Catecumenado Ortodoxo Clase 1 La Iglesia Ortodoxa

Presentamos los temas del curso  de Catecumenado Ortodoxo en el  Aula Virtual de WiZiQ. Los temas que se imparten en el Aula Virtual son temas exclusivos para la preparación de los aspirantes que desean pertenecer a la Iglesia Ortodoxa y están siguiendo estos temas para su crismación, esta preparación es exclusiva de la Iglesia Ortodoxa Antioquena de la Arquidiócesis de México Venezuela y el Caribe.  El material aquí presentado tiene derechos de autor y es propiedad de la Iglesia, si usted está interesado en profundizar mas en los temas o acceder a cursos mas avanzados no dude en contactarnos en nuestro correo electrónico ifol@iglesiaortodoxa.org.mx

 

La Creación de la Iglesia

PENTECOSTES

 

         El día de Pentecostés fue una gran fiesta en Israel: siete semanas, es decir, 49 días ( 7 x 7 = 49 ), en hebreo ” Chavouth ” significa “semanas” – separados de la Pascua – el día en que los Judíos sacrifican el cordero de la Pascua para conmemorar su éxodo de Egipto guiados por Moisés.  En griego la palabra” Pentecostés ” significa el 50 º día, entonces 50 días después de la Pascua, los Judíos celebran para recuadrar cuando Dios, en Sinaí, dio a Moisés las Tablas de la Ley, estas losas de piedra donde había tallado sus 10 mandamientos.

         En el mismo día (según la cronología del Evangelio de San Juan) cuando los Judíos sacrificaban el cordero pascual, en preparación para la Pascua (“preparación”  en griego “Paraskeví” significa Viernes), el Cordero de Dios, Jesucristo, fue inmolado sobre la cruz para resucitar al  tercer día  para nosotros.

         El mismo día los Judíos celebran la recepción de la Ley (o Torá), los cristianos celebran la recepción de la gracia, el don del Espíritu Santo. También, podemos decir que el Antiguo Testamento prefigura y prepara el Nuevo, que la Pascua y Pentecostés judía anuncian la Pascua y Pentecostés cristiano. Esto es lo que resume San Juan Evangelista, cuando dijo: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” (Juan 1:17).

         La Creación de la iglesia:

Así que en el día de Pentecostés judía, los Apóstoles, los discípulos de Jesucristo y la Virgen María, estaban unidos con un solo corazón por la fe en Jesucristo, la fe “Pascual”. Fue entonces que “Así que, Jesús exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. ” (Hch 2, 31-32) El Espíritu Santo, el Consolador , el Espíritu de la Verdad “que procede del Padre” (Juan 15 , 26 ), el Hijo le envió ” el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre  “(Juan 15 , 26 ) y le da ” a  los que creen en su nombre” (Juan 1 : 12 ) . Él ha enviándolo “en forma de lenguas de fuego ” (Hch 2, 3) Nosotros hablamos con la lengua, y con una lengua de fuego decimos las Palabra de Dios, las palabras divinas del Hijo unigénito de Dios Padre, el verbo divino. Él se encarna en ella, ella se convierte Cuerpo de  Cristo: Iglesia… Eso es la creación de la Iglesia.

         La Iglesia: Pentecostés actualizado

         La Iglesia no es principalmente una institución, es decir, una organización con los estatutos y los leyes de funcionamiento pero es la presencia misteriosa del Hijo de Dios que encarnó por el poder del Espíritu Santo en una asamblea de pecadores que creen en la resurrección de su Señor y maestro y que proclaman esta realidad a todo el mundo. Tomando cuerpo, el cuerpo de la Palabra, el cuerpo del Hijo, y el de Dios, es para nosotros.” Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia ” (Col 1, 18 – Edit… 1,22). ” El templo de Dios es santo , y ese templo son ustedes ” ( 1 Cor 3, 17) .

         Estamos ese cuerpo cuando hacemos ” un solo corazón ” para comer ” el pan del cielo ” (Juan 6: 51) y beber la “sangre de la nueva alianza ” (1 Cor 11, 25 ) , decimos a Dios el Padre “te suplicamos oh Dios , envíe sobre nosotros y sobre estos dones  tu Espíritu Santo” ( lit. San Juan Crisóstomo ) ” y hacer este pan el cuerpo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y lo que es en esta cáliz la misma sangre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, para que todos … estamos unidos por nuestro Espíritu Santo único ” ( lit. San Basilio).

         Fue allí, durante la Asamblea Eucarística, el Espíritu Santo une en un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo, aquellos que comparten este pan como una confirmación de la Palabra del Hijo para cambiarnosa miembros del mismo Cuerpo. La Asamblea eucarística, o más bien el Espíritu Santo en el misterio eucarístico, hace la Iglesia: aquí es donde se construye la Iglesia, se identifica como cuerpo de Cristo resucitado; como cuerpo pascual, es decir que, la iglesia a causa de la fuerza del Espíritu Santo se convierte en la realidad actual.

         Nosotros, como Cristianos ortodoxos, creemos que la iglesia es realmente la obra del Espíritu Santo, del Cuerpo Resucitado, creemos “en” la Iglesia como “Una Iglesia Santa, Católica y Apostólica”… Creemos en la Iglesia como creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

         El objeto de nuestra fe no son los patriarcas, ni el cuerpo sacerdotal en general … pero la acción del Espíritu Santo, la acción de Cristo en una asamblea de los pecadores, los creyentes que unen en su cuerpo y en su Sangre. Los fieles están esperando, con la gracia y el don del Santo Espíritu, Jerusalén celestial que va a llegar el fin del mundo, para ruñirse, eternamente, con el Rey de Jerusalén, el Rey de la gloria.

         La Iglesia es una creación continua, “purificada por el agua (el bautismo) y la palabra”. Dios ha comenzado en el día de Pentecostés y continúa durante cada Divina Liturgia con la colaboración y por la vida de sus apóstoles, sus mártires, sus santos y de todos sus siervos…La obra divina no tienefinalización, nuestro Dios da sentido a la historia de la humanidad y traer la venida del Reino “preparado para ellos antes de la fundación del mundo” (Mt 25, 34).

Amén

    Diácono Rafael BARSEKH ONJI

El Instituto de Formación Ortodoxa en Línea

IFOL es un instituto de aprendizaje electrónico (E-learning) en español de la Arquidiócesis Ortodoxa Antioquena de México,  Venezuela, Centroamérica y el Caribe  que tiene el objetivo de  proveer formación cristiana ortodoxa para laicos al servicio de la iglesia.  La misión académica de los cursos es preparar  laicos comprometidos con su fe y dar a conocer la Ortodoxia a todos aquellos que se interesan en ella y no les es posible asistir a una Iglesia o comunidad Ortodoxa.  Nuestro programa fomenta el trabajo de equipo, el pensamiento creativo, y el espíritu de servicio a la comunidad. IFOL  es un curso  único en su tipo que hace accesible la formación cristiano ortodoxa en español desde cualquier lugar y sin costo de arancel.

Ven a aprender, te esperamos!!!

