Hieromártir Blas, obispo de Sebaste

Hieromártir Blas, obispo de Sebaste

11 de Febrero

Blas nació en la provincia de Capadocia. Desde su niñez era temeroso de Dios y manso. A causa de sus grandes virtudes, fue elegido obispo de la ciudad de Sebaste (Armenia). Blas fue una gran lumbrera espiritual y moral en esta ciudad pagana. Durante una severa persecución de cristianos, san Blas alentaba a su rebaño y visitaba a los mártires en la prisión, entre los cuales estaba el famoso Eustracio. Cuando la ciudad de Sebaste fue completamente despojada de cristianos—unos fueron asesinados, y otros huyeron—el anciano Blas se retiró al monte Argeos y se instaló allí en una cueva. Las bestias salvajes, reconociendo al santo varón, se congregaban a su alrededor y este las acariciaba. Mas los perseguidores hallaron al santo en este remoto lugar y lo llevaron a juicio. En el camino, Blas sanó a un muchacho que tenía un hueso atravesado en la garganta; y por petición de una viuda cuyo cerdo había sido arrebatado por un lobo, el santo, mediante sus oraciones, hizo que el lobo le devolviera el cerdo. Los siniestros jueces torturaron a Blas severamente, azotándolo y rasgando su piel con un cepillo de hierro. Por su firmeza en la fe de Cristo, Blas convirtió a muchos paganos a la fe. Siete mujeres y dos niños languidecieron con él en la prisión. Las mujeres fueron degolladas primero, y después de esto, el maravilloso Blas fue decapitado junto a los dos niños. Blas sufrió y fue glorificado en el 316 d.C. El pueblo ora a san Blas por el bienestar de su ganado doméstico y por protección contra las bestias salvajes. En el Occidente, también es invocado contra las enfermedades de la garganta.
Tropario, tono 4
Como partícipe de los caminos de los Apóstoles y sucesor de ellos en el trono, encontraste en la disciplina medio de ascenso a la visión divina, oh inspirado por Dios. Por lo tanto, seguiste rectamente la palabra de la verdad y luchaste por la fe hasta la sangre, oh mártir entre los jerarcas, Blas. Intercede ante Cristo nuestro Dios para que salve nuestras almas.

Condaquio, tono 2
Oh florecimiento incesante, brote piadoso y rama fructífera de la vid Cristo Dios, oh san Blas Portador de Dios, llena de gozo a los que con fe celebran tu memoria; e incesantemente intercede ante Cristo nuestro Redentor para que todos seamos salvados.

Hieromártir Caralampio, obispo de Magnesia

Hieromártir Caralampio, obispo de Magnesia

10 de Febrero

Este gran santo fue obispo de Magnesia y sufrió por Cristo cuando tenía 113 años.
Cuando estalló la terrible persecución de los cristianos en tiempos del emperador Séptimo Severo, el anciano Caralampio no se escondió de los perseguidores, sino que libremente y en público predicó la fe en Cristo. Soportó todos los sufrimientos como si se tratara de otro cuerpo y no el propio. Y cuando todavía estaba vivo, le cortaron la piel; el santo, sin malicia, dijo a los soldados del emperador: “Gracias hermanos míos, porque cepillando mi viejo cuerpo, renovaron mi alma para una nueva vida eterna”. Hizo muchos milagros y convirtió a muchos a la fe. Aun la hija del emperador, Galina, dejó la fe pagana de su padre y se hizo cristiana. Condenado a muerte y llevado al lugar de ejecución, san Caralampio elevó las manos hacia el cielo y oró a Dios por toda la gente para que concediera la salud del cuerpo y la salvación del alma y multiplique sus frutos en la tierra. Después de orar, este santo anciano entregó su alma a Dios antes que el verdugo lo decapitara. Murió en el año 202. Su cuerpo se lo llevó Galina y lo enterró honorablemente.
Tropario, tono 4
Oh santo Caralampio, te has mostrado como pilar inquebrantable de la Iglesia de Cristo, lámpara siempre brillante del universo. Brillaste en el mundo por tu martirio. Nos libraste de la noche sin luna de la idolatría, oh bendito. Intercede ahora ante Cristo nuestro Dios para que salve nuestras almas.

