San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría / San Nilo el Sinaíta

San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría

San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría, nació en Chipre en el siglo séptimo dentro de una familia de un dignatario importante llamado Epifanio. Por el deseo de sus padres, decidió casarse y tener hijos. Cuando su esposa e hijos fallecieron, decidió convertirse en monje. Era estricto en sus ayunos y oraciones y sentía un gran amor por aquellos que lo rodeaban.
Su celo espiritual le hicieron ganar honor entre los hombres, y hasta el emperador lo admiraba. Cuando el trono patriarcal de Alejandría quedó vacante, el Emperador Heraclio y todos los clérigos suplicaron a San Juan que ocupara el mismo.
San Juan dignamente asumió su servicio episcopal, dedicándose al cuidado moral y dogmático de su rebaño. Como Patriarca denunció cada herejía y consiguió que se retirara de Alejandría un monofisita llegado de Antioquia llamado Filonio. Consideró la caridad y el ayudar a aquellos en necesidad como su principal tarea. En los comienzos de su servicio patriarcal ordenó a sus colaboradores elaborar una lista con todos los pobres y necesitados de Alejandría, los cuales llegaban a casi siete mil personas. San Juan ordenó que todos aquellos que se encontrasen en infortunios recibieran cada día algo de comer y que fuera la iglesia quien los alimentara.
Juan nunca rechazó a los que venían a pedirle. Un día, cuando visitaba a un enfermo, encontró en su camino a un hombre pobre a quien le entregó seis monedas de plata. El hombre pobre se cambió de ropas, corrió hasta el Patriarca nuevamente y le volvió a pedir limosnas. El santo le entregó nuevamente seis monedas de plata. Cuando el suplicante volvió a pedir por tercera vez limosnas, y quienes ayudaban al Patriarca lo quisieron alejar, San Juan solo dijo: “dadle doce monedas de plata, talvez es Cristo poniéndome a prueba”.
San Juan, fue un hombre estricto en sus oraciones y un asceta constante, no dejaba de preocuparse por su alma y su muerte. Ordenó le prepararan un féretro para sí mismo, pero le pidió a quien lo hacía que no lo terminara. Finalmente fue llevado a acompañar al gobernador Nicetas en su visita al emperador de Constantinopla. En su camino para visitar al rey, soñó que un hombre vestido con ornamentos resplandecientes le decía: “el Rey de reyes te llama”. Viajó entonces a Chipre, su tierra natal, y durmió en el Señor en una ciudad llamada Amanthos entre los años 616 y 620.

Tropario, tono 8
Con la paciencia has alcanzado tu recompensa, oh justo Padre, dedicándote a la oración sin cesar y amando a los pobres. ¡Intercede ante Cristo Dios, oh bienaventurado Juan Misericordioso, para que salve nuestras almas!

