Boletín del 16/05/2010

 Domingo de los S. Padres del 1er.Concilio Ecuménico

Ascención I

Oh Cristo, mientras los discípulos te miraban subir al Padre
para sentarte a su lado,
los ángeles se apresuraban clamando:
“Levantad las puertas, levantadlas,
pues el Rey ascendió a la Gloria de su Luz substancial.”

Exapostelario

 

Tropario de la Resurrección

Tono 6

Los poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro;
y los guardias quedaron como muertos;
María se plantó en el sepulcro
buscando Tu Cuerpo Purísimo;
sometiste al hades sin ser tentado por él;
y encontraste a la Virgen otorgándole la vida.
¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti!

Tropario de la Divina Ascensión

Tono 4

Ascendiste con gloria, oh Cristo Dios nuestro,
y alegraste a tus discípulos con la promesa del Espíritu Santo
confirmándoles con tu bendición que eres el Hijo de Dios,
el Salvador del mundo.

Tropario de los Santos Padres del 1er. Concilio Ecuménico

Tono 8

¡Glorificado eres Tú oh Cristo Dios nuestro,
que cimentaste a los santos padres en la tierra como astros,
por los cuales nos dirigiste a la verdadera fe!
¡oh Misericordioso, gloria a Ti!

Condaquio de la Divina Ascensión

Tono 6

Cuando concluiste el plan de nuestra Redención
uniendo a los terrenales con los celestiales,
ascendiste glorioso a Tu lugar, oh Cristo nuestro Dios,
aunque no Te habías desprendido de él,
pues permaneciste siempre firme en él,
y clamando a los que amas:
«Yo estoy con vosotros y nadie estará en contra».

Lectura de Hechos de los Apóstoles (20:16-18, 28-36)

 En aquellos días: Pablo había resuelto pasar de largo por Efeso, para no perder tiempo en Asia. Se daba prisa, porque quería estar, si le era posible, el día de Pentecostés en Jerusalén. Entonces desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Efeso. Cuando llegaron donde él, les dijo:

«Tengan cuidado de ustedes y de toda la grey, en medio de la cual les ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él se adquirió con su propia sangre.

Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre ustedes lobos crueles que no tendrán clemencia del rebaño; y también que de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí. Por tanto, vigilen y acuérdense que durante tres años no he cesado de amonestarles día y noche con lágrimas a cada uno de ustedes.

Ahora, hermanos, les encomiendo a Dios y a la Palabra de su Gracia, que tiene poder para edificarlos y darles la herencia con todos los santificados.

Yo de nadie codicié plata, oro o vestido. Ustedes saben que estas manos proveyeron a mis necesidades y a las de mis compañeros. En todo les he enseñado que es así, trabajando, como se debe socorrer a lo débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir.»

Dicho esto, se puso de rodillas y oró con todos ellos.

Evangelio según San Juan (17:1-13)

En aquel tiempo, Jesús alzó los ojos al cielo y dijo: «¡Padre!, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti. Y según le has dado potestad sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que le diste. Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Ahora glorifícame, ¡oh Padre!, junto a Ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que fuese el mundo. He manifestado tu Nombre a los hombres que del mundo me has dado. Tuyos eran, y me los has dado, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado, viene de Ti, porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que vengo de Ti, y han creído que Tú me enviaste. Yo ruego por ellos, no ruego por el mundo, sino por los que me has dado, porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo; yo voy a Ti.

¡Oh Padre Santo!, guarda en tu Nombre a los que me has dado, para que sean uno, así como Nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu Nombre; a los que me has dado, yo los guardaba, y ninguno de ellos se ha perdido, salvo el hijo de la perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a Ti, y digo esto en el mundo, para que tengan en sí mismos mi alegría en su plenitud.»

El icono de la Divina Ascensión

Cristo, después de su Resurrección se manifestó varias veces a los discípulos, a las Mirróforas, a más de quinientas personas como nos cuenta San Pablo, y a muchos otros confirmando su Resurrección. Cuarenta días después, ascendió a los cielos. Este acontecimiento, que festejamos el Jueves pasado, nos lo conservó San Lucas en su Evangelio: «mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.» (Lc 24:51).

El icono de la Ascensión nos ilustra el pasaje evangélico: Cristo asciende al Cielo rodeado por un halo de Luz que expresa su Gloria divina, sin embargo su vestimenta parece igual a la de los apóstoles; pues con su Ascensión ha elevado con Él a la naturaleza humana. La Ascensión del Señor no es un traslado de lugar (de la tierra al cielo) sino que significa la salida del espacio de lo creado y el ingreso en el divino y eterno. Cristo, elevó nuestra naturaleza humana a donde nunca había estado.

La Virgen en el centro del icono eleva sus manos orando en silencio; ella representa la Iglesia, ya que su seno era el lugar de reunión entre lo humano y lo divino, así como la Iglesia lo es a partir de Pentecostés.

Los dos ángeles vestidos de blanco dicen a los apóstoles: «¿Qué hacéis ahí mirando al cielo? Éste que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.» (Hch1: 11)

Los apóstolos, con un movimiento vital, expresan el gozo de recibir la bendición del Hijo de Dios; tristes por ser separados de Él, pero optimistas por la promesa del Espíritu Santo que haría perpetua la Presencia de Jesús en sus corazones. Algunos de ellos miran hacia la Ascensión pero otros contemplan a la Virgen: ¿cómo en tu seno ha cabido el Rey de la Gloria?

El icono de la Ascensión es ilustración de la Iglesia cuya Cabeza es nuestro Señor Jesucristo, cuya imagen es la Virgen, y cuyos pilares son los Apóstoles.