Santo mártir Nicéforo de Antioquía

Santo mártir Nicéforo de Antioquía

9 de Febrero

La hagiografía de este mártir muestra claramente cómo Dios rechaza la vanidad y glorifica a los humildes. En Antioquía vivían dos buenos amigos, el sacerdote y educador Sapricio y el común y sencillo ciudadano Nicéforo. Sucede que su amistad se convirtió en terrible odio. El devoto Nicéforo trataba constantemente de reconciliarse con el sacerdote, pero aquél no quería de ninguna manera. Cuando comenzó la persecución de los cristianos, el sacerdote Sapricio fue condenado a muerte y llevado al lugar de ejecución. Triste, Nicéforo seguía a Sapricio rogándole para que le perdonara antes de morir y que se separaran en paz. Pero al ver la dureza del corazón del sacerdote, Dios no quiso recibir el sacrificio de su martirio y por ende coronarlo, así que le retiró Su gracia misteriosamente. Sapricio, al último momento negó a Cristo. Mientras tanto, Nicéforo le imploraba que no negara a Cristo “la corona celestial”. Pero todo era en vano. Entonces Nicéforo gritó a los verdugos: “Yo también soy cristiano mátenme a mí en vez de Sapricio”. Los verdugos se lo informaron al juez, quien ordenó que dejaran a Sapricio y mataran a Nicéforo. Alegremente Nicéforo puso su cabeza en el tronco y fue decapitado. Así se hizo digno del reino y fue coronado con la corona inmortal de la gloria. Todo esto pasó en el año 260, en tiempo del emperador Galiano.

Tropario, tono 4
Tu mártir, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibió de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribó a los tiranos y destruyó la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

Gran Mártir Teodoro Estrateleta (el Comandante)

Gran Mártir Teodoro Estrateleta (el Comandante)

8 de Febrero

San Teodoro era originario de la ciudad Eujarita (en Asia Menor, actualmente Turquía) y gobernaba la ciudad Heraclea, cerca del Mar Negro. Con su vida devota y bondadoso gobierno se ganó a los ciudadanos y muchos paganos, viendo su vida ejemplar, se convertían en cristianos. Cuando los rumores sobre su vida llegaron hasta el emperador Licinio (años 308-323), que era corregente de Constantino, él vino a Heraclea y trató de obligar a Teodoro a inclinarse ante los ídolos. Viendo que san Teodoro era muy firme en sus convicciones, ordenó someter al confesor de Cristo a crueles tormentos.
Primero lo estiraron en el suelo y lo golpearon con varas de hierro, cepillaban su cuerpo con hierro puntiagudo, lo quemaban con el fuego y finalmente lo crucificaron y le sacaron los ojos. Por la noche vino un ángel, lo desmontó de la cruz y sanó todas sus heridas. Cuando en la mañana llegaron los sirvientes de Licinio, para tirar el cuerpo de san Teodoro al mar y lo vieron totalmente sano, creyeron en Cristo. Ese día viendo este milagro de Dios, muchos paganos se hicieron cristianos. Cuando Licinio se enteró, ordenó decapitar a san Teodoro, quien murió en el año 319. Todos sus tormentos y martirio fueron escritos por su servidor y escriba Uar, quien fue el testigo ocular.

Tropario, tono 4
En verdad alistado por el Rey de los Cielos, te convertiste en un noble comandante para Él, oh victorioso y gran mártir Teodoro. Con la armadura de la fe te armaste sabiamente y destruiste por completo a todas las hordas de los demonios, como un victorioso atleta del Señor; por eso los fieles siempre te llamamos Bendito.

Condaquio, tono 2
Con valentía de alma y provisto de las armas de la fe, tomaste la palabra de Dios como una lanza e hiciste huir a tu enemigo, oh Teodoro, Orgullo de los Mártires. No dejes ahora, oh santo, de suplicar con ellos, ante Cristo Dios por todos nosotros.

