Conmemoración del milagro del Arcángel Miguel en Colosa

En Frigia, no lejos de la ciudad de Hierápolis, en un lugar llamado Queretopos, había una iglesia en honor del arcángel Miguel, construida sobre un manantial milagroso.

Esta iglesia fue construida por un habitante de la ciudad de Laodicea en agradecimiento a Dios por la curación de su hija muda. El santo Arcángel Miguel se le apareció en sueños a este hombre y le reveló que su hija recibiría el don de la palabra después de beber del agua del manantial. La niña efectivamente recibió la curación y comenzó a hablar. Después de este milagro, el padre, su hija y toda su familia fueron bautizados. En ferviente gratitud, el padre construyó la iglesia en su honor. No solo los cristianos comenzaron a acudir al manantial para curarse, sino también los paganos. Al hacerlo, muchos de los paganos se alejaron de sus ídolos y se convirtieron a la fe en Cristo.

En esta iglesia del santo Arcángel Miguel, un hombre piadoso llamado Arquipo sirvió durante sesenta años como custodio de la iglesia. Con su predicación y con el ejemplo de su vida santa, llevó a muchos paganos a la fe en Cristo. Con la malicia general de la época hacia los cristianos, y especialmente contra Arquipo, los paganos pensaron destruir la iglesia para impedir que la gente acudiera a ese lugar sagrado de curación, y al mismo tiempo matar a Arquipo.

Con este fin, hicieron una confluencia de los ríos Lykokaperos y Kufos y dirigieron su corriente combinada contra la iglesia. San Arquipo oró fervientemente al Arcángel Miguel para que alejara el peligro. A través de su oración, el Arcángel Miguel se apareció en el templo y, con un golpe de su bastón, abrió una amplia fisura en una roca y ordenó que los torrentes de agua fluyeran hacia ella. El templo permaneció intacto. Al ver tan asombroso milagro, los paganos huyeron aterrorizados. Arquipo y los cristianos reunidos en la iglesia glorificaron a Dios y dieron gracias al santo Arcángel Miguel por la ayuda. El lugar donde los ríos se sumergían en la fisura recibió el nombre de “Chonae”, que significa “hundimiento”.

Tropario, tono 4 del común de los Arcángeles

Oh primado de los poderes celestiales, * te rogamos, nosotros indignos, * que, por tus súplicas, nos cubras * con la sombra de las alas de tu gloria inmaterial * y protejas a quienes te veneramos* y exclamamos con tesón: * líbranos de los peligros, * porque eres el arcángel.

Santo Profeta Zacarías, padre del Precursor Juan Bautista

El profeta Zacarías eran de origen sacerdotal y estaba casado con Santa Isabel quien era hija Sobe la hermana de santa Ana, la madre de la Virgen María. San Zacarías trabajaba en el templo de Jerusalén. El evangelista Lucas, cita a Zacarías y Elizabet en el primer capítulo de su Evangelio., donde predice el nacimiento de Juan el “Bautista.” Él dice que ambos eran justos ante Dios, cumplían todos los mandamientos, y reglas de Dios sin excepción. Llegando a la ancianidad, no tenían hijos. Por ello pasaban por muchas penurias porque el no tener hijos, según los hebreos, era un castigo de Dios por los pecados.

Al fin Dios envió al Arcángel Gabriel para anunciarle a Zacarías, el que estaba orando en el templo, por el futuro nacimiento de un hijo. El arcángel dijo que se llamaría Juan y predijo que Juan se colmará de Espíritu Santo, ya en el seno materno, que convertirá hacia Dios a muchos actuando con la fuerza del alma del profeta Elías. Toda su obra va a estar orientada para la preparación de la venida del Salvador.

Poco tiempo después de la aparición del arcángel, Elizabet concibió. En el nacimiento de Juan el Bautista, sucedió un milagro: Zacarías, quien hasta entonces era mudo, obtuvo nuevamente el don de la palabra. En santa alegría Zacarías elevó alabanzas a Dios y predijo de su hijo recién nacido:” A Ti te llamarán profeta del Altísimo, ya que irás delante del Señor preparando Sus caminos.” Poco tiempo en verdad se alegraron los justos padres por el hijo tan esperado. A los seis meses, en Belén, nació el Señor Jesucristo. El rey Herodes, conociendo esto se asustó, temiendo perder su cetro, dio la orden de matar a todos los niños en Belén y cercanías. El justo José con la Virgen María y el Niño Jesús se fueron a Egipto, la justa Isabel salvando a Juan se escondió en el desierto cerca del mar Muerto. El rey Herodes buscando a Juan envió al templo a los guerreros para saber de Zacarías, donde estaba escondida Isabel; como Zacarías se negó a decirle su lugar de su escondite, los guerreros lo mataron, entre el templo y el altar del sacrificio. Según la profecía la sangre derramada endureció sobre los pisos de mármol y durante muchos años fue el recuerdo para los peregrinos, de la maldad de Herodes.

