El Santo Apóstol Ananías de los Setenta, fue el primer obispo de Damasco. El Señor le ordenó que devolviera la vista a Saulo, el antiguo perseguidor de los cristianos, y luego lo bautizara (Hechos 9:10-19, 22:12). Saulo se convirtió en el gran predicador y apóstol Pablo. San Ananías confesó valiente y abiertamente el cristianismo ante los judíos y los paganos, a pesar del peligro.

Desde Damasco fue a predicar a Eleuterópolis, donde curó a muchos de sus enfermos. Luciano, el prefecto de la ciudad, intentó persuadir al santo para que ofreciera sacrificios a los ídolos. Debido a la firme y sólida confesión de Cristo de Ananías, Luciano ordenó que lo torturaran. Los duros tormentos no influyeron en el testimonio de la Verdad. Luego los torturadores lo llevaron fuera de la ciudad, donde lo apedrearon. El santo oró por quienes lo condenaron a muerte. Sus reliquias fueron trasladadas más tarde a Constantinopla.

Tropario tono 3, del común de los Apóstoles

Oh santo apóstol Ananías, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

San Romano el Melodista

Nacido en el poblado sirio de Emesa, sirvió como sacristán primero en Beirut y luego en la iglesia catedral de Constantinopla, en tiempos del patriarca Eufemio (490-496 d. C.) Analfabeta y sin entrenamiento musical, era despreciado por ciertos clérigos educados. San Romano oró con lágrimas a la Madre de Dios, y esta se le apareció en un sueño; entregándole un pedazo de papel, le ordenó que se lo comiera. El día siguiente era día de Navidad, y Román, subiendo al ambón, entonó con voz angelical el himno «Hoy la Virgen» [hoy en día el condaquio de la fiesta]. Todos se maravillaron por el contenido del himno y por la voz del cantor. Recibiendo así de la Madre de Dios el don poético, Romano compuso más de mil condaquios. Entró a su descanso siendo diácono de la Gran Iglesia de Constantinopla [Hagia Sophia] y se unió al coro de los ángeles en el 510 d. C.

Tropario tono 4

Oh santa trompeta solemne afinada en Dios, * cuyas melodías celestes han regocijado la Iglesia de Cristo: * el fulgor de la Virgen, * al haberte inspirado, * te ha mostrado al mundo * cual himnógrafo digno. * Así que te honramos con afecto, * oh justo Romano.

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