Concilio de Nicea

Con la asistencia de 318 obispos de Europa, África y Asia, se celebró en Necea, a mediados del año 325 d.C, el primer concilio ecuménico de la Iglesia, convocado, ciertamente, por el emperador Constantino el Grande, y presidido, al parecer, por Eustacio, obispo de Antioquía. Destaca la presencia en este concilio de un grupo numeroso de Padres que, por su fe, dieron un ejemplo vivo de vida en Cristo, como son San Nicolás de Mira, Espiridión de Trimitos, Macario de Jerusalén, y el Diácono, en ese entonces, san Atanasio el Grande.

En el primer tercio del Siglo IV, el pueblo cristiano se encontraba dividido y confundido por la predicación de un diácono libio, Arrio, que rechazaba la divinidad de Cristo, y enseñaba que el Señor era criatura y no creador y, por lo tanto, no era ni eterno ni consubstancial al Padre. Así mismo decía que sólo en forma alegórica se le nombraba «Hijo», «Sabiduría» y «Poder» de Dios. Después de intentos vanos de parte del patriarca de Alejandría para convencerle de su error, más tarde, su doctrina fue condenada, y Arrio fue despojado de sus grados clericales por un concilio local celebrado en Alejandría en el año 321 al que asistieron 100 obispos de Egipto y Libia.

El 1er. Concilio Ecuménico reunido en la plaza central del palacio imperial en Necea se enteró de la enseñaza de Arrio y la condenó como herética confirmando la fe establecida en el Evangelio y que aún sostiene la Iglesia: Cristo es verdadero Dios. Con ello, los Padres del concilio no inventaban un dogma nuevo, sino que se afirmaban en la doctrina de los santos Apóstoles y consolidaban sus enseñanzas: «Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el Dios verdadero y la Vida eterna», dice Juan el evangelista (1Jn 5:20). Sobre esta base el concilio expresó su fe en el Padre y El Hijo dictando la primera parte del Credo, o Símbolo de Necea. Por las oraciones de los Santos Padres, Señor, ten piedad de nosotros. AMÉN.

Boletín del 09/05/2010

Domingo de la curación del ciego

domingo del ciego

“Oh Señor, ilumina mis ojos espirituales
oscurecidos con las tinieblas del pecado;
úntalos con la humildad, oh Misericordioso,
y lávalos con las lágrimas del arrepentimiento.”

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 4

Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
Al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte,
y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Condaquio de la Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas: «¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que  concedes a los caídos la resurrección.

Lectura de Hechos de los Apóstoles (16: 16-34)

En aquellos días: sucedió que mientras íbamos a la oración, nos vino al encuentro una muchacha  esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos. Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.» Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en el mismo instante salió.

Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados; los presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad; son judíos y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.» La gente se amotinó contra ellos; los pretores les hicieron arrancar los vestidos y mandaron azotarles con varas. Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado. Éste, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.

Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos. Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido. Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»

El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas, los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?» Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.» Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos. Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.

Evangelio según San Juan (9:1-39)

En aquel tiempo, Jesús al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento; sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres?» Jesús respondió: «Ni él pecó ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Conviene que Yo haga las obras del que me ha enviado mientras es de día; viene la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, Yo soy la Luz del mundo.»

Dicho esto, escupió en la tierra e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: «Vete y lávate en la piscina de Siloé» (palabra que significa “el enviado”). Él fue y se lavó allí, y cuando volvió veía claramente.

Sus vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna decían: «¿No es éste el que se sentaba aquí y pedía limosna?» Unos decían: «Es él», otros en cambio: «No, es uno que se le parece.» Pero él afirmaba: «Sí, soy yo.» Le preguntaban, pues: «¿Cómo se te han abierto los ojos?» Contestó: «Aquel hombre que se llama Jesús hizo un poquito de lodo, me untó los ojos, y me dijo: “Vete a la piscina de Siloé y lávate allí.” Fui, me lavé, y ahora veo.» Le preguntaron: «¿Dónde está ése?» Respondió: «No lo sé.»

 Lo llevaron, pues, ante los fariseos al que había sido ciego. Pero es de advertir que ese día en que Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos al ciego era sábado. Nuevamente, pues, los fariseos le preguntaban también cómo había recobrado la vista. El les respondió: «Puso lodo sobre mis ojos, me lavé, y veo.» Sobre lo que decían algunos de los fariseos: «No viene de Dios este hombre, pues no guarda el sábado.» Otros decían: «¿Cómo un hombre pecador puede realizar tales señales?» Y había desacuerdo entre ellos. Entonces volvieron a decirle al ciego: «Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Respondió: «Que es un profeta.» Pero, por lo mismo, no creyeron los judíos que hubiese sido ciego, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es éste su hijo, de quien dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres les respondieron: «Sabemos que éste es hijo nuestro, y que nació ciego, pero cómo ahora ve, no lo sabemos, ni tampoco sabemos quién le ha abierto los ojos; pregúntenle a él, edad tiene y puede responder por sí mismo.» Esto dijeron sus padres por miedo a los judíos, porque los judíos se habían puesto de acuerdo en echar de la sinagoga a cualquiera que reconociese a Jesús por el Cristo. Por eso dijeron: «Edad tiene: pregúntenle.»

Llamaron, pues, otra vez al hombre que había sido ciego, y le dijeron: «¡Da gloria a Dios! Nosotros   sabemos   que   ese   hombre   es    un pecador.» Él respondió: «Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo antes era ciego y ahora veo.» Le replicaron: «¿Qué hizo él contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?» Les respondió: «Ya se lo he dicho y no me han oído, ¿por qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso será que también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?» Entonces comenzaron a insultarlo. Y le dijeron: «Tú eres discípulo de ése; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, mas éste no sabemos de dónde es.» Respondió aquel hombre y les dijo: «Aquí está lo extraño:  me  ha  abierto  los  ojos  y ustedes no saben de donde viene… Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que al que teme a Dios y hace su voluntad, a éste le escucha. Desde que el mundo es mundo no se ha oído jamás que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si este hombre no fuese de Dios, no podría hacer nada de lo que hace.» Le respondieron: «Saliste del vientre de tu madre envuelto en pecado, ¿y nos das lecciones?» Y lo echaron fuera.