La justa Isabel se estableció con su niño en una de las grutas. Vivió durante poco tiempo: el niño Juan apenas tenía unos años cuando quedó huérfano. Salvaguardado por el Señor y alimentado por ángeles, permaneció en el recio desierto hasta su aparición a los Israelitas como predicador de la penitencia.

Tropario, tono 4

Del ornato sacerdotal, * he aquí que el sabio se vistió * y, según la ley de Dios, * Zacarías ofreció * dignos holocaustos favorables; * y al volverse astro, vidente de secretos, * cierto portador de los signos de la gracia, * fue degollado el sapientísimo, * en medio del templo. * Profeta de Cristo, *  junto con el Precursor, * ruega por la salvación de nuestras almas.

Hieromártir Babilas obispo de Antioquía y compañeros mártires; Santo Profeta Moisés el que vio a Dios.

Este «hombre grande y maravilloso, si puede llamársele hombre», como dijo de él san Juan Crisóstomo, fue obispo de Antioquía durante el reino del malvado emperador Numeriano. Este Numeriano hizo un tratado de paz con un rey bárbaro, el cual era más noble y amante de la paz que él. Como muestra de su sincero deseo por una paz duradera, el rey bárbaro envió a su joven hijo a ser criado y educado en la corte de Numeriano. Mas un día, Numeriano apuñaló a este inocente muchacho con sus propias manos, y lo ofreció como sacrificio a los ídolos. Todavía exaltado por su vil derramamiento de sangre inocente, este criminal con corona de emperador fue a una iglesia cristiana para ver qué hacían allí. San Babilas estaba orando con el pueblo, y escuchó que el Emperador había venido con su séquito y que deseaba entrar a la iglesia. Babilas interrumpió el servicio, y saliendo de la iglesia, dijo al Emperador que como era un idólatra, no podía entrar al santo templo donde el único Dios verdadero era adorado.

En una homilía sobre Babilas, san Juan Crisóstomo dijo: «¿A qué otra persona en el mundo temería aquel que, con tal autoridad, enfrentó al Emperador? De este modo enseñó a los reyes a no sobrepasar la medida de poder que Dios les dio, y también demostró al clero cómo usar su propia autoridad». Avergonzado, el Emperador dio marcha atrás, pero planeó su venganza. Al día siguiente hizo llamar a Babilas, e increpándolo, le instaba a ofrecer sacrificio a los ídolos. Por supuesto, el santo rechazó firmemente hacer esto. Entonces el Emperador ordenó que lo encadenaran y lo arrojó en la cárcel. El Emperador también torturó a tres niños: Urbano, de doce años; Prilidiano, de nueve; e Hipolino, de siete. Babilas era su padre espiritual y maestro, y por amor a él no habían huido. Eran hijos de Cristódula, una honorable mujer cristiana que también sufrió por Cristo. El Emperador ordenó primero que diesen a cada niño tantos golpes cuantos años tenía, y entonces los arrojó en la cárcel. Finalmente ordenó que los tres fuesen degollados con espada. Aunque encadenado, Babilas estuvo presente en la degollación de los niños y les dio aliento; después de esto, puso su propia honorable cabeza bajo la espada. Los cristianos lo enterraron con sus cadenas en el mismo sepulcro que esos tres maravillosos niños, tal como él lo había pedido antes de su martirio. Sus santas almas volaron a su habitación divina, mientras que sus reliquias, que obran milagros, permanecieron como testigos constantes de su conducta heroica en la fe para beneficio de los fieles. Sufrieron alrededor del año 250 d. C.

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Babilas, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

 

Santo Profeta Moisés el que vio a Dios

Moisés nació en Egipto alrededor del año 1689 a.C. Cuando el faraón ordenó matar a todos los hijos varones de los esclavos hebreos (Éxodo 1:22), la madre de Moisés lo colocó en una canasta de papiro cubierta con brea y lo dejó a la deriva en el Nilo. La hija de Faraón lo encontró y lo crió como a su propio hijo.

A la edad de ochenta años, Moisés huyó a Madián, donde habló con Dios en la zarza ardiente en el monte Horeb (Éxodo 3:2). Dios eligió a Moisés para sacar a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Cruzaron el Mar Rojo como si fuera tierra seca y durante cuarenta años vagaron por el desierto.

Al llegar a la tierra de Moab, Moisés subió a la cima del monte Nebo (Deuteronomio 32:49), que se llama Phasga (Deuteronomio 34:1). Allí, según la voluntad de Dios, murió en el año 1569 a.C. a la edad de 120 años sin entrar a la Tierra Prometida.

