Santa, Igual a los Apóstoles y Gran Mártir Tecla; San Siluán del Monte Athos

Santa Tecla nació en Iconio de eminentes padres paganos. A los dieciocho años fue prometida en matrimonio a un joven, al mismo tiempo que el apóstol Pablo vino a Iconio con Bernabé a predicar el Evangelio (cfr. Hechos 14:1-7). Escuchando a Pablo por tres días y tres noches, Tecla se convirtió definitivamente a la fe cristiana e hizo voto de permanecer virgen. Su madre, viendo que despreciaba a su prometido y no pensaba ya en el matrimonio, primero intentó persuadirla, y luego la golpeaba y la hacía pasar hambre. Finalmente la entregó a los jueces y exigió, como madre perversa que era, que Tecla fuese quemada. El juez la arrojó a las llamas, mas Dios la preservó ilesa. Tecla entonces se convirtió en seguidora del apóstol Pablo, y fue con él a Antioquía. Un anciano de la ciudad, atraído por la belleza de Tecla, intentó tomarla por la fuerza; pero Tecla se escapó de su alcance. El anciano la denunció al gobernador como una cristiana que despreciaba el matrimonio. El gobernador la condenó a muerte y la arrojó a las bestias salvajes, pero los animales no osaban tocar el cuerpo de esta santa virgen. Asombrado, el gobernador preguntó: «¿Quién eres, y qué poder tienes, que nada te hace daño?» Tecla contestó: «Soy una sierva del Dios vivo». Entonces el gobernador la dejó libre, y ella se fue a predicar el Evangelio. Tuvo éxito en convertir a muchos a la verdadera fe, entre los que estaba la eminente y honorable viuda Trifena. Después de esto, con la bendición del apóstol Pablo, Tecla se retiró a un lugar solitario cerca de Seleucia. Vivió allí un largo tiempo en ascetismo, sanando a los enfermos con poder milagroso y de convirtiendo así a muchos al cristianismo. Los médicos y adivinos de Seleucia estaban celosos de ella y enviaron a unos jóvenes para que la atacaran, esperando que al perder su virginidad también perdiese su poder milagroso. Tecla huyó de estos jóvenes insolentes, y viendo que la alcanzarían, rogó a Dios por ayuda delante de una piedra, la cual se abrió para esconder a la santa doncella y esposa de Cristo. Esta roca fue su refugio y su tumba. San Juan Crisóstomo dice de esta maravillosa heroína cristiana y santa: «Me parece ver a esta bienaventurada virgen, ofreciendo a Cristo la virginidad en una mano, y el martirio en la otra».

Tropario, tono 3

Aprendiste amar fielmente a Cristo * al seguir a Pablo en sus sendas, * y despreciaste así los intereses efímeros; * te entregaste al Señor cual ofrenda agradable * desafiando los tormentos, primera mártir. * Pide a tu amado Cristo, Tecla gloriosa, * que nos otorgue la gran misericordia.

Hieromártir Focas de Sínope

Focas se ejercitó desde su juventud en todas las virtudes cristianas. Como obispo en su lugar natal, la ciudad de Sínope a orillas del Mar Negro, fortaleció a los piadosos en su fe mediante su palabra y ejemplo divinos, y trajo muchos idólatras a la verdadera fe. Los paganos, con corazones de piedra, estaban llenos de ira contra san Focas, y el Señor le reveló en una visión su muerte por martirio. Focas vio una paloma radiante bajar del cielo, llevando en su pico una bella corona de flores. La paloma puso la corona en la cabeza de Focas, mientras se oía una voz decir: «¡Mi copa está llena, y es para que tú la bebas!». A través de esta visión, el hombre de Dios supo que iba sufrir por Cristo muy pronto. No se atemorizó, sino que dando gracias a Dios se preparó para la tortura. Poco después, el gobernador Africano arrestó a Focas para interrogarle, y le infligió crueles torturas: su cuerpo entero fue golpeado hasta que se cubrió de moretones y heridas, y, tras ser encarcelado, fue arrojado en agua hirviendo. Allí terminó su curso terrenal este valiente soldado de Cristo, y entró al gozo de su Señor. Sufrió en tiempos del emperador Trajano (98-117 d. C.)

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Focas, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Apóstol Cuadrato de los Setenta; Jonás Profeta

El santo Apóstol Cuadrato o Codrato de los Setenta, era un hombre modesto y sabio con una gran dialéctica facultativa. Fue ordenado obispo de Atenas, en una ciudad donde existían aún varias facultades filosóficas por eso era necesario tener un obispo de una gran capacidad apologética, y el apóstol contaba con esta capacidad. Trabajó con celo oración y mucha gentileza. Así logró iluminar a muchos en el camino de la verdad. Al no poder hacerle frente al Santo con la razón, fue expulsado con violencia de la ciudad de Atenas, pero esto no menguó la paciencia de Codrato quien se trasladó luego a Magnesia ciudad de Asia Menor donde enseñó el Evangelio.