San Partenio, Obispo de Lampsaco

San Partenio, obispo de Lampsaco

7 de Febrero

 

San Partenio, nació en la ciudad de Melitópolis en Noroeste de Asia Menor (hoy Turquía) donde su padre llamado Cristóbal era diácono. El joven Partenio no fue formalmente educado, pero aprendió las Sagradas escrituras atendiendo los servicios de la Iglesia. Repleto con la Gracia de Dios, San Partenio desde la edad de dieciocho años era capaz de sanar a muchos enfermos en el nombre de Cristo, echaba demonios y obraba milagros. Al enterarse el obispo Filetos de Melitopolis de la vida virtuosa de este joven, lo educó y ordenó presbítero.
En el 325, durante el reinado de Constantino el Grande, el arzobispo Aquiles de Cícico lo hizo Obispo de la ciudad de Lampasco (Asia Menor), donde muchos de sus habitantes eran paganos. El Santo comenzó a difundir la fe en Jesucristo fervientemente, confirmándola con muchos milagros y sanando a los enfermos.
Al presenciar las obras milagrosas de san Partenio, los paganos de Lampasco comenzaron a creer en Dios y dejar las costumbres paganas. Entonces el Santo acudió al emperador Constantino el Grande pidiéndole permiso para derribar el templo pagano y construir una Iglesia Cristiana en su lugar. El emperador recibió al Santo con honores y le entregó un decreto de autorización para derrumbar el templo pagano y también proveyendo ayuda para construir la Iglesia. Al regresar a Lampasco, san Partenio ordenó el derrumbe del templo y en ese lugar de la ciudad se construyó una bella Iglesia. En los escombros del templo derribado, san Partenio descubrió una bella plancha de mármol la cual decidió usar para construir el altar, pero en el proceso de llevar la piedra a la Iglesia, la maldad del enemigo se manifestó, volcando el coche donde la llevaban, causando la muerte del conductor Eutiquio. san Partenio le devolvió la vida por medio de sus oraciones, avergonzando al enemigo, que quería frustrar la obra de Dios.
Tropario, tono 4
Oh Dios de nuestros Padres, que siempre nos tratas según tu clemencia, no retires de nosotros tu misericordia, mas por sus oraciones, guía nuestra vida en paz.
Condaquio, tono 3
Habiendo recibido la gracia de Dios para obrar maravillas inefables, oh sabio y piadoso Partenio, santo obrador de maravillas, limpiaste completamente a los fieles de todas sus pasiones, expulsando a los espíritus malignos, oh Padre Portador de Dios; Por esta razón cantamos tu alabanza como un gran iniciado de la divina gracia de Dios.

San Búcolo, obispo de Esmirna; San Focio, Patriarca de Constantinopla

San Búcolo, obispo de Esmirna

6 de Febrero

San Búcolo es recordado como el primer obispo de Esmirna, que fue fundada por San Juan el Teólogo quien por mandato de la iglesia tenía toda Asia Menor sobre su dirección.
Ejerció esta obligación con celo y sirvió a la iglesia con abnegación, afrontando heroicamente su martirio. Realmente fue un Padre Espiritual para todos los cristianos, enseñando el Evangelio en épocas de persecución y peligros para los cristianos. Ante la muchedumbre idolatra, se comportaba con prudencia y con maravilloso amor, teniendo cuidado de no irritar a las personas y si era posible atraerlas a la fe cristiana.
Los himnos litúrgicos que recuerdan la memoria de este santo resaltan, su fe sincera su pureza de espíritu y su gran humildad.

Tropario, tono 4
La verdad de tus obras te ha mostrado a tu rebaño cual regla de fe, icono de mansedumbre y maestro de abstinencia. Así que alcanzaste, por la humildad, alturas, y por la pobreza, riquezas. ¡Oh santo obispo Búcolo, intercede ante Cristo Dios para que salve nuestras almas!

Condaquio, plagal del tono 4
Todos te aclamamos como jerarca de la Iglesia de Cristo y un discípulo del coro de sus venerables Apóstoles, especialmente de aquel que era su amado. Oh sabio Padre, ruega al Salvador por nosotros, que te alabamos, para que Él nos salve de toda necesidad y adversidad; porque clamamos a ti: Regocíjate, oh Búcolo tres veces bendito.