 Oyó Jesús que lo habían echado fuera, y encontrándolo, le dijo: «¿Crees en el Hijo de Dios?» Respondió él y dijo: «¿Y quién es, Señor, para que crea en Él?» Le dijo Jesús: «Lo has visto; es el mismo que está hablando contigo.» Él entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante Él.

De ciego a iluminado

Leemos en la temporada pascual este pasaje relacionado con el bautismo de los catecúmenos que, durante los primeros siglos, se efectuaba el Sábado de Gloria, y el nombre de esos recién bautizados era “los nuevos iluminados por Cristo”. ¿Cuál es el enlace de esta lectura con el Bautismo que es la santa iluminación?

Primeramente, cuando encontramos la acción de la creación de la vista en ojos que jamás conocieron luz, entendemos que el Señor Jesucristo dio la luz a este ciego como si le “diera a luz”; y el Bautismo no es sino regeneración, como dice san Pablo (Tit 3:5). El Señor untó los ojos del ciego con el lodo —que, por lo general, causaría daño a los ojos— y los otorgó vida; de la misma manera, nosotros cuando somos “enterrados” por el Bautismo, recibimos la vida eterna, y tal como este ciego pudo ver lo invisible, que Jesucristo es Dios, así los nacidos del bautismo viven lo que nadie mundano puede vivirlo: el Reino celestial de Dios.

El segundo enlace de la lectura evangélica con el Bautismo es el conocimiento de Cristo Dios y lo obtendremos gradualmente conociendo al Señor como hombre después como profeta, y al final como hijo de Dios y como Dios verdadero. El conocimiento de los nuevos iluminados también se evoluciona para formar una relación personal con el Señor, por medio de la cual conocen de Él o, más bien, lo conocen personalmente, y viéndolo, creen en Él. Entonces cada conocimiento de Dios que no termina en la unión con Él es incumplido; por eso la curación del ciego no ocurrió cuando se abrieron sus ojos sino en el momento que conoció a Cristo.

El tercer enlace, el más importante, es la confesión del ciego en Jesucristo, sin miedo ninguno a los fariseos: jamás aceptó satisfacerlos y negar la verdad y así apareció como testigo sincero de Cristo. Así debe ser la fe del bautizado: no es que examina a Dios y hasta lo “juzga”, sino que el amor a Dios le es suficiente para ser fiel a Él y creyente en Él. Este ciego observó que Cristo vino de Dios y por eso le adoró. “¿Cuánto más deberíamos hacerlo nosotros, los que recibimos bendiciones mayores que las de él ya que nuestros ojos interiores han sido abiertos a los misterios inefables y hemos sido convocados a una dignidad grandiosa?”, se pregunta san Juan Crisóstomo.

Ahora no existen “los nuevos iluminados” a causa del bautismo de los niños, pero debemos entender la confesión del ciego como una vocación nuestra para que seamos testigos de Jesucristo en cuya luz hemos visto la verdadera luz. Lo que el Señor dijo antes de hacer la curación es nuestra misión como cristianos: debemos laborar “las obras de mi Padre” mientras que respiramos. Y ya que hemos sido iluminados, debemos ser “luz del mundo” que le guía a Jesucristo diciendo: “¿Quieren ustedes hacerse discípulos suyos?”

Rev. Archimandrita Andrés Marcos
Abad del Monasterio San Antonio el Grande
Jilotepec, México

Jueves de Ascensión

El siguiente jueves, 13 de mayo, celebramos la Divina Ascensión, acontecimiento en el cual el Señor, 40 días después de su Resurrección, ascendió a los Cielos en medio de sus Discípulos. ¡Que estos cuarenta días nos confirmen en la realidad de la Resurrección para dar testimonio digno de la grandeza de la Buena Nueva!

Boletín del 02/05/2010

Domingo de la Samaritana

samaritana

Oh Salvador Todopoderoso
que hiciste brotar agua a los hebreos de una roca muda:
al llegar a la tierra de Samaría hablaste con una mujer pidiéndole agua,
así la atrajiste hacia la fe en Ti,
y ahora ha alcanzado la vida eterna en los cielos.

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 4

Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel
el alegre anuncio de la Resurrección,
y la sentencia ancestral rechazaron
y se dirigieron con orgullo a los apóstoles
diciendo: ¡Fue aprisionada la muerte,
Resucitó Cristo Dios y concedió al mundo
la gran misericordia!

Tropario de “Mediada la Fiesta”

Tono 8

Mediada la Fiesta, riega mi alma sedienta
con las aguas de la devoción,
Tú que exclamaste a todos:
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.”
¡Oh Fuente de la Vida, Señor, Gloria a Ti!

Condaquio de la Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas:
«¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que  concedes a los caídos la resurrección.

Carta del Apóstol San Pablo a los hebreos (13: 7-16)

Hermanos: Acuérdense de sus dirigentes, que les anunciaron la Palabra de Dios y, considerando el final de su vida, imiten su fe. Jesucristo es el mismo, ayer como hoy y por los siglos. No se dejen seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la Gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino. Tenemos nosotros un altar del cual no tienen derecho a comer los que dan culto en la Tienda.

Los cuerpos de los animales, cuya sangre lleva el sumo sacerdote al santuario para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento. Por eso, también Jesús, para santificar al pueblo con su Sangre, padeció fuera de la puerta. Así pues, salgamos donde Él fuera del campamento, cargando con su oprobio; que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la que está por venir. Ofrezcamos sin cesar, por medio de Él, a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su Nombre. No se olviden de hacer el bien y de ayudarse mutuamente, porque en tales sacrificios Dios se complace.

