San Alípio nació en la ciudad de Adrianópolis. Su cristiana madre enviudó muy joven y envió a su hijo a ser educado por el obispo Teodoro; entregó sus pertenencias a los pobres y comenzó a vivir como asceta y diaconisa cerca de la iglesia donde había enviado a su hijo.
Desde muy temprana edad san Alipio sintió el llamado a servir a Dios y a tener una vida solitaria pese a que el obispo Teodoro no se lo permitía. Una vez, acompañando al obispo en un viaje a Constantinopla, san Alípio tuvo una visión de santa Eufemia (16 de septiembre) quien le pedía que fundara una iglesia en su nombre en Adrianópolis.
Con las contribuciones de los fieles de Adrianópolis, san Alípio construyó una iglesia bajo la protección de santa Eufemia, en un antiguo templo pagano. Al lado del templo, donde existía un altar pagano, san Alípio construyó una columna donde subía a rezar y enseñar a los fieles y por cincuenta y tres años luchó contra Satanás en ese lugar, rezando y aconsejando a los cristianos que venían buscando su ayuda.
Se cuenta que una noche, los demonios comenzaron a arrojarle piedras mientras él oraba de pie en ese pilar. San Alípio quería luchar contra los espíritus de la oscuridad y tomando lo que le servía como humilde techo se protegió de ellos. Por su perseverancia, los demonios abandonaron para siempre aquel lugar.
Catorce años antes de su muerte, san Alipio perdió la posibilidad de ponerse de pie. Tuvo que pasar ese tiempo recostado sobre uno de sus costados por la debilidad de sus piernas y soportó muy difíciles enfermedades con humilde gratitud. Dos monasterios se levantaron alrededor de la columna levantada por el santo: uno para hombres y otro para mujeres. San Alípio es recordado por haber introducido reglas monacales para ambos monasterios y los dirigió hasta su muerte. Durmió en el Señor el año 640, a la edad de 118 años. El cuerpo de este venerable santo fue depositado en la iglesia que había fundado en honor de santa Eufemia. Sus reliquias sanan a aquellos que las veneran con fe.
Tropario, tono 1
Al volverte columna de paciencia, * has competido con los padres antiguos: * a Job en sufrimientos, a José en tentaciones * y a los incorpóreos aun en cuerpo. * Oh justo padre Alipio, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.
San Nikón el del Arrepentíos
San Nikon Metanoeite (“el Predicador del Arrepentimiento”) nació en Ponto Polemoniaco a principios del siglo X. Era hijo de un rico terrateniente y recibió el nombre de Nicetas en el bautismo.
Como no tenía ningún deseo de hacerse cargo de la gestión de las riquezas y las propiedades de su familia, Nicetas ingresó en el monasterio de Crisopetro, donde brilló en la oración y el ascetismo. Cuando recibió la tonsura monástica, recibió el nuevo nombre de Nikon.
Tenía un don extraordinario para la predicación. Cuando hablaba de la virtud y de asuntos espirituales, sus oyentes se llenaban de sincera compunción y amor a Dios. Sus palabras produjeron tal fruto espiritual en quienes lo escucharon que se le pidió que viajara por las regiones orientales para predicar. Visitó Armenia, Creta, Eubea, Egina y el Peloponeso, proclamando el Evangelio de Cristo.
“Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Este fue el mensaje de San Juan Bautista (Mateo 3:2), y de Cristo mismo (Mateo 4:17). Este fue también el mensaje de san Nikon. Dondequiera que iba, comenzaba sus sermones con “Arrepentíos”, por eso se le llamaba “Nikon Metanoeite”, o “Nikon, el Predicador del Arrepentimiento”.
Al principio, la gente prestaba poca atención a su mensaje. Luego, poco a poco, ganó sus corazones con su predicación, sus milagros y su naturaleza amable y amorosa. Enfatizó la necesidad de que todos se arrepientan, advirtiendo que quienes emiten algunos suspiros y gemidos y piensan que han alcanzado el verdadero arrepentimiento se están engañando a sí mismos. Decía a la gente que el verdadero dolor por los pecados se cultiva con la oración, la abnegación, la limosna, los esfuerzos ascéticos y la confesión al Padre espiritual.
Después de sembrar las semillas de la piedad, san Nikon comenzó a ver que daban frutos. La gente empezó a cambiar de vida, pero él les instaba a fortalecer sus almas en la virtud y las buenas obras para que no se vieran abrumadas por las preocupaciones de este mundo.
Finalmente, se instaló en una cueva a las afueras de Esparta. Pronto se trasladó a la ciudad, porque mucha gente venía a escucharlo. En el centro de Esparta, construyó una iglesia dedicada a Cristo Salvador. Con el tiempo, un monasterio creció alrededor de la iglesia, en donde nunca dejó de predicar la Palabra de Dios y de llevar a la gente de regreso a la vida espiritual de la Iglesia. También curó a los enfermos y realizó muchos otros milagros.
San Nikon durmió en el Señor en el año 998
Tropario, tono 3
Goce la región lacedemonia, * al tener en urna tus reliquias * que derraman manantiales de curaciones, * rescatando de las aflicciones a todos * los que con fe acuden a ti, Nicón asceta. * Intercede ante Cristo Dios, oh justo padre, * para que nos otorgue la gran misericordia.