En este día que es el Primer Domingo de la Cuaresma, celebramos la restitución de los Santos Venerables Íconos, que tuvo lugar en tiempo de los siempre conmemorables Reyes de Constantinopla, Miguel y su madre Teodora, en época del Santo Confesor Patriarca Metodio.

+ Cuando veo los íconos que habían sido quitados en forma abominable;

+ Siendo venerados debidamente, me regocijo jubilosamente.

Oh Cristo, Imagen Inalterable del Padre, por la intercesión de Tus Santos Confesores, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.

Tropario, tono 2

Nos prosternamos ante tu purísima imagen, oh Bondadoso, suplicándote el perdón de nuestras faltas, oh Cristo Dios; porque, por tu propia voluntad, aceptaste ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz para salvar de la esclavitud del adversario a los que Tú creaste. Por lo tanto, agradecidos, exclamamos: “Has llenado todo de alegría, oh Salvador, al venir para salvar al mundo”.

Los cuarenta Santos Mártires de Sebaste

 

Estos santos mártires, aunque provenían de distintas ciudades, todos eran soldados del ejército romano, y creían firmemente en el Señor Jesucristo. Cuando empezó la persecución de los cristianos en tiempos de Licinio, todos fueron llevados a juicio ante el comandante y éste los amenazó con quitarles la honorable posición de soldados. Pero uno de ellos, san Cándido, respondió: “No solamente la honra de soldado, sino hasta nuestros cuerpos toma de nosotros; nada es más querido y más honorable para nosotros, que Jesucristo Dios nuestro”. Después de esto, el comandante mandó a sus sirvientes a que lincharan con piedras a los santos mártires. Pero cuando lanzaban las piedras a los cristianos, éstas se volvían y caían sobre ellos hiriéndolos gravemente, al grado que una de ellas cayó sobre la cara del comandante y le destrozó los dientes.

Los torturadores, furiosos como fieras, ataron a los santos mártires y los arrojaron al lago, apostando una guardia en todo el perímetro para que ninguno pudiera salir.  Había una terrible helada y el lago se congelaba alrededor de los cuerpos de los mártires. Para que las penas fueran más fuertes, los torturadores calentaron e iluminaron un baño a orillas del lago, a la vista de los congelados sufrientes, para hacer caer a alguno de ellos en desilusión y que renegaran de Cristo aceptando los ídolos romanos. De hecho, uno cayó en desilusión, salió del agua y entró al baño. Durante la noche una extraña luz descendió del cielo, que calentó el agua del lago y los cuerpos de los mártires; y junto con la luz descendieron 39 coronas sobre sus cabezas.  Esto fue visto por uno de los guardias apostados en la orilla, el cual se desvistió, confesó el nombre del Señor Jesucristo y entró al lago para llegar a ser digno de la corona número cuarenta en lugar del traidor. Y efectivamente, sobre él descendió esa última corona.  Al día siguiente, toda la ciudad se sorprendió al ver a los mártires vivos. Entonces los maliciosos jueces ordenaron que les fracturaran las piernas y que después echaran sus cuerpos de vuelta en el agua para que los cristianos no los tomaran.  Al tercer día, los mártires aparecieron al obispo local Pedro y le dijeron que tomara del agua sus reliquias.  Salió el obispo en la noche oscura con sus clérigos y vieron las reliquias de los mártires brillando en el agua. Los tomaron y los enterraron honorablemente.

Las almas de estos mártires fueron hasta el Señor Jesús, martirizado por nosotros y resucitado en gloria. Sufrieron honorablemente y con gloria imperecedera fueron coronados en al año 320.

Tropario tono 1, del común de Varios Mártires

Oh Señor, por los sufrimientos de los santos * que han padecido por ti, * ten compasión de nosotros * y sana las dolencias de los que te suplicamos, * oh Tú que amas a la humanidad.

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