13°. Domingo de San Lucas

San_andres 

Oh Andrés de memoria eterna: el Verbo sempiterno te encontró, oh Dichoso, y te mostró primer convocado entre los Apóstoles; y tú seguiste sus pasos, oh guía de los extraviados, que los enseñas la senda divina y celestial.

(Exapostelario de San Andrés Apóstol)

Tropario de Resurrección

Tono 8

Descendiste de las alturas, oh Piadoso, y aceptaste el entierro de tres días para librarnos de los sufrimientos. ¡Vida y Resurrección nuestra, oh Señor, gloria a Ti!

Condaquio de Navidad

Tono 3

Hoy la Virgen viene a dar a luz inefablemente, en humilde gruta, al sempiterno Verbo. Gózate, oh universo, al escucharlo; alaba, con las potestades y pastores, a quien por voluntad se revela, al nuevo niño, al eterno Dios.

Carta del Apóstol San Pablo a los coloscences  (1:12-18)                              

Hermanos: Den gracias con alegría al Padre que nos ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, en Quien tenemos la redención: el perdón de los pecados; Quien es la Imagen de Dios, el invisible, Primogénito de toda la creación, porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, sean Tronos o Dominaciones, sean Principados o Potestades: todo fue creado por Él y para Él, Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en Él su consistencia. Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: Él es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea Él el primero en todo.

Evangelio según San Lucas (18: 18-27)

En aquel tiempo, uno de los principales preguntó a Jesús: «Maestro bondadoso, ¿qué he de hacer para heredar vida eterna?» Le dijo Jesús: «¿Por qué me llamas “bondadoso”? Nadie es bondadoso sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no levantes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.» Él dijo: «Todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Oyendo esto Jesús le dijo: «Aún te falta una cosa: Todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego, ven y sígueme.»

Al oír esto se puso muy triste, porque era muy rico. Viéndolo Jesús, dijo: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de Dios.» Los que lo oyeron dijeron: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?» Respondió: «Lo imposible para los hombres, es posible para Dios.»

Dura es la palabra de Dios

En la lectura evangélica de hoy, un joven vino a donde Jesús buscando «la vida eterna». Cristo le dijo con el corazón en la mano: «Todo cuanto tienes véndelo y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego, ven y sígueme.» Se lo dijo porque supo que la riqueza fue para este joven –como lo es para muchos– un tropiezo en el camino. Luego dice Jesús a sus discípulos: «Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de Dios.» Ellos se escandalizaron por la dureza de la palabra del Señor y, extrañados –al igual que nosotros–, dijeron: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?» Y en otra ocasión, los discípulos le reclamaron: «Dura es esta   doctrina,   ¿quién   puede   escucharla?»     (Jn 6:60).

Cuando el joven le respondió a Jesús: «Todo eso (los diez mandamientos) lo he guardado desde mi juventud», Jesús no lo justificó, como hubiera hecho cualquier maestro de la Ley, ni lo alabó, sino que «lo amó» –nos informa exclusivamente el Evangelista Marcos (Mc 10:21)–, y «al que ama el Señor, disciplina» (Heb 12:7). Cristo amó al Joven rico y, por eso, le ofreció esta vocación, que no era tanto el «vende todo y repártelo a los pobres», sino  el «ven y sígueme». Jesús, en su plena sabiduría, supo que el apego a lo material le impedía seguir la vocación. 

Dice el Señor, por la boca del profeta Jeremías: «¿No es así mi palabra, como el fuego, y como un martillo golpea la peña?» (Jr 23:29). También dice: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra […] ¿Creen que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, se lo aseguro, sino división.» (Lc 12:49-51). El camino que Cristo ofrece no se identifica con una religiosidad ligera que busca «paz» que acaricia nuestras emociones religiosas; Él no adorna las dificultades para que aparezcan atractivas, sino que llama a las cosas por su propio nombre.

