Felicitaciones por la elección del nuevo Papa Francisco

Personalmente y a nombre de la comunidad Ortodoxa Antioquena de México, Venezuela, Centroamérica y El Caribe quiero hacer extensa mi felicitación a todos los miembros de  la Iglesia Católica Romana por la elección del nuevo Papa Francisco.

Compartimos con gusto la gran alegría de la elección en la Santa Sede, que ha dado como resultado que el Señor Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Cardenal de Argentina, fuera elegido como el 266º Papa de nuestra hermana Iglesia Católica Romana, asumiendo el nombre de Francisco.

Pedimos a Dios por él nuevo Pontífice para que lo proteja, le guíe y le de sabiduría para conducir a su Iglesia  y rogamos a Cristo Nuestro Señor para que haya cooperación y unidad entre nuestras iglesias y exista un verdadero camino en la unidad dentro del Ecumenismo y esperamos que haya cooperación entre las dos iglesias para defender el Cristianismo que ha sido muy perseguido en estos días.

Nos da mucho gusto y orgullo que el Papa Electo  sea de Latinoamérica, recuerdo que en estos días en que se sucitó la renuncia de Benedicto XVI yo comentaba en varias ocasiones, de que ya era tiempo de que eligieran a un Papa de Latinoamérica.  También quiero felicitar  a nuestros hermanos Argentios que viven dentro y fuera de su país.

México D.F a 13 de Marzo del 2013

Antonio Chedraoui Arzobispo Mitropolitano

Purificación Espiritual por el Ayuno y la Misericordia

 

st_leo_I_papaDel sermón 6,1-2 sobre la Cuaresma,
de san León Magno (+461)

Siempre, hermanos, la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias.

Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del espíritu.

Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.

Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección, debemos esforzarnos para que nadie se encuentre bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.

Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios.

Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.

Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta tal punto que no pueda querer lo que es bueno. Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia, sino por el bien de la paz.

Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen.

Boletín del 10/03/2013

Domingo de la abstinencia de la carne

Memoria del Juicio Final

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Al acordarme del terrible día del juicio
y de tu inefable gloria, tiemblo enteramente,oh Señor,
y con temor te exclamo:  “Oh Cristo Dios,
cuando vengas a la Tierra con gloria  a juzgar todo el universo,
libérame a mí, miserable, de todo castigo, 
y hazme digno de estar a tu diestra, oh Maestro.
                                                                                                           Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 7

audio1Destruiste la muerte con tu cruz y abriste al ladrón el Paraíso;
a las Mirróforas los lamentos trocaste y
a tus Apóstoles ordenaste predicar que resucitaste,
oh Cristo Dios, otorgando al mundo la gran misericordia.
Condaquio del Domingo de la abstinencia de la carne.

Condaquio del Domingo del Juicio final

Tono 1

Cuando vengas con gloria a la Tierra,
oh Dios, temblará toda la creación:
el río de fuego fluirá  ante el Estrado,
los libros serán abiertos y lo secreto revelado.
Entonces, libérame del fuego inextinguible
y hazme digno de estar a tu Diestra, oh justo Juez.

Lecturas Bíblicas

Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios  (8:8 – 9:2)

Hermanos: No es la comida lo que nos acercará a Dios: ni somos menos porque no comamos, ni somos más porque comamos. Pero tengan cuidado que esa su libertad no sirva de tropiezo a los débiles. En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el hermano débil, por quien Cristo murió. Y pecando así contra los hermanos, hiriendo su conciencia, que es débil, pecan contra Cristo. Por tanto, si un alimento causa tropiezo a mi hermano, nunca comeré carne para no escandalizar a mi hermano.

¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No son ustedes mi obra en el Señor? Si para otros no soy yo apóstol, para ustedes sí que lo soy; pues, ¡el sello de mi apostolado son ustedes en el Señor!

Evangelio según San Mateo (25: 31-46)

Dijo el Señor: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá a los de su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme.” Entonces los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad les digo, que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron.”

 Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me acogieron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron.” Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y Él entonces les responderá: “En verdad les digo, que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo.” E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la Vida Eterna.»

Mensaje Pastoral

La báscula del juicio

Estando a las puertas de la Cuaresma, nuestra Iglesia conmemora el Día del Juicio, es decir, la segunda venida de nuestro Señorjuicioicon25 Jesucristo. La lectura del Evangelio enfatiza el criterio del Juicio Final, y lo que leemos está claro: seremos juzgados según la medida de nuestra misericordia, es decir, la medida de nuestro amor.

La palabra «amor» a menudo es manipulada o malentendida. El pasaje bíblico destaca las palabras de nuestro Señor Jesús cuando dice: «cuanto hicieron a uno de estos hermanos…» Entonces no se trata de un término abstracto ni de emociones y sentimientos sino de acción. Nosotros, pues, seremos separados entre ovejas y cabritos –como lo ilustra la imagen de la parábola– según nuestras obras de amor.

Erróneamente, el amor es limitado a tan sólo un afecto pasivo. Quizás podamos tener sentimientos de antipatía y rechazo hacia cierta persona, pero si nos comportamos con ella con delicadeza y amor, transformamos, a través de la lucha, nuestro odio en caridad y clemencia. Por otro lado, podemos tener en nuestro interior el sentimiento más delicado hacia alguien y sentirnos emocionalmente dependientes de él, pero a la vez tratarlo con hostilidad.

El amor significa, sin duda alguna, ceder a los demás el primer lugar, y el egoísmo es exactamente lo contrario, es decir, tomar para mí la primacía y dejar al prójimo lo último. Que yo ame a alguien equivale a que quiera y desee darle a él el primer lugar, amarle más de lo que me quiero a mí mismo y desearle el bien a él antes que a mí.

La Cuaresma, cuando va de la mano con las obras de la misericordia, constituye un gesto de abstinencia que nos lleva a abandonar nuestro egoísmo y nos estimula a despojarnos del hombre viejo y a proclamar al nuevo. En ella, dejamos atrás todos nuestros malos deseos, nos abstenemos de los intereses que nos llevan a la perdición, y aprendemos a ver y considerar a «los hermanos más pequeños» del Señor y apreciar en ellos su Presencia. Y así se inclina la balanza favorablemente: «Conviene que Él crezca, y que yo mengüe» (Jn 3:30).

Nuestra Fe y Tradición

Alimentos de la Vigilia

ayuno0Unos fieles preguntaron al anciano: “¿Padre, cuáles alimentos se nos permite comer en la Cuaresma, y cuáles no?”.

 Él comprendió que su preocupación se apegaba al “menú” cuaresmal y descuidaba el espíritu del ayuno que supera meros alimentos de vigilia. Les contestó así:

la Iglesia recomienda, en esta temporada, tres tipos de alimento que Jesús ha mencionado en su Evangelio. En realidad son alimentos adecuados para cualquier tiempo, pero en la cuaresma, con mucha más concentración:

1- Dijo el Señor: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4). Eso es el primer alimento. Sabemos que “toda palabra que sale de la boca de Dios” ha sido escrita en la Biblia. Y por ello nos dedicamos a estudiar la santa Escritura con anhelo y asiduidad.

2- Dijo el Señor: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4:34). El mismo Jesús se ha alimentado de “hacer la voluntad de Dios Padre”, y a nosotros que llevamos su nombre, nos ha enseñado a gustar lo mismo, cada vez que clamemos desde el fondo del corazón: “hágase tu voluntad así la tierra como en el cielo”. Este alimento consiste en llevar a cabo lo que hemos leído en la Biblia.

