San Efrén el Sirio

28 de Enero

Este resplandeciente astro de la Iglesia brilló en Oriente en la lejana ciudad de Nisibis (hoy Nusaybin, Turquía) hacia el año 306.
Sintió atracción por el cristianismo desde muy joven y, por esta razón, su padre, un sacerdote pagano, lo echó de la casa familiar.
Fue bautizado a la edad de veinte años, y se retiró poco después al desierto, huyendo de la conmoción de la ciudad para vivir en paz con Dios y en compañía de los Ángeles. Libre de todo apego, fue a donde el Espíritu Santo lo llevase para su propio beneficio y para el de sus hermanos.
Luego de varios años en Edesa, San Efrén regresó al desierto. Después de haber escuchado grandes elogios sobre las virtudes de San Basilio, supo por Dios en una visión que el Obispo de Cesarea era como una columna de fuego que unía la tierra al cielo. Entonces partió de Capadocia y llegó a Cesarea el día de la Teofanía. Entró a la iglesia mientras celebraban la santa Liturgia y, a pesar de no conocer el idioma griego, quedó sorprendido durante el sermón del gran Obispo al ver una paloma blanca en su hombro murmurándole palabras divinas al oído. Cuando la presencia del humilde asceta sirio le fue revelada a San Basilio por la misma paloma, lo fue a buscar de entre los fieles y lo llevó al santuario. Notando después de unos momentos de conversación que Efrén no sabía griego, San Basilio obtuvo para él de parte de Dios la gracia de hablar griego, como si fuera su lengua materna. Luego lo ordenó diácono y lo dejó retornar a su propio país.
Cuando no estaba confirmando la fe de sus enseñanzas contra los paganos y herejes, se dedicaba, como un verdadero diácono, a servir al prójimo, -así como Cristo se hizo nuestro servidor- y por humildad, se negó a ser ordenado sacerdote. Jamás guardó para sí las gracias, dones y virtudes que Dios le dio como fruto de su oración, de su contemplación y de su meditación, sino que con ellas adornó a la Iglesia, la Esposa de Cristo, como con una corona de oro engarzada con piedras preciosas.
Un gran número de sus himnos han sido incorporados en los libros litúrgicos de la Iglesia siríaco-parlante. Podríamos citar “Arpa del Espíritu Santo” y “Maestro del Universo”. Muchas otras obras, especialmente tratados sobre la compunción, la ascesis y las virtudes monásticas, han llegado hasta nosotros bajo el título de San Efrén en griego.
Después de haber organizado la ayuda humanitaria a la ciudad durante la hambruna de 372, San Efrén entregó su alma a Dios en el 373, rodeado de numerosos monjes y ascetas que habían venido de sus monasterios, desiertos y cuevas, a fin de estar presentes en sus últimos momentos. En un testimonio lleno de humildad y compunción, les solicitó a todos los que lo amaban que evitaran en su funeral los gastos superfluos en flores y finas especias para poner su cuerpo y que, en su lugar, lo acompañaran con sus oraciones durante su entierro en el cementerio de los extranjeros.

Tropario, tono 3
Desde del paraíso, fluye un río que inunda toda la tierra con alegría sin fin, animando a las almas con compunción y salvando del miedo: Efrén el depósito de la alegría inspirada en Dios, elegido desde la eternidad para iluminar a la Iglesia con sus sagrados himnos, sus sermones, sus brillantes cánticos, con los que llena a las almas fieles con piedad.

San Isaac el Sirio, obispo de Nínive

San Isaac, nació a principios del siglo VII en el este de Arabia, en lo que actualmente es Qatar en el Golfo Pérsico. Él y su hermano siendo muy jóvenes entraron en el monasterio de san Mateo cerca de Nínive y recibieron la tonsura monástica. Habiendo adquirido las virtudes y un modo de vida ascética atrajo la atención de los hermanos del monasterio, y ellos propusieron que él dirigiera el monasterio. Pero san Isaac no deseó esta carga, prefiriendo una vida de silencio, así que decidió dejar el monasterio y vivir solo en el desierto. Su hermano le insistió más de una vez volver al Monasterio, pero él no aceptó. Sin embargo, cuando la fama de la santa vida de Isaac se propagó, le hicieron obispo de Nínive. Viendo las maneras y la desobediencia crudas de los habitantes de la ciudad, el santo se sentía que estaba más allá de su capacidad de dirigirlos, y anhelando la soledad, después de solamente cinco meses como obispo, San Isaac dimitió de su cargo y se retiró a las montañas a vivir con los ermitaños. Más adelante, él fue al monasterio de Rabban Shabur, en donde vivió hasta su muerte, logrando un alto grado de perfección espiritual.

Tropario, plagal del tono 1
El que tronó en el Sinaí con leyes salvadoras para el hombre, también ha dado tus escritos como guía de oración a los monjes. Oh revelador de misterios insondables, por haber subido al monte de la visión del Señor, te fueron mostradas sus muchas mansiones. Por lo tanto, oh Isaac Portador de Dios, suplica al Salvador por todos los que te alabamos.

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Padre Juan R. Méndez ()

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