¡Cristo ha Resucitado!
El pasado 30 de Abril y 1 de Mayo del 2016 S.E.R Antonio Chedraoui celebró la Pascua de Resurrección, la noche del día sábado 30 celebró la Vigilia Pascual en la Catedral de San Jorge y el medio día del domingo 1 de Mayo en la Catedral de San Pedro y San Pablo
En la Homilía del Domingo Su Eminencia felicitó a todas las familias de la comunidad Ortodoxa por la Resurrección de Cristo y pidió que sigamos orando por S.E. Metropolita Pablo Yazigy y S.E. Metropolita Youhanna Ibrahim Arzobispos que fueron secuestrados en Siria, Alepo, hace ya tres años.
De parte de Su Eminencia reciban un afectuoso saludo de felicitación por la Resurrección de Cristo la fiesta de las fiestas y suplicamos al Resucitado de entre los muertos, nuestro Dios y Salvador, que su Luz ilumine al mundo entero otorgando tranquilidad, amor, paz y prosperidad, dejando atrás todas las maldades humanas que ha limpiado con su divina Sangre.
Por la misericordia de Dios Altisimo
Juan X
Patriarca Ortodoxo de Antioquia y de todo el Oriente
a mis hermanos los Pastores de la Santa Iglesia Antioquena
y a mis hijos e hijas, donde quiera que se encuentren en el territorio de este Trono Apostólico
Queridos Hermanos e Hijos Espirituales:
¡Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado!
“Ahora todo se ha llenado de Luz: el cielo, la tierra, y lo que está debajo de la tierra; que la creación entera celebre la Resurrección de Cristo, en la cual ha sido establecida.”
Nos llega la Fiesta de la Pascua Gloriosa para coronar el camino del Señor por su Pasión, Cricificción y Resurrección. Nos llega para reavivar la esperanza en nuestros corazones y consolar con su luz a todos los que están atribulados, enjugando con su purísima mortaja las lágrimas de los desventurados. Nos llega para culminar el camino del ayuno. Nos llega para decir que todo aquél que disciplina su propia alma y su propia mente resucita él mismo con aquél que gobierna el universo con su poder, resucita con Cristo, quien padeció por amor al hombre y resucitó para desterrar con su soplo toda indolencia del alma de éste y coronar con su Luz sobreabundante toda la creación rescatada por su preciosa sangre.
En el tiempo de su aflicción, lo que más necesita el hombre es tener presente que Cristo Resucitado es el mismo Cristo Sufriente. Lo primero que necesita hacer es caminar hacia la resurrección siempre desde el corazón mismo de la cruz. Cristo no conquistó nuestros corazones por su poder terrenal. De haber querido hacerlo, lo habría hecho, pues nada es imposible para él. Él aceptó para nuestra salvación voluntariamente encarnarse y padecer el sufrimiento de la senda del amor, susurrando al oído del corazón de cada uno de nosotros: Mira, hombre, yo no te asombré con la fuerza de mi poderío, sino con el poder de mi amor, no he llegado como rey ante los ojos de los hombres, sino reinando en sus corazones por la sutileza de la humildad. No he venido a ti sentado en un trono de poder, ni con un alto señorío, sino acostado sobre paja en un pesebre y en lo alto de una roca del Gólgota. No obstante todo eso, no sepulté mi alma ni la sembré en tu desesperanza, tu cansancio ni tus aflicciones, sino que te sepulté en mi corazón, y sembré mi luz en tu existencia, resucitándote conmigo y coronando tu cabeza con el honor de la filiación. Con la lanza que me traspasó el costado rompí las lanzas de tus aflicciones, y todo eso porque te amo y me entregué por amor a ti y para que sepas que la aflicción, aunque perdure y oprima, no puede ocultar el resplandor de la Luz de la Resurrección.
En la fiesta de las fiestas y el festejo de los festejos debemos, como hijos de una iglesia antioquena, recordar y tener siempre presente que la Iglesia de la cual dependemos no se limita a la parroquia a la que pertenecemos. Debemos recordar siempre que Dios nos sembró en esta santa Iglesia para que nos ayudemos mutuamente con los hermanos en la misma fe que viven en diversas partes del territorio de este Trono Apostólico y en la diáspora. Debemos saber también que tenemos hermanos que viven en la línea de fuego, presa de la violencia y de la angustia, bajo los inicuos misiles, en medio de la mirada de un mundo indiferente, y que cualquier esfuerzo por mitigar su sufrimiento y aflicción es un verdadero gesto de consuelo del rostro de Cristo sufriente, quien no permanecerá, como tampoco ellos, esclavo de la muerte y las tinieblas, sino que será Fuente de Luz y Señor de la Resurrección.
En el glorioso día de la Resurrección aparece en nuestra mente la imagen de aquella semilla cristiana, aquella primera comunidad que dijo en los Hechos de los Apóstoles: Ha resucitado el Señor, y “nosotros somos testigos de ello” (Hch 2:32). Ella misma se encarna todos los días desde hace dos mil años en nuestro pueblo antioqueno, repartido en diversos países y regiones, y unido por el testimonio del amor y la fe así como por la filiación a su Iglesia Ortodoxa y la verdadera fraternidad con los otros hermanos cristianos, manteniendo una buena relación con las otras religiones con quienes comparte la tierra, la historia y la ciudadanía. Esa primera semilla está llamada a conservarse y renovarse cada día en nuestro pueblo, que hace dos mil años recibió la fe y el anuncio de la Resurrección, y ha dado testimonio de su fe aún en los momentos más difíciles. Quizá este testimonio ha sido el distintivo de este pueblo a lo largo de estos dos mil años. Le ha dado a este pueblo la dignidad de revestirse con el título de “cristianos” en su primera tierra, la tierra de Antioquía, a la que no ha abandonado ni abandonará, aún si la situación se vuelve más difícil.
Hoy nuestra oración se dirige al Señor de la Resurrección para que cubra con el Espíritu de su Paz al mundo entero. Elevamos a Él nuestra oración para que conceda la paz a este Oriente dolorido. Oramos hoy para que domine el lenguaje de la razón y de la paz sobre el lenguaje de la persecución y la violencia. Es nuestra esperanza, y oramos por que el Señor conceda la paz a Siria y mantenga la estabilidad en el Líbano.
Oramos también por todas las víctimas del secuestro. Oramos por nuestros hermanos los Arzobispos de Aleppo Yuhanna Ibrahim y Boulos Yazigi, cuyo caso subsiste como una herida de la verdad en un mundo de falsedad, y como una condena contra los que no convierten su discurso en acciones; un caso que ha provocado el llanto de muchos y en el que muchos han resultado incapaces de ayudar. Es un caso en el que muchos han adoptado posturas falsas en un ambiente de opacidad, obscuridad y silencio absoluto por parte de quienes tienen la responsabilidad de actuar y no sólo hablar.
En el glorioso tiempo de la Resurrección, un saludo Pascual a nuestros hijos en nuestra tierra y en la diáspora, y una oración ferviente a Dios Santísimo para que ilumine los corazones y con la luz de la Resurrección y unja toda la creación con el resplandor de sus bendiciones y la paz de esta fiesta.
¡Cristo ha resucitado, en verdad ha resucitado!
Emitida en nuestra sede en Damasco.
29 de abril del año 2016.