Felipe es uno de los doce Apóstoles, mencionado por todos los evangelistas, pero de manera especial por san Juan que lo mencionó más que los otros, probablemente porque les unía una amistad. Los textos evangélicos muestran que Felipe tuvo contacto con san Juan Bautista; quizá era uno de sus dos discípulos quienes al escuchar a su maestro decir de Jesús: “He ahí el Cordero de Dios”, le siguieron. (Jn.1, 35). El otro discípulo era Andrés. Ambos, a menudo aparecen juntos como en los capítulos 6 y 12 del Evangelio según san Juan; lo más probable es que formaban parte de un grupo que estudiaba la Ley y los Profetas y discutía sobre el perfil del Mesía esperado. Natanael también pertenecía a este grupo, pues Felipe, al encontrar al Señor Jesucristo, le buscó para decirle: “Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José…”
El carácter de Felipe, como se manifiesta en el Evangelio según san Juan, se parece, hasta cierto sentido, al de Tomás: persona cálida, espontánea, práctica que pretende tener propia experiencia y ser convencido por lo tocado más que por lo dicho. Así que cuando Cristo hablaba a los discípulos sobre Dios Padre: “desde ahora lo conocéis y lo habéis visto”, Felipe dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta.” Pero Jesús lo reprendió orientando su fe: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14, 7-9).
Respecto a su prédica después de la ascensión del Señor y de Pentecostés, la Tradición nos informa que predicó en Asia Menor junto con Bartolomé. Allá tuvo tanto éxito que convirtió a la esposa del gobernador de Asia. Los paganos, furiosos por la nueva prédica, agarraron al Apóstol, lo arrastraron en las calles de la ciudad, y finalmente lo crucificaron cabeza para bajo. Su martirio fue en los ochentas del primer siglo cristiano.
Tropario, tono 3 del común de santos Apóstoles
Oh santo apóstol Felipe, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.
San Gregorio Palamás, arzobispo de Tesalónica
El padre de Gregorio era un eminente oficial de la corte del emperador Andrónico II Paleólogo. Sin embargo, el talentoso Gregorio, tras completar sus estudios seculares, no quiso entrar al servicio imperial en la corte, sino que se retiró a la Santa Montaña de Athos y se hizo monje, viviendo en ascetismo en los monasterios de Vatopedi y la Gran Lavra.
Estuvo presente en Constantinopla en el Concilio que se convocó en 1341 contra Barlaam de Calabria, y en el Concilio de 1347 contra Acíndino, que era de la misma opinión que Barlaam; ambos herejes afirmaban que la gracia de Dios es creada. En ambos Concilios, el Santo contendió valientemente por los verdaderos dogmas de la Iglesia de Cristo, enseñando en particular que la gracia divina no se crea, sino que son las energías no creadas de Dios las que se derraman a lo largo de la creación: de lo contrario, si la gracia fuera creada sería imposible para el hombre tener una comunión genuina con el Dios no creado.
Fue consagrado Metropolitano de Tesalónica en 1347, siendo glorificado tanto como asceta y como teólogo; como jerarca y como obrador de milagros.
Gobernó la Iglesia en Tesalónica por doce años, uno de los cuales lo pasó como esclavo de los sarracenos en Asia. Entró en paz a su descanso en el 1359, alcanzando el Reino de Cristo. Sus reliquias se conservan en Tesalónica, donde hay una hermosa iglesia dedicada a él.
Tropario, tono 8
¡Oh astro de la Ortodoxia, firmeza de la Iglesia y maestro; * hermosura de los ascetas, * irrefutable campeón de los teólogos, Gregorio el milagroso, * orgullo de Salónica y predicador de la Gracia: * intercede por la salvación de nuestras almas!