Décimo cuarto Domingo de San Lucas

 

Cuando el Señor preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?”,
lo constituyó pastor de sus ovejas; y éste.
al ver al otro discípulo que amaba Cristo, siguiéndole,
 preguntó al Señor diciendo: “Y ¿qué de éste?” Y le contestó:
Si yo quiero que éste esté hasta mi llegada, ¿qué a ti, querido Pedro?”
                                                                                                                     Exapostelario                                                                                                                                            

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 7

Destruiste la muerte con tu cruz y abriste al ladrón el Paraíso;
a las Mirróforas los lamentos trocaste
y a tus Apóstoles ordenaste predicar que resucitaste,
oh Cristo Dios, otorgando al mundo la gran misericordia.

Condaquio de la Presentación del Señor en el Templo

 Tono 4

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen,
oh Cristo Dios, las manos de Simeón bendijiste debidamente,
y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. Conserva a tus fieles en la paz
y auxilia a los que amas porque Tú eres el único Amante de la humanidad.

Lecturas Bíblicas

Carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses  (3: 12-16)

Hermanos: Revístanse como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor los perdonó, perdónense también ustedes. Y por encima de todo esto, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo presida sus corazones, pues a ella han sido llamados formando un solo Cuerpo.  Y sean agradecidos.

La palabra de Cristo more en ustedes en abundancia; y así se enseñen con toda sabiduría y se animen unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando con gratitud en sus corazones alabanzas a Dios.

 Evangelio según San Lucas (18: 35-43)

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna, al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno, y empezó a gritar diciendo: « ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante lo increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: « ¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: « ¿Qué quieres que te haga?» Él dijo: « ¡Que vea, Señor!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado.» Y al instante recobró la vista, y lo seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Mensaje pastoral

¡Señor, ten piedad!

El ciego «empezó a gritar diciendo: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”»

El grito es una fuerte reacción natural que surge de la necesidad, la incapacidad y el dolor. Aún es más fuerte la expresión «ten piedad» que goza de un lugar muy privilegiado en la tradición cristiana y la repetimos frecuentemente durante los Servicios litúrgicos, tres, doce o cuarenta veces. No se trata de una repetición hueca, sino de un tocar insistente, de una espera confiada y de una encomienda constante de nuestra vida –con sus aflicciones y alegrías– en las manos de Cristo nuestro Dios.

Sería propio mencionar el gran vigor que esta expresión tiene en el idioma árabe: irjam, verbo derivado de rájem que significa «matriz». En este sentido, «piedad» es lo que la madre le da de vida al embrión. Entonces, el «apiadarse» no es un estado de solidaridad que le pedimos a Dios que tenga por nosotros, sino una acción vivificadora. No es que pidamos a Dios tenga mera compasión o lástima por nuestras miserias, sino que actúe en nosotros y nos revivifique, santificando, iluminando y divinizando nuestra vida. Ésta es la esencia del clamor.

El libro de los Salmos está lleno de la súplica: «Apiádate de mí, oh Dios». La santidad del rey David, quien los compuso, no se debe a su estado exento de pecado –ya que su vida, en ciertos momentos, había sido manchada con sangre y con actuaciones indebidas–, sino más bien a su preocupación e iniciativa para advertir sus propias transgresiones, confesarlas y exclamar con fuerza: «ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia» (Sal 50:1). El que grita es porque tiene dolor, pero quienes no sienten dolor alguno, no necesariamente están sanos, y la anestesia sólo hace olvidar el dolor pero no cura la enfermedad. «Si decimos: “No tenemos pecado”, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.» (1Jn 1:8-9)

El pecado mayor consiste en que a menudo nos distraemos de la vigilia de nuestra vida y nos anestesiamos con la indiferencia y el olvido. Quizás fuera mejor, en todo caso, que caigamos delante de Dios, que nos postremos ante Él pidiéndole misericordia: «Señor, ten piedad».  Es entonces cuando Él, a través del cordón umbilical de nuestra confesión, nos da de su propia vida, vida verdadera, luz fulgurante que penetra nuestra oscuridad y abre los ojos de nuestro corazón. Amén.

Nuestra fe y Tradición

El incienso en la adoración

El uso del incienso en la adoración eclesiástica es un rito antiguo que el nuevo testamento lo heredó del antiguo. El sacerdote, en las vísperas, maitines y en la Divina Liturgia, inciensa el altar, los iconos y los fieles. ¿Qué papel tiene el incienso en la adoración?