 

El paraíso y el infierno según los Santos Padres

El paraíso y el infierno según los santos padres

Arzobispo Hierotheos Vlachos

Es muy importante conocer las enseñanzas de los santos padres sobre el paraíso y el infierno, porque ellos son los sinceros maestros de la Iglesia y los hijos del paraíso puro. Por lo tanto, no podemos interpretar el Evangelio sin su enseñanza revelada por Dios. Además, la Iglesia como cuerpo divino- humano de Cristo, es quien  escribe la Santa Biblia y ella, quien la interpreta.

La enseñanza general de los santos padres de la Iglesia es que el paraíso y el infierno no existen según Dios, sino según el hombre. Es verdad que ambos, el paraíso y el infierno se encuentran como manera de vivir, pero no es Dios quien los hizo. Es muy claro en la tradición patrística que hay dos caminos, pero Dios mismo es el paraíso para los santos, y Él mismo es el infierno para los pecadores.

Esto se relaciona mucho con las enseñanzas de los padres sobre la reconciliación de hombre con Dios. En ningún lugar en la Biblia se habla de la reconciliación de Dios con el hombre, sino se menciona que Cristo reconcilió al hombre con Dios. Asimismo, toda la tradición patrística muestra que Dios nunca estuvo en contra del hombre, sino al contrario,  el hombre se volvió en contra de Dios por no participar con Él ni estar en comunión con Él. Es así como el hombre hace de Dios su enemigo, pero Dios jamás hace esto. El hombre, atreves de sus propios pecados que comete, ve a Dios con una imagen de enojo y de enemistad.

Lo mejor sería comenzar con San Isaac el Sirio, quien habla sobre lo que es el paraíso, y lo que es el infierno. Cuando él se refiere al Paraíso, dice que él es el amor de Dios; y es algo normal que cuando hablamos sobre el amor, nos referimos principalmente a las fuerzas increadas de Dios. Él escribe: “El paraíso es el amor de Dios, donde hay el disfrute de todas las bendiciones.” Pero también cuando menciona el infierno, dice más o menos lo mismo; que el infierno es  el azote del amor y escribe: “También aseguro que los que están castigados en el infierno se están azotando con el látigo del amor; ¿pues acaso hay más amargura o más pena  que lo que da el dolor del amor?”.

El infierno entonces es el tormento del amor de Dios. Además, según lo que dice San Isaac, el dolor que ocurre en el corazón debido al pecado contra el amor de Dios “es más grave que cualquier temor al castigo.” Es un verdadero castigo cuando rechazamos y contraponemos el amor del otro. Es horrible ser amados mientras actuamos de una manera inapropiada. Al comparar eso con el amor de Dios, podemos entender el tormento del infierno. Esto también está relacionado con lo que dice San Isaac, que es algo doloroso para la persona pensar que “los pecadores en el infierno están separados del amor de Dios.”

Por lo tanto, incluso los que sean castigados, recibirán el amor de Dios. Dios va a amar a todas las personas por igual, tanto a los justos, como a los pecadores, pero no todos van a sentir este amor en la misma profundidad ni de la misma manera. En cualquier caso, es ilógico que insistamos en que el infierno es la ausencia de Dios.

Esto quiere decir que las experiencias de la gente sobre Dios serán diferentes. “El Señor le dará a cada uno conforme a la medida de su discernimiento y su merecimiento”, ” porque no habría la diferencia entre el maestro y el alumno, y estará en cada uno el amor fervoroso hacia los demás.” Por lo tanto, habrá el mismo Dios que da su gracia a todos, pero la gente va a recibir este amor, según su capacidad. El amor de Dios descenderá sobre todos los hombres, pero funcionará de una manera doble, que es castigar a los pecadores y dar alegría a los justos. Expresa San Isaac el sirio la tradición ortodoxa sobre este tema, diciendo: “el poder del amor funciona de dos maneras: atormenta a los pecadores, igual como ocurre cuando un amigo sufre por su amigo, pero se convierte en una fuente de alegría para los que cumplen con sus obligaciones.”

Así vendrá el mismo amor de Dios y también Sus mismas fuerzas a todas las personas, pero va a trabajar de una manera diferente. Pero ¿cómo será esta diferencia?

Dios dijo a Moisés: “tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.” (Éxodo 33:19). El Apóstol Pablo cita este texto del Antiguo Testamento, y concluye: ” De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” (Romanos 9:18). Debemos explicarlo en términos ortodoxos. ¿Cómo Dios quiere tener misericordia sobre uno y endurecer a otro? ¿Acaso tendrá Dios hipocresía?

De acuerdo con la interpretación de Teofilacto de Bulgaria, ésto está relacionado con la naturaleza del hombre y no con la obra de Dios. Dice San Teofilacto: “Así como el sol ablanda la cera pero endurece el barro, no por preferencia, sino debido a la diferencia entre la cera y la arcilla. Así también Dios que se menciona que Él endureció el corazón de barro de Faraón.” Entonces la gracia de Dios, que es su amor, que va a resplandecer sobre todos, va a funcionar de acuerdo con la condición espiritual del hombre.

San Basilio el Grande se suma a esta opinión. Pues él explica las palabras del salmo: “φωνὴ Κυρίου διακόπτοντος φλόγα πυρός” “La voz del Señor divide, corta[1] llamas de fuego” (Salmo 29:7), y dice que este milagro ocurrió con los tres jóvenes en el horno de fuego. En este caso estaba el fuego dividido en dos, pues era quemadora para los que estaban fuera, y era fresca para los tres jóvenes como si estuvieran a la sombra de un árbol. San Basilio nota que el fuego, que fue diseñado por Dios para el diablo y sus ángeles “se corta por la voz de Dios.” El fuego tiene dos fuerzas: la que quema y ​​la que ilumina, y esto es lo que hace que el fuego, arde y da luz. Los que merecen el fuego,  sienten por su naturaleza que quema, y los que son dignos de la luz, gozan por su naturaleza iluminadora. Así termina San Basilio su explicación diciendo de una manera muy expresiva: “La voz del Señor divide y corta llamas de fuego, y en este corte y división, el fuego del infierno se queda sin luz, y la luz de la paz sigue sin ser ardiente.”

Entonces el fuego del infierno sería oscuro porque se privará de la característica de iluminar, mientras que la luz de los justos no será ardiente porque no tendrá la característica de quemar, y eso se deberá a la variedad de las energías de Dios. Sin embargo, esto nos revela que, de acuerdo con la condición de la persona, recibirá también las energías increadas de Dios.

Esta interpretación sobre el paraíso y el infierno no es sólo la opinión privada de San Isaac de Siria y de San Basilio el Grande sino que es la enseñanza general de los Padres de la Iglesia que interpretan de manera abstracta lo que se dijo sobre el fuego eterno y la vida eterna. Hablar de la abstracción, no significa que los Padres distorsionaron la enseñanza de la Iglesia por hablar de manera abstracta y contemplativa, sino que ellos interpretan estos temas tratando de liberarlos de cientos de ideas humanas e imágenes de cosas sensuales.

Esta es la manera en la cual también explica San Gregorio el Teólogo esta verdad tan importante que, como veremos, tiene un gran sentido en la vida eclesiástica y espiritual.