San Nilo el Sinaíta

Entre los discípulos de San Juan Crisóstomo había uno llamado Nilo, quien ocupaba un alto cargo en Constantinopla. Nilo estaba casado y tenía dos hijos. Cuando éstos crecieron, Nilo, se sintió llamado a la vida eremítica y acordó con su esposa que ambos abandonarían el mundo. Su hijo Teódulo partió con él a establecerse entre los monjes del Monte Sinaí. Desde ahí Nilo escribió dos cartas de protesta al emperador Arcadio cuando éste desterró a San Juan Crisóstomo de Constantinopla. Algunos años más tarde, los árabes saquearon el monasterio, asesinaron a muchos monjes y se llevaron preso a Teódulo. Nilo los siguió con la esperanza de rescatar a su hijo. Por fin, lo encontró en Eleusa, al sur de Beersheba, ya que el obispo de esa ciudad, compadecido de la suerte de Teódulo, lo había comprado a los árabes y le había dado trabajo en la iglesia. El obispo de Eleusa confirió la ordenación sacerdotal a Nilo y a su hijo antes de que partiesen al Sinaí.
San Nilo llegó a ser muy conocido por los escritos teológicos, bíblicos y sobre todo ascéticos que se le atribuyen. En su tratado sobre la oración recomienda que pidamos ante todo a Dios el don de oración y que supliquemos al Espíritu Santo que haga brotar en nuestros corazones los deseos que le son irresistibles; también recomienda que pidamos a Dios que se haga su voluntad en la forma más perfecta posible. A las personas que viven en el mundo predica la templanza, la meditación sobre la muerte y la obligación de la limosna. San Nilo estaba siempre pronto a comunicar a otros sus conocimientos ascéticos. Las cartas suyas que se conservan, muestran cuan lejos había llegado en la vida interior y en el estudio de la Sagrada Escritura y cuan frecuentemente acudían a consultarle personas de todas las clases sociales. Una de dichas cartas constituye la respuesta de San Nilo al prefecto Olimpiodoro, quien había construido una iglesia y quería saber si podía adornarla con mosaicos de tema profano, como escenas de cacería, imágenes de pájaros, animales y cosas por el estilo. San Nilo reprobó la idea y aconsejó a Olimpiodoro que pusiera escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento “para instruir a los que no saben leer.” Agregó que sólo debe haber una cruz, situada en el punto principal de la iglesia. San Nilo escribió todo un tratado para demostrar que la vida eremítica es mejor que la de los monjes que viven en comunidad en las ciudades, pero hace notar que también los ermitaños tienen sus dificultades y pruebas particulares. El santo tenía experiencia en eso, pues sufrió violentas tentaciones, turbaciones y asaltos de los malos espíritus.
Descansó en el Señor el año 451.

Tropario, tono 8
Con la efusión de tus lágrimas, regaste el desierto estéril; y por los suspiros profundos, tus fatigas dieron frutos cien veces más, volviéndote un astro del universo, brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Nilo el Sinaíta, suplícale a Cristo Dios que salve nuestras almas!

Santos Menas, Víctor, Estefanía y Vicente mártires

Santos Menas, Víctor, Estefanía y Vicente mártires

11 de Noviembre

El Gran Mártir Menas, era egipcio de nacimiento, funcionario militar y sirvió en la región de Konya de Frigia bajo el centurión Firmiliano durante el reinado de los emperadores Diocleciano (284-305) y Maximiano (305-311). Cuando los emperadores empezaron la persecución más atroz contra los cristianos en la historia, el santo se negó a servir a estos perseguidores. Menas se quitó el cinturón del uniforme y se retiró a una montaña dónde vivió una vida ascética de ayuno y oración.
Cierta vez él bajo a la ciudad durante una fiesta pagana. En medio del auge de los juegos el santo levantó su voz, predicando la fe en Cristo, el Salvador del mundo. Fu llevado entonces ante el prefecto Pirrus, ante quien el santo valientemente confesó su fe, diciendo que él había venido a denunciar la impiedad. El prefecto se llenó de ira, y Menas fue arrestado.
Pirrus ofreció devolverle el rango que tenía en el ejército si Menas ofrecía el sacrificio a los dioses paganos. Cuando éste se negó, lo sometió a crueles torturas, y luego fue decapitado. Esto ocurrió en el año 304.
El santo recibió la gracia de Dios de realizar milagros, y ayudar a quienes padecen necesidad: Sanar enfermedades, librar a las personas poseídas por demonios. Y es solicitado como protector, sobre todo durante tiempos de guerra.