El santo profeta Moisés realizó muchos milagros durante su vida y también después de su muerte. Apareció en Tabor con el profeta Elías en la Transfiguración del Señor (6 de agosto).

Tropario, tono 2 del común de santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Moisés, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

Hieromártir Antimo obispo de Nicomedia; Teoctisto que practicó el ascetismo junto a san Eutimio el Grande.

El Hieromártir Antimo, obispo de Nicomedia, y quienes estaban con él sufrieron durante la persecución contra los cristianos bajo los emperadores Diocleciano (284-305) y Maximiano (305-311). La persecución se volvió particularmente intensa después de un incendio en la corte imperial de Nicomedia. Los paganos acusaron a los cristianos de provocar el incendio y reaccionaron contra ellos con terrible ferocidad. Sólo en Nicomedia, el día de la Natividad de Cristo, unos veinte mil cristianos fueron quemados dentro de una iglesia. Sin embargo, esta monstruosa inhumanidad no asustó a los cristianos, quienes confesaron firmemente su fe y soportaron el martirio por Cristo.

Durante este período murieron los santos Doroteo, Mardonio, Migdonio, Pedro, Indes y Gorgonio. Uno de ellos fue decapitado a espada, otros perecieron quemados, enterrados vivos o ahogados en el mar. El soldado Zenón denunció audazmente al emperador Maximiano, por lo que fue apedreado y luego decapitado.

Entonces pereció a manos de los paganos la santa Virgen Mártir Domna, antigua sacerdotisa pagana, y también San Eutimio, por su preocupación de que los cuerpos de los santos mártires fueran enterrados. El obispo Antimo, que dirigía la Iglesia de Nicomedia, se escondió en un pueblo no lejos de Nicomedia a petición de su rebaño. Desde allí envió cartas a los cristianos, instándolos a adherirse firmemente a la santa Fe y a no temer las torturas. Una de sus cartas, enviada con el diácono Teófilo, fue interceptada y entregada al emperador Maximiano. Teófilo fue interrogado y murió bajo tortura, sin revelar a sus torturadores el paradero del obispo Antimo. Después de un tiempo, Maximiano logró saber dónde estaba san Antimo y envió un destacamento de soldados tras él.

El obispo los encontró en el camino, pero los soldados no reconocieron al santo. Los invitó a unirse a él y les proporcionó comida, después de lo cual reveló que él era a quien buscaban. Los soldados no sabían qué hacer. Querían dejarlo y decirle al emperador que no lo habían encontrado. El obispo Antimo no era alguien que tolerara una mentira, por lo que no consentiría en ello.

Los soldados llegaron a creer en Cristo y recibieron el santo bautismo. El santo les ordenó que cumplieran las instrucciones del emperador. Cuando el obispo Antimo fue llevado ante el emperador, éste ordenó que sacaran los instrumentos de ejecución y los colocaran ante él. “¿Crees, emperador, asustarme con estas herramientas de ejecución?” preguntó el santo. “¡No, en verdad, no se puede asustar a quien desea morir por Cristo! La ejecución sólo asusta a los cobardes, para quienes la vida presente es más preciosa”. Luego, el emperador ordenó que el santo fuera ferozmente torturado y decapitado con la espada.

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Antimo, obispo-mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

San Teoctisto

 

San Teoctisto de Palestina fue un gran asceta que vivió en el desierto de Judea. Al principio fue compañero de San Eutimio el Grande (20 de enero) en la vida ascética. Tan grande era su afecto mutuo y su unidad mental que parecían vivir como un alma en dos cuerpos. Eran personas de similar virtud y santidad, y se animaban mutuamente en sus luchas. Cada año, después de la despedida de la Teofanía, iban al desierto a luchar y orar en soledad, regresando a sus celdas el Domingo de Ramos.

Después de cinco años juntos, los santos Eutimio y Teoctisto fueron al desierto para la Gran Cuaresma y en un wadi descubrieron una gran cueva que luego se convirtió en una iglesia. Decidieron permanecer allí, creyendo que habían sido guiados allí por Dios. Comieron hierbas silvestres para sustentarse y no se encontraron con otras personas durante algún tiempo. Sin embargo, el Señor no quiso que estas grandes luminarias permanecieran ocultas. Quería que su sabiduría y santidad de vida fueran conocidas para beneficiar a otros. Un día, unos pastores de Betania encontraron a los ascetas y regresaron a su aldea y les contaron a otros sobre ellos. Después de eso, mucha gente vino a oír hablar de ellos, y monjes vinieron de otros monasterios a visitarlos. Algunos incluso se quedaron allí para recibir instrucciones de ellos.

