02/02
Esta Fiesta que se celebraba en Jerusalén ya desde el Siglo IV, tiene su base en el texto evangélico según san Lucas (2: 22-38). La tradición de la Iglesia Griega otorga a la fiesta en nombre “Papantisis” que significa “el Encuentro”. En verdad, es el encuentro del Antiguo Testamento con el Nuevo. Cristo vino al templo sujeto a la Ley: “todo varón primogénito será consagrado al Señor” para poner fin a la ley; el templo antiguo se está inclinando ante el nuevo, pues el justo Simeón y la profetiza Ana representan al Antiguo Testamento cuyo objeto es guiar hacia el Nuevo: “la ley ha sido nuestro pedagogo hacia Cristo, para ser justificados por la fe, mas una vez, llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo.” (Gal3 :24-25).
Ya no tenemos “templo”, sino la Iglesia que es, según san Pablo, el Cuerpo de Cristo; la Iglesia es la reunión de los fieles como miembros del mismo Cuerpo (1Cor.7:15), donde cada uno se ofrece a sí mismo “como una víctima viva, santa, agradable a Dios” (Rom 12:1).
Entonces, la consagración de un templo cristiano surge de hecho de que en él se realiza la Iglesia. El objeto de ella determina su consagración e impone un respeto adecudo. Esta Casa, pues, donde nos reunimos formando la Iglesia de Cristo es digna de que al cruzar sus umbrales recemos: “Por la abundancia de tu misericordia, entro en tu Casa; y en tu santo templo me prosterno, lleno de tu temor.” (Sal 5:8).
Tropario (Tono 1)
Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; porque por ti resplandece el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios, Quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. Alégrate también tú, oh justo Anciano, que recibiste en tus brazos al Redentor de nuestras almas, Quien nos otorga la Resurrección.Regresar al santoral de febrero