Santos Víctor y Estefanía:

El Santo mártir Víctor era un soldado que servía en Damasco, durante el reinado del emperador Marco Aurelio (161-180). Cuando el emperador empezó a perseguir a los cristianos y a obligarlos a adorar a los dioses paganos, Víctor se negó a ofrecer los sacrificios, que eran una prueba de la lealtad de un soldado hacia los dioses, el emperador y el estado. El santo soldado de Cristo se entregó a la tortura, sin embargo, a pesar de todos los tormentos a los que fue sometido permaneció ileso. Por el poder de la oración, venció a un mago hechicero de tal manera que éste se convirtió al cristianismo. Por las oraciones de san Víctor ciertos soldados que estaban ciegos, recobraron milagrosamente la vista. Siendo testigo ocultar del milagro obrado por el Señor a través de san Víctor, Estefanía, la joven esposa cristiana de uno de los verdugos, glorificó abiertamente a Cristo, por lo cual fue condenada a muerte, aunque apenas tenía 15 años, fue atada de pies y manos a dos palmeras dobladas a tierra, de tal manera que cuando se soltaron, la despedazaron.
El verdugo pidió que el santo mártir Víctor fuera decapitado. Oyendo la orden del comandante, san Víctor les dijo a sus ejecutores que morirían en doce días, y que el comandante sería capturado por el enemigo en veinticuatro días. Todo cuanto predijo, sucedió.
San Vicente de España
San Vicente es el más ilustre de los mártires de España. Debido a su virtud, fue ordenado diácono por Valerio, obispo de Zaragoza, quien, debido a su avanzada edad y un impedimento en su discurso, le encargó a Vicente que predicara el Evangelio. En 303, los impíos emperadores Diocleciano y Maximiano enviaron a Daciano a España como gobernador, con un edicto para perseguir al clero.
San Vicente fue traído con el obispo Valerio a Valencia; Cuando sometieron al obispo a la primera interrogación. El anciano permaneció callado, turbado y perplejo. Entonces San Vicente avanzó y dio el discurso más elocuente de su vida ante los jueces y se congregó mucha gente para oírlo. Después de enviar al obispo otra vez a la prisión, el perseguidor ordenó torturar al santo diácono. El obispo fue enviado al exilio, pero el santo diácono fue cruelmente torturado: Primero fue colocado en una cruz en aspa y después en la catasta, donde le rompieron los huesos, lo azotaron y le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Pero, no pudiendo minar su resistencia, mandó entonces Daciano que fuese desollado y colocado en una parrilla en ascuas.
Después de torturarlo metieron a Vicente nuevamente, en la prisión. Esa noche el guardia sorprendido le oyó cantar Salmos, y vio una luz radiante no terrenal en la prisión, al ver esto se convirtió. La mañana siguiente el santo mártir fue condenado para ser quemado, entregando su alma a Dios el 22 de enero del año 304.
Su cuerpo también se arrojó al mar con una piedra de molino, pero fue devuelto a la orilla. Un cristiano tomó el cuerpo del santo y lo enterró a las afueras de Valencia.
Tropario, tono 4
Con cantos de alabanza, entonemos himnos a los atletas firmes de Cristo: los santos Víctor, Vicente y la noble Estefanía, con el gloriosísimo Menas. Pues habiendo aplastado al enemigo en varias edades y países, se regocijan juntos, glorificados en los Cielos. Por las oraciones de tus grandes mártires oh Cristo Salvador, Ten piedad de nosotros.

Apóstoles Olimpo y Herodión, de los Setenta

Apóstoles Olimpo y Herodión, de los Setenta

10 de Noviembre

De estos santos, Olimpo y Herodión se convirtieron en discípulos de Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, y llegaron a Roma, donde fueron decapitados por Nerón.

Los otros reposaron en paz, convirtiéndose en obispos: Sosipater de Iconio, Cuarto, de Beirut y Erasto de Paneas, o Paneias (que también se llamaba Cesarea de Filipo); San Erasto había sido mayordomo o tesorero de la ciudad de Corinto (Rom.16: 23).

Tropario, tono 3

Oh santos apóstoles, intercedan ante Dios misericordioso, para que otorgue el perdón de las transgresiones, a nuestras almas.

