El mártir Aretas y con él 4299 mártires sufrieron por nuestro Señor Jesucristo en el siglo VI.

Aretas era prefecto de la ciudad cristiana de Nayrán en Arabia. El rey árabe, Dunaan, que era judío, decidió eliminar el cristianismo de la tierra. Emitió un edicto que ordenaba la muerte de todos los seguidores de Cristo.

Como los habitantes de Nayrán permanecieron fieles al Señor, Dunaan llegó con un gran ejército para destruir la ciudad. En las murallas de la ciudad los heraldos del rey anunciaron que Dunaan solo perdonaría a quienes renunciaran a Cristo y se refirieron a su Cruz como un “signo de maldición”.

Al no atreverse a asaltar la ciudad cristiana por la fuerza, Dunaan recurrió a una artimaña: juró que no obligaría a los cristianos a convertirse al judaísmo, sino que simplemente cobraría un tributo. Los habitantes de la ciudad no hicieron caso al consejo de san Aretas y, confiando en Dunaan, abrieron las puertas de la ciudad.

Al día siguiente, Dunaan dio orden de encender un gran fuego y arrojar a todo el clero de la ciudad para asustar al resto de los cristianos. Quemaron a 427 hombres. También encarceló al prefecto Aretas y a los demás jefes. Luego, el opresor envió a sus mensajeros por la ciudad para convertir a los cristianos al judaísmo. El propio Dunaan conversó con aquellos habitantes sacados de las cárceles y les dijo: “No exijo que renunciéis al Dios del cielo y de la tierra, ni quiero que adoréis ídolos, solo quiero que no creáis en Jesucristo, ya que el Crucificado era un hombre y no Dios”.

Los santos mártires respondieron que Jesús es Verbo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que para la salvación de la humanidad se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen María. Los que sufrían decían: “No abjuraremos de Cristo, ya que Él es Vida para nosotros. Morir por Él es encontrar la Vida”.

Más de cuatro mil cristianos, hombres, mujeres, ancianos y niños, de la ciudad de Nayrán y de los pueblos de los alrededores sufrieron el martirio por Cristo.

Tropario tono 1, del común de varios Mártires

Oh Señor, * por los sufrimientos de los santos que han padecido por ti, * ten compasión de nosotros y sana las dolencias de los que te suplicamos, * oh Tú que amas a la humanidad

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