Se reunieron tantos monjes a su alrededor que se vieron obligados a construir una lavra sobre la iglesia rupestre. San Eutimio nombró a Teoctisto igumeno de la lavra, mientras él mismo vivía recluido en la cueva. El sabio Teoctisto aceptaba a todos los que acudían a él, confesándolos y tratando las enfermedades de sus almas heridas con remedios espirituales apropiados.

Cuando llegó a una edad avanzada, San Teoctisto enfermó gravemente. San Eutimio (que tenía noventa años) lo visitó y cuidó de él. Cuando San Teoctisto acudió al Señor en 467, el Patriarca Anastasio de Jerusalén vino y presidió su funeral.

No debe confundirse San Teoctisto de Palestina con San Teoctisto de Sicilia (4 de enero).

Tropario, tono 8 del común de santos Anacoretas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Teoctisto, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Mártir Mamas de Cesarea en Capadocia y sus parientes mártires Teodoto y Rufina; san Juan el Ayunador, patriarca de Constantinopla.

El gran mártir Mamás nació en Paflagonia, Asia Menor, en el siglo III, de padres piadosos e ilustres, los cristianos Teodoto y Rufina que fueron arrestados por los paganos por su abierta confesión de fe y encarcelados en Cesarea de Capadocia. Conociendo su propia debilidad corporal, Teodoto oró para que el Señor lo tomara antes de ser sometido a torturas. El Señor escuchó su oración y murió en prisión. Santa Rufina murió también después de él, tras dar a luz a un hijo prematuro. Ella lo confió a Dios, rogándole que fuera Protector y Defensor del niño huérfano.

Una rica viuda cristiana llamada Ammia enterró con reverencia los cuerpos de los santos Teodoto y Rufina, tomó al niño en su propia casa y lo crió como a su propio hijo. San Mamas creció en la fe cristiana. El niño estudiaba con facilidad y de buena gana. No tenía una edad de juicio maduro, pero se distinguía por la madurez de mente y de corazón. Mediante conversaciones prudentes y el ejemplo personal, el joven Mamas convirtió al cristianismo a muchos de sus propios compañeros.

El gobernador, Demócrito, fue informado de esto y Mamas, de quince años, fue arrestado y llevado a juicio. En deferencia a su ilustre ascendencia, Demócrito decidió no someterlo a tortura, sino que lo envió al emperador Aureliano (270-275). El emperador intentó al principio amablemente, pero luego con amenazas, hacer que san Mamá volviera a la fe pagana, pero todo fue en vano. El santo se confesó valientemente cristiano y señaló la locura de los paganos en su adoración de ídolos sin vida.

Enfurecido, el emperador sometió al joven a crueles torturas. Intentaron ahogar al santo, pero un ángel del Señor salvó a san Mamá y le ordenó vivir en una montaña alta en el desierto, no lejos de Cesarea. Inclinándose ante la voluntad de Dios, el santo construyó allí una pequeña iglesia y comenzó a llevar una vida de estricta templanza, en proezas de ayuno y oración.

Pronto recibió un poder maravilloso sobre las fuerzas de la naturaleza: las bestias salvajes que habitaban el desierto circundante se reunieron en su morada y escucharon la lectura del Santo Evangelio. San Mamas se alimentaba con leche de cabras monteses y de ciervos. El santo no pasó por alto las necesidades de sus vecinos. Con esta leche preparó queso y lo regaló gratuitamente a los pobres. Pronto la fama de la vida de Santa Mamas se extendió por toda Cesarea.

El gobernador envió un destacamento de soldados para arrestarlo. Cuando se encontraron con San Mamas en la montaña, los soldados no lo reconocieron y lo confundieron con un simple pastor. Entonces el santo los invitó a su morada, les dio de beber leche y luego les dijo su nombre, sabiendo que le esperaba la muerte por Cristo. El siervo de Dios le dijo al siervo del Emperador que fuera delante de él hasta Cesarea, prometiéndole que pronto lo seguiría. Los soldados lo esperaban a las puertas de la ciudad, y allí les salió al encuentro San Mamas, acompañado de un león.

Al entregarse en manos de los torturadores, San Mamas fue llevado a juicio bajo un vicegobernador llamado Alejandro, quien lo sometió a intensas y prolongadas torturas. Sin embargo, no quebraron la voluntad del santo. Lo fortalecieron las palabras que le dirigieron desde arriba: “Sé fuerte y anímate, mamas”. Cuando arrojaron a San Mamas a las fieras, estas criaturas no quisieron tocarlo. Finalmente, uno de los sacerdotes paganos lo golpeó con un tridente. Herida de muerte, Santa Mamá salió más allá de los límites de la ciudad. Allí, en una pequeña cueva de piedra, entregó su espíritu a Dios, Fue enterrado por los creyentes en el lugar de su muerte.

