San Platón era de Ancyra, hoy Ankara, vivió a fines del siglo III, de alma virtuosa, realizo un importante trabajó en la transmisión de la fe cristiana. De posición económica holgada, ayudó a pobres y a enfermos con importantes aportes de dinero. Fue denunciado y conducido ante el gobernador Agripino, admitió el Santo, su fe en Cristo, agregando que trabajaba y vivía por la gracia de Cristo.
Agripino viendo que Platón era rico, trató con varios subterfugios de atraerlo y le presentó a su hermosa sobrina, diciéndole que, si abandonaba su fe, se casaría con ella. Pero el Santo se negó inmediatamente a la propuesta, y le expresó las palabras de la Escritura que dice: “Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna.” (Epístola a Judas 1:20-21). Agripino mando a azotar a Platón y luego de varios tormentos fue decapitado en el año 306.
San Romano diácono de Cesarea
San Romano nació en Palestina y sirvió como diácono en Cesarea. En la época de la persecución contra los cristianos, vivía en Antioquía. A través de su predicación, animó a los fieles a mantenerse firmes en su confesión de Cristo cuando el Eparca Asclipiades quiso arrasar la iglesia hasta sus cimientos. San Romano dijo al pueblo que debían luchar para evitar la destrucción de la casa de Dios, asegurándoles que incluso si morían en sus esfuerzos cantarían un himno de victoria en el cielo.
En ese momento se estaba celebrando una fiesta en honor de los ídolos, y san Romano fue al templo pagano para reprender al Eparca y a los incrédulos por su impiedad. Cuando Asclipiades estaba a punto de entrar en el templo, san Romano proclamó sin miedo que los ídolos no eran dioses y que solo Jesucristo era verdaderamente Dios. Asclipíades ordenó que el santo fuera golpeado, e incluso trató de persuadirlo para que negara a Cristo. Cuando esto fracasó, el Eparca ordenó que fuera torturado. Fue colgado y golpeado, y sus costados fueron raspados con cuchillas de metal. Soportando valientemente estos tormentos, San Romano confesó a Cristo, y castigó a Asclipíades por su obstinada negativa a ver la verdad.
Luego San Romano fue condenado a muerte en la hoguera. Sin embargo, tan pronto como se encendió el fuego, cayó una lluvia y lo apagó. Entonces el Eparca ordenó que le cortaran la lengua al santo, porque todavía confesaba a Cristo y vilipendiaba a los idólatras. Incluso después de que le cortaran la lengua, el santo continuó hablando como antes. Finalmente, fue clavado a un barril y fue estrangulado en su celda. Habiendo completado su lucha por Cristo, fue encontrado digno del Reino celestial, donde continuamente glorifica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por todos los siglos.
Tropario, tono 4 del común de santos Mártires
Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro.* Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.