El texto está tomado del libro de Lydia Kesich, Tesoros de la Ortodoxia, Trad. Christine F. de Conte, editado por nuestra Arquidiócesis, México D.F.1997. Pág. 65-71  

pateres_nicenoDurante siglos, la Iglesia Ortodoxa ha mantenido una continuidad de Fe y amor con la Comunidad Apostólica que fue fundada por Cristo y sostenida por el Espíritu Santo.  La Ortodoxia cree que  ha conservado y enseñado la histórica Fe Cristiana libre de error y distorsión, desde el tiempo de los Apóstoles.  También cree que no hay nada en el cuerpo de sus enseñanzas que sea contrario a la verdad op que inhiba la unión real con Dios.

La Ortodoxia cree que la Fe Cristiana y la Iglesia, son inseparables.  Separado de la Iglesia es imposible conocer a Cristo, compartir la vida de la Santísima Trinidad o considerarse Cristiano.

Revelación divina

La Ortodoxia cree que Dios se ha manifestado a nosotros, más especialmente en la revelación de Jesucristo, el Hijo de Dios.  Esta revelación de Dios, de su amor y de Su Plan Divino, constantemente se  manifiesta en la vida de la Iglesia por el Poder del Espíritu Santo.

La Fe Ortodoxa no comienza con especulaciones religiosas de la humanidad, ni con ” pruebas ” de la existencia de Dios, ni con una búsqueda humana de lo Divino.  El origen de la Fe Cristiana Ortodoxa es la Revelación de Dios.

     La Doctrina de la  Santísima Trinidad, fundamental en la Iglesia Ortodoxa, no es resultado de una especulacion intelectual, sino la experiencia sublime y regocijante de Dios.  La Doctrina afirma que hay un solo Dios, y Tres personas Divinas en Él.  Es decir, que cuando encontramos al Padre, o al Hijo o al Espíritu Santo, estamos reamente experimentando un contacto verdadero con Dios.

     La Santa Trinidad es un misterio que jamás podrá ser entendido totalmente, podremos participar de la Trinidad mediante la vida en la Iglesia, especialmente en la Eucaristía y los Sacramentos.

 

La Encarnación de Cristo

La Doctrina de la Encarnación ocupa una posición fundamental en la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa.  Jesucristo es mucho más que un hombre devoto o un maestro profundo de la moral.  Es el ” Hijo de Dios que se hizo el Hijo del hombre”.   En El, la Divinidad está unida a la humanidad sin destruír ninguna de las dos realidades.  Jesucristo es realmente Dios al igual que el Padre y el Espíritu Santo.  Además, El es realmente hombre, compartiendo con nosotros todo lo que es humano, excepto el pecado, y por eso nos comprende.

Jesucristo ha restablecido la unión de la humanidad con Dios, enseñando el significado de la vida humana auténtica, y venciendo los poderes del pecado y la muerte mediante su Resurrección.

Cristo es la expresión suprema del  amor de Dios Padre a su pueblo.

Los Concilios y el Credo

Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo, no para enseñar una nueva filosofía o modo de conducta, sino primeramente, para otorgarnos la vida en la Santísima Trinidad.  Esta realidad no puede ser comprendida totalmente en lenguaje, ni en formularios, ni en definiciones.

     La Ortodoxia reconoce la majestad suprema de Dios, tanto como las limitaciones de la mente humana.  La Iglesia acepta el elemento de misterio en su visión de Dios.

 Sólo cuando las verdades fundamentales de la Fe están amenazadas por enseñanzas falsas, la Iglesia actúa para definir dogmáticamente un artículo de la Fe.  Por lo tanto, las decisiones de los  Siete Concilios Ecuménicos de la Iglesia son respetadas grandemente.

Los Concilios fueron Sínodos en que Obispos de todo el mundo Cristiano se reunieron para definir y proclamar la Fe verdadera.  Los Concilios Ecuménicos no crearon doctrinas nuevas,  sino proclamaron, en lugar y tiempo determinados, lo que la Iglesia siempre ha creído y enseñado.

     El Credo Niceno- Constantinopolitano, que fue formulado en los Concilios de Nicea, en el año 325 , y de Constantinopla en el 381, ha sido conocido desde aquel tiempo como la expresión autorizada de las creencias fundamentales de la Iglesia Ortodoxa.

 Frecuentemente se refiere al Credo como al ” Símbolo de la Fe “.  El Credo no es una exposición analítica, sino que apunta a una realidad más grande, de la cual da testimonio.

Por generaciones, el Credo ha sido el criterio de la Fe auténtica y la base de la educación cristiana.  Se reza el Credo en el Bautismo y en cada Divina Liturgia.   Y dice así:

Creo en un solo Dios, Padre Omnipotente,

Creador del cielo y de la tierra, y de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, que nació del Padre antes de todos los siglos; Luz de Luz; Verdadero Dios, de Dios Verdadero; engendrado, no hecho;  Consubstacial al Padre; por quien fueron hechas todas las cosas.

Quien por nosotros los hombres y para nuestra salvación, bajó de los cielos, encarnó del Espíritu Santo y María la Virgen, y se hizo hombre.

Fue crucificado, también para nosotros, bajo el poder de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado.

Y Resucitó al terceer día según las Escrituras.

Subió a los cielos, y está sentado a la Diestra del padre.

Y vendrá segunda vez, lleno de gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos, y su Reino No tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, y que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, y que habló por los profetas.

Y en Una Iglesia Santa Católica y Apostólica.

Confieso un solo Bautismo para la remisión de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos

Y la vida del siglo venidero.

Amén. 

About the Author

Padre Juan R. Méndez ()

Compartir
Compartir