La verdad es que una persona rica en su dinero, a menudo se preocupa por éste a tal grado que llega a considerarlo como el «salvador»; y sin darse cuenta, la abundancia de riquezas lo va empujando hacia la idolatría, de donde caerá. Jesús dispone como salida de esta trampa repartir y compartir la riqueza con los necesitados. Es cierto que uno solo no puede resolver los problemas de la pobreza en el mundo, pero sí todos –estemos donde estemos– nos topamos con pobreza. Entonces compartamos con los que necesitan de nosotros, en cuyo camino Dios nos ha puesto; que nuestra ayuda sea verdadera y efectiva y no simbólica. La virtud de esta acción es doble: quema la adhesión al dinero que está en mi interior, y con la caridad afirma el amor hacia mis hermanos.

Quizás esta práctica turba a uno si las riquezas lo tienen sometido, pero recordemos que la bondad y la salvación cristianas requieren de fatigas, esfuerzo, sacrificio y dominio de sí, porque la palabra de Dios es «como fuego, como un martillo que golpea la peña.»

El Apóstol Andrés “el Prmer Llamado”

30 de Noviembre

El Apóstol de Cristo, Andrés, era hermano de Pedro pero a diferencia de éste eligió permanecer en castidad, abandonó todo lo que le sujetaba al mundo y decidió unirse al Bautista como discípulo. Como nos narra el Evangelio, cuando Andrés estuvo toda una tarde con el Maestro quedó convencido que Jesús era el Mesías y se apresuró a su casa y dijo a su hermano Simón: “¡Hemos encontrado al Mesías!”, y luego lo condujo a Jesús. Siendo el primero en reconocer a Cristo y en anunciarlo a Pedro. Andrés siguió al Salvador por los pueblos y las villas, desiertos o montañas, de forma que pudo beber de las profundidades del río de agua viva de sus palabras.

Por la intervención de Andrés el Señor multiplicó los panes. Fue a Andrés que Felipe acudió cuando unos griegos le pidieron ver a Jesús. Recibió la plenitud de la Gracia del Espíritu Santo en Pentecostés y predicó el Evangelio alrededor del Mar Negro y en Grecia. Enfrentó peligros y tribulaciones sinnúmero, enfermedades, maltrato y toda clase de privaciones; pero el Espíritu Santo le acompañó siempre y habló por su boca, obró milagros y curaciones, y le dio paciencia y regocijo en sus pruebas. Este poder de Dios en él le permitió conducir a multitudes a la fe, a iluminar sus mentes por su prédica. Trajo almas a un segundo nacimiento a través del Santo Bautismo; ordenó sacerdotes y consagró obispos, construyó iglesias y organizó la alabanza a Dios dentro de ellas.

En Patras, Andrés sanó a la esposa del Procónsul de una enfermedad incurable y la atrajo a la fe al igual que a muchos habitantes del lugar. También convirtió al hermano del mismo procónsul  con lo que los logros del cristianismo en este territorio se hicieron muy grandes y provocaron el enfurecimiento del gobernante quién hizo arrestar al Apóstol. Días después el Santo fue sumariamente condenado a ser crucificado cabeza abajo. Luego de tranquilizar a los amigos que pedían su libertad, San Andrés bendijo por última vez y entregó su alma a Dios. 

En 357 las preciosas reliquias del Apóstol se llevaron de Patras a Constantinopla y fueron colocadas junto con las de san Lucas y san Tadeo en la Iglesia de los Santos Apóstoles.

aromas del Jardín de los monjes

+Preguntaron a un anciano cómo algunos podían decir que habían visto el rostro de los ángeles. Y él contestó: “Dichoso el que ve siempre sus pecados.”

+ Un hermano vio que el abad Arsenio consultaba sobre sus propios pensamientos a un anciano de Egipto, y le dijo: “¿Cómo tú, abad Arsenio, que tienes una cultura y una erudición tan elevada en textos latinos y griegos vienes a consultar a este rústico?” Y él respondió: “Aprendí cultura latina y griega para el mundo, pero todavía no he podido aprender el alfabeto de este rústico.”

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Padre Juan R. Méndez ()

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