San Focio, Patriarca de Constantinopla

Era hijo de padres piadosos, Sergio e Irene, que sufrieron por la fe bajo el emperador iconoclasta Teófilo; También era sobrino de San Tarasio, Patriarca de Constantinopla (25 de febrero). Nació en Constantinopla, donde se destacó en los principales ministerios imperiales, mientras practicaba una vida virtuosa y piadosa. Un hombre honrado y de singular aprendizaje y erudición, fue elevado al trono apostólico, ecuménico y patriarcal de Constantinopla en el año 857.
Las muchas luchas que emprendió por la fe ortodoxa contra los maniqueos, los iconoclastas y otros herejes, y los ataques y asaltos que soportó de Nicolás I, Papa de Roma, y las grandes persecuciones y angustias que sufrió, son más que innumerables. Contra el error latino del filioque, es decir, la doctrina de que el Espíritu Santo procede tanto del Padre como del Hijo, demostró claramente con su Mistagogía sobre el Espíritu Santo cómo el filioque destruye la unidad y la igualdad de la Trinidad. Nos ha dejado muchos escritos teológicos, homilías panegíricas y epístolas, incluida una para Boris, el Soberano de Bulgaria, en la que le presentó la historia y las enseñanzas de los Siete Concilios Ecuménicos. Habiendo atendido a la Iglesia de Cristo en santidad y de manera evangélica, y con ferviente celo por haber desarraigado todas las taras de toda enseñanza extraña, descansó en el Señor en el Monasterio de los Armenios el 6 de febrero de 891.

Tropario, tono 4
Como maestro para el mundo e igual a los Apóstoles, intercede ante el Señor de todos, oh San Focio, para que conceda la paz al mundo, y a nuestras almas la gran misericordia.

Condaquio, plagal del tono 4
Faro de gran alcance en la Iglesia de Dios, guía inspirada de los ortodoxos, ahora eres coronado con las flores de los cantos. Tú eres la palabra divina del arpa del Espíritu, el fuerte adversario de la herejía y a quien exclamamos: “Salve muy honorable Focio”.

Santa mártir Ágata de Palermo

Santa mártir Ágata de Palermo

5 de Febrero

Santa Ágata, nació en Palermo, Sicilia en época de Decio (251). De una buena posición económica, sus padres eran cristianos, la niña creció y la educaron con piedad en su corazón. Desde niña, consciente de su belleza física, tomó la resolución de hacer voto de virginidad y de no tener otro esposo más que Nuestro Señor Jesucristo.
Pretendieron su mano unos cuantos caballeros nobles que se admiraron de su hermosura. Encontrándose Ágata en Catania, cuando Quinciano, gobernador de Sicilia, oyó hablar de su gran mérito y de las raras prendas que adoraban a la tierna sierva de Cristo. Quiso verla y resolvió pretenderla por esposa, al punto que envió por ella.
Quinciano sintiéndose despreciado, ordenó que se la entregaran a Afrodisia, una mujer perversa que con sus seis hijas tenía una casa de mala fama. En este lugar espantoso sufrió Ágata asaltos y asechanzas contra su honra, más terribles para ella que el tormento o la muerte, pero se mantuvo firme. Después de un mes, Quiniciano trató de asustarla con amenazas, pero ella permaneció inconmovible y declaró que ser sierva de Cristo era ser en verdad libre. El juez disgustado con sus firmes respuestas, mandó que fuera azotada y llevada a la prisión. Al día siguiente, le hicieron otro interrogatorio. “¿Cómo,” replicó Quinciano,” habiendo nacido libre y de casa tan ilustre, te has querido abajar a la miserable condición de los esclavos?” “Si el ser sierva de Dios es ser esclava,” respondió la santa doncella, “desde luego hago gloriosa vanidad esta noble esclavitud, porque no conozco ni mayor, ni aún verdadera nobleza, sino la de servir a este Señor.” Entonces insistió el gobernador a que sacrificase a los dioses del imperio, amenazándola que, si no la hacía espontáneamente, sabría obligarla con el rigor de los tormentos; pero nada logró ni con promesas ni con amenazas, pues le manifestó ella la nada de esos dioses.
Entonces Quinciano ordenó que la estiraran en el potro, tormento que generalmente iba acompañados de azotes, desgarramientos de los costados con gancho de fierro, y aplicación de antorchas ardiendo. El gobernador, enfurecido que sufría todo esto con alegría, ordenó que le oprimieran brutalmente los pechos y que después se los cortaran. Luego ordenó que la mandaran de nuevo a la prisión y que no le dieran alimento, ni atención médica. Pero Dios la conforto; se le apareció San Pedro en una visión que llenó su calabozo de una luz celestial, la consoló y la curó. Cuatro días después, Quinciano hizo que la rodaran desnuda sobre brasas ardiendo.
Fue Ágata devuelta a la cárcel, y apenas entró en ella cuando hizo al Señor la oración siguiente”: Dios Poderoso, Dios Eterno, que por tu puro efecto de tu misericordia infinita quisiste tomar bajo tu protección a esta tu humilde sierva desde que se hallaba en la cuna, preservándola del amor del mundo, para que mi corazón ardiese únicamente en tu amor: Salvador mío Jesucristo, que has querido conservarme en medio de tantos tormentos para mayor gloria de tu nombre, y para la confusión del poder de las tinieblas; dígnate recibir mi alma en la eterna morada de los bienaventurados; ésta es la última gracia que pido, y que espero de tu infinita bondad. Sucedió su preciosa muerte el día 5 de febrero de 251, y le dieron sepultura en la ciudad de Catania con toda la veneración que correspondía a tan ilustre mártir.
Tropario, tono 4
Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: “Te extraño, oh Novio mío, y lucho buscándote; me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; sufro por ti para contigo reinar, y muero por ti para que viva en ti”. Acepta como ofrenda inmaculada a quien se sacrificó con anhelo por ti, por cuyas intercesiones, oh Compasivo, salva nuestras almas.