Él aconsejó a sus oyentes a aceptar las enseñanzas de la Iglesia acerca de la resurrección del cuerpo y del juicio y de la recompensa de los justos. Debe percibir estas cosas con la perspectiva de que la vida venidera será “una luz para los que tienen mente pura” y, por supuesto, “de acuerdo con el grado de su pureza” y a esto lo llamamos el reino de los cielos. Y la misma vida eterna será tinieblas “para aquellos en los que se oscureció su miembro de la discriminación”, en realidad eso es una separación de Dios, “y según el grado de su ceguera”. La vida eterna, entonces, es luz para aquellos que purificaron su “nous”[2] (y, ciertamente, según la profundidad de esta purificación), y es oscuridad para aquellos que tienen un nous ciego los cuales no se han iluminado en esta vida ni han llegado a la iluminación y la unión con Dios.

Podemos también echar un vistazo a esta diferencia con la perspectiva de los hechos sensoriales. El mismo sol “da luz a la vista sana y no para los ojos enfermos”. El error no es culpa del sol, sino es de la condición de los ojos. Esto en particular es lo que sucederá en la Segunda Venida de Cristo. Cristo es el mismo y es uno, “pero es una caída y una resurrección: caída para los incrédulos, y resurrección para los creyentes”. La palabra de Dios es una, y al mismo tiempo “es aterradora para aquellos que merecen eso por su forma de ser, y da la alegría a aquellos que están dispuestos” en este momento y mucho más en el tiempo del juicio final. Por lo tanto no todos merecen la misma categoría y privilegio. Mientras uno es digno de un grado, otro, merece un rango diferente. “cada uno, yo creo, según su purificación personal”. El hombre probará las energías increadas de Dios de acuerdo a la pureza de su corazón y su mente.

Por lo tanto, y también según San Gregorio el Teólogo, Dios, Él mismo, es el paraíso y el infierno para el hombre, siempre que cada persona pruebe las energías de Dios según el estado de su alma. Por lo tanto, pudo San Gregorio proclamar en una de las frases de su Doxología diciendo: “Oh Santísima Trinidad, que has otorgado a Tu sirvo adorarte y glorificarte, oh tu que se vas a ser conocido por todos  algún día, a algunos a través de la iluminación, y a otros a través del castigo”. Dios mismo es la iluminación y el infierno para la gente; Pues las Palabras de los Santos lo declaran claramente.

También quiero mencionar a San Gregorio Palamás arzobispo de Tesalónica, que confirma la misma enseñanza. Él dice sobre las palabras de San Juan Bautista acerca de Jesucristo que “los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego” (Lc 3:16), estas palabras quieren demostrar esta verdad: que la gente va a recibir la gracia en una cantidad relativa a cada persona, ya sea punitiva o lúcida. San Gregorio había mencionado eso de esta manera: “Él dice: los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego, en el sentido de la iluminación y el castigo conforme a la preparación de cada uno”.

Claro, que debemos tomar en cuenta esta enseñanza de San Gregorio Palamás en el contexto de su perspectiva teológica general sobre la gracia increada de Dios. El Santo enseña que la creación entera participa de la gracia increada de Dios, pero no de la misma manera ni con la misma profundidad.  Por lo tanto la participación de los santos en la gracia de Dios es diferente de la del resto de la creación. Afirma: “aunque todos participan de lo mismo, no van a participar con Él de la misma manera, sino de otra diferente, incluso aunque todo tiene participación en todas las cosas de Dios, pero vemos la diferencia, ya que en la proporción de los santos,  es más grande.”

Además, sabemos por todas las enseñanzas de la Iglesia, que la gracia de Dios increada toma diferentes nombres según la función y los efectos de su trabajo. Cuando purifica al hombre se llama purificadora, si lo ilumina se llama dadora de iluminación, y si lo hace unirse con Dios se llama la que diviniza. Del mismo modo, a veces descrita como dadora de existencia, y en otros momentos se conoce como vivificadora y dadora la sabiduría. Entonces, todos participan de la gracia increada de Dios, pero de manera diferente. Por lo tanto no se debe confundir con la gracia que diviniza, en la cual participan todos los santos, entre otras energías. Lo mismo sucede con la gracia de Dios en la vida eterna. Participarán los justos en las energías de Dios iluminadora y la que diviniza, mientras los pecadores y los impuros pondrán a prueba los poderes de Dios: ardiente y castigador.

Encontramos esta misma enseñanza en  los escritos monásticos de muchos santos. Por ejemplo, San Juan Clímaco dice que el mismo nombre fuego se da a ambos “a lo que quema, igual a lo que ilumina” pues él está hablando del fuego sagrado y celestial que es la gracia de Dios, la cual recibe la gente a través  de esta vida “quema a algunos porque aún les falta purificación”, y a los otros “los iluminará a proporción con el grado de perfección que hayan alcanzado”. De hecho, la gracia de Dios en la vida eterna no purifica a los pecadores no  arrepentidos, pero lo que dice San Juan Clímaco se aplica a la vida presente. Eso está confirmado con la experiencia ascética que los santos  asientan en el principio, la gracia de Dios como un fuego quema sus propias pasiones, y luego, después de que purifica sus corazones, ellos sienten la gracia de Dios como una luz. Y aseguran esto las personas contemporáneas que ven a Dios en sus visitas ascéticas a los lugares sagrados, en lo que uno se arrepiente y prueba el infierno en la gracia, por lo que convierte la gracia en luz increada, aunque uno no se esperaba eso. Es la misma gracia de Dios que purifica al hombre en el principio, y cuando alcanza una gran profundidad del arrepentimiento, la purificación se ve como luz, y por lo tanto la situación no es sólo una cuestión de cosas creadas y emociones humanas, sino es probar la gracia increada de Dios.



[1] El verbo usado en la séptima es “διακόπτω” se traduzca al español: cortar en dospartir, cortar una cosa separándola de otra. (el traductor)

[2] El nous es un Término griego significa según los padres de la Iglesia la fuerza de la mente o la fuerza del alma, el nous es más profundo que la mente, es el ojo del alma. (el traductor)

Traducción realizada por el Rev. Archimandrita Andres Marcos 

Articulo de Jean Meyer

Moscú 1 – Bruselas 0

Es un historiador mexicano de origen francés. Obtuvo la licenciatura y el grado de doctor en la Universidad de la Sorbonne.

Es profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) donde, además, fundó y dirigió la División de Historia. Es miembro de la Academia Mexicana de Historia desde 2000 y director de la revista de historia internacional ISTOR. Ha sido profesor-investigador en El Colegio de México, en París y en Perpiñan, así como en El Colegio de Michoacán.