1- Este olor aromático, acompañado con el humo, siempre ha sido estímulo para sentir la presencia de Dios; apenas exhala su perfuma, el alma se alegra y los sentidos se concentran en la divina presencia. Por eso nos inclinamos al incensar.

2- “Valga ante ti mi oración como el incienso” cantamos del salmo 140 en las vísperas. Cuando el humo se eleva, ofrecemos nuestras comunes oraciones ante Dios; dice San Juan de Cronstad (un santo ruso contemporáneo 1829-1908): “cuando incensamos alrededor del altar, ante los iconos y al pueblo, juntamos los ruegos de todos como si fueran de una sola voz que la lleva el incienso y la alzan los Ángeles junto con las intercesiones y oraciones de la Purísima Virgen María.”

3- Al incensar ante los iconos de los santos, la Iglesia alaba al Espíritu Santo que en ellos ha obrado y los ha santificado. Así también el sacerdote inciensa a cada uno de nosotros como un lugar que debe de ser preparado para recibir al Espíritu Santo; pues nos dice San Pablo: “¿ no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo” (1Cor.6:19).

El incienso, sencillamente, es alegría para los fieles, causa de gozo espiritual y aroma de la virtud, la devoción y la dulzura de la casa de Dios, ante las cuales gemimos por nuestros amargos pecados, y glorificamos la misericordia de Dios.

Vida de Santos

San Máximo el Confesor

21 de enero

San Máximo nació en Constantinopla en una noble familia y recibió una muy buena educación. Él se encontraba entre los consejeros del emperador Heraclio (años 610-641). Viendo la difusión de la herejía de los monofisitas (los monofisitas negaban la voluntad humana de Jesús Cristo, con que disminuían el significado de sus sufrimientos en la Cruz). Con esta herejía también se contagió y el mismo emperador. Él dejó su palacio e ingresó en el monasterio Cristopolsky. Después San Máximo fue el abad de este monasterio.

Siendo teólogo y profundo pensador de su tiempo y un riguroso defensor de la Ortodoxia, Máximo demostraba exitosamente lo erróneo de la herejía monofisita. (Los monofisitas se equivocaban pensando que la naturaleza humana de Jesús Cristo fue absorbida y destruida por la naturaleza Divina). Por eso, Máximo, fue muchas veces objeto de persecuciones por parte de los enemigos de la Iglesia. Los argumentos de San Máximo a favor de la Ortodoxia fueron tan concluyentes que después de un debate público con el patriarca monofisita de Constantinopla, llamado Pirro, este último renunció a la herejía en el año 645.

Varias veces fue deportado y nuevamente llamado a Constantinopla. Muchas veces las exhortaciones y las promesas de los herejes se convertían en amenazas, vejaciones y golpizas al San Máximo. Pero él quedaba firme en sus convicciones religiosas. Por último le cortaron el brazo derecho y la lengua para que él ni con la palabra ni por escrito pudiera proclamar y defender la verdad. Luego lo enviaron en reclusión al Cáucaso en Lasov (una región en Mingrelia). Ahí San Máximo falleció el 13 de agosto del año 662, sabiendo de antemano el día de su muerte.

San Máximo escribió muchas obras teológicas en defensa de la Ortodoxia. Especialmente representan un gran valor sus prédicas sobre la vida espiritual y contemplativa, algunas de las cuales entraron en una colección de sermones de los Santos Padres sobre la vida de los ascetas. En estas devotas prédicas se revela la profundidad espiritual y la agudez del pensamiento de San Máximo. También llegó a nosotros su explicación de la Liturgia, que tiene un gran significado teológico.

NOTICIAS

Cumpleaños y onomástico de Su Eminencia

El 17 de enero 2012,  nuestro Padre y Metropolita, S.E.R. Don Antonio Chedraoui llegó a su cumpleaños número ochenta, y lo festejó celebrando la Divina Liturgia en conmemoración de San Antonio el Grande, su Santo Patrono. En la Catedral de San Pedro y San Pablo, se dieron cita los altos jerarcas de la iglesia que concelebrarían con Sayedna Antonio… (más)

عيد راعي الأبرشية

يكتسي عيد القديس انطونيوس الكبير شفيع راعي ابرشية المكسيك فنزويلا والكاريبي وسائر اميركا الوسطى كل عام حلة بهية تنبع من عمق تاريخ وثقافة الكرسي الأنطاكي المقدس … (الخبر الكامل)

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Padre Juan R. Méndez ()

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