3- Dijo el Señor: “mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera bebida, el que come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en Mí y Yo en él.” (Jn 6:55). El tercer tipo de alimento lo buscamos cuando nos reunimos como una familia para comulgar a Aquél, a Quien hemos conocido en la santas Escrituras, y hemos luchado para obrar cuya Voluntad.”

Vida de Santos

San Sofronio Patriarca de Jerusalén

11 de marzo

Sofronio nació en Damasco y desde pequeño estudió tan excesivamente, que estuvo a punto de quedar ciego; pero gracias a eso elicono santo llegó a ser tan versado en la filosofía griega, que recibió el sobrenombre de “el sofista.” Junto con su amigo, célebre ermitaño Juan Mosco, viajó mucho por Siria, Asia Menor y Egipto, donde tomó el habito de monje, el año 580. Los dos amigos vivieron juntos durante varios años en la ” Laura” de san Sabas y en el monasterio de Teodosio, cerca de Jerusalén. Su deseo de mayor mortificación los llevó a visitara los famosos ermitaños de Egipto. Después fueron a Alejandría, donde el patriarca San Juan el Limosnero les rogó que permaneciesen dos años en su diócesis para ayudarle a reformarla y a combatir la herejía. En dicha ciudad fue donde Juan Mosco escribió el

” Prado Espiritual,” que dedicó a San Sofronió. Juan murió hacia el año 620, en Roma, a donde había ido en peregrinación. San Sofronio retornó a Palestina y fue elegido Patriarca de Jerusalén, por su piedad, saber y ortodoxia.

En cuanto tomó posesión de la sede, convocó a todos los obispos del patriarcado para condenar la herejía monotelita y compuso una carta sinodal, en la que exponía y defendía la doctrina ortodoxa. Esa carta, fue más tarde ratificada por el sexto Concilio Ecuménico, llego a manos de Papa Honorio y del patriarca de Constantinopla, Sergio, quien había aconsejado al Papa que escribiese en términos evasivos acerca de la cuestión de las dos voluntades de N.S.J.C. Parece que Honorio no se pronunció nunca sobre el problema; su silencio fue muy poco oportuno, pues daba la impresión de que el Papa estaba de acuerdo con los herejes. Sofronio, viendo que el emperador y muchos prelados del oriente atacaban la verdadera doctrina, se sintió llamado a defenderla con mayor celo que nunca. Llevó al Monte Calvario a su sufragéneo, Esteban, obispo de Dor y ahí le conjuró, por N.S.J.C Crucificado y por la respuesta que tendría que dar a Dios el día del juicio, “a ir a la Sede Apostólica, base de toda doctrina revelada, e importunar al Papa hasta que se decidiese a examinar y condenar la nueva doctrina.” Esteban obedeció y permaneció en Roma diez años, hasta que el Papa San Martín I, condenó la herejía monotelita, en el Concilio de Letrán, el año 649.

Pronto tuvo San Sofronio que enfrentarse con otras dificultades. Los sarracenos habían invadidos Siria y Palestina; Damasco había caído en su poder en 636; y Jerusalén en 638. El santo patriarca, había hecho cuanto estaba en su mano por ayudar y consolar a su grey, aun a riesgo de su vida. Cuando los mahometanos sitiaban la ciudad, San Sofronio tuvo que predicar en Jerusalén el sermón de Navidad, pues era imposible ir a Belén en aquellas circunstancias. El santo huyó después de la caída de la ciudad y, según parece, murió al poco tiempo, probablemente en Alejandría.

Sentencias de los Padres del Desierto

  • Dijo un anciano: «El cuidado por agradar a los hombres hace perder todo el aprovechamiento espiritual y deja al alma seca y descarnada».
  • Dijo el abad Pastor: «Enseña a tu corazón a cumplir lo que a otros enseñas con tus palabras». Y  añadió: «Los hombres cuando hablan parecen perfectos. Al cumplir lo que dicen no lo son tanto».
  • Un  hermano se llegó al abad Teodoro y empezó a hablar e inventar cosas de las que no tenía ninguna experiencia. El anciano le dijo: «Todavía no has encontrado barco, ni has colocado en él tu equipaje, ni has empezado a navegar, y he aquí que ya has llegado a la ciudad de destino. Cuando hayas puesto por obra todo eso de lo que me has estado hablando, entonces podrás empezar a hablar de ello».

Nuevo Patriarca de Bulgaria

Nuevo Patriarca de Bulgaria

 

Sofía – Bulgaria, El pasado domingo 24 de febrero de 2013 en la Catedral Patriarcal San Alejandro Nevsky, el Metropolita Neófito fue electo Metropolita de Sofía y Patriarca de Bulgaria.

 

Su Santidad Neófito (Simón Nicolaiev Dimitrov)

Nació el 15 de octubre de 1945 en Sofía – Bulgaria,

 

En 1965, se graduó en el seminario.

 

En 1971, se graduó en la Academia Teológica de Sofía, tras lo cual fue enviado a estudiar en la Academia Teológica de Moscú donde obtuvo el título de Candidato de Teología, junto con la Escuela de Posgrado donde se

especializó en dirección coral y música eclesiástica.

 

A su regreso a Bulgaria, el 1º de septiembre 1973, fue nombrado profesor de música oriental y director del coro estudiantil de la Academia Teológica de Sofía.

 

03 de agosto 1975, en el Monasterio de Troyan, fue tonsurado como monje con el nombre de Neófito.

 

El 15 de agosto de 1975 fue ordenado diácono y, el 25 de marzo de 1976, sacerdote.

 

El 15 de julio 1977, regresó a la docencia en la Academia Teológica de Sofía como maestro mayor de la música de la iglesia oriental y prácticas litúrgicas, que mantuvo hasta 1980.

 

El 21 de noviembre de 1977, fue elevado al rango de Archimandrita.

 

El 01 de enero de 1981 fue nombrado protosingelo de la Metrópolis de Sofía.

 

El 08 de diciembre de 1985, fue consagrado obispo de Levkiysk y vicario de la metrópolis de Sofía.

 

El 1º de diciembre de 1989, fue nombrado rector de la Academia Teológica de Sofía que, el 1º de julio 1991, se convirtió en la Facultad de Teología de la Universidad de Sofía, siendo su primer decano.

 

El 27 de enero de 1992, fue nombrado secretario general del Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa búlgara.

 

El 27 de marzo de 1994, nombrado Metropolita de Dorostolskim Cherven y, después de la división de la diócesis, el 17 de diciembre de 2001, Metropolita de Ruses.

 

Desde el 28 de octubre de 2009 al 24 de enero de 2010, temporalmente, tuvo bajo su cargo la diócesis de Dorostol.

Boletín del 03/03/2013

Domingo del Hijo Prodigo

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 La riqueza de la gracia que me has dado, oh Salvador, 
la he derrochado vanamente, yo miserable, en mi pésima partida.
Pues, viviendo en el despilfarro con los demonios,
la dilapidé en la malicia. Por eso a Ti regreso, oh Padre compasivo:
acéptame como al hijo pródigo y sálvame.
                                                                                               Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 6

audio1Los poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro;
y los guardias quedaron como muertos;
María se plantó en el sepulcro buscando Tu Cuerpo Purísimo;
sometiste al hades sin ser tentado por él;
y encontraste a la Virgen otorgándole la vida.
¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti
 

Condaquio del Hijo Prodigo

 Tono 3

 Al dejar tu gloria paterna con ignorancia,
derroché vanamente la riqueza que me otorgaste.
Clamo a Ti como el pródigo, oh Compasivo:
“He pecado contra el cielo y ante Ti, oh Padre;
acéptame como arrepentido, y admítame como uno de tus jornaleros.