San Nectario, obispo de Pentápolis

San Nectario, obispo de Pentápolis

9 de Noviembre

San Nectario nació en Silibria de Tracia el 1 de octubre de 1846. Después de terminar la escuela en Constantinopla con mucho trabajo, se convirtió en monje en Quíos en 1876, recibiendo el nombre monástico de Lázaro; Debido a su virtud, un año después fue ordenado diácono, recibiendo el nuevo nombre de Nectario. Bajo el patrocinio del patriarca Sofronio de Alejandría, Nectario fue a Atenas a estudiar en 1882; Completando sus estudios teológicos en 1885, fue a Alejandría, donde el Patriarca Sofronio lo ordenó sacerdote el 23 de marzo de 1886 en la Catedral de San Sabas, y en agosto del mismo año, en la Iglesia de San Nicolás en El Cairo, lo convirtió en Archimandrita. El archimandrita Nectario mostró mucho celo tanto por predicar la palabra de Dios como por la belleza de la casa de Dios. Embelleció enormemente la Iglesia de San Nicolás en El Cairo, y años más tarde, cuando Nectario estaba en Atenas, San Nicolás se le apareció en un sueño, abrazándolo y diciéndole que lo exaltaría muy alto.

El 15 de enero de 1889, en la misma Iglesia de San Nicolás, Nectario fue consagrado Metropolitano de Pentápolis en el este de Libia, que estaba bajo la jurisdicción de Alejandría. Aunque el rápido ascenso de Nectario a través de los grados de oficio eclesiástico no afectó su modestia e inocencia infantil, despertó la envidia de los hombres menores, quienes convencieron al anciano Sofronio de que Nectario tenía en su corazón convertirse en Patriarca. Como la gente amaba a Nectario, el patriarca estaba preocupado por las calumnias. El 3 de mayo de 1890, Sofronio relevó a Metropolita Nectario de sus deberes; En julio del mismo año, ordenó a Nectario que abandonara Egipto.

Sin buscar vengarse o incluso defenderse, el inocente Metropolitano se fue a Atenas, donde descubrió que las acusaciones de inmoralidad habían llegado antes que él. Debido a que su buen nombre había sido manchado, no pudo encontrar un puesto digno de obispo, y en febrero de 1891 aceptó el cargo de predicador provincial en Évia; luego, en 1894, fue nombrado decano de la Escuela Eclesiástica Rizarios en Atenas. A través de sus elocuentes sermones, sus incansables esfuerzos para educar a los hombres adecuados para el sacerdocio, sus generosas acciones de limosna a pesar de su propia pobreza, y la santidad, la mansedumbre y el amor paternal que se manifestaron en él, se convirtió en una luz brillante y una guía espiritual para muchos. A pedido de ciertas mujeres piadosas, en 1904 comenzó la construcción de su convento de la Santísima Trinidad en la isla de Égina mientras aún era decano de la Escuela Rizarios; Después de descubrir que su presencia allí era necesaria, se instaló en Egina en 1908, donde pasó los últimos años de su vida, dedicándose a la dirección de su convento y a una oración muy intensa. a veces se lo veía levantado sobre el suelo mientras estaba embelesado en oración. Se convirtió en el protector de toda Égina, a través de sus oraciones para liberar a la isla de la sequía, curar a los enfermos y expulsar demonios. Aquí también soportó calumnias malvadas con paciencia singular, perdonando a sus falsos acusadores y no buscando vengarse. Aunque ya había hecho maravillas en la vida, una innumerable cantidad de milagros se han realizado después de su reposo en 1920 a través de sus reliquias sagradas, que durante muchos años permanecieron incorruptas. Apenas hay una enfermedad que no haya sido curada con sus oraciones; pero San Nectario es especialmente conocido por sus curaciones de cáncer para pacientes en todas partes del mundo.

Tropario, tono 1

¡Retoño de Silibria, guardián de Égina, que ha surgido en los últimos tiempos cual sincero amante de la virtud!: honremos, oh fieles, a Nectario, siervo de Cristo, lleno de Dios; pues él emana la curación de todo tipo a quienes le clamamos con fervor: “¡Gloria a Cristo, que te ha glorificado! ¡Gloria al que te ha coronado! ¡Gloria a Él, Quien a través de ti ha brindado curación a todos!”