Entre sus libros se encuentran: “La revolución Mexicana” (1997), “Breve Historia de Nayarit” (2000), “Samuel Ruiz en San Cristóbal” (2000), “La gran controversia. Las iglesias católica y ortodoxa de los orígenes a nuestros días” (2001), “Mendoza Barragán, Ezequiel. Confesiones de un cristero” (2001), “El coraje cristero” (2001), “Yo, el francés” (2002), “Tierra de Cristeros” (2002), “Anacleto González Flores, el hombre que quiso ser el Gandhi mexicano” (2002), El Sinarquismo, el cardenismo y la iglesia 1937-1947 (2003) y “Rusia y sus imperios” (1894-2005)

Fuente: El Universal

Meyer

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2014/01/68161.php

 

 

 

 

 

Diferencias entre la Iglesia Católica Ortodoxa y La Iglesia Católica Romana

En los primeros 1000 años de Cristianismo, la Iglesia Católica Ortodoxa y la Iglesia Católica Romana eran una sola Iglesia, debido a esto ambas iglesias comparten muchas cosas en común, son “Católicas” (entiéndase Universales) y “Apostólicas” (tienen “sucesión apostólica”, son herederas de las comunidades cristianas fundadas por los mismos apóstoles) – pero existen diferencias notables entre ellas, las cuales han ido aumentando con los años:

Diferencias Dogmáticas

La Procedencia del Espiritu Santo

El Filioque. La Profesión de Fe o el Credo como tal fue redactada en los Concilios Ecuménicos de Nicea y Constantinopla en el texto del Credo se expresan las verdades fundamentales de la Fe Cristiana. Una de las clausulas del Credo que habla sobre la procedencia del Espíritu Santo la cual decía “Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre” fue modificada en un Concilio que solo se celebró en Occidente en la ciudad de Toledo agregando a la cláusula las palabras “y del Hijo” de tal manera que la frase completa dice “Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo”. Cabe mencionar que dicho Concilio no contó con la presencia de los patriarcados de Oriente lo cual tendría que haber sido necesario para que tuviera validez la añadidura.

Dijo el Señor: “Pero cuando venga el Paráclito (el que trae el consuelo), a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de Verdad el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mi” (Jn, 15:26).

El credo dice: “…y en el Espíritu Santo que procede del Padre”.

Este credo fue confirmado por los Concilios Ecuménicos, los cuales prohibieron cualquier adición o cambio. Este Credo sigue siendo respetado por todas las Iglesias Orientales y Occidentales antes del cisma y en él está resumida toda la verdad de la doctrina cristiana.

La Iglesia Ortodoxa ha conservado el credo original sin alteración.

La Iglesia Católica Romana aumentó al artículo octavo las palabras “…y del Hijo” quedando así este artículo: “…que procede del Padre y del Hijo”. Esta adición al Símbolo de la Fe, comenzó en España en el siglo VI, trasladándose posteriormente a Francia, siendo rechazado por las demás Iglesias. El mismo Papa la rechazó. El Papa León III, el Grande, mandó imprimir este Credo en dos láminas de Plata, en griego y en latín, sin la palabra: “y del Hijo” colocándolas en las puertas de la Catedral de San Pedro en Roma, declarando que lo hacía para conservar el Símbolo de la Fe intacto, como lo declararon los dos primeros concilios Ecuménicos.

Pocos años después, ascendió el Papa Nicolás, quien oponiéndose a su antecesor, permitió que fueran agregadas las palabras “…y del Hijo” en el Credo.

El gran Patriarca Focio protestó por esta añadidura. El Papa Juan VIII prometió corregir el error, pero los Papas sucesores de él lo conservaron, aceptándolo hasta la actualidad la Iglesia de Roma.

El Purgatorio

La iglesia Católica Romana enseña que las almas, después de la muerte terrenal, van a dar a un lugar que llamado “Purgatorio“, donde se limpian (“purgan” de ahí el nombre) de sus pecados leves sufriendo algunos tormentos, y que después de este “lavado espiritual” entran al Paraíso.

La Iglesia Ortodoxa cree que las almas después de la muerte esperan el Juicio Final, en un lugar que no es el Paraíso ni tampoco el Hades.

Cuando el Buen Ladrón dijo a Jesús, que estaba sobre la Cruz: “Acuérdate de mi, Señor, cuando vengas en tu Reino”, oyó la respuesta de Cristo:

“Hoy estarás conmigo en el Paraíso”

No le dijo “Espérate en el purgatorio y después de tu purificación llegarás al Paraíso”, ni nada semejante.

En la Iglesia Romana se cree que el Papa y los Obispos, según su jurisdicción, tienen potestad para conceder Indulgencias por realizar determinadas acciones o por orar con específicas preces, cumpliendo con las condiciones necesarias.

Las Indulgencias no son para perdonar los pecados, antes bien presuponen como condición necesaria para ganarlas la remisión de ellos. Ellas son una remisión de las penas temporales en las que se ha incurrido por los pecados.

Estas Indulgencias son aplicables a uno mismo o a las almas que están en el Purgatorio como un sufragio, para disminuir o terminar con sus sufrimientos.

La Iglesia Ortodoxa no acepta tal doctrina y facultad, y tampoco el Purgatorio, como ya mencionamos.

El “Pecado Original”

El Pecado original – a grandes rasgos – es el pecado cometido por Adán y Eva, (los primeros padres de la humanidad) al desobedecer el mandato divino de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, siendo castigados con la expulsión del Paraíso. Por esta razón se condena al pecado a cada uno de los nacidos – es decir, a la naturaleza humana como tal- tras la expulsión del Edén.

La doctrina romana a este respecto se fijó en el concilio de Cartago (397), en el concilio de Orange (529) y el concilio de Trento (1545). Ninguno de éstos es considerado “Concilio ecuménico válido” por la Iglesia Ortodoxa.

En la iglesia ortodoxa no existe el “pecado original”, lo que existe es el “pecado ancestral”. Dios dotó al ser humano de “libre albedrío”, le dió el poder de elegir y tomar sus propias decisiones; Por ende puede elegir entre hacer lo bueno (vivir en el amor de Dios) o hacer lo malo (alejarse del amor de Dios). De esto ya nos advertía en Apóstol San Pablo:

«Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no todo es constructivo (1 Cor. 10-23).

La inclinación natural de hacer el mal – a separarse de Dios – es lo que llamamos el “pecado ancestral”. No existe antecedente bíblico contundente ni en los escritos de los Santos Padres de la Iglesia para sostener una “Doctrina del Pecado Original”.

Creemos que no es posible heredar la transgresión cometida por Adán y Eva (ellos ya pagaron con su expulsión del Paraíso). Nadie puede cargar con culpas ni errores ajenos, Si caemos en pecado, cada uno de nosotros tenemos que comparecer y responder ante el tribunal de Cristo por nuestras faltas. La responsabilidad no es hereditaria sino que individual.

La importancia de la creencia o no en el pecado original tiene consecuencias en lo que viene.

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

La Iglesia de Roma cree que Santa Ana concibió a la Virgen de forma espermática (sin esperma, sin mancha de pecado original que ahí que se ocupe la fórmula “Ave María Purísima sin pecado concebida“). Esta creencia, con todo, es bastante reciente respecto de la historia de la cristiandad; En efecto en 1854 el Papa Pío IX, – sin tener a la mano para ello dato alguno ni en las Sagradas Escrituras, ni en las enseñanzas de los Santos Padres de la Iglesia, sólo en una distorsionada devoción mariana – elevó a “Dogma de Fe”.

La Iglesia Ortodoxa cree y enseña que la Santísima, Purísima, Bendita Señora Madre de Dios y Siempre Virgen María fue concebida en la carne de manera natural como cualesquier ser humano (coito), sólo considera como inmaculado el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, ya que Él fue dado a luz milagrosamente — del Espíritu Santo y la Virgen María. Según las palabras de San Ambrosio de Milán

“De todas los nacidos por mujeres, es completamente Santo solo nuestro Señor Jesucristo, Quien por un especial, nuevo modo de inmaculado nacimiento, no experimentó la corrupción terrenal.”