Condaquio, tono 4
Que la Iglesia se cubra hoy con el espléndido manto real púrpura teñido con la sangre casta y sagrada de la Mártir Ágata, y que exclame: Regocíjate, oh tú, orgullo de Catania.

San Isidoro de Pelusio

San Isidoro de Pelusio

4 de febrero

Era originario de Egipto, hijo de una familia prominente y pariente de los Patriarcas de Alejandría, Teófilo y Cirilo. Después de haber estudiado todas las ciencias seculares, renunció a la riqueza y a la gloria que el mundo le ofrecía y se dedicó a la vida espiritual por amor a Cristo. Era un gran y ardiente defensor e intérprete de la fe ortodoxa. Según la afirmación del historiador Nicéforo, San Isidoro escribió más de diez mil cartas a diferentes personas, en las que, reprendía a unos, aconsejaba, consolaba y enseñaba a otros. En una de sus cartas, escribió: “Es más importante enseñar mediante una vida de buenos actos que con palabras elocuentes”. Y escribió en otra carta: “Si alguien quiere que sus virtudes se vean grandes, ha de considerarlas como pequeñas, entonces, seguramente ellas se manifestarán como grandes de verdad”. La primera y fundamental regla para Isidoro, era la siguiente: “Primero hacer; y luego enseñar de acuerdo con el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo”.
En tiempos de la persecución contra san Juan Crisóstomo, cuando todo el mundo estaba dividido en dos bandos, uno a favor y otro en contra de esta grande columna de la Ortodoxia, San Isidoro se puso del lado de san Juan Crisóstomo, y escribió al patriarca Teófilo destacando la gran luz de la Iglesia que era Crisóstomo, y le pedía que dejara de odiarlo.
Vivió muchos años y realizó muchas cosas, glorificando a Cristo Dios con su vida y su pluma. Marchó a la morada celestial de Cristo alrededor del año 436 d. C.
Tropario, tono 8
En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh Padre Isidoro de Pelusio, pues tomando la cruz seguiste a Cristo y practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, que es efímera y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles
Condaquio, tono 4
Oh Bendito Isidoro, la Iglesia te ha encontrado como otra estrella de la mañana; y con el resplandor de tus palabras ella se ilumina y exclama: Regocíjate, oh venerable Padre de alma piadosa.

