sus manos (cfr. Hechos 12:7). Estas cadenas fueron preservadas por los cristianos tanto en memoria de este gran Apóstol como por su poder de sanidad, pues muchos enfermos eran sanados al tocarlas, tal como ocurría con los pañuelos del Apóstol Pablo (cfr. Hechos 19:12). De esto, la Iglesia de Cristo ha aprendido a mostrar reverencia y piedad no solo a las reliquias de los cuerpos, sino también a las vestimentas de los santos de Dios.

San Juvenal, patriarca de Jerusalén, dio estas cadenas como regalo a la Emperatriz Eudoxia, la esposa del Emperador Teodosio el Joven, que había sido exiliada. Esta las dividió en dos partes, enviando una a la iglesia del santo Apóstol en Constantinopla, y la otra a su hija, la Emperatriz Eudoxia, esposa de Valentiniano en Roma. Eudoxia construyó allí la Iglesia de san Pedro y depositó allí estas cadenas, junto con aquellas con las cuales Pedro fue atado antes de su ejecución bajo el Emperador Nerón.

Tropario, tono 4

Sin salir de Roma, nos has asistido * por medio de las cadenas que portaste. * Las veneramos con fe y te suplicamos: * por tus intercesiones ante Dios, * otórganos la gran misericordia.

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