Evangelio según San Juan (Jn 4:5-42)

En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaria llamada Sicar, vecina a la tierra que Jacob dio a su hijo José; allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo; era ya cerca del mediodía. Vino entonces una mujer samaritana a sacar agua. Le dijo Jesús: «Dame de beber» (Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar comida). Pero la mujer samaritana le respondió: «¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú misma le pedirías agua viva y Él te la daría.» Respondió la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y además el pozo es muy hondo. ¿Dónde tienes, pues, esa agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus ganados?» Respondió Jesús: «Cualquiera que beba de esa agua, volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo le dé no volverá a tener sed: el agua que yo le dé se convertirá en él en manantial de agua que emanará para vida eterna.» La mujer le dijo: «Señor, dame de esa agua y así ya no sufriré la sed, ni tendré que volver aquí a sacar agua.» Pero Jesús le dijo: «Anda, busca a tu marido y vuelve con él acá.» Respondió la mujer: «No tengo marido.» Le dijo Jesús: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos, y el que ahora tienes, no es tu marido. En eso has dicho la verdad.» Le dijo la mujer: «Señor, veo que eres profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y ustedes los judíos dicen que el sitio donde hay que adorar está en Jerusalén.» Respondió Jesús: «Créeme mujer que llegará el tiempo en que ni en ese monte, ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes los samaritanos adoran lo que no conocen, pero nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero ya llega la hora (ya estamos en ella) en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que lo adoran. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad.» La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías (el llamado “Cristo”) está por venir; cuando venga, Él nos revelará todo.» Y Jesús le responde: «Yo Soy, el que te habla.»

En esto llegaron sus discípulos y se extrañaron que hablase con una mujer, pero nadie le dijo «¿qué quieres?», o «¿por qué hablas con ella?» La mujer, dejando allí su cántaro, corrió  a la ciudad y dijo a la gente: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto yo he hecho. ¿No será el Cristo?» Salieron, pues, de la ciudad y fueron a verlo. Entretanto, los discípulos le insistían: «Maestro, come.» Jesús les dijo: «Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen.» Se decían los discípulos unos a otros: «¿Le habrán traído de comer?» Pero Jesús les dijo: «Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra. ¿No dicen  ustedes:  “Dentro de cuatro meses será tiempo de siega”? Pues bien ahora yo les digo: Levanten la vista y miren los campos, y vean que ya están blanqueados para la siega. Ya el segador cobra su paga y recoge fruto para la vida eterna, y con esto el sembrador  también  participa  en la  alegría  del segador. En esta ocasión, se vale aquel refrán: uno es el que siembra, y otro es el que cosecha. Yo los he enviado a ustedes a cosechar donde no se habían fatigado; otros se fatigaron y ustedes se aprovechan de su fatiga.»

 Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por las palabras de la mujer, que aseguraba: «Me ha revelado todo cuanto yo hice.» Y cuando llegaron a Él los samaritanos, le rogaron que se quedase allí. En efecto, se detuvo dos días en aquella ciudad, con lo que fueron muchos más los que creyeron en Él por haber oído sus palabras; y decían a la mujer: «Creemos ya no por lo que tú has dicho, sino nosotros mismos lo hemos oído y hemos conocido que Éste es verdaderamente el Salvador del mundo.»

desde el poso hasta el martirio

La lectura evangélica de este día enseña una experiencia más sobre el encuentro con el Señor, encuentro que místicamente transforma la vida. La famosa samaritana ascendió en el conocimiento de Jesús gradualmente hasta que llegó a proclamarlo el Señor de su vida.

Cuando esta mujer estaba junto al pozo, encontró a Jesús. Allá, rodeada con todas sus preocupaciones mundanas, no podía ver en Jesús más que un judío, un hombre común, por lo que le dijo: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy una mujer samaritana?» Pues, para ella, Cristo no es más que un hombre extraño que pertenece a una raza enemiga.

Jesús le habló del «agua viva»: quien beba de ella «no volverá a tener sed». Este discurso la llevó a reflexionar sobre la religión y por ello dijo: «¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo, del cual bebió él, sus hijos y sus ganados?»

A partir de este diálogo «religioso», el Señor despierta en ella la conciencia y el auto examen preguntándole acerca de su marido y de su vida privada en lugar de seguir con cuestionamientos de índole religioso. Cuando sus palabras tocaron la vida y lo moral, Jesús pasa a ser, para ella, un profeta. Los profetas siempre han exigido congruencia entre la religiosidad y el comportamiento, «porque yo quiero misericordia, no sacrificio, dice el Señor» (Os 6:6).

A través de esta puerta vital, la penitencia y el auto conocimiento, el Señor la introdujo en el tema de la adoración en Espíritu, lejos de las reglas. Le habló de la religión, no como deberes sino como un amor voluntario y experiencia de la Verdad: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad.» La profundidad de las palabras de Jesús trajo a la memoria de la samaritana las profecías sobre el Mesías: «Yo sé que el Mesías está por venir», y Jesús le dijo: «Yo Soy, el que te está hablando.» Pasa a ser para ella el Cristo esperado, el Salvador del mundo.

Mientras se preocupaba por sus necesidades materiales, lo veía como un hombre común; cuando comenzó a transitar por el mundo de la religión, lo consideró como religioso; cuando entró en sí misma experimentando la penitencia y confesando su realidad, lo admiró como un profeta; finalmente cuando llegó a la adoración en Espíritu y en verdad, a la libertad de la fe, comprendió que era el Mesías. Y lo más grandioso es que en cuanto asimiló que Jesús era el Salvador, se convirtió en una discípula de Él y apóstol: dejó su cántaro, más bien, su vida bajo los pies del Señor y corrió a anunciar a sus compatriotas: «Vengan a ver», y a ofrecer su testimonio, a saber, su martirio. Ella es santa Fotina (iluminada), mártir en Cristo que la Iglesia conmemora el día 26 de febrero. Sus intercesiones sean con nosotros. Amén.