Santos Anciano Simeón el que recibió a Dios y Profetisa Ana

Santos Anciano Simeón el que recibió a Dios y Profetisa Ana

3 de Febrero

Según el Evangelista Lucas, Simeón recibió la promesa del Espíritu Santo que no se iba a morir hasta que no viera a Cristo. Y según la tradición, él recibió esta promesa 270 años antes del nacimiento del Cristo. En aquellos tiempos él fue uno de los 70 traductores que traducían los libros de la Santa Biblia del hebreo al griego para la biblioteca del rey de Egipto Ptolomeo Filadelfo. Cuando Simeón estaba traduciendo las profecías de Isaías sobre el Emmanuel y su nacimiento de una Virgen, él dudó sobre la exactitud de la profecía y quiso cambiar la palabra “virgen” por “mujer.” En este momento tuvo una revelación del Espíritu Santo, que le dijo que no debía cambiar la profecía y que él no moriría hasta ver el cumplimiento de la profecía.
Cuando el Divino Niño nació y fue traído al Templo, Simeón recibió la revelación del Espíritu Santo de que su esperanza se había hecho realidad y que en el Templo de Jerusalén él finalmente vería al Salvador.
Al llegar al Templo el santo anciano no solamente vio al Niño prometido y a su Purísima Madre Virgen, sino además fue digno de levantar a Cristo en sus brazos. Aquí, San Simeón pronunció aquellas inmortales palabras que diariamente se escuchan durante los oficios religiosos de las vísperas: “Ahora puedes dejar a tu siervo ir en paz, Señor, según tu palabra, pues han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz que ilumina a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.”
Aquí Simeón hace el papel de representante de la humanidad del Antiguo Testamento que esperaba al Salvador y simultáneamente se convierte en el predicador de la Gracia del Nuevo Testamento.
El Evangelista Lucas no aclara a que se dedicaba San Simeón, pero en las canciones de la iglesia es llamado el sacerdote y el Santo. Es muy posible que él fuera uno de los sacerdotes que oficiaban en el Templo (Lucas 2:23-37).
Junto a Simeón fue digna de encontrar al Señor en el Templo de Jerusalén Santa Ana la profetisa. El Evangelio dice que ella provenía de la tribu de Aser y fue la hija de Fanuel. Después de estar casada durante 7 años ella se quedó viuda y a partir de este tiempo no se apartaba del Templo sirviendo a Dios de día y de noche con ayunos y oraciones (Lucas 2:37). Por eso ella tenía el don de profecía. Para nosotros Santa Ana es el ejemplo de una vida verdadera y digna de respeto. Según el Apóstol Pablo, estas viudas representan un gran valor para la Iglesia y sirven como ejemplo y enseñanza para la juventud (Tim 5:3-5).
Ella ya había llegado a una edad avanzada e igual que San Simeón estaba esperando al Salvador. Ella estaba atenta a todos los hechos espirituales y añadió su voz de anciana a la glorificación que manifestó San Simeón durante el encuentro con el Niño Divino en el Templo. En las oraciones de la Iglesia, Santa Ana es venerada como una casta viuda, muy respetada por todos, una santa anciana y la profetisa del Nuevo testamento.
Tropario, tono 1
Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; porque por ti resplandece el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios, Quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. Alégrate también tú, oh justo Anciano, que recibiste en tus brazos al Redentor de nuestras almas, Quien nos otorga la Resurrección

Fiesta de la Presentación de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo en el Templo

Fiesta de la Presentación de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo en el Templo

2 de Febrero

Esta fiesta, lleva también el nombre de «Encuentro» (griego, Hypapantē; eslavo, Srétenie) – esto es, el encuentro de Cristo con su pueblo.
Es una de las doce grandes fiestas del año y celebra a nuestro Señor, traído al Templo por su Madre y por José, cuarenta días después de su nacimiento; ahora encuentra a su pueblo escogido representado en las personas del anciano Simeón y la profetisa Ana. Con esta fiesta concluye la secuencia de la Natividad, que comenzó unos ochenta días antes con el inicio del ayuno de la Natividad.
En la Presentación, como en la Natividad y en la Teofanía, la Iglesia medita sobre la kenosis, «anonadación» del Verbo encarnado. Aquel quien es el Dador de la Ley «se somete hoy a las ordenanzas de la Ley, en su compasión haciéndose como nosotros por nuestra causa» (Lytia de las Vísperas). Los textos para este día se basan en el cántico de Simeón «Ahora Señor deja a tu siervo ir en paz…» (cfr. San Lucas 2:29-32), y hablan de la salvación que Cristo ha venido a otorgar, de la gloria y luz de la revelación que han sido concedidas mediante su Encarnación.

Tropario, tono 1
Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; porque por ti resplandece el Sol de Justicia, Cristo nuestro Dios, Quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. Alégrate también tú, oh justo Anciano, que recibiste en tus brazos al Redentor de nuestras almas, Quien nos otorga la Resurrección

Condaquio, tono 1
Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, las manos de Simeón bendijiste debidamente y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. Conserva a tus fieles en la paz y auxilia a los que amas porque Tú eres el único Amante de la humanidad.

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