Los cristianos pronto comenzaron a recibir ayuda de él en sus aflicciones y dolores. San Basilio el Grande habla así de las santas Mamás Mártires en un sermón al pueblo: “Acordaos del santo mártir, vosotros que vivís aquí y lo tenéis como ayuda. Ustedes que invocan su nombre, en él han sido ayudados. A los que estaban en el error los ha guiado a la vida. A aquellos a quienes sanó de sus enfermedades, a aquellos a cuyos hijos muertos les devolvió la vida, a aquellos cuyas vidas prolongó: ¡unámonos todos como uno y alabemos al mártir!

Tropario, tono 4 del común de mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

 

San Juan el Ayunador, Patriarca de Constantinopla

En Constantinopla nació nuestro Santo Padre Juan, Al principio trabajó como orfebre y todos esperaban que continuara en ese oficio. Desde su juventud, sin embargo, se inclinó por la vida monástica. También poseía un raro don para la continencia y un amor natural por el ayuno, por lo que se le conocía como “el Ayunador”. Debido a su fama de virtuoso, fue ordenado diácono por el patriarca Juan III, y posteriormente recibió la gracia del sacerdocio. San Juan fue encontrado digno de contemplar una visión que mostraba que llegaría a ser un digno receptor de la gracia de Dios, para la iluminación espiritual de su rebaño. Leía todos los días las Sagradas Escrituras y otros libros eclesiásticos, enriqueciendo así sus conocimientos.

Tras la muerte del patriarca Eutiquio, San Juan fue elegido para sucederlo. No quiso aceptar el cargo, pero le asustó una visión celestial y accedió. Con el ejemplo de su propia vida enseñó a todos los creyentes a reprimir sus deseos caprichosos y a controlarse a sí mismos.

San Juan fue Patriarca de Constantinopla entre 582 y 595, y fue el primero en utilizar el título de “Patriarca Ecuménico”.

Fue un gran intercesor y hacedor de maravillas hasta el momento de su muerte. San Juan, distinguido por su abstinencia y oración, tenía tal amor por los pobres que no les negó nada de su patrimonio. Después de su muerte, sus únicas pertenencias personales fueron una cuchara de madera, una camisa de lino y una prenda vieja. Son bien conocidos sus escritos sobre el arrepentimiento y la confesión.

Después de una vida virtuosa de piedad, durante la cual realizó muchos milagros, San Juan descansó el 2 de septiembre de 595. Sus reliquias llenas de gracia fueron sepultadas en la Iglesia de los Santos Apóstoles y se le conmemora también el 30 de agosto.

Tropario, tono 4 del común de santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo Padre Juan, intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

Comienza el Nuevo Año Eclesiástico; San Simeón el Estilita

 

El Primer Concilio Ecuménico de Nicea decretó que el año eclesiástico debe comenzar el 1 de septiembre.

El mes de septiembre era para los judíos el comienzo del año civil (cfr. Éxodo 12:2), el mes de recoger la cosecha y de traer a Dios sacrificios de acción de gracias. Fue durante esta fiesta (según la tradición) que el Señor Jesús entró en la sinagoga de Nazaret, y abriendo el rollo del Profeta Isaías, leyó: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para llevar la buena nueva a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor» (San Lucas 4:16-21; cfr. Isaías 61:1-2). Este mes de septiembre también es notable en la historia del cristianismo ya que fue en él que san Constantino el Grande venció a Majencio, el enemigo de la fe cristiana, victoria que fue seguida por la concesión de libertad para confesar la fe cristiana a través del Imperio Romano.

Tropario, tono 2

Oh Autor de toda la creación, * que has definido los tiempos y las estaciones * en tu propia autoridad, * bendice el inicio del año con tu bondad, Señor, * conserva en paz a los fieles y a la Iglesia, * por la intercesión de la Madre de Dios y sálvanos.

 

San Simeón el Estilita

Nacido en Siria de padres campesinos, huyo de ellos a la edad de dieciocho años y se hizo monje. Se entregó al más estricto ascetismo, a veces ayunando por cuarenta días. Después de esto, practicó una ascesis particular hasta entonces desconocida: estar de pie día y noche sobre un pilar en oración incesante. Este pilar era de 10 pies [3 metros] de alto al principio; entonces se le construyó uno de 20 [6 metros], luego de 36 [11 metros], de 60 [18 metros], y finalmente de 66 [20 metros]. Su madre santa Marta conmemorada también en esta fecha, vino a verlo dos veces, pero él no quiso recibirla, diciéndole desde su pilar: «No me perturbes ahora, querida madre, si es que vamos a ser dignos de encontrarnos en el siglo venidero». San Simeón sufrió innumerables ataques de demonios, venciéndolos todos mediante la oración. Obró grandes milagros, sanando a los enfermos mediante sus oraciones y sus palabras. Gente de todas partes se congregaban alrededor de su pilar: ricos y pobres, reyes y esclavos. Él los ayudaba a todos, restaurando la salud física a unos, dando consuelo e instrucción a otros, y denunciando a algunos por su fe herética. Fue así que la emperatriz Eudocia regresó a la Ortodoxia, abandonando la herejía de Eutiques. Simeón vivió en ascetismo durante los reinados de Teodosio el Joven, Marciano y León el Grande. Este primer estilita cristiano y gran obrador de milagros vivió setenta años, y entró en su descanso en el Señor el 1º de septiembre del 459 d. C. Sus reliquias fueron llevadas a Antioquía, a la iglesia que le fue dedicada.

