2° Domingo de Lucas
Oh Salvador, cuando resucitaste del sepulcro, te manifestaste como hombre al ponerte en medio de tus discípulos comiendo con ellos y enseñándoles el bautismo del arrepentimiento: y luego subiste a tu Padre Celestial, prometiendo enviarles el Consolador, Oh Dios todo divinidad, Dios encarnado Gloria a ti. Exapostelario
Himnos de la Liturgia
Tropario de la Resurrección
Tono 8
Descendiste de las alturas, oh Piadoso, y aceptaste el entierro de tres días para librarnos de los sufrimientos. Vida y Resurrección nuestra, oh Señor, gloria a ti.Condaquio
Tono 4
Oh Protectora de los cristianos indesairable; Mediadora, ante el Creador, irrechazable: no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores, sino acude a auxiliarnos, como bondadosa, a los que te invocamos con fe. Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica, oh Madre de Dios, que siempre proteges a los que te honran.Lecturas Bíblicas
Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (6:16 – 7:1)
Hermanos: Nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por tanto, salgan de entre ellos y apártense, dice el Señor. No toquen cosa impura, y Yo los acogeré, y seré para ustedes Padre, y ustedes serán para Mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso.
Ya que tenemos, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santidad en el temor de Dios.
Evangelio según San Lucas (6: 31-36)
Dijo el Señor: «Lo que quieran que hagan los hombres a ustedes, háganlo ustedes igualmente. Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Pues también los pecadores aman a los que los aman. Si hacen bien a los que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen?También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amen asus enemigos; hagan el bien, y presten sin esperar nada a cambio; y su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los malvados. Sean compasivos, como su Padre escompasivo.»
Mensaje Pastoral
La ley de oro
«Lo que quieran que hagan los hombres a ustedes, háganlo ustedes igualmente.»
Este mandamiento llamado la «Ley de oro» nos presenta un resumen de la moralidad cristiana.
En los códigos sociales, quizás escuchemos la misma regla mas con un aspecto negativo: «todo lo que no te guste que la gente te haga, no lo hagas con ellos.» Este rostro negativo traza nítidamente la frontera entre el yo y el prójimo: las maldades que no quiero recibir de los demás, que no las haga, y mi libertad termina allá donde comienza la libertad del vecino. Con base en esta regla se organizan todas las ciencias sociales contemporáneas. Es el principio que controla y regulariza una convivencia sin problemas.
Pero si observamos con atención las dos formas de decirlo, negativa y positiva, encontramos mucha diferencia: la ley en su forma positiva, como Cristo la manda –«lo que quieran que hagan los hombres a ustedes, háganlo ustedes igualmente»– no traza líneas de separación, más bien, recalca los puntos comunes de contacto. En la perspectiva cristiana: la vida en sociedad no es una vida individual basada principalmente en el respeto a los demás, sino una vida comunitaria cuyo pilar es el amor al prójimo. Entonces mi libertad no termina allá donde empieza la del otro, sino más bien empieza cuando principia el descanso, el interés y el bien del hermano. Se requiere no solamente de convivencia en el respeto, sino relación viva en el amor. El amor no tiene límites: aprovecha toda oportunidad para tomar la iniciativa sin espera, dar sin buscar nada a cambio. Cuando el cristiano quiere realizarse no será por medio del encerramiento lejos de los demás buscando proteger su propia vida, sino «quien pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8:35); y «mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hch 20:35).
El amor que esperamos del prójimo démoselo primero.
Nuestra Fe y Tradición
El Matrimonio
Dios participa en nuestras vidas. Él es quien une un hombre a una mujer en una relación de amor mutuo. El Sacramento del Matrimonio da testimonio de su acción. Mediante este Sacramento un hombre y una mujer públicamente se unen como marido y mujer. Ellos entran en una nueva relación el uno con el otro, con Dios y con la Iglesia. Ya que no se considera el Matrimonio como un contrato legal, no hay votos en el Sacramento. Según las enseñanzas ortodoxas, el Matrimonio no es simplemente una institución social, sino una vocación eterna del Reino de Dios. Un marido y su esposa están llamados por el Espíritu Santo no solamente a vivir juntos, sino también a compartir su vida cristiana juntos, para que cada uno, con la ayuda del otro, pueda acercarse más a Dios y sea la persona que debe ser. En el Oficio del Matrimonio Ortodoxo, después que la pareja ha sido comprometida y se han puesto las argollas, los novios son coronados con las “coronas de gloria y honor” significado este de una nueva familia delante de Dios. Casi al final del oficio, el novio y la novia beben vino de una copa común que es una reminiscencia de las Bodas de Caná de Galilea y que simboliza el compartir las cargas y alegrías de su nueva vida juntos.