En el año 126, San Cuadrado escribió una Apología en defensa del cristianismo. Presentada al emperador Adriano (117-138), la Apología se refería a la persecución de los cristianos, ya que el emperador emitió un decreto diciendo que nadie debía ser condenado sin una causa justa.

La respuesta fue la prisión en donde murió de hambre.  Su santo cuerpo fue enterrado en Magnesia.

Tropario, tono 3 del común de los santos Apóstoles

Oh santo apóstol Codrato, * intercede ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santo Profeta Jonás

El profeta Jonás, hijo de Amatí, de la ciudad de Gethéfer (2 Reyes 14:25), era de la tribu de Zabulón; profetizó durante los años 838-810 antes de Cristo. Dios le ordenó que fuera a Nínive, la gran ciudad de los asirios, y proclamara que su destrucción estaba próxima a causa de los pecados de su pueblo. Pero él, como profeta que conocía la gran compasión de Dios, temía que ante su predicación los ninivitas se arrepintieran; que Dios, aceptando su arrepentimiento en Su amor por el hombre, no cumpliera las amenazas de Jonás; y que él fuera tildado de falso profeta. Así que desobedeció la orden divina, se subió a un barco y partió a otro lugar. Sin embargo, la repentina y terrible tormenta marina y la revelación de la desobediencia de Jonás hicieron que los marineros lo arrojaran al mar. Un gran monstruo marino apareció inmediatamente por providencia divina y se lo tragó. Durante tres días y tres noches estuvo en su vientre y oró diciendo: “Clamé en mi angustia al Señor mi Dios y Él me respondió; desde el seno del seol grité, y Tú oíste mi voz…” (Jonás 2:3). El monstruo marino lo vomitó en tierra seca y él volvió a escuchar la orden de Dios. Por lo que fue y predicó, diciendo: “En tres días, Nínive será destruida”. El pueblo se aterrorizó y todos se arrepintieron. Los grandes, los pequeños, los bebés de pecho y hasta las mismas bestias irracionales ayunaron y, de esta manera, habiendo hallado misericordia de Dios, se salvaron de Su ira. El libro de profecía de Jonás está dividido en cuatro capítulos y ocupa el quinto lugar en orden entre los doce profetas menores. Su estadía de tres días en el vientre del monstruo marino es una imagen de la sepultura de tres días de nuestro Salvador y Su Resurrección vivificante. Su nombre significa “paloma”.

Tropario, tono 2 del común de santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Jonás, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

Gran Mártir Eustacio, su esposa Teopistia y sus hijos Agapio y Teopisto

Eustacio era un gran líder militar en tiempos de los emperadores Tito y Trajano. Aunque era pagano, Plácido (pues este era su nombre pagano) era un varón justo y misericordioso, tal como el centurión Cornelio, que fue bautizado por el apóstol Pedro (cfr. Hechos 10).