صاحب السيادة يستلم مفاتيح سوليداد

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خلال زيارةٍ رعائية لولاية سان لويس بوتوسي، تم استقبالٌ حافلٌ لصاحبِ السيادة المتروبوليت أنطونيوس شدراوي مطران المكسيك وتوابعها للروم الأورثوذكس وفيه سلّم رئيسُ بلديةِ سوليداد (وهي ثاني أكبر بلديات الولاية وعدد سكانها 300 ألف نسمة)، السيدُ ريكاردو غاياردو، “مفتاحَ المدينة” لصاحبِ السيادة معلناً02 إياه “ضيف شرف” عرفاناً بالجميل لكلِّ الجهودِ التي يقومُ بها من أجلِ تقدّمِ البلدِ ولكرمِه الظاهرِ للعيان مع هذه البلديّةِ بالذّات وكذلك لدورهِ الخاص في بروزِ التّقاربِ المثمر بين الجاليةِ اللبنانيّةِ ومدينة سوليداد.

قال رئيسُ البلديّةِ قي كلمتِه: “صاحبُ السيادة هو إنسانٌ يهتمُّ بمحيطِه، وهو قادرٌ على خلقِ نقاطِ اهتمامٍ فكريٍّ مشتركةٍ بين جهاتٍ مختلفةٍ في تنشئتِها الإثنيةِ والمعرفيةِ والإيمانية.” وبعد أن استلمَ سيدنا أنطونيوس مفاتيحَ المدينةِ، ارتجلَ كلمةً قال فيها: “بالنسبة لي، فإنني أعتبر نفسي غيرَ مستحقٍّ لهذا التّكريم، ولكنني أقبلُه بكل امتنانٍ، وأنا بالتأكيد سأتجاوبُ مع هذه المحبةِ التي أظهرَها سكانُ وحكّامُ سوليداد بمحبةٍ تنبعُ حقيقةً من قلبي … أنا رجلُ دين ولستُ رجلَ سياسة، مع ذلك فلديَّ أصدقاءٌ يستطيعون أن يساعدوا هذه البلدةَ الرائعة.” وتعبيراً عن امتنانه للّفتةِ الطيبةِ قال: “بالمفاتيحِ التي أعطيتمونيها فتحتم قلبي. أَتركُ قلبي هنا وأعطيكُم كلمَتي: وقتما وحيثما أستطيعُ سأسعى لخيرِ هذا البلد.”

على الغذاء التقى صاحبُ السّيادةِ أبناءَ الرعيةِ والجاليةِ اللبنانية بحضورِ حاكم ولايةِ سان لويس بوتوسي الدكتور فيرناندو تورانزو الذي بدوره رحب “بالضيف الكريم” وتم تبادل الهدايا التذكارية.

Su Eminencia recibe las llaves de Soledad

El Sol de San Luis, periódico del Estado escribió el día 24 de abril:

Entraga de la llave de SoledadSoledad de Graciano Sánchez, San Luis Potosí.- Ustedes usaron esa llave y abrieron mi corazón, y ese corazón abierto aquí se queda, entre ustedes y para ustedes. Tienen mi palabra de que cuando pueda y donde pueda voy a hablar de este pueblo, y voy a luchar por su bienestar para que tengan siempre todo el apoyo donde sea.

Fueron éstas las palabras de agradecimiento del Arzobispo Metropolitano de la Iglesia Apostólica Ortodoxa de Antioquía, Antonio Chedraui Tannous, tras recibir en una ceremonia emotiva las llaves de la Ciudad de Soledad de manos del alcalde Ricardo Gallardo Juárez.

En el evento donde se declaró Visitante Distinguido al señor arzobispo de la iglesia Ortodoxa, el alcalde le expresó su admiración por su valioso trabajo y su entrega como hombre preocupado por su entorno, capaz de lograr coincidencias ideológicas dentro de las diferencias de formación de cuna, escuela o creencias. Y agradeció su intervención para hermanar el municipio de Soledad con la comunidad libanesa.

El reconocido líder religioso expresó con gran emoción que aunque no es político tiene amigos “que podrán ayudar a este bello municipio”.

El obispo Chedraui Tannous nació el 17 de enero de 1932, en Trípoli, Líbano. Expresó: “soy mexicano por mi voluntad, yo escogí la nacionalidad mexicana con todo el orgullo que puede tener un ser humano”.

Se habla de la colonia libanesa, “no hay colonia libanesa, hay comunidad libanesa. No somos colonialistas, odiamos al colonialismo, estamos los que nacieron aquí y los que venimos para luchar por este país tan maravilloso, por esta tierra bendita mexicana, por eso estamos aquí, y vamos a seguir luchando por el bienestar de este país para que vuelva el México que conocimos, el México pacífico, el México lleno de amor, el México limpio”.

En su mensaje a los soledenses el arzobispo Antonio Chedraui manifestó que cuando llegó a México, “a este país tan bendito, lo primero que le dije a mi feligresía fue que no me gusta que me digan “el obispo”, díganme “el amigo”. Por eso con esta llave que me regalan hoy quiero abrir corazones para que sepan que aquí en Soledad hay un pueblo vivo, hay un pueblo mexicano luchador, hay un pueblo que quiere el bienestar no nada más de la ciudad de Soledad, sino de todo el estado y de todo el país”.

El arzobispo Chedraui señaló que no se sentía digno de recibir las llaves de la Ciudad, “pero con ella quiero entrar a sus corazones. Créanme, en el momento en que me voy se queda mi corazón aquí”.

“Estamos para ayudar, estamos para defender, y estamos para querer, quien no quiere no sabe defender a sus queridos, por eso el Señor nos enseñó a dar hasta la vida por sus queridos, y nosotros debemos seguir ese paso dando todo para servir a nuestros hermanos que queremos”.

Al despedirse, el señor Arzobispo Antonio Chedraui se dirigió al alcalde solídense:

“Mi querido Ricardo, amigo, recibe de mi, junto con todo tu consejo municipal y la ciudad de Soledad mi más fuerte agradecimiento, recibe mi cariño, recibe mi corazón, te lo dejo entre ustedes”.