Vida de Santos
El descanso de San Juan el Teólogo
El Apóstol y Evangelista Juan pasó los últimos años de su vida en un estricto ascetismo: tomaba solo pan y agua, no se cortaba el pelo y usaba sencillas vestimentas de lino. En virtud de su avanzada edad –alrededor de los noventa y cinco años- la fuerza no le alcanzaba para predicar ampliamente la palabra de Dios, ni siquiera en los lugares cercanos de Éfeso. Por ese tiempo, instruía sólo a los obispos de la iglesia, a quienes alentaba a enseñar incansablemente el Evangelio a la gente y, especialmente, a vivir y predicar el mandamiento del amor. Cuando el Apóstol empezó a debilitarse más, según relata San Jerónimo, sus discípulos solían llevarlo a la iglesia, pero él ya no podía dar largos sermones; su enseñanza la centraba en la incesante repetición de “Hijitos, amaos los unos a los otros”. Un día cuando sus discípulos le preguntaron porqué repetía esto sin cesar, San Juan les respondió con las siguientes palabras: “Este es el mandato del Señor, y si vosotros lo cumplen, ello bastará”.
Prócoro , uno de los siete diáconos elegidos por los Apóstoles “Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas. Hermanos y hermanas, escojan de entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para encargarles esta responsabilidad. (Hechos 6, 2-3) ,
Prócoro , uno de los siete diáconos elegidos por los Apóstoles(Hechos 6, 2-3) nos relata el descanso de San Juan el Teólogo: Después de transcurrir 26 años desde que regresamos de la isla de Patmos a Efeso, Juan reunió a siete de sus discípulos ( yo y otros seis ) y nos dijo: ‘tomad las espadas en vuestras manos y seguidme’ Hicimos tal como nos lo ordenó y lo seguimos fuera de la ciudad hasta cierto lugar en donde nos mandó sentarnos. Luego se apartó un poco de nosotros a un sitio tranquilo y comenzó a orar. Era muy temprano; el sol todavía no había salido. Después de rezar nos dijo: ‘cavad con vuestras espadas una zanja en forma de cruz, del tamaño que yo tengo’. Así lo hicimos mientras él rezaba. Después de terminar su oración, se echó en la zanja y me dijo: ‘Prócoro, hijo mío, tu debes ir a Jerusalén; allí es donde terminarás tus días’. Luego nos dio instrucciones y nos abrazó, diciendo: ‘Tomad un poco de tierra madre y cubridme con ella’. Entonces lo volvimos a abrazar y tomando un poco de tierra lo cubrimos sólo hasta las rodillas. Una vez más él nos abrazó diciendo: ‘Tomad más tierra y cubridme hasta el cuello y colocar un velo delgado sobre mi rostro y abrazadme de nuevo por última vez porque vosotros ya no me veréis más en esta vida.’ Volvimos a abrazarlo llenos de pesar, lamentándonos amargamente, mientras él nos despedía en paz. Justo cuando el sol acababa de salir él entregó su espíritu.
De acuerdo con San Jerónimo el Apóstol y Evangelista se durmió en el año 101 dC, es decir, 68 años después de la Pasión y Resurrección del Señor, lo cual lo confirman también Clemente de Alejandría e Ireneo y muchos otros Padres de la Iglesia.
Sentencias de los Padres de Desierto
- Decía un anciano: “La humildad no se enfada, ni enfada a nadie.”
- A un anciano le preguntaron: “Qué hay que hacer para salvarse?”. El siguió tejiendo las palmas sin levantar los ojos de su trabajo, y contestó: “Lo que está viendo.
- Decía un anciano: “De todas las virtudes la más excelente es la discreción.”