Tropario, tono 1

Al volverte columna de paciencia, * has competido con los padres antiguos: * a Job en sufrimientos, a José en tentaciones * y a los incorpóreos aun en cuerpo. * Oh justo padre Simeón, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Dormición de la Santísima Madre de Dios y Siempre Virgen María

Las circunstancias de la Dormición de la Madre de Dios eran conocidas en la Iglesia Ortodoxa desde los tiempos apostólicos. Ya en el siglo I, el Hieromártir Dionisio el Areopagita escribió sobre Su “Quedarse Dormida”. En el siglo II, el relato de la asunsión corporal de la Santísima Virgen María al Cielo se encuentra en las obras de Melitón, obispo de Sardes. En el siglo IV, San Epifanio de Chipre hace referencia nuevamente a la tradición sobre el “Quedarse Dormida” de la Madre de Dios. En el siglo V, San Juvenal, Patriarca de Jerusalén, dijo a la santa emperatriz bizantina Pulqueria: “Aunque no hay relato de las circunstancias de Su muerte en la Sagrada Escritura, las conocemos por la Tradición más antigua y creíble”.

La Santísima Theotokos en una visita al Gólgota, a donde acudía para orar, recibió la visita del Arcángel Gabriel quien le anunció su próxima partida de esta vida a la vida eterna. En prenda de ello, el Arcángel le entregó una rama de palma. Con estas nuevas celestiales la Madre de Dios regresó a Belén con tres muchachas que la asistían (Séfora, Abigail y Jael). Llamó al justo José de Arimatea y a otros discípulos del Señor y les habló de Su inminente Reposo.

La Santísima Virgen oró también para que el Señor hiciera venir a Ella el apóstol Juan. El Espíritu Santo lo transportó desde Éfeso, colocándolo en el mismo lugar donde yacía la Madre de Dios. Después de la oración, la Santísima Virgen ofreció incienso y Juan escuchó una voz del Cielo, cerrando Su oración con la palabra “Amén”. La Madre de Dios entendió que la voz significaba la pronta llegada de los Apóstoles, los Discípulos y los santos Poderes Incorpóreos.

Los fieles, cuyo número entonces era imposible contar, se reunieron, dice San Juan Damasceno, como nubes y águilas, para escuchar a la Madre de Dios. Al verse unos a otros, los discípulos se alegraron, pero en su confusión se preguntaban unos a otros por qué el Señor los había reunido en un solo lugar. San Juan Teólogo, saludándolos con lágrimas de alegría, dijo que estaba cerca el tiempo del reposo de la Virgen.

Al acercarse a la Madre de Dios, la vieron acostada en la cama y llena de gozo espiritual. Los discípulos la saludaron y luego le contaron cómo habían sido sacados milagrosamente de sus lugares de predicación. La Santísima Virgen María glorificó a Dios, porque había escuchado Su oración y cumplido el deseo de Su corazón, y comenzó a hablar de Su fin inminente.

Durante esta conversación también apareció de manera milagrosa el apóstol Pablo junto con sus discípulos Dionisio Areopagita, san Hieroteo, san Timoteo y otros de los Setenta Apóstoles. El Espíritu Santo los había reunido a todos para que pudieran recibir la bendición de la Purísima Virgen María y, más apropiadamente, velar por el entierro de la Madre del Señor. Llamó a cada uno de ellos por su nombre, los bendijo y los ensalzó por su fe y por las dificultades que soportaron en la predicación del Evangelio de Cristo. A cada uno deseó la bienaventuranza eterna y oró con ellos por la paz y el bienestar del mundo entero.

Llegada la hora tercera (9 a.m.), cuando debía ocurrir la Dormición de la Madre de Dios. Los santos discípulos rodearon su lecho bellamente adornado, ofreciendo alabanzas a Dios. Ella oró anticipando Su fallecimiento y la llegada de Su anhelado Hijo y Señor. De repente, brilló la Luz inexpresable de la Gloria Divina, ante la cual las velas encendidas palidecieron en comparación. Todos los que lo vieron se asustaron. Descendiendo del Cielo estaba Cristo, el Rey de la Gloria, rodeado de huestes de Ángeles y Arcángeles y otros Poderes Celestiales, junto con las almas de los Padres y los Profetas, que habían profetizado en tiempos pasados ​​acerca de la Santísima Virgen María.