Asimismo agradeció al gobernador Fernando Toranzo Fernández “porque mandó en su representación a uno de mis hijos queridos, a Enrique Abud Dip, secretario de Turismo. Les agradezco esta recepción y les dejo mi cariño, les dejo mi paz, y toda la amistad y paternidad que puedan creer y puedan imaginar”.


Boletín del 25/04/2010

Dommingo del Paralítico

domingo del paralitico

El Señor misericordioso, Amante de la humanidad,
se detuvo en la Piscina de Betesda para curar las enfermedades,
y encontró a un hombre paralítico desde muchos años atrás,
y le dijo: “Levántate, carga tu camilla, y anda por rectos caminos.
Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 3

Que se alegren los celestiales
y que se regocijen los terrenales;
Porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte;
y, siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades
y concedió al mundo la gran misericordia.

Condaquio de la Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas:
«¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que  concedes a los caídos la resurrección.

Primera carta del Apóstol  San Pedro (1Pe 5: 6:14)

Hermanos: Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que, llegada la ocasión, los ensalce; confíenle todas sus preocupaciones, pues Él cuida de ustedes. Sean sobrios y velen. Su adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quien devorar. Resístanle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan los mismos sufrimientos. El Dios de toda gracia, el que los ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, los restablecerá, afianzará, robustecerá y los consolidará. A Él el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel, les he escrito brevemente, exhortándoles y atestiguándoles que ésta es la verdadera gracia de Dios; perseveren en ella.

Los saluda la (Iglesia) que está en Babilonia, elegida como ustedes, así como mi hijo Marcos.

Salúdense unos a otros con el ósculo de amor. Paz a todos los que están en Cristo.

Evangelio según San Juan (Jn 5: 1-12)

En aquel tiempo, subió Jesús a Jerusalén. Hay en Jerusalén una piscina, cerca de la puerta de las ovejas, llamada en hebreo Betesda, la cual tiene cinco pórticos. En ellos, yacía una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos aguardando el movimiento de las aguas, pues un ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina, y agitaba el agua; y el primero que después de movida el agua entraba en la piscina, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que se hallaba enfermo. Jesús, al verlo tendido y al enterarse de que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: «¿Quieres recobrar la salud?» El enfermo respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua, por lo cual mientras yo voy, ya se ha metido otro.» Le dijo Jesús: «Levántate, toma tu camilla y anda.» De repente se halló sano este hombre, tomó su camilla y se puso a andar.

Era aquél un día sábado; por eso le decían los judíos al que había sido curado: «Es sábado y es ilícito llevar a cuestas la camilla.» Les respondió: «El que me ha devuelto la salud me ha dicho: “Toma tu camilla y anda”.» Le preguntaron entonces: «¿Quién es ese hombre que te ha dicho: “Toma tu camilla y anda”?» Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde, Jesús lo encontró en el templo y le dijo: «Mira que has quedado curado; no peques más, para que no te suceda algo peor.» El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús quien le había curado.

¿Quieres ser curado?

Así inicia nuestro Señor su diálogo amistoso con aquel hombre paralítico que yacía a un costado de la célebre piscina de Betesda —casa de la misericordia o de la piedad divina, en hebreo— y que llevaba treinta y ocho años soportando esa terrible enfermedad. Esperaba pacientemente que alguien se compadeciera y le ayudara a sumergirse en el estanque. Por eso respondió al Señor: No tengo a nadie que me ayude. De entre la multitud de enfermos, mancos, cojos, ciegos y paralíticos, aquel anciano sin fuerzas, imposibilitado de moverse por sí mismo para buscar la curación, era el más necesitado de ayuda. Dependía totalmente del auxilio de otro, de la caridad de alguien, más que ninguno. Su disposición de ánimo, a momentos, pudo ser quebrantada  por la falta de atención e interés que encontraban sus ruegos de auxilio, por la indiferencia de los demás, pero mantuvo la mansedumbre y  perseveró; no cayó en la desesperación ni en el abatimiento; confió en que algún día alguien le ayudara. Por eso el Señor prescinde de los otros hombres enfermos y se acerca a él: ¿Quieres ser curado? La respuesta no traduce queja, acusación, resentimiento, reclamación, ansiedad o angustia, solo sencillez,  humildad y espera: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina. Si tuviera a Alguien, parecería decir, me curaría de todos mis males porque tal es la fuerza de Dios  «que en todo tiempo, sana las dolencias y perfecciona las deficiencias». Esa paciencia, fortaleza y  esperanza que manifiesta el paralítico solo la Fe en el Señor las proporciona. Que era grande su fe lo prueba su larga espera de casi cuatro décadas. Fe verdadera en la Fuerza del Señor «que bajaba de tiempo en tiempo» y curaba cualquier mal que se tuviera. Esta disposición del alma atrajo la Gracia de Dios. Sin fe, nos dice el Apóstol, es imposible agradar a Dios, pues el que se acerca a Él ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan (Heb11:6)

No sabemos por qué pecados pagaba precio aquél paralítico o si su padecimiento era consecuencia, en parte, de su debilidad física. En ambos casos, el sufrimiento corporal y anímico  fue para su edificación y fortalecimiento. Todos pecaron, dice el Apóstol, y están privados de la gloria de Dios (Rom 3:23). Y también: Sufren para corrección y provecho suyos (Heb12:5s) Toda corrección ciertamente es dolorosa y muy penosa, pero genera  fruto apacible y agradable a Dios. Así, si aún estamos siendo corregidos, aprendamos de aquél paralítico y mantengamos firme la esperanza en el Señor y cuando seamos liberados de nuestras dolencias y faltas, andemos en el camino recto manteniendo vivas y presentes aquellas palabras: Mira, estás curado; no peques más para que no te suceda algo peor.  

Rev. Padre Juan Peña
Catedral de San Jorge
México D.F.

