En este día que es el Cuarto Domingo de la Cuaresma, celebramos la conmemoración de nuestro Piadoso Padre Juan, el autor de la Escala de las Virtudes y cuya vida presentamos a continuación al coincidir además con la fecha de su memoria anual.

San Juan Climaco, vino de Siria al Monte Sinaí como joven de dieciséis años y allí quedó, primero como novicio, después como ermitaño y finalmente como el abad de Sinaí hasta sus ochenta años, cuando murió alrededor del año 563. Su biógrafo, el monje Daniel, dijo sobre él: “Se levantó con el cuerpo al Monte Sinaí y con el espíritu al Monte del Cielo”.

Junto a su padre espiritual Martirio, pasó en la obediencia diecinueve años. Anastasio de Sinaí, viendo una vez al joven Juan, profetizó sobre él, que sería el abad de Sinaí. Tras la muerte de su padre espiritual, Juan se retiró a una cueva donde pasó veinte años en la difícil vida ascética. Una vez, su discípulo Moisés dormía bajo la sombra de una gran piedra, Juan estando en oración en su celda, vio que su discípulo estaba en peligro, y comenzó a rezar a Dios por él. Cuando más tarde vino Moisés, cayó de rodillas y le agradeció a su padre espiritual, porque lo salvó de la muerte segura. Y contó como en el sueño oyó que Juan le gritaba y él saltó, y en ese momento aquella piedra cayó. Si no se hubiera apartado de la piedra lo habría matado.

Por la insistencia de los hermanos, Juan llegó a ser el abad y dirigió las almas de la gente hacia la salvación, con celo y amor. Oyó una vez la crítica de algunos, de que él hablaba mucho; sin enfadarse ni un poco, Juan calló y todo el año no habló ni una palabra, hasta que los hermanos le rogaron que hablara y siguiera enseñándoles con la sabiduría que Dios le había dado.

Mientras practicaba el silencio en la cueva, Juan escribió muchos libros útiles, de los cuales el más famoso, y hoy en día el más leído, es “La Escala de las Virtudes”, en el que describe el método de la elevación del alma a Dios como el subir por una escalera.

Antes de su muerte, Juan, designó como abad a su hermano de sangre, Jorge; pero viendo que este lloraba mucho por su separación, le dijo que. si se hacía digno de la cercanía de Dios en el otro mundo, rogaría que él, Jorge, ese mismo año fuera tomado del mundo al cielo. Así sucedió, y solo diez meses después Jorge también reposó y habitó entre los ciudadanos del cielo como su gran y santo hermano Juan.

Por las oraciones de san Juan Climaco, oh Cristo Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén

Tropario, tono 8

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Juan Clímaco, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

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