San Hilarión adoptó la vida monástica desde su juventud y vivió en reclusión. Más tarde, como abad del Monasterio de Pelecete en Asia Menor (que se cree que está en Bitinia, no lejos de Triglia), sufrió mucho de los iconoclastas, y reposó en el año 754.San Hilarión adoptó la vida monástica desde su juventud y vivió en reclusión. Más tarde, como abad del Monasterio de Pelecete en Asia Menor (que se cree que está en Bitinia, no lejos de Triglia), sufrió mucho a causa de los iconoclastas, y reposó en el año 754.

Tropario tono 8, del común de los Justos

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justo Hilarión, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Madre Gabriela Papayiani

 

 

 La Madre Gabriela Papagianni nació el 2 de octubre de 1897 en Turquia y le pusieron  por nombre Aurelia. Su padre era un rico comerciante de madera y vivía en un ambiente con muchas comodidades en la ciudad, en el Fanar.

Era la cuarta y última hija de la familia. De sus hermanos, Vasiliki, la mayor, fue la primera que le habló de Dios. Junto con las historias que le leía, le contaba historias del Evangelio y del Antiguo Testamento.

Pasaron los años y la pequeña Aurelia amaba a todo el mundo y todo el mundo la amaba a ella. Después del bachillerato, se fue a continuar sus estudios en Suiza en la Escuela de Agricultura de Estavayer-Le-Lace. Amaba especialmente las plantas y hasta el final de su vida “habló” con ellas, como si pudiera ver su reacción cada vez.

En 1923 se encontraba con su familia en Tesalónica. Allí ingresó en la Facultad de Filosofía de la Universidad Aristóteles.

Al finalizar sus estudios llegó a Atenas y su primera preocupación fue conseguir un trabajo. Así que consiguió un empleo en una clínica psiquiátrica donde permaneció solo un año. Luego llegó a Inglaterra, sola con su única posesión: una libra de papel de Inglaterra. Allí encontró diversos trabajos mientras ayudaba a muchos necesitados y desempleados, y cuidaba gratuitamente a muchos pobres.

En 1954, habiendo fallecido su madre, fue a la India donde permaneció durante 5 años. Allí ayudó incesantemente a una multitud de leprosos y enfermos y les mostró un amor sin límites.

Todos la querían y la llamaban Hermana Leela. En su apretada agenda diaria, dos horas de lectura de la Biblia y muchas horas de oración eran esenciales. Tenía plena confianza en Dios y por eso nunca llevaba dinero encima.

Todo le había sido dado por Él, decía. Todo lo que hacía era ponerse en Sus manos. Los billetes de avión, la comida, el alojamiento y todo lo que necesitaba le fueron dados por Dios. Ayudó a multitud de personas y fue la causa de que muchas personas se bautizaran en la Iglesia Ortodoxa. Nunca habló de Cristo a nadie, a menos que se lo pidieran.

Hizo contactos importantes (Madre Teresa de Calcuta, Sivananda, Baba Amte). Fue invitada a varios países para hablar sobre el cristianismo ortodoxo y realmente dejó a la multitud sin palabras.

Después de la India, estuvo un año en el Himalaya con una dieta pobre, sola “a solas con Dios”, en horas de oración interminable. Más tarde diría que durante ese año experimentó el monacato contemplativo sin siquiera saberlo.

Ahora creía que estaba haciendo la voluntad de Dios cuando de repente le llegó el mensaje de los ángeles que le decía: “Ahora puedes ir a ser monja”. Entonces comprendió que el monacato es una forma de vida especial y superior. Dejó el asunto abierto y creyó que Dios la guiaría una vez más.

Entonces conoció a un caballero que le pidió que la acompañara a Betania, a un monasterio. Milagrosamente, volvió a encontrar el pasaje y se fue a Betania, a los 62 años, donde se destacó por su amor y paciencia.

Y justo cuando pensaba que esa sería su vida, comenzó a viajar de nuevo para ayudar, para hablar de Cristo y para ser amada por todo el mundo.

Después, Atenas, donde fue operada para curar la ceguera total de su ojo izquierdo. Permaneció en Atenas en el Santo Monasterio de Evangelistria, la Nueva Jerusalén, como solía decir. A través del monasterio, mantuvo correspondencia y ayudó a muchas personas.

Después vino África, Atenas, donde permaneció en la casa de los ángeles, como la llamaban sus hijos espirituales, donde recibía y ayudaba a diario a las personas que sufrían de Egina y Leros, donde falleció a los 95 años, el 28 de marzo de 1992, levantando las manos al cielo. En ese momento sus hijos espirituales oyeron claramente una voz joven que cantaba una melodía desconocida, alegre, angelical. Esto duró sólo unos segundos y luego un silencio llenó su celda.

Todas las campanas de Leros sonaron tristemente. Se cantó el funeral y mientras las monjas la escoltaban hasta la tumba, el obispo quiso ver su rostro por última vez. Quienes lo vieron se persignaron y dijeron que no hay palabras para describir el rostro divino de la persona que vieron.

Madre Gabriela era una persona poco común con un amor sin límites por el prójimo. También merecía adquirir el don de la intuición. Ella dijo que los ángeles una vez le dijeron que lo que más importa es la cantidad y calidad del amor que das a los demás sin discriminación.

Todos le preguntaban cómo era posible que ella amara tanto incluso a extraños y cómo era posible que ella fuera obediente al mundo entero y viajara constantemente para ayudar incluso a una persona. ¡Así que su vida es descrita correctamente como la vida ascética del amor!

Una vez un misionero extranjero la describió como una “mala cristiana” porque a diferencia de los otros misioneros en la India de otras religiones que conocían muchos dialectos nativos, ella no sabía ninguno y solo hablaba inglés. Respondió que conocía cinco idiomas: el primero es la sonrisa, el segundo son las lágrimas, el tercero es el tacto, el cuarto es la oración y el quinto es el amor. Con estos cinco idiomas, viajó alrededor del mundo.

Tropario tono 5

Decorosa asceta de amor enérgico, * terapeuta piadosa y amparo digno sagaz * de los oprimidos, faltos y huérfanos, * madre Gabriela, gran modelo del amor en el Señor * y sobria misionera, * que atrae de Dios clemencia * para los que la honran con fe.

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Santoral Santoral ()

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