Natividad de nuestro Señor, Gran Dios y Salvador Jesucristo/Conmemoración de la Adoración de los Magos y los Pastores que fueron a adorar al Señor

25 de Diciembre

Nuestro Salvador nació en Belén, una ciudad de Judea, donde José había venido de Nazaret de Galilea, junto con María su prometida, que estaba en cinta, para cumplir con lo decretado en esos días por el emperador Augusto: todos debían registrarse en el censo de los súbditos de Roma. Por lo tanto, cuando llegó el momento de dar a luz a la Virgen, y dado que debido a la gran multitud no había lugar en la posada, las circunstancias de la Virgen los obligaron a entrar en una cueva que estaba cerca de Belén. Teniendo como refugio un establo de bestias irracionales, dio a luz allí, envolvió al Niño y lo puso en el pesebre (Lucas 2: 1-7). A partir de esto, la tradición nos ha llegado a decir que cuando Cristo nació, fue recostado entre dos animales, un buey y un asno, para que se cumplieran las palabras del Profeta: “El buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no discierne” (Isaias1:3).
Pero mientras la tierra le dio al Salvador recién nacido una recepción tan humilde, el Cielo en lo alto celebró majestuosamente Su venida salvadora del mundo. Una estrella maravillosa, brillando con un brillo poco común y siguiendo un curso extraño, llevó a los Magos del Este a Belén para adorar al Rey recién nacido. Ciertos pastores que estaban en el área de Belén, que vigilaban mientras cuidaban sus ovejas, fueron repentinamente rodeados por una luz extraordinaria, y vieron ante ellos un Ángel que les proclamó las buenas nuevas de la alegre Natividad del Señor. Y enseguida, junto con este Ángel, vieron y escucharon a toda una hueste de los Poderes Celestiales alabando a Dios y diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2: 8-14).

Tropario, tono 4

Tu nacimiento, oh Cristo nuestro Dios, iluminó al mundo con la luz de la sabiduría, pues los que adoraban a los astros, aprendieron por la estrella a adorarte, oh Sol de Justicia, y a conocerte, Oriente de lo alto: ¡Señor, gloria a Ti!

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Padre Juan R. Méndez ()

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