Domingo de Zaqueo el Publicano

 

 

 ¡Venid todos, alabemos ahora, a las vasijas de la Luz,
y a los relámpagos de rayos luminosos
Basilio ‘El Grande’, Gregorio ‘El Teólogo’ y Juan ‘El Boca de Oro’!
                                                                                                              Exapostelario 

 

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 8

Descendiste de las alturas, oh Piadoso,
y aceptaste el entierro de tres días para librarnos de los sufrimientos.
Vida y Resurrección nuestra, oh Señor, gloria a Ti.

Condaquio de la Presentación del Señor en el Templo

 Tono 4

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen,
oh Cristo Dios, las manos de Simeón bendijiste debidamente,
y a nosotros nos alcanzaste y salvaste.Conserva a tus fieles en la paz
y auxilia a los que amas porque Tú eres el único Amante de la humanidad.

 

Lecturas Bíblicas

Primera Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo ( 1: 15-17)

Hijo mío, Timoteo: Cierta es la palabra y digna de toda aceptación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los  pecadores, de los cuales el primero soy yo. Más por eso encontré misericordia, para que Jesucristo, en mí primeramente, manifestase toda su paciencia, como ejemplo de los que habían de creer en Él para vida eterna. Al Rey de los siglos, al inmortal, invisible y único sabio Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Evangelio según San Lucas (19: 1-10)

En aquel tiempo, Jesús atravesaba Jericó; Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verlo, pues iba a pasar por ahí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzó la vista y lo vio, y dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede Yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»

Mensaje pastoral

Elementos de conversión

En el icono del pasaje que leemos hoy del evangelio según san Lucas, contemplamos cuatro componentes:

Zaqueo: un hombre pecador que tiene el anhelo para ver a Jesús, para contemplar a Aquél cuya Presencia ha de reprochar su vida; un anhelo de lo que jamás ha experimentado; una curiosidad para ver al que cura las dolencias, al que se digna convivir con los pecadores y conoce lo oculto del corazón. Sin lugar a duda, este publicano huía siempre de las multitudes para evitar que sus actos saliesen a la luz; sin embargo, he aquí que comparece por su propia iniciativa y, más aún, sobresale su presencia, atraído por el anhelo que venció su orgullo y sus defectos, que era de pequeña estatura.

El sicómoro: o podemos decir «el santo sicómoro», ya que «santo» es un calificativo que indica un modo de usar las cosas de nuestro mundo: todo lo que nos induce en la Presencia del Señor y nos une a Él es santo. Santa lectura, santos iconos, santa palabra, santa oración, santo templo… todos no son sino sicómoros que transforman el anhelo de Zaqueo en certeza de la Presencia del Señor, y en contemplación de su Rostro.

Jesús: mientras que Zaqueo sube al sicómoro para conocer a Jesús, resulta que el Señor lo conoce a él y le llama por su nombre: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy Yo me quede en tu casa.» Como si lo estuviera esperando desde antes. El esfuerzo necesario que Zaqueo ofrece, le permite recibir la Gracia del Señor siempre otorgada. No es que cuando subió al árbol vio a Jesús nada más, sino que también palpó y apreció que era conocido por Él desde siempre. La penitencia de Zaqueo consiste en reconocer que, con todo lo pecaminoso que su vida es, el Señor lo conoce y pide estar en su casa.

La muchedumbre: estaba presente y murmuraban en su corazón en torno a Jesús: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Ellos, aunque estaban en contacto físico con Cristo, sin embargo, en sus juicios y pensamientos andaban lejos de Él. Y como no han querido tener el contacto personal que Zaqueo tuvo, seguirán murmurando a Dios, criticando sus decisiones, y excluyéndose ellos mismos, de la salvación.

Separémonos de esta muchedumbre, y busquemos los propios sicómoros que nos posibiliten ver, como Zaqueo, que «Dios con nosotros está.»

Nuestra fe y Tradición

El pan bendito (ágape)

 El Pan Bendito que el Sacerdote distribuye a todos los fieles al final del Servicio o Divina Liturgia, cuando nos acercamos a venerar la Santa Cruz y recibir la bendición del Sacerdote.

En cada Divina Liturgia, cinco panes, (que llamamos Prósfora del griego significa ofrecida) son ofrecidas en el servicio llamado proskomedia o preparación. Uno de estos panes ha sido usado para tomar de allí el “Cordero” o porción que será santificada para la Santa Comunión, es decir será trasmutada por la gracia del Espíritu Santo en el Cuerpo de nuestro Señor y dada en comunión. De los otros panes, se realizará una memoria o conmemoración de la Madre de Dios, de los Santos, de los Fieles y de los Difuntos durante las oraciones de la Proskomedia. Lo que no es usado para estas conmemoraciones se corta y coloca en recipiente aparte y se pide durante el canto de “Es justo en verdad” que la Santa Madre de Dios desde el cielo y presente durante la Divina liturgia bendiga este pan para darlo a los fieles como su regalo y como jesto de amor y de comnión entre los fieles: ágape, que quiere decir amor.

La forma correcta de recibir este regalo de manos del Sacerdote es: colocar la palma de la mano derecha sobre palma de la izquierda haciendo como un recipiente donde con reverencia recibimos esta bendición, mientras nos acercamos al sacerdote, besamos la Santa Cruz que el nos acerca con su mano izquierda y mientras el Sacerdote nos entrega el Antidorón en nuestras manos cruzadas con su mano derecha besamos su mano tomando la bendición.

Vida de Santos

San Efrén el Sirio

28 de enero

Efrén (o Efraín) de Siria, también conocido como Efraín de Nísibe o Nisibi, fue un diácono y escritor, santo, Padre de la Iglesia y Doctor de la Iglesia sirio nacido en Nusaybin (Turquía) —entonces en la provincia romana de Mesopotamia— en 306 y muerto en Edesa en 373. Ya en su tiempo fue conocido como «el Místico», con el apelativo de «El harpa del Espíritu».

Desde joven quedó marcado por la vida intolerante de su padre, que era un tenaz pagano. Efrén, hostigado por su padre porque había abrazado el cristianismo, huyó de casa para evitar malos tratos y acudió a su obispo, quien lo acogió. El obispo Jacobo de Nisibe logró su plena formación y conversión (324). Más tarde, le ordenó diácono y, a pesar de la insistencia del obispo para que se ordenara como presbítero, él siempre renunció porque no se veía digno.

Fundó una escuela de teología en Nesaybin que se distinguió por su alto grado de preparación y por el esplendor de sus alumnos. Cuando la escuela estaba en su apogeo, llegó una invasión persa y los sasánidas se apoderaron de su región natal. Efrén cruzó la frontera y fundó la escuela en Edesa dentro del Imperio romano. Aquí se convirtió en el gran defensor de la doctrina cristológica y trinitaria en la Iglesia siria de Antioquía. Escribió mucho: hizo el comentario de toda la Biblia, compuso poemas que sustituyeron a los cantos empleados en las fiestas populares de los paganos. La Iglesia antioquena se unió a él y sus himnos fueron el inicio de la práctica del canto en la liturgia cristiana.

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Padre Juan R. Méndez ()

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