Lecturas Bíblicas

 Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (6: 12-20)

 Hermanos: Todo me es lícito, mas no todo me conviene. Todo me es lícito, mas no me dejaré dominar por nada. La comida para el vientre y el vientre para la comida, mas Dios destruirá aquél y ésta. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder.

 ¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no saben que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con Él.

 ¡Huyan de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo.

 ¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes y han recibido de Dios, y que no se pertenecen, pues han sido comprados? Glorifiquen, por tanto, a Dios en su cuerpo y en su espíritu que pertenecen a Dios.

 Evangelio según San Lucas (15: 11-32)

 Dijo el Señor esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y volviendo en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.” Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: “Padre pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; llamó a uno de los criados y le preguntó qué era aquello. Él le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.” Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le suplicaba. Pero él replicó: “Hace tantos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!” Pero él le dijo: “Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”.

Mensaje Pastoral

Ejemplo de penitencia

«Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.»

¡Cómo se parece la mentalidad del hijo menor a la nuestra! Pues, ¡cuántas veces nos expresamos rebeldemente –«Es mifilsprodigue vida, la paso a mi modo; haré lo que yo quiera y cuando quiera», etc.– y rechazamos ser obedientes en cualquier cosa como si la obediencia limitara y lastimara nuestro ser! También, respecto a la ética y la doctrina cristianas, a menudo se escuchan objeciones insubordinadas: «Y, ¿quiénes son los Santos Padres para que me expliquen la Biblia? Yo también tengo el Espíritu Santo que me enseña directamente.» Es la «libertad» que el joven de la parábola pide y que Dios nunca se niega a dar: porque el amor paterno es incapaz de forzarnos y de impedirnos la partida a un «país lejano»; se queda siempre a la espera de nuestra permanencia y regreso a la sombra del cuidado paterno.

La Iglesia, estando a los umbrales de  la Cuaresma, nos plantea esta parábola como un ejemplo de arrepentimiento de tal rebeldía. Pues el arrepentimiento no consiste en contar pocas o muchas faltas que se han cometido –aunque éste es un ejercicio necesario en nuestra vida espiritual– sino en cambiar el criterio o la filosofía de vivir, y obtener lo que san Pablo denomina «el pensamiento de Cristo» (1Cor 2:16). De hecho, la palabra griega «μετανοία» Metania –traducida como arrepentimiento o penitencia– significa literalmente cambiar la mente y la vida.

Este cambio lo podemos observar, en la parábola del Hijo Pródigo, en la transformación de la filosofía de quien «se marchó a un país lejano» en una actitud penitencial: «me levantaré, iré a mi padre».

«Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió…» Pues aunque el hijo se marchó, estaba «todavía lejos»: el encuentro se hizo porque el padre «corrió»; si el arrepentimiento es algo que comienza con una reacción nuestra «volviendo en sí mismo», no obstante es una Gracia de Dios, un rayo de luz que penetra en nuestro corazón deleitándolo con gozo infinito, siempre y cuando lo busquemos.

Nuestra Fe y Tradición

El Icono

562589_2987702687433_354511643_nLa palabra icono proviene del griego: “Eikon” que significa imagen. En la historia del arte se reserva éste término para una clase de pintura, de género sagrado, hecha sobre una plancha de madera con una técnica especial y de acuerdo con una tradición secular. En él se representan histórica y fidedignamente los acontecimientos sagrados. Se pinta a Cristo, a la Virgen María, ángeles, santos y otros temas religiosos. En ellos se refleja la imagen de un hombre purificado, deificado, revestido de la belleza incorruptible del Reino de Dios, de una persona humana que ha llegado a ser un icono viviente de Dios.

El icono es la Palabra de Dios plasmada en pintura; hace misteriosamente presente a la persona que representa y la realidad de esta presencia se basa en el parecido con su prototipo.

El icono significa para nosotros una guía para una comprensión mas profunda del Misterio cristiano y para la oración mediante la contemplación. “Belleza divina”, “Canal de gracia”, “Visión de lo invisible”, “Ventana a la eternidad”, el icono deja una luz: la de un Reino a tener siempre en el corazón.

Para los ortodoxos, la función fundamental de un icono no es la didáctica, es decir, la enseñanza religiosa global fácilmente comprensible para todos, sino que el icono es un sacramental, es decir, un signo de gracia, no como los sacramentos que son eficaces en virtud de la institución de Cristo, sino por el poder y la oración de la Iglesia. Por lo tanto es una ayuda para la vida espiritual del cristiano que los usa con fe y respeto. La Iglesia bendice la imagen para que tenga una fuerza expresiva en la Gracia y la presencia que comunica. Si la imagen es auténtica, tiene que ser bella, expresiva y teológicamente exacta para que pueda representar el misterio o la imagen de una persona.

 Es casi imposible entender el icono fuera del medio en que fue creado, o sea, el ámbito de la Iglesia. El punto de partida para comprender el icono se encuentra en el fundamento de la Iglesia. Ese fundamento es la Santísima Trinidad. La Santísima Trinidad es el fundamento para la vida de la Iglesia, para su orden canónico, para el carácter de su pensamiento teológico, para su espiritualidad y para su creación artística.

Vida de Santos

San Gerásimos del Jordán

4 de Marzo

San Gerásimos nació en Licia de Asia Menor, donde abrazó la vida eremítica. Después pasó a Palestina y, durante algúnGerasimosJordan tiempo cayó en los errores eutiquianos, pero San Eutimio le devolvió a la verdadera fe. Más tarde, parece que estuvo en varias comunidades de la Tebaida y finalmente, retornó a Palestina, donde se hizo íntimo amigo de San Juan el Silencioso, de San Sabas, de San Teoctisto y de San Atanasio de Jerusalén. Tan numerosos fueron sus discípulos, que el santo fundó una Monasterio de sesenta celdas, cerca del Jordán y un convento para los principiantes. Sus monjes guardaban silencio casi completo, dormían en lechos de juncos y jamás encendían fuego dentro de las celdas, a pesar de que las puertas tenían que estar siempre abiertas. Se alimentaban ordinariamente de pan, dátiles y agua y dividían el tiempo entre la oración y el trabajo manual. A cada monje se asignaba un trabajo determinado, que debía estar listo el sábado siguiente. Aunque la regla ya era de suyo severa, San Gerásimos la hacía todavía más rigurosa para sí y nunca cesó de hacer penitencia por su caída en la herejía eutiquiana. Según se cuenta, durante la cuaresma, su único alimento era la Sagrada Eucaristía. San Eutimio le profesaba tal estima, que le enviaba, por medio de los discípulos, a aquellos de sus seguidores a quienes consideraba llamados a la más alta perfección. La fama de San Gerásimos sólo cedía a la de San Sabas. El año 451, durante el Concilio de Calcedonia, su nombre sonó en todo el oriente. El Monasterio que él había fundado florecía todavía un siglo después de su muerte.