Al ver a su Hijo, la Madre de Dios exclamó: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava” (Lucas 1:46-48) y, levantándose Desde Su lecho para encontrarse con el Señor, Ella se inclinó ante Él y el Señor le ordenó entrar en la Vida Eterna. Sin sufrimiento corporal alguno, como en un sueño feliz, la Santísima Virgen María entregó su alma en manos de su Hijo y Dios.

Lamentando su separación de la Madre de Dios, los Apóstoles se prepararon para enterrar Su cuerpo purísimo. Los santos apóstoles Pedro, Pablo, Santiago y otros de los Doce Apóstoles llevaron sobre sus hombros el féretro funerario, y sobre él yació el cuerpo de la Siempre Virgen María. San Juan Teólogo iba a la cabeza con la resplandeciente rama de palma del Paraíso. Los demás santos y una multitud de fieles acompañaron el féretro con cirios e incensarios, entonando cantos sagrados. Esta solemne procesión fue desde Sión a través de Jerusalén hasta el Huerto de Getsemaní.

El sacerdote judío Athonios, por despecho y odio hacia la Madre de Jesús de Nazaret, quiso derribar el féretro en el que yacía el cuerpo de la Santísima Virgen María, pero un ángel de Dios le cortó invisiblemente las manos que habían tocado. el féretro. Al ver tal maravilla, Atonio se arrepintió y con fe confesó la majestad de la Madre de Dios. Recibió curación y se unió a la multitud que acompañaba el cuerpo de la Madre de Dios, y se convirtió en un celoso seguidor de Cristo.

Cuando la procesión llegó al Huerto de Getsemaní, entonces, en medio del llanto y los lamentos, comenzó el último beso al cuerpo purísimo. Sólo al atardecer los Apóstoles pudieron colocarlo en la tumba y sellar la entrada a la cueva con una gran piedra.

Durante tres días no se apartaron del lugar del sepulcro, orando y cantando salmos. Por la sabia providencia de Dios, el apóstol Tomás no estuvo presente en el entierro de la Madre de Dios. Al llegar tarde al tercer día a Getsemaní, se acostó junto al sepulcro y con lágrimas amargas pidió que se le permitiera mirar una vez más a la Madre de Dios y despedirse de ella. Los Apóstoles, llenos de compasión por él, decidieron abrir la tumba y permitirle el consuelo de venerar las santas reliquias de la Siempre Virgen María. Al abrir la tumba, encontraron en ella sólo los envoltorios funerarios y así se convencieron del traslado corporal de la Santísima Virgen María al cielo.

Tropario, tono 1

En el parto conservaste la virginidad * y en la Dormición no descuidaste al mundo, oh Madre de Dios; * porque te trasladaste a la vida * por ser la Madre de la Vida. * Por tus intercesiones, salva de la muerte nuestras almas.

Condaquio Tono 4

A la Madre de Dios, que no descuida su intercesión, * la esperanza indesairable de quienes piden su protección, * no pudieron retenerla * ni el sepulcro ni la muerte; * porque siendo la Madre de la Vida * fue trasladada a la vida * por quien habitó en su seno * conservándola siempre Virgen.

 

Prefiesta de la Dormición de la Madre de Dios; Santo Profeta Miqueas

Desde el 1 de agosto, con el ayuno en honor de la Madre de Dios nos estamos preparando para la gran fiesta de su Dormición. Hoy en la prefiesta, el Tropario, con un espíritu anticipado de celebración,  nos invita a reunirnos con alegría, porque la Theotokos está a punto de partir de la tierra al cielo.

Tropario, tono 4

Oh pueblos, saltad con fe y celebrad con fervor; * con ansia y gran anhelo, disponed el festejo del regocijo. * He aquí, la purísima * Theotokos se eleva * de la tierra en gloria * a las altas moradas. * Honrémosla como Madre de Dios, * con cánticos por siempre.

Santo Profeta Miqueas

El profeta Miqueas, el sexto de los Doce Profetas Menores, descendía de la tribu de Judá y era natural de la ciudad de Moreset, al sur de Jerusalén. Su servicio profético comenzó alrededor del año 778 antes de Cristo y continuó durante casi 50 años bajo los reyes de Judá: Jotam, Acaz y el justo Ezequías (721-691 a.C., 28 de agosto).

Fue contemporáneo del profeta Isaías. Sus denuncias y predicaciones se referían a los reinos separados de Judá e Israel. Previó las desgracias que amenazaban al reino de Israel antes de su destrucción, y los sufrimientos de Judá durante las incursiones del emperador asirio Senaquerib.