Así como por medio una mujer entró el perdición al mundo (Eva) también por medio de una mujer (María) debía entrar la salvación al mundo. Si bien María fue electa por Dios para dar cumplimento a las profesías acerca de la llegada del Mesías, tenía la naturaleza dañada por el pecado original – como cualquiera de nosotros – por lo cual ella misma necesitaba ser redimida, redención que comenzó desde los tres años de edad con su presentación en el Templo y que culminó completamente en el día de la Anunciación.

En resumen, María no nació santa sino que se hizo santa, y si ella pudo… nosotros también, voilá.

La Infalibilidad Papal

En el año de 1870 decidió el Concilio Vaticano I – encabezado por el Papa Pío IX – un nuevo dogma, el cual no tiene ningún antecedente en toda la historia de la Iglesia: “La infalibilidad Papal”, lo cual significa que el Papa “no se equivoca” cuando habla “Ex Cathedra” sobre materia de fe o de costumbres.

Este nuevo dogma contradice lo dicho por el Señor quien no aceptó que lo llamaran: “Maestro bueno” cuando le preguntó el joven: “…Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Le contestó Jesús: …¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino sólo Dios”. (Lc. 18:18-19).

Muchos de los cristianos occidentales protestaron por esta decisión contraria al Evangelio, separándose de la Iglesia de Roma por medio de la llamada Unión de Utrecht y auto llamándose “Viejos Católicos” o “Véterocatólicos”.

Las Órdenes y Congregaciones

La Iglesia de Roma, a lo largo de su historia y hasta el día de hoy, ha dado pie a la proliferación de numerosas instituciones (Agustinos, Benedictinos, Dominicos, Franciscanos, Jesuitas, Maristas, Mercedarios, Pasionistas, Schoënstatt …… etc) que han traído, a lo largo de la historia, varios dolores de cabeza al Obispado de Roma.

La Iglesia ortodoxa no tiene y nunca ha admitido órdenes, ni congregaciones religiosas. La razón es bastante sencilla y práctica: porque estas asociaciones incuban intrínsicamente el peligro de convertirse en SECTA, esto es “Conjunto de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica” como lo define la Real Academia. Y las sectas buscan influir con su cosmovisión en su entorno, es decir, buscan PODER.

Y no hay nada mas alejado del mensaje universal del cristianismo que un sinnúmero de grupos que tienen visiones bastante particulares del mensaje de Cristo, peleándose entre sí y poniendo mas énfasis y devoción en algún Santo, o en la de su fundador que en la sacra figura de Cristo.

En la iglesia ortodoxa, sólo hay cristianos ortodoxos sin acepción de edad, sexo, estirpe o condición. La forma de que un feligrés piadoso desee hacer votos de vida consagrada es por medio de la vida monástica.

Diferencias Litúrgicas

Una parte de las diferencias litúrgicas es producto de tradiciones étnicas, y la otra se formó después de la separación de las Iglesias Oriental y Occidental. Aquí mostraremos algunas:

El uso del pan ácimo en la Eucaristía

La Iglesia Ortodoxa consagra el pan natural con levadura, en tanto que la Occidental, el pan ácimo. La Iglesia Ortodoxa basa su punto de vista, primero, sobre lo que el Señor comió en la Ultima Cena: Pan con levadura. “Antes de la fiesta de la pascua…” (Jn. 13:1). “Dos días después era la pascua y la fiesta de los panes sin levadura…” (Mc. 14:1). “Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua” (Lc. 22:7).

La palabra griega “Artos” (Áρτος) que aparece en el Evangelio – para quienes no lo sabían los Evangelios se escribieron en griego – significa el pan natural con levadura y no el ácimo.

Los Apóstoles usaron el pan natural con levadura en cumplimiento del Sacramento de la Eucaristía, “…en el partimiento del pan…” (Hch. 20L:7).

San Juan Crisóstomo explicando la palabra griega “artos”, dijo que esto se traducía como “pan con levadura” (Sermón 81 sobre el Evangelio de Mateo).

Los primeros cristianos llevaban consigo pan y vino, y terminando la Eucaristía repartían lo sobrante a los pobres. Sin duda usaban el pan con levadura y no el ácimo. “Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; …” (1a. Cor. 11:21).

El bautismo y la Confirmación

La Iglesia Ortodoxa bautiza metiendo al niño en el agua, mientras que la Iglesia Romana bautiza por infusión. En griego “baptizo” y “baptisma” significan sumersión y no aspersión o infusión. El Evangelio dice: ” Y Jesús después que fue bautizado, subió luego del agua;…” (Mt. 3:16. Mc. 1:10). La palabra subió, supone que antes bajó al agua.

En Roma se descubrió, en la Catacumba de San Calixto, un icono del siglo II que representa a Cristo inmerso en el agua, saliendo con la ayuda de Juan. En el convento Dafne, cerca de Atenas, existe un antiguo icono hecho con mosaicos que presenta a Cristo metido en el agua al ser bautizado por Juan. San Basilio el Grande, en su artículo sobre el Espíritu Santo, dice: “El sacramento del bautismo se tiene que celebrar con tres inmersiones”.

La Iglesia en sus primeros tiempos no permitía el bautismo por aspersión, sino en los casos de sumo peligro. En caso de que llegara a vivir el bautizado por aspersión en caso extremo, se le prohibía recibir el Sacramento del Sacerdocio.

La Iglesia Occidental misma bautizaba en los primeros siglos del Cristianismo por inmersión, como es de notarse en los antiguos manuales litúrgicos que se conservan. La aspersión e infusión sólo fue permitida después del siglo XVI. El Sacramento de la confirmación, en la Iglesia Romana, lo confieren exclusivamente los Obispos y no se celebra inmediatamente después del bautismo, sino cuando llega el niño a la adolescencia. Se le unge con el Santo Crisma, y se le imponen las manos.

Sabemos, sin embargo, que estos dos Sacramentos: El Bautismo y el Mirron ( la confirmación ) nunca se dieron separados en la Iglesia Primitiva. Tanto los Sacerdotes como los Obispos lo administraban como se hace en la Iglesia Ortodoxa hasta la actualidad.

Dice el escritor eclesiástico occidental, Tertuliano, en su libor sobre el Bautismo, lo siguiente: “Después de salir de la pila del bautismo recibiremos el Santo Myron conforme a la antigua tradición”.

El Celibato del Clero

La Iglesia Romana exige insoslayablemente el celibato a su clero

Sin embargo, la Iglesia Primitiva nunca prohibió el matrimonio del Clero ni de los Obispos, el gran teólogo de la Iglesia, San Gregorio, fue hijo de un Obispo, como lo fueron otros grandes santos, pero la Iglesia, posteriormente y por razones sociales que no hay necesidad de comentar, determinó que los Obispos no fueran casados para que se alejaran de las obligaciones mundanas pudiendo así dedicarse a lo espiritual.

Mas es preciso aclarar este punto: Se aceptan desde el diaconado (y por ende en el sacerdocio) hombres solteros o casados. Si se trata de un hombre soltero una vez adquirido el estatus de diácono – y con mayor razón el de sacerdote – no puede contraer matrimonio durante su ministerio.