En el “Prado Espiritual” Juan Mosco nos ha dejado una anécdota encantadora. Un día en que el santo se hallaba a orillas del Jordán, se le acercó cojeando penosamente un león. Gerásimos examinó la zarpa herida, extrajo de ella una aguda espina y lavó y vendó la pata de la fiera. El león se quedó desde entonces con el santo y fue tan manso como cualquier otro animal doméstico. En el monasterio había un asno, que los monjes utilizaban para ir a traer agua, y éstos hacían que el león cuidara del asno cuando iba a pastar; pero un día, unos mercaderes árabes se lo robaron y el león volvió sólo y muy deprimido al convento. A las preguntas de los monjes, el león respondía con miradas lastimeras. El abad le dijo: “Tú te comiste al asno. Bendito sea Dios por ello. Pero de ahora en adelante tú harás el trabajo del asno.” El león tuvo que acarrear agua para la comunidad. Poco tiempo después, los mercaderes árabes pasaron de regreso con el asno y tres camellos; el león les puso en fuga, cogió entre los dientes la brida del asno y lo llevó triunfalmente al monasterio, junto con los camellos. San Gerásimos reconoció su error y dio al león el nombre de Jordán. Cuando murió el anciano abad, el león estaba desconsolado. El nuevo abad le dijo: “Jordán, nuestro amigo nos ha dejado huérfanos para ir a reunirse con el Amo a quien servía; pero tú tienes que seguir comiendo.” Pero el león siguió rugiendo tristemente. Finalmente el abad, que se llamaba Sabacio, condujo al león a la tumba de Gerásimos y, arrodillándose junto a ella, le dijo: “Aquí está enterrado tu amo.” El león se echó sobre la tumba y empezó a golpearse la cabeza contra la tierra; nadie pudo apartarle de ahí y pocos días más tarde le encontraron muerto. Según algunos autores, el león que se ha convertido en el símbolo de San Jerónimo era en realidad el de San Gerásimos. La confusión se originó probablemente de la grafía “Geronimus” de ciertos documentos.

Sentencias de los Padres del Desierto

  • El abad Jacobo dijo: «Así como una lámpara ilumina una habitación oscura, así el temor de Dios, cuando irrumpe en el corazón del hombre, le ilumina y le enseña todas las virtudes y mandamientos divinos».
  • Dijo un anciano: «Así como siempre llevamos con nosotros, dondequiera que vayamos, la sombra de nuestros cuerpos, del mismo modo debemos, en todo lugar, tener con nosotros las lágrimas y la compunción».
  • Sinclética, de santa memoria, dijo: «A los pecadores que se convierten les esperan primero trabajos y un duro combate y luego una inefable alegría.

Sobre la Muerte y la Resurrección de Cristo

Alexander_SchmemannProtopresbitero Alexander Schmemann

La Iglesia antigua sabia, y lo sabia aun antes de poder explicar y expresar su conocimiento bajo forma de teorías racionales y coherentes, que en el bautismo nosotros realmente morimos y resucitamos con el Cristo, porque tal era su experiencia intima del misterio bautismal. Actualmente, si queremos que el bautismo reencuentre en el seno de la Iglesia el lugar y la función que tenia en su origen, debemos volver a este conocimiento sacramental que iluminaba toda la vida de la Iglesia antigua con un gozo inefable y la tornaba pascual y bautismal.

Y entonces, surgen algunas preguntas, preguntas capitales: ¿como hacemos para morir a semejanza del Cristo? ¿Como hacemos para resucitar a la manera de Su Resurrección? ¿Y por que eso y solo eso nos permite entrar en la vida nueva en El y con El?

 La respuesta a estas preguntas nos la provee esta revelación esencial que con-cierne a la propia muerte del Cristo, muerte voluntaria. “…Yo pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Jn 10:17-18) La Iglesia nos enseña que en Su humanidad sin pecado, el Cristo no estaba naturalmente sujeto a la muerte, que El estaba enteramente liberado de la mortalidad humana, que es nuestro destino común e inevitable. El no tenia que morir, si murió es simplemente porque El quería morir, había elegido morir, había decidido morir. Es el carácter voluntario de esta muerte, la muerte del Inmortal, lo que hace de ella una muerte redentora que logra nuestra salvación, la llena de poder redentor. Pero antes de responder a la pregunta relativa a la relación entre la muerte del Cristo y nuestra propia muerte bautismal debemos volver a reencontrar la significación real del deseo de morir del Cristo.

Resurrección

Digo volver a encontrar porque, por extraño que parezca, la gran herejía de nuestro tiempo trata justamente sobre la muerte. Es allí, en esa preocupación tan evidentemente esencial para la fe y la piedad, que una metamorfosis paradojal, aunque casi inconsciente, parece haberse producido y que prácticamente ha ocultado a nuestros ojos la noción y la experiencia esencialmente cristianas de la muerte. Para hablar en términos simples, y tal vez demasiado simples, esta herejía reside en el abandono progresivo por los cristianos del sentido y del contenido espirituales de la muerte – de la muerte en cuanto realidad esencialmente espiritual y no solamente biológica; para una mayoría impresionante de cristianos la muerte significa únicamente la muerte física, el fin de esta vida.

Entonces mas allá de este fin, postulamos y afirmamos otra vida puramente espiri-tual y sin fin – la vida del alma inmortal, y así la muerte es un pasaje natural de una a la otra. En esta concepción que no es de hecho para nada diferente de toda la tradición platónica e idealista y espiritualista, lo que se torna cada vez menos comprensible, cada vez menos existencial y que impregna cada vez menos la fe, la piedad y la vida, es la afirmación cristiana inicial de la destrucción de la muerte por el Cristo “Él ha vencido la muerte por la muerte,” el gozo propiamente cristiano tan manifiesto en la Iglesia antigua ante la abolición de la muerte (“…La muerte ha sido sorbida en victoria. Sepulcro, donde esta tu victoria? Muerte, ¿donde esta tu aguijón?” 1 Co 15:54-55), tan manifiesta todavía en nuestra tradición litúrgica (“El Cristo ha resucitado y nadie mas permanece en la tum-ba”) Es como si la Muerte y la Resurrección del Cristo fueran acontecimientos en si mis-mos que deben ser recordados, celebrados, festejados sobre todo el Viernes Santo y en Pascua, pero sin ninguna relación realmente existencial con nuestra propia muerte y después de la muerte a la cual nosotros nos acercamos, y que concebimos en una perspectiva completamente distinta de la muerte natural o biológica, y de una inmortalidad igualmente natural, aunque espiritual. La muerte concierne al cuerpo, la in-mortalidad al alma y el cristiano al no rechazar abiertamente la fe inicial y al encomendarse a ella, no sabe en realidad qué hacer con la destrucción de la muerte y con la resurrección del cuerpo; no sabe cómo relacionar estas nociones con su propia experiencia de vida y su universo mental, que a menudo combina (como sucede en los movimientos pseudo-espirituales de nuestro tiempo) el positivismo y el espiritualismo, pero que es casi totalmente cerrado a la experiencia cósmica y escatológica de la Iglesia primitiva.