La persignación

persignarsePara persignarnos o hacer la señal de la cruz debemos juntar los tres primeros dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio). y los otros dos (anular y meñique), se doblan hacia la palma.

Los tres primeros dedos nos demuestran nuestra fe en la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Los dos dedos doblados, significan que el Hijo de Dios bajó a la tierra siendo Dios y se hizo hombre, demostrándonos sus dos naturalezas, la divina y la humana.

Al iniciar la señal de la cruz ponemos los tres dedos juntos en: la frente, para santificar nuestra mente; en la cintura para santificar nuestros sentimientos interiores; al hombre derecho y después al izquierdo, para santificar nuestras fuerzas corporales.

La señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientes del acto que significa el persignarse.

En caso contrario estamos demostrando: falta de interés y negligencia al hacerlo, de esta manera sólo estamos logrando que los diablos se alegren por nuestra irreverencia, dice san Antonio el Grande.

Nos persignamos al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar los iconos; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena, en dolor y congoja; antes y después de las comidas.

¡Felicidades!

Felicitamos a toda la comunidad de la Catedral de San Jorge, en México D.F. y en Venezuela, Valencia, y a todos los que llevan  el nombre de San Jorge y a los que buscan su intercesión, pidiendo al Dios misericordioso que, por la intercesión del Santo, nos otorgue paz y anhelo para seguir su celo y pasos hacia la santidad.

 

1a. Asamblea Episcopal de Iglesias Ortodoxas en L.A.

DSC_0263Los días del 16 al 18 de abril marcarán la historia de la Iglesia Ortodoxa en Sudamérica, por la realización de la “Primera Asamblea Episcopal de las Iglesias Ortodoxas en Sudamérica” en la sede del Arzobispado Antioqueno de San Pablo (Brasil); anfitrión de la misma estuvo S.E.R. Monseñor Damaskinos. Participaron de dicha reunión los obispos de todas las Iglesias Ortodoxas (Patriarcado de Constantinopla, Patriarcado de Antioquía, Patriarcado de Moscú, Patriarcado de  Rumania), contando con la presencia de 10 jerarcas, faltando únicamente el obispo del Patriarcado de Serbia, por su participación en la reunión del Santo Sínodo Serbio.

El objetivo de la Asamblea fue implementar lo resuelto en la 4ª Conferencia Episcopal en Chambésy (Suiza) en 2009, de las Iglesias Ortodoxas en vista de crear en todo el mundo Asambleas de Obispos para un mayor testimonio de la Ortodoxia y para coordinar trabajo en conjunto en distintas áreas (educación, catequesis, traducciones de textos litúrgicos, relación con las autoridades públicas, etc.). En la reunión se trató de la adopción de una versión en español de los documentos aprobados en Chambésy, y se presentó la situación de cada Iglesia Ortodoxa en Sudamérica. La Asamblea estableció un Comité Ejecutivo, cuyos integrantes son S.E.R. Monseñores: Athenágoras de México (Presidente, Patriarcado de Constantinopla), Antonio de México (1er Vice-presidente, Patriarcado de Antioquía), Platón de Buenos Aires (2do Vice-presidente, Patriarcado de Moscú), Siluan de Buenos Aires (Secretario, Patriarcado de Antioquía), y Tarasios de Buenos Aires (Miembro, Patriarcado de Constantinopla). Al finalizar las deliberaciones, la Asamblea elevó una serie de recomendaciones a fin de ser tratadas a nivel inter-ortodoxo.

Sin lugar a dudas, la cima de la reunión fue la celebración de la divina liturgia dominical en la Catedral Antioquena de San Pablo que contó con la participación de todas las comunidades ortodoxas de San Pablo, y dignatarios representando a distintas autoridades tanto públicas, como religiosas y sociales.

La Asamblea saludó especialmente al Presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula Da Silva, por la diligencia y deferencia que ha tenido en expresar, a través de su comunicado dirigido a la Asamblea, las palabras por el éxito de esta primera reunión y los buenos deseos para los frutos a favor de las comunidades en toda Suramérica. También, la Asamblea agradeció a S.E.R. Monseñor Damaskinos por su fraternal acogida, hospitalidad y diligencia en la organización, y también a todas las entidades de la colectividad sirio-libanesa de San Pablo por el cariño y la atención para con los participantes de la Asamblea.

 

Boletín del 11/04/2010

Domingo de  Santo Tomás

Santo Tomas 3

La primavera exhala su perfume
y la nueva creación se regocija;
los cerrojos de las puertas, hoy,
se quitan junto con la desconfianza,
y el querido Tomás exclama:
“Tú eres Señor mío y Dios mío.”
Exapostelario

Tropario de la Fiesta

Tono 7

Oh Cristo nuestro Dios,
estando sellado el sepulcro,
de él saliste esplendoroso, oh Vida.
Y mientras las puertas estaban cerradas,
viniste a los discípulos,
oh Resurrección de todos. Y por ellos,
 nos renovaste a nosotros con Recto Espíritu
según tu gran misericordia.

Condaquio de la Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas:
«¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que  concedes a los caídos la resurrección.
 

Lectura de Hechos de los Apóstoles (Lc 5: 12-20) 

En primer aquellos días: por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo…

solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón, pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. Se aumentaba más y más el número de los que creían en el Señor, una multitud así de hombres como de mujeres.

…hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.

Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia, echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública. Pero el Ángel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo: «Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a esta Vida»

Evangelio según San Juan (Jn 20:19-31)

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor, el cual les repitió: «¡La paz sea con ustedes! Como el Padre me envió, así los envío también a ustedes.» Dichas estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes perdonen sus pecados, les serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»

Tomás, uno de los doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Le dijeron después los otros discípulos: «Hemos visto al Señor.» Mas él les respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y no meto mi dedo en el agujero de los clavos, y mi mano en la llaga de su costado, no lo creeré.»