En efecto en muchas parroquias ortodoxas (sobretodo aquellas eslavas) la feligresía exige que el párroco sea un hombre casado, la fundamentación de esto es bastante lógica: Si un hombre casado puede mantener su hogar, puede mantener una parroquia.

Las Estatuas

Entre las diferencias de culto existe el de las estatuas. El Occidente Romano colocó estatuas en las iglesias. El Oriente Ortodoxo las rechazó y sigue rechazándolas dentro de los templos, basándose en la Palabra del Señor: “Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren” (Jn. 4:24). Y también: “…Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mt. 4:10). San Pablo nos dice: “El Dios que hizo el mundo… siendo Señor del cielo… no habita en templos hechos por manos humanas…” (Hch. 17:24)

La Santa Unción

La Iglesia Ortodoxa ora sobre el aceite para la curación de las enfermedades y remisión de los pecados. La Iglesia Romana considera que el aceite es para los moribundos y para los enfermos graves (de ahí el nombre de “Extrema-unción“), esto a pesar de que la Santa Biblia enseña que el óleo se da a los enfermos para su sanación espiritual y corporal,no existiendo esa disociación cuerpo-alma tan frecuente en la cultura occidental.

“Está alguno enfermo entre vosotros, llame a los ancianos de la iglesia, que oren por él ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo y el Señor lo levantará;…” Stg. 5:14-15).

La Eucaristía a los niños

En Occidente sólo se da la Comunión a los niños que han llegado al uso de la razón; si un infante muere, muere sin Comunión.

En Oriente se puede impartir la comunión desde que se es bautizado.

Los fieles de la Iglesia Occidental, de ordinario, sólo reciben el Pan Eucarístico, que no es fragmento de un solo Pan sino una Hostia; últimamente se permitió que en ocasiones especiales se recibiera el Pan y el Vino. Y San Pablo dice: “Siendo uno solo el pan, … pues todos participamos de aquel mismo pan”. “Por tanto… coma cada uno así del pan, y beba de la copa” (1a. Cor. 10:17, 11:28).

En la Iglesia Ortodoxa la comunión es con pan y vino, los fieles reciben del sacerdote o el Obispo un trocito de pan y vino mezclado en una cucharada que se reparte desde el cáliz eucarístico.

Las fórmulas Sacramentales

Por desgracia, los católicos romanos creen que la acción de los Santísimos Sacramentos reside en la persona del Sacerdote. Dice el Sacerdote: “Yo te bautizo”, “Yo te uno en matrimonio”, “Yo te unjo”, “Yo te perdono”.

El sacerdote Ortodoxo dice: “Se bautiza el siervo de Dios”, “Se unge el siervo de Dios”, “Se perdona el siervo de Dios”, porque la Iglesia Ortodoxa está segura que el medio principal en los Sacramentos es la Gracia Divina y no el Sacerdote que sólo es su instrumento. En otras palabras, la Iglesia Ortodoxa enseña que la acción de los Sacramentos está basada en la Gracia Divina y no en el Sacerdote, independientemente de su cualidad humana.

Conviene aquí mencionar que uno de los grandes doctores de la Iglesia Occidental, San Agustín, Obispo de Hipona, hablando sobre los Sacramentos dice: “Cuando el Señor perdonó a la mujer pecadora, no le dice “yo te perdono tus pecados”, sino, “…tus pecados te son perdonados” (Lc. 7:48).

Diferencias Administrativas

La Autoridad Máxima

La iglesia Ortodoxa considera al Concilio Ecuménico como Autoridad Máxima de todas las Iglesias. En tanto que la Iglesia Romana considera al Papa como la Autoridad Máxima de todas las Iglesias “Por encima de los Concilios Ecumenicos”. La Iglesia Ortodoxa basa su doctrina en lo siguiente:

Los Santos Apóstoles se reunieron en Jerusalén para estudiar las diferencias surgidas entre sí sobre los que vinieron al Cristianismo de los judíos y los que llegaron de los gentiles. Algunos de los Apóstoles consideraban que los gentiles tenían que integrarse al Cristianismo. Otros opinaban que adoptar primero la religión judía antes de integrarse al Cristianismo. Otros opinaban que estos deberían aceptarse directamente a la fe Cristiana. Sobre eso ninguno de los Apóstoles en particular tomó la decisión.

Se congregaron para que en conjunto se decidiera, lo que implica que todos Apóstoles tendrían que estar reunidos para hacerlo (Hch. 15). Y el Concilio decidió aceptar a los gentiles en el Cristianismo directamente, sin pasar por la circuncisión, puesto que el Cristianismo no es parte del Judaísmo sino una Religión independiente. Las Iglesias Cristianas en Oriente y Occidente, antes del cisma, se administraban de una manera conjunta y democrática y no con dictadura. Cuando había algunas diferencias o asuntos a nivel superior de una Iglesia, se reunía el Concilio Ecuménico, constituido por todos los Patriarcas y los Jefes de las Iglesias Autocéfalas, para estudiar todos los asuntos y tomar sus decisiones, siendo éstas Obligarorias para todos. El mejor testimonio de ello son los Siete Concilios Ecuménicos, cuyas resoluciones están reconocidas en Oriente y Occidente hasta la actualidad.

La Sucesión de Pedro

Occidente basa la Primacía del Obispo de Roma o Papa en que es el sucesor de Pedro y que Pedro fue el superior de los Apóstoles, apoyándose en Mateo 16:13, 16-18:

“Pregutó Jesús a sus discípulos deciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?… Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: “Bienaventurado eres, Simón, Hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo, que tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.

Este pasaje no significa lo que Roma trata de interpretar, la roca no es Pedro, sino la confesión de Pedro de que Cristo es el Hijo de Dios. La Iglesia esta construida sobre la Divinidad de Cristo viviente y no sobre Pedro, el hombre muerto. No puede ser la base de la Iglesia un ser humano sino Dios mismo, para que se cumplan las palabras de Cristo, que las puertas del Hades no prevalecerían contra ella, conforme a su promesa: “Permaneceré con vosotros hasta el fin”. San Pablo dice en su Primera Carta a los Corintios: “Y la roca era Cristo” (10:4).

El mismísimo San Agustín explicó este versículo en su artículo 270, con lo siguiente: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra que es tu confesión, que Cristo es el Hijo de Dios viviente, edificaré mi iglesia”. En su artículo 76 también dice: “Los que edifican sobre humanos dicen, yo soy de Pablo, yo soy de Apolos, yo soy de Pedro. Pero los que edifican sobre la confesión de Pedro y la Divinidad de Cristo, dicen: Yo soy de Cristo. Porque la Iglesia está edificada sobre Cristo y no sobre Pedro”.

El Escritor francés Andre Boreau hizo referencia a la explicación de San Agustín con lo siguente:

“Cuarenta padres de la Iglesia y grandes escritores explicaron el mencionado versículo igual que San Agustín, lo que quiere decir que la roca no es Pedro sino la confesión de Pedro de la divinidad de Cristo. Entre estos cuarenta se cuentan diez Papas. “.

Los mismos Apóstoles no aceptaron la superioridad de Pedro sobre ellos. San Pablo dice:

“El hombre es cabeza de la mujer como Cristo es cabeza de la iglesia” (Ef. 5:23).