Las razones de estas divergencias, de esta herejía tan general, aunque casi in-consciente, son bastante evidentes. Son para emplear un termino moderno, semánticas, aunque a un nivel profundamente psicológico y espiritual. El hombre moderno, aun cristiano, para quien la muerte es un fenómeno puramente biológico, no entiende la afirmación del Evangelio sobre el tema de la destrucción y la abolición de la muerte, porque en este nivel biológico la muerte del Cristo no cambio la muerte. La muerte no ha sido ni destruida ni abolida, sigue siendo la misma ley inevitable tanto para los santos como para los pecadores, para los creyentes como para los ateos, el mismo principio orgánico de la existencia misma del mundo. El Evangelio cristiano no parece aplicar la muerte tal como la comprende el hombre moderno, de manera que este ultimo deja tranquilamente el Evangelio de lado y vuelve a la antigua dicotomía que el juzga mucho mas aceptable: mortalidad del cuerpo, inmortalidad del alma.

Lo que el hombre moderno no comprende, a lo que se ha vuelto sordo y ciego, es a la visión cristiana fundamental de la muerte según la cual la muerte biológica o física no es toda la muerte, ni siquiera su esencia ultima. En esta visión cristiana, en efecto, la muerte es ante todo una realidad espiritual que podemos conocer mientras que estamos en esta vida y de la cual podemos liberarnos cuando estamos acostados en la tumba. La muerte, aquí, es el hecho de separarse de la vida, lo que significa separarse de Dios, quien es el único Donador de vida, ya que El mismo es la Vida. La muerte es lo contrario no de la inmortalidad – ya que así como el hombre no se creo a si mismo, el hombre no tiene el poder de aniquilarse a si mismo, de volver a esa nada de la cual el ha sido traído a la existencia por Dios y en este sentido es inmortal, sino de la verdadera vida “que era la luz de los hombres” (Jn 1:4) Esta verdadera vida, el hombre tiene el poder de rechazarla y así morir de manera de que su inmortalidad misma se vuelve muerte eterna. Y esta vida, él la ha rechazado: allí esta el pecado original, la catástrofe cósmica inicial que conocemos no en el plano de la historia, no racionalmente, sino por medio del sentido religioso, de esta misteriosa certeza interior en el hombre de que ningún pecado podrá jamas destruir, que lo empuja siempre y en todas partes a buscar la salvación.

De esta manera la muerte total no es el fenómeno biológico de la muerte, sino la realidad espiritual cuyo “aguijón de la muetre es el pecado” (1 Co 15:56) – el rechazo por el hombre de la única vida verdadera que le ha sido dada por Dios. “El pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte” (Rm 5:12) No hay otra vida que la vida en Dios, aquel que la rechaza muere porque la vida sin Dios es muerte. Eso es la muerte espiritual, la que llena toda la vida del sentimiento de la muerte y que, al ser separación de Dios, transforma la vida del hombre en soledad, sufrimiento, temor e ilusión, servidumbre del pecado y odio, sin sentido, avidez y vacío. Es esta muerte la que hace que el hombre muerto físicamente este verdaderamente muerto, consecuencia ultima de una vida cargada de muerte, horror de el más allá (scheol) bíblico o la sobrevida en si misma, la inmortalidad en si misma no son mas que “presencia de la ausencia,” separación total, soledad total, tinieblas totales. Y en tanto nosotros no volvamos a encontrar esta visión y este sentido cristianos de la muerte, de la muerte en tanto que ley y poseedores horribles de nuestra “vida muerta” (y no solamente de nuestra muerte), de la muerte “que reina en este mundo” (Rm 5:14), no estaremos en situación de comprender el significado de la Muerte del Cristo para nosotros y para el mundo, ya que el Cristo vino para destruir y suprimir esta muerte espiritual, para salvarnos de esta muerte espiritual.

Recién ahora que hemos comprendido esto es que podemos percibir el significado crucial de la muerte voluntaria de Cristo, de su deseo de morir. El hombre muere porque ha querido la vida por ella misma y en si misma, dicho de otra manera, porque se amo a si mismo y ha amado a su vida mas de lo que ha amado a Dios. Esta voluntad es el objeto mismo de su pecado y entonces es la razón profunda de su muerte espiritual, su aguijón. La vida del Cristo, al contrario, esta hecha enteramente, totalmente, exclusivamente, de su deseo de salvar al hombre, de liberarlo de esta muerte en la cual él ha transformado su vida, de devolverle esta vida que él ha perdido por el pecado. Su voluntad de salvar es la fuerza misma de este amor perfecto por Dios y por el hombre, de la total obediencia a la Voluntad de Dios, cuyo rechazo ha arrastrado al hombre al pecado y a la muerte. Entonces Su vida es realmente ejemplo de muerte. No hay muerte en ella porque ella esta enteramente llena del único deseo de Dios, porque ella es toda entera en Dios y en el amor de Dios. Y como Su deseo de morir no es mas que la expresión y la realización ultima de este amor y de esta obediencia, como Su muerte no es otra cosa que amor, nada mas que voluntad de destruir la soledad, la separación de la vida, las tinieblas y la desesperanza de la muerte, nada mas que amor por aquellos que están muertos, no hay “muerte” en la muerte del Cristo al ser Su muerte la manifestación ultima del amor en tanto que vida, y de vida en tanto que amor, retira de la muerte el aguijón del pecado y destruye verdaderamente la muerte en tanto que poder de Satán y del pecado sobre el mundo.

El Cristo no suprime, no destruye la muerte física, porque El no suprime este mundo cuya muerte física es no solo una parte, sino el principio mismo de vida y de crecimiento. Pero El hace mucho mas: al retirar de la muerte el aguijón del pecado, al abolir la muerte en tanto que realidad espiritual, al llenarla de Si mismo, de Su amor, y de Su vida, El hace de la muerte, que era realmente separación de la vida y perversión de la vida – un gozoso y resplandeciente pasaje – la Pascua hacia una vida mas plena, una comunión mas total, un amor mas absoluto “Para mí, dice S. Pablo, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Flp 1:21) El no habla de la inmortalidad de su alma, sino del sentido nuevo, totalmente nuevo de la muerte – de la muerte en el sentido de ser con el Cristo, de la muerte en el sentido en que ella se transforma en nuestro mundo mortal en la manifestación de la victoria del Cristo. Para aquellos que creen en Cristo y viven en El, no hay ya muerte, “Sorbida es la muerte en victoria” (1 Co 15:54) y cada tumba contiene no a la muerte sino a la vida.

Volvamos ahora al bautismo y a la cuestión que nos hemos planteado sobre su asimilación a la muerte y a la resurrección del Cristo y sobre la significación real de esta asimilación. Porque recién ahora podemos comprender que esta asimilación – antes de ser cumplida por el rito – esta en nosotros, en nuestra fe en Cristo, en nuestro amor por El y en consecuencia en nuestro deseo de aquello que El ha deseado. Creer en Cristo significa y siempre ha significado no solo confesarlo, no solo recibirlo, sino ante todo darse a El. Tal es el sentido de Su mandamiento según el cual debemos seguirlo. Y no hay otra manera de creer en El, que la de aceptar Su fe como nuestra fe, Su amor como nuestro amor, Su deseo como nuestro deseo, ya que no hay un Cristo fuera de esta fe, de este amor, de este deseo; solo al compartirlo con El podemos conocerlo, a El que es esta fe y esta obediencia, este amor y este deseo. Creer en El y no creer en aquello en lo que El ha creído, no amar lo que El amo y no desear lo que El deseo, es no creer en El. Separarlo del contenido de Su vida, esperar de El milagros y una ayuda sin hacer lo que El hace y finalmente llamarlo “Señor” y adorarlo sin hacer la voluntad de Su Padre no es creer en El. Nosotros estamos salvados, no porque creemos en Su poder “sobrenatural” –¡tal fe El no la desea! – sino, porque aceptamos con todo nuestro ser y hacemos Suyo el deseo que llena Su vida, que es Su vida y que al fin de cuentas lo lleva a descender a la muerte y a suprimirla.

