15° Domingo de Lucas

 

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Oh Señor, cuando entraste estando las puertas cerradas, llenaste a los apóstoles de tu Santísimo Espíritu soplando sobre ellos y dándoles paz dijiste: “Atad y desatad los pecados.” Y después de ocho días; a Tomás mostraste tus manos y costado. Nosotros junto con él exclamamos: Tú eres el Señor y Dios

                                                                                            Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 8

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Descendiste de las alturas, oh Piadoso,
y aceptaste el entierro de tres días
para librarnos de los sufrimientos.
Vida y Resurrección nuestra, oh Señor, gloria a ti.
 

Condaquio de la Presentación del Señor en el Templo

Tono 4

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen,
oh Cristo Dios, las manos de Simeón bendijiste debidamente,
y a nosotros nos alcanzaste y salvaste.
Conserva a tus fieles en la paz y auxilia a los que amas
porque Tú eres el único Amante de la humanidad.

Lecturas Bíblicas

Primera Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo (4:9-15)

Hijo mío, Timoteo: Cierta es la palabra y digna de toda aceptación: que por eso sufrimos fatigas y oprobios, porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los fieles. Predica y enseña estas cosas. Que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra, en el comportamiento, en el amor, en la fe, en la pureza. Hasta que yo llegue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza. No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos de los presbíteros. Medita en estas cosas; vive entregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.

Evangelio según San Lucas (Lc. 19: 1-10)

En aquel tiempo, Jesús  atravesaba Jericó; Había un  hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba  de ver quién era Jesús, pero no  podía a causa de la gente, porque  era de pequeña estatura. Se adelantó  corriendo y se subió a un sicómoro  para verlo, pues iba a pasar por ahí.  Y cuando Jesús llegó a aquel sitio,  alzó la vista y lo vio, y dijo: «Zaqueo,  baja pronto; porque conviene que hoy  me quede Yo en tu casa.» Se  apresuró a bajar y le recibió con  alegría. Al verlo, todos murmuraban  diciendo: «Ha ido a hospedarse a  casa de un hombre pecador.»  Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes  a los pobres; y si en algo defraudé a  alguien, le devolveré el cuádruplo.»  Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la  salvación a esta casa, porque  también éste es hijo de Abraham,  pues el Hijo del hombre ha venido a  buscar y salvar lo que estaba  perdido.»

Mensaje Pastoral

Elementos de conversión

En el icono del pasaje que leemos hoy del evangelio según san Lucas, contemplamos cuatro componentes:

Zaqueo: un hombre pecador que tiene el anhelo para ver a Jesús, para contemplar a Aquél cuya Presencia ha de reprochar su vida; unimages anhelo de lo que jamás ha experimentado; una curiosidad para ver al que cura las dolencias, al que se digna convivir con los pecadores y conoce lo oculto del corazón. Sin lugar a duda, este publicano huía siempre de las multitudes para evitar que sus actos saliesen a la luz; sin embargo, he aquí que comparece por su propia iniciativa y, más aún, sobresale su presencia, atraído por el anhelo que venció su orgullo y sus defectos, que era de pequeña estatura.

El sicómoro: o podemos decir «el santo sicómoro», ya que «santo» es un calificativo que indica un modo de usar las cosas de nuestro mundo: todo lo que nos induce en la Presencia del Señor y nos une a Él es santo. Santa lectura, santos iconos, santa palabra, santa oración, santo templo… todos no son sino sicómoros que transforman el anhelo de Zaqueo en certeza de la Presencia del Señor, y en contemplación de su Rostro.

Jesús: mientras que Zaqueo sube al sicómoro para conocer a Jesús, resulta que el Señor lo conoce a él y le llama por su nombre: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy Yo me quede en tu casa.» Como si lo estuviera esperando desde antes. El esfuerzo necesario que Zaqueo ofrece, le permite recibir la Gracia del Señor siempre otorgada. No es que cuando subió al árbol vio a Jesús nada más, sino que también palpó y apreció que era conocido por Él desde siempre. La penitencia de Zaqueo consiste en reconocer que, con todo lo pecaminoso que su vida es, el Señor lo conoce y pide estar en su casa.

La muchedumbre: estaba presente y murmuraban en su corazón en torno a Jesús: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Ellos, aunque estaban en contacto físico con Cristo, sin embargo, en sus juicios y pensamientos andaban lejos de Él. Y como no han querido tener el contacto personal que Zaqueo tuvo, seguirán murmurando a Dios, criticando sus decisiones, y excluyéndose ellos mismos, de la salvación.

Separémonos de esta muchedumbre, y busquemos los propios sicómoros que nos posibiliten ver, como Zaqueo, que «Dios con nosotros está.»

Nuestra Fe y Tradición

La procedencia del Espíritu Santo

img2[1]“En un único Dios, son tres Personas y un solo ser. Estas tres Personas tienen asimismo algo en común y algo particular. Lo que tienen en común es la esencia; lo que tiene cada una en particular es lo personal. El atributo personal y particular del Padre es que Él es padre u origen; el atributo personal y particular del Hijo es que Él es hijo o nace; el atributo personal y particular del Espíritu Santo es que Él procede o proviene. ¿De quién procede? San Juan, en su Evangelio, dice que “Él procede del Padre” (Juan 15:26). Él no podría, ciertamente, proceder del Hijo, sin que éste fuera también origen como el Padre. Si el Hijo fuera origen en cualquier medida, sería partícipe del atributo personal y distintivo del Padre; Su persona se asemejaría al Padre y el dogma trinitario no existiría más, porque éste subsiste sólo cuando cada atributo personal permanece diferenciado y propio para cada una de las partes de la Trinidad…”

 

Sentencia de los Padres del Desierto

  • El anciano Porfirio decía: “La vida sin Cristo no es vida. Si no lo ves a Él en todos tus pensamientos y en todos tus hechos, es que estás viviendo sin Él “.
  • Antimo, anciano de Chios (Grecia), decía: “Sin la voluntad de Dios, ninguna piedra puede moverse, ninguna hoja se desprende para caer al suelo”.
  • San Efrén el Sirio “El signo de un espíritu humilde es satisfacer a manos llenas las necesidades del hermano, como si fueras tú mismo quien recibiera ayuda”.

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Padre Juan R. Méndez ()

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