Yendo de caza un día, encontró un ciervo. Por la providencia de Dios, una brillante Cruz apareció entre la cornamenta del ciervo, y Plácido escucho la voz de Dios diciéndole que fuese a un sacerdote cristiano para ser bautizado. Plácido fue bautizado junto a su esposa y a sus dos hijos. En su bautismo recibió el nombre de Eustacio, su esposa el nombre de Teopista, y sus hijos los nombres de Agapio y Teopisto. Después de su bautismo, regresó al lugar en el que ocurrió la revelación a través el ciervo, y dio gracias a Dios de rodillas por haberlo traído a la verdad. Entonces escucho de nuevo la voz de Dios, anunciándole que habría de sufrir por su nombre, y fortaleciéndole. Entonces Eustacio dejó Roma secretamente junto a su familia con la intención de esconderse entre gente sencilla, y de servir a Dios humildemente como desconocidos. Al llegar a Egipto fue inmediatamente asaltado por pruebas: un malvado bárbaro raptó a su esposa, y sus dos hijos fueron atrapados por bestias salvajes. Mas el bárbaro pronto llegó a un mal fin, y un pastor salvó a los muchachos de las bestias salvajes. Eustacio se estableció en el pueblo egipcio de Vadisis, viviendo allí como un trabajador a sueldo por quince años. Después de esto, los bárbaros cayeron sobre el Imperio romano, y el emperador Trajano se lamentaba de que no estuviese junto a él su valiente comandante Plácido, que había sido victorioso doquiera que había luchado. El Emperador envió a dos de sus oficiales a buscar al gran general a través del Imperio. Por la providencia de Dios, estos oficiales (que habían sido amigos de Eustacio) llegaron a este pueblo de Vadisis, y hallándole, lo llevaron ante el Emperador. Eustacio congregó a todo el ejército y venció a los bárbaros. Yendo de regreso a Roma, Eustacio buscó a su esposa e hijos. Al llegar a Roma, el emperador Trajano había muerto y el emperador Adriano estaba ya en el trono. Cuando Adriano ordenó que Eustacio sacrificase a los ídolos, Eustacio le dijo que era cristiano. El Emperador lo entregó a la tortura junto a su esposa y sus hijos. Cuando las bestias salvajes no le hicieron daño alguno, los arrojó a un gran recipiente de bronce con forma de toro calentado al rojo vivo. Sacaron sus cuerpos al tercer día, muertos, pero intactos por el fuego. Así este glorioso general dio a César, lo que es de César, pues cumplió fielmente con sus obligaciones militares; y a Dios lo que es de Dios, pues prefirió el martirio antes que renunciar a su fe, entrando gloriosamente al Reino eterno de Cristo nuestro Dios.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Mártires Trófimo, Sabatio y Dorimedon de Sinnada

Los santos mártires Trófimo, Sabatio y Dorimedón sufrieron por Cristo durante el reinado del emperador romano Probo (276-282). En la ciudad de Antioquía se celebraba una fiesta pagana. Se ofrecían ofrendas, se vertía vino y se realizaban actos viles. Los cristianos Trófimo y Sabbatio llegaron a la ciudad justo cuando se estaba celebrando la fiesta y se entristecieron por este espectáculo ruidoso e indecente. Oraron para que el Señor guiara a los extraviados por el camino de la salvación. Mientras decían esto, los idólatras notaron su presencia. Al ver que los extraños no adoraban a los ídolos, los arrestaron y los llevaron ante el gobernador.

En su interrogatorio, los santos confesaron firmemente su fe. Cuando se les dijo que renunciaran a Cristo, se negaron resueltamente a hacerlo. San Sabbatio murió bajo el feroz tormento. San Trófimo fue enviado a la ciudad de Sinnada en Frigia para sufrir torturas aún más terribles.

Durante tres días, San Trófimo anduvo calzado con sandalias de hierro con clavos afilados, empujado por una guardia de caballería. El gobernador de Frigia, Dionisio, infame como torturador y verdugo, utilizó todo tipo de torturas para quebrantar la voluntad del valiente cristiano. San Trófimo se limitó a repetir las palabras de la Escritura: “Muchas aflicciones tiene el justo, pero de todas ellas lo librará el Señor” (Sal 33:20).

El senador Dorimedón, cristiano secreto, visitó a San Trófimo en prisión, lavó y vendó sus heridas. Cuando los paganos supieron que el senador no participaría en la fiesta de Cástor y Pólux, le preguntaron el motivo de su negativa. Él dijo que era cristiano y no asistiría a una fiesta en honor de los demonios. Él y San Trófimo fueron arrojados a las fieras para que se los comieran, pero los mártires salieron ilesos. Entonces fueron decapitados a espada.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Eumenio, obispo de Gortina

San Eumenio, desde su juventud, se destacó por su vida virtuosa. Se esforzó por servir al único Dios y, por lo tanto, rehuyó las tentaciones mundanas. Preocupado por la salvación de su alma, distribuyó todos sus bienes entre los pobres.

Por la bendición de Dios, San Eumenio fue elegido obispo de Gortina en la isla de Creta. El santo, como un padre compasivo, consoló a su rebaño en sus penas y cuidó de los huérfanos y los indigentes. Sus oraciones ante Dios fueron tan fuertes que una vez, durante una sequía, hizo que lloviera abundantemente sobre la tierra.

San Eumenio defendió sabia y celosamente la fe ortodoxa contra la herejía monofisita. Por su oposición a la herejía, el santo fue desterrado a la Tebaida, donde murió en el siglo VII. Su cuerpo fue trasladado y enterrado en Gortina.