El deseo de cumplir, de realizar la fe de tal manera que pueda ser realmente califi-cada y sentida como muerte y resurrección, es entonces el primer fruto, el primer efecto de la fe en si misma, de la asimilación a la fe del Cristo: en efecto, es imposible conocer al Cristo sin desear estar completamente liberados de este mundo, que el Cristo nos revelo como esclavizado por el pecado y la muerte y al cual El mismo al vivir en el, ha estado realmente muerto, suficientemente muerto a “los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida” (1 Jn 2:16) que llenan y determinan este mundo y a la muerte espiritual que reina en el. Es imposible conocer al Cristo sin desear estar con El donde El esta. Y El no esta en este mundo que pasa, este mundo no le pertenece. El subió a los cielos – no a algún otro mundo ya que el cielo, en la fe cristiana, no es en otro lugar, sino la realidad misma de la vida en Dios, de la vida totalmente liberada del estado que conduce a la muerte, de ese estado de separación de Dios, que es el pecado de este mundo. Estar con Cristo es tener esta nueva vida – con Dios y en Dios, que no es de este mundo y seria imposible al menos como lo dice San Pablo – en términos tan sencillos y sin embargo tan incomprensibles para el cristiano moderno, “habeis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3:3) Para terminar, es imposible conocer al Cristo sin desear beber de la copa de la que El bebió y ser bautizado con el bautismo que fue el Suyo (Mt. 20:22), sin desear en otros términos este ultimo encuentro y este ultimo combate con el pecado y la muerte que lo hizo dar Su vida para la salvación del mundo.

De esta manera, la fe en si misma no solo nos impulsa a querer morir con Cristo, sino que es ella misma este deseo. Sin este deseo la fe no es mas la fe sino una simple ideología tan sujeta a caución, tan aleatoria como cualquier otra. Es la fe que llama al bautismo, es la fe que sabe que el bautismo es realmente la muerte y la resurrección con el Cristo.

P. Alexander Schmemann

Extraído del libro De agua y de Espíritu: Estudio litúrgico del bautismo.

 

Boletín del 24/02/2013

Domingo del Fariseo y el Publicano

TELONOS , FARISEOS

 

Cristo que es el camino y la vida,
después de su Resurrección de entre los muertos,
acompañando a Lucas y Cleofás, quienes lo reconocieron en Emaús al partir el pan;
por quienes sus corazones temblaban cuando les hablaba por el camino,
explicándoles los libros de todo lo que se ha escrito acerca de su sufrimiento.
Exclamemos con ellos: En verdad,
el Señor a Resucitado y se ha aparecido a Simón Pedro.
Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario del Resurrección

Tono 5

audio1Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
Al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte, y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Condaquio  del fariseo y el publicano

Tono 4

Escapemos de la soberbia del fariseo
y aprendamos de la humildad del publicano
exclamando con gemidos al Salvador:
“¡Oh único Compasivo, ten piedad de nosotros!”

Lecturas Bíblicas

Segunda Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo (3: 10-15)

Hijo mío, Timoteo: Tú me has seguido asiduamente en mis enseñanzas, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, en mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antioquía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones he sufrido! Y de todas me ha librado el Señor. Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones. En cambio los malos y embaucadores irán de mal en peor, errando y haciendo errar a los demás.

Tú, en cambio, persevera en lo que has aprendido y en lo que has creído, teniendo presente de quién lo has aprendido, y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que te pueden instruir para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.

Evangelio según San Lucas (18: 10-14)

Dijo el Señor esta parábola a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al Templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba consigo mismo de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias.” En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” Les digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

Mensaje Pastoral

Humildad y justicia

fariseo-y-el-publicanoHoy se inicia el período preparatorio a la Gran Cuaresma, que consiste en cuatro domingos. El primero de ellos es precisamente el del Fariseo y el Publicano.

Como una introducción a este ciclo, en los últimos domingos hemos oído hablar a los padres del deseo intenso de Zaqueo por ver al Señor, y de la actitud de la mujer cananea que busca sin desmayos, humilde y pacientemente, la gracia de Dios. En verdad, este tiempo es muy propicio para llevar adelante un mayor esfuerzo y disponer nuestro cuerpo y alma a virtudes y anhelos semejantes a los de estos dos personajes bíblicos.

Es por eso que mediante el relato del fariseo y el publicano que suben al templo a hacer oración, la lectura evangélica de hoy nos muestra claramente el camino correcto para acercarse a Dios y establecer con él una relación sincera y profunda.

El fariseo comienza su oración enumerando todas sus virtudes y ensalzándose: «No soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano.» Como si dijera: «Yo no soy pecador.» Una persona que se considera a sí misma lejana de todo pecado y dueña de toda obra buena: «Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias.» ¿Qué circunstancia lo empujaría a buscar la misericordia de Dios? En realidad, ninguna: se complace plenamente consigo mismo. Ciertamente no pide misericordia, más bien reclama que se le reconozcan los méritos de su propia justicia. ¡Qué arrogancia y que ceguera! Arrogante porque en lugar de clamar: «Te alabaré, Señor, con todo mi corazón y glorificaré tu nombre para siempre» (Sal 86:12), prefiere alabarse a sí mismo y hasta felicitarse. Y ciego porque no alcanza ver que en su corazón no hay sitio para Dios, porque su lugar está ocupado por el egoísmo, la soberbia, la ingratitud y el menosprecio a los demás.

Todo lo contrario es la disposición espiritual del publicano. Se humilla, reconoce sus pecados y pide misericordia. Está insatisfecho consigo mismo y descontento con sus obras: se abaja y lo confiesa. Quiere transformarse interiormente y en sus acciones exteriores. Volverse a Dios y darle la espalda a su vida de pecado. Tiene arrepentimiento. Es pobre de espíritu. Dios lo escucha y lo hace partícipe de su justicia divina.

Los Padres del Desierto lo sintetizan todo en un Apotegma: «Es preferible un hombre que ha pecado y reconoce sus faltas y se arrepiente, que otro que no ha pecado y piensa de sí mismo que es justo.»

No nos tengamos por justos ni despreciemos a los demás, mejor clamemos con el publicano: «¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!», y el Señor nos hará partícipes de su justicia. Amén

Nuestra Fe y Tradición

Los domingos preparatorios a la cuaresma

La Iglesia nos prepara para la cuaresma de la Santa Pascua durante cuatro domingos, los anteriores al inicio de la misma, en los cuales nos plantea  virtudes y sentimientos muy importantes para la cuaresma que es, en sí, la preparación adecuada para la Fiesta de las fiestas, para la base de toda nuestra fe y en consecuencia de toda nuestra vida, es decir, la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Estos domingos preparatorios toman su nombre del Evangelio que se lee:

1- El Domingo del Fariseo y el Publicano (Lc.18,10-14): cuyo evangelio leímos hoy. Pues todas las buenas obras y ejercicios320590_237790712928861_100000938038554_644666_4632100_n espirituales que el cristiano brinda en toda su vida, pero intensamente en la temporada cuaresmal, no son “la factura” de su justificación ante Dios, como lo pensó el fariseo de hoy, sino la reacción natural de quien con humildad inclina todo su ser ante Dios, como el publicano: : “¡Oh Dios!  ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”

2- El Domingo del Hijo Pródigo (Lc.15, 11-32): que nos plantea a la Cuaresma como una marcha de regreso hacia el Padre que nos espera siempre. “ábreme las puertas del arrepentimiento,…”; el arrepentimiento no es contar algunos pecados o desviaciones que he cometido sino confesar que he escogido ir “a un país lejano” en lugar de vivir en la bella casa paternal; dicha confesión me impulsará, como al pródigo de la parábola, a regresar a la belleza inicial que me fue otorgada en el Bautizo.