Arcángeles Miguel y Gabriel con todos los coros de los Poderes Incorpóreos Celestiales

Arcángeles Miguel y Gabriel con todos los coros de los Poderes Incorpóreos Celestiales
8 de Noviembre

 

Los ángeles de Dios han sido conmemorados por la humanidad desde tiempo inmemorial, pero esta conmemoración frecuentemente se degenera en la divinización de los ángeles (cfr. II Reyes 23:5. Los herejes siempre tejían fantasías alrededor de los ángeles. Algunos de ellos los consideraban dioses, y otros, si no creían que lo eran, los consideraban los creadores de todo el mundo visible. El concilio local de Laodicea, celebrado en el siglo IV, rechazó la adoración de los ángeles como dioses, estableciendo su adecuada veneración. En el mismo siglo IV, en tiempos del Papa Silvestre de Roma y del Patriarca Alejandro de Alejandría, se instituyó la celebración de esta fiesta del Arcángel Miguel y el resto de las potestades celestiales en el mes de noviembre. ¿Pero por qué en noviembre? Porque noviembre es el noveno mes después de marzo, y se cree que el universo fue creado en marzo. El noveno mes después de marzo fue escogido a causa de las nueve órdenes de ángeles, que fueron los primeros seres creados. San Dionisio el Areopagita, discípulo del apóstol Pablo, escribe acerca de estos nueve órdenes en su libro «Las jerarquías celestiales».

Tropario, tono 8

Oh primados de los poderes celestiales; os rogamos, nosotros indignos, que, por vuestras súplicas, nos cubráis con la sombra de las alas de vuestra gloria inmaterial, y protejáis a quienes os veneramos y exclamamos con tesón: “Libradnos de los peligros, porque sois los Arcángeles.”

Los 33 mártires de Melitene

Los 33 mártires de Melitene

7 de Noviembre

 

Hierón, Nicandro, Esiquio, Barajio, Maximiliano, Calínico, Canticos, Atanasio Teodoro, Duquicio, Eugenio, Teófilo, Valterio, Teodocio, Calimaco, Hilario, Gicancio, Longuino, Temelio, Estigio, Diodoto, Castricio, Teagenio, Mamas, Teodulo, Bostricio, Victor, Doroteo, Claudiano, Epifanio, Aniceto, Matroniano y Antonio.

Estos santos varones fueron martirizados durante el reino de Diocleciano y Maximiano en el año 290. El primero de ellos, era Hierón de Tiana de Capadocia su padre murió joven, su madre Estratónica se hizo cargo de su educación y la de sus hermanos, Matroniano y Antonio. Aunque el Santo adquirió una buena educación, se ocupó de la profesión agrícola. Los idólatras consideraban tales ocupaciones como denigrantes, pero los cristianos sabían que a Cristo no lo avergonzaba el sudor del trabajador humilde. Cuando Diocleciano comenzó la persecución a los cristianos, el prefecto Agrícolas arrestó a Hierón. Lo detuvo acusándolo que los domingos y otros días festivos enseñaba la palabra de Cristo a los trabajadores, acercando a muchos a la fe cristiana. Con él fueron arrestados sus dos hermanos y treinta colaboradores en la enseñanza del Evangelio. Después de ser encarcelados fueron torturados duramente, muriendo todos decapitados por su fe, en la ciudad de Melitene.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibieron de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

San Pablo, Arzobispo de Constantinopla

San Pablo, Arzobispo de Constantinopla
06 de Noviembre

 

San Pablo el Confesor, arzobispo de Constantinopla, fue electo para el trono patriarcal después de la muerte de Patriarca Alejandro (+ 340), cuando la herejía de Arrio había resurgido nuevamente. Muchos arrianos estaban presentes en el Concilio que eligió al nuevo arzobispo de Constantinopla y éstos se opusieron a su elección, aunque la mayoría eran ortodoxos.