Pablo no dijo que Pedro es la cabeza de la iglesia. Así también los Concilios Ecuménicos no aceptaron la superioridad papal. En el Credo se recita “Creo en una Sola, Santa, Católica y Apóstolica Iglesia”. La palabra Iglesia significa el conjunto, lo mismo que la palabra Católica, y no se refieren a una sola persona. Si los concilios Ecuménicos hubieran aceptado la superioridad del Papa, lo hubieran incluido en el Símbolo de la Fe, mas no fue así. Este Credo es aceptado por todas las Iglesias Cristianas hasta la actualidad.

El Derecho a la Primacía

El ceder el derecho, al Obispo de Roma, de la Primacía sobre los Obispos de Occidente, así como al de Constantinopla sobre los Obispos de Oriente, fue algo temporal y político, era privilegio de la Capital del Imperio.

Cuando Roma fue la capital del Imperio Romano, su Obispo tenía asiento a la derecha del Emperador, por lo que este lugar temporal le dio el privilegio de la Primacía sobre los demás Obispos de Occidente. Cuando Constantinopla se convirtió en la Capital del Oriente, su Obispo se sentaba a la derecha del Emperador o del Rey, por lo que, por este mismo privilegio temporal, alcanzó los mismos privilegios sobre todos los Obispos de Oriente.

Si hubiera sido motivo religioso, el Obispo de Antioquía hubiera tenido la Primacía sobre todos los Obispos de Oriente y Occidente, por ser el sucesor directo de los Apóstoles Pedro y Pablo, quienes fundaron la Iglesia de Antioquía antes que la de Roma. Hasta la actualidad, algunos de los Patriarcas de la Sede Apostólica de Antioquía, además de su nombre llevan el nombre de Pedro, por considerarse sus sucesores. Siguiendo con el aspecto religioso, la Primacía sería un derecho inequívoco del Obispo de Jerusalén sobre todos los Obispos del mundo, puesto que es él el sucesor de Nuestro Señor Jesucristo que es el Gran Fundador, legítimamente el Primero, de toda la Iglesia Cristiana, quien es inmensamente mayor que Pedro, que Pablo y que todos los Apóstoles juntos.

La Iglesia Ortodoxa: Esencia y misión

Obispo_Ignacio_SamaanPor Obispo Ignacio Samaán

«Ortodoxia»

El término griego ορθοδοξία «ortodoxia» es derivado de dos palabras: ορθή (orthy) que significa «recto», y δοξα (doxa) que tiene los siguientes sentidos: dirección, doctrina, enseñanza, concepto común y gloria. Dicho término fue usado en el lenguaje eclesiástico a partir del siglo IV para indicar la fe recta frente a la herética. El primer Concilio Ecuménico, celebrado en el año 325, determinó la doctrina «ortodoxa» sobre la divinidad de Cristo. En los siguientes seis Concilios Ecuménicos siempre se acudió a este término para significar la única y misma fe cristiana preservada de cualquier desviación. Entonces la palabra «ortodoxo» se referiría a lo mismo que la palabra «católico» καθολικός (κατά όλον) que significa «según todos», lo que indica la fe acordada y confirmada por todos. Por eso, ambos vocablos, durante el primer milenio, no formaban nombres propios de diferentes confesiones –como lo son hoy– sino, más bien, calificativos de autenticidad de la fe.

Occidente y Oriente

La separación eclesiástica entre Oriente y Occidente sucedió oficialmente en el año 1054. En realidad, había iniciado paulatinamente mucho tiempo atrás (desde el Siglo IX). El distanciamiento político, cultural y religioso pavimentó esta separación, cuyas causas inmediatas fueron las dos siguientes:

1. El «Filioque»: frase latina que significa «y del Hijo». Fue añadida en España, en el siglo VI, al Credo Niceno-Constantinopolitano, determinado en los Concilios primero y segundo, «Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo.» Esta añadidura, adoptada por Roma, fue rechazada por los otros cuatro patriarcados que estaban en el Oriente (Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén).

2. La autoridad Papal:  el Papa tenía autoridad espiritual y eclesiástica directa sobre las iglesias del Occidente –y además autoridad política– siendo la única cátedra de origen apostólico en Occidente; mientras en el Oriente, varias ciudades gozaban de tal privilegio, así que nadie tenía autoridad sobre el otro. En realidad, la autoridad únicamente la tuvo el concilio de los obispos, conforme a la Tradición apostólica1. En el Oriente, hasta el día de hoy, ha dominado el concepto de «primus inter pares»: el Patriarca en el sínodo local es primero entre iguales, que preside pero no manda, y el Obispo de Roma, para el Oriente, debía ser un primero entre iguales2. La cabeza de la Iglesia es Cristo Dios, Él es la única Piedra inmortal sobre la cual la Iglesia está edificada.

Profundizaron la separación, aún más, las Cruzadas con las que el latinismo hirió al ya entonces hermano pobre y quiso esclavizarlo, mas lo único que consiguió fue odio y resentimiento. Y los orientales miraban las tradiciones del occidente con mucho rechazo, tal como el celibato obligatorio de los sacerdotes, la celebración de la Eucaristía con pan ácimo, el bautismo con la aspersión en lugar de la inmersión, entre otras.

Énfasis en la espiritualidad ortodoxa

Causa y resultado, a la par, del gran Cisma ha sido el distanciamiento en la visión religiosa y espiritual de la creación en su relación con Dios; un proceso que tuvo origen en los diferentes enfoques de las dos escuelas de Teología, Alejandría y Antioquía. Mientras en aquella se acudió a las interpretaciones alegóricas enfatizando la sublimidad de Dios, en Antioquía la cercanía a Tierra Santa –es decir, a la certeza de los acontecimientos salvíficos realizados– conservó cierta adhesión a la teología de la Encarnación. Por lo que la Iglesia en el Oriente, siguiendo los métodos de la escuela de Antioquía, permaneció lejos de la tendencia platónica y dualista de la escuela de Alejandría, y guardó a la creación material su porción en la obra redentora, deferencia que podemos observar en las siguientes definiciones:

a) Filosofía y teología: La filosofía ha sido una pluma con la que los Padres de la Iglesia determinaron en fórmulas las categorías de la fe. Pero nunca será el medio para alcanzar el conocimiento de Dios. «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.»3 Entonces, es alcanzado por la purificación y no por la filosofía. El iluminado quizás filosofa para expresar su fe, pero no es su única expresión. Por eso, en la formación ortodoxa, las clases de filosofía no son anteriores a las de Teología sino incluidas: la teología usa la filosofía, pero la segunda no sondea la primera, pues la teología es sondeada por la oración y el ayuno, por la lectura sagrada y la virtud. Todo estudio teológico procura encauzarse en este «camino».Tres jóvenes, al haber recibido la maestría en Teología, visitaron al padre Paísio en el Monte Athos4. En medio de la charla, él les preguntó lo que hacían. Contestaron: «Somos teólogos.» El padre Paísio comentó con un humor constructivo: «Sabía que los Teólogos son tres –se referiría a los santos Juan evangelista, Gregorio y Simeón el Nuevo Teólogo–, pero he aquí que ya son seis.»

