El Obispo Acépsimo, el Presbítero José y el Diácono Aetalas, mártires en Persia, eran líderes de la Iglesia cristiana en la ciudad pérsica de Naesón.

El emperador Sapor II (310-381) ordenó que sus hombres buscaran y mataran a todo clero cristiano que se encontrara a lo largo de todo el Imperio. San Acépsimo fue arrestado, aunque ya tenía ochenta años, en la ciudad de Arbela dónde lo llevaron ante el juez Ardarkh, sacerdote pagano del dios del sol. El santo Obispo se negó a ofrecer sacrificios a los dioses pérsicos. Enfurecido por esto lo hizo torturar y luego lo encerró en la prisión, dónde al día siguiente también recluyeron al sacerdote José, que tenía setenta años y al diácono Aetalas, a quien también habían torturado. Durante tres años los santos soportaron el encierro, la tortura, sufriendo hambre y sed.

Cierto día, el emperador Sapor vino al templo del dios del fuego, cerca de Arbela, y quiso ver a los tres santos. Débiles y cubiertos de supurantes heridas, fueron llevados ante el emperador. Entonces se les ordenó que rindieran culto a los dioses paganos, pero ellos se negaron firmemente, y confesaron su fe en Cristo. Entonces el santo obispo fue decapitado; el sacerdote y al diácono fueron llevados a la ciudad para ser apedreados. La ejecución del presbítero José se prolongó durante varias horas. Un guardia se ubicó cerca del lugar de ejecución, para que los cristianos no tomaran el cuerpo del santo mártir. En la cuarta noche una gran tormenta azotó la ciudad, un relámpago mató al guardia, el viento desparramó las piedras y por la providencia de Dios, el cuerpo de san José desapareció. El diácono Aetalas fue llevado a su pueblo donde fue apedreado. Unos cristianos enterraron su cuerpo en secreto. Se cuenta que un árbol de mirto creció en la tumba del santo que sanaba a quienes lo tocaban. Luego de cinco años, al enterarse los paganos de lo que sucedía, talaron el árbol.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus  intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Traslado de las reliquias del Gran Mártir Jorge

 

El santo gran mártir Jorge fue un soldado romano que sufrió en Nicomedia bajo el emperador Diocleciano a principios del siglo IV. Sus reliquias fueron trasladadas por los cristianos a su patria, la ciudad de Lidda, y allí fue enterrado.

Sobre su tumba se construyó una iglesia ortodoxa dedicada al gran mártir Jorge. En el propio templo hay un trozo de las reliquias de San Jorge, así como la cadena con la que estaba atado el gran mártir.

La primera iglesia se construyó aquí en el siglo VI. El templo fue destruido varias veces y fue restaurado en su forma actual solo en 1872. La consagración del templo restaurado tuvo lugar el 3 de noviembre de 1872, aniversario del día en que se consagró por primera vez.

Además de la tumba del Gran Mártir Jorge, esta ciudad también es famosa, pues fue acá en Lidda donde el apóstol Pedro curó a Enéas, que llevaba ocho años paralítico (Hechos 9:32-35).

Tropario, tono 4

Como de los cautivos libertador, * de los necesitados protector, * de los enfermos médico * y defensor de la Iglesia, * oh victorioso y gran mártir Jorge, * intercede ante Cristo Dios * por la salvación de nuestras almas.

 

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