3- El Domingo del Juicio (Mt.25, 31-46): en el cual se lee el Evangelio del Juicio final que se basará en el amor manifestado en las obras de cada uno “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”  Pues si las obras en sí, como hemos visto en el Evangelio del fariseo y el publicano, no formaron el criterio para la justificación, sí son una emanación abundante de una alma que ama a Dios; si no, su piedad será falsa y digna de juicio “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso” (1Jn.4,20). La devoción que buscamos no es egoísta sino que busca ser manifestada en el amor a los demás.

4- El Domingo del Perdón (Mt.6, 14-21): a partir del cual se inicia la Cuaresma. Pues como podemos decir a Dios Padre: “perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” si, en realidad no estamos dispuestos a perdonar a los demás. Así la Iglesia nos estimula a que ofrezcamos nuestra ofrenda cuaresmal con un corazón limpio de cualquier sentimiento rencoroso.

Vida de Santos

1º y 2º hallazgo de la cabeza del precursor Juan Bautista.

24 de Febrero

St.JohntheBaptistEggTemperaEl primer hallazgo fue en Majerunda, cerca del pueblo donde era el Palacio de Herodes, donde, Herodia, tuvo el honor de ver la cabeza del valioso divulgador de la moralidad y la veracidad, sobre un plato. Luego ordeno enterrar la cabeza en un lugar cercano con el propósito de poder ir ahí de noche para profanar la tumba del santo, satisfaciendo así su odio inagotable. En aquel sitio quedo enterrada la cabeza sagrada hasta el momento que fue descubierta por dos monjes, en quienes antes, se les había aparecido en sueno el Precursor. Después de la muerte de esos monjes fue traspasada de fiel en fiel hasta que se perdió, pero fue hallada de nuevo por el emperador Hualentino. Así podemos ver que el Señor no deja que se pierdan no solo las almas de los hombres santos que divulgaron con todo su ser el Evangelio, sino tampoco, los huesos de ellos deja que se pierdan porque con su vida santa fue santificada hasta la materia de su cuerpo, el cual debe ser como recipiente puro del alma.

Sentencias de los Padres del Desierto

  • Dijo el abad Pastor: «El hombre, lo mismo que aspira y expele el aliento, debe respirar continuamente la humildad y el temor de Dios».
  • Decía el abad Pastor: «La humildad es la tierra pedida por el Señor para ofrecerle el sacrificio».
  • Sinclética, de santa memoria, dijo: «Es tan imposible salvarse sin humildad como construir un barco sin clavos».

Entronizacion de Su Beatitud Patriarca Juan X

El dia sabado 9 de Febrero del corriente año se celebraron los oficios vespertinos en el Patriarcado en Damasco (Mariamieh). El oficiio vespertino celebrado por Su Beatitud el Patriarca Juan X conto con la presencia de diversas autoridades civiles y eclesiasticas de todo el mundo. Y el domingo 10 de Febrero se celebro la liturgia de entronizacion de Su Santidad el Patriarca Juan X. Participaron del evento diversas autoridades civiles y eclesiasticas de todo el mundo.

Boletín del 17/02/2013

17° Domingo de Mateo

BuenPastor

 

Brillemos en la virtud y así veremos dos hombres de pie
y vestidos de la luz resplandeciente dentro del sepulcro
dador de la vida, los que se le aparecieron a las Mirróforas
con sus rostros vueltos hacia el suelo para entender
la Resurrección del Señor del cielo,
y corramos con Pedro  hacia el sepulcro
maravillándonos del acontecimiento esperado ver a Cristo vida.
                                                                                                                    Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 4

audio1Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel
el alegre anuncio de la Resurrección,
y la sentencia ancestral rechazaron y
se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo:
¡Fue aprisionada la muerte, Resucitó Cristo Dios
y concedió al mundo la gran misericordia!

Condaquio

Tono 4

Oh Protectora de los cristianos indesairable;
Mediadora, ante el Creador, irrechazable:
no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores,
sino acude a auxiliarnos, como bondadosa,
a los que te invocamos con fe.  Sé presta en intervenir
y apresúrate con la súplica, oh Madre de Dios,
que siempre proteges a los que te honran.

Lecturas Bíblicas

Primera Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo (4: 9-15)

Hijo mío, Timoteo: Cierta es la palabra y digna de toda  aceptación: que por eso sufrimos fatigas y oprobios,  porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo, que es el  Salvador de todos los hombres, principalmente de los fieles.  Predica y enseña estas cosas.

Que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en cambio, ser  para los creyentes modelo en la palabra, en el  comportamiento, en el amor, en la fe, en la pureza. Hasta que  yo llegue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la   enseñanza. No descuides el carisma que hay en ti, que se te   comunicó por intervención profética mediante la imposición  de las manos de los presbíteros. Medita en estas cosas; vive  entregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.

Evangelio según  San Mateo (15: 21-28)

En aquel tiempo, Jesús se retiró  hacia la región de Tiro y de  Sidón. En esto, una mujer  cananea, que había salido de aquel  territorio, gritaba diciendo: «¡Ten  piedad de mí, Señor, Hijo de David!  Mi hija está malamente  endemoniada.» Pero Él no le  respondió palabra. Sus discípulos,  acercándose, le rogaban:  «Concédeselo, que viene gritando  detrás de nosotros.» Respondió Él:  «No he sido enviado más que a las  ovejas perdidas de la casa de Israel.»  Ella, no obstante, vino a postrarse  ante Él y le dijo: «¡Señor,  socórreme!» Él respondió: «No está  bien tomar el pan de los hijos y  echárselo a los perritos.» Ella dijo:  «Sí, Señor, pero también los perritos  comen de las migajas que caen de la  mesa de sus amos.» Entonces  Jesús le respondió: «Mujer, grande  es tu fe: que te suceda como  deseas.» Y desde aquel momento  quedó curada su hija.

Mensaje Pastoral

La humildad: pilar de la fe

«¡Mujer, grande es tu fe!»

Previamente a su encuentro con la cananea, Jesús estaba hablando a los fariseos y escribas en presencia de los Doce; parece que sujesusmujercananitaateismo_thumb1 discurso no les cayó del todo bien puesto que los discípulos le reclamaron: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tu palabra?» Y Él les respondió: «Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz» (Mt 15:13). Y al instante, Jesús salió de allí y se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón, tierra de gentiles que no conocen a Dios, donde una mujer lo buscaría para que curase a su hija. ¿Cómo compatibilizar la posición tajante de Cristo ante los fariseos, hijos de la promesa, y su apertura hacia la tierra de los gentiles, con su respuesta a la petición de la mujer cananea: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel»?