Tropario, tono 4 del común de Santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo Padre Eumenio, * intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

Santa Sofía y sus hijas Fe, Esperanza y Caridad, mártires

Vivieron y sufrieron en Roma en tiempos del emperador Adriano. La sabia Sofía (como su nombre, que significa «sabiduría») quedó viuda, y siendo cristiana, se empapó a sí misma y a sus hijas en la fe cristiana. Cuando la mano perseguidora de Adriano llegó a la casa de Sofía, Fe tenía doce años, Esperanza diez, y Caridad nueve. Las cuatro fueron traídas ante el Emperador, con sus brazos entrelazados como «una corona tejida», confesando su fe en Cristo el Señor, humilde pero firmemente, y rehusándose a ofrecer sacrificio a la diosa Artemisa. En el momento de su pasión, la madre urgió a sus valientes hijas a perseverar hasta el fin: «Su Amante celestial, Jesucristo, es salud eterna, belleza inefable, y vida eterna. Cuando vuestros cuerpos sean inmolados por la tortura, él os vestirá de incorrupción y las heridas de vuestros cuerpos brillarán en el cielo como las estrellas». Los verdugos infligieron crueles torturas sobre Fe, Esperanza y Caridad una por una. Las golpearon, las apuñalaron, y las arrojaron al fuego y en brea ardiente, degollando finalmente a una después de la otra. Sofía tomó los cuerpos muertos de sus hijas a las afueras de la ciudad y los enterró, permaneciendo en oración junto al sepulcro tres días con sus noches. Entonces entregó su alma a Dios, apresurándose a la compañía celestial en donde la esperaban las bienaventuradas almas de sus hijas.

Tropario, tono 5

Has brillado, Sofía, entre las mártires * y has obtenido, en gloria, coronación celestial * de victoria, te alabamos con cánticos; * guiaste al martirio a Caridad, Esperanza y Fe, tus hijas cándidas y piadosas. * Suplicad para salvarnos, por vuestra intercesión ante Dios.

Gran Mártir y alabadísima Eufemia de Calcedonia

Nacida en Calcedonia, era hija del senador Filófrono y Teodorisia, ambos piadosos cristianos. Eufemia era una joven hermosa en cuerpo y alma. Cuando el proconsul Prisco celebró un festival de sacrificio a Ares en Calcedonia, cuarenta y nueve cristianos, entre los que estaba santa Eufemia, se ausentaron de las festividades y se escondieron. Sin embargo, fueron descubiertos y traídos ante Prisco. Cuando el airado Prisco les preguntó por qué no habían obedecido el mandato imperial, contestaron: «Tanto los mandatos del Emperador como los tuyos sólo deben ser obedecidos si no son contrarios al Dios del cielo. Si los son, no sólo no deben obedecerse, sino que deben ser resistidos». Entonces Prisco los sometió a varias torturas diariamente por diecinueve días. En el doceavo día, separó a Eufemia del resto y comenzó a elogiar su belleza, esperando traerla así a la idolatría. Cuando todos sus halagos probaron ser inútiles, ordenó que Eufemia fuese torturada. Primero fue colocada sobre una rueda, pero un ángel de Dios apareció y la rompió. Entonces Prisco la arrojó en un horno ardiente, pero de nuevo Eufemia fue preservada por el poder de Dios. Viendo esto, dos soldados llamados Víctor y Sóstenes creyeron en Cristo, por lo cual fueron arrojados a las bestias salvajes, terminando así su camino terrenal con gloria. Después de esto, Eufemia fue arrojada en una fosa llena de agua y toda clase de reptiles venenosos; más ella hizo la señal de la Cruz sobre el agua mientras caía en la fosa y quedó ilesa. Fue arrojada finalmente a las bestias salvajes, y con una oración de acción de gracias encomendó su alma en manos de Dios. Sus padres enterraron su cuerpo. Sufrió en el año 303 d. C., y entró al gozo eterno. Santa Eufemia también es conmemorada el 11 de julio cuando se recuerda el prodigio obrado por sus santas reliquias, para confirmar la fe ortodoxa del Cuarto Concilio Ecuménico de Calcedonia.

Tropario, tono 4

Tu oveja, oh Jesús, * exclama con gran voz: * «Te extraño, oh Novio mío, * y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti». * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Eufemia quien se ha sacrificado con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

Gran mártir Nicetas el Godo

El santo gran mártir Nicetas era godo (una tribu germánica). Nació y vivió a orillas del río Danubio, sufriendo por Cristo en el año 372. La fe cristiana ya se estaba extendiendo por el territorio de los godos en esa época. San Nicetas creía en Cristo y fue bautizado por el obispo godo Teófilo, que participó en el Primer Concilio Ecuménico. Los godos paganos comenzaron a oponerse a la expansión del cristianismo, lo que desembocó en una guerra civil.