Tras la muerte de Constantino el Grande, sus hijos Constancio II, Constantino II y Constante reinaron sobre el Imperio de Roma dividiéndolo. Recibiendo Constantino II Britania, Galia e Hispania; Constante reinó sobre Italia, África y las provincias ilíricas, quedando Constantinopla y todo Oriente para Constancio.

El emperador Constancio II (317-361), simpatizaba con los arrianos. Éste no estaba en Constantinopla para la elección del arzobispo, que tuvo lugar sin su consentimiento. A su regreso, el emperador convocó a un concilio que ilegalmente depuso a San Pablo, y lo desterró de la capital. En lugar del santo eligieron a Eusebio de Nicomedia, un hereje impío. El arzobispo Pablo se retiró a Roma dónde otros obispos ortodoxos también fueron desterrados por Eusebio.

Eusebio no gobernó la Iglesia de Constantinopla por mucho tiempo. Cuando murió, San Pablo fue restituido a Constantinopla, y fue recibido por su grey con amor. Pero Constancio II desterró al santo otra vez, y lo envió nuevamente a Roma. El Emperador Occidental Constante escribió una carta a su hermano y la envió a Constantinopla junto con el santo arzobispo desterrado, y san Pablo retomó el trono episcopal.

Pero pronto el piadoso Emperador Constante, defensor de la ortodoxia, fue asesinado. Y San Pablo fue desterrado otra vez, y enviado al destierro a Armenia, a la ciudad de Cucusus dónde sufrió el martirio.

Cuando el arzobispo estaba celebrando la Divina Liturgia, unos arrianos lo atacaron y lo estrangularon con su propio omoforion. Esto ocurrió en el año 350. En 381, el santo Emperador Teodosio el Grande solemnemente trasladó las reliquias de San Pablo el Confesor a Constantinopla.

Tropario, tono 3

Tu confesión de la única fe divina te mostró a la Iglesia como un nuevo Pablo y el más celoso de los sacerdotes, oh santo. La sangre justa de Abel y Zacarías clama contigo al Señor. Oh nuestro justo Padre, intercede por nosotros ante Cristo Dios para que nos conceda su gran misericordia.

Santos Galación y su esposa Episteme mártires

Santos Galación y su esposa Episteme mártires
5 de Noviembre

Los padres de san Galación, Cleitofon y Leucipe, se convirtieron al cristianismo animados por las enseñanzas y ejemplo de cierto cristiano llamado Onofrio. Cuando Galación cumplió veinticuatro años, su padre decidió casarlo y le encontró una novia, una muchacha bonita e ilustre llamada Episteme. El hijo no se opuso a la decisión de su padre. Visitando a su novia, Galación le reveló su fe gradualmente. Pasado un tiempo, ella se convirtió a Cristo y él la bautizó en secreto. Después del casamiento se conservaron en virginidad. Además, él también bautizó a uno de los sirvientes de Episteme llamado Eutolmio. El recién bautizado decidió, como Galación, consagrarse a la vida monacal. Dejando la ciudad, ellos se escondieron lejos en la Montaña Publio dónde había dos monasterios uno para hombres y el otro para mujeres. Los nuevos monásticos tenían que realizar todo el trabajo físico, puesto que los habitantes de ambos monasterios eran débiles ancianos.

Durante varios años los monjes se esforzaron en el trabajo, ayuno y oración. Una vez, Episteme tuvo una visión en sueño: ella y Galación estaban de pie en un palacio maravilloso ante un Rey radiante, y el Rey colocaba coronas sobre ellos. Esto fue un anuncio de su inminente martirio.

Los paganos se dieron cuenta de la existencia de los monasterios, y una división militar fue enviada para apresar a sus habitantes. Pero los monjes y las monjas consiguieron esconderse en los montes. Galación, sin embargo, no quiso huir y permaneció en su celda, leyendo las sagradas Escrituras. Cuando Episteme supo que los soldados aprehendieron a Galación, ella imploró a la Abadesa que le permitiera también ir, pues ella quería soportar el martirio por Cristo junto con su esposo y maestro. La Abadesa, llorando bendijo a Episteme para que hiciera lo que deseaba.