b) Lo material y lo espiritual: lejos del dualismo platónico, la teología ortodoxa ha conservado la línea bíblica de la transfiguración de la materia: «¿No sabéis que vuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo?»5 Dios se ha encarnado para santificar al mundo y a su materia, o sea, para espiritualizarlo; entonces no hay dualismo entre cuerpo y alma, el hombre está destinado a la santidad con todo su ser. La materia en sí es neutral, pero su uso la califica como espiritual (según el Espíritu de Dios) o carnal (según la concupiscencia); el uso es el que clasifica las cosas entre sagradas o profanas. Un monje de la congregación de San Juan, me platicó esta anécdota personal: estaba yo –dice– en la isla de Patmos visitando la cueva donde moraba el santo patrono de la congregación, san Juan el Teólogo; me concentraba en la oración al Santo cuando un ruido inoportuno la interrumpió: he aquí un monje ortodoxo que realiza una actividad ruidosa innecesaria y perturba mi silencio. Traté de ignorarlo y concentrarme más en la oración; al instante, el hombre, vestido todo de negro, me llama y me regala un pedazo de piedra que estaba cortando de la cueva del santo, como una bendición que pudiera yo llevar conmigo. Lo que pensé fuera ruido y desafinación a mi silencio era un gesto de veneración, de amor y de oración.

c) Sacramentos: Los sacramentos (misterios) son puertas por las que el cristiano entra a la vida celestial6, ventanas hacia el Reino de Dios. Lo misterioso de los sacramentos no consiste en que comunican a los iniciados con lo que no a los demás, sino en que permiten al hombre participar, por gracia, de lo que le es incompatible por esencia. En este sentido, el icono es un misterio, así como el canto sagrado, el agua bendita, etc. Pero el misterio de los misterios es la Divina Liturgia, en la que la Iglesia se realiza como el Reino de Dios donde Él es el sentido verdadero de la vida. Cuando Vladimir, príncipe de Kiev, envió a unos embajadores para buscar y conocer la religión verdadera, ellos durante su gira pasaron a Constantinopla y se presentaron en la Liturgia en la Catedral de la Divina Sabiduría, y al regresar le describían su experiencia: «No sabíamos si estábamos en la tierra o en el cielo, porque sobre la tierra no ha de haber belleza semejante a lo que vimos, ¡es imposible describirlo! Lo que sí sabemos es que Dios mora aquí entre los hombres, y que su adoración en este lugar supera cualquier otro. Somos incapaces de ignorar esta belleza, y estamos seguros de que no podremos, después de hoy, seguir viviendo en Rusia de forma distinta.»

d) Arte eclesiástico y Tradición: El arte, entonces, es parte de la índole sacramental. El hombre de Dios cuando escribe, pinta, compone o canta, refleja la luz del Espíritu Santo. Por eso, la Iglesia Ortodoxa no está, como suele pensarse, en contra de la renovación, pero ésta surge de adentro: la renovación no es aplicada según lo que la era demanda, sino según el «Espíritu dice a las iglesias»7. El arte ortodoxo, con sus colores y expresiones, con sus reglas y cánones, procura escribir la única verdad: la santidad que transfigura al mundo en el Reino de Dios, en el lugar de su complacencia. La Iglesia Ortodoxa predica la fe «trasmitida a los santos de una vez para siempre»8 en Dios que se reveló a sí mismo y «puso su morada entre nosotros»9. El día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, y Él –como el mismo Jesús había dicho– «os guiará hasta la verdad completa»10. Esta misma verdad, revelada y trasmitida de una vez para siempre, ha sido expresada a lo largo y ancho de la historia con sufrimientos y martirios, con fórmulas dogmáticas determinadas por los siete Concilios Ecuménicos, y con homilías y experiencias de hombres de Dios que supieron cómo hacer del Evangelio la ley de su vida. Todas estas «revelaciones del Espíritu» en la Asamblea de los apóstoles, es decir, en la Iglesia, forman lo que es denominado «Tradición». En este sentido, la misma Biblia es parte de ella o, más bien, su piedra angular. Y ser ortodoxo es guardar y asimilar esta Tradición con el fin de transformarse en morada del Espíritu, en testimonio vivo de la Resurrección: en Tradición.

Oriente ortodoxo y misión

La Iglesia Ortodoxa llegó a Europa Occidental y a las Américas con los emigrantes que dejaron sus tierras en búsqueda de una vida digna o huyendo de las persecuciones, como la de los otomanos o del comunismo. La riqueza espiritual del Oriente cristiano se enfrentó con una tarea que, quizá por mucho tiempo y por varios impedimentos, había descuidado: esto es la misión.

La llegada de los ortodoxos al «Occidente» ha despertado muchos anhelos, y ha construido puentes con la cultura occidental. Es impresionante la iniciativa de editoriales católicas romanas en difundir y traducir la literatura ortodoxa contemporánea para darla a conocer en el Occidente; la Iglesia Romana, después de cientos de años de alejamiento, añora un regreso hacia la profunda teología de los Padres Griegos, teología fundada en las mismas Santas Escrituras.

Hay que apreciar y aprovechar los valores que el mundo occidental ofrece, de los cuales la mayoría de los regímenes en el Oriente carece: tolerancia, apertura hacia los demás y libertad de creencia,una visión profundamente cristiana hacia las relaciones humanas. Concluyo con las palabras de un teólogo ortodoxo de origen ruso en Estados Unidos, el padre Alexander Shmeman, aplicándolas a toda misión ortodoxa en el Occidente: «Hay en la cultura americana un elemento básico que hace posible que la Ortodoxia no nada más exista simplemente en América, sino que verdaderamente esté dentro de la cultura americana, en una correlación creativa con ella.»

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1 Véase Hch 15:6-29

2 Cabe mencionar que la primacía de Roma, otorgada en el Primer concilio 325, se originó en razones políticas y administrativas y no religiosas; si no, la primacía hubiera sido de Jerusalén. Véase los siguientes cánones: 6°. Canon del 1er. Concilio Ecuménico (325) / 3°. Canon de 2°. Concilio Ecuménico (381) / 28°. Canon del Cuarto Concilio Ecuménico (451)

3 Mt 5: 8

4 El monte Athos es la cuna más grande del monaquismo en la Iglesia Ortodoxa. Es una península en el norte de Grecia, cuyos casi 10 mil habitantes son exclusivamente monjes, de origen griego, ruso, rumano, chipriota, serbio y de todo el mundo ortodoxo. Oficialmente, el monaquismo en el monte Athos empezó en el siglo IX, y no ha cesado hasta el día de hoy. Se pueden observar en Athos los tres métodos monásticos: la vida cenobítica, en los 20 principales monasterios; la vida eremítica, donde el asceta vive solo; la vida esquítica, ermitas cercanas en cada una de las cuales viven de 2 a 10 monjes con su padre espiritual, y todos los ermitaños se reúnen el día del Señor en el templo que está en el centro del conjunto monástico para celebrar la Divina Liturgia. (Nota del Traductor) (N.T.)

5 1 Cor 6: 17

6 Consúltese Cabasilas, Nicolás, La Vida en Cristo, Madrid, Editorial Rialp Ediciones,

7 Ap 2: 17

8 Jds: 3

9 Jn 1: 14

10 Jn 16: 13

 

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