Después de que Fritigern, al frente de un ejército cristiano, derrotara al pagano Atanarico, la fe cristiana continuó difundiéndose entre los godos. El obispo arriano Ulfilas, sucesor del obispo Teófilo, creó un alfabeto gótico y tradujo muchos libros espirituales al idioma gótico, incluidas las Sagradas Escrituras. San Nicetas trabajó incansablemente entre sus compañeros godos para enseñarles acerca de Cristo. A través de su ejemplo personal y palabras inspiradas, llevó a muchos de ellos a la fe cristiana.

Sin embargo, después de su derrota, Atanarico logró reagrupar sus fuerzas. Regresó a su propio país y recuperó su antiguo poder. Como seguía siendo pagano, continuó odiando a los cristianos y los persiguió, buscando venganza por la humillación que había sufrido a manos de ellos.

El cruel torturador estaba preocupado porque no podía convertir a San Nicetas a su propia impiedad, por lo que decidió capturar al Santo y condenarlo a muerte.

El santo soportó muchas torturas y luego fue arrojado al fuego. Aunque su cuerpo no fue quemado por el fuego, entregó su alma a Dios y sus reliquias fueron iluminadas por una luz radiante. Por la noche, un cristiano llamado Mariano tomó el cuerpo de San Nicetas y lo enterró en Cilicia. Después, fue trasladado a Constantinopla. San Nicetas recibió la corona de gloria inmarcesible de Cristo el 15 de septiembre de 372.

Se invoca a San Nicetas por la preservación de los niños de los defectos de nacimiento.

Tropario, tono 4 del común de Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Exaltación Universal de la Gloriosa y Vivificadora Cruz

En este día se conmemoran dos eventos relacionados a la preciosa Cruz de Cristo: el primero, el hallazgo de la Cruz en el Gólgota, y el segundo, el regreso de la Cruz a Jerusalén desde Persia.

Mientras visitaba la Tierra Santa, la santa emperatriz Elena decidió buscar la preciosa Cruz del Señor. Un anciano judío llamado Judá era la única persona que conocía el paradero de la Cruz. Presionado por la Emperatriz, este reveló que la Cruz estaba enterrada debajo del Templo de Venus que el emperador Adriano había construido en el Gólgota. La Emperatriz ordenó que este templo idólatra fuese derribado, y excavando entonces debajo del mismo, halló allí tres cruces. No sabiendo la Emperatriz como reconocer cual era la Cruz del Señor, sucedió que una procesión fúnebre pasó por allí. Entonces el patriarca Macario dijo que colocasen cada una de las cruces sobre el difunto. Al colocar sobre él la primera y la segunda cruz, el difunto permaneció igual; mas cuando colocaron sobre él la tercera, el hombre volvió a la vida. Así supieron que esta era la preciosa y vivificante Cruz de Cristo. Después de esto, la colocaron sobre una mujer enferma y esta fue sanada. Entonces el Patriarca levantó la Cruz en alto para que todos la vieran, y el pueblo cantó entre lágrimas: «¡Señor, ten piedad!». La Emperatriz Elena mandó a hacer un relicario de plata, en el cual colocó la preciosa Cruz.

Más tarde, el rey Cozroes conquistó a Jerusalén, esclavizó al pueblo, y se llevó la Cruz del Señor a Persia, donde permaneció por catorce años. En el 628 d. C., el emperador griego Heráclito venció a Cozroes y trajo la Cruz de regreso a Jerusalén con gran solemnidad. Al entrar a la ciudad, Heráclito llevaba la cruz sobre sus espaldas; pero de pronto el anciano Emperador ya no pudo dar otro paso adelante. El patriarca Zacarías vio a un ángel indicándole al Emperador que se quitase sus vestimentas imperiales y que cargase con la Cruz por el camino que Cristo había seguido, descalzo y humillado como él lo había hecho. El Patriarca relató esta visión al Emperador, quien despojándose sus vestimentas, tomó la Cruz con pobres vestidos y descalzo, y la llevó al Gólgota, colocándola en la Iglesia de la Resurrección, para el gozo y consuelo de todo el mundo cristiano.

Tropario, tono 1

Salva, oh Señor, a tu pueblo * y bendice tu heredad; *concede a los fieles * la victoria sobre el enemigo * y a los tuyos guarda por el poder de tu santa Cruz.

Condaquio, tono 4

Tú que subiste en la cruz libremente, * ten compasión del nuevo pueblo devoto * llamado por tu nombre, oh Cristo Dios, * con tu fuerza regocija, pues, * a los fieles benévolos, * dales la victoria sobre quienes combaten, * y que tu auxilio, cual arma de paz, * sea por ellos * victoria gloriosa.

Compartir
Compartir