Los santos soportaron terribles tormentos, mientras oraban y glorificaban a Cristo. Sus manos y piernas fueron mutiladas, sus lenguas fueron cortadas, y luego los decapitaron.

Eutolmio, el anterior sirviente de Episteme, y quién se había convertido en su hermano en Cristo y compañero asceta en la vida monacal, en secreto enterró los cuerpos de los santos mártires y escribió el relato de su memorable vida y de su glorioso martirio, para sus contemporáneos y para la posteridad.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibieron de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

San Juanicio el Grande Hieromártires Nicandro (obispo) y Hermes (sacerdote)

San Juanicio el Grande/ Hieromártires Nicandro (obispo) y Hermes (sacerdote)
4 de Noviembre

San Juanicio el Grande nació en Bitinia en el año 752 en el pueblo de Maricat. Sus padres eran pobres y no podían proporcionarle ni siquiera los medios esenciales para su educación. Desde la niñez tuvo que cuidar el ganado familiar, su única riqueza.

El amor a Dios y la oración dominaron el alma del niño completamente. A menudo, habiendo resguardado al ganado con la Señal de la Cruz, se iba a un lugar apartado y pasaba orando el día entero, y ni los ladrones ni las bestias salvajes se apoderaron jamás de su rebaño.

Por orden del emperador Leo IV (775-780), una multitud de oficiales recorrieron las ciudades y pueblos para alistar a los hombres jóvenes para el servicio militar. El joven Juanicio también se enroló en el ejército imperial. Y se ganó el respeto de sus compañeros soldados por su buena disposición, pero también era un soldado valiente que propinó miedo en los corazones de sus enemigos. San Juanicio sirvió en el ejército imperial durante seis años. Más de una vez él fue condecorado por sus comandantes y el emperador. Pero el servicio militar afectó pesadamente en él, su alma tenía sed de los hechos espirituales y la soledad.

San Juanicio, renunció entonces al mundo, ansiando entrar prontamente en el desierto. Sin embargo, por consejo de un anciano experimentado en la vida monacal, el santo permaneció dos años en el monasterio, instruyéndose en la obediencia monacal, las reglas monacales y sus prácticas. Él aprendió también a leer y escribir, y sabía treinta Salmos de David de memoria.

Después de esto, el monje sintiendo el llamado de Dios para ir a cierta montaña, se retiró al desierto. Durante tres años él permaneció en la profunda soledad del desierto, y sólo una vez por mes un pastor le acercaba un poco de pan y agua. Pasaba el día y la noche en oración y salmodia. Luego de recitar cada verso de los Salmos, Juanicio repetía una oración que la iglesia ortodoxa guarda hasta este día: “El Padre es mi esperanza, el Hijo es mi refugio, el Espíritu Santo es mi protección.”

Sólo después de doce años de vida ascética lograron que el ermitaño aceptase la tonsura monacal. Y éste pasó tres años en el aislamiento, envuelto en cadenas, después de ser tonsurado. Luego el santo fue a un lugar llamado Chelidon para ver al gran asceta Jorge (21 de febrero). Los ascetas se pasaron tres años juntos. Durante este tiempo san Juanicio aprendió el Salterio entero de memoria. Al envejecer, se estableció en el monasterio de Antidiev y vivió en aislamiento hasta su muerte.

San Juanicio vivió setenta años como asceta y logró un alto grado de perfección espiritual. A través de la misericordia de Dios el santo adquirió el regalo de profecía, como ha relatado su discípulo Pacomio. El anciano también levitaba cuando oraba. Cierta vez, cruzó un río desbordado por una inundación. El santo obró también muchos otros milagros por la providencia de Dios.

San Juanicio durmió en el Señor el 4 de noviembre de 846, a la edad de noventa y cuatro años.