Ocho días después, estaban otra vez los discípulos reunidos y Tomás con ellos; vino Jesús estando cerradas las puertas, y se puso en medio y dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y examina mis manos, luego trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente.» Tomás exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús replicó: «Porque me has visto has creído. Bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.»

Muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida en su Nombre.

¡Señor mío y Dios mío!

Qué  bofetada a la falta de fe! Qué evidencia de la resurrección ante los ojos de un discípulo que no obstante que ya le habían revelado sus condiscípulos que habían visto al Señor, él les respondiera con un “Si no viere en sus manos la señal de los clavos y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20: 25).  

La respuesta del Apóstol Santo Tomás, es el caso típico de nuestros tiempos, donde “la falta de fe”  es el común denominador en nuestra sociedad. Si en Europa están a la venta  algunos templos porque ya se han vaciado debido a la  escasa asistencia y a lo caro que resulta el darles el mantenimiento, esto es un signo de que el materialismo y el racionalismo están minando el don más grande que Dios nos ha dado: La fe. Ver esas multitudes que en los días más sagrados de la “Semana Santa” –en vez de guardar el debido respeto a tiempo tan sagrado, tan apropiado para la reflexión en la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Salvador– están en las playas como en los centros de recreo donde  lo sacro ya perdió su significado, nos lleva a reflexionar sobre la apremiante necesidad que tenemos todos los cristianos de hacer una pública profesión de fe. En efecto, Santo Tomás, con su “ver para creer”, ha sido el modelo de nuestras mayorías que reclaman una fe tan clara y precisa como las mismas matemáticas, llevándonos a un mundo donde prevalece la razón y se rechaza la fe.

Si la fe es “la plena certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb 11:1), ante  un mundo tan globalizado, donde una élite con poder económico y político, que tenga en sus manos el destino y el bienestar o decadencia de la humanidad, nos mueve a  levantar nuestra mirada al cielo para implorar sabiduría, bondad, amor y, sobretodo, una fe  tan grande que nos lleve al rico océano del mismo cielo para salir al encuentro de nuestros hermanos, apoyándolos, contagiándolos en la esperanza y el entusiasmo que produce la fe; ofreciéndoles un mundo mejor y más justo. Para ello es necesario que con el coraje propio de la grandeza y generosidad del corazón, nos unamos para hacer un acto de fe, donde el soplo divino, signo del Espíritu santo, nos impulse a reactivar nuestra fe.

“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Jn 20: 29). Nosotros, hemos creído en  que Cristo ha resucitado, pisoteando la muerte con su muertes. Esta verdad nos  lanza a las  alturas y hace seguro nuestro caminar a la Casa del Padre. Nuestra constante alegría es la Plena certeza de nuestra fe en Cristo que nos  hace  caer de rodillas y vibrar de emoción, exclamando: ¡Señor, mío y Dios mío!  Solo  reconociendo el Señorío de Cristo en nuestras vidas, la Iglesia recuperará esos momentos tan bellos del tiempo de los  bienaventurados Apóstoles, donde el Espíritu Santo los  convirtió en oración de fuego que los llevó a estar convencidos de que “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5:29). 

Rev. Archimandrita Cosme Andrade
Iglesia de la Dormición de la Madre de Dios
Mérida, México

Domingos después de pascua

 Después de la Resurrección, Jesús se presentó entre sus discípulos “dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoles durante cuarenta días” (Hechos 1: 3).

Por lo que la santa Iglesia recuerda la Resurrección a lo largo de los cuarenta días posteriores al Domingo de Pascua hasta el día de la divina Ascensión. Durante la temporada pascual es cantado, en todos los Servicios, el Tropario de la Resurrección “Cristo resucitó de entre los muertos…”, himno que todos deberíamos aprender de memoria, y meditarlo constantemente durante estos cuarenta días.

Las lecturas evangélicas dominicales, también, se refieren directa o indirectamente a la realidad de la Resurrección, y son tomadas del evangelio según San Juan:

  1. Domingo de Santo Tomás: La duda de Tomás se transformó en una prueba irrefutable de la realidad de la Resurrección.
  2. Domingo de las Mirroforas: ¡El sepulcro vacío!, y las mujeres mirroforas, por su valentía, se hicieron dignas de ser las primeras en anunciar la Buena Nueva: ¡Cristo ha resucitado!
  3. Domingo del Paralítico: la Piscina de Betesda es figura de la pila bautismal. Mientras el ángel del Señor “bajaba, de tiempo en tiempo, a la piscina y agitaba el agua”, volviéndola fuente de curación, el Espíritu Santo desciende sobre el agua bautismal, convirtiéndola en fuente de salvación.
  4. Domingo de la Samaritana: a quien Jesús dijo: “El que beba del agua que Yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente que brota para vida eterna.”
  5. Domingo del Ciego: tal como Cristo dio vida a los ojos que jamás habían conocido la luz, así también hace surgir la vida de donde antes moraba la muerte.

Domingo de Pascua

¡Cristo ha resucitado!

DSC03939Con este saludo el ángel recibió a las Mujeres Mirróforas, cuando fueron al Sepulcro para embalsamar al Señor,  y les pidió que transmitieran  la asombrosa verdad: “No está aquí: ha resucitado, decid a sus discípulos”. Después de tantos sufrimientos del Señor, en la Pasión, la crucifixión y la sepultura nos regaló la Resurrección venciendo la muerte y otorgando al mundo paz, amor y salvación. Este Día nos hace recordar, queridos hijos, la victoria sobre el demonio, el amor de Dios Padre que ha enviado a su Hijo Unigénito para salvar al ser humano y la grandeza de Dios venciendo al mal.

Recordando todo eso suplicamos al Resucitado de entre los muertos, nuestro Dios y Salvador, que su Luz ilumine al mundo entero otorgando tranquilidad, amor, paz y prosperidad, dejando atrás todas las maldades humanas que ha limpiado con su divina Sangre.

Con todo amor, cariño y bendiciones

Arzobispo Antonio Chedraoui

 

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