Una mujer cananea, dolida por el malestar de su hija «endemoniada» se entera de que pasaba por su tierra Jesús –de Quien seguramente había escuchado–; lo sigue o, más bien, lo persigue con insistencia para que cure a su hija, pero Él no le respondió palabra. Los discípulos –no porque tuvieran compasión de ella sino molestos por el ruido que ocasionaba– piden a Jesús que le atienda para que les deje en paz. El Señor les da una respuesta que realmente les satisface el orgullo, palabras   que   para   ellos   en   aquel   momento  –hubiéralas dicho o no– formaban un asunto resuelto e indispensable: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» El Mesías pertenece a los judíos y punto.

Sin embargo, la mujer a pesar de toda la humillación que encontró –y Dios no permite «seáis tentados sobre vuestras fuerzas» (1Cor 10:13)–  todavía se acerca más, se postra y ruega con fervor: «¡Señor, socórreme!» De nuevo Jesús la rechaza, pero ahora con palabras aún más duras: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» El calificativo de «perros» no era extraño al glosario de los discípulos (como judíos) respecto a los cananeos. Sus prácticas inhumanas, adoración y baja moralidad a tal grado que llegaban a sacrificar a sus hijos –cosa que ni los animales hacen– dieron de ellos una imagen digna de menosprecio y baja estima. Entonces Cristo utilizó esta misma imagen fuerte para despertar la penitencia de la mujer, pero sobre todo para advertir a los discípulos la esencia auténtica de la fe: «No anden diciendo en su interior: “Tenemos por padre a Abraham”; porque les digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham» (Lc 3:8). Aunque el Evangelio no lo dice, es lícito imaginar que Jesús acompañó estas palabras duras con un gesto benévolo hacia la mujer que la movió al arrepentimiento y a mostrar una fe verdadera enraizada en la humildad: «Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» En su Homilía sobre este pasaje evangélico, san Gregorio Palamás concluye que «la humildad pertenece a los fieles, y la fe a los humildes.» El creyente distingue en los apuros la mano sanadora de Dios, como nos podría decir la cananea: «Con castigo me ha corregido el Señor, más a la muerte no me ha entregado» (Sal 117:18).

Con esta escena de la vida real, Cristo mostró a sus discípulos y a nosotros un ejemplo efectivo de la fe que complace al Señor: «¡Mujer, grande es tu fe: que te suceda como deseas!» No le concedió su petición para aliviar los oídos de los discípulos, sino porque grande fue su humildad, grande su arrepentimiento: ¡grande su fe!

Una religiosidad soberbia y superficial jamás acata a la divina Voluntad, y ante cualquier ocasión no al gusto reclama a Dios rogándole que «se aleje de su término» (Mc 5:17), mientras la fe verdadera frente a las pruebas, por más duras y humillantes que sean, saca un gemido penitencial: «¡Señor, socórreme!» y experimenta qué es desplegar las montañas (Mt 17:20).

Nuestra Fe y Tradición

La conciencia

imagesUna pobre mujer hurtó algo en un negocio y se retiró. Nadie la vio. Pero desde aquel momento una sensación desagradable le quitó la serenidad. No tuvo otro remedio que volver al negocio y colocar el objeto hurtado en su lugar. Luego volvió a su casa aliviada. Ejemplos similares, cuando los hombres se ven en la necesidad de actuar en contra de su propio provecho o placer, son innumerables.

Cada hombre tiene conocimiento de su voz interior que ora le reprocha agobiándolo, ora lo alienta y lo alegra. Este fino sentido moral innato se llama conciencia. La misma es una especie de instinto espiritual que distingue con más prontitud y nitidez que la mente entre el bien y el mal. El que sigue la voz de la conciencia no se arrepentirá de sus actos.

En las Sagradas Escrituras la conciencia también se denomina el corazón. En el Sermón de la Montaña, Nuestro Señor Jesucristo comparó la conciencia con el ojo, por medio del cual el hombre puede ver su propio estado moral (San Mateo 6:22). También el Señor estableció una similitud entre la conciencia y un adversario, con quien el hombre debe conciliarse antes de comparecer ante el Juez (San Mateo 5:25). Este último término acusa la propiedad particular de la conciencia: oponerse a nuestros malos actos e intenciones.

Nuestra experiencia personal también nos convence de que esta voz interior, llamada conciencia, está fuera de nuestro control y se expresa directamente sin depender de nuestro deseo. Del mismo modo que no podemos convencemos de que estamos saciados cuando tenemos hambre, o de que estamos descansados cuando estamos cansados, tampoco podemos convencernos de que procedimos bien cuando nos acusa nuestra conciencia.

Algunos ven en las palabras de Cristo referentes al “gusano que no se muere” que torturará a los pecadores en la otra vida, una indicación relacionada con los remordimientos de la conciencia (San Marcos 9:44).

Vida de Santos

Santo y Gran Mártir Teodoro de Tiro

En la ciudad Amasea, en la provincia Panonia, en los tiempos de las persecuciones por el emperador Maximiano (años 286-305), unteodoro_tyro guerrero llamado Teodoro, junto con los otros cristianos fue obligado a abjurar al Cristo y hacer un sacrificio a los ídolos. (El sobrenombre Tiro significa en latín “recluta”). Al negarse a hacerlo, Teodoro fue sometido a crueles martirios y encerrado en la cárcel. Ahí, durante la oración él fue consolado con la milagrosa aparición del Señor Jesús Cristo. Poco tiempo después lo sacaron de la cárcel y con diferentes torturas lo obligaban nuevamente a abjurar al Cristo. Finalmente, viendo su firmeza, el gobernador lo condenó a la hoguera. Sin ningún temor, San Teodoro subió a la hoguera y orando y glorificando a Dios entregó su alma. Fue cerca del año 305. Su cuerpo fue sepultado en la ciudad de Eujaita (actualmente Marcivan en Asia Menor) Más tarde sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla a la Iglesia consagrada a su nombre. Su cabeza se encuentra en la ciudad Gaeta, Italia.

50 años después de la muerte de San Teodoro, el emperador Juliano, el Apóstata (años 361-363) queriendo profanar la Gran Cuaresma Cristiana, ordenó al gobernador de la ciudad de Constantinopla rociar con la sangre de los sacrificios que se hacían a los ídolos a todos los alimentos que se venden en la feria durante todo los días de la primer semana de la Cuaresma. En una visión, San Teodoro se presentó al arzobispo de Constantinopla y le ordenó avisar a todos los cristianos que no compren los alimentos profanados y que coman solamente kutia, el trigo cocido con miel. En memoria de esto la Iglesia Ortodoxa celebra, hasta el día de hoy, todos los años el día del Mega Mártir Teodoro — Tiro cada primer sábado de la Gran Cuaresma.

Sentencia de los Padres del Desierto

  • Dijo un anciano: «No te dejes enredar por las preocupaciones».
  • Decía un anciano: «La humildad no se enfada, ni enfada a nadie».
  • Dijo también: «El hombre necesita esto: temer el juicio de Dios, odiar el pecado, amar la virtud y  orar continuamente a Dios».

Artículos de Teología

Con la bendición de Su Eminencia Reverendísima Antonio Chedraoui presentamos la nueva sección de artículos que semanalmente estaremos publicando en la página de la Arquidiócesis, para crecimiento y enriquecimiento espiritual  en nuestra vida cristiana. Los artículos que serán colocados en esta sección estarán clasificados principalmente en la sección de Artículos de Teología  incluyéndose temas sobre Teología Dogmatica, Historia de la Iglesia y Liturgia. Esperamos que sean de su aprovechamiento espiritual.

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