Tropario, tono 8

Con la efusión de tus lágrimas, regaste el desierto estéril; y por los suspiros profundos, tus fatigas dieron frutos cien veces más, volviéndote un astro del universo, brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Juanicio, suplícale a Cristo Dios que salve nuestras almas!

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas, eran discípulos del apóstol Tito de los setenta (25 de agosto), y fueron consagrados al sacerdocio por éste. Llevando una vida austera en medio de los incesantes trabajos pastorales, los santos convirtieron a muchos paganos a Cristo. Por esto fueron arrestados y llevados ante el prefecto de la ciudad, Libanio. Ni elogios ni amenazas movieron a los santos mártires para renunciar a Cristo. Entonces Libanio ordenó que fueran torturados.

Los santos soportaron crueles e inhumanos tormentos: los ataron a caballos y arrastraron sobre piedras, sus cuerpos fueron rastrillados con ganchos de hierro, y lanzados en horno caliente. Sin embargo, el Señor los ayudó a soportar este martirio, que un hombre por su propia fuerza, no podría soportar. Por último, les martillaron uñas de hierro en sus cabezas y corazones, los tiraron en una fosa, y los enterraron.

Ahora después de soportar una muerte tan cruel, San Nicandro y San Hermas viven para siempre en la alegría del Señor.

Tropario, tono 4

Como partícipe de los caminos y sucesor del trono de los Apóstoles, oh inspirado por Dios, encontraste que la disciplina era un medio de ascenso a la visión divina. Por lo tanto, repartiendo rectamente la palabra de la verdad, sufriste hasta la sangre, Oh Hieromártir Nicandro. Intercede ante Cristo nuestro Dios para que salve nuestras almas.

 

Santos Acépsimo, José y Aetalas, mártires

Santos Acépsimo, José y Aetalas, mártires
3 de Noviembre

El Obispo Acepsimo, el Presbítero José y el Diácono Aetalas, mártires en Persia, eran líderes de la Iglesia cristiana en la ciudad pérsica de Naesón.

El emperador Sapor II (310-381) ordenó que sus hombres buscaran y mataran a todo clero cristiano que se encontrara a lo largo de todo el Imperio. San Acépsimo fue arrestado, aunque ya tenía ochenta años, en la ciudad de Arbela dónde lo llevaron ante el juez Ardarkh, sacerdote pagano del dios del sol. El santo Obispo se negó a ofrecer sacrificios a los dioses pérsicos. Enfurecido por esto lo hizo torturar y luego lo encerró en la prisión, dónde al día siguiente también recluyeron al sacerdote José, que tenía setenta años y al diácono Aetalas, a quien también habían torturado. Durante tres años los santos soportaron el encierro, la tortura, sufriendo hambre y sed.

Cierto día, el emperador Sapor vino al templo del dios del fuego, cerca de Arbela, y quiso ver a los tres santos. Débiles y cubiertos de supurantes heridas, fueron llevados ante el emperador. Entonces se les ordenó que rindieran culto a los dioses paganos, pero ellos se negaron firmemente, y confesaron su fe en Cristo. Entonces el santo obispo fue decapitado; el sacerdote y al diácono fueron llevados a la ciudad para ser apedreados. La ejecución del presbítero José se prolongó durante varias horas. Un guardia se ubicó cerca del lugar de ejecución, para que los cristianos no tomaran el cuerpo del santo mártir. En la cuarta noche una gran tormenta azotó la ciudad, un relámpago mató al guardia, el viento desparramó las piedras y por la providencia de Dios, el cuerpo de san José desapareció. El diácono Aetalas fue llevado a su pueblo donde fue apedreado. Unos cristianos enterraron su cuerpo en secreto. Se cuenta que un árbol de mirto creció en la tumba del santo que sanaba a quienes lo tocaban. Luego de cinco años, al enterarse los paganos de lo que sucedía, talaron el árbol.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibieron de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

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