A él le pertenece una profecía sobre el nacimiento del Salvador del mundo: “Y tú, Belén de Efrata, aunque eres  la menor entre las familias de Judá; de ti  me saldrá aquel que ha de dominar en Israel; y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño” (Miqueas 5).

Sus reliquias fueron descubiertas en el siglo IV después del nacimiento de Cristo en Barafsatia.

Tropario, tono 2 del común de los santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Miqueas, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

 

Sinaxis de los Doce Gloriosos y Alabadísimos Apóstoles de Cristo

La Sinaxis o Conmemoración en común de los Gloriosos y alabadísimos Doce Apóstoles de Cristo: Pedro, Andres, Santiago y Juan hijos del Zebedeo, Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, Santiago el hijo de Alfeo, Judas el hermano de Santiago, Simon el Celote y Matías, parece ser una Fiesta muy antigua. La Iglesia honra a cada uno de los Doce Apóstoles en fechas separadas durante el año, pero ha establecido una conmemoración general para todos ellos al día siguiente de la conmemoración de los Gloriosos y Primeros Apóstoles Pedro y Pablo.

El santo emperador Constantino el Grande, (21 de mayo), construyó una iglesia en Constantinopla en honor a los Doce Apóstoles. Y ya hay instrucciones para celebrar esta Fiesta que datan del siglo IV. Las listas de los nombres de los Apóstoles podemos encontrarlas en los distintos textos del Nuevo Testamento: Mt.10:2, Marcos 3:14, Lucas 6:12, Hechos 1:13, 26.

Tropario, tono 3

Oh santos apóstoles, * interceded ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santos Gloriosos y Alabadísimos Apóstoles Pedro y Pablo

Los himnos de la fiesta hablan de los Santos Pedro y Pablo como líderes y corífeos de los Apóstoles. Son, sin duda, los primeros en las filas de los Apóstoles y ya san Agustín en un famoso discurso, da fe que desde tiempos inmemoriales los celebramos en una misma fecha.

Los corifeos eran líderes del coro en la antigua tragedia griega. Ellos marcaron la pauta para el canto, y también para los movimientos de danza y gestos del coro. Antes de Sófocles, había doce miembros del coro, y los santos Pedro y Pablo son sin duda, los líderes del coro de los los doce Apóstoles.

San Pedro, hermano de San Andrés, era pescador en el mar de Galilea. Estaba casado y Cristo curó a su suegra de una fiebre (Mt.8:14). Él, junto con Santiago y Juan, fueron testigos de los milagros más importantes de la vida terrenal del Salvador.

A pesar de haber reconocido anteriormente a Cristo como el Hijo de Dios, lo negó tres veces la noche anterior a la crucifixión. Por eso, después de Su resurrección, el Señor le preguntó tres veces si lo amaba. Luego le dijo que apacentara a sus ovejas (Juan 21:15-17).

Después del descenso del Espíritu Santo en Pentecostés, San Pedro se dirigió a la multitud (Hechos 2:14) y realizó muchos milagros en el nombre de Cristo. Bautizó a Cornelio, el primer gentil converso (Hechos 10:48). Fue encarcelado, pero escapó con la ayuda de un ángel (Hechos 5:19). San Pedro también viajó a muchos lugares para proclamar el mensaje del Evangelio. Escribió dos Epístolas, que forman parte del Nuevo Testamento.

San Pedro fue ejecutado en Roma durante el reinado de Nerón. Según la Tradición, pidió ser crucificado boca abajo, ya que no se sentía digno de morir de la misma manera que su Señor.

Por su parte, san Pablo era de la tribu de Benjamín y vivía en Tarso de Cilicia. Una vez se describió a sí mismo como hebreo, un israelita de la simiente de Abraham (2 Cor. 11:22). También era fariseo y fabricante de tiendas (Hechos 18:3) que había estudiado la Ley con Gamaliel en Jerusalén. Al principio se llamaba Saulo y había perseguido a la Iglesia. Estuvo presente en la lapidación de San Esteban (Hechos 7:58). Luego, en el camino a Damasco, se convirtió cuando Cristo se le apareció. Cegado por la visión, fue sanado cuando Ananías le impuso las manos. Después de su curación, fue bautizado (Hechos 9:18).

San Pablo predicó el Evangelio en Grecia, Asia Menor y Roma, y escribió catorce epístolas. La tradición dice que fue martirizado en Roma hacia el año 68.

Los santos Apóstoles Pedro y Pablo son considerados los Patronos de la Sede de Antioquía.

Tropario, tono 4

Oh primados entre los apóstoles * y maestros del universo: * intercedan ante el Señor de todo * para que otorgue la paz al mundo, * y a nuestras almas la gran misericordia.

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